OBRA COMPLETA - TOMO 3 - J.K. - CONTINUACIÓN -

SÉPTIMA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL

En algunas de mis pláticas anteriores he estado tratando de explicar cómo cultivar el recto pensar, cómo el recto pensar llega con el conocimiento propio. Cuanto más conciencia tenemos de nuestros pensamientos-sentimientos, más desapegados estamos, y cuanto menos nos identificamos, mayor es el conocimiento de nosotros mismos. Este conocimiento propio disuelve la ignorancia y el dolor. Cuando comprendemos el "yo", surge a la existencia el recto pensar.

La virtud, como he explicado, consiste en liberar del anhelo al pensamiento-sentimiento; y para ello, también tiene que haber sencillez, imparcialidad. La dependencia destruye el amor. El anhelo personal debe crear siempre apego, afán posesivo, de lo cual surgen los celos, la envidia y esos conflictos con los que todos estamos muy familiarizados. Donde hay dependencia y apego, no hay amor.

 Al comprender la relación, descubriremos que la causa del desorden y del dolor radica en el hecho de que dependemos de otro para nuestro sustento interno y nuestra felicidad. La relación se vuelve, entonces, tan sólo un medio de gratificación propia, lo cual engendra apego y temor. La relación es un proceso de autorrevelación; es un espejo en el cual comenzamos a descubrirnos, a descubrir nuestras tendencias y pretensiones, nuestros motivos egoístas y limitados, nuestros temores, etc. En la relación, si estamos atentos, encontraremos que quedamos al descubierto, lo cual ocasiona conflicto y dolor. El ser humano reflexivo acoge con beneplácito esta exposición de sí mismo que trae consigo orden y claridad, que libera del aislamiento, de las tendencias egocéntricas, al pensar-sentir. Pero la mayoría de nosotros busca consuelo y gratificación en las relaciones; no deseamos revelarnos ante nosotros mismos, no queremos estudiarnos tal como somos, de modo que la relación se vuelve aburrida y procuramos escapar de ella. Buscamos paz en la relación y, si no la encontramos, producimos cambios satisfactorios hasta hallar lo que buscamos: una monótona comodidad o alguna distracción para encubrir nuestra hueca vanidad y nuestros angustiosos temores. Pero la relación será siempre penosa, una lucha constante, hasta que de ella pueda surgir un profundo y amplio conocimiento propio. Con la profundidad del conocimiento propio adviene el amor que jamás se agota.

Si comprendemos la relación y la causa de la dependencia, no originamos enemistad, y esto es de importancia primordial. La causa de enemistad en toda relación no puede ser descubierta si la relación no es un proceso autorrevelador. Si no existe la causa que engendra enemistad, no existen el amigo y el enemigo, el que perdona y el perdonado. Nosotros generamos enemistad debido al orgullo de la posición, del conocimiento, de la familia, de la capacidad personal, ya que con ello despertamos en el otro envidia y mala voluntad.

El anhelo de devenir, el ser, el lograr y, por lo tanto, el depender, engendran temor. El estado de no temor, no es negación, no es lo opuesto del temor ni es valentía. En la comprensión de la causa del temor está su terminación; no es que uno adquiera valentía, porque en todo adquirir, en todo llegar a ser se encuentra la semilla del temor. La dependencia respecto de las cosas, de las personas o de las ideas engendra temor; la dependencia surge de la ignorancia, de la falta de conocimiento propio, de la pobreza interna. El temor genera incertidumbre de la mente-corazón, impide la comunicación y la comprensión. Gracias a la conciencia alerta respecto de nosotros mismos, comenzamos a descubrir y, por ende, a comprender, la causa del temor, no sólo del temor superficial, sino de los miedos causales profundos y acumulativos. El miedo es tanto innato como adquirido; se relaciona con el pasado, y para liberar de él al pensamiento-sentimiento, el pasado debe ser comprendido a través del presente. El pasado está siempre aguardando para dar nacimiento al presente, el cual se convierte en la memoria identificadora del "yo" y "lo mío". El 'yo" es la raíz de todos los temores.

