DÉCIMA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
He estado diciendo que poner el acento en lo inmediato, no resuelve el muy complejo problema humano. Entiendo por lo inmediato, la apremiante atención que concedemos a los sentidos y a su satisfacción. Es decir, el hecho de acentuar los valores económicos y sociales en vez de lo primordial y eterno, nos conduce a acciones distorsionadas y terribles. Lo inmediato se convierte en el futuro cuando los valores sensorios reciben la promesa de su satisfacción mediante el sacrificio del presente; cuando sacrificamos el presente con las esperanza de una felicidad futura o de un futuro bienestar económico, ése es el comienzo de una cmel irreflexión y de los desastres que acarrea. Tal insistencia en lo inmediato debe derivarse, inevitablemente, en un caos mayor porque, al dar importancia a lo que es secundario, pasamos por alto lo total, lo verdadero, y de ese modo originamos confusión y desdicha. Cada uno debe darse cuenta, debe examinar y sondear por sí mismo lo que involucra el hecho de dar importancia fundamental a la satisfacción de los deseos sensorios. Ceder a los valores de los sentidos es, finalmente, dar origen a las guerras, a las catástrofes económicas y sociales. Buscar nuestro enriquecimiento en las cosas — hechas por la mano o por la mente — es crear pobreza interna, la cual trae consigo inenarrables desdichas. La acumulación y la importancia que le concedemos, privan al pensamiento-sentimiento de la realización de lo real, de lo único que podrá traernos orden, claridad y felicidad.
Si buscamos cultivar primero lo interno, lo real, entonces lo secundario, el orden económico y social, vendrá y se establecerá sensata y acertadamente. De lo contrario, habrá constantes rebeliones económicas y sociales, guerras y confusión. Al buscar lo eterno, seremos capaces de generar orden y claridad. La parte jamás es el todo, y el cultivo de la parte trae consigo incesante confusión, conflicto y antagonismo.
Para comprender lo total, debemos comprendernos primeramente a nosotros mismos. En uno mismo se encuentra la raíz de la comprensión, y si no nos comprendemos a nosotros mismos, no podemos comprender el mundo, porque el mundo es uno mismo. El otro — el amigo, la relación, el enemigo, el vecino cercano o distante — es uno mismo.
El conocimiento propio es el principio del recto pensar, y en el proceso del conocimiento propio se descubre lo infinito. El libro del conocimiento propio no tiene comienzo ni final. Es un proceso de descubrimiento constante y, lo que se descubre, es verdadero; y la verdad es liberadora, creativa. Si en ese proceso de comprensión de nosotros mismos buscamos un resultado, tal resultado nos ata, nos encierra y obstaculiza; en consecuencia, no se descubre lo inconmensurable, lo intemporal. Buscar un resultado es querer descubrir un valor, lo cual equivale a cultivar el anhelo y, por lo tanto, a engendrar ignorancia, conflicto y sufrimiento. Si procuramos comprender, al leer este libro rico y complejo, descubriremos sus riquezas infinitas. Leer este libro del conocimiento propio es tornarse consciente y alerta. Gracias a este estado de alerta, cada pensamiento-sentimiento es examinado sin que lo juzguemos; de ese modo, le permitimos florecer, lo cual genera comprensión, porque al seguir en su plenitud cada pensamiento-sentimiento, encontraremos que en él está contenido todo el pensar. Podemos pensar y sentir de una manera completa, sólo cuando no perseguimos un resultado, una finalidad.
En este proceso del conocimiento propio surge a la existencia el recto pensar; y el recto pensar libera del anhelo a la mente. La libertad respecto del anhelo es virtud. La mente debe liberarse del anhelo, causa de ignorancia y dolor. Para que la mente sea virtuosa y esté libre del anhelo, es esencial que haya completa franqueza, honradez, y éstas surgen con la humildad. Una integridad semejante no es una virtud ni una finalidad en sí misma, sino el producto secundario de la liberación del pensamiento respecto del anhelo, el cual se expresa principalmente en la sensualidad, en la prosperidad o mundanalidad, en la persecución de inmortalidad o fama personal. El pensamiento, al liberarse del anhelo, comprenderá la naturaleza del miedo y, de ese modo, lo superará, dando lugar al amor, que en sí mismo es eterno.
