CUARTA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
En las tres pláticas anteriores he estada tratando de explicar que el recto pensar, que llega con el conocimiento propio, no puede ser adquirido por intermedio de otra persona, por importante que sea, ni a través de libro alguno, sino más bien mediante la experiencia del descubrimiento propio, el cual es creativo y liberador. Traté de explicar que, como nuestra vida es una serie de luchas y conflictos, a menos que comprendamos qué es el recto empeño, no estaremos creando claridad v paz sino más conflicto y dolor. Estuve explicando que, sin el conocimiento propio, elegir entre los opuestos debe, inevitablemente, conducirnos a más ignorancia y a futuros sufrimientos.
No sé con cuánta claridad he explicado este problema del conflicto entre los opuestos; porque hasta que no comprendamos su causa y efecto, nuestro esfuerzo, por serio y tenaz que sea, no nos liberará de nuestra confusión y desdicha. Por mucho que podamos formular o tratar de entender aquello que llamamos Dios o la verdad, no podremos comprender lo desconocido hasta que la mente misma llegue a ser tan vasta, tan inconmensurable como la cosa que ella misma está tratando de percibir, de experimentar. Para experimentar lo inconmensurable, lo incognoscible, la mente debe ir mucho más allá de sí misma.
El pensamiento-sentimiento se halla limitado por su propia causa, el anhelo de devenir, el cual está atado al tiempo. El anhelo, identificándose con la memoria, crea el "sí mismo", el "yo", lo "mío". Es el actor desempeñando diferentes papeles para acomodarse a las diferentes ocasiones, pero siendo internamente siempre el mismo. Hasta que ese anhelo, causa de nuestra ignorancia y de nuestro sufrimiento, sea comprendido y disuelto, el conflicto de la dualidad continuará, y todo esfuerzo para desenredarnos sólo nos sumergirá más en él, Este anhelo se expresa a través de la sensualidad, del espíritu mundano, de la búsqueda de inmortalidad personal, de la autoridad, del misterio, del milagro. En tanto la mente sea el instmmento del " yo ", del anhelo, seguirá habiendo dualidad y conflicto. Una mente así no puede comprender lo inconmensurable.
El "sí mismo", la conciencia del "yo" y lo "mío" se forma por obra del anhelo, mediante una serie de pensamientos y sentimientos, no sólo en el pasado sino por la influencia de ese pasado en el presente. Somos el producto del pasado, nuestro ser tiene en él su fundamento. Las numerosas capas de nuestra conciencia, relacionadas entre sí, son la consecuencia del pasado. Este pasado debe ser estudiado y comprendido a través del presente vivo; mediante los datos que proporciona el presente, se nos revela el pasado. Al estudiar al "yo" y su causa — el anhelo — , comenzaremos a comprender el camino de la ignorancia y el dolor. Limitarse a negar el anhelo, oponerse meramente a sus numerosas expresiones, no es trascenderlo sino continuar con él. Negar el espíritu mundano es continuar siendo mundano; pero si comprendemos las modalidades del anhelo, ponemos fin a la tiranía de los opuestos; posesión y no posesión, mérito y demérito, etc. Si investigamos a fondo el anhelo, si meditamos sobre él dándonos cuenta de su significado más amplio y profundo y, de ese modo, empezamos a trascenderlo, despertaremos en nosotros una facultad nueva, diferente, no engendrada por el anhelo ni por el conflicto de los opuestos. Mediante la constante percepción alerta, surge en nosotros una observación sin identificaciones, la capacidad de estudiar el "yo" sin emitir juicio alguno. Gracias a esta percepción, quedan al descubierto y son comprendidas las numerosas capas de nuestra conciencia. El conocimiento propio da origen al recto pensar, y éste es lo único que liberará al pensamiento-sentimiento, del anhelo con sus múltiples y conflictivos sufrimientos.
Pregunta: La comprensión de nosotros mismos, ¿conduce a un cambio en el problema y en la idea? Uno puede entender cómo surge el nacionalismo: educación, persecución, vanidad etcétera, pero el nacionalista permanece siendo nacionalista. La voluntad de cambiar, de comprender el problema, no trae consigo la verdadera disolución de ese problema. ¿Cuál es, entonces, el paso que sigue al conocimiento de las causas en este proceso del pensar ?
