TERCERA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
En mi primera plática traté de explicar que el recto pensar puede llegar sólo con el conocimiento propio. Sin el recto pensar no podemos saber que es verdadero. Sin conocernos a nosotros mismos — nuestra relación, nuestras acciones — , la existencia cotidiana que vivimos carece de una base genuina; es un estado de oposición, de contradicción, y cualquier pensamiento, cualquier acción que emerja de ahí, jamás pueden ser verdaderos. Y antes de que podamos comprender el mundo, comprender nuestra conducta y nuestra relación con otro, debemos conocernos a nosotros mismos. Cuando el individuo se coloca en oposición a la masa, está actuando en la ignorancia y el temor, porque él es el resultado de la masa, es la consecuencia del pasado. No podemos separarnos de nada ni oponernos a nada si es que queremos comprenderlo.
En la segunda plática aludimos en cierto modo al pensamiento que, colocándose en oposición a algo, genera dualidad. Deberíamos comprender esto antes de comenzar a ocuparnos de nuestros pensamientos y nuestras actividades cotidianas. Si no comprendemos qué es lo que produce este dualismo, esta oposición instintiva de "lo tuyo" y "lo mío", no comprenderemos el significado de nuestro conflicto. En nuestra vida, somos conscientes del dualismo y su constante conflicto: desear y no desear, cielo e infierno, el Estado y el ciudadano, luz y oscuridad. El dualismo, ¿no surge, acaso, del anhelo? En la voluntad de devenir, de ser, ¿no existe también la voluntad de no devenir? En el anhelo positivo está también la negación, de modo que el pensamiento-sentimiento se halla atrapado en el conflicto de los opuestos. Por medio de los opuestos, no hay forma de salirse del conflicto, del dolor.
El deseo de devenir, de llegar a ser, es una lucha vana si no se comprende la dualidad; el conflicto de los opuestos cesa si podemos resolver el problema del anhelo. El anhelo es la raíz de toda la ignorancia y de todo dolor, y no es posible liberarse de la ignorancia y del dolor, salvo desistiendo del anhelo. Este no puede ser desechado mediante la mera voluntad, porque la voluntad forma parte del anhelo; tampoco puede desecharse si anhelo negándolo, porque una negación semejante es la consecuencia de los opuestos. El anhelo puede ser disuelto sólo si nos tornamos conscientes de sus múltiples modalidades y expresiones. Se lo trasciende mediante una tolerante observación y comprensión. En la llama de la comprensión, el anhelo se consume.
Examinemos el deseo de volvernos virtuosos. ¿Existe la virtud cuando hay conciencia del vicio? ¿Se vuelve uno virtuoso por el hecho de oponerse al vicio? ¿O es virtuoso un estado que no tiene sus raíces en los opuestos? La virtud adviene cuando estamos libres de los opuestos. La generosidad, la benevolencia, el amor, ¿son los opuestos de la codicia, la envidia, el odio? ¿O el amor es algo que está mucho más allá de todas las contradicciones? Oponiéndonos a la violencia, ¿tendremos paz? ¿O la paz es algo que está más allá de ambos opuestos y los trasciende? La verdadera virtud, ¿no es una negación del devenir personal, del "llegar a ser"? Virtud es la libertad respecto del anhelo.
Debemos darnos cuenta de este complejo problema de la dualidad, ejerciendo una constante percepción alerta, no para corregir sino para comprender: porque si no comprendemos su modo de cultivar el recto pensar, en el cual tiene su origen el recto empeño, estaremos desarrollando continuamente opuestos con sus conflictos interminables.