La vida simple no consiste tan sólo en contentarse con unas pocas cosas, sino más bien en liberarse del espíritu adquisitivo, de la dependencia y de las distracciones tanto internas como externas. Gracias a la constante percepción alerta, el proceso identificador de la memoria, que nos ata al tiempo y crea el "yo", es de esa manera disuelto. Sólo entonces puede manifestarse la realidad suprema.
Comprender esta entidad compleja que es uno mismo, resulta sumamente difícil. Una mente cargada de valores y prejuicios, una mente que siempre juzga y compara, no puede comprenderse a sí misma. El conocimiento propio llega con la percepción alerta y sin opciones, y cuando el anhelo ya no deforma más el pensamiento-sentimiento, en esa plenitud, hallándose la mente por completo silenciosa, creativamente vacía, existe lo supremo.
Pregunta: Yo tenía un hijo que fue muerto en esta guerra. El no quería morir. Deseaba vivir e impedir que este horror se repitiera. ¿Tengo la culpa de que lo hayan matado?
KRISHNAMURTI: Todos nosotros tenemos la culpa de que el horror actual continúe. Este es el resultado externo de nuestra vida cotidiana basada en la codicia, la mala voluntad y la lujuria, nuestra vida cotidiana de competencia, afán adquisitivo y religiones especializadas. La culpa es de todos los que, entregándose a esto, han creado la terrible calamidad que padecemos. Debido a que somos nacionalistas, individualistas, irascibles, cada uno de nosotros está contribuyendo a este asesinato en masa. A ustedes les han enseñado cómo matar y morir, pero no cómo vivir. Si de todo corazón aborrecieran la matanza y la violencia en cualquiera de sus formas, encontrarían medios y arbitrios para vivir pacífica y creativamente. Si ése fuera el interés primero y fundamental de ustedes, investigarían cada causa, cada insumo que contribuye a la violencia, al odio, al asesinato en masa. ¿Están así, de todo corazón, interesados en detener las guerras? Si lo están, entonces deban erradicar en sí mismos las causas que los impulsan a la violencia y a matar por cualquier razón que sea. Si desean poner fin a las guerras, entonces debe tener lugar en ustedes una profunda revolución basada en la compasión y la tolerancia; en tal caso, el pensamiento-sentimiento debe liberarse del patriotismo, de su identificación con cualquier clase de gmpos, así como de la codicia y de aquellas causas que engendran enemistad.
Una madre me dijo que renunciar a estas cosas sería no sólo extremadamente difícil, sino que también significaría una gran soledad y un total aislamiento que ella no podría afrontar. ¿No era, pues, responsable por esta indecible desdicha? Usted tal vez concuerde con ella, y así, mediante su pereza, su irreflexión, quizás esté añadiendo combustible a las siempre crecientes llamas de la guerra. Si, por el contrario, intentara seriamente erradicar en sí misma las causas de enemistad y violencia, habría paz y júbilo en su corazón, lo cual tendría efecto inmediato a su alrededor.
Debemos reeducarnos para no matar, para no liquidarnos unos a otros por el motivo que fuere y por justo que pueda parecer este motivo en nombre de la felicidad futura de la humanidad; no matarnos por una ideología, aunque aparezca como muy prometedora, no ser educados tan sólo tecnológicamente, lo cual contribuye por fuerza a la crueldad, sino contentarnos con poco, ser compasivos y buscar lo supremo.
Impedir esta destrucción y este horror en permanente aumento, depende de cada uno de nosotros, no de tal o cual organización o planificación, no de alguna ideología ni de la invención de mayores instrumentos de destrucción masiva ni de este o aquel líder, sino de cada uno de nosotros. No piensen que las guerras no pueden ser detenidas si comenzamos de una manera tan humilde y modesta; para llegar lejos debemos empezar cerca — una piedra puede alterar el curso de un río — . Para comprender el caos y la desdicha del mundo, uno debe comprender su propia confusión y su dolor, porque de éstos provienen, ampliados, los problemas del mundo. Para que podamos comprendernos a nosotros mismos, tiene que haber una constante percepción meditativa, la cual hará que afloren a la superficie las causas de la violencia y del odio, de la codicia y de la ambición; al estudiarlas sin identificarnos con ellas, el pensamiento habrá de superarlas. Nadie puede conducirnos a la paz, salvo cada uno de nosotros por sí mismo; no hay líder ni sistema que puedan poder fin a la guerra, a la explotación y a la opresión, nadie excepto cada uno de nosotros. Sólo gracias a nuestra reflexión, a nuestra compasión, a nuestra comprensión despierta, podrán establecerse la buena voluntad y la paz.
