SÉPTIMA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
Por unos momentos, imaginativamente al menos, examinemos el mundo desde un punto de vista que revelará las actividades internas y las actividades externas del hombre, sus creaciones y sus batallas; y si pueden hacer eso imaginativamente por unos momentos, ¿qué ven extenderse ante ustedes? Ven al hombre aprisionado por innumerables murallas, las murallas de la religión, de las limitaciones sociales, políticas y nacionales, murallas creadas por sus propias ambiciones, aspiraciones, esperanzas, sus propios temores, prejuicios, su odio y su amor. Está retenido dentro de estas barreras y prisiones, limitado por los mapas coloreados de las fronteras nacionales, los antagonismos raciales, las luchas de clases, las discriminaciones de grupos culturales. En todo el mundo vemos al hombre aprisionado, encerrado por las limitaciones y barreras de su propia creación. A través de estos muros y estos cercamientos trata de expresar lo que siente y piensa, y dentro de estas prisiones funciona, con alegría o con dolor.
Vemos, pues, al hombre como un prisionero, encerrado dentro de las murallas de su propia creación, de su propia hechura; dentro de estos encierros, de estas murallas del medio en que vive, dentro de la limitación de sus ideas, ambiciones y aspiraciones, trata de funcionar, a veces exitosamente y a veces en medio de una lucha espantosa. Y al hombre que tiene éxito en obtener comodidades en la prisión lo llamamos triunfador, mientras que al que sucumbe en la prisión lo llamamos un fracasado. Pero tanto el éxito como el fracaso se encuentran dentro de los muros de la prisión.
Cuando miramos el mundo de ese modo, vemos al hombre en esa limitación, en ese encierro. Y, ¿qué es ese hombre, qué es esa individualidad? ¿Qué es su medio y qué son sus acciones? Acerca de eso quiero hablar esta mañana.
Después de todo, ¿qué es la individualidad? Cuando ustedes dicen: “Soy un individuo”, ¿qué es lo que quieren decir con eso? Pienso que, sin darle a ello sutiles explicaciones filosóficas o metafísicas, lo que entienden por individualidad es la conciencia de la separación y la expresión de esa conciencia separada, a la que llaman expresión de la propia personalidad. Es decir, la individualidad es ese reconocimiento pleno, la conciencia plena del pensamiento separado, de la emoción separada, limitados y sujetos ambos por el cautiverio del medio en que vivimos; y a la expresión de ese pensar y sentir limitados -que son en esencia la misma cosa-, la llamamos expresión propia. Esta expresión del individuo, que no es sino la conciencia de la separación, está, o bien forzada u obligada por las circunstancias a tomar cierto canal particular de acción o, a pesar de las circunstancias, expresa a la inteligencia, la cual es el vivir creativo. Esto es, como individuo se ha vuelto consciente de su acción separativa, de que está obligado, forzado, circunscripto, impulsado a funcionar a lo largo de un canal que él no ha elegido en absoluto. Casi todos están forzados a trabajos, actividades, vocaciones que no son las adecuadas para ellos. Pasan el resto de su existencia luchando contra estas circunstancias y, de ese modo, desperdician todas sus energías en la lucha, en la pena, en el sufrimiento y, ocasionalmente, en el placer. O un hombre se abre paso a través de las limitaciones del medio porque comprende el pleno significado del mismo, y vive inteligentemente, creativamente, expresándose ya sea en el mundo del arte, de la música, de la ciencia o en el de las profesiones, sin el sentido de separación.
Esta expresión de la inteligencia creativa es muy rara, y aunque tiene la apariencia de la individualidad o de la condición separativa, para mí no se trata de la individualidad sino de la inteligencia. Donde funciona la verdadera inteligencia, no hay conciencia de individualidad; pero donde hay frustración, esfuerzo y lucha contra las circunstancias, existe la conciencia de la individualidad, la cual no es inteligencia.