¿Llega el recto pensar a través del conflicto de los opuestos, o surge cuando se ha considerado cuidadosamente la causa de los opuestos, sondeándola y, por lo tanto, comprendiéndola? La libertad respecto de los opuestos sólo es posible cuando el pensamiento-sentimiento es capaz de observar sin aceptar, negar ni comparar sus acciones y reacciones; de esta percepción alerta surge un sentimiento nuevo, una nueva comprensión no arraigada en los opuestos. El pensamiento-sentimiento atrapado en la dualidad, no puede comprender lo intemporal. Así, pues, desde el principio mismo de nuestro pensar, debemos echar los cimientos apropiados para el recto empeño, porque los medios correctos llevan a fines correctos, y los medios erróneos producirán fines erróneos. Los medios erróneos no nos conducirán jamás a buenos fines; sólo en los buenos medios residen los buenos fines.
Pregunta: Encuentro extremadamente difícil comprenderme a mí mismo. ¿ Cómo he de empezar?
KRISHNAMURTI: ¿No es acaso muy importante, por encima de todas las otras cosas, que uno se comprenda a sí mismo? Porque si no nos comprendemos a nosotros mismos, no comprenderemos nada más, ya que allí es donde se encuentra la raíz de la comprensión. Comprendiéndome, comprenderé mi relación con otro, con el mundo, puesto que en mí, como en cada uno, está el todo. Yo soy el resultado del todo, del pasado. Este interés en comprenderme puede parecer, visto superficialmente, como egocéntrico, egoísta; pero si lo consideran verán que aquello que es cada uno de nosotros, lo es el mundo, el Estado, la sociedad. Y, para generar un cambio vital en el medio — cambio que resulta esencial — cada uno debe empezar consigo mismo. Al comprenderme y, así, transformarme a mí mismo, originaré inevitablemente el cambio necesario y vital en el Estado, en el medio que me rodea. El reconocimiento y la comprensión de este hecho producirán una revolución en nuestro pensar y sentir. El mundo es la proyección de uno mismo, el problema de uno es el problema del mundo. Sin uno, el mundo no existe. Lo que es uno mismo, eso es el mundo; si uno es envidioso, codicioso, hostil, competitivo, brutal, exclusivo, así es la sociedad, así es el Estado.
El estudio de uno mismo es extremadamente difícil, porque uno es muy complejo. Usted debe tener una paciencia inmensa; no una apática aceptación de las cosas, sino una capacidad alerta y pasiva para la observación y el estudio. Es muy difícil objetivar y estudiar lo que uno es subjetivamente, internamente. Casi todos nos encontramos en medio de un torbellino de actividades, confundidos, y errantes en lo interno, desgarrados por múltiples deseos, negando y afirmando, ¿Cómo puede ser estudiada y comprendida esta máquina enormemente compleja? Una máquina que se está moviendo muy rápidamente, girando a una enorme velocidad, no puede ser estudiada en detalle. Sólo cuando es posible disminuir su velocidad, puede uno empezar a estudiarla. Si uno puede disminuir la velocidad de su pensamiento-sentimiento, sólo entonces es capaz de observarlo, así como en una película puede estudiar el movimiento de un caballo mientras corre o salta una valla. Si detenemos la máquina, no podemos comprenderla, porque entonces tan sólo se convierte en una cosa muerta; y sí anda demasiado rápido, no podemos seguir su movimiento. Para examinarla en detalle, para comprenderla a fondo, debe moverse lentamente, girar con suavidad. Exactamente así debe trabajar la mente para que pueda seguir cada movimiento del pensar y del sentir. Afín de observarse sin fricción alguna, la mente debe aminorar su ritmo.
Limitarse a controlar el pensamiento-sentimiento, aplicarle un freno, es desperdiciar la energía indispensable que se requiere para comprenderlo; en tal caso, la mente se interesa más en controlar, dominar, que en considerar a fondo, en percibir y comprender cada pensamiento-sentimiento.