Pregunta: Aunque usted explicó la semana anterior cómo liberarnos del odio, ¿ tendría la bondad de examinar eso nuevamente, ja que, en mi sentir, lo que usted dijo fue de gran importancia?
KRISHNAMURTI: El odio es el resultado de una mente pequeña, mezquina. Una mente estrecha es intolerante. Una mente en estado de esclavitud es capaz de alimentar resentimientos. Ahora bien, una mente pequeña que se dice a sí misma que no debe odiar, sigue siendo pequeña. Una mente ignorante es causa de enemistad y conflicto.
El problema no es, entonces, cómo liberarnos del odio, sino más bien cómo destruir la ignorancia, el "yo", que origina la estrechez del pensar-sentir. Si nos limitamos a vencer el odio sin comprender las modalidades de la ignorancia, esa ignorancia producirá otras formas de antagonismo y, por consiguiente, el pensar-sentir será violento y estará siempre en conflicto. Entonces, ¿cómo vamos a liberar la mente con respecto a la ignorancia y la estupidez? Lo haremos por medio de un constante estado de percepción alerta, dándonos cuenta de que nuestro pensamiento-sentimiento es pequeño, mezquino y estrecho, y no avergonzándonos de ello, comprendiendo las causas que lo han empequeñecido y encerrado en sí mismo. Cuando comprendemos las causas en toda su profundidad y amplitud, se manifiesta en nosotros la inteligencia, la generosidad desinteresada y la bondad, y el odio cede, entonces, su lugar a la compasión. Así, gracias a la constante percepción alerta, se descubre, comprende y disuelve el proceso del "sí mismo", con su carga del "yo" y "lo mío": mi logro, mi país, mis posesiones, mi dios. Para comprender, no debemos juzgar o comparar, aceptar o negar, porque toda identificación impide esa pasiva conciencia alerta, único estado en el que tiene lugar el descubrimiento de lo verdadero, descubrimiento creativo y liberador. Si la mente se halla pasiva y negativamente alerta, está abierta a a percepción y es capaz, entonces, de descubrir las cosas que la esclavizan, las influencias o ideas que la limitan y, de ese modo, puede liberarse de ellas.
De modo que ningún problema puede resolverse en su propio nivel; ha de ser resuelto en un nivel diferente de abstracción. El pensar es así un proceso de expansión, de investigación inclusiva, no una negación o una afirmación concentradas en un punto. Al tratar de comprender el odio y sus causas, al tratar de liberar al pensamiento-sentimiento desembarazándolo de los obstáculos y las ilusiones engañosas, la mente se torna más amplia y más profunda. En lo más grande, deja de existir lo más pequeño.
Pregunta: ¿Hay algo después de la muerte, o ésta es el final? Algunos dicen que hay una continuación, otros hablan de aniquilación. ¿Qué dice usted ?
KRISHNAMURTI: Esta pregunta involucra muchas cosas y, como es compleja, tendremos que investigarla, si lo desea, profunda y abiertamente. Ante todo, ¿qué entendemos por individualidad? Pasque no estamos considerando la muerte en abstracto, sino la muerte de un individuo, délo particular. El "ya" individual, con su nombre y su forma, ¿continuará o dejará de existir? ¿Nacerá da nuevo? Antes de que podamos responder a esta pregunta, debemos descubrir de qué está compuesta la individualidad. No puede haber respuesta correcta para una pregunta incorrecta; sólo una pregunta conecta puede tener respuesta. Y ninguna de las preguntas que se relacionan con los problemas profundos de la vida, tiene una respuesta categórica, porque cada uno de nosotros debe descubrir por sí mismo qué es lo verdadero. Sólo la verdad trae libertad.
