LA MUTACIÓN PSICOLÓGICA - J.K. - CAPÍTULO 2 -

 Capítulo Segundo 

El otro día, cuando nos reunimos aquí, estuve hablando sobre la necesidad de libertad; y con esa palabra, “libertad”, no me refiero a libertad superficial o fragmentaria, a ciertos niveles de la propia conciencia. Yo hablaba de ser enteramente libre: libre en la raíz misma de la propia mente, en todas las actividades físicas, psicológicas y parasicológicas de uno. La libertad implica la total ausencia de problemas, ¿no es así? Porque cuando la mente es libre puede observar y actuar con completa claridad; puede ser lo que es sin ningún sentido de contradicción. Para mi, una vida de problemas, económicos y sociales, privados o públicos, destruye y pervierte la claridad. Y uno necesita claridad, necesita una mente que vea claro todo problema, a medida que surge, una mente que puede pensar sin confusión, sin condicionamiento, una mente que tenga la calidad del afecto y del amor, que no tiene nada que ver con la emotividad ni con el sentimentalismo. Para encontrarse en ese estado de libertad –que es sumamente difícil de comprender y que requiere mucha exploración- debe uno tener una mente no perturbada, tranquila; una mente que este funcionando por entero, no sólo en la periferia sino también en el centro. Esta libertad no es una abstracción, no es un ideal. El movimiento de la mente en libertad es una realidad, y los ideales y abstracciones no tienen nada que ver con él en absoluto. Tal libertad sobreviene de modo natural, espontáneo, si problema según va surgiendo, en cualquier nivel que sea, (físico, psicológico, emocional), no puede haber libertad ni, por tanto, claridad de pensamiento, de actitud, de percepción. La mayoría de los seres humanos tienen problemas. Entiendo por “problema” la prolongada perturbación creada por la inadecuada respuesta a un reto, es decir, por la incapacidad para hacer frente a una cuestión de manera total, con nuestro ser entero; o por la indiferencia, que da por resultado la aceptación habitual de los problemas y el limitarse a soportarlos. Hay un problema cuando no se hace frente a cada cuestión ni se va hasta su fin mismo, no mañana ni en alguna fecha futura, sino cuando surge, cada minuto, cada hora, cada día. Cualquier problema, a cualquier nivel, consciente o inconsciente, es un factor que destruye la libertad. Es algo que no comprendemos por completo. Un problema puede ser el dolor moral, la molestia física, la muerte de alguien o la falta de dinero; o puede ser la incapacidad para descubrir por si mismo si dios es una realidad o simplemente una palabra sin sustancia. Y existen los problemas de la relación, tanto privados como públicos, individuales lo mismo que colectivos. El no comprender la totalidad de la relación humana engendra efectivamente problemas; y la mayoría de nosotros tenemos estos problemas –de los cuales surgen las enfermedades psicosomáticas- que paralizan nuestra mente y nuestro corazón. Estando agobiados por estos problemas, recurrimos a varias formas de evasión; rendimos culto al Estado, aceptamos la autoridad, esperamos que algún otro nos resuelva los problemas, nos unimos en una inútil repetición de plegarias y ritos, nos entregamos a la bebida, al sexo, al odio, a la lastima de nosotros mismos, etc.