¿Ha intentado usted alguna vez examinar de ese modo cada pensamiento-sentimiento? ¡Cuan extremadamente difícil resulta! Porque la mente divaga de un lado a otro, ningún pensamiento, ningún sentimiento, se completan jamás. Revolotean de un tema a otro, como esclavos arreados de acá para allá. Si la mente misma no puede aminorar su ritmo, es imposible descubrir la implicación, el significado interno de sus pensamientos y sentimientos. Controlar sus divagaciones es tornarla estrecha y mezquina; entonces, el pensamiento-sentimiento se derrocha en refrenar y restringir, antes que en estudiar, examinar y comprender. La mente tiene que aminorar, pues, su propio ritmo. ¿Cómo ha de hacerlo? Si se fuerza para tornarse lenta, da origen a la oposición, la cual crea más conflicto y ulteriores complicaciones. Cualquier clase de compulsión anulará su esfuerzo. Es extremadamente difícil estar alerta a cada pensamiento-sentimiento; reconocer lo que es trivial y desasirse de ello, darse cuenta de lo que es significativo y seguirlo de manera penetrante y profunda, requiere tenacidad y una concentración amplia y extensa.
Me gustaría sugerir un modo, pero no lo conviertan en un sistema rígido y cerrado, en una técnica tiránica o en el método único; no hagan de ello una rutina aburrida, un deber fastidioso. Sabemos cómo llevar un diario personal, anotando por la noche todos los acontecimientos ocurridos durante el día. No sugiero que debamos llevar un diario retrospectivo, sino que traten de anotar, toda vez que tengan un poco de tiempo, cada pensamiento-sentimiento. Si lo intentan, verán lo extremadamente difícil que es aun esto. Cuando se ponen a escribir, sólo pueden asentar en el papel uno o dos pensamientos, porque el pensar es demasiado rápido, inconexo y errante. Y como no pueden anotarlo todo, descubrirán al cabo de un rato que otra capa de la conciencia está tomando nota. Cuando nuevamente tengan tiempo libre para escribir, todos esos pensamientos-sentimientos a los cuales no han prestado atención consciente, serán "recordados ".Así, al final del día, habrán anotado la mayor cantidad posible de sus pensamientos y sentimientos. Desde luego, sólo aquéllos que son serios harán esto. Al terminar el día, miren lo que han anotado en su transcurso. Este estudio es un arte, porque de él surge la comprensión. Lo importante, antes que el mero escribir, es el modo como estudian lo que han escrito.
Si adoptan una actitud de oposición a lo que han escrito, no lo comprenderán. Es decir, si aceptan o niegan, si juzgan o comparan, no captarán la significación de todo lo escrito, porque la identificación impide que florezca el pensamiento-sentimiento. Pero si examinan lo escrito suspendiendo todo juicio al respecto, ello revelará sus contenidos internos. Es extremadamente difícil examinar con percepción alerta y sin opciones, sin temer ni privilegiar cosa alguna. Así que aprendan a aminorar el ritmo de sus pensamientos y sentimientos, pero también — y ello tiene enorme importancia — a observar con tolerante imparcialidad cada pensamiento, cada sentimiento, a observarlos sin juicios, sin censuras que desnaturalizan lo que uno observa. De todo esto adviene una profunda comprensión que es cultivada no sólo durante las horas de vigilia sino mientras duermen. Encontrarán que de ello surgen la sencillez y la integridad.
Serán capaces, entonces, de seguir cada movimiento del pensar y sentir. Porque esto involucra no sólo la comprensión de la capa superficial de la conciencia, sino también la de sus numerosas capas ocultas. Así, gracias a la constante percepción alerta, existe un conocimiento más amplio y profundo de nosotros mismos. Esta es una obra de muchos volúmenes; en su comienzo está su final. No podemos pasar por alto ni un solo párrafo, ni una sola página, en nuestro codicioso afán de llegar rápidamente al final. Porque la sabiduría no se compra con la moneda de la codicia o de la impaciencia. Llega a medida que leemos diligentemente el libro del conocimiento propio, o sea, lo que somos de instante en instante, no en un momento determinado, particular. Esto significa, por cierto, un trabajo incesante, un estado de alerta que no sólo es pasivo sino de permanente investigación sin la codicia de un objetivo final, Esta pasividad es, en sí misma, activa. Con la quietud de la mente advienen la suprema sabiduría y la bienaventuranza.
Pregunta: Me siento muy deprimido. ¿Qué debo hacer para superarlo ?