La individualidad, aunque pueda tener nombres y formas diferentes, ¿no es, acaso, el resultado de una serie de reacciones acumuladas y recuerdos del pasado, del ayer? Cada uno de nosotros es el producto del pasado, y el pasado contiene el uno y los muchos, lo contiene a usted y al otro. Usted es el resultado de su padre y su madre, de todos los padres y todas las madres; usted es el padre, el hacedor del pasado, el padre del futuro. Así, mediante La memoria que Lo identifica, se crea el "yo", "lo mío"; de este modo, el "yo" se convierte en el factor que nos ata al tiempo. De allí surge la pregunta acerca de si el "yo" continúa después de la muerte o si es aniquilado. Sólo cuando el "yo", el creador del pasado, del presente y del futuro, el que nos amarra al tiempo, es trascendido, sólo entonces existe aquello que es imperecedero, intemporal
En esto se halla también la cuestión de la causa y el efecto. La causa y el efecto, ¿están separados, o el efecto se encuentra dentro de la causa? Fluyen juntos, existen juntos y son un fenómeno conjunto; es imposible separarlos. Aunque el efecto pueda tomar "tiempo" en producirse, la semilla del efecto está en la causa, coexiste con la causa. Ya no se trata de causa y efecto, sino de un problema mucho más delicado y sutil que debe ser examinado, experimentado. El conjunto causa-efecto se convierte en el medio de restringir, de condicional la conciencia, y estas restricciones ocasionan conflicto y pesar; sutiles e íntimas, deben ser descubiertas y comprendidas, lo cual liberará finalmente de la ignorancia y del dolor, al pensamiento.
En esta cuestión del nacimiento y la muerte, de la continuidad y la aniquilación, ¿no están implicados el progreso, el gradualismo? ¿Acaso algunos de nosotros no pensamos que, gradualmente, a través de repetidos nacimientos y muertes, por obra del tiempo, el "yo", volviéndose más y más perfecto, realizará finalmente la suprema bienaventuranza? El "yo", ¿es una entidad permanente, una esencia espiritual? ¿No es, acaso, un compuesto de elementos reunidos entre sí y, por lo tanta, es impermanente? ¿No es un resultado y, por eso, no puede ser una esencia espiritual? ¿No tiene el "yo" una continuidad dada por la memoria que lo identifica, sujeta al tiempo y, en consecuencia, impermanente y transitoria? Lo que en sí mismo es impermanente, compuesto, ¿cómo puede dar can aquello que es sin causa, lo eterno? Eso que es el origen de la ignorancia y del dolor, ¿cómo puede alcanzar la bienaventuranza suprema? Lo que es un producto del tiempo, ¿cómo puede conocer la intemporal?
Están aquéllos que, al darse cuenta de la impermanencia del "yo", afirman que lo permanente puede ser hallada si nos deshacernos de las numerosas capas del "yo", lo cual requiere tiempo y, por consiguiente, se torna necesario reencarnar. El "yo", que es el resultado del anhelo, que es la causa de La ignorancia y del dolor, continúa, como podemos observarlo; pero para comprenderla e ir más allá, no debemos pensar en términos de tiempo. Lo intemporal no se realiza a través del tiempo. ¿No es errónea esta manera de abordar la realidad mediante el gradualismo, mediante el lento proceso evolutivo, a través de nacimientos y muertes? ¿No es eso la racionalización del pensamiento condicionado, de la postergación, de la pereza y la ignorancia?
Esta idea del gradualismo existe, ¿no es así?, porque no pensamos y sentimos de manera simple y directa. Optamos por una explicación satisfactoria, una racionalización de nuestro esfuerzo perezoso y confuso. ¿Puede lo real ser descubierto mediante el pensar condicionado, mediante la postergación? El "yo", que es la causa de la ignorancia y del dolor, ¿puede llegar a ser perfecto gradualmente, con el transcurso del tiempo? ¿Puede disolverse por obra del tiempo? Eso que por su propia naturaleza es causa de ignorancia, ¿puede llegar a la iluminación? ¿No debe dejar de existir antes de que pueda haber luz? Su terminación, ¿es un asunto de tiempo, un proceso horizontal? ¿O la iluminación es posible sólo cuando el pensamiento-sentimiento abandona el proceso horizontal del tiempo y, de ese modo, puede pensar y sentir de manera vertical, directa? Por este sendero horizontal de tiempo, de postergación, de ignorancia, no se llega a la verdad; ésta debe ser hallada verticalmente en cualquier punto a lo largo del proceso horizontal, siempre que el pensar-sentir pueda salirse de él liberándose del anhelo y del tiempo. Esta libertad no depende del tiempo sino de la intensidad de la percepción alerta y de la plenitud del conocimiento propio.
