Río de Janeiro, Brasil, 1935
PRIMERA PLÁTICA EN RÍO DE JANEIRO
(Esta plática contiene también lo sustancial de la primera plática ofrecida en Sao Paulo, el 21 de abril de 1935)
Amigos:
Como ha habido en periódicos y revistas, tantos conceptos erróneos y malentendidos relacionados con mi persona, creo que sería mejor si declarara algunas cosas para clarificar la situación. Por lo general, las personas desean ser salvadas por otro, o por algún milagro, o por ideas filosóficas; y me temo que muchos vienen aquí con este deseo esperando que, por el mero hecho de escucharme, encontrarán una solución inmediata para sus numerosos problemas. Ni la solución para sus problemas ni la así llamada salvación, pueden llegar por intermedio de alguna persona o de algún sistema de filosofía. La comprensión de la verdad o de la vida se encuentra en nuestro propio discernimiento, en nuestra propia perseverancia y claridad del pensar. A causa de que casi todos somos demasiado perezosos para pensar por nosotros mismos, aceptamos y seguimos ciegamente a ciertas personas o nos aferramos a ideas que se convierten en nuestros instrumentos de escape en períodos de conflicto y sufrimiento.
Primero que nada, deseo explicar que no pertenezco a ninguna Sociedad. No soy un teósofo ni un misionero teosófico ni he venido aquí para convertirlos a alguna forma particular de creencia. No creo que sea posible seguir a alguien o adherirse a cierta creencia y, al mismo tiempo, tener la capacidad de pensar claramente. Ésa es la razón de que casi todos los partidos, las sociedades y las sectas y los grupos religiosos, se conviertan en medios de explotación.
Tampoco traigo una filosofía oriental instándolos a que la acepten. Cuando hablo en la India, me dicen que lo que expreso es una filosofía occidental, y cuando vengo a los países de occidente, me dicen que traigo un misticismo oriental poco práctico e inútil en el mundo de la acción. Pero si ustedes realmente reflexionan sobre ello, ven que el pensamiento no tiene nacionalidad ni está limitado por ningún país, clima o pueblo. Así que, por favor, no consideren que lo que voy a decir es el resultado de algún peculiar prejuicio de raza, de alguna idiosincrasia o peculiaridad personal. Lo que tengo que decir es real, real en el sentido de que puede aplicarse a la presente vida del hombre; no es una teoría basada en algunas creencias y esperanzas, sino que es practicable y aplicable al ser humano.
Ahora bien, el pleno significado de lo que voy a decir puede ser comprendido sólo mediante la experimentación y, por lo tanto, mediante la acción. La mayoría de nosotros gusta de discutir cuestiones filosóficas en las que no participan nuestras acciones cotidianas; pero aquello de que hablo no es una filosofía ni un sistema de pensamiento, y su profundo significado puede comprenderse sólo mediante la experimentación, mediante la acción.
Lo que digo no es una teoría, una creencia intelectual sobre la que pueda discutirse o argumentarse; exige mucha reflexión. Sólo en la acción, no por medio de la controversia intelectual, pueden ustedes descubrir si lo que digo es verdadero y práctico. No es un sistema para ser memorizado ni una serie de conclusiones que puedan aprenderse y llevarse automáticamente a la práctica. Tiene que ser comprendido críticamente. El juicio crítico es diferente de la oposición. Si ustedes son de verdad críticos, no se limitarán a la mera oposición, sino que tratarán de descubrir si lo que digo tiene algún mérito intrínseco. Esto requiere, por parte de ustedes, claridad en el pensar, de modo que puedan abrirse paso a través de la ilusión de las palabras, no permitiendo que sus prejuicios religiosos o económicos les impidan pensar de manera fundamental. O sea que, desde el principio mismo, tienen que pensar simple y directamente. Todos nosotros hemos sido educados con muchos prejuicios y preconceptos; hemos sido alimentados con tradiciones y limitados por el medio, y así nuestro pensar está continuamente falseado y deformado, impidiendo de este modo la simplicidad de la acción.
Tomemos, por ejemplo, la cuestión de la guerra. Ustedes saben, son muchísimos los que discuten la justicia y la injusticia de la guerra. Por cierto, no puede haber dos maneras de considerar esa cuestión. La guerra, defensiva u ofensiva, es fundamentalmente injusta. Ahora bien, para reflexionar con respecto a eso, la mente debe estar, desde el principio, enteramente libre de la enfermedad del nacionalismo. No podemos pensar de manera fundamental, directa y simple, a causa de los prejuicios que han sido explotados durante tanto tiempo so pretexto del patriotismo con todos sus absurdos.
Así, a través de los siglos, hemos creado numerosos hábitos, tradiciones, prejuicios que impiden al individuo pensar de modo esencial y completo acerca de vitales problemas humanos.
Ahora bien, para comprender los múltiples problemas de la vida con sus variedades de sufrimientos, debemos descubrir por nosotros mismos los motivos y las causas básicas con sus efectos y resultados. A menos que estemos plenamente conscientes de nuestras acciones, de la causa y el efecto de las mismas, explotaremos y seremos explotados, nos volveremos esclavos de los sistemas y nuestras acciones serán tan sólo mecánicas y automáticas. Hasta que podamos librar conscientemente nuestras acciones de su efecto limitativo comprendiendo el significado de su causa, a menos que nos liberemos de las viejas formas de pensamiento que hemos establecido con respecto a nosotros, no seremos capaces de penetrar las innumerables ilusiones que hemos creado a nuestro alrededor y en las cuales estamos trabados.