KRISHNAMURTI: Es natural, ¿verdad?, sentirse deprimido en esta época de tantas matanzas, de tanta confusión y tanto dolor. Ahora bien, ¿aprendemos cuando estamos arriba o abajo, en las grandes alturas o en las sombras de los valles? Vivimos nuestras vidas oscilando, arriba y abajo, a grandes alturas y a grandes profundidades. Cuando nos hallamos en lo alto, nos sentimos tan alborozados, tan consumidos por la alegría o la felicidad, con ese sentido de plenitud, que olvidamos las profundidades y las sombras. La alegría no es un problema, la felicidad no busca una solución; en ese estado de plenitud uno no se esfuerza por comprender. Sólo eso existe, Pero eso no dura, y entonces lo buscamos a tientas, recordando, tratando de asirlo, comparando, Sólo cuando nos encontramos en las profundidades, en el valle, surgen el conflicto, la confusión, el dolor. Queremos escapar de esto y anhelamos alcanzar las alturas una vez más. Pero no las alcanzaremos por obra del deseo, porque la alegría llega sin que la inviten. La felicidad no es un fin en sí misma; es un incidente en el camino hacia una comprensión más amplia y profunda.
Pero si tratamos de comprender el conflicto y el dolor, comenzaremos por comprendernos a nosotros mismos en relación con ese conflicto y ese dolor: la manera como los afrontamos o los evadimos, como los condenamos o los justificamos, como los racionalizamos o los comparamos. En ese proceso llegamos a conocernos a nosotros mismos, nuestros engaños, nuestros escapes, nuestras excusas. Usted podrá escapar de la depresión, pero ésta lo atrapará una y otra vez. En cambio, si tratamos de comprenderla, y para comprenderla debemos observar todas las reacciones que provoca — cómo tratamos de escapar, de encontrar sustituciones para la depresión — , descubriremos que el deseo mismo de superarla indica que no la hemos comprendido. Al darnos cuenta de las causas y del significado de la depresión, surge a la existencia una comprensión más alta y profunda, en la cual no hay lugar para la depresión, para la autocompasión, para el miedo.
Pregunta: Usted habló acerca del Pistado. ¿Tendría la bondad de explicar más al respecto ?
KRISHNAMURTI: Lo que son ustedes, eso será el Estado que tengan. Si son envidiosos e irascibles, si buscan poder y riqueza, crearán el Estado, el gobierno que habrá de representarlos. Si, como ocurre con la mayoría, buscan poder y dominación en la familia, en el grupo o en la ciudad, crearán un gobierno de opresión y cmeldad. Si son competitivos, mundanos, darán origen a una sociedad organizada para la violencia, una sociedad cuyos valores serán sensuales y que, finalmente, ocasionará guerras, desastres, tiranías. Habiendo contribuido a crear una sociedad, un Estado conforme a los deseos de ustedes, se dejan arrastrar por él; el Estado se convierte en una entidad independiente que los domina y dirige. Pero somos nosotros, ustedes y yo, los que lo hemos producido a causa de nuestra voluntad de poder, de nuestra codicia y nuestro espíritu mundano. Lo que son ustedes, eso es el Estado.
La religión organizada, para poder existir, debe asociarse — y se asocia — con el Estado; en consecuencia, pierde su verdadera función: guiar, enseñar, sostener en todas las ocasiones aquello que es verdadero. En esta asociación, la religión llega a ser otro medio para oprimir y dividir a los seres humanos. Si ustedes, que son los responsables de crear el Estado, no se comprenden a sí mismos, ¿cómo pueden originar el cambio necesario en la maquinaria del Estado? No pueden efectuar un cambio profundo, radical en el Estado, a menos que se comprendan a sí mismos y, de tal modo, se liberen de la sensualidad, del espíritu mundano y de las ansias de fama. A menos que lleguen a ser religiosos en el sentido fundamental de la palabra — no en el de alguna religión organizada — el Estado será irreligioso y, por lo tanto, responsable de la guerra, de los desastres económicos, del hambre y la opresión. Si ustedes son nacionalistas, separativos, si están llenos de prejuicios raciales, producirán un Estado que será causa de antagonismo, opresión y desdicha. Un Estado semejante jamás puede ser religioso; cuanto más grande y poderoso se vuelve, tanto más nefasto llega a ser. Cuando uso la palabra religioso, no lo hago en un sentido especializado ni conforme a algún credo, a alguna doctrina o creencia, sino en el sentido de vivir una vida exenta de sensualidad, de espíritu mundano, una vida libre de la búsqueda de fama o de inmortalidad personal.
