DIARIO 2 - J.K. - 20 DE OCTUBRE -

 Roma, Italia 20, Octuhre,1973 

Es la cosa viviente más antigua que existe sobre la tierra. 

Es gigantesco en proporciones, en su altura y en la vastedad del tronco. 

Entre las otras sequoias, que también son muy viejas, ésta las supera a todas; otros árboles han sido afectados por el fuego, pero éste no tiene huella alguna en él. 

Ha vivido a través de todas las terribles cosas de la historia, ha pasado por todas las guerras de mundo, por toda la perversidad y el dolor del hombre y por el fuego y el relámpago, por todas las tormentas del tiempo; ha pasado a través de todo eso sin contaminarse, majestuoso y completamente sólo, con inmensa dignidad. 

Han habido incendios, pero las cortezas de estas sequoias fueron capaces de resistirlos y de sobrevivir.

Los bulliciosos turistas no habían arribado todavía, y uno podía estar a solas con este silencioso gigante que, cuando uno se sentaba debajo de él, lo veía elevarse hasta los cielos, inmenso e intemporal. 

Sus años mismos le otorgaban la dignidad del silencio y el retraimiento propio de una edad muy avanzada. 

Estaba tan silencioso como lo estaba la mente de uno, tan quieto como el propio corazón, viviendo sin la carga del tiempo. 

Uno percibía la compasión que el tiempo jamás había tocado y la inocencia que nunca había conocido el mal ni el dolor. 

Uno se sentaba ahí; y el tiempo que pasaba junto a uno nunca habría de regresar. 

Había inmortalidad, porque la muerte jamás había existido. 

Nada existía excepto este árbol inmenso; las nubes y la tierra. 

Uno llegaba hasta ese árbol y se sentaba debajo con él, y cada día y por muchos días fue una bendición de la cual uno era consciente sólo cuando se alejaba de allí. 

No podía uno volver para pedir más; nunca existía el más, y el más estaba muy lejos, abajo en el valle. 

Debido a que no era un santuario hecho por la mano del homhre, había una insondable santidad que ya nunca más lo dejaría a uno, porque esa santidad no era de «uno».

En la madrugada, cuando el sol no había alcanzado aún las copas de los árboles, el venado y el oso estaban ahí; observamos a ambos con asombro y con ojos muy abiertos; la tierra nos era común y el miedo estaba ausente. 

Los grajos azules y las ardillas rojas llegarían pronto; la ardilla era dócil y amigable. 

Uno guardaba nueces en el bolsillo y ella las tomaba de la mano; cuando la ardilla había tenido ya bastante, los dos grajos bajaban saltando de las ramas y los regaños terminaban. 

Y comenzaba el día. 

En el mundo del placer, la sensualidad se ha vuelto muy importante. 

El goce es el que ordena, y pronto el hábito del placer toma el mando; aunque ello pueda dañar todo el organismo, el placer domina.

El placer de los sentidos , el placer del astuto y sutil pensamiento, el de las palabras y el de las imágenes mentales y manuales, que es la cultura de esta educación, el placer de la violencia y el placer del sexo.

El hombre es moldeado para las pautas del placer, y toda existencia, religiosa o de otra clase, es la persecución del placer. 

Las desenfrenadas exageraciones del placer son el resultado de la conformidad moral e intelectual.

Cuando la mente no es libre y no está atenta, la sensualidad se vuelve un factor de corrupción, que es lo que está ocumendo en el mundo moderno. 

Dominan el placer del dinero y el del sexo. 

Cuando el hombre se ha vuelto un ser de segunda mano, su libertad consiste en expresar su sensualidad.

El amor es entonces placer y deseo. 

El entretenimiento organizado, religioso o comercial, contribuye a la inmoralidad social y personal; uno deja de ser responsable. 

Responder de manera total a cualquier reto, es ser responsable, es estar totalmente comprometido. 

Esto no puede ser cuando la esencia misma del pensamiento es fragmentaria y la. persecución del placer en todas sus formas, obvias y sutiles, es el principal movimiento de la existencia. 

El placer no es felicidad; la felicidad y el placer son cosas por completo diferentes; una llega sin que se la invite, y la otra se cultiva y alimenta; una adviene cuando el «yo» está ausente, y la otra se halla ligada al tiempo; cuando está una, no está la otra. 

El placer, el miedo y la violência marchan juntos; son compañeros inséparables. 

Aprender de la observación es actuar, el hacer es el ver. 

En el atardecer, cuando la oscuridad se aproximaba, los grajos y las ardillas se habían retirado a dormir.

La estrella vespertina acababa de hacerse visible y los ruidos del día y de la memoria habían cesado.

Estas sequoias gigantes estaban inmóviles. 

Continuarán más allá del tiempo. 

Sólo el hombre muere, y el dolor de ello.

DIARIO 2 - J.K - 21 DE OCTUBRE DE 1973

 21,Octuhre,1973

Era una noche sin luna y la Cruz dei Sur se distinguia nítida sobre las copas de las palmeras. 

El sol tardaría aún muchas horas en levantarse; en esa tranquila oscuridad todas las estrellas estaban muy cerca de Ia tierra y brillaban centelleantes; nacían en el río y eran de un azul profundo. 

La Cruz del Sur se encontraba sola sin ninguna otra estrella alrededor. 

No corría una brisa y la tierra parecía hallarse inmóvil, fatigada por la actividad dei hombre. 

Prometía ser una hermosa mañana después de las intensas lluvias, y en el cielo no había una sola nube.

Orión ya se había puesto y la estrella matutina asomaba a lo lejos en el horizonte. 

En el bosquecillo, las ranas croaban desde el charco cercano; se quedaban calladas por un rato, despertaban y empezaban de nuevo. 

El perfume del jazmín se percibía intenso en el aire, y a la distancia alguien estaban cantando. 

Pero a esa hora había un silencio que suspendia el aliento, y su tiema y delicada belleza se exlendía por la tierra. 

La meditación es el movimiento de ese silencio. 

En el jardín rodeado de muros comenzaba el ruido del día. 

Estaban bañando al pequenño bebé; con extrema solicitud pasaban aceite por cada parte de su cuerpo; un aceite especial para la cabeza y otro para el resto; cada uno de esos aceites tenía su fragancia propia y a ambos los entibiaban previamente. 

Eso encantaba a la criatura; estaba arrullándose suavemente a si misma, y su robusto cuerpecillo brillaba con el aceite. 

Después lo limpiaron con un polvo especial perfumado. El niño no lloró en ningún momento, tanto amor y cuidado parecía dedicársele. 

Lo secaron y arroparon tiemamente en un lienzo blanco y limpio, luego lo alimentaron y, cuando lo pusieron en la cama, cayó instantâneamente dormido. 

Crecería para ser educado, adiestrado en su trabajo, en la aceptación de las tradiciones, de las creencias nuevas o viejas, para tener hijos, para tolerar el sufrimiento y reírse del dolor. 

La madre vino un día y preguntó: «¿Qué es el amor? ¿Es cariño, es confianza, es responsabilidad, es el placer entre el hombre y la mujer? ¿Es el dolor del apego y la soledad?». 

Está usted criando a su hijo con tanto esmero, con energía infatigable, le entrega su tiempo y su vida. 

Se siente responsable, quizá sin tener conciencia de ello. 

Usted lo ama. 

Pero comenzará el efecto limitador de la educación y lo hará adaptarse al castigo y a la recompensa, lo obligará a encajar en la estructura social. 

La educación es el medio aceptado para condicionar la mente.

¿Para qué se nos educa? ¿Para trabajar interminablemente y morir? 

Usted le ha dedicado tiempo, cuidados, afecto... 

Su responsabilidad por el hijo, ¿se termina cuando comienza la educación?

 ¿Es el amor el que va a enviarlo a la guerra para que lo maten después de tanto cariño y generosidad?

Su responsabilidad no termina jamás, lo cual no significa interferir. 

La libertad es responsabilidad total, no sólo por sus hijos sino por todos los hijos dela tierra. 

El amor, ¿es apego y el dolor que lo acompaña? 

El apego engendra sufrimiento, celos, odio. 

El apego brota y se desarrolla a partir de la propia superficialidad, de la insuficiência y el aislamiento.

El apego brinda una sensación de pertenecer a algo, de idéntificarse con algo; da un sentimiento de realidad, de ser. 

Cuando eso se ve amenazado, hay miedo, ira, envidia.

 ¿Es amor todo esto? 

El amor, ¿es dolor y pesadumbre?

¿Es placer sensorio? 

La mayoría de los seres humanos más o menos inteligentes, conocen verbalmente todo esto; que no es demasiado complejo. 

Pero no se desprenden de ello; convierten estos hechos en ideas y después luchan con los conceptos abstractos. 

Prefieren vivir con las abstracciones antes que con la realidad, con «lo que es». 

El amor está en la negación de lo que no es amor. 

No le tema a la palabra negación. 

Niegue todo lo que no es amor; entonces, lo que es, es compasión. 

Importa enormemente lo que es usted, porque usted es el mundo y el mundo es usted. 

Esto es compasión. 

Lentamente llegaba el amanecer; en el horizonte, hacia el este, asomaba una tenue luz que se iba expandiendo, y la Cruz dei Sur empezaba a desvanecerse. 

Los árboles asumieron sus contornos familiares, las ranas callaron, la estrella matutina se perdió en medio de la gran luz y principio un nuevo día. 

El vuelo de los cuervos y las voces del hombre habían empezado,  pero las bendiciones de esa madrugada seguían allí.

DIARIO 2 - J.K - 19 DE OCTUBRE DE 1973

19, Octubre, 1973 

El bosque dormia; el serpenteante sendero que lo atravesaba estaba oscuro y no se percibía el más leve movimiento. 
El prolongado crepúsculo estaba desapareciendo en esos instantes, y el silencio de la noche cubría la tierra. 
El pequeño torrente, tan porfiado en su gorgoteo durante el dia, iba cediendo a la quietud de la noche que se aproximaba. 
A través de las pequenas aberturas entre las hojas se divisaban las estrellas, brillantes y muy cercanas

