CUARTA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
Muchos de ustedes vienen a estas reuniones con la esperanza de que, por algún milagro, voy a resolver sus dificultades, ya sean económicas, religiosas o sociales. Y si no puedo resolverlas o si ustedes son incapaces de resolverlas por sí mismos, esperan que algún acontecimiento o alguna circunstancia de carácter milagroso las disolverá; o bien se abandonan a algún sistema filosófico, o esperan que, afiliándose a cierta iglesia o sociedad particular, sus dificultades desaparecerán por sí mismas.
Como he tratado de señalarlo a menudo, estos problemas, ya sean sociales, religiosos o económicos, no van a solucionarse porque ustedes dependan de un determinado sistema. Deberán solucionarse como una totalidad, y uno tiene que comprender a fondo su propio proceso por el que crea ignorancia, cuya acción se sostiene por sí misma, y si discierne a la conciencia como una combinación de ambas — ignorancia y acción — , entonces comprenderá a fondo esta conflictiva y dolorosa existencia. Pero, por desgracia, la mayoría de nosotros es indiferente. Esperamos que circunstancies externas nos obliguen a pensar, y esta compulsión sólo puede producir mayor confusión y sufrimiento. Ustedes pueden comprobar esto por sí mismos.
Luego están los que, para su comprensión y consuelo dependen de la fe. Piensan que hay un ser supremo que los ha creado y que habrá de guiarlos, protegerlos y salvarlos. Creen fervientemente que siguiendo cierto credo o cierto sistema de pensamiento y forzándose dentro de cierto molde de conducta y disciplina, llegarán a lo más elevado.
Como ha tratado de explicarlo el domingo anterior, la fe o la aceptación son un obstáculo para la profunda comprensión de la vida. Casi todos nosotros, desafortunadamente, somos incapaces de experimentar por nosotros mismos o somos renuentes a hacer el esfuerzo; no estamos dispuestos a reflexionar profundamente y a pasar por la verdadera angustia de la incertidumbre. Por eso dependemos de la fe para nuestra comprensión y nuestro bienestar.
Pensamos con frecuencia que estamos cambiando radicalmente y que nuestra actitud se transforma de manera fundamental; por desgracia, tan sólo cambiamos las formas externas de nuestra expresión, pero seguimos aferrados a las exigencias y ansias internas de apoyo y consuelo.
La mayoría de nosotros pertenece a la categoría de aquéllos que dependen de la fe para la explicación de su existencia. Incluyo en esa palabra fe las numerosas exigencias sutiles, las oraciones y súplicas a un ser externo, ya se trate de un Maestro o de un santo; o la apelación a la autoridad de las creencias, los ideales y las disciplinas autoimpuestas. Teniendo una fe así, con todo lo que implica, estamos obligados a generar dualidad en nuestra vida; o sea, está el actor tratando siempre de aproximarse, junto con sus acciones, a un concepto, un patrón, una creencia, un ideal. Hay, pues, una constante dualidad. Si uno examina su propia actitud y acción en la vida, verá que parece haber una entidad separada que mira la acción, que trata de moldear el proceso de la vida, de darle forma según cierto patrón, con el resultado de un conflicto y un dolor siempre crecientes. Si observamos, percibiremos que esta dualidad en el actuar es la causa de la fricción, del conflicto y la desdicha, porque nuestro esfuerzo se gasta en hacer que nuestra vida se amolde a una norma o un concepto en particular. Y pensamos que un hombre feliz e inteligente es el que tiene la capacidad de vivir en unión completa con su ideal, con sus creencias preconcebidas. A una persona que puede moldear sus acciones conforme a un principio o un ideal, se la considera sincera, juiciosa y noble. Eso no es sino una forma de rigidez, es la falta de una flexibilidad profunda; en consecuencia, hay deterioro.
