Ojai \ California, 1944
PRIMERA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
En medio de tanta confusión, de tanto dolor, es esencial encontrar una comprensión creativa de nosotros mismos, porque sin ella no es posible relación alguna. Sólo por obra del recto pensar puede haber comprensión. Ni los líderes ni un nuevo conjunto de valores ni proyecto alguno podrán dar origen a esta comprensión creativa; ésta puede existir únicamente por obra de nuestro propio esfuerzo.
¿Cómo es posible, entonces, dar con esta comprensión esencial? ¿Desde dónde comenzaremos a descubrir qué es lo real, qué es verdadero en toda esta conflagración, confusión y desdicha?
¿Acaso no es importante descubrir por nosotros mismos cómo pensar apropiadamente acerca de la guerra y la paz, de las condiciones económicas y sociales, de la relación que establecemos con nuestros semejantes? Existe, por cierto, una diferencia entre el recto pensar y el pensamiento correcto o condicionado. Podemos producir en nosotros, imitativamente, un pensamiento correcto, pero eso no es el recto pensar. El pensamiento correcto o condicionado no es creativo. Pero cuando sepamos por nosotros mismos cómo pensar apropiadamente, lo cual implica ser vitales, dinámicos, entonces será posible dar origen a una cultura nueva y más feliz.
¿Cómo empezaremos, entonces, a descubrir por nosotros mismos qué es el recto pensar? Sin éste, no es posible que haya felicidad. Sin el recto pensar no hay base para nuestras acciones, nuestra conducta y nuestros afectos. El recto pensar no puede ser descubierto por medio de libros, o asistiendo a unas cuantas pláticas, o limitándose a escuchar las ideas de ciertas personas acerca de lo que es el recto pensar. El recto pensar ha de ser descubierto por nosotros mismos y en nosotros mismos.
El recto pensar llega, pues, con el conocimiento propio. Sin conocimiento propio no hay recto pensar. Si uno no se conoce a sí mismo, lo que piensa y siente no puede ser verdadero. La raíz de toda comprensión está en el comprendernos a nosotros mismos. Si podemos descubrir cuáles son las causas de nuestro pensamiento-sentimiento y, gracias a ello, saber cómo pensar y sentir, entonces hemos dado con el principio de la comprensión. Sin el conocimiento propio, carece de base la acumulación de ideas, la aceptación de creencias y teorías. Sin conocernos a nosotros mismos estaremos atrapados siempre en la incertidumbre, dependiendo de nuestros estados de ánimo y de las circunstancias. Sin conocernos en plenitud, no podemos pensar rectamente, apropiadamente. Esto, sin duda, es obvio. Si no sé cuáles son mis motivos, mis intenciones, mis íntimos pensamientos y sentimientos, si no conozco mi trasfondo, ¿cómo puedo concordar o discrepar con otro? ¿Cómo puedo descubrir cosa alguna en la vida si no me conozco a mí mismo? Y el conocerme a mí mismo es una labor inmensa que requiere observación constante, percepción meditativa.
Esta es nuestra principal tarea, anterior aun al problema de la guerra y la paz, de los conflictos económicos y sociales, de la muerte y la inmortalidad. Estos problemas surgirán — es forzoso que surjan — , pero al descubrirnos y comprendernos a nosotras mismos, obtendrán una respuesta apropiada. Así, pues, los que son realmente serios en estas cuestiones, deben comenzar consigo mismos a fin de comprender el mundo del que forman parte. Sin comprenderse a sí mismos, no pueden ustedes comprender lo total.
El conocimiento propio es el principio de la sabiduría; se cultiva mediante la investigación que uno hace respecto de sí mismo. No estoy poniendo al individuo en oposición a la masa. No son antitéticos. El uno, el individuo, es la masa, el resultado de la masa. En nosotros, como lo descubrirán si lo investigan a fondo, está tanto lo colectivo como lo particular, el uno y los más. Es como una corriente que fluye sin cesar dejando pequeños remolinos, y a estos remolinos los llamamos "individualidad", pero son el resultado de este constante fluir de las aguas. Nuestros pensamientos-sentimientos, esas actividades mentales y emocionales, ¿no son, acaso la consecuencia del pasado, de lo que llamamos "lo colectivo"? Mis pensamientos-sentimientos, ¿no son similares a los de mi prójimo?
De modo que cuando hablo del individuo, no lo estoy oponiendo a la masa, Por el contrario, quiero eliminar este antagonismo. El antagonismo entre la masa y cada uno de nosotros, el individuo, crea confusión y conflicto, crueldad y desdicha. Pero si podemos comprender cómo el individuo, el "uno", es parte de lo total, no sólo en un sentido místico sino de hecho, nos liberaremos, dichosa y espontáneamente, de la mayor parte de nuestro deseo de competir, de triunfar, de engañar, de oprimir, de ser crueles, o de convertimos en seguidores o en líderes. Entonces, abordaremos el problema de la existencia de una manera por completo diferente. Y es importante comprender esto a fondo. En tanto nos consideremos individuos separados de la totalidad humana, en tanto compitamos, nos obstruyamos, nos opongamos unos a otros, sacrificando lo colectivo a lo particular o lo particular a lo colectivo, todos los problemas que surgen de este conflictivo antagonismo no tendrán una solución apropiada y perdurable, porque son el resultado de una manera errónea de pensar y sentir.