 Roma, Italia 
 
La oscuridad de la noche es tan necesaria como la luz dei día. 
Los acogedores árboles, recogidos ahora en sí mismos, se mostraban distantes; se encontraban ahí, rodeándolo a uno, pero apartados e inaccesibles; dormían y no había que molestarlos. 
En esta quieta oscuridad, había un crecer y un florecer que reunia fuerzas para enfrentarse a la vibrante vitalidad dei día. 
La noche y el día son esenciales; ambos dan vida, energia a todas las cosas vivientes. 
Sólo el hombre la disipa. 
El dormir es muy importante; un dormir sin demasiados sueños ni agitación. 
Mientras dormimos ocurren muchas cosas, tanto en el organismo físico como en el cerebro (la mente es el cerebro); ambos son una sola cosa, un movimiento unitário. 
Para esta estructura total, el dormir es absolutamente esencial. 
Durante el sueño adviene el prden, el ajuste de las funciones y se originan percepciones más profundas; cuanto más quieto está el cerebro, tanto más profundo es el discemimiento. 
El cerebro necesita seguridad y orden para funcionar armoniosamente, sin fricción alguna. 
La noche se encarga de ello, y durante el dormir tranquilo hay movimientos, hay estados que el pensamiento jamás podrá alcanzar. 
Los sueños son desorden; deforman la percepción total. 
Mientras duerme la mente se rejuvenece a sí misma. 
Pero suele decirse que los sueños son necesarios, que si uno no soñara podría enloquecer, se afirma que ayudan, que son reveladores. 
Están los sueños superficiales, que no tienen mucho significado; están los sueños significativos y también existe el estado sin suenos en absoluto. 
Los sueños son, en sus diferentes formas y símbolos, la expresión de nuestra vida cotidiana. 
Si no hay armonía, si no hay orden en nuestra vida cotidiana de relación, entonces los sueños son una continuación de ese desorden. 
Mientras dormimos, el cerebro trata de producir ese orden desde esta confusa contradicción. 
En esta lucha constante entre el orden y el desorden, el cerebro se desgasta. 
Pero él debe tenèr seguridad y orden para poder siquiera funcionar, y así es como llegan a ser necesarias las creencias, las ideologias y demás conceptos neuróticos. 
Convertir la noche en día es uno de esos hábitos neuróticos. 
La insensatez que se desarrolla en el mundo moderno después dei anochecer, es un escape de la rutina y el fastidio dei día. 
La total percepción del desorden en la relación tanto privada como pública, personal o distante, el darse cuenta, sin opción alguna, de «lo que es» durante las horas conscientes dei día, induce orden donde imperaba el desorden. 
Entonces el cerebro no necesita buscar el orden mientras dormimos. 
Los sueños son solo superficiales, sin significación. 
El orden en la totalidad de la conciencia, no sólo en el nivel «consciente», se produce cuando cesa por completo la división entre el observador y lo observado. 
Se trasciende «lo que es» cuando el observador -que es el pasado, que es tiempo- llega a su fin. 
El presente activo, «lo que es», no se halla esclavizado al tiempo, como lo está el observador. 
Sólo cuando la mente -el cerebro y el organismo- tiene este orden total durante el sueño, hay una percepción profunda de ese estado inexpresable en palabras, de ese movimiento intemporal. 
Esto no es ningún sueño fantástico, alguna abstracción de escape. 
Es la meditación en su expresión máxima y completa. 
O sea, que el cerebro está activo, despierto o dormido, pero el constante conflicto entre el orden y el desorden, desgasta al cerebro. 
El orden es la más alta forma de virtud, sensibilidad, inteligência. 
Cuando existe esta gran belleza del orden, de la armonía, el cerebro no está incesantemente activo; ciertas partes se encargan de la memória, pero ésta es una parte muy pequeña; el resto dei cerebro se halla libre del ruido de la experiencia. 
Esa libertad es el orden, la armonía dei silencio. 
Esta libertad y el ruido de la memória se mueven juntos; la acción de este movimiento es inteligência.
La meditación consiste en estar libre de lo conocido y, no obstante, operar en el campo de lo conocido.
No hay un «yo»como operador. 
Esta meditación se desarrolla tanto en el sueño como en la vigilia. 
El sendero salía lentamente del bosque y, de horizonte a horizonte, elcielo se encontraba repleto de estrellas. 
En los campos nada se movía.

DIARIO 2 - J.K - 18 DE OCTUBRE DE 1973

 18, Octubre, 1973 

Existe en sánscrito una larga plegaria por la paz. 

Fue escrita hace muchos, muchos siglos por alguien para quien la paz era una necesidad absoluta; y tal vez su vida cotidiana tenía sus raíces en ella. 

Fue escrita antes del rastrero veneno del nacionalismo, antes de la inmortalidad del poder del dinero y de la insistencia en lo mundano que el industrialismo ha originado. 

La plegaria es para que la paz sea perdurable: «Que haya paz entre los dioses, en el cielo y entre las estrellas; que haya paz sobre la tierra, entre los hombres y los animales de cuatro patas; que no nos hagamos daño; que seamos generosos unos con otros; que podamos tener esa inteligencia que habrá de guiar nuestra vida y acción; que haya paz en nuestra plegaria, en nuestros lábios y en nuestros corazones». 

Roma, Italia 

En esta paz no hay mención alguna de individualidad; eso venía más adelante. 

Sólo se alude a «nosotros» -nuestra paz, nuestra inteligencia, nuestro conocimiento, nuestra iluminación- 

El sonido de los cantos en sánscrito parece tener un efecto extraño. 

En un templo, cerca de cincuenta sacerdotes cantaban en sánscrito, y las paredes mismas parecían estar vibrando. 

Hay un sendero que pasa a través del campo verde y resplandeciente, del bosque iluminado por el sol, y prosigue más allá. 

Es difícil que alguien se llegue hasta este bosque pleno de luz y sombras. 

Es un lugar apacible, tranquilo y retirado. 

Hay ardillas y, en ocasiones, un ciervo tímido y vigilante pronto a escapar corriendo; las ardillas lo contemplan a uno desde una rama y a veces lo increpan. 

Este bosque tiene el perfume del verano y el olor de la tierra húmeda. 

Hay árboles enormes y cargados de musgo; son acogedores y uno percibe la calidez de su bienvenida.

 Cada vez que uno se sienta ahí y mira a través de las ramas y las hojas el sorprendente cielo azul, esa paz y esa bienvenida están aguardándolo a uno. 

Éramos varios los que íbamos a través del bosque, pero había soledad y silencio; la gente charlaba, indiferente y ajena a la dignidad y grandeza de los árboles, con los cuales no tenían ninguna relación; por tanto, esas personas probablemente tampoco tenían relación alguna entre ellas. 

La relación entre los árboles y uno era completa e instantánea -una relación de amigos-. 

En consecuencia, uno era el amigo de todos los árboles, arbustos y flores de la tierra. 

No estaba allí para destruir, y así, entre ellos y uno había paz. 

La paz no es un intervalo entre el fin y el comienzo del conflicto, de la angustia y el dolor. 

Ningún gobierno puede traer la paz; su paz es la paz de la corrupción y la decadencia; el orden regimentado de un pueblo engendra degeneración, porque ese orden no interesa en todos los pueblos de la tierra. 

Las tiranías jamás pueden sostener la paz, porque destruyen la libertad; la paz y la libertad marchan juntas. 

Matar a otro por la paz , es la idiotez propia de las ideologías. 

Uno no puede comprar la paz; ésta no es la invención de un intelecto; no es algo que pueda adquirirse mediante la plegaria o el regateo. 

La paz no se encuentra en ningún edifício sagrado, en ningún libro, en ninguna persona. 

Nadie puede conducirnos hacia ella, ningún gurú, ningún sacerdote, ningún símbolo. 

La paz está en la meditación. 

La meditación en sí es el movimiento de la paz. 

No es un fin que pueda ser encontrado; no es algo elaborado por el pensamiento o la palabra. 

El acto de la meditación es inteligencia. 

La meditación no es ninguna de esas cosas que se nos han enseñado o que hemos experimentado.

 Descartar lo que hemos aprendido o experimentado es meditación. 

La meditación consiste en liberarse del experimentador. 

Cuando no hay paz en las relaciones, no hay paz en la meditación; ésta es, entonces, un escape hacia la ilusión y los ensueños fantasiosos. 

La meditación no puede ser demostrada ni descrita. 

Uno no puede juzgar la paz. 

La percibirá -si la paz está ahí- a través de las actividades cotidianas, a través del orden, de la virtud que imperen en la propia vida. 

Había en esa mañana densas nubes y neblinas; iba a llover. 

Demoraría unos cuantos días para ver nuevamente el cielo azul. 

Pero a medida que uno entraba en el bosque, esa paz y esa cálida acogida no disminuían. 

Eran una paz impenetrable y una quietud total. 

Las ardillas se escondían y los saltamontes del prado permanecían silenciosos; más allá de los cerros y valles, estaba el inquieto mar.

DIARIO 2 -J.K - 17 DE OCTUBRE - ROMA -

 ROMA* 

17, Octubre, 1973 

Había sido un verano caluroso y seco, con chaparrones ocasionales; el césped estaba poniéndose pardo, pero los altos árboles de espeso follaje se reían felices y estaban brotando las flores. 

La región no había conocido un verano semejante por años y los granjeros se sentían contentos. 

En las ciudades todo era desagradable, el aire contaminado, el calor y las calles atestadas. 

Los castaños ya se estaban oscureciendo un poco y los parques se encontraban llenos de gente con niños que gritaban y corrían por todas partes. 

El campo lucía muy hermoso -siempre hay paz en los campos- y en el rio pequeño y angosto con sus cisnes y patos, había encantamiento. 

El romanticismo y el sentimentalismo estaban encerrados y seguros en las ciudades; y aquí, en lo profundo del campo con sus árboles, praderas y arroyos, había belleza y deleite. 

Un camino pasa a través del bosque, y todas las hojas, todas las sombras moteadas retienen esa belleza; ella está en cada hoja que se marchita, en cada brizna de hierba. 

La belleza no es una palabra, una respuesta emocional; no es algo blando que pueda ser moldeado y retorcido por el pensamiento. 

Cuando la belleza está ahí, cada acción y cada movimiento en todas las formas de la relación es algo total, cuerdo y sagrado. 

Cuando esa belleza, ese amor no existen, el mundo enloquece. 

* Krishnamurti estaba ahora en Roma, y permaneció allí hasta el 29 de octubre.  

Roma, Italia 

En la pequeña pantalla, el predicador, con palabras y gestos esmeradamente cultivados, estaba diciendo que él sabia que su salvador, el único salvador, estaba vivo; si no estuviera vivo, no habría entonces esperanza para el mundo. 

El empuje agresivo de su brazo alejaba cualquier duda, cualquier cuestionamiento, porque él sabía y nosotros debíamos apoyarlo, porque su conocimiento era nuestro conocimiento, nuestra convicción. 

El movimiento calculado de sus brazos y el manejo de las palabras, era la sustancia y el estímulo para su auditório, que estaba ahí con la boca abierta, tanto los jóvenes como los viejos, hechizados y adorando la imagen de sus propias mentes. 

Una guerra acababa justamente de comenzar, y ni el predicador ni sus numerosos oyentes se preocupaban por eso, puesto que las guerras deben proseguir y, además, forman parte de esta cultura nuestra. 

En esa misma pantalla, un poco más tarde, mostraron que los científicos están haciendo, sus inventos maravillosos, su extraordinário control dei espacio, el mundo del mañana, las nuevas y complejas máquinas; las explicaciones de como se forman las células, los experimentos que se hacen con los animales, los gusanos y las moscas. 

El estúdio de la conducta de los animales fue cuidadosa y entretenidamente explicado. 

Con este estudio los profesores podrían comprender mejor el comportamiento humano. 

Explicaron los remanentes de una antigua cultura: las excavaciones, los vasos, los mosaicos cuidadosamente preservados y los muros en minas; el maravilloso mundo del pasado, sus templos, sus glorias. 

Muchos, muchísimos volúmenes se han escrito acerca de las riquezas, las pinturas, las crueldades y la grandeza del pasado; sus reyes y sus esclavos. 

Poco después mostraron la guerra actual que rugía en el desierto y entre las verdes colinas; los enormes tanquesy los aviones volando a baja altura y la matanza calculada; los políticos hablando de la paz pero alentando la guerra en ambos países. 

Mostraron a las mujeres llorando, a los heridos sin esperanza, a los niños agitando banderas y a los sacerdotes entonando bendiciones. 

Las lágrimas de la humanidad no han limpiado al hombre de su deseo de matar. 

