OBRA COMPLETA - TOMO 3 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 Eddington , Pennsylvania, 1936


PRIMERA PLÁTICA EN EDDINGTON


Es importante que se pregunten por qué vienen a estas reuniones y qué es lo que buscan. A menos que lo sepan por sí mismos, estarán propensos a confundirse grandemente tratando de resolver los numerosos problemas y cuestiones que todos debemos afrontar.

Para comprender el motivo y objeto de su búsqueda — si es que buscan algo — , deben saber si consideran la vida desde el punto de vista mecanicista o si la consideran conforme a la creencia en el otro mundo, es decir, desde el punto de vista que llaman religioso. Muchos les dirán que ellos trabajan por un mundo en el que puedan llegar a su fin la explotación del hombre por el hombre, con sus crueldades, sus guerras y desdichas espantosas. Si bien todos concordarán en este objetivo final, algunos aceptarán el enfoque mecanicista y otros el punto de vista religioso respecto de la vida.

El enfoque mecanicista de la vida sostiene que, como el hombre es tan sólo el producto del medio en que vive y de diversas reacciones perceptibles únicamente para los sentidos, el medio y Las reacciones deben ser controlados por un sistema racional que permita al hombre funcionar sólo dentro de esta estructura. Por favor, comprendan el pleno significado de este enfoque mecanicista de la vida. Este no concibe ninguna entidad suprema trascendental, nada que tenga una continuidad; este enfoque de la vida no admite supervivencia de ninguna clase después de la muerte: la vida no es sino un breve intervalo que conduce a la aniquilación. Como el hombre es tan sólo el resultado de reacciones ambientales y se interesa fundamentalmente en su propia seguridad egoísta, ha contribuido a crear un sistema de explotación, crueldad y guerra. En consecuencia, sus actividades deben ser moldeadas y guiadas Codificando y controlando el medio en que vive.

El enfoque mecanicista de la vida priva al hombre de la autentica experiencia de la realidad. Esta no es alguna experiencia fantástica, imaginativa, que adviene cuando la mente se halla libre de todos los estorbos del miedo, del dogma, de le creencia y de esas enfermedades que resultan de las restricciones y limitaciones que aceptamos en nuestra búsqueda de protección propia, seguridad y consuelo.

Luego están los que aceptan la opinión de que el hombre es esencialmente divino, de que su destino es controlado, guiado por cierta inteligencia suprema. Ellos afirman que buscan a Dios, la perfección, la liberación, la felicidad, un estado del ser en el que haya llegado a su fin todo conflicto subjetivo. Su creencia en una entidad suprema que guía el destino del hombre, está basada en la fe. Dirán que esta entidad trascendental o inteligencia suprema ha creado el mundo y que el "yo", el ego, el individuo es algo permanente en sí mismo y que posee una cualidad eterna.

Si reflexionan con espíritu crítico sobre esto, percibirán que tal concepto basado en la fe, ha alejado de este mundo al hombre y lo ha introducido en un mundo de conjeturas, esperanzas e idealismo, ayudándolo así a escapar del conflicto y la confusión. Esta actitud ultramundana basada en la fe y, por ende, en el temor, ha desarrollado creencias, dogmas, ceremonias, y ha fomentado una moral dirigida a la seguridad individual; su resultado es un sistema de evasiones respecto de este mundo de conflicto y dolor. Ha generado, pues, una división entre lo real y lo ideal, entre el aquí de este mundo y el más allá, entre la Tierra y el cielo, entre lo interno y lo externo, a causa de este concepto, se ha desarrollado una moralidad basada en el temor, en el afán adquisitivo, en la seguridad y el bienestar individual aquí y en el otro mundo, así como una serie de valores inmorales, hipócritas y enfermizos que están totalmente en desacuerdo con la vida. Esta concepción de la existencia, junto con sus escapes — todo ello basado en la fe — también priva al hombre de la verdadera experiencia de la realidad.

Así, pues, o bien el hombre está atado a la fe con sus temores, sus creencias organizadas y sus disciplinas, o, rechazando la fe, acepta el enfoque mecanicista de la vida, con sus doctrinas, sus creencias racionalizadas y su ajuste a un patrón de pensamiento y de conducta.