Hemos cultivado, pues, cuidadosamente una red de evasiones –racionales o irracionales, neuróticas o intelectuales- que nos capacitan par aceptar y, por lo tanto, soportar todos los problemas humanos que surgen. Pero estos, inevitablemente, engendran confusión, y la mente no es libre. Ahora bien, no sé si veis como yo la necesidad, no una necesidad fragmentaria, no la necesidad de un día, porque os veáis forzados súbitamente a enfrentaros con una cuestión, sino la absoluta necesidad, desde el principio mismo del propio pensamiento, sobre estas cosas hasta el fin mismo de la propia vida, de no tener ningún problema. Es probable que no sintáis la urgencia de ello. Más. Si uno ve en forma muy clara y objetiva, no abstracta, que el estar libre de problemas es tan necesario como el alimento o el aire puro, entonces, partiendo de esa percepción, uno actúa, tanto psicológicamente como en la ocupación de la vida diaria; está presente en todo lo que uno hace, piensa y siente. Al menos durante esta mañana, el asunto principal es la liberación de los problemas. Mañana podemos abordarlo de modo distinto, pero no importa. Lo que importa es ver que una mente en conflicto es destructiva, porque está constantemente deteriorándose. El deterioro no es cuestión de vejez ni de juventud, sino que sobreviene cuando la mente está presa del conflicto y tiene muchos problemas sin resolver. El conflicto es el núcleo del deterioro y de la decadencia. No se si veis la verdad de eso. Si la veis, entonces la cuestión es como resolver el conflicto. Mas primero tiene uno que percibir por si mismo la verdad de que una mente que tenga un problema de cualquier clase, a cualquier nivel, de cualquier  duración, es incapaz de pensar claro, de ver las cosas como son, de manera brutal, implacable, sin ningún sentimiento de lastima de sí mismo. Pero la mayoría de nosotros estamos acostumbrados a eludir de modo inmediato un problema que surja, y hayamos muy difícil estar con él. Simplemente observando sin interpretar, condenar ni comparar, sin tratar de modificarlo o de hacer algo con él. Esto requiere la completa atención de uno; mas, para la mayoría de nosotros, ningún problema es nunca tan serio que queramos prestarle toda nuestra atención, pues hacemos una vida muy superficial y fácilmente nos contentamos con respuestas plausibles, reacciones rápidas. Queremos olvidar el problema, relegarlo a un lado y seguir con alguna otra cosa. Sólo cuando el problema nos afecta íntimamente, como en el caso de la muerte o de una completa falta de dinero, o cuando el marido o la esposa nos ha abandonado, sólo entonces es cuando el problema puede llegar ha ser crítico. Mas nunca dejamos que un problema produzca una crisis real en nuestra vida, siempre lo relegamos con explicaciones, palabras, las diversas cosas que utilizamos como defensa. Sabemos, pues, lo que entendemos por la palabra problema. Es una cuestión hasta cuyo fondo mismo no hemos llegado y que no hemos comprendido por completo; No está pues terminada, se repite una y otra vez. Para comprender un problema tenemos que comprender las contradicciones –las extremas tanto como las cotidianas- de nuestro propio ser. Pensamos una cosa y hacemos otras. Decimos una cosa y sentimos de modo muy distinto. Existe el conflicto del respeto y la falta de respeto, la grosería y la cortesía; por un lado está el sentido de la arrogancia, el orgullo, y por el otro jugamos con la humildad. Ya sabéis las muchas contradicciones que todos tenemos, tanto conscientes como ocultas. Pero ¿cómo surgen estas contradicciones?

