OBRA COMPLETA - TOMO 3 -J.K. - CONTINUACIÓN -

 SEGUNDA PLÁTICA EN OMMEN

Tal vez recuerden que he estado tratando de explicar la diferencia entre la espontaneidad y la acción mecánica, siendo lo mecánico la acción de la voluntad, y lo espontáneo aquello que nace desde las profundidades de nuestro propio ser. Esta mañana hablaré acerca de una o dos cosas que conciernen a esto y después las discutiremos.

Dije que el miedo, en cualquiera de sus formas, crea hábito, lo cual impide la libertad incondicionada, único estado en el cual existe la realidad y en el que podemos ser íntegramente nosotros mismos. El miedo impide la espontaneidad.

Ahora bien, sería más bien ridículo e imposible considerar qué es ser espontáneo, o juzgar quién es espontáneo y quién no, así como considerar las cualidades, las características de la espontaneidad. Cada uno de ustedes sabrá qué es ser espontáneo, qué es ser real, cuando exista la correcta condición interna. Sabrán cuándo son verdaderamente espontáneos, cuándo son realmente ustedes mismos. Si juzgan a otro con el fin de ver si es espontáneo significa, de hecho, que tienen un patrón de espontaneidad, lo cual es absurdo. El juicio acerca de lo que es espontáneo, revela una mente que tan sólo reacciona de manera mecánica a sus propios patrones de hábito y de moralidad.

Es, por lo tanto, inútil, es una pérdida de tiempo y conduce a la mera opinión, considerar qué es ser espontáneo, real, qué es ser uno mismo. Una consideración semejante induce a caer en la ilusión. Interesémonos, entonces, en cuál es la condición indispensable que habrá de revelarnos lo real.

Ahora bien, ¿cuál es la condición apropiada? No hay división en cuanto a condición interna y condición externa; la divido como lo interno y lo externo sólo con propósitos de observación, para comprenderlo con mayor claridad. Esta división no existe de hecho.

Sólo desde el correcto estado interno pueden ser cambiadas, mejoradas las condiciones externas y pueden experimentar una transformación fundamental. El abordarlas desde lo meramente superficial, o sea, desde lo externo, a fin de crear las condiciones apropiadas, significará muy poco en la comprensión de la verdad, de Dios.

Uno tiene que comprender cuál es la correcta condición interna, sin que en ello intervenga una compulsión superficial ni autoridad alguna. El profundo cambio interne siempre podrá habérselas inteligentemente con las condiciones externas. De una vez por todas, percibamos plenamente la importancia de este indispensable cambio interno y no confiemos en el mero cambio de las circunstancias externas. Son siempre los motivos y las Intenciones de lo interna, los que controlan y cambian lo externo. Los motivos, los deseos, no fundamentalmente alterados por el mero control de lo externo.

Si un hombre es internamente pacífico y afectuoso, si está libre de codicia, no necesita, por cierto, leyes que le impongan la paz, policía que regule su conducta ni instituciones que aseguren su moralidad.

Hoy en día hemos concedido un gran significado a lo externo, a mantener la paz; por medio de instituciones, leyes, policías, ejércitos, iglesias y demás, buscamos sostener una paz que no existe. Por la imposición y la dominación, oponiendo violencia a la violencia, esperamos crear un estado humano pacífico.

Si de verdad comprenden esto a fondo y sinceramente, verán la importancia de no abordar los múltiples problemas de la vida desde el punto de vista de lo externo y lo interno, sino desde lo comprensivo e integral.

Entonces, ¿cuál es la indispensable condición interna para ser uno mismo, para ser espontáneo? La primera, es que debe cesar el mecanismo formador de hábitos. ¿Cuál es la potencia motora que hay detrás de este mecanismo?

Antes de responder a esto, debemos descubrir en primer lugar si nuestros pensamientos y sentimientos son el resultado del mero hábito, de las tradiciones y del seguimiento de ideales y principios. Casi todos nosotros, si de verdad reflexionamos sobre esto sincera e inteligentemente, veremos que, por lo común, nuestros pensamientos y sentimientos brotan desde diversos patrones estandardizados, ya sea que se trate de ideales o de principios.