La mayoría de las personas pertenece a uno de estos dos grupos, a uno de estos opuestos. Los opuestos jamás pueden ser verdaderos; y si ninguno de ellos es verdadero, ¿cómo va uno a comprender la vida, sus valores, su moralidad y el significado profundo que uno percibe en ella?

Hay un modo diferente de considerar la vida, no desde el punto de vista de los opuestos, de la fe y de la ciencia — del miedo y de lo mecánico — ; consiste en comprender la vida, no como manifestada en el universo, sino como un proceso que tiene su foco en cada individuo. Es decir, cada uno debe discernir en sí mismo el proceso del devenir y el proceso por el que, al parecer, tiene lugar la terminación, el proceso del nacer y del morir. Sólo este proceso es totalmente perceptible, como conciencia, para el individuo. Por favor, vean claramente este punto. El proceso que opera en el universo o en otro individuo, no puede ser discernida excepto como teniendo su foco en el individuo que es uno mismo.

La propensión a aceptar el concepto mecanicista de la vida, o de abrazarse a la seguridad y al consuelo que ofrece la fe, no nos conducen al verdadero discernimiento de lo que es. La realidad puede ser comprendida tan sólo a través del proceso del "yo" como conciencia, proceso del que surge la individualidad. O sea, uno tiene que comprender el proceso de su propio devenir, el cual incluye a la inteligencia, y eso implica un discernimiento agudo, un estado constante de percepción alerta. En el hecho de comprendernos integralmente a nosotros mismos, radica la posibilidad de poseer verdaderos valores vitales, de establecer una genuina relación con otros individuos, con la sociedad.

Pertenecer a uno de estos dos gmpos opuestos de pensamiento que he mencionado, sólo nos conducirá finalmente a mayor confusión e infelicidad. Todos los opuestos impiden el discernimiento. Para discernir lo que es, uno debe comprenderse a sí mismo, y para ello tiene que abrirse paso por todos esos impedimentos y limitaciones que producen el enfoque mecanicista de la vida y la fe; sólo entonces es posible discernir sensatamente, sin violencia alguna, el proceso del "yo" como conciencia, proceso del que emana la individualidad.

Todas las cosas surgen a la existencia gracias al proceso de la energía, la cual es única para cada individuo. Ustedes y yo somos los resultados de esa energía que, en el curso de su desarrollo, crea esos prejuicios, tendencias y anhelos que hacen algo único de cada individuo. Ahora bien, este proceso que no tiene comienzo, en su movimiento, en su acción, se convierte en conciencia mediante la sensación, la percepción y el discernimiento. Esta conciencia es perceptible a los sentidos como individualidad. Su acción nace de la ignorancia, que es fricción. Esta energía, única para cada individuo, no es algo que deba ser glorificado.

Tenemos que darnos cuenta de este proceso por el que la ignorancia se perpetúa como conciencia perceptible a los sentidos en la forma de individualidad, de modo tal que ello se vuelva un hecho para nosotros y deje de ser una teoría. Sólo entonces habrá un cambio fundamental de valores; este cambio es lo único que producirá una relación verdadera del individuo con su medio, con la sociedad. Si somos capaces de discernir este proceso de la ignorancia, el cual no tiene comienzo, y de comprender también que puede ponérsela fin mediante la cesación de su propia actividad volitiva, percibiremos que somos enteramente los dueños de nuestro destino, confiados por completo en nosotros mismos y sin depender de las circunstancias o de la fe para nuestra conducta y nuestra relación.

Para dar origen a este cambio profundo de valores y establecer la relación correcta del individuo con la sociedad, el individuo — que es uno mismo — debe liberarse conscientemente del enfoque mecanicista de la vida con sus numerosas implicaciones y sus estructuras de ajuste superficial. Uno también debe liberarse de los impedimentos que genera la fe con sus temores, creencias y doctrinas.