Ahora bien, como he dicho, cuando hablo del individuo no lo estoy oponiendo a la masa. ¿Qué soy yo? Soy un resultado; soy la consecuencia del ayer, de innumerables capas del pasado, de una serie de causas-efectos. Y, ¿cómo puedo oponerme al conjunto, al pasado, cuando soy producto de todo eso? Si yo, que soy la masa, el conjunto, no me comprendo a mí mismo, no sólo exteriormente, objetivamente, sino subjetivamente, en mi fuero íntimo, ¿cómo puedo comprender a otro, comprender el mundo? Comprenderme a mí mismo requiere un bondadoso y tolerante desapego. Si uno no se comprende a sí mismo, no comprenderá ninguna otra cosa; podrá tener grandes ideales, creencias y formulaciones, pero éstas carecerán de realidad. Serán ilusiones. Debemos, pues, conocernos a nosotros mismos para comprender el presente y, a través del presente, el pasado. A partir del presente conocido, descubrimos las ocultas capas del pasado, y este descubrimiento es liberador y creativo.
Comprendernos requiere un estudio objetivo, bondadoso, imparcial, de nosotros mismos, siendo nosotros el organismo como un conjunto: nuestro cuerpo, nuestros sentimientos y pensamientos. Estos no están separados, se relacionan entre sí. Sólo cuando comprendemos el organismo como un conjunto inseparable, podemos ir más allá y descubrir cosas más lejanas, más grandes, más inmensas. Pero sin esta comprensión fundamental, sin echar los cimientos apropiados para el recto pensar, no podemos proseguir a mayores alturas.
Se torna esencial generar en cada uno de nosotros la capacidad de descubrir qué es verdadero, porque aquello que se descubre es liberador, creativo. Es decir, si tan sólo nos amoldamos a un patrón de lo que deberíamos ser o cedemos ante un anhelo, ello produce ciertos resultados que son conflictivos, confusos, pero en el proceso de estudiarnos a nosotros mismos estamos en un viaje de descubrimiento propio que nos trae felicidad.
Existe una certidumbre en el pensar-sentir negativo, antes que en el positivo, hemos supuesto de una manera positiva, afirmativa, lo que somos, o hemos cultivado positivamente nuestras ideas a base de las de otras personas o de nuestras propias formulaciones. Por eso dependemos de la autoridad, de las circunstancias, esperando con ello establecer una serie de ideas y acciones positivas. Mientras que si examinan esto, verán que hay acuerdo en la negación, que hay certeza en el pensar negativo, el cual es la forma más elevada del pensar. Una vez que hemos descubierto la verdadera negación y el acuerdo en la negación, pedemos en adelante construir sobre lo positivo.
El descubrimiento que radica en el conocimiento propio es una tarea ardua, porque el comienzo y el final se encuentran en nosotros. Buscar la felicidad, el amor, la esperanza, fuera de nosotros mismos, nos conduce a la ilusión, al dolor; para encontrar la felicidad, la paz, la alegría interna, es esencial que uno se conozca a sí mismo. Somos esclavos de las presiones y exigencias inmediatas del mundo; todo eso nos arrastra y en eso disipamos nuestras energías y, por consiguiente, tenemos poco tiempo para estudiarnos a nosotros mismos. El conocer profundamente nuestros motivos, nuestros deseos de lograr cosas, de llegar a ser, exige un estado constante de percepción interna. Sin comprendernos a nosotros mismos, los planes superficiales de reformas sociales y económicas, por necesarios y beneficiosos que sean, no producirán unidad en el mundo, sino sólo mayor confusión y desdicha.