KRISHNAMURTI: La identificación de uno mismo con una raza o un país en particular, o con determinadas ideologías, reditúa seguridad, satisfacción y un sentimiento halagador de la propia importancia. Este culto de la parte en vez del todo, engendra antagonismo, conflicto y confusión. Si usted considera cuidadosamente esto, si lo investiga clara e inteligentemente — no examinando meras ideas sino su respuesta a ellas — , entonces, al comprender la plena implicación del nacionalismo, el orden y la claridad penetrarán en esa delgada capa de la conciencia con la que funcionamos todos los días. Es importante proceder de este modo para tornarnos conscientes del significado pleno que tiene el nacionalismo: cómo divide a la humanidad, que es una sola, cómo engendra antagonismo y opresión, cómo fomenta la propiedad privada y la exclusividad de la familia, cómo condiciona el pensamiento-sentimiento por medio de las organizaciones, cómo cultiva las barreras económicas y la pobreza, las guerras, las desdichas y demás.
Cuando comprendemos a fondo la implicación del nacionalismo, entonces el orden y la claridad se establecen en la mente consciente y, en esta claridad, se proyectan las reacciones ocultas y acumuladas. Al estudiar diligentemente y con inteligencia estas proyecciones, la conciencia completa se libera de la enfermedad del nacionalismo. Uno no se convierte, entonces, en un intemacionalista, el cual sigue manteniendo el separatismo y el culto de la parte, sino que hay una clara percepción de la unidad y de la no nacionalidad del ser humano; uno se libera así de nombre y etiquetas, de prejuicios raciales y de clase.
El mismo proceso puede aplicarse a todos nuestros problemas: reflexionar sobre el problema y sentirlo tan amplia y libremente como sea posible, trayendo así orden y claridad a la mente consciente, la cual puede, entonces, responder con comprensión a las proyecciones de lo oculto, a los impulsos y mandatos internos, con lo cual el problema se resuelve totalmente. Hasta que las numerosas capas de la conciencia sean descubiertas, expuestas, y sus reacciones sean completamente comprendidas, el problema habrá de continuar. Pero este examen, esta investigación no es posible si la mente consciente no se ha desembarazado ella misma del problema. Nuestra dificultad consiste en no identificarnos con el problema, porque la identificación impide el libre huir del pensamiento-sentimiento; la identificación implica aceptación o rechazo, juicio o comparación, toda lo cual distorsiona nuestra posibilidad de comprender. Lograr que el pensamiento-sentimiento se libere de cualquier problema, de cualquier obstáculo, no es tarea de un momento. La libertad exige percepción alerta externa e interna, con lo externo listo para recibir las respuestas de lo interno. Este constante estado de percepción alerta origina un conocimiento más amplio y profundo de nosotros mismos. En ese conocimiento propio está la libertad del recto pensar, y sólo en el conocimiento propio se comprenden y disuelven los problemas y las servidumbres psicológicas.
externa e interna, con lo externo listo para recibir las respuestas de lo interno. Este constante estado de percepción alerta origina un conocimiento más amplio y profundo de nosotros mismos. En ese conocimiento propio está la libertad del recto pensar, y sólo en el conocimiento propio se comprenden y disuelven los problemas y las servidumbres psicológicas.
Pregunta: Físicamente, soy una persona muy activa. Se está acercando el momento en que dejaré de serlo. ¿Cómo ocupar, entonces, mi tiempo ?
KRISHNAMURTI: Casi todos nosotros estamos atrapados en los valores sensorios, y el mundo que nos rodea se halla organizado para incrementarlos y mantenerlos. Nos involucramos más y más en ellos, y envejecemos irreflexivamente, agotados por las actividades externas pero inactivos y pobres en lo interno. Pronto la actividad externa, bulliciosa, llega a su fin inevitable, y entonces nos tornamos conscientes de la soledad y pobreza del ser. A fin de no enfrentarse con este dolor y este miedo, algunos continúan incesantemente siendo activos en lo social, en lo político, en organizaciones religiosas y en el mundo de los negocios, ofreciendo justificaciones para su actividad, agitación y bullicio. El problema de qué hacer en la vejez, surge para aquéllos que no pueden continuar con la actividad externa. No pueden volverse súbitamente activos en lo interno, no saben qué significa eso, toda su vida se ha opuesto a ello. ¿Cómo pueden llegar ahora a un estado de inteligente percepción interna?