El pensamiento, ¿tiene que atravesar forzosamente las etapas de la familia, el grupo, la nación y el internacionalismo, para poder llegar a realizar la unidad humana? ¿Acaso no es posible pensar y sentir directamente la unidad de todos los seres humanos, sin pasar por estas etapas? Nos lo impide nuestro condicionamiento, ¿no es así? Si racionalizamos nuestro condicionamiento y, de ese modo, lo aceptamos, jamás realizaremos la unidad humana y, por eso, tendremos guerras incesantes y terribles desastres. Racionalizamos nuestro condicionamiento porque es más fácil aceptar lo que es — el hecho de ser perezosos, irreflexivos — que examinarlo vigorosamente, descubrir qué hay de verdadero en ello. Tenemos miedo de examinar, porque el examen podría revelar temores ocultos, traernos conflictos y sufrimientos, forzarnos a seguir líneas de acción que podrían generar incertidumbre, inseguridad, aislamiento y demás. Aceptamos, pues, nuestro condicionamiento, inventando una teoría de crecimiento gradual hacia la definitiva unidad humana, y obligamos a todo pensamiento, sentimiento y acción, a amoldarse a nuestra satisfactoria teoría.
Similarmente, ¿no aceptamos con satisfacción esta teoría del gradualismo, del crecimiento evolutivo hacia la perfección? ¿No la aceptamos debido a que apacigua nuestro ansioso temor a la muerte, a La inseguridad, a lo desconocido? Aceptándola, damos lugar al condicionamiento y nos convertimos en esclavos de ideas erróneas, de falsas esperanzas. Es preciso que nos abramos paso por estos condicionamientos, pero no en el curso del tiempo, no en el futuro, sino en el perpetuo presente. En el presente está lo eterno.
Sólo el recto pensar puede liberar de la ignorancia y del dolor a nuestro pensamiento-sentimiento; el recto pensar no es el resultado del tiempo sino de tornarnos intensamente alerta en el presente, alerta a todo condicionamiento que impida la claridad y la comprensión.
A la realización de aquello que es inmortal, imperecedero, no se llega por el camino de la continuidad del "yo". Y tampoco por lo opuesto a dicha continuidad. En los opuestos hay conflicto, pero no se encuentra la verdad. El recto pensar surge gracias a la percepción alerta con respecto al "yo" y en la claridad que trae consigo el conocimiento propio. La capacidad de realizar la verdad está en nosotros. Cultivando el recto pensar que llega con el conocimiento propio, el pensamiento-sentimiento se despliega dentro de lo real, de lo que está más allá del tiempo.
Se me dirá que no he respondido a la pregunta, que la he evadido, que he andado con rodeos. ¿Qué tendría que haberles dicho? ¿Qué hay o que no hay continuidad? ¿No es más importante saber cómo descubrir por uno mismo lo verdadero, antes que depender de lo que otro pueda decirnos acerca de lo que es? Esto último será tan sólo verbal y, por lo tanto, poco significará, mientras que lo otro traerá consigo la verdadera experiencia; por consiguiente, es de suma importancia. Pero si nos limitamos a afirmar que hay continuidad o que no la hay, una declaración semejante sólo fortalecerá la creencia en lo uno o en lo otro, y éste es el obstáculo mismo que se interpone en el contacto con lo real. Lo esencial es ir más allá de nuestras estrechas creencias y formulaciones, de nuestros anhelos y esperanzas de experimentar aquello que es imperecedero e intemporal.
Pregunta: Los científicos, ¿no salvarán al mundo?
KRISHNAMURTI: ¿Qué entendemos por científicos? Aquéllos que trabajan en los laboratorios y fuera de ellos son seres humanos como nosotros, con prejuicios nacionales y raciales, personas codiciosas, ambiciosas, crueles. ¿Salvarán algo ellos? ¿Acaso están salvando al mundo? ¿No emplean su conocimiento tecnológico para destruir más que para curar? En sus laboratorios quizá procuren saber y comprender, pero ¿no están impulsados por el "yo", por el espíritu competitivo, por las pasiones, igual que los demás seres humanos? Uno tiene que estar en guardia, en estado de alerta vigilancia con respecto a todo gmpo organizado; cuanto más organizados, controlados y moldeados están los seres humanos, tanto más incapaces son de pensar de manera total, completa. De nodo que ustedes piensan sólo parcialmente, lo cual genera calamidades, desdichas. Hay que tener cuidado con los profesionales; ellos tienen sus intereses creados, sus requerimientos estrechos. Es necesario estar en guardia con los especialistas en cualquier disciplina que fuere. La especialización en la parte, impide comprender el todo. Cuanto más confiemos en los especialistas y dejemos a su cargo la responsabilidad de salvar al mundo de la desdicha y del caos, mayores serán la confusión y las catástrofes que deberemos soportar. ¿Quién va a salvarnos, excepto nosotros mismos? Porque el líder, el partido, el sistema tienen su existencia dentro de ustedes, y lo que son ustedes, eso son ellos; si ustedes son ignorantes y violentos, competidores y codiciosos, ellos los representarán.