Por favor, como he dicho repetidamente, no os limitéis a escuchar al que habla, sino escuchad también vuestro propio pensamiento; observad como actúan vuestras propias reacciones, daos cuenta de vuestra propia respuesta cuando se formula la pregunta, de modo que os vayáis conociendo. La mayoría de nosotros, cuando tenemos un problema, queremos saber como resolverlo, que hacer con él, como trascenderlo, como librarnos de él o cual es la respuesta. No estoy interesado en todo eso, quiero saber porque surge el problema; porque si puedo hallar la raíz de un problema, comprenderlo, llegar a su mismo fin, entonces habré hallado la respuesta a todos los problemas. Si sé como hay que mirar de forma completa uno de ellos, entonces puedo comprender cualquier otro que surja en el provenir. ¿Cómo surge un problema psicológico? Veamos esto primero, porque los problemas psicológicos falsean toda actividad de la vida. Cuando la mente, al aparecer un problema psicológico, lo comprende, lo resuelve y no arrastra su recuerdo hasta la hora siguiente o hasta el día siguiente, sólo entonces es capaz de hacer frente al nuevo reto, con frescura, con claridad. Nuestra vida es una serie de retos y respuestas y debemos ser capaces de encararlos por completo con cada reto, porque de lo contrario todos los momentos nos traerán más problemas. ¿Comprendéis? Todo mi interés está en ser libre en no tener problemas: con Dios, con el sexo, con cualquier cosa. Si Dios se convierte en mi problema, entonces no vale la pena buscar a Dios; porque para descubrir si existe eso que se llama  Dios, un algo supremo que rebasa la medida de la mente, mi propia mente ha de ser muy clara, inocente, libre, no impedida por un problema. Por eso he dicho desde el principio mismo que la libertad es necesaria. Se me dice que aún Carl Marx, el dios de los comunistas, escribió diciendo que los seres humanos han de tener libertad. Para mi, la libertad es absolutamente necesaria: Libertad al principio, al medio y al fin. Y esa libertad se niega cuando yo arrastro un problema hasta el día siguiente. Esto significa que no sólo tengo que descubrir como surge el problema, sino también como terminar con él por completo, quirúrgicamente, para que no haya repetición, para no ir cargando con él, para no sentir que pensando en él voy a encontrar la respuesta mañana. Si arrastro el problema hasta el día siguiente, propicio el terreno en el cual el problema se arraiga entonces la necesidad de podar el problema se convierte en otro problema. Por consiguiente, tengo que actuar de modo tan drástico e inmediato que el problema termine por completo. Así pues, ahí están las dos cuestiones: descubrir como surge el problema y también como acabar con él instantáneamente; tanto si el problema es la esposa, los hijos, la falta de dinero, Dios, o lo que sea. Lo que estoy diciendo no es ilógico. Os he mostrado en forma lógica, razonable, la necesidad de acabar con el problema y o arrastrarlo hasta el día siguiente. ¿Os gustaría hacer algunas preguntas sobre esto?

Pregunta: no comprendo porque decís que el dinero no es un problema. 

Krishnamurti: Es un problema para muchos. Nunca he dicho que no lo sea. Mirad, dije que un problema es algo que no comprendéis por completo, ya sea con respecto al dinero, el sexo, Dios, a vuestra relación con la esposa, con alguien que os odia, no importa lo que sea. Si tengo una dolencia o muy poco dinero, esto se convierte en un problema psicológico. O puede ser que el sexo llegue a ser un problema. Estamos investigando como surgen los problemas psicológicos, no como hacer frente a uno determinado. ¿Comprendéis? ¡Dios mío! Esto es muy sencillo. Como sabéis, hay personas en oriente que abandonan el mundo y vagan de pueblo en pueblo, con un cuenco de mendicante. Los brahmanes de la India han establecido, al correr de los siglos, la costumbre de que se respete al hombre que abandona el mundo, y que la gente lo debe alimentar y vestir. Para un hombre así, el dinero no es problema, evidentemente; pero conste que yo no estoy aconsejando aquí esa costumbre. Me limito a señalar que la mayoría de nosotros tenemos problemas psicológicos. ¿No tenéis problemas, no sólo con respecto al dinero, sino también con el sexo, Dios, las relaciones humanas? ¿No os interesáis sobre si se os ama o no? Si tengo muy poco dinero y quiero más entonces eso se convierte en mi problema, me preocupo por ello, hay un sentimiento de ansiedad; o me vuelvo envidioso, porque tenéis más dinero que yo. Todo esto falsea la percepción, y estos son los problemas de que hablamos. Tratamos de descubrir como surge un problema de esta clase. Creo que he dejado esto bastante claro. ¿O queréis que ahonde más en ello?

Seguramente que un problema surge cuando hay en mí una contradicción. Si no la hay, a ningún nivel, no habrá problema; si no tengo dinero trabajaré, mendigaré, pediré prestado, haré algo, y no será problema. 

Pregunta: Pero ¿qué pasa cuando no se puede hacer nada? 

Krishnamurti: ¿Qué queréis decir con eso de que “no se puede hacer nada”? Si tenéis una técnica o algún conocimiento especializado, ejerceréis alguna profesión. Si no, os pondréis a cavar. 

Comentario: Después de cierta edad, un hombre ya no puede trabajar en nada. 

Krishnamurti: Pero tiene la previsión social del Estado. 

Comentario: No, no la tiene. 

