OBRAS COMPLETAS - TOMO 2 - CONTINUACIÓN

 CUARTA PLÁTICA EN RÍO DE JANEIRO


Amigos:

Cada uno está tratando de encontrar la felicidad, la verdad, o trata de encontrar a Dios, dando al objeto de su búsqueda un nombre diferente de acuerdo con sus capacidades intelectuales, su educación religiosa y el medio. Ustedes han venido aquí esperando descubrir una certidumbre alrededor de la cual construir toda su vida y su acción.

Ahora bien, ¿por qué están buscando la máxima certidumbre, esa realidad que, según esperan, les dará la felicidad y explicará la crueldad y el sufrimiento del hombre? ¿Cuál es la causa de esa búsqueda de ustedes? Fundamentalmente, la razón de esta búsqueda -la razón humana, no alguna razón intelectual- es que, como hay tanto sufrimiento en uno y alrededor de uno, quieren escapar del presente hacia una utopía idealista del futuro, hacia un sistema intelectual del pensamiento, o hacia una autoridad en la cual depositar la fe y la certidumbre. Un hombre profundamente enamorado no va en busca de amor y felicidad: pero el hombre que está enamorado, que no es feliz, que sufre, busca lo opuesto de aquello en lo que se halla atrapado. Siendo ustedes desdichados, sintiendo un gran vacío, una gran desesperación, comienzan a buscar una salida, un escape. A este escape lo llaman búsqueda de la realidad, de la verdad o el nombre que prefieran darle.

Casi todos los que dicen que están buscando la felicidad, en realidad tratan de escapar, de huir del conflicto, de la desdicha, de la completa insignificancia en la que están presos. Al sentimos inseguros del amor, de cuanto pensamos, toda búsqueda se dirige a certezas y satisfacciones: porque el amor y el pensamiento están constantemente buscando certidumbres en las cuales puedan anclarse. A estas anclas las llamamos realidades, felicidad e indagaciones en la inmortalidad. Queremos aseguramos de que hay algo perdurable, algo más que esta confusión y desdicha.

Si de verdad consideran -y por favor, no escuchen tan sólo con el intelecto lo que estoy diciendo-, si de verdad consideran su propia búsqueda y la examinan, verán que están escapando de esta confusión y desdicha, hacia lo que imaginan que es real y llaman felicidad. Desean una droga, un narcótico que los satisfaga, que los ponga a dormir apaciblemente. El único hecho, la única realidad que podemos comprender plenamente, es esta confusión, esta desdicha, este conflicto: y escapar de eso no es sino crear ilusión. Si escapan de los hechos, sólo pueden caer en ilusiones, esperanzas, anhelos carentes de realidad. Por lo tanto, salirse de la realidad debe conducir, inevitablemente, a la ilusión, aunque esta ilusión pueda haberse arrogado una realidad gracias al tiempo y a la tradición.

Ahora no digan, por favor: “¿Acaso no hay nada más allá de la confusión, de la desdicha?” Quiero explicar cómo actúan nuestras mentes, cuáles son nuestras reacciones; comprendiendo eso de manera correcta y completa, podremos entonces proseguir cuidadosamente hacia algo que puede ser comprendido sólo a través de la realidad, no de las ilusiones. Por favor, permítanme repetir que la búsqueda de la felicidad, de la verdad o realidad, nace del deseo de escapar de la prisión del sufrimiento y, por lo tanto, es fundamentalmente falsa. A menos que disciernan esto claramente y lo comprendan por completo, lo que diga más adelante en mi plática no será plenamente comprendido. Así que lo investigaré a fondo.

Cuando sufrimos por la pérdida de alguien a quien amamos, o existe en nuestras vidas el vacío de la frustración o la desesperación de la total incertidumbre, comenzamos a crear lo opuesto y perseguimos esa imagen esperando que nos lleve a la paz, a la realización, a la plenitud. Así somos arrastrados, consciente o inconscientemente, de modo sutil o grosero, cada vez más lejos de la realidad, del sufrimiento en el presente.

Supongamos que han perdido a alguien a causa de la muerte. Sufren y comienzan a preguntar acerca del más allá, si es un hecho o no. Entonces se dedican a investigar la teoría de la reencarnación. ¿Qué es lo que hacen en realidad? Tratan de alejarse del sufrimiento. De este modo, las explicaciones y los así llamados hechos, actúan meramente como drogas para mitigar la agudeza del sufrimiento. Donde existe el deseo de escapar, éste tiene que crear ilusión. Como en realidad sufrimos constantemente, hemos creado innumerables ilusiones, y nuestra búsqueda de la realidad no es sino la búsqueda de una ilusión mayor y más espléndida.

Si comprenden esto completamente, percibirán la total ineficacia de la búsqueda de felicidad, de certidumbre, lo inútil que es buscar la verdad o como quieran llamar a eso. Ya no se interesarán en medir lo inmensurable. 

De una vez por todas, la mente debe liberarse de este deseo de escapar: sólo entonces estará preparada para descubrir la causa fundamental del sufrimiento, porque el sufrimiento es la principal realidad con la que está familiarizado cada uno de nosotros.

