DIARIO 2 - J.K. - 1 DE ABRIL DE 1975 - * MALIBÚ, CALIFORNIA

 MALIBÚ* 

1,Abril,1975 

Aún tan temprano én la mañana, el sol ardía y quemaba. 

No corría una brisa y todas las hojas permanecían inmóviles. 

En el antiguo templo hacía fresco y el ambiente era agradable; los pies desnudos percibían las sólidas placas de piedra, sus configuraciones y asperezas. 

Muchos miles de personas deben haber caminado sobre ellas por un millar de años. 

Había oscuridad ahí luego de la luz intensa del sol; en los corredores parecía haber poca gente esa mañana, y el estrecho pasadizo estaba más oscuro todavia. 

Este pasadizo conducía a un amplio corredor que llevaba hasta un santuario interior. 

Se sentia un fuerte aroma a flores y a incienso de muchos siglos. 

Un centenar de brahamines, recientemente bañados, vestidos con limpios taparrabos blancos, estaban cantando. 

El sánscrito es un idioma poderoso; resuena con profundidad. 

Los viejos muros vibraban, casi estremeciéndose con el sonido de las cien voces. 

La dignidad del sonido era increíble, y lo sagrado dei momento estaba más allá de las palabras. 

No eran las palabras las que despertaban esta inmensidad, sino la profundidad dei sonido de muchos miles de años contenido entre estos muros, y el espacio inmensurable que había más allá de ellos. 

No era el significado de aquellas 

* Los siguientes cinco registros en eí libro de notas fueron escritos dieciocho meses más tarde en Malibú. Califórnia.

palabras, ni la claridad con que las pronunciaba, ni la sombría belleza dei templo, sino la cualidad del sonido la que rompia los muros y las limitaciones de la mente humana. 

El canto de un pájaro, la flauta distante, la brisa entre las hojas, todas estas cosas derrumban los muros que los seres humanos han creado para si mismos. 

En las grandes catedrales y bellas mezquitas, los cánticos y las recitaciones de sus libros sagrados, es el sonido el que abre el corazón a las lágrimas y a la belleza. 

Sin espacio no hay belleza; sin espado solo tenemos muros y medidas; sin espacio no hay profundidad; sin espacio solamente hay pobreza interna y externa.

 ¡Tenemos tan poco espacio en nuestra mente! 

Ésta se encuentra atestada, repleta de palabras, recuerdos, conocimientos, experiencias y problemas.

Todo ello dificilmente deja espacio alguno, tan sólo el interminable parloteo dei pensamiento. 

Y así es como nuestros museos están llenos y todos los estantes se hallan abarrotados de libros.

Entonces llenamos los lugares de entretenimiento, religioso o de cualquier otra clase. 

O erigimos un muro alrededor de nosotros mismos -un estrecho espacio de dano y dolor-. 

Sin espacio, interno o externo, nos volvemos desagradables y violentos. 

Todo necesita espacio para vivir, para jugar y cantar. 

Lo sagrado no puede amar sin espacio. 

No tenemos espacio cuando nos aferramos a las cosas, cuando hay pesadumbre, cuando nos convertimos en el centro dei universo. 

El espacio que ocupamos es el espacio que el pensamiento ha edificado alrededor de nosotros, y eso es desdicha y confusión. 

El espacio que el pensamiento mide es la división entre el «yo» y el «tú», entre «nosotros» y «ellos».

Esta división es dolor que no tiène fin. 

Ahí está ese árbol solitário en un amplio, verde campo abierto.

DIARIO 2 - J.K. - 29 DE OCTUBRE DE 1973

 29, Octubre, 1973 

En el valle de los naranjales, éste en particular estaba muy bien atendido -hilera tras hilera de jóvenes naranjos, fuertes y relucientes bajo el sol-. 

El suelo era bueno, lo regaban bien, lo abonaban, lo cuidaban. 

Era una mañana hermosa con un cielo azul transparente, el aire era cálido y suavemente agradable. 