Los científicos y los legos somos nosotros mismos; pensamos parcialmente desechando lo total, Irreflexivamente, permitimos que nos moldeen la sensualidad, la mala voluntad y la ignorancia. A causa del temor y de la dependencia, dejamos que nos regimenten y nos opriman. ¿Qué puede salvarnos, excepto nuestra propia capacidad de liberarnos de esas servidumbres que generan conflicto y desdicha? Nadie puede reeducarnos; sólo podemos hacerlo nosotros mismos, y esta reeducación es una tarea ardua.
En nosotros está lo total, el comienzo y el fin. Encontramos difícil de leer el libro del conocimiento propio, y siendo impacientes y codiciosos respecto de los resultados, acudimos a los científicos, a los grupos organizados, a los profesionales, a los líderes. Así jamás nos salvamos, nadie puede liberarnos, porque sólo gracias a nuestra propia comprensión podemos vernos libres de la ignorancia y del dolor. El reeducarnos es una tarea difícil que exige percepción alerta constante y gran flexibilidad, no opiniones y dogmas, sino comprensión. Para comprender el mundo, cada uno debe comprenderse a sí mismo, porque él es el mundo; desde el conocimiento propio surge el recto pensar. Sólo el recto pensar traerá orden, claridad y paz creadora. Para poder pensar y sentir de un modo nuevo acerca del dolor de la existencia, cada uno debe tornarse tan plenamente alerta que sea capaz de examinar, sondear cada pensamiento-sentimiento, pero esto se ve impedido si nos identificamos o si juzgamos.
Pregunta: A. mí no me interesan particularmente ni la nacionalidad ni la virtud. Pero me ha impresionado muchísimo lo que usted dijo acerca de lo increado. ¿ Tendría la bondad de examinar eso un poco más, aunque sea difícil ?
KRISHNAMURTI: Usted no puede escoger y examinar una sola cosa, porque la nacionalidad, la virtud y lo increado se relacionan entre sí. Podría aceptar lo que le agrada y rechazar lo que le resulta desagradable; lo agradable y lo desagradable, el ritualismo y el dolor, la virtud y el mal, se relacionan entre sí; escoger uno y rechazar otro es hallarse atrapado en la red de la ignorancia.
Pensar acerca de lo increado, sin que la mente se libere en verdad del anhelo, es ceder a la especulación y la superstición. Para experimentar lo increado, lo inconmensurable, la mente debe terminar con sus propias creaciones. Debe dejar de ser el depósito de los recuerdos acumulados. Aquello que adoramos es nuestra propia creación y. por la tanto, no es lo real. Para que lo increado sea, tienen que dejar de ser el pensador y su pensamiento.
Lo increado puede manifestarse sólo cuando la mente es capaz de hallarse absolutamente quieta y silenciosa. Una mente fragmentada, abrasada por los anhelos, jamás está tranquila. No hay virtud posible si el pensamiento no se ha liberado del anhelo; cuando comienza a hacerlo, existe el recto pensar, El recto pensar es lo que, finalmente, originará la claridad de percepción. Por cierto, hay una diferencia entre lo que concebimos y lo que experimentamos. Experimentamos desde la formulación, desde la imaginación, desde lo conocido; pocos son capaces de experimentar sin símbolos, sin imágenes mentales, sin formulaciones. La comprensión negativa hace que la mente se libere de la copia, de lo creado. Nuestras mentes están llenas de recuerdos, de conocimientos, de acciones y reacciones respecto de la relación y de las cosas. No hay una rica quietud interna libre de pretensiones y deseos; por lo tanto, no existe el vacío creativo, Una mente rica en actividades, en posesiones, rica en recuerdos, no se da cuenta de su propia pobreza. Una mente así no conoce la comprensión negativa, es incapaz de experimentar lo increado. No tiene acceso a la suprema sabiduría.
