OBRA COMPLETA - TOMO 3 - J.K. - CONTINUACIÓN -

SEGUNDA PLÁTICA EN NUEVA YORK


En medio de un gran desorden y de mucha tensión, estamos atrapados en la lucha por el éxito y la seguridad, y así hemos perdido el sentimiento profundo por la vida, la verdadera sensibilidad que es la esencia de la comprensión. Admitimos intelectualmente que hay explotación, crueldad, pero por alguna razón no existe ese entendimiento que lleva a una acción y un cambio drásticos. La acción verdadera y vital puede surgir sólo de una captación comprensiva e inteligente de la vida.

Existen todas las formas concebibles de explotación en nuestras actividades sociales, religiosas y creativas. Vermos cómo el hombre vive del hombre, haciendo que otros trabajen para él en su propio provecho y conforme a su conveniencia personal, comprando y vendiendo para su propia ganancia, buscando y estableciendo despiadadamente su propia seguridad egoísta. Hay distinciones de clase, con sus odios y antagonismos. También hay distinciones en el trabajo: una categoría es considerada superior y otra inferior, un tipo de trabajador es despreciado y otro elogiado. Este es un sistema de competencia y cruel eliminación de aquéllos que son, quizá, menos astutos, menos agresivos, y que no han tenido oportunidades afortunadas en la vida.

 Tenemos orgullo racial y prejuicios nacionales que frecuentemente nos llevan a la guerra, con todos sus horrores y crueldades. Ni siquiera los animales escapan de estas cmeldades del hombre.

Luego tenemos la explotación ejercida por las religiones, con su cruel competencia entre los credos, con sus iglesias, sus dioses y templos. Cada sistema de creencia y de fe sostiene su propio derecho divino, su propia certeza de que conduce al hombre hacía lo supremo, y el individuo pierde así esa genuina experiencia religiosa no afectada por las creencias y los dogmas de las religiones organizadas. Hay, en nombre de la realidad, una superstición sistematizada que, con sus afirmaciones y doctrinas, inculca y mantiene el temor de la gente. Por eso hay tanta confusión de creencias, ideales y doctrinas.

Y, en el campo del trabajo creativo, hay un abismo inmenso entre la expresión creativa y el arte de vivir. En ese trabajo creativo hay ambición personal, engreimiento y competencia que producen una reacción superficial, la que a menudo se confunda con la expresión y realización creadora.

En esta civilización, debido a un sistema que cada individuo ha contribuido a crear y de cuyas crueldades son pocos los que escapan, estamos forzados, nos guste o no, a vivir sin una realización profunda. En todos los órdenes de la vida hay confusión, infelicidad, y cada uno de nosotros, como ente social y religioso, está atrapado en esta maquinaria de explotación y cmeldad. Algunos están conscientes de este proceso con el dolor que lo acompaña y, aunque reconocen su peligrosidad, continúan en los viejos hábitos de pensamiento y acción diciéndose que están forzados a vivir en este mundo. Otros, ni siquiera tienen conciencia de este desdichado sistema.

Cuando ustedes comiencen a examinarlas diversas ideas que se exponen para la solución de la desgracia humana, percibirán qua éstas se dividen en dos gmpos: unas, sostienen que debe haber una completa reorganización social del hombre, de modo tal que puedan terminarse la explotación, el afán adquisitivo y las guerras; las otras, afirman y ponen de relieve las actividades volitivas del hombre.

Es erróneo poner el acento en uno u otro grupo de ideas. La reorganización social es, obviamente, necesaria. Pero si examinan con espíritu crítico esta idea de organizar al hombre y a sus expresiones, y si no se dejan arrebatar por las garantías superficiales en cuanto a resultados inmediatos de seguridad y bienestar que tal idea ofrece, percibirán que ella contiene muchos y muy graves peligros. La mera creación de un sistema nuevo puede llegar a ser otra vez una cárcel que aprisione al hombre, sólo que mediante dogmas, ideas y credos diferentes. Están los que afirman que el pan es lo primero y que las otras cosas vitales para el hombre vendrán después en su momento apropiado. O sea, sostienen que debe haber un control del medio en que vivimos y que, gracias a esto, el hombre alcanzará su verdadera realización, Este énfasis puesto exclusivamente en la subsistencia material, frustra su propio propósito, puesto que no sólo de pan vive el hombre.