A veces pensamos que la vida es mecánica, y otras veces, cuando hay dolor y confusión, nos volvemos hacia la fe esperando guía y ayuda de un ser supremo. Vacilamos entre los opuestos, mientras que sólo comprendiendo la ilusión de los opuestos podremos liberarnos de sus limitaciones y estorbos. A menudo imaginamos que nos hemos librado de ellos, pero sólo podremos estar radicalmente libres cuando comprendamos en plenitud el proceso por el que se forman estas limitaciones y les pongamos fin. No es posible comprender lo real, lo que es, mientras se perpetúe este proceso sin comienzo de la ignorancia. Cuando llega a su fin este proceso, el cual se sustenta a sí mismo mediante sus propias actividades volitivas del anhelo, se manifiesta aquello que puede ser llamada realidad, verdad, bienaventuranza.

Para comprender la vida y poseer valores genuinos, hemos de percibir cuan prisioneros somos de los opuestos y, antes de rechazarlos, debemos discernir su significado profundo. Y, en el proceso mismo de liberarnos de ellos, nace la comprensión respecto de la ignorancia sin comienzo, la cual crea valores falsos y, de ese modo, establece una falsa relación entre el individuo y el medio que lo rodea, generando con ello miedo, confusión y dolor.

A fin de comprender la confusión y el dolor, uno mismo, el individuo, mediante la intensidad de su pensar y una percepción alerta de carácter integral, debe discernir el proceso de su propio devenir. Esto no significa que uno haya de retirarse del mundo; por el contrario, implica comprender los numerosos valores del mundo y liberarse de ellos. Nosotros mismos hemos creado estos valores, y sólo mediante el discernimiento y un constante estado de alerta, podemos poner fin a este proceso de la ignorancia.

Pregunta: ¿No es posible que la percepción alerta, que nos exige ocuparnos constantemente de nuestros propios pensamientos y sentimientos, produzca una actitud indiferente hacia los demás? ¿Le enseñará a uno simpatía, que es la sensibilidad al sufrimiento ajeno?

KRISHNAMURTI: La percepción alerta no consiste en ocuparse de los propios pensamientos y sentimientos. Tal ocupación, que es introspección, objetiva la acción y calcula los resultados de cada acto. En eso no puede haber simpatía ni plenitud del ser. Cada cual está tan ocupado consigo mismo, con sus propias necesidades psicológicas, con su propia seguridad, que es incapaz de experimentar simpatía.

Y bien, la percepción alerta no es esto. Es discernir, sin juzgar, el proceso que da origen a las limitaciones y a los muros autoprotectores tras de los cuales la mente encuentra amparo y consuelo. Tomemos, por ejemplo, la cuestión de la fe, la fe con su temor y su esperanza. La fe nos. brinda consuelo, una confortación en la desgracia o el dolor. Sobre la fe hemos edificado un sistema de compulsión, de disciplina, un conjunto de valores falsos. Detrás de este muro protector de la fe encontramos refugio, y ese muro ha impedido el amor, la simpatía y la bondad, porque nos hemos estado ocupando de nosotros mismos, de nuestra propia salvación, de nuestro propio bienestar aquí y en el más allá.

Si uno comienza a darse cuenta, a discernir cómo, debido al temor, ha creado este proceso, cómo, cada vez que hay una reacción, está protegiéndose detrás de estos ideales, conceptos y valores, entonces entenderá que la percepción alerta no consiste en ocuparse de los propios pensamientos y sentimientos, sino en comprender a fondo la insensatez que implica crear estos valores tras de los cuales la mente se refugia.

Muy pocos de nosotros somos conscientes de que seguimos un patrón, un ideal que nos guía a lo largo de toda la vida. Aceptamos y seguimos un ideal porque pensamos que nos ayudará a abrirnos paso por la confusión de la existencia. De eso nos ocupamos, en vez de comprender todo el proceso de la vida misma. Por lo tanto, no tenemos conciencia de este constante ajuste a un ideal y jamás nos preguntamos por qué existe; pero si lo examináramos con espíritu crítico, veríamos que un ideal no es sino un modo de eludir la realidad, y que amoldándonos a un ideal nos limitamos cada vez más, estamos cada vez más confusos, más agobiados por el dolor, La verdadera simpatía, el verdadero afecto están en el hecho de comprender lo real con su sufrimiento, su afán adquisitivo, sus crueldades, y en eliminar todo eso. Esta percepción alerta no implica ocuparse de los propios pensamientos y sentimientos, sino que es discernimiento constante y sin opciones, de lo verdadero. Toda opción se basa en la tendencia, el anhelo y la ignorancia, lo cual impide el verdadero discernimiento. Si hay opción, no puede haber percepción alerta.