Pregunta: ¿No es necesaria la práctica de una disciplina regular ?
KRISHNAMURTI: Un bailarín o un violinista practican muchas horas por día a fin de mantener ágiles y flexibles sus músculos, sus dedos. Ahora bien, ¿conserva usted su mente flexible, reflexiva, compasiva, si practica algún sistema o alguna disciplina en particular? ¿O la mantiene alerta, sensitiva, si se da cuenta constantemente de sus pensamientos-sentimientos? Pensar, sentir de verdad, es no pertenecer a ningún sistema. Cesamos de pensar si lo hacemos desde el punto de vista de un sistema y, debido a que pensamos dentro de sistemas, nuestro pensamiento necesita fortalecerse de algún modo. Un sistema sólo producirá una forma especializada de pensamiento, pero eso no es pensar, ¿verdad? La mera práctica de una disciplina a fin de obtener un resultado, sólo fortalece el pensamiento haciéndolo funcionar dentro de una rutina y, de tal modo, lo limita. Pero si percibimos claramente, si nos damos cuenta de que estamos pensando desde el punto de vista de sistemas, fórmulas y patrones, entonces, al liberarse de éstos el pensamiento-sentimiento, comienza a tornarse flexible, alerta y penetrante. Si podemos seguir de principio a fin cada pensamiento, acompañarlo hasta donde nos sea posible, entonces seremos capaces de comprender y experimentar amplia y profundamente. Esta percepción alerta profunda y expansiva, contiene su propia disciplina, una disciplina no impuesta desde afuera o internamente conforme a sistema o patrón alguno, sino que ella es el resultado del conocimiento propio y, por consiguiente, del recto pensar y de la comprensión. Una disciplina así es creativa, no forma hábito ni fomenta la pereza.
Si usted se da cuenta de cada pensamiento-sentimiento, por trivial que sea, y lo examina, lo sondea tan profunda y extensamente como le sea posible, el pensar acaba, entonces, con las limitaciones que él mismo se ha impuesto. De este modo, tiene lugar un ajuste basado en la comprensión, una disciplina mucho más efectiva y flexible que la disciplina impuesta por cualquier patrón de conducta. Si no existe, gracias a la percepción alerta, el despertar de la suprema inteligencia, entonces la práctica de una disciplina tan sólo crea hábito, irreflexión. La percepción alerta misma, a través del conocimiento propio y el recto pensar, genera su propia disciplina. El hábito, la irreflexión, como medios para lograr un fin, transforman el fin en ignorancia. Los buenos medios crean buenos fines, porque el fin existe en los medios.
Pregunta: ¿Cómo puedo lograr una quietud mental en la que sea posible realizar algo que influya sobre los problemas cotidianos ? ¿Y cómo puedo, también, conservar la mente quieta ?
KRISHNAMURTI: Tal como un lago está en calma cuando cesa la brisa, así, cuando la mente ha comprendido v trascendido los problemas conflictivos que ha creado, adviene una gran quietud. Esta tranquilidad no puede ser inducida por la voluntad o el deseo; es la consecuencia de habernos liberado del anhelo.
Nuestra así llamada meditación consiste en aquietar la mente utilizando diversos métodos, lo cual sólo fortalece aún más la concentración exclusiva y egocéntrica; tal concentración limitadora produce su propio resultado, pero éste no es el de una comprensión extensiva, global. No es la suprema inteligencia y sabiduría que traen, tranquilidad a la mente, de manera natural y sin compulsión alguna. Esta comprensión ha de ser despertada y cultivada mediante la constante percepción alerta de cada pensamiento, sentimiento y acción-, de cada perturbación por grande o pequeña que sea. Al comprender y así disolver los conflictos y las perturbaciones que se hallan en la mente consciente, en la capa externa, la mente ha generado claridad; entonces, es capaz de comprender, pasivamente, las capas más profundas de la conciencia relacionadas entre sí, con sus acumulaciones, impresiones v recuerdos. De este modo, gracias a un estado constante de percepción alerta y pasiva, el proceso profundo del anhelo — origen del "yo" y. por ende, del conflicto y del dolor — es observado y comprendido. Sin conocimiento propio y recto pensar no hay meditación, y sin percepción alerta y meditativa no hay conocimiento propio.
16 de julio de 1944
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