La continuación de este hábito mecánico y su potencia motora obedece al deseo de estar seguros. Todo el mecanismo de la tradición, de la imitación, del ejemplo, la proyección de un futuro, del ideal, de lo perfecto y su realización, todo ello obedece a este deseo de estar seguros; y el desarrollo de diversas cualidades supuestamente necesarias es para la seguridad, para el éxito de las mismas.

El deseo da una falsa continuidad a nuestro pensar, y la mente se aferra a esa continuidad cuyas acciones son el mero seguimiento de normas, ideales, principios, y el establecimiento del hábito. Por eso la experiencia jamás es nueva, fresca, gozosa, creativa; y de aquí la vitalidad extraordinaria de cosas muertas que pertenecen al pasado.

Tomemos ahora unos cuantos ejemplos y veamos lo que quiero decir. Por ejemplo, el hábito del nacionalismo, que hoy en día se está volviendo más y más fuerte y cmel. ¿Acaso el nacionalismo no es, en realidad, un falso amor del hombre? Alguien que en el fondo es un nacionalista, no puede ser jamás un ser humano completo. Para un nacionalista, el internacionalismo es una mentira. Muchas insisten en que uno puede ser nacionalista y, al propio tiempo, no pertenecer a ninguna nación; esto es una imposibilidad, es tan sólo un truco de la mente.

Estar apegado a un determinado trozo de tierra impide el amor por lo total. Habiendo creado un problema falso y artificial como el del nacionalismo, procedemos a resolverlo mediante hábiles y complejos argumentos acerca de la necesidad del nacionalismo, de mantenerlo por medio de armamentos, odio y división. Tales respuestas deben ser, por fuerza, totalmente estúpidas y falsas, porque el problema mismo es una ilusión y una perversión. Comprendamos esta cuestión del nacionalismo y, al menos en este respecto, permanezcamos siendo cuerdos en un mundo en brutal regimentación y demencia. El amor organizado en favor de nuestro propio país — con su odio y su afecto reglamentados — , cultivado e impuesto por los líderes mediante la propaganda, ¿no es, acaso, tan sólo un interés creado? Esto que llamamos amor por el país de uno, ¿no existe porque alimenta nuestro propio egoísmo a través de medios tortuosos? Toda imposición y gratificación es inevitable que genere hábitos mecánicos que deben entrar constantemente en conflicto con nuestra propia integridad y nuestros afectos. El prejuicio, el odio, el miedo, deben por fuerza crear división, la cual engendra inevitablemente guerra, guerra no sólo dentro de uno mismo, sino también entre los pueblos.

Si el nacionalismo es tan sólo un hábito, ¿qué debe uno hacer? El no tener un pasaporte, no lo libera a uno del hábito nacionalista. La mera acción superficial no nos libera de la brutal convicción interna acerca de una particular superioridad racial. Cuando ustedes se enfrentan con sentimientos de nacionalismo, ¿cómo reaccionan? ¿Sienten que son inevitables, que uno debe pasar por el nacionalismo para llegar al internacionalismo, que debe pasar por lo brutal para llegar a lo pacífico? ¿Cuál es el razonamiento de ustedes? ¿O no razonan en absoluto, sino que se limitan a seguir la bandera porque millones están haciendo la misma cosa absurda?

¿Por qué están todos tan silenciosos? Pero ¡qué ávidos estarán por discutir conmigo acerca de Dios, de la reencarnación, de las ceremonias religiosas!

Esta cuestión del nacionalismo está golpeando a sus puertas lo quieran o no, y ¿cuál es la respuesta de ustedes?

Pregunta: ¿No es posible considerar al nacionalismo como un adelanto respecto del provincialismo y, por lo tanto, como el primer paso hacia el internacionalismo ?

Comentario: Se trata, indudablemente, de la misma cosa.

Comentario: Yo encuentro que el nacionalismo es un provincialismo ampliado.