¿Qué acentuaremos, entonces, lo interno o lo externo? ¿Debemos comenzar con lo externo, controlando, dirigiendo y dominando? ¿O haremos hincapié en el proceso interno del hombre? Acentuar lo uno o lo otro destruye el propio fin que se propone. Dividir al ser humano en lo interno y lo externo, es impedir la verdadera comprensión del ser humano. Para comprender el problema de las distinciones de clase, de las guerras, de la explotación, de las crueldades y los odios, del afán adquisitivo, debemos discernir al hombre como una totalidad, y desde ese punto de vista considerar sus actividades y deseos, así como su realización.

Considerar al hombre como el mero resultado del medio y de la herencia, hacer hincapié sólo en la subsistencia y descartar el proceso interno, o interesarse enteramente en lo interno y descartar lo externo, es totalmente erróneo y debe, por fuerza, generar confusión e infelicidad. Tenemos que comprender al hombre como un todo integral, no como una entidad con funciones separativas — trabajador, ciudadano, ente espiritual — , sino como un ser completo en el que todo es interdependiente e interactivo. Debemos tener la lucidez de percepción necesaria para saber que la ignorancia de nuestro propio ser es la condición previa p ara todo dolor y conflicto. Mientras no nos comprendamos a nosotros mismos — lo oculto y lo consciente — , cualquier cosa que hagamos, en cualquier campo de actividad, generará, inevitablemente, sufrimiento.

Esta comprensión de nosotros mismos, o sea, de este proceso de formación del "yo", con su ignorancia, sus tendencias y anhelos, tiene que volverse real y no permanecer siendo teórico. Puede volverse real, real para ustedes, sólo si disciernen y comprenden mediante la experimentación, que es posible poner fin al proceso de la ignorancia. Con la terminación de la ignorancia — la ignorancia es siempre la falta de comprensión acerca de uno misino y del proceso del "yo" — , existen la realidad y la bienaventuranza de la iluminación.

Hay dos clases de experiencia: la del deseo y la de la realidad. Pero para que pueda experimentarse lo real, deben cesar las experiencias del deseo. La experiencia del deseo es la mera continuación de la separativa conciencia propia, y esto impide la comprensión de lo real. Aunque podamos pensar que estamos experimentando lo real, de hecho experimentamos nuestros propios deseos, y estos deseos se vuelven tan reales, concretes y definidos, que los tomamos por la realidad. La experiencia del deseo continúa creando división y conflicto.

¿Cuáles son los resultados de las experiencias del deseo? Son los ropajes y las máscaras que hemos desarrollado mediante nuestras propias actividades volitivas basadas en el temor y en la búsqueda de seguridad: la seguridad en este mundo, con su espíritu adquisitivo, o la seguridad en el más allá, con sus esperanzas y anhelos; la seguridad de la opinión, de las creencias, de los ideales. Estas máscaras y estos ropajes, producto de la actividad volitiva del anhelo, prolongan el proceso sin comienzo del "yo", de esa conciencia que llamamos individualidad. En tanto existan estas máscaras, no podrá haber comprensión de lo real.

Ustedes preguntarán: "¿Cómo puedo vivir, existir, sin experimentar ningún deseo, ningún anhelo?". Formulan esa pregunta porque para ustedes esto es tan sólo un concepto teórico, porque no lo han experimentado, no han puesto a prueba por sí mismos su validez, su carácter factual. Si experimentan, percibirán que pueden vivir sin anhelos, de una manera íntegra, completa, y así comprender la realidad, la belleza y plenitud de la vida. Sólo ustedes mismos pueden descubrir — nadie más puede hacerlo por ustedes — si es posible vivir, trabajar y crear estando libres de anhelos y deseos.

