Madras, India, 1936
PRIMERA PLÁTICA EN MADRAS
En este mundo de conflicto y sufrimiento, sólo la recta comprensión puede traer un orden inteligente y una felicidad duradera. Para despertar el pensar inteligente, se requiere un recto esfuerzo por parte de cada individuo, esfuerzo no inducido por reacciones y caprichos personales, por ideales y creencias. Sólo un pensar semejante puede producir una organización justa de la vida y una relación correcta entre el individuo y la sociedad. Yo trataré de ayudarlos, como individuos, a pensar de una manera simple y directa, pero ustedes deben tener un deseo intenso de comprender. Deben liberarse del prejuicio que implica la lealtad a cualquier clase de dogmas o creencias, y de los prejuicios que encierra la conducta habitual moldeada por las tradiciones, que son producto de la irreflexión. Deben sentir el deseo ardiente de experimentar y actuar, porque sólo a través de la acción uno puede percibir que la autoridad, las creencias y los ideales son obstáculos definidos para la inteligencia, para el amor.
Pero me temo que la mayoría de ustedes viene a escuchar estas pláticas tan sólo por una cuestión de hábito. Ésta no es una reunión política. Tampoco quiero, en modo alguno, incitarles a determinada acción económica, social o religiosa. No deseo que me sigan ni busco que hagan un culto de mi persona. No quiero convertirme en líder o crear una nueva ideología. Sólo deseo que intentemos pensar juntos con claridad, cordura e inteligencia; y desde este proceso que es el pensar genuino, verdadero, surgirá inevitablemente la acción. El pensamiento no debe estar separado de la acción.
La recta comprensión de la vida no puede darse si, en cualquier forma que sea, hay miedo, compulsión. Esa comprensión creativa es imposible cuando el pensamiento y la acción se ven constantemente obstruidos por la autoridad de la disciplina, de la recompensa y el castigo. Gracias a la rectitud de la acción creativa, ustedes podrán discernir que la despiadada "búsqueda de le seguridad individual debe conducir inevitablemente a la explotación y al sufrimiento. Sólo mediante la acción dinámica del pensamiento puede tener lugar esa completa revolución interna con su posibilidad de una verdadera revolución, humana entre el individuo y la sociedad.
¿Cuál es, entonces, nuestra respuesta individual al complejo problema del vivir que afrontamos en la actualidad? ¿Abordamos la vida desde el punto de vista de la religión, de la ciencia o de la economía? ¿Nos aferramos irreflexivamente a la tradición, ya sea vieja o nueva? ¿Puede esta cosa prodigiosamente sutil y compleja que llamamos vida, comprenderse dividiéndola en partes diferentes como vida política, social, religiosa o científica, acentuando una de las partes y descuidando las otras?
Hoy en día está de moda decir: "Resolvamos primero el problema económico y después se resolverán todos los demás problemas". Si consideramos la vida como un mero proceso económico, entonces el vivir se torna mecánico, superficial y destructivo. ¿Cómo podemos captar el sutil, desconocido proceso psicológico de la vida, si nos limitamos a decir que primero debemos resolver el problema de la subsistencia? La mera repetición de consignas no nos exige mucha reflexión.
No quiero decir con esto que la subsistencia no es un problema; es un problema inmenso. Pero al poner el acento en ella y al convertirla en nuestro principal interés, abordamos la complejidad de la vida con estrechez mental y, de tal modo, complicamos aún más el problema.
Si somos religiosos, o sea, si nuestras mentes están condicionadas por creencias y dogmas, entonces sólo agregamos una mayor complejidad a la existencia. Debemos considerar la vida de manera comprensiva, con profunda inteligencia, pero casi todos tratamos de resolver nuestros problemas con mentes condicionadas y abrumadas por la tradición. Si uno es un hindú, busca comprender la vida conforme a sus particulares creencias, prejuicios y tradiciones del hinduismo. Si es un budista, un socialista o un ateo, trata de comprender la vida sólo a través de su credo especial. Una mente condicionada, limitada, es incapaz de entender el movimiento de la vida.
Les ruego que no esperen de mí una panacea, un sistema o un modelo de conducta, porque yo considero que éstos son obstáculos para la inteligente comprensión del vivir.