Ninguna religión ha terminado con la guerra; por el contrario, todas las han estimulado, han bendecido los armamentos, han dividido a la gente. 

Los gobiernos están aislados y aprecian en mucho su aislamiento. 

Los científicos son sostenidos por los gobiernos. 

El predicador está perdido en sus palabras e imágenes. 

Llorarán, pero educarán a sus hijos para que maten y sean muertos. 

Aceptan eso como un estilo de vida; su compromiso es con la propia seguridad; ése es el dios de ellos, ése es su dolor. 

Se preoçupan tan esmeradamente por sus hijos, los cuidan con tanta generosidad, pero luego están entusiastamente dispuestos a que los maten. 

También mostraron en la pantalla a cachorros de focas, con sus ojos enormes, mientras las mataban. 

La función de la cultura es transformar al hombre completamente. 

En el río, los patos mandarines chapoteaban y se perseguian entre ellos, y las sombras de los árboles se extendian sobre el agua.

DIARIO 2 - J.K. - 13 DE OCTUBRE DE 1973

 13, Octubre, 1973 

Volábamos suavemente a treinta y siete mil pies de altura, y el avión estaba repleto. 

Habíamos pasado el mar y nos aproximábamos a tierra; ambos, el mar y la tierra, estaban muy debajo de nosotros, los pasajeros nunca parecían dejar de charlar o de beber o de hojear las páginas de una revista; después proyectaron una película. 

Constituían un grupo muy ruidoso que debía ser alimentado y entretenido; dormían, roncaban y estaban tomados de las manos. 

Masas de nubes que se extendían de horizonte a horizonte, pronto cubrieron por completo la tierra, el espacio, la profundidad y también el ruido de la charla. 

Entre la tierra y el avión se veían interminables nubes blancas y arriba estaba el delicado cielo azul. 

En el asiento junto a la ventanilla uno se hallaba intensamente despierto observando la forma cambiante de las nubes y la blanca luz que se reflejaba sobre ellas.

 ¿ Tiene la conciencia alguna profundidad, o solamente una agitación superficial? 

El pensamiento puede imaginar su profundidad, puede afirmar que la conciencia es profunda o puede considerar sólo las ondas de la superficie.

El pensamiento mismo, ¿tiene alguna profundidad? 

La conciencia está hecha de su contenido; su contenido es su total limitación. 

El pensamiento es la actividad de lo externo; en ciertos idiomas, «pensamiento» quiere decir «lo de afuera». 

La importancia que se le asigna a las capas ocultas de la conciencia sigue estando en la superficie, no tiene profundidad alguna.

El pensamiento puede darse a si mismo un centro -como el «ego», el «yo»- y ese centro no tiene en absoluto ninguna profundidad; las palabras, por aguda y sutilmente que hayan sido elaboradas, no son profundas. 

El «yo» es una fabricación del pensamiento -en palabra y en identificación-. 

El «yo» que busca profundidad en la acción, en la existencia, no tiene significado alguno; todos sus intentos de establecer una profundidad en la relación, terminan en las multiplicaciones de sus propias imágenes; el «yo» considera que las sombras de esas imágenes son profundas. 

Las actividades del pensamiento carecen de profundidad; sus placeres, sus temores, su dolor están en la superficie. 

La misma palabra «superficie» indica que hay algo debajo, o un gran volumen de agua o muy poca profundidad. 

Mente superficial y mente profunda, son palabras del pensamiento, y el pensamiento en si mismo es superficial. 

El volumen que existe detrás del pensamiento es la experiencia, el conocimiento, la memoria, las cosas que se han ido, las que sólo son para recordarse, las cosas sobre las que se puede o no se puede actuar.

Muy por debajo de nosotros, lejos sobre la tierra, corría un río, enroscândose en amplias curvas entre granjas esparcidas aquí y allá, y en los sinuosos caminos habia hormigas que reptaban.

Las montañas estaban cubiertas de nieve, y los valles lucían verdes y llenos de sombras profundas. 

El sol se hallaba directamente frente a nosotros y descendía penetrando en el mar a medida que el avión aterrizaba entre el humo y los ruidos de una ciudad en expansión. 

¿Hay profundidad en la vida, en la existencia? ¿La hay en absoluto? ¿Es superficial toda relación?

 ¿Alguna vez puede el pensamiento descubrir esto? 

El pensamiento es el único instrumento que el hombre ha cultivado y agudizado, y cuando este instrumento es negado como medio para comprender la profundidad de la vida, entonces la mente busca otros medios. 

El llevar una vida superficial, pronto se vuelve fatigoso, aburrido, falto de significación, y de esto emerge la constante persecución del placer; los temores, el conflicto y la violencia. 

Ver los fragmentos que el pensamiento ha creado y sus actividades, ver eso como una totalidad, es el cese del pensamiento. 

La percepción de lo total es posible solamente cuando el observador, que es uno de los fragmentos del pensamiento, no se halla activo. 

Entonces la acción es relación y jamás conduce hacia el conflicto y el dolor. 

Sólo el silencio tiene profundidad, como el amor. 

El silencio no es el movimiento del pensar, ni lo es el amor. 

Sólo entonces las palabras, las profundas y las superficiales, pierden su significado. 

No hay medida para el amor, ni la hay para el silencio. 

Lo que es mensurable, es pensamiento y tiempo -el pensamiento es tiempo-. 

La medida es necesaria, pero cuando el pensamiento la lleva a la acción y a las relaciones, comienzan entonces el mal y el desorden. 

El orden no es mensurable, sólo lo es el desorden. 

El mar y la casa estaban tranquilos, y tras de ellos los Cerros, con las flores silvestres de la primavera, permanecían silenciosos.

DIARIO 2 - J.K. - 12 DE OCTUBRE DE 1973

 12, Octubre, 1973 

Un gurú muy conocido vino a verlo una vez más. 

Estaban sentados en un hermoso jardin rodeado de muros; el verde césped se hallaba muy bien cuidado; había rosas, guisantes de color, brillantes caléndulas amarillas y otras flores del norte oriental. 

El muro y los árboles mantenían alejados del ruido de los pocos automóviles que pasaban; el aire estaba impregnado con el perfume de muchas flores. 

En el anochecer, una familia de chacales solía salir del oculto refugio que tenía bajo un árbol; habían cavado un gran agujero donde la madre tenía a sus tres cachorros. 

Formaban un grupo de saludable aspecto, y en seguida, después del crepúsculo, la madre salía con ellos manteniéndose cerca de los árboles. 

Detrás de la casa había basura y más tarde irían a buscarla. 

También vivía una familia de mangostas; todos los atardeceres, la madre, con su hocico rosado y su larga y gruesa cola, salía del escondite seguida por sus dos gatitos, uno detrás del otro; arrimados al muro, también se dirigían a la parte trasera de la cocina donde algunas veces les dejaban cosas. 

Ellos mantenían el jardin libre de culebras. 

Jamás parecían haberse cruzado con los chacales , pero si lo hicieran, se dejarían mutuamente en paz. 

El gurú había anunciado unos dias antes que deseaba hacer una visita. 

Llegó, y más tarde vinieron en torrentes sus discípulos. 

Tocaron sus pies como una señal de gran respeto. 

Querían también tocar los pies de otro hombre, pero él no quiso que lo hicieran; les explicó que eso era degradante, pero la tradición y la esperanza del cielo eran demasiado fuertes en ellos. 

El gurú no quiso entrar en la casa, ya que había hecho votos de no entrar jamás en un hogar de gente casada. 

El cielo estaba intensamente azul en esa mañana y las sombras eran largas. 

«Usted niega ser un gurú, pero es un gurú de gurúes. 

Lo he observado desde su juventud, y lo que usted dice es la verdad que muy pocos comprenderán. 

Para los muchos, nosotros somos necesarios, de otro modo estarían perdidos; nuestra autoridad salva al hombre simple. 

Nosotros somos los intérpretes. 

Hemos tenido nuestras experiencias, sabemos. 

La tradición es un resguardo, son solamente unos pocos los que pueden permanecer solos y ver la realidad desnuda. 

Usted se encuentra entre los bienaventurados, pero nosotros debemos marchar con la multitud, cantar sus cantos, respetar los nombres sagrados y rociar agua bendita, lo cual no quiere decir que seamos enteramente hipócritas. 

Ellos necesitan ayuda y nosotros estamos para dársela. 

¿Cuál es, si se me permite preguntarlo, la experiencia de esa realidad absoluta?» 

Los discípulos estaban yendo y viniendo, sin interés en la conversación e indiferentes a lo que les rodeaba, a la belleza de la flor y del árbol. 

Unos cuantos de ellos vinieron a sentarse en el pasto para escuchar, esperando no ser demasiado perturbados. 

Un hombre culto es un hombre descontento con su cultura. 

La Realidad no es para ser experimentada. 

No hay sendero que conduzca a ella y ninguna palabra puede señalarla; no es algo que pueda buscarse y encontrarse. 

El encontrar después de buscar es la corrupción de la mente . 

La mera palabra verdad no es la verdad; la descripción no es lo descrito. 

«Los antiguos han hablado de sus experiencias, de su bienaventuranza en la meditación, de su superconciencia, de su realidad sagrada. Si a uno le es permitido preguntarlo: ¿Debemos descartar todo esto y el exaltado ejemplo de aquellos seres?» 

Cualquier autoridad en la meditación es la negación completa de ésta. 

Todo el conocimiento, los conceptos, los ejemplos no tienen cabida en la meditación. 

La completa eliminación del meditador, del experimentador, del pensador, es la esencia misma de la meditación. 

Esta libertad es el acto cotidiano de la meditación. 

El observador es el pasado, su terreno es el tiempo, sus pensamientos, sus imágenes, sus proyecciones, están atadas al tiempo. 

El conocimiento es tiempo, y la liberación respecto del conocimiento es el florecer de la meditación. 

No existe sistema alguno y, por tanto, no hay dirección alguna hacia la verdad o hacia la belleza de la meditación. 

Seguir a otro, seguir su ejemplo, sus palabras, es proscribir la verdad. 

Solo en el espejo de la relación ve usted realmente el rostro de lo que es. 

El que ve es lo visto. 

Sin el orden que la virtud trae consigo, la meditación y las interminables afirmaciones de otros carecen en absoluto de significado alguno; son por completo improcedentes. 

La verdad no tiene tradición, no puede ser transmitida. 

Con el sol, el aroma de los guisantes era muy intenso.

DIARIO 2 - J.K. - 10 DE OCTUBRE DE 1973

 10, Octubre, 1973 

Las lluvias llegaron y se fueron, y las enormes piedras resplandecían al sol de la mañana. 

Había agua en los lechos secos de los ríos y el suelo se regocijaba nuevamente; la tierra estaba más roja y cada arbusto, cada brizna de hierba estaban más verdes, y en los árboles de raíces profundas aparecían hojas nuevas. 

El ganado comenzaba a engordar y los aldeanos se veían menos escuálidos. 

Estos cerros son tan antiguos como la tierra,y los enormes pedruscos parecen haber sido puestos ahí con esmerado equilibrio. 

Hacia el este hay un cerro que tiene la configuración de una gran plataforma, sobre la cual han construido un templo cuadrado. 

Los niños de la aldea caminaban varias millas para aprender a leer y escribir; había aqui una niña pequeña que se dirigia completamente sola y con el rostro radiante, a la escuela de la aldea más próxima, llevando en una mano un libro y en la otra un poco de comida. 