Sería un acto de sabiduría si después de cierta edad — digamos unos cuarenta o cuarenta y cinco años, o menos aún — uno se retirara del mundo, antes de ser demasiado viejo. ¿Qué ocurriría si ustedes se retiraran no meramente para gozar los frutos de sus acumulaciones sensorias, sino que se retiraran para encontrarse a sí mismos, para pensar y sentir profundamente, para meditar, para descubrir la realidad? Tal vez pudieran salvar a la humanidad del camino sensual y mundano que esta siguiendo — con toda la brutalidad, el engaño y el sufrimiento que ello implica — . De este modo, podría haber un grupo de personas que, desvinculadas del espíritu mundano, de sus identificaciones y exigencias, serían capaces de guiar a la humanidad, de enseñarle. Estando psicológicamente libres del espíritu mundano, no tendrían autoridad ni importancia en sí mismas: por lo tanto, no se verían envueltas en las estupideces y calamidades del mundo. Porque un hombre que no está libre de la autoridad, del ansia de posición, no puede guiar ni enseñar a otro. Un hombre que ejerce autoridad, está identificado con su posición, con su propia importancia, con su trabajo; en consecuencia, es un esclavo de todo eso, A fin de comprender la libertad que implica lo verdadero, tiene que haber libertad para experimentar. Si un grupo así surgiera a la existencia, podría dar origen a un mundo nuevo, a una nueva cultura.
Es triste para alguien que se aproxima a la vejez, empezar a cuestionar su vida vacía; al menos, ha comenzado a despertar. Una pareja vino a verme el otro día. Ambos trabajaban en una fábrica de su propiedad que les redituaba mucho dinero. Estaban viejos. En el curso de la conversación surgió naturalmente la sugerencia de que, considerando su edad, se retiraran para reflexionar, para vivir de una manera nueva. Se mostraron sorprendidos y dijeron: "¿Qué haríamos?"
Ustedes pueden reírse, pero me temo que la mayoría de nosotros está en la misma situación. Para casi todos, el pensar, el investigar, ocurre a lo largo del surco bien marcado de un dogma o una creencia en particular, y el seguir ese surco, esa rutina, se considera religioso, inteligente. El recto pensar comienza sólo con el conocimiento propio y no con el conocimiento de ideas y hechos que sólo son una extensión de la ignorancia. Pero si uno, ya sea viejo o joven, comienza a comprenderse a sí mismo, descubrirá tesoros grandes e imperecederos. Pero el descubrir requiere persistente percepción alerta, ajuste y dedicación — percepción alerta de cada pensamiento-sentimiento — ; gracias a esto se nos revela el tesoro de la vida.
Pregunta: ¿Cómo podemos comprendernos verdaderamente a nosotros mismos y comprender nuestras riquezas infinitas, sin desarrollar primero una percepción tota! y completa ? De lo contrarío, con nuestra percepción relativa debida al pensamiento, sólo logramos una comprensión parcial de ese fluir infinito de la causa en cuyo orden nos movemos y tenemos nuestro verdadero ser consciente.
KRISE1NAMURTI: ¿Cómo puede uno comprender lo total cuando está rindiendo culto a la parte? Siendo trivial, parcial, limitado, ¿cómo puede uno comprender aquello que es ilimitado, infinito? Lo pequeño no puede captar lo grande, pero lo pequeño puede dejar de ser. Al comprender qué es lo que contribuye a la limitador., a la parcialidad, y al trascenderlo, uno será capaz de comprender lo total, lo ilimitado. A partir de lo conocido, se hace realidad lo desconocido, pero especular acerca de lo incognoscible es tan sólo negar lo limitado, lo trivial; toda especulación se convierte así en un obstáculo para la comprensión de la realidad.
Comience a comprenderse a sí mismo, y en esa comprensión se revelarán riquezas inmensurables. Empiece con lo conocido, con lo trivial, lo restringido, lo confuso, lo pequeño que se halla limitado por el temor, por la creencia, por la lujuria, por la mala voluntad. Es mezquino, parcial, porque es el producto de la ignorancia. ¿Cómo puede una mente semejante comprender lo total? No puede, Si el pensamiento-sentimiento se libera del anhelo y, por ende, de la ignorancia y el dolor, sólo entonces hay una posibilidad de comprender lo total. ¿Cómo puede haber comprensión de aquello que es sin causa, cuando nuestro pensamiento-sentimiento es un resultado, cuando está atado al tiempo? Esto parece tan obvio que no requiera mucha explicación; sin embargo, son muchísimos los que se hallan presos en la ilusión de que primero debemos tener la visión, la percepción de lo total, una hipótesis de trabajo a modo de comienzo, antes de que haya comprensión de la parte.