Mientras continúe el proceso por el cual el "yo" se rehace a sí mismo mediante las experiencias del deseo, tendrá que haber confusión, dolor y roces de los que la mente trata de escapar buscando la inmortalidad y otra forma de seguridad y consuelo, engendrando así el proceso de explotación. Con la cesación de todas las experiencias del deseo que sustentan la individualidad separativa, adviene lo innominado, la realidad inconmensurable, la bienaventuranza. Para poder experimentar la realidad, uno debe librarse de todas las máscaras que ha desarrollado en la lucha por adquirir, lucha nacida del anhelo.

Estas máscaras no esconden la realidad. Somos propensos a imaginar que, desembarazándonos de estas máscaras, encontraremos la realidad, o que poniendo al descubierto las numerosas capas del deseo, descubriremos lo oculto. Damos así por sentado que, tras de esta ignorancia, o en las profundidades de la conciencia, o más allá de esta fricción de la voluntad o del anhelo, se encuentra la realidad. Esta conciencia compuesta de muchas máscaras, de muchas capas, no oculta dentro de sí a la realidad. Pero, a medida que vamos comprendiendo el proceso de desarrollo de estas máscaras, de estas capas de la conciencia, y la conciencia se va liberando de su expansión volitiva, la realidad se manifiesta. Es totalmente erróneo nuestro concepto de que el hombre, aunque limitado, es divino, de que la belleza se halla oculta por la fealdad, la sabiduría sepultada bajo la ignorancia, o que la inteligencia suprema se esconde en medio de la oscuridad. Al discernir cómo, a causa de esta ignorancia sin comienzo y de sus actividades ha surgido el proceso del "yo", y al poner fin a ese proceso, adviene la iluminación. Esta iluminación es una experiencia de lo inconmensurable y no puede ser descrita; es.

¿Cómo hemos de discernir esta ignorancia sin comienzo con todas sus actividades volitivas? ¿Cómo hemos de ponerle fin? ¿Cómo hemos de volvernos profundamente atentos, integralmente perceptivos con respecto al proceso de la conciencia con sus múltiples capas de tendencias, anhelos, odios y deseos? ¿Puede, acaso, alguna disciplina o algún sistema ayudarnos a reconocer y eliminar este proceso de la ignorancia y el dolor?

Experimentando, percibiremos que ningún sistema, ninguna guía, ninguna disciplina pueden jamás ayudar a discernir este proceso ni a terminar con la ignorancia. Se necesita una mente apasionada y flexible, capaz de un discernimiento directo en el que no haya opción alguna. Pero, como nuestra mente está llena de prejuicios y se halla dividida, es incapaz de tener un verdadero discernimiento. Dado que alimentamos prejuicios, debemos darnos cuenta de ese hecho antes de que podamos comenzar a distinguir qué es real y qué es ilusorio. Para ello, tiene que haber percepción alerta. Uno debe volverse consciente del movimiento de su pensar y de sus propias actividades, Hágan lo que hicieren, háganlo con la plenitud de la mente, y así percibirán que en este proceso de despertar se revelan muchos pensamientos y anhelos ocultos. Cuando la mente ya no está más atada por la opción, existe la experiencia de la realidad, porque la opción se basa en el deseo, y donde hay deseo no puede haber discernimiento. Gracias al recto esfuerzo del interés despierto, el proceso sin comienzo de la ignorancia y de las actividades espontáneas por las que se nutre, llega a su fin. La mente, al liberarse mediante el recto esfuerzo, de los temores, las tendencias y los anhelos que ella misma ha creado, es capaz de discernir lo real, lo inconmensurable.

Pregunta: He perdido todo el entusiasmo y el gusto por la vida que tuve alguna vez. Poseo lo suficiente para mis necesidades materiales; no obstante, la vida es hoy para mí una cáscara vacía y sin sentido, una existencia que se arrastra sin cesar. ¿ Podría usted exponer algunos pensamientos que quizá me ayudaran a abrirme paso por este vacío aparentemente sin esperanza?

KRISHNAMURTI: Uno pierde el entusiasmo o el gusto por la vida cuando no hay plenitud de realización. Mientras uno es tan sólo el esclavo de un sistema, o se ha adiestrado meramente para encajar en un determinado molde social o para ajustarse irreflexivamente a una norma establecida de conducta, no puede haber verdadera realización. Responder simplemente a una reacción y pensar que eso es la expresión plena de nuestro ser, genera inevitablemente frustración; y donde hay fmstración tiene que haber vacuidad y sufrimiento.