De modo que en la vida de une existe lo abstracto y lo factual; lo factual es el conflicto, y lo abstracto es lo inconsciente, compuesto de esas creencias e ideales, de esos conceptos y recuerdos que uno ha elaborado tan diligentemente como instmmentos de autoprotección. En cada uno de nosotros tiene lugar un conflicto entre lo abstracto y lo factual, entre lo inconsciente y Lo consciente. Cada uno está tratando de tender un puente sobre la brecha que existe entre lo inconsciente y lo consciente, y este intento debe inducir por fuerza la rigidez de la mente-corazón y, de aquí, un gradual marchitamiento, una contracción paulatina que impide la completa comprensión de uno mismo y, por ende, del mundo. A menudo pensamos que este intento de unificar lo factual con lo abstracto, generará una profunda realización; pero si hay discernimiento, uno ve que ello no es sino una sutil forma de escapar del conflicto de la existencia, una autoprotección contra el movimiento de la vida.
Antes de que podamos intentar producir esta unidad, debemos saber qué es nuestro inconsciente, quién lo ha creado y qué significado tiene. Si podemos comprender a fondo esto, o sea, si podemos darnos cuenta de nuestros propios motivos sutiles, de los conceptos, presunciones, acciones y reacciones, entonces percibiremos que sólo existe la conciencia, el proceso del "yo" el cual se vuelve perceptible a los sentidos, como individualidad. Este proceso debe crear siempre una dualidad en la acción y dar origen a la división artificial de lo consciente y lo inconsciente. A causa de este proceso, surge la concepción de una deidad suprema, un ideal, un objetivo en pos del cual luchamos constantemente. Hasta que comprendamos este proceso, tiene que haber ignorancia y, en consecuencia, dolor.
La falta de comprensión respecto de uno mismo es ignorancia. Es decir, uno debe discernir cómo ha llegado a la existencia, qué es, todas las tendencias, las reacciones, los motivos ocultos, las creencias y búsquedas autoimpuestas. Hasta que cada uno comprenda profundamente esto, no puede haber final para el dolor y habrá de continuar la confusión que genera la acción cuando la dividimos como económica y religiosa, pública y privada. Los problemas humanos que ahora nos perturban desaparecerán sólo cuando cada uno sea capaz de discernir el proceso de la ignorancia, el cual se sostiene a sí mismo. Para discernir se requiere paciencia y un constante estado de percepción alerta.
Como lo he explicado, no hay un comienzo para la ignorancia; ésta se nutre de sus propios anhelos, de sus propias búsquedas y exigencias adquisitivas, y la acción se convierte meramente en el medio para que se sostenga. Este proceso de acción recíproca entre la ignorancia y la acción, da origen a la conciencia y a la identidad del "yo". En tanto no sepan ustedes lo que son y no disciernan las diversas causas que dan por resultado el proceso continuo del "yo" tendrá que haber ilusión y dolor.
Cada uno de nosotros es único, en el sentido de que está creando continuamente su propia ignorancia, la cual no tiene comienzo y se sostiene a sí misma mediante sus propias acciones. Esta ignorancia, si bien no tiene comienzo, puede llegar a su fin cuando hay un profundo discernimiento de este círculo vicioso. Entonces no existe más el intento del "yo" de salirse del círculo hacia una realidad mayor, sino que el propio "yo" percibe su naturaleza ilusoria y, de ese modo, se libera de sí mismo. Esto requiere una constante percepción alerta.
Actualmente, nos esforzamos por adquirir virtudes, placeres, posesiones, y desarrollamos muchas tendencias hacia una mayor seguridad y acumulación; o, si no hacemos esto, lo intentamos negativamente, rechazando estas cosas y tratando de desarrollar otra serie de sutiles auto protecciones. Si examinan cuidadosamente este proceso, percibirán que la conciencia, la mente, está siempre aislándose a través de sus deseos adquisitivos y autoprotectores. En este proceso separativo se crea la dualidad, la cual engendra conflicto, sufrimiento y confusión, El proceso mismo del "yo" origina sus propias ilusiones, sus sufrimientos, haciéndolo por medio de la ignorancia que él misma crea. Para comprender este proceso, tiene que haber percepción inteligente sin el deseo de optar entre opuestos. Las opciones en la acción crean dualidad, y ésta afirma el proceso individual de la conciencia. Si la mente-corazón opta porque desconoce sus propias exigencias y búsquedas secretas, sus esperanzas y temores, entonces tiene que continuar la creación de limitaciones y frustraciones. De este modo, a causa de la falta de comprensión respecto de nosotros mismos, hay opción, preferencia, la cual genera circunstancias que necesitan una ulterior serie de opciones. Y así la mente-corazón queda atrapada una y otra vez en su propio y autocreado círculo de limitación.