En los arbustos, las codornices alborotaban con sus agudos llamados; un gavilán flotaba inmóvil en el aire, y pronto descendió para posarse en la rama de un naranjo próximo y se durmió. 

Se encontraba tan cerca que las afiladas garras, las magníficas plumas moteadas y el pico agudo eran claramente visibles; estaba al alcance del brazo. 

Había ocurrido más temprano en la madrugada, a lo largo de la avenida de las mimosas y con los pequeños pájaros gritando alarmados. 

Bajo los arbustos, dos serpientes, con sus oscuros anillos pardos , visibles a todo lo largo de sus cuerpos, se deslizaban enroscándose una alrededor de la otra, y cuando pasaron junto a uno, fueron por completo inconscientes de la presencia humana. 

Habían estado sobre una repisa en el cobertizo, extendidas, con sus negros ojos brillantes aguardando y vigilando a los ratones. 

Miraban fijamente y sin parpadear, ya que carecen de párpados. 

Deben haber permanecido allí durante toda la noche, y ahora se encontraban entre los arbustos. 

Era su terreno habitual y se les veía frecuentemente; al levantar a una de ellas, ésta se enrosco alrededor dei brazo y uno sintió la frialdad dei contacto. 

Todas estas cosas vivientes parecen tener su propio orden, su propia disciplina y sus propios juegos y regocijos. 

El materialismo, para el que nada existe sino la materia, es la actividad tenaz y predominante de los seres humanos, tanto de los ricos como de los que no lo son. 

Hay todo un bloque del mundo que está entregado al materialismo; la estructura de su sociedad se basa en esta fórmula -con todas sus consecuencias- 

Los otros bloques también son materialistas, pero aceptan cierta clase de principios idealistas cuando les convienen, y los descartan en el nombre de la racionalidad y la necesidad. 

Al cambiar el medio, violentamente o de manera gradual, por la revolución o por la evolución, la conducta dei hombre se modifica conforme a la cultura en que vive. 

Existe un antiquísimo conflicto entre aquellos que creen que el hombre es matéria, y los que se dedican al espíritu. 

Esta división es la que tanta desdicha, confusión e ilusiones ha traído al hombre.

El pensamiento es material y su actividad, externa o interna, es materialista. 

El pensamiento es mensurable, como lo es el tiempo. 

Dentro de esta área, la conciencia es materia. 

La conciencia es su contenido; el contenido es la conciencia, ambos son inseparables. 

El contenido son las muchas cosas que el pensamiento ha acumulado: el pasado modificando el presente que es el futuro, todo lo cual es tiempo. 

El tiempo es el movimiento dentro del campo que constituye la conciencia en expansión o en contracción. 

El pensamiento es memoria, experiencia y conocimiento, y esta memoria con sus imágenes y sus sombras, es el «sí mismo», el «yo» y el «no yo», el «nosotros» y el «ellos». 

La esencia de la división es el «sí mismo» con todos sus atributos y cualidades. 

El materialismo solo refuerza y desarrolla al «sí mismo», al «yo». 

Éste puede identificarse, y de hecho se identifica, con el Estado, con una ideologia, con actividades dei «no yo» religioso o seglar, pero siempre permanece siendo el yo. 

Sus creencias son autofabricadas, como lo son sus placeres y temores. 

El pensamiento, por su misma estructura y naturaleza, es fragmentário, y entre los diversos fragmentos están el conflicto y la guerra, las nacionalidades, las razas y las ideologias. 

Una humanidad materialista se destruirá a sí misma a menos que el «yo» sea totalmente abandonado. 

El abandono del «yo» es siempre de importancia fundamental. 

Y es sólo a partir de esta revolución que puede crearse una sociedad nueva • 

El abandono dei «yo» es amor, compasión: pasión por todas las cosas -por los que mueren de hambre, por los que sufren y por los que carecen de hogar y por el materialista y el creyente-. 

El amor no es sentimentalismo o romanticismo; es tan poderoso y terminante como la muerte. 

