OBRA COMPLETA - TOMO 3 - J.K. -CONTINUACIÓN

 OCTAVA PLÁTICA EN OMMEN

El odio no se disuelve a través de la experiencia, ni mediante ninguna acumulación de virtudes, ni puede ser vencido por la práctica del amor. Todas estas cosas tan sólo encubren el odio, el miedo. Tengan conciencia de esto, y entonces habrá en sus vidas una transformación tremenda.

Pregunta: ¿Qué relación tiene la ilusión de este crecimiento psicológico, con el crecimiento que vemos alrededor de nosotros ?

KRISHNAMURTI: Vemos que aquello que es capaz de crecer, no es duradero. Pero cada uno de nosotros se aferra a su crecimiento psicológico como a algo permanente. Si sintiéramos en lo profundo y así nos diéramos cuenta de que todas las cosas están en continuo cambio, en constante devenir, entonces tal vez seríamos capaces de liberarnos del conflicto que existe en nosotros mismos y, por consiguiente, con el prójimo, con la sociedad.

Comentario: A mí me parece que no puedo saltar del odio al amor, pero que puedo transformar gradualmente mi antipatía en un sentimiento de comprensión y agrado.

KRISHNAMURTI: Nosotros no podemos limpiar la mente por completo del condicionamiento pasado y empezar de nuevo.

Pero podemos ver qué es lo que mantiene al miedo, al odio. Podemos advertir cuáles son las causas psicológicas y las reacciones que nos impiden actuar integralmente. El pasado nos domina con sus creencias, esperanzas, temores, conclusiones y recuerdos; esto es lo que nos impide una acción integral. No podemos aniquilar el pasado, porque en su esencia la mente pertenece al pasado. Pero, dándonos cuenta de las acumulaciones del pasado y del efecto que tienen sobre el presente, comenzaremos a liberamos, sin violencia, de aquellos valores que mutilan la mente y el corazón.

¿Es esto, el pasado con sus influencias dominantes, con sus temores, un problema agudo pera usted, personalmente?

La vida así como es, la vida que engendra guerras, odios, divisiones, que despoja al hombre de su unidad, ¿es un problema para usted? Si lo es, entonces, como usted forma parte de ella, la comprenderá sólo a través de sus propios sufrimientos, sus ambiciones y temores. El mundo es usted, y el problema del mundo es su íntimo problema personal. Si es un problema agudo, como espero que lo sea para cada uno de ustedes, entonces jamás escaparán hacia ningún tipo de teorías, explicaciones, "hechos", ilusiones. Pero eso requiere un gran estado de alerta — uno tiene que estar intensamente atento — , de modo que preferimos el camino más fácil, el camino del escape. ¿Cómo puede uno resolver este problema si aparta de él su mente y su corazón?

Yo no digo que este problema sea simple. Es complejo. Por eso debemos dedicarle nuestra mente y nuestro corazón. Pero, ¿cómo podemos entregarle la totalidad de nuestro ser, si estamos huyendo del problema, si somos desviados de él por los múltiples escapes que la mente ha establecido para sí misma?

Comentario: Pero en el momento del escape nosotros no vemos eso.

KRISHNAMURTI: Estamos intentando comprendernos a nosotros mismos, revelar los rincones ocultos de la mente, ver los múltiples escapes, de modo tal que, espontáneamente, podamos afrontar la vida de manera profunda y plena. Cualquier forma de vencer un hábito mediante otro hábito, de vencer el odio por medio de la virtud, es una sustitución, y el cultivo de los opuestos no elimina esas cualidades de las cuales debemos liberarnos. Tenemos que percibir el odio, no como una antítesis del amor, sino como un veneno, un mal en sí mismo.

Pregunta: ¿No piensa usted que podemos ver los diferentes escapes? Podemos saber que el odio es venenoso y, al propio tiempo, sabemos que continuamos odiando. Pero yo creo que si queremos comprender el odio plenamente, debernos estar dispuestos a abandonarlo todo, hogar, esposa, todo; debemos estrecharnos las manos, decir adiós e ir a un campo de concentración.

KRISHNAMURTI: No piense en las consecuencias de vivir sin odio; antes bien, considere si puede liberarse de él. ¿Se dice a sí mismo que es incapaz de desembarazarse del odio?

Comentario: Sólo podemos intentarlo; no sabemos.

KRISHNAMURTI: ¿Por qué dice que no sabe?

Comentario: Porque no es nuestro problema real.

KRISHNAMURTI: Aunque el ocio existe en el mundo, en uno mismo v alrededor de uno, usted dice, no obstante, que ése no es un problema agudo para usted. No tiene conciencia de él. ¿Por qué no es consciente de él? O es porque está libre de odio, o es porque se ha atrincherado de tal modo, se protege tan hábilmente, que no siente odio ni temor debido a que no abriga dudas acerca de su propia seguridad.

Comentario: No sentimos odio en este momento.

KRISHNAMURTI: Cuando no se encuentra aquí lo siente; luego, ése es un problema para usted. Aquí ha escapado momentáneamente de él, pero el problema sigue existiendo. No puede escapar del problema, ni aquí ni en ningún otro lugar. Es un problema para usted, lo quiera o no. Sin embargo, lo ha ignorando, se ha vuelto inconsciente de él. Por eso dice que no sabe cómo actuará en relación con ese problema.

Pregunta: A menudo deseamos que la vida misma quiera actuar directamente y nos quite esas cosas que apreciamos aun sabiendo que carecen de valor. ¿ También esto es un escape ?