Cuando nos cruzamos se detuvo, tímida e inquisitiva; si hubiéramos permanecido así por más tiempo habría llegado tarde a su escuela. 

Los arrozales se veían sorprendentemente verdes. 

Era una larga, apacible mañana. Dos cuervos estaban riñendo en lo alto, graznando y destrozándose uno a otro. 

En el aire no había suficiente apoyo, de manera que bajaron a tierra para seguir peleando. 

Por el suelo comenzaron a volar plumas y la lucha empezó a ponerse muy seria. 

De pronto, cerca de una docena de otros cuervos descendió sobre ellos y puso fin a la pelea. 

Después de una cantidad de graznidos y regaños, desaparecieron todos entre los árboles. 

La violencia está en todas partes, tanto entre los altamente educados como entre los más primitivos, entre los intelectuales y entre los sentimentales. 

Ni la educación ni las religiones organizadas han sido capaces de amansar al hombre; por el contrario,han sido las responsables de las guerras, las torturas, los campos de concentración y la matanza de animales en la tierra y en el mar. 

Cuanto más progresa, más cruel parece volverse el hombre.

La política se ha convertido en gangsterismo, un grupo contra otro grupo; el nacionalismo nos ha conducido a la guerra; hay guerras económicas, hay odios personales, hay violência. 

El hombre no parece aprender nada de la experiencia y el conocimiento, y la violência prosigue en todas sus formas.

 ¿Qué lugar ocupa el conocimiento en la transformación del hombre y de su soçiedad? 

La energía que se ha dedicado a la acumulación de conocimientos, no ha cambiado al hombre, no ha puesto fin a la violencia. 

La energía que se ha invertido en millares de explicaciones de por qué el hombre es tan agresivo, tan brutal e insensible, no ha puesto fin a su crueldad. 

La energía que se ha gastado en analizar las causas de su insana destrucción, de su placer en la violencia, de su sadismo, de su pendenciera actividad, en modo alguno ha hecho que el hombre sea más benévolo y considerado. 

A pesar de todas las palabras y los libros, de las amenazas y los castigos, el hombre continúa con su violencia. 

La violencia no está sólo en el matar, en la bomba, en los câmbios revolucionários que se producen mediante derramamientos de sangre; es más profunda y sutil. 

El conformismo y la imitación son indicaciones de violencia; la imposición y aceptación de la autoridad, indican violencia; la ambición y la competencia son una expresión de esta condición agresiva, de esta crueldad, y la comparación engendra envidia con su animosidad y su odio. 

Donde hay conflicto, interno o externo, ahí está el terreno para la violencia. 

La división en todas sus formas trae consigo lucha y sufrimiento. 

Todos conocemos esto; hemos leído sobre las acciones de la violência, las hemos visto en nosotros mismos y alrededor de nosotros, hemos oído mucho al respecto y, no obstante, la violência no se ha terminado. 

¿Por qué? 

Las explicaciones acerca de las causas de una conducta semejante no tienen real significación. 

Si nos complacemos en ellas, estamos derrochando la energia que necesitamos a fin de superar la violencia. 

Necesitamos de toda nuestra energía para enfrentarnos a la energía que se disipa en la violencia e ir más allá de ella. 

Controlar la violencia es otra forma de violencia, porque el controlador es lo controlado. 

En la atención total, que es la suma íntegra de la energía, llega a su fin la violencia en todas sus formas.

La atención no es una palabra, no es una fórmula abstracta del pensamiento, sino una acción en la vida cotidiana. 

La acción no es una ideología, porque si la acción es el resultado de una ideología, conduce a la violencia. 

Después de las lluvias, el río pasa alrededor de cada piedra, de cada ciudad y aldea, y por contaminado que se encuentre, se purifica a sí mismo corriendo a través de valles, desfiladeros y praderas.


DIARIO 2 - J.K - 9 DE OCTUBRE DE 1973

 9 de Octubre, 1973 

Viajábamos en un tren de trocha angosta que se detenía en casi todas las estaciones, y en el que los vendedores de té y café caliente, de frazadas y frutas, golosinas y juguetes, voceaban sus mercancias. 

Era prácticamente imposible dormir, y en la mañana todos los pasajeros subieron a un bote que cruzó las poco profundas aguas del mar en dirección a la isla. 

Allí esperaba un tren para Ilevamos a la capital, a través de una verde región de selvas y palmeras, aldeas y plantaciones de té. Era una tierra grata y feliz. 

Cerca del mar había calor y humedad, pero en los cerros estaban las plantaciones de té, donde hacía fresco y se percibía el simple y puro aroma de los antiguos días. 

Pero en la ciudad, como en todas las ciudades, reinaba el ruido, la suciedad, la escualidez de la pobreza y la vulgaridad del dinero; en el puerto se veían barcos de todas partes del mundo. 

La casa se encontraba en un lugar retirado y había un constante fluir de gente que acudía a saludarlo con guimaldas y frutas. 

Cierto día, un hombre le preguntó si le agradaria ver un cachorro de elefante y, naturalmente, fuimos a verlo. 

Tenía como unas dos semanas de edad, y se nos dijo que la enorme madre lo protegía mucho y estaba nerviosa. 

El automóvil nos llevó fuera de la ciudad, más allá de la escualidez y la inmundicia, hasta un río de aguas parduscas que tenía una aldea instalada en sus márgenes, rodeada por árboles altos y corpulentos.

Allí estaban la gran elefanta oscura y su pequeño. 

Permanecimos unas cuantas horas hasta que la madre se acostumbró a nuestra presencia; a él se le permitió que entrara y tocara su larga trompa, y que la alimentara con algunas frutas y caña dulce. 

El sensible extremo de la trompa pedía más, y en su ancha boca penetraron manzanas y plátanos. 

El cachorro recién nacido estaba parado entre las patas de la madre, moviendo su delgada trompa. 

Era una réplica en pequeño de su madre. 

Finalmente, ésta nos permitió que tocáramos á su bebé; la piel de éste no era demasiado rugosa, y su trompa se movia constantemente, mucho más activa que el resto dei cuerpo. 

La madre vigilaba todo el tiempo y el guardián tenía que tranquilizaria de cuando en cuando. 

Era un bebé muy juguetón. 

La mujer entró, profundamente angustiada, en la pequeña habitación. 

Su hijo había muerto en la guerra: «Yo lo amaba muchísimo, y era mi único hijo; había sido muy bien educado y era una promesa de gran bondad y talento. 

Lo mataron... ¿Por qué tenía eso que ocurrirnos a él y a mi? 

Había verdadero afecto y amor entre nosotros. 

Y tuvo que suceder una cosa tan cruel». 

Ella sollozaba y parecía no haber fin para sus lágrimas. 

Tomó la mano de él y al cabo de un rato se tranquilizo lo suficiente como para escuchar.

 ¡Gastamos tanto dinero en educar a nuestros hijos! 

Les damos tanto cariño, nos apegamos profundamente a ellos... 

Ellos llenan nuestras vida solitarias, en ellos encontramos nuestra realización, nuestro sentimiento de continuidad.

 ¿Por qué se nos educa?

¿Para convertimos en máquinas tecnológicas?

 ¿Para qué consumimos nuestros días en el duro trabajo y nos muramos en algún accidente o por una penosa enfermedad? 

Ésta es la vida que nuestra cultura, nuestra religión nos ha traído. 

En todo el mundo, esposas o madres están llorando porque la guerra o la enfermedad han reclamado al hijo o al marido. 

¿El amor es apego? 

¿Es llanto y agonía por la pérdida? 

¿Es soledad y dolor?

¿El amor es autocompasión y sufrimiento por la separación? 

Si usted amaba a su hijo, vería entonces que ningún hijo muriera jamás en una guerra. 

Han habido miles de guerras, y madres y esposas jamás han negado totalmente los comportamientos que conducen a la guerra. 

Ustedes llorarán en la agonia y sostendrán, involuntariamente, los sistemas que engendran la guerra. 

El amor no conoce la violencia

El hombre explicó por qué se separaba de su mujer:

 «Nos casamos siendo muy jóvenes, y después de unos cuantos años empezamos a andar mal en muchos aspectos, sexualmente, mentalmente...

 Parecíamos completamente incompatibles. 

Nos amábamos, aunque desde un principio y poco a poco, eso se ha ido transformando en odio. 

La separación se ha vuelto indispensable y los abogados se están encargando de ello». 

El placer, ¿es amor? ¿Lo es la insistência del deseo? ¿Es amor la sensación física? ¿La atracción y sus realizaciones, ¿son el amor? ¿El amor es una mercancía del pensamiento? ¿Es una cosa producida por un accidente de las circunstancias? ¿Es una cuestión de compañerismo, de afabilidad, de amistad? 

Si cualquiera de estas cosas adquiere prioridad, entonces eso no es amor. 

El amor es tan final como la muerte. 

Hay un sendero que penetra en las altas montañas pasando a través de bosques ; praderas y espacios abiertos. 

Y hay un banco antes de que comience la subida, y en él está sentada una pareja de ancianos mirando hacia abajo el valle iluminado por el sol; vienen con mucha frecuencia. 

Se sientan sin pronunciar una palabra y contemplan silenciosamente la belleza de la tierra. 

Están esperando que llegue la muerte. 

Y el sendero continúa, penetrando en las nieves.

DIARIO 2 -J.K. - 8 DE OCTUBRE DE1973

 8 de Octubre, 1973 

En esa quieta mañana, los monos estaban por todas partes: en la galería, en el techo y en la copa del mango -toda una tropa de monos; eran de la variedad parduzco castaño y cara rojiza-. 

Los más pequeños se perseguían unos a otros entre los árboles, no demasiado lejos de sus madres, y el gran macho estaba sentado solo, con un ojo puesto sobre toda la tropa; debían ser unos veinte. 

Eran bastante destructivos y, a medida que el sol se elevaba, iban desapareciendo lentamente en la espesa selva, lejos de la morada del hombre; el macho era el primero en irse y los otros lo seguían tranquilamente. 

Después regresaban los papagayos y los cuervos con su habitual gritería que anunciaba su presencia.

Había un cuervo que llamaba -o lo que fuere que hacía- con una voz muy áspera, siempre a la misma hora, y mantenía sin cesar ese grito estridente hasta que lo ahuyentaban de ahí. 

Día tras día habría de repetir esta representación; su graznido penetraba profundamente en la habitación y, de algún modo, todos los otros ruidos parecían cesar. 

Estos cuervos impiden las disputas violentas entre ellos mismos; son rápidos, muy vigilantes y eficientes en la propia supervivencia. 

Parece que a los monos no les gustaban ellos. 

Prometia ser un día hermoso...  

Era un hombre delgado, nervudo, con una cabeza bien formada y ojos que habían conocido la risa.

Estábamos sentados en un banco desde el cual se dominaba el río, a la sombra de un tamarindo que albergaba a muchos papagayos y a un par de pequeñas lechuzas blancas que se calentaban al sol de la madrugada. 

É1 dijo: «He gastado muchos años en la meditación, , controlando mis pensamientos, ayunando y comiendo una vez al día. 

Acostumbraba dedicarme al trabajo social pero lo abandoné hace mucho tiempo cuando descubrí que esa labor no resolvía el profundo problema del hombre. 