Poco a poco la niebla que venía dei mar llegó, como en olas enormes, a los cerros occidentales; se plegaba sobre los cerros, penetraba hacia abajo en el valle y pronto llegaría hasta aqui; el tiempo refrescaría con la ya cercana oscuridad de la noche. 

No se veían estrellas y había un silencio completo. 

Este silencio es factual, no es el silencio que el pensamiento ha cultivado y en el cual no hay espacio.

DIARIO 2 - J.K. - 25 DE OCTUBRE DE 1973

 25 Octubre 1973 

Sentado sobre una piedra en un huerto de naranjos, uno veía el valle extenderse y desaparecer en el pliegue de las montañas. 

Eran las primeras horas de la madrugada y las sombras se alargaban suaves y abiertas. 

Las codornices llamaban con su agudo reclamo y se oían los arrullos de las palomas torcazas con su delicada y tiema cadencia, un canto triste para horas tan tempranas. 

El sinsonte, encantado con el mundo, describía en el aire curvas en picada; girando en saltos mortales.

Una gran tarántula; peluda y oscura, salió lentamente desde abajo de la piedra, se detuvo, sintió el aire de la mañana y continuo pesadamente su marcha. 

Los naranjos estaban dispuestos en largas líneas rectas, acre por acre, con sus frutos brillantes y sus frescos pimpollos -flor y fruto en el mismo árbol y al mismo tiempo-. 

El aroma de estos pimpollos era suave y penetrante, y con el calor del sol la fragancia se intensificaria volviéndose más insistente. 

El cielo estaba muy azul y apacible; los cerros y las montañas aún dormían 

Era una hermosa mañana, fresca y pura, con esa belleza extraña que el hombre todavia no ha destruido.

Los lagartos habían salido y buscaban un sitio con sol para calentarse. 

Se extendían a todo lo largo para que el calor tocara sus vientres, mientras sus largas colas volteaban hacia los costados. 

Era una mañana alegre y la suave luz cubría la tierra y la belleza infinita de la vida. 

La meditación es la esencia de esta belleza, tanto en la expresión como en el silencio. 

Si se expresa toma forma, sustancia; silenciosa, no es para ser puesta en palabras, formas o colores.

Desde el silencio, la expresión o la acción tienen belleza, son totales, y cesa cualquier lucha o conflicto.

Los lagartos regresaban a la sombra, y entre las flores aparecieron las abejas y los colibríes. 

Sin pasión no hay creación posible. 

La total entrega de uno mismo es esta pasión inagotable. 

La entrega con un motivo es una cosa, y la entrega sin ningún propósito, sin ningún cálculo, es otra. 

Lo que tiene una finalidad determinada, una dirección, es efímero y se vuelve dañino y comercial, vulgar. 

Lo otro, lo que no está manejado por causa alguna, por ninguna intención o utilidad, no tiene principio ni fin. 

En esta entrega total, la mente se vaciadel «yo», del «si mismo». 

El «yo» puede perderse en alguna actividad, en alguna creencia consoladora, en un sueño extravagante, pero un perderse de esta clase, es la continuidad del yo en otra forma, en la identification con otra ideología y acción. 

El abandono del yo no es un acto de la voluntad, porque la voluntad es ei yo. 

Cualquier movimiento del yo, horizontal o vertical, en cualquier dirección, sigue estando en el campo del tiempo y del dolor. 

El pensamiento puede abandonarse a cualquier cosa, cuerda o demente y razonable o necia, pero siendo fragmentário en su propia estructura y naturaleza, su mismo entusiasmo, su excitación, se convierten pronto en placer y temor. 

En esta área el abandono dei yo es ilusorio y tiene muy poco sentido. 

La lúcida y alerta percepción de todo esto, implica un despertar a las actividades dei «sí mismo»; en esta atención no hay un centro, no hay yo.

El impulso de expresarse uno a sí mismo por identificación, es el resultado de una existencia confusa y carente de significado. 

