Ommen, Holanda , 1938
PRIMERA PLÁTICA EN OMMEN
¿Han intentado alguna vez comunicar a un amigo algo que sienten muy hondamente? Lo deben haber encontrado muy difícil, por íntima que fuera esa amistad. Pueden imaginar cuan difícil es aquí para nosotros comprendernos mutuamente, por lo peculiar que es nuestra relación. No existe esa amistad que es esencial para la comunicación y la comprensión profundas. Casi todos tenemos la actitud, ya sea de un discípulo hacia un maestro, o la de un seguidor, o la de uno que trata de forzarse respecto de un determinado punto de vista, y la comunicación se vuelve así muy difícil. Es más complicado aún si ustedes tienen una actitud propagandista, si vienen tan sólo a fin de propagar ciertas ideas de una sociedad o una secta en particular, o una ideología que es popular en ese momento. La comunicación libre puede darse sólo cuando ambos, el que escucha y el que habla, piensan juntos sobre la misma cuestión.
Durante estos días del campamento no debe existir esta actitud ce maestro y discípulo, o de líder y seguidor, sino más bien una comunicación amistosa de uno con otro, lo cual es imposible si la mente se encuentra presa en alguna creencia o en alguna ideología, jamás hay amistad entre un líder y un seguidor y, en consecuencia, la comunicación profunda entre ellos es imposible.
Estoy hablando de algo que para mí es real, en lo cual encuentro alegría, y para ustedes tendrá muy poco significado si piensan en algo por completo diferente. Si podemos, de algún modo, ir más allá de esta relación absurda que hemos establecido a causa de la tradición y la leyenda, de la superstición y toda clase de fantasías, entonces tal vez seremos capaces de comprendernos naturalmente el uno al otro.
Lo que quiero decir parece muy simple — al menos para mí — , pero cuando estos pensamientos y sentimientos se ponen en palabras, se vuelven complicadas. La comunicación se torna más difícil cuando ustedes, con sus particulares prejuicios, supersticiones y barreras, tratan de percibir lo que intento expresar, en vez de tratar de limpiar la propia mente liberándola de esas perversiones que impiden la comprensión plena, que es lo único capaz de originar una actitud crítica y afectuosa.
Como ustedes saben, este campamento no está destinado a propósitos de propaganda, ya sea de derecha o de izquierda, ni para determinada sociedad o ideología. Sé que hay muchos que vienen regularmente a este campamento para hacer propaganda a favor de sus sociedades, de su nacionalidad, de su iglesia, etc. De modo que quisiera pedirles seriamente que no se entreguen a esta clase de pasatiempo. Estamos aquí para propósitos más serios. Aquéllos que sienten muchas ganas de semejante pasatiempo, tienen abundancia de oportunidades en otra parte. Al menos aquí tratemos de descubrir qué pensamos y sentimos individualmente, y entonces, tal vez, comenzaremos a comprender el caos, el odio que existe dentro y en torno de nosotros.
Cada uno de nosotros tiene numerosos problemas; si debe convertirse en un pacifista, o hasta dónde debe llegar en su pacifismo, o si debe luchar por su propio país. Están los problemas sociales y económicos, y los problemas de la creencia, la conducta y el afecto. No voy a ofrecer una respuesta que resuelva inmediatamente estos problemas. Pero lo que me gustaría hacer es indicar una nueva manera de abordarlos, a fin de que cuando se encuentren cara a cara con estos problemas del nacionalismo, de la guerra, la paz, la explotación, la creencia, el amor, sean capaces de afrontarlos integralmente y desde un punto de vista real.
Así que, por favor, no esperen al principio de estas pláticas una solución inmediata para sus múltiples problemas. Sé que Europa es un perfecto manicomio en el que hablan de paz mientras se preparan para la guerra, en el que las fronteras y el nacionalismo se fortalecen y al mismo tiempo hay discursos sobre la unidad humana; se habla de Dios, del amor y, al mismo tiempo, el odio se difunde por todas partes. Este no es tan sólo el problema deL mundo, sino que es el problema de cada uno de ustedes, porque cada -ano de ustedes es el mundo.
Para afrontar estos problemas debemos ser incondicionalmente libres. Si estamos atados, de cualquier manera que sea, es decir, si tenemos alguna clase de temor, no podremos resolver ninguno de estos problemas. Sólo en la libertad incondicionada está la verdad; o sea, sólo en esa liberad podemos ser nosotros mismos. Cuando somos íntegros en la totalidad de nuestro ser, somos incondicionados. Si en cualquier forma, ante cualquier cuestión, sentimos desconfianza, anhelo, temor, estas cosas crean una mente condicionada que impide la solución definitiva de nuestros numerosos problemas.