Al hombre que funciona inteligentemente y que, por lo tanto, está libre de las circunstancias, lo llamamos creativo, divino. Para aquél que está en prisión, el hombre liberado, inteligente es un dios. Así que no necesitamos discutir a ese hombre libre, porque él no nos concierne; no concierne a la mayoría de las personas, y no voy a tratar esa libertad, porque la liberación, la divinidad, puede ser comprendida, realizada sólo cuando hemos abandonado la prisión. Estando en prisión, no podemos comprender la divinidad. En consecuencia, es por completo inútil, meramente metafísico o filosófico, discutir qué es la liberación, qué es la divinidad, qué es Dios; porque lo que ahora pueden discernir como Dios, tiene que ser muy limitado, ya que la mente de ustedes se halla restringida, mantenida en cautiverio; por lo tanto, no describiremos eso.
Mientras esta expresión espontánea e inteligente que llamamos vida -esa realidad exquisita- está bloqueada, es tan sólo la acentuación de la conciencia del individuo. Cuanto más combatimos al medio sin comprenderlo, cuanto más luchamos contra las circunstancias, más conscientes nos volvemos, en ese esfuerzo, de nuestra limitación.
Por favor, no supongan que lo opuesto de esa conciencia limitada es la completa aniquilación, o el funcionamiento mecánico, o la actividad grupal. Les estoy mostrando la causa de la individualidad, cómo surge ésta; pero la disipación, la desaparición de la conciencia limitada, no implica que ustedes se volverán mecánicos, o que habrá un funcionamiento colectivo a partir del foco de un solo individuo dominante. Porque la inteligencia está libre tanto de lo particular constituido por el individuo, como de lo colectivo (porque, al fin y al cabo, lo colectivo no es sino la multiplicidad de individuos), y cuando existe la desaparición de esta conciencia limitada que llamamos individualidad, ello no implica que ustedes se vuelven mecánicos, colectivos; significa, más bien, que hay inteligencia, y esa inteligencia es cooperativa, no destructiva ni individualista ni colectiva.
Cada ser humano se halla, pues, bloqueado; consciente de su propia condición separativa, funciona dentro y a través del medio que lo rodea, luchando contra él y haciendo esfuerzos colosales para adaptar, modificar y alterar las circunstancias. ¿Acaso no es esto lo que todos hacen? Están bloqueados en su amor, en su vocación, en sus acciones; y en la lucha contra sus limitaciones agudizan la conciencia y comienzan a modificar y alterar las circunstancias, el medio. ¿Qué sucede, entonces? Incrementan meramente los muros de resistencia, porque la modificación o alteración no es sino el resultado de la falta de comprensión; cuando uno comprende, no busca modificar, alterar, reformar.
Así, en la modificación, en el ajuste y la alteración, en nuestros esfuerzos por abrimos paso a través de las limitaciones, de los muros, hay lo que llamamos actividad. Para la inmensa mayoría de la gente, la acción no es sino la modificación del medio, y esta acción lleva a agrandar los muros de la prisión, a limitar más aún el medio que nos rodea. Si no comprendemos algo y tan sólo tratamos de modificarlo, nuestra acción tiene que aumentar las barreras, tiene que erigir nuevas series de barreras; nuestros esfuerzos sólo agrandan la prisión. Y estas barreras, estas murallas son lo que el hombre llama su medio; y al funcionamiento dentro de estas barreras y murallas, lo llama acción.
Me pregunto si he logrado explicar esto. Sin comprender el significado de su medio, el hombre lucha para alterarlo, modificarlo, con lo cual sólo consigue hacer más altos los muros de su prisión, aunque piense que los ha derribado. Estos muros son el medio, el cual cambia constantemente, y para el hombre la acción no es sino la modificación de este medio.
Por lo tanto, nunca hay liberación ni integridad ni riqueza en esta acción; sólo hay aumento del temor, jamás plenitud de realización. Todo el proceso de la existencia del individuo, de cada uno de ustedes, es una multiplicación de problemas. Piensan que han resuelto un problema y en su lugar se ha desarrollado otro, y así continúan hasta el fin de la vida. Y cuando no hay problema en absoluto, a eso lo llaman muerte. Naturalmente, cuando no hay posibilidad de ningún problema ulterior, eso es para ustedes aniquilación y muerte.