Krishnamurti: Entonces se muere y ya no hay problema. Pero este no es vuestro problema, señora, ¿verdad? 

Pregunta: No es mi propio problema personal. 

Krishnamurti: Entonces estáis hablando de otra persona y no nos ocupamos de eso. Aquí hablamos de nosotros como seres humanos con problemas, y no de algún pariente o amigo.

Comentario: Aparte de mi no tiene nadie que lo cuide; sólo yo. ¿Cómo voy a venir a escucharos y dejarlo sin ayuda? 

Krishnamurti: No vengáis. 

Comentario: Pero es que yo quiero venir. 

Krishnamurti: Entonces, no lo convirtáis en problema. 

Pregunta: ¿Estáis diciendo que cuando existe una situación embarazosa o inconveniente, como la falta de dinero, puede la mente elevarse por encima de ella? 

Krishnamurti: No. Como veis ya os habéis adelantado a mí, tratando de resolver el problema. Queréis saber como hacerle frente, Y yo no he llegado a eso todavía. Me he limitado a exponer el problema; y no he dicho lo que hay que hacer con él. Cuando decís que la mente tiene que elevarse por encima del problema, o cuando preguntáis lo que tiene que hacer un pariente o amigo que es viejo y no tiene dinero, ¿veis lo que estáis haciendo? Estáis escapando del hecho real. Un minuto, escuchad lo que estoy diciendo, no aceptéis ni rechacéis lo que diga, sino simplemente escuchadlo. No queréis encararos con el hecho de que sois vosotros los que tenéis el problema y no otra persona. Si podéis resolver el vuestro propio como seres humanos, podéis ayudar a otro o no, según sea el caso a resolver el suyo; pero en cuanto paséis a los problemas de otros y preguntéis: “¿qué tengo que hacer yo?”, os habréis colocado en una posición en la cual no podéis tener respuesta, y por lo tanto eso llega a hacer una contradicción. No se si ha quedado claro todo esto. 

Pregunta: Soy analfabeto, debido a una incapacidad de la infancia, y este ha sido un gran problema para mi durante toda mi vida. ¿Cómo puedo resolverlo? 

Krishnamurti: Todos os preocupáis terriblemente por la resolución de un problema, ¿no? Yo no. Lo siento. Os dije al principio mismo de estas charlas que no estoy interesado en resolver problemas, vuestros o míos. No Soy vuestro auxiliar o guía. Vosotros sois vuestro propio maestro, vuestro propio discípulo. Estáis aquí para aprender, y no para preguntar a otro lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. No es cuestión de lo que debáis hacer con la persona impedida o con la que no tiene bastante dinero o con el analfabetismo, etc. Estáis aquí para aprender vosotros mismos sobre los problemas que tenéis, y no para que yo os instruya. No me pongáis, pues, en esa falsa posición, porque no os instruiré si lo hiciera, me convertiría en un guía, en un gurú, aumentando así la propia explotación que existe en el mundo. Estamos pues aquí, ustedes y yo, para aprender, y no para ser instruidos. Estamos aprendiendo, no por estudio, no por experiencia, sino para estar alerta, despiertos, totalmente concientes de nosotros mismos; de modo que nuestra relación es enteramente distinta de la del instructor y el enseñado. El que habla no os está instruyendo ni diciendo lo que hay que hacer. Esto carecería por completo de madurez.

Pregunta: Cuando somos incapaces de ver todo lo que está implicado en un problema, ¿cómo podemos llegar a su raíz y resolverlo? 

Krishnamurti: Tanto anheláis descubrir lo que hay que hacer, que no me habéis dado oportunidad de tratarlo. Os ruego que escuchéis durante dos minutos, si queréis. Yo no os estoy diciendo lo que hacer con vuestros problemas. Señalo cómo hay que aprender y lo que es aprender; y descubriréis que al aprender sobre vuestro problema éste termina; mas, si esperáis que alguien os diga lo que hay que hacer con un problema, entonces os volveréis como un niño irresponsable, que está siendo dirigido por otra persona, y tendréis aún más problemas. Esto es así de fácil y sencillo. De modo que os ruego, de una vez y para siempre, que quede claro en vuestro corazón y vuestra mente. Estamos aquí para aprender, no para que se nos instruya. Ser instruido es confiar a la memoria lo que se oye; pero la mera repetición de memoria no produce la resolución de los problemas. Sólo hay madurez en el proceso de aprender. De la falta de madurez nace el uso del conocimiento, de lo que simplemente ha sido memorizado como medio de resolver los problemas humanos, y sólo sirve para crear ulteriores modelos, más problemas.