No nos dejemos obcecar por palabras, nombres o etiquetas que sólo generan confusión, etiquetas tales como hindúes, budistas, cristianos, mahometanos, o americanos, alemanes, ingleses, chinos, etc. La religión está por encima de todos los nombres, los credos y las doctrinas. Es el camino para la realización de lo supremo; y la virtud no pertenece a ningún país, a ninguna raza, a ninguna religión especializada. Debemos liberarnos de nombres y etiquetas, de la confusión y el antagonismo que generan y, por medio de la más elevada moralidad, tratar de buscar "aquello que es". De este modo, nos volveremos verdaderamente religiosos y, por consiguiente, lo será nuestro Estado. Únicamente entonces habrá paz y luz en el mundo. Si cada uno de nosotros puede comprender que la unidad sólo es posible gracias al recto pensar, no a meros mecanismos superficiales de carácter económico, cuando nos tornemos religiosos, trascendiendo el anhelo de inmortalidad y poder personal, de satisfacciones mundanas y sensuales, sólo entonces realizaremos la profunda sabiduría interna de la paz y el amor.
Pregunta: ¿Está usted enseñando meramente una forma más sutil de psicología ?
KRISHNAMURTI: ¿Qué entendemos por psicología? ¿No es, acaso, el estudio de la mente humana, de nosotros mismos? Si no comprendemos nuestra propia estructura, nuestra propia psique, nuestro propio pensamiento-sentimiento, ¿cómo podemos, entonces, comprender otras cosas? ¿Cómo puede usted saber si lo que piensa es verdadero, cuando no se conoce a sí mismo? Si no se conoce a sí mismo, no conocerá la realidad. La psicología no es un fin en sí misma; es tan sólo un principio. En el estudio de nosotros mismos, echamos los cimientos apropiados para la estructura de la realidad. Debemos tener esos cimientos, pero no son un fin en sí mismos, no constituyen la estructura. Si no hemos echado los cimientos correctos, surgirán a la existencia la ignorancia, la ilusión, la superstición, tal como existen en el mundo de hoy. Estos cimientos correctos deben ser colocados usando medios correctos. No podemos tener lo verdadero empleando medios falsos.
El estudio de uno mismo es una tarea extremadamente difícil, y sin conocimiento propio y recto pensar, no es posible comprender la realidad suprema. Si no nos damos cuenta de la autocontradicción en que vivimos, si no La comprendemos al igual que la confusión y las diferentes capas de la conciencia, entonces, ¿sobre qué base hemos de construir? Sin conocimiento propio, aquello que construimos, nuestras formulaciones, creencias y esperanzas tendrán muy poca significación.
El comprendernos a nosotros mismos requiere una gran dosis de desapego y sutileza, de perseverancia y penetración, no dogmatismo ni afirmación ni negación ni comparación, de lo cual resultan la confusión y el dualismo. Usted debe ser su propio psicólogo, debe estar lúcidamente alerta a sí mismo, porque de usted mismo proviene todo conocimiento, toda sabiduría. Nadie puede ser un experto en lo que a usted respecta. Es usted quien debe descubrir y, de este modo, podrá liberarse; ninguna otra persona puede ayudarlo a que se libere de la ignorancia y del dolor. Usted crea su propio dolor, y no hay otro salvador que usted mismo.