Además, ¿acaso el afecto que sienten, el amor, no tiene su origen en el miedo y está cercado por los celos, las sospechas, y abrumado por la posesión y el dolor? Porque este amor ha nacido del deseo de poseer, ha nacido de la insuficiencia, de la falta de integridad. Y el pensamiento es meramente la creación a la limitación y al medio. ¿No es así? Cuando ustedes dicen “yo pienso”, “yo siento”, están reaccionando al medio y no tratan de abrirse paso por ese medio. Pero la inteligencia es el proceso de abrirse paso por el medio que los rodea, no es la reacción al medio. O sea, cuando dicen “yo pienso”, quieren decir que tienen cierto grupo de ideas, dogmas, creencias y credos. Y así como un animal atado a un poste se mueve dentro del largo de su cuerda, ustedes se mueven dentro de la limitación de estas creencias, dogmas y credos. Eso, por cierto, no es pensar. Es meramente reaccionar al estado de servidumbre, a las creencias, dogmas y credos; estas reacciones implican un esfuerzo, un conflicto, y a ese conflicto lo llaman ustedes pensar, pero es meramente como caminar dando vueltas una y otra vez dentro de los muros de una prisión. La acción de ustedes no es sino un modo de reaccionar a esta prisión y produce más temor, más limitación, ¿no es así?
¿Cuando hablamos de acción, ¿qué queremos decir? Un movimiento dentro de la limitación del medio, movimiento confinado a una idea fija, un prejuicio fijo, una creencia fija, un dogma o un credo fijos; a un movimiento así de limitado lo llamamos acción. Por lo tanto, cuando más actuamos, menos inteligentes y libres nos volvemos, porque siempre tenemos este punto fijo de certidumbre, de seguridad, este dogma o credo; y como empezamos actuando a partir de ahí, creamos naturalmente ulteriores limitaciones, ulteriores muros de restricción. Entonces nuestra acción no es creativa, no se origina en la inteligencia, la cual es, en sí misma, integridad. Por lo tanto, no hay júbilo ni éxtasis ni plenitud de vida ni amor.
Careciendo, pues, de esa inteligencia creativa que es la comprensión del medio, el hombre empieza a entretenerse dentro de los muros de su prisión, embelleciendo y decorando la prisión y procurándose comodidades dentro de los muros; y piensa y cree que así va a traer belleza a esa fea prisión. Por consiguiente, comienza a reformar, busca sociedades que hablan acerca de la hermandad, pero que también se encuentran dentro de la prisión; trata de lograr la libertad mientras permanece siendo posesivo. Así, a este adornar, reformar, entretenerse, buscar comodidades dentro de los muros de esa prisión, él lo llama vivir, funcionar, actuar. Y como en ello no hay inteligencia ni éxtasis creativo del vivir, debe estar siempre aplastado por la falsa estructura que él mismo ha erigido. Así que empieza a resignarse a la prisión porque no puede alterar, derribar estas limitaciones. Por no tener deseos de hacerlo o por faltarle la intensidad de sufrimiento requerida para acabar con esa prisión, se resigna a ella refugiándose en el romanticismo o escapando mediante la glorificación de su propia persona. A esta glorificación de sí mismo la llama religión, espiritualismo, ocultismo, ya sea científico o espurio.
¿No es eso lo que hace cada uno de nosotros? Por favor, ¿no es aplicable a ustedes? No digan que esto se refiere al individuo a quien observamos desde la cima del mundo. Este individuo somos nosotros mismos, es nuestro vecino, cada uno de nosotros. Por lo tanto, cuando hablo de estas cosas, no miren al vecino ni piensen en algún amigo lejano, lo cual no es sino una manera inmediata de escapar. Antes bien, cuando hablo dejen que frente a ustedes se forme el espejo de la inteligencia, de modo que puedan verse a sí mismos sin distorsión alguna, sin prejuicios, con claridad. De esa claridad nacerá la acción, no un pensar apático o la mera modificación del medio.
Por otra parte, si no son imaginativos o románticos, si no buscan lo que llaman Dios o religión, crean alrededor de ustedes un remolino febril de actividad, se vuelven inventores de esquemas, empiezan a reformar el medio que los rodea, a alterar los muros de la prisión y aumentan más aún las actividades que desarrollan en esa prisión.