Inhibir o reprimir el temor, no es superarlo; uno mismo debe descubrir su causa y así comprenderla y disolverla. Al tornarnos plenamente conscientes del anhelo y su dependencia, al observar con benevolente desapego sus comportamientos y acciones, el temor cede ante la comprensión. Hay, por cierto, tres estados de percepción alerta respecto de cada problema; primero, tornarnos conscientes de él; luego, percibir a fondo su causa y efecto así como la dualidad de su proceso; y, finalmente, para trascender el problema, el pensador y su pensamiento deben ser experimentados como un hecho único. Casi todos somos inconscientes, digamos, del miedo, y si tomamos conciencia de él, nos volvemos aprensivos, lo evadimos, reprimimos o disimulamos. Si no hacemos ninguna de estas cosas, entonces, gracias a la constante percepción alerta, comienzan a revelarse por sí mismos la causa del miedo y sus procesos; si no somos impacientes, si no nos sentimos ávidos de resultados, entonces esta llama de la percepción alerta, que trae consigo comprensión, disuelve la causa y sus procesos en permanente desarrollo. Existe una sola causa, pero son numerosas sus modalidades y expresiones.

nhibir o reprimir el temor, no es superarlo; uno mismo debe descubrir su causa y así comprenderla y disolverla. Al tornarnos plenamente conscientes del anhelo y su dependencia, al observar con benevolente desapego sus comportamientos y acciones, el temor cede ante la comprensión. Hay, por cierto, tres estados de percepción alerta respecto de cada problema; primero, tornarnos conscientes de él; luego, percibir a fondo su causa y efecto así come la dualidad de su proceso; y, finalmente, para trascender el problema, el pensador y su pensamiento deben ser experimentados como un hecho único. Casi todos somos inconscientes, digamos, del miedo, y si tomamos conciencia de él, nos volvemos aprensivos, lo evadimos, reprimimos o disimulamos. Si no hacemos ninguna de estas cosas, entonces, gracias a la constante percepción alerta, comienzan a revelarse por sí mismos la causa del miedo y sus procesos; si no somos impacientes, si no nos sentimos ávidos de resultados, entonces esta llama de la percepción alerta, que trae consigo comprensión, disuelve la causa y sus procesos en permanente desarrollo. Existe una sola causa, pero son numerosas sus modalidades y expresiones.

Inhibiendo, prohibiendo el miedo, no erradicamos su causa, sino que tan sólo producimos futuros factores de desorden y sufrimiento. Mediante la tolerante observación del miedo, estando alerta a cada una de sus manifestaciones, le permitimos que se revele a sí mismo; al seguirlo, sin identificamos, con "benevolente objetividad, adviene en nosotros la comprensión creadora, lo único capaz de disolver la causa del miedo sin desarrollar su opuesto, el cual es otra forma del miedo.

Pregunta: ¿Por qué no hace usted frente a los males sociales y económicos en vez de eludirlos escapando hacia cuestiones místicas oscuras?

KRISHNAMURTI: He estado tratando de señalar que, sólo dando importancia a aquellas cosas que son primordiales, las cuestiones secundarias pueden ser comprendidas y resueltas. Los males sociales y económicos no pueden ser corregidos si no comprendemos sus causas. Para comprenderlas y, de ese modo, producir un cambio fundamental, primero tenemos que comprendernos a nosotros mismos, que somos la causa de estos males. Individualmente y en conjunto hemos creado la lucha y la confusión social y económica. Para actuar colectivamente, debemos empezar con lo individual; a fin de actuar como grupo, cada uno debe comprender y cambiar de manera radical dentro de sí mismo, aquellas causas que generan exteriormente conflicto y desdicha. Mediante la legislación, ustedes podrán obtener ciertos resultados beneficiosos, pero sin transformar las causas internas y fundamentales de conflicto y antagonismo, esos resultados se irán a pique y surgirá nuevamente La confusión; las reformas exteriores necesitarán siempre nuevas reformas, y este camino conduce hacia la opresión y la violencia. Un orden externo y una paz creadora pueden tener lugar sólo si cada uno crea orden y paz dentro de sí mismo.