Ahora bien, para comprender fundamentalmente la causa del sufrimiento, la mente tiene que estar libre de los ideales, porque los ideales no son sino modos de escapar de la realidad. Cuando la mente tome clara conciencia de sí misma, percibirá que sólo imita patrones de conducta, que va tras de objetivos, creencias, ideales que ella misma ha establecido como un recurso para poder zafarse de la confusión. Así, la mente superpone esas creencias y esos ideales, a la confusión y al sufrimiento. En otras palabras, los ideales son tan sólo ilusiones que nos ofrecen esperanza y estímulo para eludir el presente. En caso de que no comprendan completamente esto, daré un ejemplo.

Existe el ideal de la hermandad y del amor fraternal. Ahora bien, ¿qué es lo que de hecho ocurre? Hay guerras, nacionalidades, divisiones de clases, del hombre contra el hombre, explotaciones, el agrupamiento de los seres humanos en religiones que los separan a causa de los dogmas. Eso es, en realidad, lo que está sucediendo. ¿De qué les sirve, entonces, su ideal? Ustedes dirán: “Vamos a avanzar gradualmente hacia ese ideal y a la larga llegaremos”. ¿Pero cuál es el valor que tiene en el presente? ¿Para qué quieren ideales cuando saben positivamente que no podrá haber hermandad mientras existan las distinciones creadas por la religión, por el afán adquisitivo y la explotación en que están viviendo? Sus ideales son sólo soporíferos sentimentales para las personas que no quieren actuar en el presente. Mientras que, si no tuvieran ideales en absoluto y vieran la realidad de la confusión y crueldad que los rodea, sin ser cegados por esperanzas que se han convertido en ideales, entonces, al ser resueltos estos problemas, habría naturalmente hermandad, verdadera unidad entre todos los hombres. Por consiguiente, los ideales les dan, de hecho, la oportunidad de no enfrentarse a la presente corrupción y explotación, de la que ustedes mismos participan.

Las mentes persiguen, en su mayor parte, la autoridad de las creencias e ideales porque no desean comprender el presente; y ésa es una de las razones principales de que nunca descubran y, por lo tanto, no disipen la causa del sufrimiento.

Así hemos elaborado, en el curso de muchos siglos, un medio compuesto por ilusiones como la autoridad, el espíritu imitativo, las creencias, los ideales, el cual nos da la ocasión de apelar a formas sutiles de escape. Los seres humanos sufren dentro de esa cárcel de la limitación, y dentro de ella tratan de encontrar las soluciones para su sufrimiento -dentro de las ilusiones que han desarrollado alrededor de sí mismos-, Pero existen otros que de verdad disciernen la naturaleza ilusoria de esta estructura y, a causa de que sufren mucho más intensa e inteligentemente y no están dispuestos a escapar hacia el futuro, en esa misma agudeza del dolor descubren la verdadera libertad respecto del sufrimiento.

Por lo tanto, tienen que preguntarse si están buscando una solución para su sufrimiento dentro del círculo de la ilusión, dentro del medio formado durante siglos -creando así ulteriores ilusiones y enredándose más dentro de esa prisión-, o si están buscando abrirse paso a través de las múltiples ilusiones que, en el curso de los siglos, han elaborado con respecto a sí mismos. Porque en este proceso de discernimiento, conocen y disuelven la causa del dolor. Sólo entonces, y no antes de eso, la mente es capaz de discernir la verdad. La propia búsqueda de la realidad es una ilusión, porque no es sino un escape. Cuando todos los escapes y las ilusiones han sido disipados por la comprensión, sólo entonces puede la mente percibir aquello que es permanente, lo inmensurable.

Pregunta: ¿Qué piensa usted de la caridad y la filantropía social?

KRISHNAMURTI: La filantropía social devuelve a la víctima un poquito de lo que el filántropo le ha quitado despiadadamente. Ustedes primero lo explotan, le hacen trabajar innumerables horas y todo lo demás, amasan grandes riquezas mediante la astucia y el engaño, y después se vuelven magnánimamente y le dan un poco a la pobre víctima. (Risas) No sé por qué se están riendo, ya que ustedes hacen la misma cosa, sólo que de una manera diferente. Pueden no ser astutos, hábiles y lo bastante despiadados como para amasar riquezas y volverse filántropos; pero espiritualmente, idealmente amasan lo que llaman conocimiento, a fin de protegerse a sí mismos.

La caridad es inconsciente de sí misma; no hay acumulación primero y después distribución. Es como la flor: natural, abierta y espontánea.

Pregunta: ¿Deben ser destruidos los Diez Mandamientos?

KRISHNAMURTI: ¿No están destruidos ya? ¿Acaso existen ahora? Tal vez petrificados en el libro de oraciones para ser venerados como ideales, pero de hecho no existen. Durante muchos siglos el hombre ha sido guiado por medio del temor, forzado, obligado a actuar conforme a ciertas normas; pero la más alta forma de moralidad es hacer una cosa por sí misma, no por un motivo o una recompensa. Ahora bien, en vez de ser forzados a seguir un patrón de conducta, tenemos que descubrir por nosotros mismos cuál es la verdadera moralidad. Ésta es una de las cosas más difíciles de lograr: descubrir por uno mismo cómo actuar correctamente; ello requiere inteligencia, un ajuste continuo, no el seguimiento de una ley o de un sistema, sino una intensa percepción alerta, discernimiento en el instante mismo de la acción. Y esto sólo puede ocurrir cuando la mente se está liberando a sí misma, con comprensión, del miedo y de las compulsiones.