Si uno es profundamente consciente de esa frustración, entonces hay alguna esperanza, porque la frustración origina tanta desdicha y descontento, que uno está obligado a despojarse de las numerosas tendencias que ha desarrollado a causa del anhelo y a liberarse de las ilusiones e imposiciones de la opinión. Esto exige recto esfuerzo, porque es necesario abandonar el viejo y establecido hábito de pensamiento y acción. Donde hay frustración, es inevitable que haya vacuidad — un vacío doloroso — y sufrimiento. Pero realizarse plenamente es arduo, requiere comprensión y una mente-corazón alerta.

Pregunta: El deseo de seguridad, ¿no es más bien un instinto natural, como el de la autoprotección en presencia del peligro ? ¿Cómo podemos, entonces, prescindir de ese instinto y por qué deberíamos intentar algo semejante ?

KRISHNAMURTI: La persecución de la seguridad indica que hay frustración y que nos roe constantemente el temor. La inteligencia, que no se interesa en el concepto de seguridad, dispone el bienestar de lo total y no tan sólo de lo particular. Ahora bien, cada cual está buscando individualmente su propia seguridad y, de ese modo, genera infelicidad y confusión. Cada cual se interesa en sí mismo, busca su propia seguridad individual aquí y en el más allá, y así entra siempre en conflicto con otro que también persigue su propio objetivo. En consecuencia, hay fricción, antagonismo, odio y lucha constantes. Sólo la inteligencia puede ordenar humanamente las necesidades vitales para todos. Éstos son los hechos, y para experimentarlos deben ustedes discernir el verdadero significado de la seguridad. Si la consideran profundamente, percibirán que esta idea de buscar seguridad carece de un valor perdurable aquí o en el más allá. Esto ha sido demostrado una y otra vez durante los cataclismos. Pero, a pesar de eso, cada cual persigue su propia seguridad y así continúa viviendo en estado de constante temor y confusión. Donde no hay búsqueda de seguridad, sólo puede existir la dicha de lo real.

Pregunta: Se dice que el ejemplo vale más que el precepto. ¿No es, entonces, considerable el valor que para otro puede tener un ejemplo personal como el suyo?

KRISHNAMURTI: ¿Cuál es el motivo que hay detrás de esta pregunta? ¿No es, acaso, que el interlocutor desea seguir un ejemplo, pensando que éste puede conducirlo a la realización? El seguir a otro jamás da por resultado la realización. Una violeta nunca podrá convertirse en una rosa, pero la violeta puede ser una flor perfecta en sí misma. Estando inseguro, uno busca la certidumbre imitando a otra. Esto genera temor, del cual surge la ilusión del amparo y consuelo que algún otro puede darnos y las muchas ideas falsas acerca de la disciplina, la meditación y el sometimiento a un ideal. Todo esto no hace sino indicar la falta de comprensión respecto de uno mismo, la perpetuación de la ignorancia. Constituya la raíz del dolor y, en lugar de discernir su causa, uno piensa que puede comprenderse a sí mismo por medio de otro. Este acudir al ejemplo ajeno sólo conduce a la ilusión y al sufrimiento.

Mientras no haya comprensión de uno mismo, no puede haber realización. Ésta no es un proceso de racionalización, no es el mero acopio de informaciones, ni puede lograrse por intermedio de otra persona, por grande que sea. La realización es el goce de la comprensión profunda respecto de nuestra propia existencia y de nuestras acciones.

Pregunta: Si la reencarnacion es un hecho en la naturaleza, y también lo es la idea de que el ego reencarna hasta que alcanza la perfección, entonces el logro de la perfecdón o de la verdad, ¿no involucra al tiempo?

KRISHNAMURTI: Preguntamos con frecuencia si la reencarnación es una realidad, porque en el presente no podemos encontrar la inteligente felicidad y realización del individuo. Si vivimos en medio del conflicto y la desdicha y no tenemos oportunidad y esperanza en esta vida, anhelamos una vida futura o una realización libre de lucha y dolor. A este estado futuro de bienaventuranza gustamos llamarlo perfección.