El simple deseo de resolver un problema es eludirlo, ¿no? No he penetrado en él, no lo he estudiado, explorado, comprendido. No conozco su belleza, ni su fealdad, ni su hondura; mi único interés está en resolverlo, dejarlo de lado. Este impulso para resolver un problema sin haberlo comprendido es una evasión del mismo, y por lo tanto, se convierte en otro problema. Toda evasión engendra ulteriores problemas. Ahora bien, tengo un problema y quiero comprenderlo por completo, no quiero escapar de él, no quiero verbalizar sobre él, ni contárselo a nadie, simplemente quiero comprenderlo. No estoy esperando a que alguien me diga lo que hay que hacer. Veo que nadie puede decirme lo que debo hacer; y si alguien me lo dijera y yo aceptase sus palabras, eso sería sumamente tonto y absurdo. Tengo pues, que aprender sin que me instruyan y sin hacer intervenir el recuerdo de lo que he aprendido sobre anteriores problemas al encararme con el actual. ¡Que pena que no veis la belleza de esto!

¿Sabéis lo que significa vivir en el presente? No, me temo que no. Vivir en el presente es no tener continuidad en absoluto. Pero éste es un tema que discutiremos en alguna otra ocasión. Tengo un problema y quiero comprender, quiero aprender sobre él. Para esto no puedo traer los recuerdos del pasado a fin de enfrentarme con él, porque el nuevo problema reclama un nuevo enfoque, y yo no puedo venir a él con mis recuerdos muertos, estúpidos. El problema es activo de modo que tengo que tratar con él en el presente activo y por lo tanto el elemento tiempo hay que relegarlo por completo. Quiero descubrir como surgen los problemas psicológicos. Como dije, si puedo comprender toda la estructura de la causalidad de los problemas y por lo tanto, estoy libre de creármelos, entonces sabré como actuar en relación con el dinero, con el sexo, con el odio, con respecto a todo en la vida; y en el proceso de tratar con estas cosas, no crearé otro problema. Tengo pues, que descubrir como surge un problema psicológico y no como resolverlo. ¿Me entendéis?. Nadie puede decirme como surge; tengo que comprenderlo por mi mismo. Así como yo exploro en mi mismo, tenéis que explorar también en vosotros mismos y no limitaros a escuchar mis palabras. Si no vais más allá de las palabras y si no os miráis a vosotros mismos, las palabras no os ayudarán nada. Llegarán a ser mera abstracción, no una realidad. La realidad es el movimiento efectivo de vuestra propia indagación, que descubre, y no la indicación verbal de ese movimiento. Está claro todo esto hasta aquí.

Para mi, como dije, la libertad es de la más alta importancia. Mas la libertad no puede comprenderse en modo alguno sin inteligencia; y la inteligencia sólo puede venir cuando uno ha comprendido completamente, por si mismo, la causa de los problemas. La mente ha de estar alerta, atenta; ha de hallarse en estado de supersensibilidad, para que cada problema se resuelva a medida que surja. De lo contrario, no hay verdadera libertad, sólo hay libertad fragmentada y superficial, que no tiene valor alguno. Es como el hombre rico que dice ser libre. ¡Dios mío!, es esclavo de la bebida, del sexo, de la comodidad, de una docena de cosas. O como el hombre pobre que dice: “Soy libre porque no tengo dinero”, pero tiene otros problemas. Así, la libertad y la conservación de esta libertad no pueden ser una mera abstracción; tienen que ser la absoluta demanda, por vuestra parte, como seres humanos, porque sólo cuando hay libertad es cuando podéis amar. ¿Cómo podéis amar si sois ambiciosos, codicioso, competitivos?. No asintáis señores. Me estáis dejando que haga yo todo el trabajo.