Hay muchos otros que prosiguen con tal trabajo, pero eso ya no me incumbe. 

Lo que se ha vuelto importante para mi es comprender el pleno significado y profundidad de la meditación. 

Todas las escuelas de meditación abogan por alguna forma de control; yo he practicado diferentes sistemas, pero de algún modo parece que eso no se termina nunca. 

El control implica división: el controlador y la cosa que debe ser controlada. 

Esta división, como toda división, origina conflicto y distorsión en la acción y la conducta. 

Esta fragmentación es el trabajo del pensamiento: un fragmento -llámelo el controlador, o el nombre que quiera darle, trata de controlar las otras partes. 

Esta division es artificial y dañina. 

El controlador es, efectivamente, lo controlado. 

El pensamiento es fragmentario por su propia naturaleza, y eso causa confusion y sufrimiento. 

El pensamiento ha dividido al mundo en nacionalidades, en ideologias y en sectas religiosas -las grandes sectas y las pequeñas-. 

El pensamiento es la respuesta de los recuerdos, la experiencia y el conocimiento almacenado en el cerebro; éste puede funcionar eficientemente, cuerdamente, solo cuando tiene seguridad y orden. 

Para sobrevivir fisicamente debe protegerse de todos los peligros; la necesidad de supervivencia externa es fácil de entender, pero la supervivencia psicológica es otra cuestión -la supervivencia de la imagen que ha engendrado cl pensamiento-. 

Éste ha dividido la existencia como lo externo y lo interno, y de esta separación surgen el conflicto y el control. 

Para la supervivencia de lo interno, se vuelven esenciales la creencia, la ideología, los dioses, las nacionalidades, las conclusiones, y esto también origina guerras incalculables, violencia y dolor. 

El deseo de lo intemo por sobrevivir, con sus multiples imágenes, es una enfermedad, es falta de armonía; el pensamiento es la falta de armonía. 

Todas sus imágenes, sus ideologías, sus verdades son autocontradictorias y destructivas. 

El pensamiento ha originado, aparte de sus logros tecnológicos, caos externo e interno, y placeres que muy pronto se convierten en agonías. 

Leer todo esto en los hechos de su propia vida cotidiana, escuchar y ver el movimiento del pensar, es la transformación que la meditación trae consigo. 

Esta transformación no es el «yo» volviéndose un «yo» más grande, sino que es la transformación del contenido de la conciencia; la conciencia es su contenido. 

La conciencia del mundo es su conciencia; usted es el mundo, y el mundo es usted. 

La meditación es la transformación completa del pensamiento y sus actividades. 

La armonía no es el fruto del pensamiento; adviene con la percepción de lo total. 

La brisa matinal había cesado y no se agitaba una sola hoja; el río se había vuelto completamente silencioso y, a través de su ancha corriente, llegaban los ruidos de la otra orilla. 

Hasta los papagayos estaban silenciosos.

DIARIO 2 - J.K - 7 DE OCTUBRE DE1973

 7 de octubre de 1973 

Era una de esas lluvias montañesas que duran tres o cuatro días y traen consigo un tiempo más fresco.

La tierra estaba empapada y espesa, y todos los senderos de la montaña se encontraban resbaladizos.

Pequeños torrentes corrían hacia abajo por las escarpadas laderas, y el trabajo de los terraplenes se había suspendido. 

Los árboles y las plantaciones de té se hallaban cansados ​​de tanta humedad; no había tenido sol por más de una semana y estaba haciendo bastante frío. 

Las montañas de se extendían hacia el norte, con su nieve y sus picos gigantes. 

Los estandartes en torno a los templos colgaban pesados ​​de lluvia; habían perdido su encanto y sus alegres colores ondeando en la brisa. 

Había truenos y relámpagos, y el sonido retumbaba de valle en valle; una espesa neblina ocultaba los hirientes relámpagos de luz. 

A la mañana siguiente, el cielo se veía de un delicado y puro azul, y los grandes picos, silenciosos e intemporales, se hallaban iluminados por el sol del amanecer. 

Un valle profundo corría entre el pueblo y las altas montañas; Estaba lleno de oscura neblina azul.

Derecho al frente, destacándose contra la claridad dei cielo, se elevaba el segundo pico en altura de los Himalayas.

Casi podia tocarse, pero se encontraba a muchas millas de distancia. 

Uno olvidaba la distancia porque estaba ahí en toda su majestad, tan íntegramente puro e inmensurable.

Tarde en la mañana había desaparecido oculta por las oscuras nubes que provenían del valle. 

Sólo en las madrugadas se dejaba ver, y desaparecía pocas horas después. 

No es de extrañar que los antiguos buscaran a sus dioses en estas montañas, en el trueno y en las nubes.

La divinidad de la vida estaba para ellos en la bendición que yacía oculta en estas nieves inaccesibles.

Los discípulos vinieron para invitarnos a visitar a su gurú; uno rehusó cortésmente, pero fueron a menudo esperando que uno cambiara de idea o les aceptara la invitación hasta que se cansaron de insistir. 

Fue decidido entonces que el gurú de ellos vendría con unos cuantos de sus discípulos escogidos.

Era una calle pequeña y ruidosa donde los niños jugaban al críquet; Tenían un bate y las estacas eran unos pocos ladrillos sueltos. 

Con gritos y risas jugaban alegremente todo el tiempo que podían, deteniéndose solamente para dejar pasar un automóvil cuyo conductor respetaba su juego. 

Jugaban día tras día, y en esa mañana estaban particularmente ruidosos cuando el gurú llegó portando una pequeña y pulida estaca. 

Algunos de nosotros estábamos sentados en el piso sobre un delgado colchón cuando él entró en la sala, y nos levantamos ofreciéndole el colchón. 

Se sentó con las piemas cruzadas, poniendo su báculo delante de él; Este pequeño colchón parece darle una posición de autoridad. 

Él había encontrado la verdad, la había experimentado; por lo tanto él, que sabía, estaba abriendo la puerta para nosotros. 

Lo que decía era ley para él y para los demás; uno era simplemente un buscador, mientras que él ya había encontrado. 

Uno podría encontrarse perdido en su búsqueda y él le ayudaría a lo largo del camino, pero uno debía obedecer. 

Tranquilamente, uno respondió que todo el buscar y el encontrar no tenía sentido a menos que la mente estuviera libre de su condicionamiento; que la libertad es el primer y último paso, y que la obediencia a cualquier autoridad en cuestiones de la mente, implica quedar atrapado en la ilusión y en la acción que engendra dolor. 

Él lo miró a uno con piedad, con preocupación y con un aire de disgusto, como si uno estuviera algo loco. 

Y después dijo: «Se me ha concedido la más grande y final de las experiencias; y nadie que busque la verdad puede negar eso», 

Si la realidad o la verdad es para experimentarse, entonces es solo una proyección de su propia mente.

Lo que experimentamos no es la verdad, sino una creación de nuestra propia mente. 

Sus discípulos comenzaron a inquietarse. 

Los destruyen a sus maestros y se destruyen a sí mismos. 

Él se levantó y se fue, seguido por sus discípulos. 

Los niños continuaban jugando en la calle; alguien había sido puesto fuera de juego y ello fue acompañado por bulliciosos aplausos y vítores. 

No hay sendero alguno que conduzca a la verdad, ni histórica ni religiosamente. 

La verdad no es para ser experimentada ni descubierta por medio de la dialéctica; no es para ser vista en opiniones y creencias cambiantes. 

Uno da con ella cuando la mente está libre de todas las cosas que ha engendrado. 

Aquella cumbre majestuosa es también el milagro de la vida.

DIARIO 2 - J.K. - 6 DE OCTUBRE DE 1973

 6, Octubre, 1973 

Hay un árbol solitario en un terreno que ocupa un acre completo; es un árbol viejo y sumamente respetado por todos los otros árboles del cerro. 

En su soledad domina el ruidoso torrente, las colinas y la cabaña que está al otro lado del puente de madera. 

Uno lo admira al pasar junto a él, pero al regresar lo contempla de una manera más pausada; su tronco es muy amplio y está profundamente incrustado en la tierra; es sólido e indestructible. 

Sus ramas son largas, oscuras y curvadas; tienen sombra abundante. 

En los anocheceres se recoge dentro de sí mismo, inabordable; pero mientras dura la luz del día es accesible y acogedor. 

Está íntegro, jamás ha sido tocado por el hacha o la sierra. 

En un día soleado, uno se sentaba debajo dei árbol y sentia su venerable ancianidad; y por estar a solas con él, percibía uno la profundidad y belleza de la vida. 

El viejo aldeano pasó cansadamente junto a uno, que se hallaba sentado en un puente contemplando la puesta dei sol; el hombre estaba casi ciego y rengueaba, llevando un atado en una mano y un palo en la otra

Era uno de esos atardeceres en que los colores del crepúsculo se reflejaban en cada roca, árbol y arbusto; la hierba y los campos parecían tener su propia luz interior. 

El sol acababa de ponerse detrás de un cerro redondeado, y en medio de estos extravagantes colores apareció la estrella vespertina. 

El aldeano se detuvo frente a uno y miró esos asombrosos colores y nos miró. 

Permanecieron mirándose el uno al otro y, sin pronunciar una palabra, el aldeano reanudo su penosa marcha. 

En esa comunicacíón hubo afecto, delicadeza y respeto, no el necio respeto sino el de los hombres religiosos. 

En ese instante, todo tiempo y pensamiento habían dejado de existir. 

Esos dos seres eran totalmente religiosos, no contaminados por la creencia, la imagen, las palabras o la pobreza. 

A menudo pasaron el uno junto al otro en ese camino entre los pedregosos cerros, y cada vez que se miraban, había el júbilo de la percepción, del discernimiento total. 

 Venía, acompañado de su mujer, desde el templo que está al otro lado del camino. 

Ambos estaban silenciosos, profundamente impresionados por los cantos y el culto. 

Aconteció que uno caminaba detrás de ellos y captó el sentimiento de su reverencia, la fuerza de su determinación para llevar una vida religiosa. 

Pero eso moriría pronto, a medida que se vieran envueltos en la responsabilidad para con sus hijos , quienes vinieron corriendo hacia ellos. 

Él tenía alguna clase de profesión, en la que probablemente era muy capaz, porque poseía una casa grande. 

El peso de la existencia lo arrastraría consigo y, aunque concurriera al templo con frecuencia, la batalla proseguiría inevitablemente. 

La palabra no es la cosa; la imagen, el símbolo, no son lo real. 

La realidad, la verdad no es una palabra. 

Ponerla en palabras es destruirla; y su lugar es ocupado por la ilusión. 

El intelecto puede rechazar toda la estructura de la ideología, de la creencia con todos sus atavíos y el poder que las acompaña, pero la razón puede justificar cualquier creencia, cualquier ideación. 

La razón es el orden del pensamiento, y el pensamiento es la respuesta de lo externo. 

Y debido a que es lo externo, el pensamiento fabrica lo interno. 

Ningún hombre puede vivir solamente con lo externo, y entonces lo interno llega a ser una necesidad.

Esta división es el terreno donde tiene lugar la batalla entre el «yo» y el «no yo». 

Lo externo es el dios de las religiones y las ideologías; lo interno trata de conformarse a esas imágenes y entonces sobreviene el conflicto. 

No existe ni lo externo ni lo interno, sino solamente lo total. 

El experimentador es lo experimentado. 