La búsqueda de un significado es el comienzo de la ffagmentación; el pensamiento puede darle -y de hecho le da mil significados a la vida; cada cual inventa sus propios significados, que son meramente opiniones y convicciones para las que no hay fin. 

El vivir mismo es el significado total, pero cuando la vida es un conflicto, una lucha constante, cuando es el campo de batalla de la ambición, la competência y el culto dei éxito, cuando es la búsqueda de poder y posición, entonces la vida no tiene sentido alguno.

 ¿Qué necesidad hay de expresarse? 

La creación, se halla en la cosa que uno produce con la mano o con la mente, por bella o utilitária que sea. 

Esta pasión que surge con el abandono del yo, ¿necesita expresarse? 

Cuando existe una compulsión, una necesidad, ¿es eso la pasión creativa? 

En tanto subsiste la división entre el creador y lo creado, cesa la belleza, cesa el amor. 

Podemos producir la cosa más excelente con el color o con la piedra, pero si nuestra vida cotidiana contradice esa suprema excelencia -el total abandono dei yo- eso que hemos producido es para la admiración y la trivialidad. 

El vivir mismo es el color, la belleza y su expresión. 

Uno no necesita nada más. 

Las sombras estaban perdiendo su distancia y las codornices permaneciam silenciosas. 

Sólo existían las rocas, los árboles con sus flores y frutos, los bellos cerros y la tierra abundante.

DIARIO 2 - J.K. - 24 DE OCTUBRE DE 1973

 24, Octubre, 1973 

Hacia abajo, en el valle, se veían las débiles luces de un pequeño pueblo; había oscuridad, y el sendero era pedregoso y accidentado. 

Las onduladas líneas de los cerros contra el cielo iluminado por las estrellas, estaban profundamente incrustadas en las sombras; un coyote aullaba en alguna parte cerca de allí. 

El sendero había perdido su familiaridad, y una brisa suavemente perfumada subía desde el valle. 

Estar sólo en esa quietud extraordinária era escuchar la voz de intenso silencio y su inmensa belleza.

 Algún animal estaba haciendo ruido entre los arbustos, asustado o tratando de atraer la atención. ´

Ahora ya había oscuridad completa y el mundo de ese valle se volvió profundo en su silencio. 

El aire nocturno traía olores especiales , una mezcla de todos los arbustos que crecían en los áridos cerros, ese aroma fuerte propio de los arbustos que conocen el sol ardiente. 

Las lluvias habían cesado muchos meses antes; no llovería otra vez por un largo tiempo y el çamino se encontraba reseco, polvoriento y áspero. 

El gran silencio con su vasto espacio contenía la noche, y todo movimiento del pensar se aquietaba. 

La mente misma era el espacio inmensurable, y en esa profunda quietud no había cosa alguna que el pensamiento hubiera fabricado. 

Ser absolutamente nada, es estar más allá de toda medida. 

El sendero descendía en pendiente, y un pequeño arroyo decía muchas cosas, encantado con su propia voz. 

Ese arroyo cruzaba el sendero varias veces, y era un juego en el que ambos se divertían juntos. 

Las estrellas estaban muy cercanas y algunas miraban hacia abajo desde las cumbres. 

Las luces del pueblo estaban lejos todavia, y las estrellas iban desapareciendo al otro lado de los altos cerros. 

Uno estaba allí, solo, sin palabra alguna, sin ningún pensamiento, únicamente observando y escuchando. 

El inmenso silencio revelaba que, sin él, la existência pierde su profundo significado y su belleza. 

El ser luz para uno mismo, niega toda experiencia. 

El «uno» que experimenta como el experimentador, necesita de la experiencia para existir y, por profunda o superficial que ésta sea, la necesidad de experiencias se vuelve cada vez mayor. 

La experiencia es conocimiento, tradición; el experimentador se divide a si mismo para distinguir entre lo placentero y lo doloroso, entre lo tranquilizador y lo inquietante. 

El creyente experimenta conforme a su creencia, conforme a su condicionamiento. 