Para comprender esta cuestión debemos descubrir qué es el ego. El ego no es algo real en sí mismo que, como el gusano que va de hoja en hoja, pasa de una existencia a otra reuniendo experiencia y aprendiendo sabiduría hasta que alcanza lo supremo que, según imaginamos, es la perfección. Ese concepto es erróneo, es tan sólo una opinión y no una realidad. El verdadero proceso del "yo", del ego, puede discernirse percibiendo cómo, debido a la ignorancia, a las tendencias y a los anhelos, el "yo" se forma y vuelve a formarse restableciendo a cada instante su continuidad. La voluntad originada en el deseo se perpetúa mediante sus propias actividades volitivas. A causa de la acción de la ignorancia y del proceso por el que ésta se nutre a sí misma, la limitación, como conciencia, crea su propia limitación futura y su dolor. En este círculo vicioso está atrapada toda existencia.

¿Puede alguna vez llegar a ser perfecta esta limitación, esta fricción, esta resistencia contra el movimiento de la vida, resistencia que conocernos como el ego? ¿Puede el deseo volverse perfecto? Es indudable que el egoísmo no puede convertirse en algo más noble, más puro; siempre permanece siendo lo que es. Esta idea de que, con el transcurso del tiempo, el ego se volverá perfecto, es absolutamente falsa y errónea.

El tiempo es el resultado de esas actividades volitivas del anhelo que atañe a vida y le dan un sentido de continuidad. Pero la vida se halla, de hecho, en un estado de nacimiento constante, un estado que jamás ha sido y jamás volverá a ser, un estado que siempre se renueva, que se halla en perpetuo movimiento.

Lo que tiene vital importancia para cada uno de nosotros es descubrir si, a causa de la ignorancia con sus actividades volitivas, el proceso del "yo" se perpetúa o no. Si este proceso que se nutre a sí mismo continúa, no puede tener existencia aquello que es real, verdadero. Sólo si llega a su fin la voluntad del anhelo con sus experiencias originadas en el deseo, se manifiesta la realidad. Este proceso sin comienzo, el proceso del "yo" con sus actividades espontáneas, no puede ser demostrado. Uno tiene que discernirlo. No es una cuestión de fe sino de comprensión profunda, de percepción integral, de recto esfuerzo, el acto de discernir cómo el anhelo crea su propia limitación y cómo cualquier acción que nazca del anhelo debe, por fuerza, engendrar mayor fricción, resistencia y dolor.

Pregunta: ¿Qué le parece a usted la técnica psicoanalítica creada para tratar las fijaciones, las inhibiciones y los complejos, y cómo abordaría usted tales casos?

KRISHNAMURTI: ¿Puede algún otro librarlo a uno de sus limitaciones, o ése es tan sólo un proceso de sustitución? La persecución que la gente hace del psicoanalista, se ha convertido en el pasatiempo favorito de las personas acomodadas. (Risas). No se rían, por favor. Puede que ustedes no vayan al psicoanalista, pero pasan par el mismo proceso de una manera diferente cuando acuden a una organización religiosa, a un líder o a alguna disciplina, para librarse de fijaciones, inhibiciones y complejos. Estos métodos pueden tener éxito en lograr efectos superficiales, pero deben desarrollar inevitablemente nuevas resistencias contra el movimiento de la vida. Ninguna persona, ninguna técnica puede liberarnos verdaderamente de tales limitaciones. Para experimentar esa libertad, debemos comprender profundamente la vida y discernir por nosotros mismos el proceso por el que se crean y se mantienen la ignorancia y la ilusión. Esto requiere percepción alerta y penetrante, no la mera aceptación de una técnica. Pero, como somos indolentes, dependemos de otro para nuestra comprensión y, debido a eso, aumentamos la confusión y el dolor. La comprensión de este proceso de la ignorancia y de sus actividades que se sustentan a sí mismas, de esta conciencia que tiene su foco en el individuo y que sólo es perceptible para él, es lo único que puede traer al hombre una felicidad profunda y duradera.

4 de junio de 1936


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