La fragmentación es demencia. 

Esta totalidad no es meramente una palabra; existe cuando la división como lo externo y lo interno ha cesado por completo. 

El pensador es el pensamiento. 

Mientras uno estaba paseando sin un solo pensamiento , solamente observando sin el observador, percibió subitamente la presencia de lo sagrado que el pensamiento jamás ha sido capaz de concebir.

Uno se detiene, observa los árboles, los pájaros, observa al transeunte; no es una ilusión ni algo con que la mente se engaña a si misma. 

Está ahí, en los ojos de uno, en todo el ser. 

El color de la mariposa, es la mariposa. 

Los colores que el sol había dejado se estaban desvaneciendo y, antes de que cayera la noche, se dejó ver la tímida luna nueva para desaparecer en seguida detrás del cerro.

DIARIO 2 - J.K - 4 DE OCTUBRE DE 1973

4, Octubre, 1973 

Cuando era un muchacho, acostumbraba él a sentarse bajo un gran árbol que estaba cerca de un estanque donde crecían flores de loto; éstas eran de color rosa y tenían un aroma muy intenso. 

Desde la sombra de ese espacioso árbol, observaba él las delgadas culebras verdes y los camaleones, las ranas y las serpientes acuáticas. 

Su hermano, junto con otros, solía venir para llevárselo a la casa.* 

Era un sitio agradable aquel bajo el árbol, con el río y el estanque. 

Parecia haber tanto espacio, y dentro de éste el árbol creaba su espacio propio. 

Todas las cosas necesitan espacio. 

Todos esos pájaros en los alambres del telégrafo, posándose tan igualmente separados en un tranquilo atardecer, formaban el espacioo para los cielos. 

* Al igual que en otras partes de este libro, Krishnamurti está describiendo su propia infância.

Los dos hermanos acostumbraban sentarse con muchos otros en la habitación de las pinturas; había un canto en sánscrito y después completo silencio; era la meditación del anochecer. 

El hermano más joven solía dormirse hecho un ovillo y despertaba solamente cuando los otros se levantaban para irse. 

La habitación no era demasiado grande, y encerradas entre sus paredes estaban las pinturas, las imãgenes sagradas. 

Dentro de los estrechos confines de un templo o una iglesia, el hombre da forma al vasto movimiento del espacio. 

Es igual en todas partes; en la mezquita ello es retenido en las elegantes líneas de las palabras. 

El amor tiene necesidad de un gran espacio. 

A ese estanque venían a veces culebras y, en ocasiones, la gente; había escalones de piedra por los que se descendia hacia el agua donde florecían los lotos. 

El espacio que crea el pensamiento es mensurable y, en consecuencia, es limitado; su producto son las culturas y las religiones. 

Pero la mente se halla repleta con el pensamiento y está hecha de pensamiento; su conciencia es la estructura dei pensamiento, y dentro de esa mente hay muy poco espacio. 

Pero este espacio es el movimiento del tiempo, de aqui hasta allá, desde su centro hacia sus limites exteriores de conciencia, estrechándose o expandiéndose. 

El espacio que el centro crea para si mismo, es su propia prisión. 

Sus relaciones provienen de este espacio reducido, pero para vivir es indispensable que haya espacio; el espacio de la mente niega el vivir. 

La vida dentro de los estrechos confines dei centro es conflicto, angustia y dolor -y eso no es vivir. 

El espacio, la distancia entre uno y el árbol, es la palabra, el conocimiento, que es tiempo. 

El tiempo es el observador; quien crea la distancia entre él mismo y los árboles, entre él y lo que es.

Sin el observador cesa la distancia. 

La identificación con los árboles, con otra persona o con una fórmula, es la acción del pensamiento en su deseo de protección, de seguridad. 

La distancia lo es desde un punto a otro, y para alcanzar ese punto es necesario el tiempo; la distancia existe solamente cuando hay una dirección, interna o externa. 

Él observador produce una separación, una distancia entre él y lo que es; de esta separación se desarrollan el conflicto y el dolor. 

La transformación de lo que es, ocurre solamente cuando no hay separación ni tiempo entre el que ve y lo visto. 

En el amor no hay distancia. 

El hermano murió, y no había movimiento en ninguna dirección que lo alejara del dolor. 

Este no-movimiento es el cese del tiempo. 

El río comenzaba entre los cerros y las verdes sombras, y con un bramido penetraba en el mar y los horizontes infinitos. 

Los hombres viven en compartimientos con gavetas, y carecen de espacio: son violentos, brutales, agresivos y dañinos; se separan y se destruyen unos a otros. 

El río es la tierra y la tierra es el rio; ninguno de ellos puede existir sin el otro. 

Las palabras no tienen fin, pero la comunicación es verbal y no verbal. 

Escuchar lo verbal, la palabra, es una cosa, y escuchar lo no verbal es otra; lo uno es irrelevante, superficial y conduce a la inacción; lo otro es acción no fragmentaria, es el florecimiento de la bondad.

 Las palabras nos han provisto de bellas paredes, pero no de espacio. 

Los recuerdos, la imaginación, son la agonía del placer, y el amor no es placer. 

La larga y delgada culebra verde estaba ahí esa mañana; era delicada y se hallaba ahí casi entre las hojas verdes; se quedaría allí, inmóvil, esperando y vigilando. 

Se veía la gran cabeza del camaleón; yacía a lo largo de una rama y cambiaba sus colores con bastante frecuencia. 

DIARIO 2 - J.K. - 3 DE OCTUBRE DE 1973

 3 de Octubre,1973 

Tan temprano en la mañana hacía bastante frío en el aeropuerto; el sol acababa de asomar. 

Todos estaban muy arropados y los pobres cargadores tiritaban; se oía el ruido habitual en un aeropuerto, el rugido de los jets, las charlas estridentes, las despedidas y el despegue. 

El avión estaba atestado de turistas, hombres de negocios y otros que se dirigían a la ciudad santa, a la suciedad y apiñamiento humano. 

Pronto la inmensa cadena de los Himalayas se puso rosada al sol de la mañana; estuvimos volando hacia el sudeste y por centenares de millas estos inmensos picos parecían colgar en el aire, bellos y majestuosos. 

El pasajero del asiento contiguo estaba sumergido en un periódico; al otro lado del pasillo había una mujer que se concentraba en su rosario; los turistas hablaban ruidosamente tomándose fotos entre ellos y fotografiando las montañas distantes; todos estaban ocupados en sus cosas y no tenían tiempo para observar la maravilla de la tierra y su serpenteante río sagrado, en la sutil belleza de esas inmensas cumbres que se estaban tornando rosadas. 

Más lejos, al fondo del pasillo, había un hombre a quien se le estaban rindiendo considerables muestras de respeto; no era joven, parecía tener el rostro de una persona instruida, era rápido de movimientos y estaba pulcramente vestido. 

Uno se preguntaba si alguna vez habría visto la verdadera gloria de esas montañas. 

Pronto se levantó y vino hacia el pasajero del asiento contiguo; le pidió cortésmente cambiar de lugar con él. 

Se sentó, presentándose, y preguntó si podia mantener una conversación con nosotros. 

Hablaba en inglés con cierta vacilación, eligiendo las palabras cuidadosamente porque este idioma no le era demasiado familiar; tenía una voz suave y clara y sus maneras eran agradables. 

Comenzó diciendo que se sentía muy afortunado por estar viajando en el mismo avión y por tener esta conversación. 

«Por supuesto, he oído hablar de usted desde mi juventud y solo el otro día escuché su última plática acerca de la meditación y el observador. 

Soy un estudioso, un pandit, y practico mi propio tipo de meditación y disciplina.» 

Las montañas se alejaban hacia el este y debajo de nosotros el río trazaba diseños amplios y acogedores.

 «Usted dijo que el observador es lo observado, que el meditador es la meditación, y que solo hay meditación cuando el observador está ausente. 

Me gustaría ser instruido al respecto. 

Para mí, la meditación ha consistido en el control del pensamiento fijando la mente en lo absoluto.» 

El controlador es lo controlado, ¿no es así? 

El pensamiento es su pensamiento; sin las palabras, sin imágenes ni pensamientos, ¿hay un pensador?

El experimentador es la experiencia; sin experiencia no existe el experimentador. 

El controlador dei pensamiento está hecho de pensamiento; es uno de los fragmentos del pensamiento, llámelo como quiera llamarlo; el agente externo, por sublime que sea, sigue siendo un producto del pensamiento; la actividad del pensamiento es siempre exterior y origina fragmentación.

 «¿Puede la vida vivirse de algún modo sin control? 

¿Ésta es la esencia de la disciplina?.» 

Cuando se ve como un hecho absoluto , como una verdad, que el controlador es lo controlado,surge entonces una clase por completo diferente de energía que transforma lo que es. 

El controlador jamás puede transformar lo que es; puede controlarlo, reprimirlo, modificarlo o escapar de ello, pero nunca puede ir más allá y por encima de ello. 

La vida puede y debe ser vivida sin control alguno. 

Una vida controlada nunca es cuerda, sana; engendra inacabable conflicto, desdicha y confusión.

«Éste es un concepto totalmente nuevo.» 

Si se me permite señalarlo, esto no es una abstracción, una fórmula. 

Solamente existe lo que es. 

El dolor no es una abstracción; uno puede extraer de él una conclusión, un concepto, una estructura verbal, pero eso no será «lo que es», el dolor. 

Las ideologías carecen de realidad; sólo existe lo que es. 

Jamás puede transformarse lo que es, cuando el observador se separa de lo observado. 

«¿Es ésta su experiencia directa?» 

Sería algo completamente vano y estúpido si se tratara meramente de estructuras verbales del pensamiento; hablar de cosas así seria hipocresía. 

«Me hubiera gustado descubrir gracias a usted, qué es la meditación, pero ahora no hay tiempo, ya que vamos a aterrizar.» 

Había guirnaldas cuando llegamos, y el cielo invernal era intensamente azul.

DIARIO 2 - J.K. - 2 DE OCTUBRE DE 1973

 2 de Octubre, 1973 

La conciencia es su contenido; el contenido es la conciencia. 

Toda acción es fragmentaria cuando está fragmentado el contenido de la conciencia. 

Esta actividad engendra conflicto, desdicha y confusión; entonces el dolor es inevitable. 

A esa altura, uno podía ver desde el aire los verdes campos, cada uno por separado del otro en forma, tamaño y color. 

Un torrente bajaba para encontrarse con el mar; mucho más allá estaban las montañas cubiertas de espesa nieve. 

Por todo el país se veían desparramadas grandes ciudades y pueblos; sobre las colinas había castillos, iglesias y casas, y más lejos estaban los vastos desiertos de color pardo, dorado y blanco. 

Después aparecía nuevamente el mar azul y más tierras con densos bosques. 

El país entero era rico y bello. 

É1 paseaba por ahí esperando poder encontrarse con un tigre, y lo encontró. 

Los lugareños habían venido a contarle a su posadero que en la noche pasada un tigre había matado a una ternera, y que regresaría esa noche para matar otra vez.

 ¿Querrían ellos verlo? 

Construirían una plataforma en lo alto de un árbol y desde ahí podría uno ver al gran asesino; atarían también una cabra al árbol para estar seguros de que el tigre vendría. 

Él les explicó que no le agradaría ver que mataran a una cabra para su placer. Así que el asunto fue abandonado. 