Estas experiencias proceden de lo conocido, porque el reconocimiento es esencial -sin él la experiencia no existe-. 

Toda experiencia deja una huella a menos que, tal como surge, se termine. 

Toda respuesta a un reto es una experiencia, pero cuando la respuesta proviene de lo conocido, el reto pierde su frescura y vitalidad; entonces hay conflicto, desorden y actividad neurótica. 

La esencia misma del reto es cuestionar, perturbar, despertar, comprender. 

Pero cuando ese reto se traslada al pasado, uno está eludiendo el presente. 

La convicción de la experiencia implica negar la investigación. 

Inteligencia es libertad para inquirir, para investigar el«yo» y el «no yo», lo interno y lo externo. 

La creencia, las ideologias y la autoridad impiden el discemimiento directo que sólo adviene con la libertad. 

El deseo de experiencias, de cualquier clase que sean, tiene que ser superficial o sensorio, consolador o  placentero, porque el deseo, por intenso que sea, es el heraldo del pensamiento, y el pensamiento es lo externo.

El pensamiento puede fabricar lo interno, pero ello sigue siendo lo externo. 

El pensamiento jamás descubrirá lo nuevo, porque él es viejo y nunca es libre, la libertad está más allá dei pensamiento. 

Toda la actividad del pensamiento es la negación del amor. 

Cuando uno es luz para sí mismo, esa luz es la luz de todos los demás. 

Ser luz para uno mismo implica que la mente se halla libre dei reto y la respuesta, porque entonces la mente está por completo despierta, está totalmente activa. 

Esta atención no tiene un centro -el «uno» que está atento- y, por tanto, no tiene un límite. 

Mientras existe un centro, el «yo», tienen que existir el reto y la respuesta adecuada o inadecuada, placentera o dolorosa. 

El centro jamás puede ser luz para sí mismo; su luz es la luz artificial del pensamiento, y éste tiene muchas sombras. 

La compasión no es la sombra del pensamiento sino que es luz, luz que no es ni de uno mismo ni de algún otro. 

El sendero penetraba poco a poco en el valle y el río pasaba por el pueblo para unirse al mar. 

Pero los cerros permanecían inmutables, y el ulular de un búho fue la réplica de otro. 

Y había espacio para el silencio.

DIARIO 2 - J.K - 22 DE OCTUBRE DE 1973

 22,Octubre,1973 

Desde un pequeño bote, en la tranquila y lenta corriente del río, era visible todo el horizonte de norte a sur y de este a oeste; no había un árbol ni una casa que rompieran la línea del horizonte; no se veía flotar una sola nube. 

Las orillas eran llanas, se prolongaban a ambos lados hacia la tierra firme y contenían al ancho rio.

Había otros pequeños botes de pescadores; éstos, agazapados en un extremo, sostenían las redes en el exterior; eran hombres que tenían una paciencia enorme. 

Se unían el cielo y la tierra, y había un espacio inmenso. 

En este espacio ilimitado tenían su existência la tierra y todas las cosas, incluso este pequeno bote llevado por la fuerte corriente. 

Al doblar el recodo del río, los horizontes se extendían inmensurablemente, infinitos hasta donde la vista podia alcanzar. 

El espacio se volvió inagotable. 

Tiene que existir este espacio para la belleza y la compasión. 

Todas las cosas deben tener espacio, las animadas y las inanimadas, la roca en el cerro y el pájaro en el viento. 

Cuando no hay espacio, lo que hay es muerte. 

Los pescadores cantaban, y el sonido de su canto venía bajando por el río. 

El sonido necesita espacio; la palabra correctamente pronunciada crea su propio espacio. 

El río y el árbol distante sólo pueden sobrevivir cuando tienen espacio; sin espacio, todas las cosas se marchitan y mueren. 

El río desaparecía en el horizonte y los pescadores estabàn desembarcando. 

Llegaba la profunda oscuridad de la noche, la tierra descansaba de un fatigoso día y las estrellas brillaban sobre el agua. 