Para tener una percepción de esa integridad, para realizar esa realidad infinita, única, la mente debe derribar las barreras que la confinan. La amplitud de los cielos no puede ser percibida desde una abertura estrecha. Nosotros tratamos de percibir lo total a través de la abertura estrecha de nuestro pensamiento-sentimiento, y lo que vemos debe, inevitablemente, ser pequeño, parcial, incompleto. Decimos que queremos comprender lo total y, no obstante, nos aferramos a lo insignificante, al "yo", a lo "mío". Mediante la percepción alerta, que da origen al conocimiento propio, alimentamos el recto pensar, y éste es lo único que nos liberará de la trivialidad y del dolor. Cuando la mente deja de parlotear, cuando no se halla jugando papel alguno, cuando no está deviniendo ni apoderándose de nada, cuando está totalmente silenciosa y quieta, en ese vacío creador se encuentra lo total, lo increado.
Pregunta: ¿Cree usted que el mal existe en el mundo?
KRISHNAMURTI: ¿Por qué me formula usted esa pregunta? ¿Acaso no es consciente del mal? ¿No son obvias sus acciones, no es abmmador el sufrimiento que ocasiona? ¿Quién ha creado el mal sino cada uno de nosotros? ¿Quién, sino cada uno de nosotros, es responsable de que el mal exista? Tal como hemos creado el bien, por pequeño que sea, así hemos creado el mal, por enorme que sea. El bien y el mal forman parte de nosotros y también son independientes de nosotros. Cuando pensamos y sentimos estrechamente, con envidia, odio y codicia, estamos sumando mal al mal, y éste se vuelve contra nosotros y nos desgarra. Este problema conflictivo del bien y el mal nos acompaña siempre, puesto que lo estamos creando. Se ha vuelto parte de nosotros este desear y no desear, amar y odiar, anhelar y renunciar. Estamos creando continuamente esta dualidad que mantiene atrapado al pensamiento-sentimiento. Este pueda ir mucho más allá del bien y de su opuesto, sólo cuando comprende su causa: el anhelo. Al comprender el mérito y el demérito, nos liberamos de ambos. Los opuestos no pueden fundirse; deben ser trascendidos mediante la disolución del anhelo. Cada opuesto debe ser examinado, investigado tan extensa y profundamente como sea posible, a través de todas las capas de la conciencia. Por obra de este examen, de esta investigación, se despierta una comprensión nueva que no es producto del anhelo ni del tiempo.
En el mundo existe el mal, al que estamos contribuyendo tal como contribuimos al bien. El hombre parece unirse más en el odio que en el bien. Un hombre sabio se da cuenta de la causa del mal y el bien, y comprendiéndola, libera de ella al pensamiento-sentimiento.
Pregunta: Por lo que usted dijo el último domingo, entendí que no restamos tiempo de nuestras ocupaciones, de la familia y de otras actividades, para estudiarnos a nosotros mismos: Esto parece contradecir su declaración anterior de que uno puede estar alerta en todo lo que hace.
KRISHNAMURTI: Por cierto, usted empieza por estar alerta en todo lo que hace. Pero ¿qué ocurre cuando está tan alerta? Si prosigue más y más con este estado de percepción alerta, termina por estar solo — solo pero no aislado — . Ningún objeto se halla jamás aislado; ser es estar relacionado, ya sea que uno se encuentre solo o con muchas otras personas. Pero cuando uno comienza a estar alerta en todo lo que hace, cuando está empezando a estudiarse a sí mismo, se halla cada vez más consciente de sus íntimos pensamientos-sentimientos, de sus motivos, temores, etc. Cuando más se percibe uno a sí mismo, tanta más tranquilidad interna adquiere; se torna más silencioso, más puramente atento. Nosotros estamos demasiado ocupados con la familia, el trabajo, los amigos, las actividades sociales, y estamos poco atentos; la vejez y la muerte se acercan inadvertidamente a nosotros, y nuestra vida es una vida vacía. Si usted está alerta en sus relaciones y actividades cotidianas, comenzará a desenredar el pensamiento-sentimiento desembarazándolo de la causa de la ignorancia y el dolor. Al volverse plenamente consciente de las acciones y reacciones, tanto internas como superficiales, las distracciones cesarán de manera natural y a eso seguirá inevitablemente una vida de sencillez.