Comentario: A mí me parece, señor, que usted exagera la importancia de la posición nacionalista. Me parece que hoy en día hay menos sentimiento nacioonal en ciertas regiones del globo, que el que había hace cincuenta años, y que, a medida que pase el tiempo, el sentimiento nacional puede disminuir en más y más personas y, por lo tanto, el internaáonalismo puede tener mayores posibilidades. Pienso que es más importante tener tiempo a fin de que los elementos moderados en la población incrementen sus pensamientos y sentimientos internadonales e impidan, de ser posible, alguna explosión que podría barrer lo bueno de la presente civilización conjuntamente con lo malo.

KRISHNAMURTI: La cuestión es ésta: ¿Puede usted, en cualquier momento, llegar a la paz por medio de la violencia, ya sea que la llame provincialismo, nacionalismo o internacionalismo? ¿Puede alcanzar la paz a través de etapas graduales? El amor no es un asunto de educación o de tiempo. En la última guerra se luchó, creo, por el bien de la democracia, y miren, estamos más de lo que nunca antes lo estuvimos, preparados para la guerra y la gente es menos libre. Por favor, no se complazcan en meras argumentaciones intelectuales. O toman ustedes en serio y consideran en profundidad sus sentimientos y pensamientos, o se satisfacen con respuestas superficiales de carácter intelectual.

Si piensan que están buscando la verdad o creando en el mundo una auténtica relación humana, el nacionalismo no es el camino para ello; ni puede esta relación humana de afecto, de amistad, establecerse por medio de fusiles. Si amamos profundamente, no existen ni el uno ni los muchos; sólo existe ese estado del ser que es el amor, en el cual puede estar el uno, pero que no excluye a los muchos. Sin embargo, si usted se dice a sí mismo que, al amar a uno, habrá amor por los muchos, no está considerando en absoluto el amor sino tan sólo el resultado del amor, y eso es una forma de miedo.

Tomemos ahora otro ejemplo del mecanismo formador de hábitos, proceso que destruye el vivir creativo. Para comprender la realidad, debemos abordarla con una mente nueva.

Veamos la cuestión del modo como tratamos a la gente. ¿Han notado cómo tratan ustedes a otras personas? Con gran deferencia a quien consideran superior, y con desdén ofensivo e indiferencia al que juzgan inferior, ¿verdad? ¿Lo han notado? (Voces del público: ''Sí''). Es obvio en este campamento: la manera como me tratan a mí y la manera como tratan a cualquiera de sus compañeros o a aquéllos que ayudan a manejar el campamento; la manera como se comportan con alguien que ostenta un título nobiliario, y coma lo hacen con una persona común; el respeto que rinden al dinero y la falta de respeto que demuestran hacia el pobre, y así sucesivamente. ¿No es esto el resultado del mero hábito, de la tradición, de la imitación, del deseo de éxito? ¿No es el hábito de, satisfacer la propia vanidad?

Les ruego que reflexionen sobre esto y perciban cómo la mente vive y continúa en el hábito, aunque afirme que debe ser espontánea y libre. ¿De qué sirve que me escuchen si lo obvio escapa a la consideración de ustedes? Otra vez se quedan callados, porque éste es un acontecimiento común en sus vidas y, por eso, los pone un poco nerviosos el tener que abordarlo, porque no quieten verse expuestos demasiado radicalmente.

Si este hábito existe — y es tan solo un hábito y no una acción deliberada, consciente, excepto en el caso de unos pocos — , cuando se den cuenta de él, desaparecerá si aman da verdad todo este proceso del vivir. Pero si no están interesados, me escucharán y quizá se sientan intelectualmente excitados por unos minutos, pero continuarán de la misma vieja manera. A aquéllos de ustedes que se interesan profundamente, que aman la verdad y anhelan comprenderla, les digo: Observen cómo éste o cualquier otro hábito crea una cadena de recuerdos que se vuelven más y más intensos, hasta que sólo existe ahí el "yo". Este mecanismo es el "yo", y mientras tal proceso siga existiendo, es imposible el éxtasis del amor, de la verdad.

Tomemos otro ejemplo: la meditación. Veo que ahora comienzan a interesarse. El nacionalismo, la manera como tratan a la gente, el amor, la meditación, todas estas cosas forman parte del mismo proceso, todas surgen de la misma fuente, pero examinamos cada una de ellas por separado a fin de comprenderlas mejor.