El vasto espacio se redujo en el interior de una casa con muchas paredes. 

Aun las grandes casas palaciegas tienen muros que aprisionan y ocultan ese espacio inmenso convirtiéndolo en su espacio propio. 

Una pintura debe tener espacio dentro de ella, aunque la pongan en un marco; una estatua sólo puede existir en el espacio; la música crea el espacio que necesita; el sonido de una palabra no sólo crea espacio, lo necesita para ser escuchado. 

El pensamiento puede imaginar la extensión entre dos puntos, la distancia y la medida; el intervalo entre dos pensamientos es el espacio que forma el pensamiento. 

La contínua extensión del tiempo, el rnovimiento y el intervalo entre dos movimientos del pensar, necesitan espacio. 

La conciencia está dentro dei movimiento dei tiempo y el pensamiento. 

El pensamiento y el tiempo son mensurables entre dos puntos, entre el centro y la periferia. 

La conciencia, amplia o estrecha, existe donde hay un centro, el «yo» y el «no yo». 

Todas las cosas necesitan espacio. 

Si las ratas son encerradas en un espacio restringido, se destruyen entre ellas; los pequeños pájaros que se posan al atardecer sobre el alambre del telégrafo, tienen el espacio que necesitan entre uno y otro. 

Los seres humanos que viven en ciudades atestadas, se están volviendo violentos, 

Donde falta espacio, externa o intemamente, son inevitables todas las formas de la perversión y el deterioro. 

El condicionamiento de la mente a través de lo que se llama educación, religión, tradición, cultura, deja poco espacio para el florecimiento de la mente y el corazón. 

La creencia, lo que se experimenta conforme a esa creencia, la opinión, los conceptos, las palabras, son el «yo», el ego, el centro que crea el espacio limitado dentro de cuya frontera se encuentra la conciencia. 

El «yo» tiene su ser y su actividad dentro dei pequeño espacio que ha creado para sí mismo. 

Todos sus problemas y sufrimientos, sus esperanzas y su desesperación, están dentro de sus propias fronteras, y ahí no hay espacio. 

Lo conocido ocupa toda su conciencia. La conciencia es lo conocido. 

Dentro de esta frontera no hay soíución para todos los problemas que los seres humanos han acumulado. 

Sin embargo -no quieren desprenderse de lo conocido- se aferran a ello o inventan lo desconocido en la esperanza de que resuelva sus problemas. 

El espacio que el «yo» se ha fabricado, es su dolor y la desdicha del placer. 

Los dioses no nos dan espacio, porque el espacio de ellos es el nuestro. 

Este vasto, inmensurable espacio está más allá de la medida del pensamiento, y el pensamienlo es lo conocido. 

La meditación consiste en vaciar la conciencia de su contenido, lo conocido, el «yo».

Lentamente, los remeros condujeron el bote por el río dormido, y la luz de una casa señalaba la dirección. 

Había sido un largo atardecer y el crepúsculo dorado, verde y naranja, trazaba un sendero de oro sobre el agua.

DIARIO 2 - J-K. - 19 DE OCTUBRE DE 1973

 19, Octubre, 1973 

El bosque dormía; el serpenteante sendero que lo atravesaba estaba oscuro y no se percibía el más leve movimiento. 

El prolongado crepúsculo estaba desapareciendo en esos instantes, y el silencio de la noche cubría la tierra. 

El pequeño torrente, tan porfiado en su gorgoteo durante el día, iba cediendo a la quietud de la noche que se aproximaba. 

A través de las pequeñas aberturas entre las hojas se divisaban las estrellas, brillantes y muy cercanas.

La oscuridad de la noche es tan necesaria como la luz del día. 

Los acogedores árboles, recogidos ahora en sí mismos, se mostraban distantes; se encontraban ahí, rodeãndolo a uno, pero apartados e inaccesibles; dormían y no había que molestarlos. 

En esta quieta oscuridad, había un crecer y un florecer que reunía fuerzas para enfrentarse a la vibrante vitalidad del día. 