Pregunta: ¿Piensa usted que alguna ve% regresará a los Maestros ?
KRISHNAMURTI: El interlocutor, que cree y confía en los Maestros, desea volverme a su redil; tal vez piensa que, habiendo aceptado una vez esa creencia, volveré a ella.
Examinemos esta creencia en los Maestros; hagámoslo inteligentemente, sin identificarnos con ella. Para algunos resultará difícil, ya que están sumamente absorbidos por esta creencia, pero tratemos de pensar y sentir al respecto lo más abierta y libremente que nos sea posible. ¿Por qué necesitan ustedes a los Maestros, a esos seres supuestamente vivos con los que no están directamente en contacto? Me dirán probablemente que ellos actúan como postes indicadores de la realidad. Si son postes indicadores, ¿por qué se detienen ustedes y los veneran? ¿Por qué aceptan los postes indicadores, los mediadores, los mensajeros, las autoridades intermediarias? Además, ¿por qué forman alrededor de ellos organizaciones y gmpos? Si lo que ustedes buscan es la verdad, ¿por qué toda esta agitación respecto de los Maestros, por qué las organizaciones exclusivas y los cónclaves secretos? ¿No es, acaso, porque resulta más fácil y placentero demorarse, adorar a alguien en un templo al borde del camino, hallar consuelo en ello, antes que seguir el largo viaje de la búsqueda y el descubrimiento? Nadie puede conducirlos a la verdad, ni los Maestros ni los dioses ni los mensajeros de los dioses. Son ustedes, sólo ustedes, los que han de trabajar duro, investigar y descubrir.
Una cosa es estar directamente en contacto con un instructor, aunque ello tenga sus propios peligros, pero el estar supuestamente en comunicación con quienes ustedes no tienen contacto directo alguno, o estar en contacto con ellos a través de sus pretendidos representantes o mensajeros, es invitar a la superstición, a la opresión y a otros graves impedimentos. El culto de la autoridad es la negación misma de la verdad. La autoridad nos ciega y destruye el florecimiento de la inteligencia; se incrementan la arrogancia y la estupidez, crecen y se multiplican la intolerancia y la división.
¿Qué pueden enseñarles fundamentalmente los Maestros? Conocerse a sí mismos, dejar de odiar, ser compasivos, buscar la realidad. Cualquier otra enseñanza sería de muy poca importancia. Nadie puede proveerles de una técnica, de una fórmula establecida para que se conozcan a sí mismos. Si tuvieran una y la siguieran, no se conocerían a sí mismos; conocerían el resultado de una fórmula, pero no a sí mismos. Para conocerse, cada uno de ustedes tendrá que buscar y descubrir dentro de sí mismo. El resultado de una técnica, de una práctica, de un hábito, es mecánico, carente de creatividad. Ningún otro puede ayudarnos a que nos comprendamos a nosotros mismos, y sin comprendernos a nosotros mismos no es posible comprender la realidad. Esta búsqueda de Maestros es la incitación del espíritu mundano. Un valor suprasensorial sigue siendo de este mundo y, por lo tanto, es causa de ignorancia y dolor.
Entonces, alguno podría preguntar: "¿Qué es lo que está haciendo usted? ¿Acaso no es un poste indicador?". Si lo soy y ustedes se congregan alrededor de él para ponerle flores, para construir un templo y todas las tonterías que acompañan a eso, entonces se trata de algo completamente descabellado e indigno de personas adultas. Lo que aquí tratamos de hacer es cultivar el recto pensar, el cual solo surge con el conocimiento propio. Lo supremo descansa sobre los cimientos del recto pensar. Nadie puede darles este conocimiento propio; son ustedes mismos los que deben tomar conciencia plena de sus pensamientos-sentimientos. Porqué en ustedes mismos está el principio y el fin, la totalidad de la vida. Lo supremo ha de ser descubierto, no formulado.
Para leer las páginas del pasado, debe uno conocerse tal como es en el presente, porque a través del presente se revela el pasado. En cada uno de nosotros está la llave que abre la puerta hacia la realidad; nadie puede ofrecemos esa llave, porque es nuestra. Mediante la propia percepción inteligente, podemos abrir la puerta; sólo gracias a la plena conciencia de nosotros mismos podemos leer el valioso libro del conocimiento propio, porque en él están los indicios y las aperturas, los obstáculos y los bloqueos que obstmyen y, no obstante, conducen a lo intemporal, a lo eterno.
4 de junio de 1944
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