Pero en ese mismo anochecer, cuando el sol descendía tras de una ondulada colina, el posadero quiso dar un paseo en automóvil con la esperanza de que, por casualidad, pudieran ver al tigre que había matado a la ternera. 

Viajaron adentrándose unas cuantas millas en el bosque; oscureció totalmente y, con los faros delanteros encendidos, iniciaron el regreso. 

Habían perdido toda esperanza de ver al tigre mientras regresaban. 

Pero justo cuando tomaban una curva, ahí estaba el tigre, sentado sobre sus cuartos traseros en medio del camino, enorme, rayado; con los ojos brillantes ala luz de los faros. 

El automóvil se detuvo y el animal vino hacia ellos gruñendo, y los gruñidos estremecían el auto; era sorprendentemente grande y su larga cola, negra en la punta, se movia lentamente de un lado a otro. 

Se le veía fascinado. 

La ventanilla fue abierta y el tigre pasó gruñendo; él sacó la mano para acariciar esa inmensa energia selvática, pero el posadero tiró apresuradamente de su brazo; más tarde le explicó que el tigre pudo habérselo arrancado. 

Era un animal magnífico, pleno de majestad y poder. 

Por todo ese país había tiranos que le negaban al hombre la libertad, ideólogos que moldeaban su mente, sacerdotes con sus siglos de tradición y creencia esclavizando al hombre; políticos que con sus inacabables promesas estaban generando corrupción y divisiones. 

Por todas partes el hombre está atrapado en el conflicto incesante, en el dolor y en las deslumbradoras luces del placer. 

Todo es tan completamente insensato: el dolor, los esfuerzos y las palabras de los filósofos. 

Muerte, infelicidad, afán, lucha permanente del hombre contra el hombre. 

Esta compleja variedad, modificada por cambios dentro del patrón placer-dolor, constituye el contenido de la conciencia humana, moldeado y condicionado por la cultura en la que ésta se ha nutrido, con sus presiones religiosas y económicas. 

La libertad no se encuentra dentro de los límites de una conciencia semejante; lo que se acepta como libertad es, en realidad, una prisión que se ha hecho soportable en cierto modo gracias al avance de la tecnología. 

En esta prisión hay guerras, guerras que la ciencia y el lucro han hecho cada vez más destructivas. 

La libertad no se halla en el cambio de unas prisiones por otras, ni en el cambio de gurús con su absurda autoridad. 

La autoridad no trae consigo la cordura del orden. 

Por el contrario, engendra desorden, y en este suelo es donde crece y prospera la autoridad. 

La libertad no está fragmentada. 

Una mente no-fragmentada, una mente total, es una mente en libertad. 

Ella «no sabe» que es libre; lo sabido, lo conocido está dentro del área del tiempo -el pasado, a través del presente, hacia el futuro-. 

Todo movimiento es tiempo, y el tiempo no es un factor de libertad. 

La libertad de optar es negación de la libertad; la opción existe solamente donde hay confusión. 

La claridad de percepción, el discernimiento directo, es libertad con respecto al dolor de la opción. 

La luz de la libertad es el orden total. 

Este órden no es hijo del pensamiento, porque toda actividad del pensamiento implica el cultivo de la fragmentación. 

El amor no es un fragmento del pensamiento del placer. 

La percepción de este hecho es inteligencia. 

El amor y la inteligencia son inseparables, y de ello fluye la acción que no engendra dolor. 

El orden es la base fundamental de esa acción.

DIARIO 2 - J.K - 30 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 30, Septiembre, 1973 

Era una larga serpiente amarillenta que cruzaba el camino bajo una higuera de Bengala. 

Él volvía de un prolongado paseo cuando vio a la serpiente. 

La siguió desde muy cerca hasta un montículo de tierra; vió como escudriñaba el interior de cada agujero, completamente ajena a la presencia de él, aunque estaba casi encima de ella. 

Era más bien gruesa y tenía un gran bulto en medio de su largo cuerpo. 

Los aldeanos, de cámino a sus casas, habían cesado de hablar y observaban; uno de ellos nos advirtió que se trataba de una cobra y que sería mejor andarse con cuidado. 

La cobra desapareció dentro de un agujero y él reanudó su camino. 

Retomó al otro día intentando ver a la cobra nuevamente en el mismo sitio. 

No había ninguna serpiente ahí, pero los aldeanos habían puesto un pote chato de leche, algunas caléndulas, una piedra grande con unas cuantas cenizas encima y unas pocas flores más.

Ese lugar se había vuelto sagrado, y ya todos los dias habría flores nuevas; todos los aldeanos de los alrededores sabían que ese sitio se había vuelto sagrado. 

Unos meses más tarde él regresó a aquel lugar; había leche, flores recién cortadas, y la piedra había sido decorada nuevamente. 

Y la higuera de Bengala estaba un poco más vieja. 

El templo dominaba el Mediterrâneo azul; se hallaba en ruinas y solo quedaban las columnas de mármol. 

Fue destruido en una guerra pero seguia siendo un santuario sagrado. 

Una tarde, con el sol iluminando los mármoles, mientras se encontraba uno solo, percibió la atmosfera sagrada; no había alrededor visitantes que perturbaran con su charla interminable. 

Las columnas se estaban tornando de oro puro y el mar lejano se veía intensamente azul. 

Preservada y guardada bajo llave estaba ahí la estatua de la diosa; era permitido verla solamente a horas determinadas y así estaba perdiendo ella la belleza de lo sagrado. 

El mar azul permanecia inmutable. 

Era una encantadora cãsita de campo con un césped que había sido apisonado, segado y escardado por más de un año. 

Todo el lugar se hallaba bien cuidado, era próspero y alegre; detrás de la casa había un pequeño huerto; era un bello lugar, con un arroyo apacible y silencioso que corría junto a él . 

La puerta se abrió y la sujetaron con una escultura del Buda que fue colocada en su sitio de un puntapié.

 El dueño de casa no tenía conciencia alguna de lo que estaba haciendo; para él, era un tope de puerta.

 Uno se preguntó si aquel hombre hubiera hecho lo mismo con una estatua que reverenciara él, porque se trataba de un cristiano. 

La gente niega las cosas sagradas de los otros, pero conserva las propias; las creencias de otro son supersticiones, pero las de uno mismo son razonables y reales.

 ¿Qué es lo sagrado? 

Según dijo, había recogido el objeto en una playa; era una pieza de madera lavada por el mar, con la forma de una cabeza humana. 

Estaba hecha de madera dura y había sido moldeada por las aguas y pulida por muchas estaciones. 

Él la había traído a la casa colocándola sobre la repisa de la chimenea,; la contemplaba de cuando en cuando y admiraba lo que había hecho. 

Un día le puso alrededor algunas flores, y después eso se repitió cotidianamente. 

Se sentia incómodo si no había flores frescas todos los dias; y, poco a poco, ese trozo de madera moldeada se volvió una cosa importante en su vida. 

No habría permitido que nadie la tocara excepto él mismo (los demás podrían profanarla); antes de tocarla, se lavaba las manos. 

La cosa se había convertido en algo santo, sagrado, y solamente él era el alto sacerdote de ella; la representaba; ella le enseñaba cosas que él jamás hubiera sabido por sí mismo. 

Su vida se había llenado con eso y, según decía, era inexpresablemente feliz.

 ¿Qué es lo sagrado?

 No las cosas hechas por la mente o por la mano o por el mar. 

El símbolo nunca es lo real; la palabra hierba no es la hierba del campo; la palabra dios no es dios. 

La palabra jamás contiene lo total, por ingeniosa que sea la descripción. 

La palabra «sagrado» no tiene por sí misma significado alguno; se vuelve sagrada únicamente en su relación con algo, ilusorio o real. 

Lo real no son las palabras de la mente; la realidad, la verdad no puede ser tocada por el pensamiento.

 Donde está el percibir, no está la verdad. 

El pensador y el pensamiento deben llegar a su fin para que la verdad sea. 

Entonçes, «lo que es», es lo sagrado -ese antiguo mármol con el sol dorado sobre él, esa serpiente y el aldeano-. 

Donde no hay amor nada es sagrado. 

El amor es totalidad; en el amor no existe la fragmentación.

DIARIO 2 - J.K. - 29 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 29 de Septiembre, 1973 

Las lluvias estaban llegando a su término y el horizonte ondulaba con nubes doradas y blancas; hinchadas por el viento, se remontaban al cielo verdeazul. 

Todas las hojas de todos los arbustos lucían lavadas y limpias, relumbrantes bajo el sol mañanero. 

Era una mañana deliciosa, la tierra se regocijaba y parecia haber una bendición en el aire.

 Desde esa habitación situada en los altos, podia verse el mar azul, el río que fluía hacia su interior, las palmeras y los mangos. 

La respiración se detenía ante la maravilla de la tierra y la inmensa configuración de las nubes. 

Era muy temprano, había mucha quietud y el ruido aún no había comenzado; escaso tráfico cruzaba el puente, tan sólo una larga fila de carretas de bueyes cargadas con heno. 

Años después llegarían los autobuses con su bullicio y su polución de la atmósfera. 

Era una bella mañana, una mañana plena de dicha y poesía. 

Los dos hermanos eran conducidos en un automóvil hacia un pueblo próximo para que visitarán al padre, a quien no habían visto por cerca de quince años o más. 

Debían marchar a pie una corta distancia por un camino muy mal conservado. 

Llegaron hasta un estanque, un depósito de agua que tenía en todos sus costados escalones de piedra, los que conducían hacia abajo, donde estaba el agua pura. 

En un extremo había un templete que tenía en su cúspide una pequeña torre cuadrada y más bien angosta; alrededor de la misma se veían muchas imágenes de piedra. 

En la galeria del templo que dominaba el gran estanque, había unas cuantas personas absolutamente inmóviles como esas imágenes de la torre, y se hallaban entregadas a la meditación. 

Más allá del agua, justo detrás de algunas casas, se encontraba la casa donde vivía el padre. 

Este salió cuando los dos hermanos se aproximaron, y ellos lo saludaron prostemándose completamente y tocando sus pies. 

Eran tímidos y esperaron que él hablara, como era la costumbre. 

Antes de pronunciar una palabra, entró él en casa para lavarse los pies, porque los muchachos los habían tocado. 

Era un brahmín muy ortodoxo, y nadie podia tocarlo excepto otro brahmín, y sus dos hijos se habían contaminado por haberse mezclado con otros que no eran de su clase y por haber comido alimentos cocinados por no-brahmines. 

Por lo tanto, él lavó sus pies y se sentó en el piso, no demasiado cerca de sus contaminados hijos.

Hablaron por un tiempo, y se acercaba la hora de la comida. 

El los despidió porque no podia comer con ellos ya que habían dejado de ser brahamines. 

El debía de sentir afecto por ellos, porque después de todo eran sus hijos a quienes no había visto por tantos años. 

Si la madre de ellos hubiera estado viva, podría haberles servido de comer, pero seguramente no habría comido con sus hijos. 

Ambos; padre y madre, deben de haber sentido un afecto profundo por sus hijos, pero la ortodoxia y la tradición prohíben cualquier contacto físico con los mismos. 

La tradición es muy fuerte, más fuerte que el amor. 