Cada uno ha de preguntarse qué es lo que está buscando, o si sólo está siendo empujado por las circunstancias y las condiciones y, por lo tanto, si es irresponsable, irreflexivo. Aquéllos de ustedes que de verdad están descontentos, que son críticos, deben haberse preguntado qué es lo que cada individuo está buscando. ¿Están ustedes buscando consuelo, seguridad, o buscan la comprensión de la vida? Muchos dirán que están buscando la verdad; pero si analizaran lo que anhelan, lo que buscan, verían que en realidad están buscando consuelo, seguridad, una manera de escapar del conflicto y el sufrimiento.
Ahora bien, si están buscando consuelo, seguridad, esa búsqueda debe basarse en la adquisición y, por lo tanto, en la explotación y en la crueldad. Si dicen que buscan la verdad, quedarán prisioneros de una ilusión, porque la verdad no puede ser perseguida, buscada; debe acaecer. O sea, el éxtasis de la verdad puede conocerse, sólo cuando la mente está por completo despojada de todas las ilusiones que ha creado buscando su propia seguridad y su consuelo, Sólo entonces puede asomarse aquello que es la verdad.
Para expresarlo de una manera diferente: tenemos que preguntarnos en qué se basan nuestra vida, nuestro pensamiento y nuestra acción. Si podemos responder a esto completamente, con verdad, entonces podremos descubrir por nosotros mismos quién es el creador de las ilusiones, de estas supuestas realidades que han llegado a convertimos en sus prisioneros.
Si reflexionan realmente sobre ello, verán que toda la vida de ustedes se basa en la persecución de la seguridad individual y el consuelo. Esta búsqueda de seguridad da origen, naturalmente, al temor, Cuando buscamos consuelo, cuando la mente trata de evadir la lucha, el conflicto, el dolor, tiene que crear diversas vías de escape, y estas vías de escape se convierten en nuestras ilusiones. De esa manera el temor, resultado de la búsqueda de seguridad, es el engendrador de las ilusiones. Esto nos empuja de una secta religiosa a otra, de una filosofía a otra, de un maestro religioso a otro, siempre en busca de esa seguridad, de ese consuelo. A esto lo llaman ustedes la búsqueda de la verdad, de la felicidad.
Y bien, no hay seguridad, no hay consuelo; sólo existe la claridad del pensar, la cual da origen a la comprensión de la causa fundamental del sufrimiento. Esta comprensión es lo único que liberará al hombre. En esta liberación se encuentra la bienaventuranza del presente. Yo digo que existe una realidad eterna que puede ser descubierta sólo cuando la mente está libre de toda ilusión. Así que cuídense de la persona que les ofrece consuelo, porque en esto tiene que haber explotación; esa persona crea un señuelo en el que ustedes quedan atrapados como peces en una red.
En la búsqueda de consuelo, de seguridad, la vida ha llegado a dividirse en lo religioso o espiritual, y lo económico o material. Buscamos la seguridad material mediante las posesiones que nos dan poder y, por intermedio de ese poder, esperamos realizar la felicidad. Para obtener esta seguridad material, este poder, tiene que haber explotación; explotamos a nuestro prójimo gracias a un sistema deliberadamente establecido, el cual se ha vuelto horrible en sus múltiples crueldades. Esta búsqueda de la seguridad individual, en la que también está incluida nuestra propia familia, ha creado distinciones de clase, odios raciales, nacionalismo y, a la larga, termina en las guerras. Hay un hecho curioso si lo consideran: la religión, que debería denunciar la guerra, ayuda a fomentarla. Los sacerdotes, que se supone son los educadores de la gente, estimulan todas las insensateces que crea el nacionalismo y que ciegan a la gente en momentos de odio nacional. Son ustedes los que crean el sistema al que llaman religión y que se basa en la seguridad individual y el consuelo, Ustedes han creado las organizaciones religiosas que son meramente formas cristalizadas de pensamiento que les aseguran la inmortalidad personal. En una de mis pláticas posteriores examinaré esta cuestión de la inmortalidad.
Así, a causa de la búsqueda de seguridad individual, de la exigencia de continuidad individual, han creado ustedes las religiones que los explotan por medio de las prácticas sacerdotales, de las ceremonias, de los así llamados ideales. El sistema que llaman religión y que ustedes han creado a causa de su propia búsqueda de seguridad, se ha vuelto tan poderoso, ha adquirido tanta realidad, que muy pocos se liberan del peso de su aplastante tradición y autoridad. El principio mismo del verdadero espíritu crítico descansa en el cuestionamiento de los valores que la religión ha establecido con respecto a nosotros.
Cada uno de nosotros está atrapado en esta estructura; y mientras seamos esclavos del inexplorado y no cuestionado medio con sus valores pasados y presentes, éstos deben falsear la integridad de la acción. Este falseamiento es la causa del conflicto entre el individuo que busca su seguridad, y las mayorías, entre el individuo y el movimiento continuo de la experiencia. Tal como individualmente hemos creado este sistema de explotación y aplastante limitación, así individual y conscientemente tenemos que acabar con él comprendiendo las bases de esta estructura y no creando simplemente otro conjunto de valores, los cuales serán sólo otra serie de escapes. De este modo empezaremos a adentramos en el verdadero significado del vivir.
Sostengo que existe una realidad, denle el nombre que quieran, la cual puede ser comprendida y vivida sólo cuando la mente y el corazón han pasado a través de las ilusiones y están libres de sus falsos valores. Sólo entonces existe lo eterno.
13 de abril de 1935
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