Quiero explicar de qué manera podemos abordar la libertad respecto del condicionamiento, del temor, de modo tal que podamos ser nosotros mismos en todo momento y bajo todas las circunstancias. Este estado sin temor es posible y sólo en él puede existir el éxtasis, la realidad. Dios. A menos que uno esté plena, integralmente libre de temor, los problemas se incrementarán hasta volverse sofocantes, sin significado ni propósito alguno.
Esto es lo que quiero decir: que sólo en la libertad incondicionada existe la verdad, y que ser incondicionado es ser integralmente, totalmente uno mismo, y que eso revela la realidad.
Así, pues, ¿qué significa ser uno mismo? Y, ¿podemos ser nosotros mismos todo el tiempo? Uno puede serlo sólo si está haciendo algo que ama de verdad y si ama de manera completa. Cuando uno hace algo que no puede evitar hacerlo con todo su ser, está siendo uno mismo, sin temor ni obstáculo alguno. En estos dos estados somos completamente nosotros mismos.
Tenemos que descubrir, pues, qué actividad es la que amamos. Uso deliberadamente la palabra amamos. ¿Qué actividad es la que cada uno de ustedes ama con todo su ser? No lo saben. No sabemos qué acción es sensata y cuál es insensata, y el descubrimiento de lo que es sensato y lo que es insensato, constituye todo el proceso del vivir. Esto no van a descubrirlo en un abrir y cerrar de ojos.
Pero, ¿cómo puede descubrirlo uno? Lo que es sensato y lo que es insensato, ¿ha de ser descubierto mecánicamente, o espontáneamente? Cuando hacemos algo con todo ntodo nuestro ser, algo en lo cual no hay sentido de frustración o temor, ni imitación alguna, en ese estado de acción somos nosotros mismos, independientemente de cualquier condición externa. Digo que, si uno puede llegar a ese estado en el que es uno mismo en la acción, descubrirá el éxtasis de la realidad, de Dios.
Este estado, ¿puede lograrse, cultivarse mecánicamente, o surge a la existencia de manera espontánea? Explicaré qué entiendo por proceso mecánico. Toda acción impuesta desde afuera debe, por fuerza, formar hábito, debe ser mecánica y, en consecuencia, no es espontánea. ¿Acaso es posible, por medio de la tradición, descubrir qué implica ser uno mismo?
Permítanme hacer aquí una pequeña disgresión y decir que trataremos, como lo hicimos el año pasado, de conversar sobre estas ideas durante las próximas reuniones. Intentaremos abordar los distintos puntos, no arguyendo entre nosotros sino descubriendo, de una manera amistosa, qué pensamos individualmente acerca de estas cuestiones. En mi primera plática quiero trazar un breve esbozo de lo que, para mí, es el verdadero proceso del vivir.
¿Podemos ser nosotros mismos si nuestro ser se halla, de algún modo, afectado por la tradición? ¿Podemos encontrarnos a nosotros mismos por medio del ejemplo, del precepto?
Pregunta: ¿Qué es el preceptor ?
KRISHNAMURTI: ¿Podemos ser nosotros mismos por medio de un precepto, de un dicho, por ej., "el mal es todo lo que divide y el bien es lo que une"? ¿O siguiendo un principio? ¿Nos conducirá al descubrimiento de nosotros mismos vivir conforme a un patrón, a un ideal, seguirlo despiadadamente, meditar sobre éL, etc.? ¿Puede aquello que es real ser percibido mediante la disciplina de la voluntad? Es decir, ¿podemos conocernos a nosotros mismos mediante el ejercicio y el esfuerzo del intelecto, refrenando, controlando, disciplinando, guiando, forzando al pensamiento en una dirección particular? Y ¿podemos conocernos mediante patrones de conducta, o sea, preconcibiendo un modelo de vida acerca de lo que es bueno, el ideal, y siguiéndolo constantemente, retorciendo pensamiento y sentimiento según sus dictados, descartando lo que consideramos malo y siguiendo implacablemente lo que consideramos bueno? ¿Nos revelará ese proceso lo que somos, cualquier cosa que ello sea? ¿Puede uno descubrirse a sí mismo por obra de la compulsión? Es una forma de compulsión este despiadado vencer las dificultades mediante la voluntad, la disciplina, sometiéndose y resistiendo, rehusando y cediendo.