Tal vez quieran discutir conmigo este asunto de la meditación, porque casi todos ustedes, de un modo u otro, practican esta cosa que llaman meditación, ¿no es así? (Voces del público: " Sí ", "no"). Algunos sí, algunos no. Aquéllos que la practican, ¿por qué lo hacen? Y los que no la practican, ¿por qué no lo hacen? ¿Cuál es el motivo de aquéllos que no meditan? O bien es una actitud de completa irreflexión e indiferencia, o tienen miedo de verse involucrados en toda esta necedad, o temen revelarse ante sí mismos, o existe el temor de adquirir hábitos nuevos e inconvenientes, etc. y aquéllos que sí meditan, ¿cuál es su motivo?

Comentario: El egoísmo.


KRISHNAMURTI: ¿Emite usted esta palabra como una explicación? Yo también puedo darle una muy buena explicación, pero estamos intentando ir más allá de las explicaciones. Las meras explicaciones, por lo general, ponen un límite al pensar, ¿Qué estamos tratando de hacer al conversar sobre esta cuestión? Nos exponemos a nosotros mismos. Nos estamos ayudando el uno al otro a ver lo que somos. Ustedes actúan como un espejo para mí, y yo como un espejo para ustedes, espejos sin distorsión alguna. Pero si uno se limita a dar una explicación, a soltar tan sólo unas cuantas palabras, empaña el espejo y, con ello, impide la clara percepción.

Estamos tratando de descubrir por qué meditamos y qué significa eso. Aquéllos de ustedes que meditan, lo hacen presumiblemente porque sienten que necesitan, mediante la tranquilidad interna, algo de equilibrio y claridad para afrontar los problemas de la vida. Reservan, pues, cierto tiempo para este propósito y esperan, durante este período, entrar en contacto con algo real que contribuirá a guiarlos a lo largo del día. ¿No es así? (. Auditorio : "Sí"). Durante este período comienzan a disciplinarse, o disciplinan durante el día sus pensamientos y sentimientos, así como sus acciones, conforme al patrón establecido de esos pocos momentos de la así llamada meditación.

Comentario: No, yo la considero un paso en el sendero hacia la liberación respecto del "yo", tan sólo un peldaño.

KRISHNAMURTI: Seguramente está usted diciendo lo mismo que yo señalo, sólo que lo expresa con palabras diferentes. Mediante la disciplina, ¿puede uno liberarse respecto del pensamiento, de la emoción? Éste es el punto que plantea el interlocutor. ¿Puede uno disciplinarse con el fin de volverse espontáneo, de comprender lo desconocido, lo real? La disciplina implica un patrón que moldea, y aquello que es la verdad debe ser lo desconocido y no puede ser abordado por lo conocido.

Comentario: Yo creo que medito porque deseo conócerme a mí mismo, porque tengo miedo de mí mismo, porque me odio como odio al prójimo; y deseo conocerme para protégerme. Odio a mi prójimo y lo amo. Lo odio porque amenaza, mis hábitos, mi bienestar. Lo amo porque lo necesito. Y soy nacionalista porque temo a los que están al otro lado de la frontera. Me protejo a mí mismo en todas las formas posibles.

KRISHNAMURTI: Usted está diciendo que medita a fin de protegerse a sí mismo. (Interlocutor: "Sí"). Es así, pero debemos investigar más a fondo esta cuestión de la disciplina, no sólo la disciplina impuesta por el mundo exterior mediante diversas instituciones de moralidad organizada, mediante determinados sistemas sociales, sino también la disciplina que desarrolla el deseo.

La disciplina impuesta desde afuera por la sociedad, por los líderes y demás, debe destruir, inevitablemente, la plena realización individual; creo que esto es bastante obvio. Porque semejante disciplina, con su compulsión y su amoldamiento, tan sólo pospone el inevitable problema del miedo individual con sus numerosas ilusiones.

Existen, pues, muchos motivos para que uno quiera disciplinarse: está el deseo de protegernos de varias maneras, mediante el logro, tratando de volvernos más sabios, más nobles, encontrando al Maestro, volviéndonos más virtuosos, siguiendo principios, ideales, anhelando la verdad, el amor, etc. Todo esto indica la acción del miedo, y los motivos nobles no hacen sino encubrir este miedo innato.