Aquéllos que deseen experimentar con lo que digo, pronto descubrirán que no existe tal cosa como una entidad o un medio externo que los estén guiando, y que ustedes son enteramente responsables de sí mismos, de sus propias limitaciones y pesares. Si ven esto, entonces el medio no se vuelve una fuerza separada e independiente que controla, domina y deforma la realización del individuo. Entonces comienzan a darse cuenta de que sólo existe la conciencia, percibida como individualidad, y que esta conciencia no ocultará encubierta realidad alguna. El proceso del "yo" no avanza hacia la realidad, hacia una felicidad mayor, hacia la inteligencia, sino que él mismo está creando su propio dolor, su propia confusión.
Pregunta: ¿Cuál es el propósito del sufrimiento? ¿Es para enseñarnos a no repetir el mismo error?
KRISHNAMURTI: No hay ningún propósito en el sufrimiento. El sufrimiento existe debido a la falta de comprensión. Casi todos sufrimos, por razones económicas, espirituales o en nuestras relaciones mutuas. ¿Por qué existe este sufrimiento? En lo económica, tenemos un sistema basado en el afán adquisitivo, la explotación y el miedo; este sistema es alentado y mantenido por nuestros anhelos y nuestras búsquedas y. de tal modo, se sostiene a sí mismo. El afán adquisitivo y un sistema de explotación tienen que marchar juntos y están siempre presentes donde existe la ignorancia acerca de nosotros mismos. Es otra vez un círculo vicioso: nuestro anhelo posesivo ha producido un sistema, y ese sistema se sostiene a sí mismo explotándonos.
Tomemos un ejemplo muy simple y podrán ponerlo a prueba por sí mismos. Muchos de nosotros tenemos creencias muy fuertes que percibimos como si fueran el resultado de la intuición; pero no es así. Estas creencias son el resultado de esperanzas, anhelos y temores secretos; ellas nos guían inconscientemente, nos fuerzan a emprender ciertas actividades, y toda experiencia es traducida de acuerdo con nuestras creencias y nuestros ideales. Por eso no hay comprensión de la vida, sino tan sólo acopio de recuerdos autoprotectores que aumentan en su intensidad y limitación a causa de nuevas experiencias. Si están atentos, observarán que este proceso tiene lugar en ustedes y que sus actividades tratan de aproximarse siempre a un patrón, a un ideal. La aproximación a un ideal es llamada éxito, realización, felicidad; pero lo que uno ha logrado de hecho es rigidez, completo aislamiento y autoprotección al escapar hacia la seguridad. Por lo tanto, no hay comprensión de la vida ni terminación de la ignorancia con su dolor y su confusión
Pregunta: ¿Cuál es el propósito del sufrimiento? ¿Es para enseñarnos a no repetir el mismo error?
KRISHNAMURTI: No hay ningún propósito en el sufrimiento. El sufrimiento existe debido a la falta ce comprensión. Casi todos sufrimos, por razones económicas, espirituales o en nuestras relaciones mutuas. ¿Por qué existe este sufrimiento? En lo económica, tenemos un sistema basado en el afán adquisitivo, la explotación y el miedo; este sistema es alentado y mantenido por nuestros anhelos y nuestras búsquedas y. de tal modo, se sostiene a sí mismo. El afán adquisitivo y un sistema de explotación tienen que marchar juntos y están siempre presentes donde existe la ignorancia acerca de nosotros mismos. Es otra vez un círculo vicioso: nuestro anhelo posesivo ha producido un sistema, y ese sistema se sostiene a sí mismo explotándonos.
Hay sufrimiento en nuestras relaciones con otros, sufrimiento creado por el anhelo interno de bienestar, seguridad y posesión. Luego está ese sufrimiento causado por la profunda incertidumbre, el cual nos impulsa ala búsqueda de la paz, la seguridad, la realidad, Dios. En nuestro anhelo de certidumbre inventamos muchas teorías, elaboramos muchas creencias, y la mente se limita enredándose en ellas, exaltándose con ellas y, por consiguiente, es incapaz de ajustarse al movimiento de la vida.