Todo esto es el ejercicio de la voluntad, al cual considero un proceso mecánico del intelecto. ¿Puede uno conocerse a sí mismo a través de estos medios, de estos medios mecánicos? Todo esfuerzo, ya sea mecánico o de la voluntad, forma hábitos. Mediante la formación de hábitos quizá seamos capaces de crear cierto estado, de alcanzar cierto ideal, y podamos considerar que ese ideal somos nosotros mismos, pero como es el resultado de un esfuerzo intelectual o del esfuerzo de la voluntad, es totalmente mecánico y, por consiguiente, no es verdadero. ¿Puede este proceso producir la comprensión acerca de nosotros mismos, de lo que somos?
Luego, está el otro estado, el estado espontáneo. Uno puede conocerse a sí mismo sólo cuando no está consciente de ello, cuando no calcula, no se protege, no está constantemente vigilando para guiar, transformar, sojuzgar, controlar; cuando se ve a sí mismo inesperadamente, o sea, cuando la mente no tiene preconceptos en relación consigo misma, cuando está abierta, no cuando está preparada para encontrarse con lo desconocido.
Si nuestra mente está preparada de ese modo, no podemos, por cierto, conocer lo desconocido, ya que somos lo desconocido. Si me digo a mí mismo: "Yo soy Dios", o "soy nada más que un conjunto de influencias sociales o un haz de cualidades", si tengo algún preconcepto respecto de mí mismo, no puedo comprender lo desconocido, aquello que es espontáneo.
De modo que la espontaneidad puede llegar sólo cuando el intelecto se halla desprevenido, cuando no se está protegiendo, cuando y a no siente temor en relación consigo mismo; y esto puede ocurrir sólo desde lo interno. Es decir, lo espontáneo ha de ser lo nuevo, lo desconocido, lo incalculable, lo creativo, aquello que debe ser expresado, amado, en lo cual la voluntad, como proceso del intelecto que controla, que dirige, no tiene participación alguna, Observen sus propios estados emocionales y verán que los momentos de gran júbilo, de gran éxtasis, no son premeditados; ocurren inadvertidamente, de manera misteriosa, secreta. Cuando esos momentos se han ido, la mente desea recrearlos, recapturados, y así nos decimos: "Si puedo seguir ciertas leyes, formar ciertos hábitos, tendré otra vez aquellos momentos de éxtasis".
Hay siempre una batalla entre lo espontáneo y lo mecánico. Por favor, no adapten esto a la conveniencia de sus propias religiones, a sus términos filosóficos. Para mí, lo que estoy diciendo es vitalmente nuevo y no puede ser retorcido para que se acomode a sus prejuicios particulares del yo superior y el yo inferior, de lo transitorio y lo permanente, del yo y el no yo, etc. La mayoría de nosotros, desafortunadamente, casi ha destruido esta espontaneidad, este júbilo creativo de lo desconocido; sólo desde allí puede surgir una acción sensata, sabia. A lo largo de generaciones de tradición, de moral basada en la voluntad, de compulsión, hemos cultivado diligentemente la actitud mecánica hacia la vida, calificando esta actitud con palabras de agradables sonidos; en esencia, es una actitud mecánica, intelectual. El proceso de disciplina, de violencia, de subyugación, de resistencia, de imitación es, en su totalidad, el resultado del desarrollo, del mero intelecto y tiene sus raíces en el temor. Lo mecánico domina abrumadoramente nuestras vidas. Sobre esto se basan nuestra civilización y nuestra moralidad; sólo en raros instantes, cuando la voluntad está adormecida, olvidada, existe el júbilo de lo espontáneo, de lo desconocido.
Digo que sólo en este estado de espontaneidad puede uno percibir lo verdadero. Únicamente en este estado puede haber una acción sabia, no la acción de una moralidad calculada o de la voluntad.
Las diversas formas de disciplinas morales y religiosas, las numerosas imposiciones de las instituciones éticas y sociales, no son sino la consecuencia de una esmeradamente cultivada actitud mecánica hacia la vida, actitud que destruye aquello que es espontáneo y, de ese modo, origina la destrucción de la verdad.