Pregunta: ¿Le entiendo bien cuando usted dice que, a través de la práctica constante de discernir instantáneamente la causa de cada pensamiento que penetra en la mente, comenzará a revelarse el verdadero yo?
KRISHNAMURTI: Si suponemos que hay un yo verdadero y un yo falso, no comprenderemos qué es lo verdadero. Vea, es como si estuviéramos en un viaje de descubrimiento. A fin de poder descubrir, el pensamiento-sentimiento no ha de estar obstruido por ninguna hipótesis o creencia; éstas sólo estorban. Para descubrir, tiene que haber libertad, un estado de pasividad alerta. El conocimiento de otros poco vale en el descubrimiento de la verdad. Esta debe ser descubierta por uno mismo, nadie más puede dárnosla, nadie puede traernos sabiduría.
La verdad no es una recompensa, no es el resultado de una práctica ni es para ser supuesta o formulada. Si uno la formula, la perderá, su hipótesis sólo legrará oscurecerla. Por medio de la constante percepción alerta, usted descubrirá qué hay de verdadero en relación con el yo. Este descubrimiento es lo que importa, porque él liberará de la ignorancia y del dolor, al pensamiento. Lo que habrá de liberarlo a usted es lo que descubra en ese viaje, no sus afirmaciones y negaciones acerca de lo verdadero y lo falso. Descubrir cómo nuestro pensamiento-sentimiento se halla atrincherado en el credo, en la creencia, descubrir el significado del conflicto de los opuestos, darse cuenta de la lujuria, del espíritu mundano, del anhelo de continuidad personal, es haberse liberado de la ignorancia y del dolor. Mediante la conciencia alerta respecto de nosotros mismos surgen el conocimiento propio y el recto pensar. No hay recto pensar sin conocimiento propio.
Pregunta: ¿ Quiere usted decir que el recto pensar es un proceso continuo de percepción alerta, mientras que el recto pensamiento es meramente estático ? ¿Por qué el recto pensamiento no es el recto pensar ?
KRISHNAMURTI: El recto pensar es un proceso continuado de descubrimiento propio, de percepción de uno mismo. En este proceso no hay comienzo ni final; por lo tanto, el recto pensar es eterno. El recto pensar es intemporal; no se halla atado por el pasado, por la memoria, ni está limitado por la formulación. Nace de la libertad respecto del miedo y de la esperanza. El recto pensar es imposible sin la cualidad viviente del conocimiento propio. El recto pensar es creativo, porque es un proceso constante de descubrimiento propio. El recto pensamiento es pensamiento condicionado, es un producto, es algo compuesto, estructurado; es la consecuencia de un patrón establecido, de la memoria, del hábito y de la práctica. Es imitativo, acumulativo, tradicional. Se moldea a sí mismo por obra del temor y la esperanza, de la codicia y el devenir, de la autoridad y la imitación. El recto pensar-sentir está mucho más allá de los opuestos, mientras que el pensamiento recto o condicionado se halla agobiado por los opuestos. El conflicto de los opuestos es estático.
El recto pensar es la consecuencia de cómo pensamos, no de qué pensamos. Pero a casi todos nosotros nos han preparado o nos estamos educando en el sentido de qué pensar, lo cual implica pensar en términos de condicionamiento. Nuestra civilización se basa en enseñarnos qué debemos pensar, y ello nos es transmitido a través de las religiones organizadas, de los partidos políticos y sus ideologías, etc. La propaganda no es conducente al recto pensar; nos dice qué debemos pensar.
El pensamiento condicionado, el patrón, el hábito, la imitación, son puestos al descubierto por obra de la percepción alerta; esta percepción comienza a liberar al pensamiento-sentimiento, de la esclavitud, de la ignorancia. Gracias a la constante percepción alerta, al conocimiento propio — que da origen al recto pensar — , existe ese silencio creativo de la realidad. El anhelo de seguridad genera pensamiento condicionado; buscar la certidumbre es encontrarla, pero eso no es lo real. La suprema sabiduría adviene con aquel silencio creativo de la mente-corazón.
28 de mayo de 1944
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