Pregunta: ¿Existe Dios?

KRISHNAMURTI: Me pregunto qué valor tendría si yo dijera sí o no. Afirmarlo o negarlo no revelaría la verdad. Uno tiene que descubrir eso por sí mismo. En consecuencia, no puede afirmar ni negar. Si yo dijera sí, ¿qué ocurriría? Sería otra creencia para ser añadida a su museo de creencias. Si dijera no, eso también pertenecería a un museo, un museo de otro tipo. Uno u otro modo carece de importancia para usted. Si dijera sí, me convertiría en una autoridad y usted tal vez podría moldear su vida conforme a ese patrón; si dijera no, eso también establecería un patrón. Usted no puede abordar este problema de la existencia o no existencia de Dios, con ningún prejuicio, ya sea a favor o en contra. Lo que puede hacer es preparar el suelo de la mente y ver qué ocurre. O sea, dejar que la mente se libere a sí misma de todas las ilusiones, de todos los temores, prejuicios y anhelos, y permanezca por completo sin expectativa alguna; entonces una mente así puede discernir si Dios existe o no. Uno tiene una mente especulativa y, por entretenimiento intelectual, trata de resolver este interrogante; pero una mente de esa clase no puede encontrar una respuesta verdadera. Todo lo que podemos hacer es abrimos paso por la falsedad, por las ilusiones que hemos creado acerca de nosotros mismos. Y esto requiere, no una indagación en la existencia de Dios, sino una acción completa, una acción de todo nuestro ser, en el presente.

Pregunta: ¿No son necesarios los sacerdotes para conducir al ignorante hacia la virtud?

KRISHNAMURTI: Ciertamente, no. Pero ¿quiénes son los ignorantes? Esta pregunta puede ser formulada a cada uno de ustedes, no a una masa indefinida llamada los ignorantes. La masa son ustedes. ¿Necesitan sacerdotes? ¿Quién va a decir quiénes son los ignorantes? Nadie. Siendo, pues, ignorante, ¿necesita usted un sacerdote? ¿Y puede un sacerdote sacarlo alguna vez de esta ignorancia y conducirlo hacia la virtud? Si usted se limita a considerar que un hombre ignorante que existe de manera indefinida en alguna parte y a quien usted no conoce, necesita un sacerdote, entonces está perpetuando la explotación y todos los trucos de las religiones. Nadie puede conducirlo a uno hacia la virtud, excepto uno mismo mediante su propia comprensión, mediante su propio sufrimiento.

Pregunta: ¿Es posible alcanzar la perfección en medio de lo imperfecto?

KRISHNAMURTI: ¿En qué otra parte puede usted realizar la perfección, en qué otra parte puede comprender la perfección, salvo en medio de lo imperfecto? Pero toda esta idea de obtener la perfección, ¡es tan fundamentalmente errónea! Por favor, tiene que reflexionar sobre esto con mucho cuidado. Cuando habla de perfección, usted quiere decir alcanzar un objetivo, una certidumbre, un poder capaz de darle seguridad y del cual jamás surja el conflicto, el dolor.

La perfección no es un fin, un punto fijo, absoluto, sino un continuo devenir. Cuando la mente está libre de los opuestos, entonces hay un movimiento ininterrumpido, un flujo continuo de la realidad. La perfección es la acción, el fluir continuo de la realidad, no un objetivo absoluto hacia el cual usted va progresando merced a innumerables experiencias, recuerdos, lecciones, sufrimientos. Para comprender este fluir de la vida, la mente debe estar continuamente libre de finalidades, de certidumbres, que no son sino el resultado del deseo de autoprotección.

Si usted considera lo que he estado diciendo esta tarde, discernirá el encierro que hemos creado en el curso de muchos siglos y del cual nos hemos convertido en prisioneros, destruyendo así nuestra inteligencia creativa. Si la mente puede empezar a derrumbar los muros de esa cárcel por medio de la comprensión, entonces hay una acción normal y genuina, exenta de dolor.

Pregunta: ¿No es el egoísmo la raíz de la explotación religiosa y económica?

KRISHNAMURTI: Señor, eso es obvio. Es el egoísmo el que ha creado las jaulas de la religión; es el egoísmo el que crea la explotación de la gente. El interlocutor sabe esto, pero ¿qué hace al respecto? Sabemos que existe una explotación despiadada por parte de los hábiles y astutos, que hay pobreza en medio de la abundancia. Pero ¿se ha preguntado el interlocutor si él no está tomando parte en esta cruel y estúpida batalla adquisitiva? Si realmente sintiera la espantosa crueldad de todo esto y actuara inteligentemente, sería como una llama consumiendo las estupideces que lo rodean.

10 de mayo de 1935

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