Muchos piensan que la reforma económica de una u otra clase traerá paz al mundo; o que una reforma social o una religión especializada que conquiste a todas las demás, traerá felicidad al hombre. Creo que hay unas ochocientas o más sectas religiosas en este país, cada una haciendo su proselitismo y compitiendo. ¿Piensan ustedes que una religión competitiva traerá paz, unidad y felicidad al hombre? ¿Piensan que alguna religión especializada, ya sea el hinduismo, el budismo o el cristianismo, nos traerá la paz? ¿O debemos dejar de lado todas las religiones especializadas y descubrir la realidad por nosotros mismos? Cuando vemos el mundo destrozado por las bombas y sentimos los horrores que en él ocurren, cuando el mundo está dividido por las religiones separadas, las nacionalidades, las razas, las ideologías, ¿cuál es nuestra respuesta a todo esto? No podemos limitarnos a seguir así, viviendo un corto tiempo y muriendo, y esperar que de ello salga algo bueno. No podemos delegar en otros la tarea de traer dicha y paz a la humanidad, porque la humanidad somos nosotros mismos, cada uno de nosotros. ¿Dónde se encuentra la solución, excepto en nosotros mismos? Descubrir la verdadera respuesta requiere un pensamiento-sentimiento muy profundo, y pocos estamos dispuestos a resolver esta desdicha. Si cada uno de nosotros considera que este problema surge desde lo interno, y no se deja arrastrar impotentemente por esta espantosa confusión e infelicidad, entonces encontraremos una respuesta simple y directa.
Estudiándonos y, de este modo, comprendiéndonos a nosotros mismos, llegarán la claridad y el orden. Y la claridad es posible solo con el conocimiento propio, el cual alimenta el recto pensar. El recto pensar es anterior a la recta acción. Si nos tornamos conscientes de nosotros mismos y así cultivamos el conocimiento propio del cual surge el recto pensar, crearemos dentro de nosotros un espejo que reflejará sin distorsión alguna todos nuestros pensamientos-sentimientos. Es extremadamente difícil ser conscientes de nosotros mismos, dado que nuestra mente está acostumbrada a divagar y distraerse. Sus divagaciones y distracciones provienen, de sus propios intereses y son de su propia creación. Comprendiéndolas y no limitándonos a hacerlas a un lado, damos origen al conocimiento propio y al recto pensar. La comprensión llega sólo mediante la inclusión y no por exclusión, no aprobando ni condenando ni comparando.
Pregunta: ¿ Cuáles son mis derechos en mi relación con el mundo?
KRISHNAMURTI: Es una pregunta interesante e instructiva. El interlocutor parece colocarse en oposición al mundo y entonces se pregunta cuáles son sus derechos en relación con éste. ¿Está él separado del mundo? ¿Tiene algún derecho independientemente del conjunto de la humanidad? Al colocarse aparte, ¿comprenderá lo que es el mundo? La parte no es el todo pero, para comprender el todo, la parte no debe situarse en oposición al todo. Comprendiendo la parte, se comprenderá el todo. Cuando el individuo está en oposición al mundo, entonces reclama sus derechos; pero, ¿por qué debería ponerse en oposición al mundo? La actitud de oposición entre el "yo" y el "no yo", impide la comprensión. ¿No es el individuo parte del todo? ¿No son sus problemas los problemas del mundo? Sus conflictos, confusiones y desdichas, ¿no son los de su prójimo, cercano o distante? Cuando se torne consciente de sí mismo, sabrá que forma parte del todo. Es un producto del pasado con sus temores, esperanzas, avideces, aspiraciones y demás. Este producto busca un derecho en su relación con el todo. ¿Acaso tiene algún derecho en tanto sea envidioso, codicioso, cruel? Sólo cuando no se considere como un individuo sino como un resultado y una parte del todo, conocerá la libertad en la que no hay oposición, dualidad. Pero en tanto pertenezca al mundo con su ignorancia, su crueldad y sensualidad, no tiene relación alguna que esté separada del mundo.
No deberíamos usar en absoluto la palabra individuo ni las palabras mío y tuyo, porque no tienen fundamentalmente ningún significado. Yo soy el resultado de mi padre y mi madre y de la influencia ambiental del país y de la sociedad. Si me coloco en oposición, no puedo comprender. La combinación de opuestos no genera comprensión. Pero si tomo conciencia de las modalidades de la dualidad, si las observo, comenzaré a percibir la nueva libertad respecto de los opuestos. El mundo está dividido en opuestos: blanco y negro, bueno y malo, mío y tuyo, y así sucesivamente. En la dualidad no hay comprensión, cada antítesis contiene su propio opuesto. Nuestra dificultad reside en pensar en estos problemas de un modo nuevo, pensar en el mundo y en uno mismo desde un punto de vista por completo diferente, observando en silencio, sin identificarse ni comparar. Las ideas que ustedes piensan son el producto de lo que otros han pensado, lo cual se combina con el presente. La verdadera unicidad radica en descubrir lo verdadero y vivir en ese descubrimiento. Esta unicidad, esta alegría y liberación que advienen con el descubrimiento, no pueden encontrarse en la arrogancia de las posesiones, del nombre, de los atributos físicos y de las tendencias. La verdadera libertad surge por obra del conocimiento propio que da origen al recto pensar; gracias al conocimiento propio existe el descubrimiento de lo verdadero, lo único que pone fin a nuestra ignorancia y a nuestro dolor.
La paz se encuentra en la percepción y el conocimiento de nosotros mismos, y en esa serenidad existe lo inmortal.
14 de mayo de 1944