Empiezan, si no son imaginativos o románticos o místicos, a crear una actividad cada vez mayor dentro de esa prisión, titulándose reformadores, y así crean una limitación cada vez mayor, más restricción y caos en la prisión. Por esto tienen divisiones artificiales llamadas religiones y nacionalidades, causadas o creadas por explotadores y peipetuadas para su propia profesión y su propio beneficio.
Qué es, entonces, la religión? ¿Qué función tiene la religión, así como es? No imaginen alguna religión maravillosa, verdadera y perfecta; estamos discutiendo lo que existe, no lo que debería existir. ¿Qué es esta religión de la cual el hombre se ha vuelto un esclavo, a la cual ha sucumbido desesperadamente, sin inteligencia, para ser sacrificado el altar por el explotador? ¿Cómo ha sido creada? Es el individuo el que la ha creado a causa del deseo por la propia seguridad, deseo que, naturalmente, genera temor. Cuando a ustedes comienzan a buscar su seguridad propia mediante lo que llaman espiritualidad, la cual es falsa, tienen que sentir temor. Cuando la mente busca seguridad, ¿qué espera? Asegurarse una condición en la cual pueda estar tranquila, una base de certidumbre desde la cual pueda pensar y actuar, y entonces vivir perpetuamente en esa condición. Pero una mente que busca certidumbre jamás está segura. La que puede de verdad llegar a sentirse segura es la mente que no busca certidumbre, la mente que no tiene miedo, que ve la futilidad de un objetivo, de una culminación, de un logro, que vive con inteligencia y, debido a eso, con seguridad; por lo tanto, es inmortal.
Así que la búsqueda de seguridad debe crear temor, y de ese temor nace el deseo de credos y creencias a fin de apartar el temor. Con sus creencias, sus credos, dogmas y autoridades, ustedes empujan al temor y lo introducen en el trasfondo. Para apartar el temor, buscan guías, maestros, sistemas, porque esperan que, siguiéndolos, obedeciéndolos, imitándolos, tendrán paz y consuelo. Son los embaucadores que los explotan convertidos en sacerdotes, predicadores, mediadores, swamis y yoguis.
No inclinen las cabezas aprobando, porque todos ustedes se encuentran en este caos. Están todos atrapados en eso. Sólo podrán inclinar la cabeza en señal de aprobación cuando estén libres de ello. Escuchándome e inclinando la cabeza muestran la mera aprobación intelectual de una idea que estoy expresando. ¿Qué valor tiene eso?
Donde existe el anhelo de seguridad tiene que haber temor, y así la mente y el corazón buscan instructores espirituales para aprender de ellos medios de escape. Tal como en el circo los animales son adiestrados a fin de que funcionen para diversión de los espectadores, así el individuo, a causa del temor, busca a estos adiestradores espirituales que él llama sacerdotes y swamis y que son los defensores de la falsa espiritualidad y de las insensateces de la religión. Naturalmente, la función de los adiestradores espirituales es crear diversiones para ustedes; por eso inventan ceremonias, disciplinas y cultos. Todas estas cosas pretenden ser bellas en su expresión, pero degeneran en supersticiones. No son sino fraude bajo el manto del servicio.
La disciplina es tan sólo una forma de amoldamiento a un tipo diferente de medio; sin embargo, la batalla prosigue constantemente dentro de ustedes aun cuando mediante la disciplina están sofocando esa inteligencia creativa. Y la adoración, que en realidad es algo muy bello, algo que en sí mismo es afecto, amor, esa adoración es exteriorizada, explotada, y entonces se vuelve inútil, sin significado ni valor alguno.
De todo este temor nace, naturalmente, la búsqueda de seguridad, la búsqueda de la verdad o Dios. ¿Acaso pueden ustedes encontrar a Dios? ¿Acaso pueden encontrar la verdad? Pero la verdad existe; Dios existe. Ustedes no pueden encontrar la verdad, no pueden encontrar a Dios porque la búsqueda que emprenden no es más que una manera de escapar del temor, el deseo de una culminación. Por lo tanto, cuando buscan a Dios están buscando meramente un cómodo lugar de reposo. Por cierto, eso no es Dios, eso no es la verdad; sólo es un lugar, una morada de estancamiento de la cual es desterrada toda inteligencia, en la cual se extingue toda vida creativa. Para mí, la búsqueda misma de Dios o de la verdad, es su negación. La mente que no busca una culminación, una meta, un objetivo, descubrirá la verdad. Entonces la divinidad no es un deseo insatisfecho y exteriorizado, sino esa inteligencia que en sí misma es Dios, belleza, verdad, plenitud total.