Uno se dice a sí mismo: "Debo comenzar a disciplinarme con el fin de llegar a Dios, de descubrir la realidad, de ponerme en comunicación con lo absoluto, con lo cósmico" — ya conoce tedas las frases — . "Debo aprender a concentrarme más, debo practicar la percepción alerta, debo desarrollar ciertas virtudes...". Cuando ustedes afirman estas cosas y se disciplinan, ¿qué está ocurriendo con sus pensamientos y emociones?

Pregunta: ¿ Quiere usted decir que ésa es una forma de exaltación propia ? 

Comentario: Formamos hábitos

KRISHNAMURTI: Supongamos que uno concibe un patrón de lo que es bueno, o que éste ha sido impuesto por la tradición, por la educación, o que uno ha aprendido que el mal es aquello que divide; y si éste es el ideal, el patrón de conducta en la vida, patrón que uno sigue mediante la meditación, mediante la disciplina autoimpuesta, entonces, ¿qué es lo que está ocurriendo con sus pensamientos y emociones? Uno está forzándolos, violenta o afectuosamente, a ajustarse y, en consecuencia, establece un nuevo hábito en lugar del viejo. ¿No es así? (Voces del público: "Sí").

Así que el intelecto, la voluntad, controlan y moldean nuestra moralidad; la voluntad se basa en el deseo de autoprotección. Este deseo nace del miedo, el cual niega la realidad. El camino de la disciplina es el proceso del miedo, y el hábito creado por la así llamada meditación destruye la espontaneidad, la revelación de lo desconocido.

Pregunta: ¿No es posible fornar un hábito de amor sin perder la espontaneidad?

KRISHNAMURTI: El hábito pertenece a la mente, a la voluntad, la cual tan sólo supera el miedo sin eliminarlo. Las emociones son en sí creativas, vitales, nuevas; por lo tanto, no pueden convertirse en un hábito por mucho que la voluntad trate de dominarlas y controlarlas.

Es la mente, la voluntad con sus apegos, deseos, temores, la que crea conflicto entre sí misma y la emoción. El amor no es la causa de la desdicha; son los temores, los deseos y hábitos de la mente los que engendran dolor, la angustia de los celos, del desencanto. Habiendo engendrado conflicto y sufrimiento, la mente con su deseo de satisfacción encuentra razones, excusas, escapes, a los que llama con distintos nombres: desapego, amor impersonal, etc. Debemos comprender todo el proceso del mecanismo formador de hábitos y no preguntar qué disciplina, modelo o ideal es mejor. Si la disciplina es coordinación, entonces no debe ser realizada mediante ninguna coacción, mediante ningún sistema. El individuo debe comprender su propia complejidad profunda y no recurrir meramente a un modelo para realizarse.

No practiquen disciplinas ni sigan patrones y meros ideales, sino estén alerta al proceso formador de hábitos. Sean conscientes de las viejas rutinas a lo largo de las cuales la mente se ha movido, y también del deseo de crear otras nuevas. Experimenten seriamente con esto. Es posible que haya mayor confusión y sufrimiento, porque la disciplina, las leyes morales, han actuado meramente para conservar los deseos y propósitos ocultos. Cuando se den cuenta integralmente, con todo el ser y sin esperanza alguna de escape, de esta confusión y este sufrimiento, entonces surgirá espontáneamente aquello que es real. Pero ustedes deben amar esa confusión y ese sufrimiento, deben sentir entusiasmo al respecto. Deben amarlos con el propio corazón, no con el corazón de otro.

Si comienzan a experimentar consigo mismos, verán que tiene lugar una transformación muy curiosa. En el instante de mayor confusión, hay claridad: en el instante de mayor miedo, hay amor. Deben llegar a ello espontáneamente, sin el ejercicio de la voluntad.

Sugiero seriamente que experimenten con lo que he estado diciendo, y entonces comenzarán a ver de qué manera el hábito destruye la percepción creativa. Pero esa no es cosa para ser anhelada o cultivada. Uno no puede andar buscándola a tientas.

6 de agosto de 1938


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