La tradición de la guerra es más fuerte que el amor; la tradición de matar para comer y matar al que llamamos enemigo, niega la sensibilidad y el afecto humano; la tradición de largas jornadas de trabajo engendra una eficiente crueldad; la tradición del matrimonio pronto se convierte en esclavitud; las tradiciones de rico y del pobre los mantienen apartados uno de otro. 

Cada profesión tiene su tradición propia, su propia élite que genera envidia y enemistad. 

Las ceremonias tradicionales y los rituales que, por todo el mundo, se profesan en los lugares del culto, han separado al hombre del hombre, y las palabras y los gestos no tienen ningún sentido. 

Un millar.de ayeres, por plenos y hermosos que puedan ser, niegan el amor. 

Se cruza por un raquítico puente, al otro lado de una corriente fangosa que se une al rio grande y ancho; y se llega entonces a un villorio de casas de adobe. 

Hay gran cantidad de niños gritando y jugando; las personas mayores se encuentran en los campos o se dedican a la pesca o al trabajo en la ciudad cercana. 

En una pequeña habitación oscura, la ventana es una abertura en el muro; las moscas no penetraban en esta oscuridad. 

Hacía fresco ahí adentro. 

En ese pequeño espacio había un tejedor con un gran telar; no sabia leer pero, habiendo sido educado a su manera, era cortês y estaba totalmente absorto en sus labores. 

Sacó del telar una tela exquisita, con bellos diseños en oro y plata. 

Cualquiera fuera el color del lienzo o de la seda, él podia tejer, dentro de los dibujos tradicionales, lo más fino y mejor. 

Había nacido para esa tradición; era pequeño, gentil y estaba ansioso por demostrar su maravilloso talento. 

Uno lo contemplaba, veia asombrado y con amor en el corazón, cómo de los hilos de seda producía la más fina de las telas. 

La pieza tejida tenía una gran belleza, nacida de la tradición.

DIARIO 2 - J.K - 28 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 28, Septiernbre, 1973 

El enorme perro acababa de matar una cabra; lo habían castigado severamente y lo habían atado, y ahora estaba gimiendo y ladrando. 

La casa se encontraba rodeada por un alto muro, pero de algún modo la cabra había logrado penetrar y el perro la cazó y la mató. 

El dueño de la casa indemnizó al de la cabra con palabras y dinero. 

Era una casa grande rodeada de árboles, y el césped nunca estaba completamente verde por más que lo regaran. 

El sol era cruelmente intenso y todas las flores y arbustos tenían que ser regados dos veces al día; la tierra era pobre y el calor diurno casi marchitaba la vegetación. 

Pero los árboles se habían desarrollado alcanzando un gran tamaño, y daban una sombra confortable a la cual podia uno sentarse temprano en la mañana cuando el sol se encontraba todavia detrás de los árboles. 

Era un buen lugar si uno quería sentarse quietamente y abandonarse a la meditación, pero no si uno deseaba soñar despierto o perderse en alguna ilusión satisfactoria. 

Esas sombras eran demasiado severas, demasiado exigentes, porque todo el lugar estaba entregado a esa clase de quieta contemplación. 

Uno podría complacerse en amables fantasias, pero pronto habría de descubrir que el lugar no invítaba a las imágenes del pensamiento. 

Sentado, con un lienzo que le cubría la cabeza, sollozaba; su mujer acababa de morir. 

Él no deseaba que sus hijos vieran sus lágrimas; ellos también estaban llorando, sin comprender en absoluto lo que había sucedido. 

Madre de muchos hijos, había estado sintiéndose mal, y últimamente había caído muy enferma; el padre, se sentaba a la cabecera de la cama y parecia no moverse de ahí. 

Y un día, después de algunas ceremonias, se llevaron a la madre. 

La casa había quedado extrañamente vacía sin el perfume que la madre le había dado, y ya nunca fue la misma casa, porque ahora reinaba en ella el dolor. 

El padre lo sabía; los niños habían perdido a alguien para siempre, pero hasta ahora no habían conocido el significado del dolor. 

El dolor está siempre ahí, no podemos meramente olvidarlo, no podemos encubrirlo mediante alguna forma de entretenimiento -religioso o de otra clase-. 

Podremos escapar de él, pero siempre estará ahí para encontramos nuevamente. 

Uno podrá entregarse a alguna clase de culto, o abandonarse a alguna creencia consoladora, pero el dolor aparecerá otra vez sin que se le invite. 

El florecimiento del dolor es amargura, cinismo o algún comportamiento neurótico. 

Puede volverlo a uno agresivo, violento y desagradable en el modo de conducirse, pero el dolor estará ahí en nuestro corazón, esperando y acechando. 

Hagamos lo que hagamos, no podemos escapar de él. 

El amor que conocemos, termina en el dolor; el dolor es tiempo, el dolor es pensamiento. 

Derriban el árbol y no derramamos una lágrima; matan un animal para nuestro gusto; la tierra es destruida para nuestro placer; nos educan para matar, destruir -el hombre contra el hombre-. 

La nueva tecnologia y las máquinas están reemplazando los pesados trabajos del hombre, pero no podemos acabar con el dolor mediante las cosas que ha producido el pensamiento. 

El amor no es placer. 

Ella vino desesperada en su dolor; hablaba expresando a borbotones todas las cosas por las que había pasado, la muerte, las insensateces de los hijos con su dedicación a la política, con sus divorcios, sus frustraciones y su amargura, y la completa inutilidad de una vida carente de sentido. 

Ella ya no era joven; en su juventud se había divertido, había tenido un interés pasajero por la política, un poco por la economia y, más o menos, había llevado la clase de vida que casi todos llevan. 

Su marido había muerto recientemente y todo el dolor parecia abatirse sobre ella. 

Se tranquilizó mientras hablábamos. 

Cualquier movimiento del pensar es la profundización del dolor.

<<El pensamiento con sus recuerdos, con sus imágenes de placer y dolor, con su soledad y sus lágrimas, con su autocompasión y sus remordimientos, es el terreno donde arraiga el dolor. 

Escuche lo que se está diciendo. 

Simplemente preste atención -no a los ecos del pasado, no a la superación del dolor o al modo de escapar de su tortura- escuche con el corazón, con todo su ser lo que ahora se está diciendo. 

Su dependencia y apego han preparado el suelo para su dolor. 

Al descuidar el estudio de sí misma y la belleza que ello trae consigo, ha estado alimentando su dolor; todas sus actividades egocêntricas la han conducido a este dolor. 

Simplemente escuche lo que se está diciendo; permanezca con el dolor, no se aleje de él. 

Cualquier movimiento dei pensar es el fortalecimiento del dolor. 

El pensamiento no es amor. 

En el amor no existe el dolor.»

DIARIO 2 -J.K. - 27 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 27, Septiembre, 1973 

Era un templo en ruinas, con sus largos corredores descubiertos, sus portones, las estatuas decapitadas y los átrios desiertos. 

Se había convertido en santuario para pájaros, monos, loros y palomas. Algunas de aquellas estatuas eran todavia imponentes en su belleza; tenían una serena dignidad. 

Todo el lugar se hallaba sorprendentemente limpio, y uno podia sentarse en el suelo para observar a los monos y a los pájaros parlanchines. 

Alguna vez, hace muchísimos años. el templo debió haber sido un lugar floreciente con miles de adoradores, con guimaldas, incienso y plegarias, 

La atmosfera de aquello aún persistia -las esperanzas de esas personas, sus temores y su reverencia-. 

El santuario sagrado había muerto mucho tiempo atrás. 

En estos momentos los monos se estaban perdiendo de vista a medida que aumentaba el calor, pero los loros y las palomas tenían sus nidos en los agujeros y grietas de los altos muros. 

Este antiguo templo en ruinas se hallaba demasiado lejos de los pobladores de la aldea como para que ellos continuaran destruyéndolo. 

De llegar hasta él, hubieran profanado el vacío. 

La religión se ha convertido en superstición y adoración de imágenes, en creencia y ritual. 

Ha perdido la belleza de la verdad; el incienso ha ocupado el sitio de la realidad. 

En vez de la percepción directa, está en su lugar la imagen tallada por la mano o la mente. 

El único y verdadero interés de la religión es la transformación total del hombre. 

Y todo el circo que se desarrolla en torno a la religión es un desatino. 

Por eso es que la verdad no puede encontrarse en ningún templo, iglesia ni mezquita, por hermosos que sean. 

La belleza de la verdad y la belleza del mármol son dos cosas diferentes. 

Una abre la puerta a lo inconmensurable, y la otra aprisiona al hombre; una conduce a la libertad, y la otra es la esclavitud del pensamiento. 

El romanticismo y el sentimentalismo niegan la verdadera naturaleza de la religión, que tampoco es un juguete dei intelecto. 

El conocimiento en el área de la acción, es necesario para que uno funcione con eficiencia y objetividad, pero el conocimiento no es el medio para la transformación del hombre; el conocimiento es la estructura dei pensamiento, y éste es la monótona repetición de lo conocido, por modificado y ampliado que esté. 

No hay libertad por los caminos dei pensamiento, de lo conocido. 

La larga serpiente yacía muy quieta, paralela al reborde seco de los arrozales, voluptuosamente verde y brillante bajo el sol matinal. 

Tal vez se hallaba descansando o acechaba a alguna rana descuidada. 

Las ranas se enviaban por entonces a Europa para ser comidas como una exquisitez. 

La serpiente era larga, amarillenta y se mantenía inmóvil; tenía casi el color de la tierra reseca y resultaba difícil distinguiria, pero la luz del día se reflejaba en sus oscuros ojos. 

La única cosa que se movia, hacia dentro y fuera, era su negra lengua. 

La serpiente no podia advertir la presencia del observador que se hallaba un poco detrás de su cabeza. 

La muerte estaba en todas partes esa mañana. 

Uno podia escucharla en la aldea -los grandes llantos mientras el cuerpo era transportado envuelto en un lienzo; un milano se abatía velozmente sobre un pájaro; algún animal estaba siendo muerto y se oían sus lamentos agónicos-. 

Ello era así día tras día; la muerte siempre está en todas partes, como el dolor. 

La belleza de la verdad y sus sutilezas no se encuentran en las creencias ni en el dogma; nunca están donde el hombre pueda encontrarlas, porque no existe un sendero que conduzca a esa belleza, que no es un punto fijo, un refugio protector. 

Ella tiene su propia delicadeza, y su amor no puede ser medido ni puedé uno retenerlo, experimentarlo.

No tiene un valor comercial que pueda usarse y descartarse. 

Está ahí cuando la mente y el corazón se encuentran vacíos de las cosas del pensamiento. 

El monje o el pobre no están cerca de la verdad, y tampoco lo está el rico; ni el intelectual ni el hombre talentoso pueden tocarla. 

Quien dice que conoce la verdad, jamás se ha acercado a ella. 

Estar muy lejos del mundo implica, tarde o temprano, vivirla. 

Esa mañana los papagayos chillaban revoloteando en tomo al tamarindo; su inquieta actividad, el ir y venir, empiezan muy temprano. 

Se veían como rayas brillantes de color verde con inertes picos rojos. 

Nunca parecían volar en línea recta, siempre lo hacían zigzagueando y chillando mientras volaban.

Ocasionalmente, venían a detenerse en el parapeto del balcón; entonces uno podia observarlos, pero no por mucho tiempo porque volvían a ir se con su extravagante y ruidoso vuelo. 

El único enemigo que tienen parece ser el hombre, que los encierra en jaulas.