Como dije, hemos creado divisiones artificiales que llamamos religiones y organizaciones sociales para la vida humana. Después de todo, estas organizaciones sociales se basan esencialmente en nuestras necesidades, necesidades de vivencia, comida y sexo. Toda la estructura de nuestra civilización se basa en eso. Pero esta estructura se ha vuelto tan monstruosa, hemos exaltado tan terriblemente nuestras necesidades de vivienda, comida y sexo -que son simples, naturales y puras-, que éstas se han vuelto complicadas y convertidas en algo horrible, cruel, espantoso por esta estructura colosal y en permanente desintegración que llamamos sociedad y que ha sido creada por el hombre.
Al fin y al cabo, descubrir nuestras necesidades en su simplicidad, naturalidad, pureza y espontaneidad, requiere tremenda inteligencia. El hombre que ha descubierto cuáles son sus necesidades, ya no está más atrapado por el medio en que vive.
Pero a causa de que hay tanta explotación, tanta falta de inteligencia, tanta crueldad en la exaltación de estas necesidades, la estructura que llamamos nacionalismo, independencia económica, las organizaciones políticas y sociales, las divisiones de clase, el prestigio y las culturas raciales de los pueblos... esta estructura existe para la explotación del hombre por el hombre y lo conduce al conflicto, a la falta de armonía, a la guerra y a la destrucción. Después de todo, éste es el propósito de las diferencias de clase, ésta es la función de todas las nacionalidades, de los gobiernos soberanos, de los prejuicios raciales, de esta completa expoliación y explotación del hombre por el hombre que se deriva en la guerra.
Así son las cosas, pues, así es toda esta estructura, esta creación de nuestra mente humana que nosotros mismos hemos establecido individualmente. Estas monstruosas, crueles, terribles discriminaciones sociales y religiosas que dividen, separan, desunen a los seres humanos, han causado estragos en el mundo. Ustedes, como individuos, las han creado, no han nacido de manera natural, misteriosa y espontánea. No las ha creado algún dios milagroso. Es el individuo el que las ha creado, y sólo ustedes como individuos pueden destruirlas. Si esperamos que surja otro sistema monstruoso capaz de crear una nueva condición para que vivamos en ella, entonces sólo nos convertiremos en esclavos de esa nueva condición. En eso no puede haber inteligencia ni un vivir espontáneo, creativo.
Como individuo, cada uno de ustedes debe comenzar a percibir el verdadero significado del medio, ya sea éste del pasado o del presente; o sea, debe percibir el verdadero significado de las circunstancias que cambian continuamente; y en la percepción de lo verdadero en el medio que nos rodea, tiene que haber un gran conflicto. Pero ustedes no desean el conflicto, anhelan reformas, quieren que alguien reforme el medio. Como casi todos se hallan en conflicto y tratan de escapar de ese conflicto buscando una solución, la cual puede ser una mera modificación del medio, como casi todos están atrapados en el conflicto, les digo: Vuélvanse intensamente conscientes de ese conflicto, no intenten escapar de él, no traten de buscarle soluciones. Entonces, en esa agudeza del sufrimiento discernirán el verdadero significado del medio en que viven. En esa claridad de pensamiento no hay engaño posible ni búsqueda de seguridad ni impedimentos ni limitaciones.
Esto es inteligencia, y esta inteligencia es pura acción. Cuando la acción nace de esa inteligencia, cuando la acción es, en sí misma, inteligencia, entonces ustedes no buscan esa inteligencia ni intentan comprarla mediante la acción. Entonces hay plenitud, suficiencia y riqueza interna, realización de esa eternidad que es Dios. Y esa plenitud, esa inteligencia impide para siempre la creación de barreras y prisiones.
24 de junio de 1934
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