No estoy nada interesado en resolver el problema, ni en buscar a alguien que me diga el modo de resolverlo. No me lo puede decir ningún libro, ningún guía, ninguna iglesia, sacerdote, salvador. Hemos jugado con eso miles de años y todavía seguimos cargados de problemas, que lo único que hacen es seguir multiplicándose, como ocurre ahora. Así que, ¿cómo surge un problema?. Como dije, cuando no hay contradicción en nuestro interior, no hay problema. La auto-contradicción implica un conflicto del deseo, pero el deseo mismo nunca es contradictorio. Desde luego que lo que crea contradicción son los objetos del deseo; como pinto cuadros, o escribo libros, o hago alguna cosa tonta, quiero ser famoso, reconocido. Cuando nadie me reconoce, hay una contradicción y me siento desgraciado, tengo miedo de la muerte, que no he comprendido; y en lo que llamo amor hay una contradicción. Veo pues, que el deseo es el principio de la contradicción; no el deseo mismo, sino los objetos del deseo son los contradictorios. Si trato de cambiar o negar los objetos del deseo, diciendo que me voy a aferrar a una sola cosa y a nada más, entonces eso también se vuelve un problema, porque tengo que resistir, tengo que levantar barreras contra todo lo demás. Así es que lo que tengo que hacer no es meramente cambiar o reducir los objetos del deseo, sino comprender el deseo mismo. Podéis decir: ¿Qué tiene que ver todo esto con el problema? Creemos que es el deseo el que crea conflicto, contradicción; y yo indico que no es el deseo, sino los objetos o fines en conflicto con el deseo los que crean la contradicción. Y no es bueno tratar de no tener más que un deseo.

Eso es como el sacerdote que dice: “Sólo tengo un deseo, el de alcanzar a Dios”, y que tiene innumerables deseos, de los cuales no es consciente siquiera. Tiene uno, pues, que comprender la naturaleza del deseo, y no limitarse a someterlo a control o a negarlo. Toda la literatura religiosa dice que tenéis que destruir el deseo, estar sin él, cosa que nada vale. Tiene uno que comprender como surge el deseo y que es lo que le da continuidad. ¿Entendéis el problema? Podéis ver como surge el deseo; es bastante sencillo. Hay percepción, contacto, sensación, incluso sensación sin contacto; y de la sensación viene el principio del deseo. Veo un automóvil; sus líneas, su forma, su belleza, me atraen, y lo quiero. Pero destruir el deseo es no ser sensible para nada. Desde el momento en que soy sensible, ya estoy en el proceso del deseo. Veo un objeto bello, o una bella mujer, lo que sea, y surge el deseo; o veo un hombre de enorme inteligencia e integridad y quiero ser así. De la percepción viene la sensación, y de esta el principio del deseo. Esto es lo que realmente sucede. No hay en ello nada complicado. La complejidad empieza cuando interviene el pensamiento y da continuidad al deseo. Pienso en el auto o en la mujer o en el hombre inteligente, y por ese pensamiento se le da continuidad al deseo. De lo contrario, este no tiene continuidad. Puedo mirar el vehículo, y con eso se acabó. ¿Comprendéis esto? Pero en el momento en que le concedo un momento de mi pensamiento a ese vehículo, entonces el deseo tiene continuidad, y la contradicción empieza.

Pregunta: ¿Puede haber deseo sin objeto? 

Krishnamurti: No existe tal cosa. No hay deseo abstracto. 

Pregunta: Entonces el deseo está siempre conectado con un objeto, pero dijisteis antes que tenemos que comprender el mecanismo del propio deseo y no preocuparnos de su objeto. 

Krishnamurti: Señor, he señalado como surge el deseo y como, por el pensamiento, le damos continuidad al deseo. Lo siento, pero tenemos que detenernos ahora y continuar el jueves próximo. 

14 de julio de 1964.

Saanen 



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