Existen numerosas clases de sufrimiento; si comenzamos a discernir su causa, percibiremos que el sufrimiento debe coexistir con la exigencia, por parte de cada individuo, de sentirse seguro, ya sea en lo financiero, en lo espiritual o en la relación humana. Donde hay búsqueda de seguridad, grosera o sutil, tiene que haber miedo, explotación y dolor.
En vez de comprender la causa del sufrimiento, usted pregunta cuál es su propósito. Desea utilizar el sufrimiento para obtener alguna otra cosa. Así que empieza a inventar el propósito; dice que el sufrimiento es el resultado de una vida anterior, que es el resultado del medio, etc. Estas explicaciones lo satisfacen, de modo que continúa en su ignorancia, con la constante reaparición del sufrimiento.
El sufrimiento existe donde hay ignorancia respecto de uno mismo. No indica sino limitación, insuficiencia. No hay remedio para el sufrimiento mismo. En el discernimiento del proceso de la ignorancia, el sufrimiento desaparece.
Pregunta: ¿No es verdad que las buenas obras son recompensadas y que llevando una vida bondadosa y recta, alcanzaremos la felicidad ?
KRISHNAMURTL ¿Quién lo recompensa? Se considera que la recompensa en este mundo es tener éxito en la vida, llegar a la cima explotando a los demás, ser condecorado por el gobierno o por el partido al que uno pertenece, y así sucesivamente. Y si se nos niega esta clase de recompensa, deseamos otra clase, una recompensa espiritual, ya sea el discipulado conferido por un Maestro, la iniciación, o el reconocimiento par haber realizado buenas obras en nuestra vida pasada.
¿Piensa usted seriamente que existe tal cosa, que tiene alguna validez, excepto como un estímulo, un incentivo infantil? ¿Es usted bondadoso o ama porque va a obtener una recompensa ahora o en una vida futura? Pueden reírse de esto, pero si examinan y comprenden profundamente sus motivos y sus actos, percibirán que están teñidos con la idea de recompensa y castigo. Por lo tanto, nuestras acciones jamás son íntegras, completas, plenas. A causa de esto surgen el dolor y el conflicto, y nuestras vidas se tornan pequeñas, mezquinas y carentes de todo significado profundo.
Si no hay recompensa o castigo — y, por ende, hay libertad total respecto del temor — , entonces, ¿cuál es el propósito del vivir? Esta sería la pregunta natural que ustedes formularían debido a que han sido educados en términos de recompensa y castigo, logro, competencia y todas esas cualidades que componen lo que consideran que es la naturaleza humana. Cuando comprendamos a fondo el significado de nuestra existencia, del proceso de ignorancia y acción, veremos que eso que llamamos propósito nada significa. La mera búsqueda del propósito de la vida encubre, empaña la comprensión de uno mismo.
La recompensa no tiene importancia; es tan sólo una compensación por el esfuerzo que han empleado. Todo esfuerzo empleado con el fin de obtener una recompensa, aquí o en el más allá, da por resultado la frustración, y la recompensa termina siendo un montón de cenizas en la boca.
Pregunta: ¿No considera usted que la filantropía es un elemento importante en la creación de circunstancias nuevas conducentes al bienestar humano?
KRISHNAMURTI: Si entendemos la filantropía como el amor al hombre y el esfuerzo para promover su felicidad, entonces tendrá valor sólo en cuanto consideremos al hombre como un individuo único y le ayudemos a comprender que en sus propias manos están su felicidad y el bienestar de todos. Pero me temo que esto no sería considerado como filantropía, porque la mayoría de nosotros no se da cuenta de que somos únicos, de que el proceso de crear ignorancia y dolor está en nuestras propias manos y que sólo mediante la comprensión de nosotros mismos podemos liberarnos de ambos. Si esto se comprende plena y profundamente, entonces la filantropía tendrá sentido.
26 de abril de 1936