Pregunta: Observando con inteligencia las vidas de otras personas, es posible extraer a menudo valiosas conclusiones para uno mismo. ¿Qué valor piensa usted que tiene tal experiencia indirecta?

KRISHNAMURTI: Fundamentalmente, la experiencia indirecta no puede tener un valor integral. Sólo existe ese proceso de perpetuación de la ignorancia, proceso que tiene su foco en cada uno de nosotros, y sólo mediante la comprensión de este proceso podemos entender la vida, no siguiendo caminos laterales, que son las experiencias de otras personas. Por ese desvío, o sea, siguiendo a otro o aceptando La experiencia de otro, no puede haber verdadera realización.

Pregunta: Suponiendo que, por regla general, actuamos en respuesta a algún prejuicio mental o a ciertas tensiones emocionales, ¿existe alguna técnica por la cual podamos tomar conciencia de tales prejuicios o tensiones en el momento mismo de la acción, antes de que la acción se haya cumplido realmente ?

KRISHNAMURTI: En otras palabras, usted busca un método, un sistema que lo capacite para mantenerse despierto en el instante de la acción. El sistema y la acción no pueden existir juntos, se aniquilan entre sí. Usted me pregunta: ¿Puedo tomar un sedante y, a pesar de ello, estar despierto en el momento de la acción?". ¿Cómo puede un sistema o cualquier otra cosa mantenerlo despierto? Sólo puede hacerlo la propia intensidad de su interés, la necesidad misma do mantenerse despierto. Por favor, vea el significado de esta pregunta. Si usted se da cuenta de que su mente contiene prejuicios, entonces no necesita ninguna disciplina ni sistema ni norma de conducta. Su propio discernimiento de mi prejuicio consume ese prejuicio, y usted puede actuar sensata y claramente. Pero, debido a que no percibe un prejuicio, el cual ocasiona sufrimiento, espera desembarazarse del dolor siguiendo un sistema, pero eso no es sino el desarrollo de otro prejuicio; y a este nuevo prejuicio lo denomina "proceso de mantenerse despierto, de tornarse consciente". La búsqueda de un sistema no hace más que indicar una mente perezosa, y el seguir tal sistema nos incita a actuar automáticamente, destruye la inteligencia. Los así llamados instructores religiosos les han dado sistemas. Ustedes piensan que siguiendo un sistema nuevo, adiestrarán la mente para que pueda discernir y aceptar nuevos valores. Cuando consiguen esto, lo que en realidad han hecho es amortiguar la mente, adormecerla, y esto lo confunden con la felicidad, con la paz.

Ustedes escuchan todas estas cosas y, no obstante, sigue habiendo una brecha entre la vida cotidiana y la búsqueda de lo real. La brecha existe por el hecho de que el cambio implica no sólo molestia física, sino incertidumbre mental, y a nosotros no nos gusta sentirnos inseguros. Debido a que esta incertidumbre ocasiona perturbación, posponemos el cambio y, de este modo, exageramos la brecha existente. En consecuencia, seguimos creando conflicto e infelicidad de los que tratamos de escapar. Aceptamos, entonces, o bien el concepto mecanicista de la vida, o el de la fe, y así escapamos de la realidad. La brecha, el vacío entre nosotros y lo real podrá llenarse sólo cuando veamos la necesidad absoluta de que lleguen a su fin todos los escapes y, de aquí, la necesidad de una acción integral, de la cual habrá de nacer la verdadera relación humana con los individuos, con la sociedad.

12 de junio de 1936

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