KRISHNAMURTI: Algunas personas parecen aliviadas en tiempos de guerra. No tienen responsabilidades; la oficina de guerra dirige sus vidas. En esto radica una de las razones principales por las que la autoridad, temporal o espiritual, florece y es venerada. La muerte es, para esas personas, preferible a la vida.

Nos han educado para pensar que el odio es inevitable, que debemos pasar por esa etapa, que ello forma parte del instinto, de la herencia humana.

Estamos acostumbrados a pensar que no es posible liberarse inmediatamente del odio, que es preciso pasar por alguna clase de disciplina a fin de vencer el odio. De este modo, hay un proceso dual que se desarrolla dentro de nosotros: violencia y paz, odio y afecto, ira y benevolencia.

Nuestro esfuerzo se dirige a tender un puente entre estas dos fuerzas separadas, o conquistar una por medio de la otra, o concentrarnos en una de modo tal que la opuesta desaparezca.

Es vano cualquier esfuerzo que uno haga para destruir el odio por medio del amor, porque la violencia, el miedo, se revelan de otra forma. Debemos ir mucho más a fondo que con la mera disciplina; debemos descubrir por qué existe dentro de nosotros esta dualidad del odio y el afecto. Hasta que este proceso dual llegue a su término, es inevitable que continúe el conflicto de los opuestos.

Pregunta: ¿Puede ser que el odio no me pertenezca realmente ?

Pregunta: ¿Es, entonces, demasiado pobre nuestro amor ?

KRISHNAMURTI: Estas preguntas son muy reveladoras; muestran lo condicionada que está la mente. Cualquier esfuerzo que ésta haga, debe formar parte de aquello que la mente intenta apartar de sí.

La mente encuentra que el odiar no compensa, porque ha descubierto que hay demasiado sufrimiento contenido en el odio y, por eso, se esfuerza en disciplinarse, en conquistar el odio con el amor, en someter la violencia y el miedo por medio de la paz. Todo esto indica el deseo fundamental de escapar meramente del sufrimiento, o sea, de protegerse con esas virtudes y cualidades que no le ocasionen dolor ni perturbación. Hasta que este deseo, este anhelo de seguridad autoprotectora llegue a su fin, el miedo tiene que continuar, con todas sus consecuencias. La mente no puede liberarse del miedo. En su intento de lograrlo, cultiva los opuestos, que son parte del miedo mismo. De ese modo, la mente se divide creando dentro de sí un proceso dual. Todo esfuerzo que ella haga, debe por fuerza mantener esta dualidad, aunque pueda desarrollar tendencias, características, virtudes, con el fin de superarla.

Comentario: Yo no veo bien cómo la mente se ha dividido en amor y odio.

KRISHNAMURTI: Existen el bien y el mal, la luz y la oscuridad. La luz y la oscuridad no pueden existir juntas. Una destruye a la otra.

Si la luz está encendida, la oscuridad, el mal, dejan de existir. El esfuerzo es, entonces, innecesario y, por lo tanto, inexistente. Pero nos hallamos en un estado de esfuerzo continuo, porque eso que para nosotros es luz, no es luz; es tan sólo la luz, el bien del intelecto.

Hacemos un esfuerzo constante por conquistar, adquirir, poseer, desapegarnos, expandirnos. Hay momentos de claridad en medio de la envolvente confusión. Deseamos esta claridad y nos aferramos a ella esperando que disuelva los anhelos conflictivos. Este deseo de claridad, este deseo de conquistar una cualidad por medio de otra, es un desperdicio de energía; porque la voluntad que anhela, la voluntad que conquista, es la voluntad de triunfo, de satisfacción, de seguridad. Esta voluntad debe siempre continuar creando y manteniendo el miedo, aun cuando asegure que busca la verdad, que busca a Dios. Su claridad es la claridad del escape, de la ilusión, no la de la realidad.

Cuando la voluntad se destruye espontáneamente a sí misma, existe esa verdad que está más allá de todo esfuerzo. El esfuerzo es violencia; amor y violencia no pueden existir juntos.

El conflicto en que vivimos no es una lucha entre el bien y el mal, entre el yo y el no yo. La lucha radica en nuestra autocreada dualidad, tiene lugar entre nuestros diversos deseos autoprotectores. No puede haber conflicto entre la luz y la oscuridad; donde está la luz, no está la oscuridad. En tanto exista el miedo, el conflicto debe continuar, aunque ese miedo pueda disimularse bajo distintos nombres. Y como el miedo no puede liberarse a sí mismo por ningún medio, porque todos sus esfuerzos provienen de su propia fuente, tiene que haber una terminación para todas las salvaguardas intelectuales. Esta terminación llega, espontáneamente, cuando la mente se revela a sí misma su propio proceso. Esto ocurre sólo cuando hay una percepción alerta integral, la cual no es el resultado de una disciplina ni de un sistema moral o económico ni de esfuerzo alguno.

Cada uno debe tornarse consciente del proceso de la ignorancia, de las ilusiones que uno mismo ha creado.

El intelecto no puede conducirnos fuera de este caos presente, de la confusión y el sufrimiento que hoy padecemos. La razón debe agotarse a sí misma, no retrayéndose, sino a través de la comprensión integral y el amor de la vida.

Cuando la razón ya no puede protegernos más mediante explicaciones, escapes, conclusiones lógicas, entonces, al haber completa vulnerabilidad, completa desnudez de todo el ser, existe la llama del amor.

Sólo la verdad puede liberar a cada uno del dolor y la confusión de la ignorancia. La verdad no es el fin de la experiencia, es la vida misma. No pertenece al mañana; es intemporal. No es un resultado, un logro, sino la cesación del miedo, del deseo.

10 de agosto de 1937




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