Para entender la complejidad de la existencia, la mente debe ser en extremo flexible y sencilla. La sencillez de la mente no es la vacuidad de la renuncia, la negación o la aceptación; es la plenitud de la comprensión. Es la rectitud de percepción que surge del pensamiento integral no obstaculizado por el prejuicio, el miedo, la tradición y la autoridad. Liberar de estas limitaciones a la mente, es una tarea ardua. Experimenten consigo mismos y verán qué difícil es tener un pensamiento integral, no condicionado por las provocaciones de la memoria con su autoridad y su disciplina. Sin embargo, sólo con un pensamiento así es posible comprender el significado de la vida.
Por favor, vean la importancia que tiene una mente flexible, una mente que conoce los enredos del temor con sus ilusiones y está libre de todo eso, una mente no controlada por las influencias ambientales. Antes de que podamos comprender el pleno significado de la vida, de sus procesos; vitales, es indispensable que haya un pensar no condicionado por el temor; y para despertar ese pensar creativo, tenemos que ser conscientes de lo compleja que es la realidad.
¿Qué entiendo por "ser conscientes"? Entiendo no sólo la percepción objetiva de la vida con todas sus relaciones recíprocas, sino también la percepción completa de los ocultos, sutiles procesos psicológicos que emanan de la confusión, la alegría, la lucha y el dolor. La mayoría de nosotros cree que es consciente de la complejidad objetiva de la vida. Somos conscientes de nuestros empleos, de nuestros jefes, de nosotros mismos como empleadores o empleados. Somos conscientes de las fricciones en la relación con los demás. Esta percepción de la mera complejidad objetiva de la vida no es, para mí, conciencia plena. Nos tornamos plenamente conscientes sólo cuando relacionamos a fondo la complejidad psicológica con la complejidad objetiva. Cuando somos capaces de relacionar, a través de la acción, lo oculto con lo conocido, comenzamos a ser plenamente conscientes.
Antes de que podamos despertar en nosotros esta conciencia plena — sólo de ella puede surgir la verdadera expresión creativa — , debemos percibir claramente lo real, o sea, los prejuicios, temores, tendencias y deseos, con sus múltiples ilusiones y formas de expresión. Al percibir de ese modo, conoceremos la relación entre lo real y nuestra acción, la cual limita y condiciona el pensamiento y la emoción a causa de sus reacciones, esperanzas y escapes. Cuando somos conscientes de Lo real, hay percepción inmediata de lo falso. Esa percepción misma de lo falso es la verdad. Entonces no existe el problema de las opciones, del bien y el mal, de lo falso y lo verdadero, de lo esencial y lo no esencial. Al percibir lo que es, es posible conocer lo falso y lo verdadero, sin el conflicto de la opción.
Ahora bien, ustedes piensan que son capaces de optar entre lo falso y lo verdadero. Esa opción se basa en el prejuicio, es inducida por ideales preconcebidos, por la tradición, la esperanza; en consecuencia, la opción es tan sólo una modificación de lo falso. Pero, si son capaces de percibir lo real sin que en ello intervenga ningún deseo de identificación, en esa percepción misma de lo falso está el comienzo de lo verdadero. Eso es inteligencia, la cual no se basa en el prejuicio, la tradición o el deseo; sólo esa inteligencia puede disolver espontáneamente, exquisitamente y sin la compulsión del miedo, la sutil esencia de todos los problemas.
Descubramos, si podemos, qué es lo real; descubrámoslo sin interpretar y sin identificarnos. Cuando hablo de sus creencias y teorías, de sus cultos, sus dioses, líderes e ideales, cuando me refiero a la enfermedad del nacionalismo, a los sistemas, gurúes y Maestros, no proyecten reacciones defensivas. Todo cuanto trato de hacer es señalar lo que considero como la causa del conflicto y el sufrimiento.
La acción surgida del pensamiento integral exento de identificación e interpretación, despertará la inteligencia creativa. Si son profundamente observadores, comenzarán a ver lo que es verdadero; entonces despertarán la inteligencia, la cual se halla libre del conflicto continuo de la opción. La mera conducta conforme a una norma es imitativa, no creativa. La acción inteligente no es imitación. Sólo la mente condicionada está ajustándose siempre a normas, porque teme conocer lo que es. Si uno percibe lo real con absoluta claridad, tal como es, sin interpretación ni identificación, entonces, en el instante mismo de la percepción está el amanecer de la nueva inteligencia. Sólo esta inteligencia podrá resolver los problemas tremendamente complicados, conflictivos y dolorosos de la vida.