No hay método alguno — y todos los métodos deben ser, inevitablemente, mecánicos — que pueda revelar la verdad de nuestro propio ser. Uno no puede forzar la espontaneidad por ningún medio. Ningún método puede dárnosla. Todos los métodos no pueden sino crear reacciones mecánicas. Ninguna disciplina traerá consigo el júbilo espontáneo de lo desconocido. Cuanto más se fuerza uno en ser espontáneo, tanto más se retrae la espontaneidad, tanto más se oculta y oscurece y menos puede ser comprendida. No obstante, eso es lo que tratamos de hacer cuando seguimos disciplinas, patrones de conducta, ideales, líderes, ejemplos y así sucesivamente. Debemos abordar esto de manera negativa, no con la intención de capturar lo desconocido, lo real.
¿Es consciente, cada uno de ustedes, del proceso mecánico del intelecto, de la voluntad, proceso que destruye lo espontáneo, lo real? No pueden responder a esto inmediatamente, pero pueden empezar a reflexionar aceres del intelecto, de la voluntad y, en especial, pueden sentir la cualidad destructiva de ambos. Pueden percibir la naturaleza ilusoria de la voluntad, no a través de compulsión alguna, ni del deseo de lograr, de alcanzar, de comprender, sino sólo cuando el propio intelecto admite despojarse de todas sus envolturas protectoras.
Ustedes pueden conocerse a sí mismos sólo cuando aman completamente. Esto también constituye el proceso total de la vida; no pueden adquirirlo en pocos instantes, de unas cuantas palabras mías. No pueden ser ustedes mismos cuando el amor es dependiente. No es amor cuando es tan sólo autogratificación, aunque ésta pueda ser mutua. No es amor cuando hay restricción, o cuando es tan sólo un medio para un fin, c cuando es mera sensación. No podemos ser nosotros mismos cuando amamos a instancias del miedo; entonces es miedo, no amor, miedo que se expresa de muchas maneras aunque podamos disimularlo llamándolo amor. El miedo no puede permitirnos ser nosotros mismos. El intelecto tan sólo guía al miedo, lo controla, pero jamás puede destruirlo, porque el intelecto es la causa misma del miedo.
Como el miedo no puede permitir que seamos nosotros mismos, ¿de qué modo podremos, entonces, vencer este miedo — toda clase de miedos, no un tipo de miedo en particular — ? ¿Cómo ha de liberarse uno mismo de este miedo, del cual puedo o no estar consciente? Si no tienen conciencia del miedo, tórnense conscientes de él; dense cuenta de sus pensamientos y acciones, y pronto tendrán conciencia del miedo. Y si están conscientes del miedo, ¿cómo van a liberarse de él? ¿Van a liberarse del miedo mecánicamente, por medio de la voluntad? ¿O el miedo comenzará a disolverse por su cuenta, espontáneamente? El proceso mecánico o volitivo no puede sino ocultar el miedo más y más, vigilarlo y restringirlo cuidadosamente, permitiendo sólo las reacciones de la moralidad controlada. Debajo de estos patrones controlados de conducta, el miedo debe, por fuerza, continuar siempre. Este es el resultado inevitable del proceso mecánico de la voluntad con sus disciplinas, deseos, controles y demás.
Hasta que uno no se libera de lo mecánico, no puede existir lo espontáneo, lo real. El mero anhelo de lo real, de esa llama que arde desde lo interno, no puede generarlo.
Lo que los liberará de lo mecánico es la observación profunda del proceso de la voluntad, el ser una sola cosa con dicho proceso, sin deseo alguno de liberarse de él. Ahora observan la actitud mecánica hacia la vida, con un deseo de liberarse de ella, de alterarla, de transformarla. ¿Cómo pueden transformar la voluntad, cuando el deseo es, en sí mismo, cosa de la voluntad?
Deben percatarse de todo el proceso de la voluntad, de su carácter mecánico, de sus luchas, sus escapes, sus desdichas; y, tal como el granjero permite que el suelo esté en barbecho después de una cosecha, así deben ustedes permitirse permanecer en silencio, en estado negativo, sin expectativa alguna. No es fácil. Si, en la esperanza de obtener lo real, admiten dentro de sí el silencio y se obligan a un estado de negación, entonces el miedo es la recompensa. Como he dicho, este vacío creativo no es para ser perseguido o buscado por caminos tortuosos. Tiene que ocurrir. La verdad es, la moralidad organizada no da como resultado la verdad: porque la moralidad que se basa en la voluntad, no es moral.
Tenemos muchos problemas, tanto individuales como sociales, y estos problemas no pueden resolverse por medio del intelecto, de la voluntad. En tanto si el proceso de la voluntad continúa en cualquiera de sus formas, tiene que haber confusión y dolor. Mediante la voluntad no podemos conocemos a nosotros mismos ni puede tener existencia lo real.
4 de agosto de 1938