La noche y el día son esenciales; ambos dan vida, energía a todas las cosas vivientes. 

Sólo el hombre la disipa. 

El dormir es muy importante; un dormir sin demasiados sueños ni agitación. 

Mientras dormimos ocurren muchas cosas, tanto en el organismo físico como en el cerebro (la mente es el cerebro); ambos son una sola cosa, un movimiento unitario. 

Para esta estructura total, el dormir es absolutamente esencial. 

Durante el sueño adviene el orden, el ajuste de las funciones y se originan percepciones más profundas; cuanto más quieto está el cerebro, tanto más profundo es el discemimiento. 

El cerebro necesita seguridad y orden para funcionar armoniosamente, sin fricción alguna. 

La noche se encarga de ello, y durante el dormir tranquilo hay movimientos, hay estados que el pensamiento jamás podrá alcanzar. 

Los sueños son desorden; deforman la percepción total. 

Mientras duerme la mente se rejuvenece a sí misma. 

Pero suele decirse que los sueños son necesarios, que si uno no soñara podría enloquecer, se afirma que ayudan, que son reveladores. 

Están los sueños superficiales, que no tienen mucho significado; están los sueños significativos y también existe el estado sin sueños en absoluto. 

Los sueños son, en sus diferentes formas y símbolos, la expresión de nuestra vida cotidiana. 

Si no hay armonía, si no hay orden en nuestra vida cotidiana de relación, entonces los sueños son una continuación de ese desorden. 

Mientras dormimos, el cerebro trata de producir ese orden desde esta confusa contradicción. 

En esta lucha constante entre el orden y el desorden, el cerebro se desgasta. 

Pero él debe tener seguridad y orden para poder siquiera funcionar, y así es como llegan a ser necesarias las creencias, las ideologías y demás conceptos neuróticos. 

Convertir la noche en día es uno de esos hábitos neuróticos. 

La insensatez que se desarrolla en el mundo moderno después del anochecer, es un escape de la rutina y el fastidio del día. 

La total percepción del desorden en la relación tanto privada como pública, personal o distante, el darse cuenta, sin opción alguna, de «lo que es» durante las horas conscientes del día, induce orden donde imperaba el desorden. 

Entonces el cerebro no necesita buscar el orden mientras dormimos. 

Los sueños son solo superficiales, sin significación. 

El orden en la totalidad de la conciencia, no sólo en el nivel «consciente», se produce cuando cesa por completo la división entre el observador y lo observado. 

Se trasciende «lo que es» cuando el observador -que es el pasado, que es tiempo- llega a su fin. 

El presente activo, «lo que es», no se halla esclavizado al tiempo, como lo está el observador. 

Sólo cuando la mente -el cerebro y el organismo- tiene este orden total durante el sueño, hay una percepción profunda de ese estado inexpresable en palabras, de ese movimiento intemporal. 

Esto no es ningún sueño fantástico, alguna abstracción de escape. 

Es la meditación en su expresión máxima y completa. 

O sea, que el cerebro está activo, despierto o dormido, pero el constante conflicto entre el orden y el desorden, desgasta al cerebro. 

El orden es la más alta forma de virtud, sensibilidad, inteligencia. 

Cuando existe esta gran belleza del orden, de la armonía, el cerebro no está incesantemente activo; ciertas partes se encargan de la memoria, pero ésta es una parte muy pequeña; el resto del cerebro se halla libre del ruido de la experiencia. 

Esa libertad es el orden, la armonía del silencio. 

Esta libertad y el ruido de la memoria se mueven juntos; la acción de este movimiento es inteligencia.

La meditación consiste en estar libre de lo conocido y, no obstante, operar en el campo de lo conocido.

No hay un «yo» como operador. 

Esta meditación se desarrolla tanto en el sueño como en la vigilia. 

El sendero salía lentamente del bosque y, de horizonte a horizonte, el cielo se encontraba repleto de estrellas. 

En los campos nada se movía.