¿Cuál es el cuadro que ofrecemos nosotros y el mundo? La división entre nosotros y el mundo parece real; sin embargo, esta división desaparece cuando examinamos a fondo al individuo y la masa. Lo real es el conflicto entre el individuo y la masa, pero el individuo es la masa y la masa es el individuo. La individualidad o la masa cesan como tales cuando desaparecen las características del individuo o de la masa. La masa es la ignorancia, el deseo y el miedo que imperan en el individuo. Todas las regiones inexploradas de la conciencia, los estados semidespiertos del individuo, forman la masa. Sólo cuando el individuo y la masa dejan de existir como fuerzas en conflicto, puede surgir la inteligencia creativa. Lo que crea confusión y desdicha es esta división de masa e individuo, la cual no es sino una ilusión. No somos un completo individuo ni somos totalmente la masa; cada uno de nosotros es tanto el individuo como la masa.
En las mentes de casi todas las personas existe esta desafortunada división de individuo y masa; está la idea de que, organizando la masa, lograremos una libertad y una expresión individual creativas. Sí pensamos en organizar la masa con el fin de contribuir a la liberación creativa del individuo, entonces una organización semejante se convierte en un medio de sutil explotación.
Hay dos formas de explotación: la obvia y la sutil. La obvia se ha vuelto habitual; sabemos eso y lo pasamos por alto, pero requiere de nosotros una percepción profunda reconocer las formas sutiles de explotación. Una clase social, la que posee las riquezas, explota a la masa. Los pocos que controlan la industria explotan a los muchos que trabajan. Las riquezas que se concentran en manos de unos pocos, crean las distinciones y divisiones sociales. A causa de estas divisiones tenemos el nacionalismo, tanto económica como sentimental, la constante amenaza de la guerra con todos sus terrores y sus crueldades, la división de los pueblos en razas y naciones — con sus luchas feroces para lograr la autarquía — , los sistemas jerárquicos de la astucia graduada y el privilegio.
Todo eso es obvio, y como es obvio se han acostumbrado a ello. Dicen que el nacionalismo es inevitable; así lo afirma cada nación y se prepara para la guerra y la matanza. Como individuo, cada uno de ustedes contribuye inconscientemente a la guerra cuando hace hincapié en el carácter separativo de su nacionalidad. El nacionalismo es una enfermedad, ya sea en este país, en Europa o en América. La búsqueda separativa de seguridad individual o nacional, sólo intensifica el conflicto y el sufrimiento humano.
La forma sutil de la explotación no es fácilmente percibida, porque es un proceso íntimo de nuestra existencia individual. Es el resultado de la búsqueda de certidumbre, de consuelo en el presente y en el más allá. Ahora bien, esta búsqueda que llamamos búsqueda de la verdad, de Dios, nos ha llevado a crear sistemas de explotación que calificamos de creencias, ideales, dogmas, y a perpetuarlos por intermedio de sacerdotes, gurúes y guías. Debido a que, como individuos, viven ustedes en la confusión y la duda, esperan que otro los ilumine. Esperan superar el sufrimiento y la confusión siguiendo a otro, siguiendo un sistema de disciplina o algún ideal. Este intento de vencer la desdicha y el dolor sometiéndonos a otro, regulando nuestra conducta según una norma, es tan sólo un modo de escapar de la realidad. Así, en nuestra búsqueda de tales escapes, acudimos a otro para que nos enriquezca interiormente y nos conforte; de esta manera engendramos el proceso sutil de la explotación. La religión, tal como se halla organizada, medra con la explotación y el miedo. ¿Cuántos de ustedes son conscientes de que buscan la seguridad, un modo de escapar de la constante corrosión del miedo, de la confusión y el dolor? El deseo de seguridad, de certidumbre psicológica, ha alentado una forma sutil de explotación por medio de la disciplina, la coacción, la tradición y la autoridad.
Deben discernir, pues, por sí mismos, el proceso de su propio pensamiento-acción, el cual nace de la ignorancia y el miedo, y engendra explotación, confusión y dolor. Cuando existe la comprensión de lo real, sin la lucha de las opciones, hay amor y se manifiesta el éxtasis de la verdad.
6 y 25 de diciembre de 1936