Cada uno de nosotros, cualquiera que sea su situación, está buscando poder, es codiciosos, lascivo o violento; si no pone fin a estas cosas dentro de sí mismo, la mera reforma externa podrá producir resultados superficiales, pero éstos serán destruidos por quienes buscan posición, fama y demás. A fin de originar el cambio indispensable y fundamental en el mundo externo de guerras, competencia y tiranías debemos, por cierto, comenzar con nosotros mismos y transformarnos profundamente. Ustedes dirán, sin duda, que de este modo tomará muchísimo tiempo reformar el mundo. Y con eso, ¿qué? ¿Acaso una revolución corta, drástica y superficial cambiará el hecho interno? Mediante el sacrifico del presente, ¿podrá crearse un futuro feliz? Usando malos medios, ¿surgirán a la existencia buenos fines? No se nos ha probado que esto ocurra; sin embargo, proseguimos en lo mismo, ciegamente, irreflexivamente, con el resultado de la más completa destrucción y desdicha. Podremos tener paz únicamente a través de medios ordenados y pacíficos. ¿Cuál es el propósito de Las revoluciones externas económicas y sociales? ¿Liberar al hombre, ayudarlo a pensar y sentir plenamente, a vivir de manera completa? Aquéllos que desean un cambio inmediato y rápido en el orden económico y social, ¿acaso no crean también un patrón de conducta y pensamiento, patrón que no indica cómo pensar sino qué pensar? Por lo tanto, elLo defrauda su propio propósito y el hombre es otra vez juguete del medio que lo rodea.

En estas, pláticas, he estado tratando de explicar que la ignorancia, la mala voluntad y la lujuria causan dolor, y que si nosotros mismos no nos depuramos de estos obstáculos, produciremos inevitablemente conflicto, confusión y desdicha en el mundo externo. La ignorancia, o sea. La falta de conocimiento propio, es el mayor "mal" que existe. La ignorancia impide el recto pensar y pone principalmente el acento en las cosas que son secundarias; de este modo, la vida se convierte en una rutina vacía, torpe y mecánica, de la cual procuramos escapar de diversas maneras: sumergiéndonos en el dogma, en la especulación, en la ilusión, etc., todo lo cual nada tiene que ver con el misticismo, Al tratar de comprender el mundo exterior, uno llega al mundo interno, y ese mundo interno, cuando se aspira verdaderamente a él y se lo comprende correctamente, conduce a lo supremo. Esta realización no es fruto de ningún escape. Sólo esta realización traerá orden y paz al mundo.

El mundo se debate en el caos porque hemos perseguido valores falsos, Hemos dado importancia a la sensualidad, a lo mundano, a la fama e inmortalidad personal, todo lo cual genera conflicto y dolor. El verdadero valor se encuentra en el recto pensar; no hay recto pensar sin conocimiento propio, y el conocimiento propio llega con el estado de percepción alerta respecto de nosotros mismos.

Pregunta: ¿No cree usted que hay naciones amantes de la paz y naciones agresivas?

KRISHNAMURTI: No. El término nación es separativo, exclusivo y, por eso, es causa de contiendas y guerras. No hay nación que sea amante de la paz; todas son agresivas, dominantes, tiránicas. En tanto la nación siga siendo una unidad separada, aparte de otras, orgullosa de su segregación, de su patriotismo, de su raza, engendrará desdicha indecible para sí misma y para otras. Ustedes no pueden tener paz y, no obstante, ser exclusivos. No pueden tener fronteras económicas, sociales, nacionales y raciales, sin provocar enemistad y celos, temor y sospechas. No pueden tener abundancia mientras otros se mueren de hambre, sin que ello incite a la violencia. No estamos separados, somos seres humanos en relación unos con otros. El dolor de usted es el dolor de otro; matando a otro se destruye a sí mismo, odiando a otro sufre usted, porque usted es el otro. La buena voluntad y la fraternidad no se alcanzan mediante nacionalidades y fronteras separadas y exclusivas; éstas tienen que ser dejadas de lado para poder traer esperanza y paz a la humanidad.

Además, ¿por qué se identifican ustedes con una nación, un gmpo o una ideología cualquiera? ¿No es, acaso, para proteger sus pequeños yoes, para alimentar sus mezquinas y letales vanidades, para sustentar el propio orgullo? ¿De qué se enorgullece el "yo", que engendra guerras e infortunio, conflicto y confusión? Una nación es la glorificación del "yo"; por lo tanto, es fuente generadora de luchas y sufrimientos.

Pregunta: Me siento sumamente atraído por el sexo y, sin embargo, le temo. Se ha convertido en un problema que me tortura. ¿Cómo puede uno resolverlo?

KRISHNAMURTI: Se ha convertido en un problema que nos carcome porque hemos dejado de ser creativos. Intelectual y moralmente nos hemos vuelto meras máquinas imitativas; en lo religioso, tan sólo copiamos, aceptamos la autoridad y vivimos narcotizados. Nuestra educación nos limita; nuestra sociedad, por ser competitiva, nos desgasta; los cinematógrafos, las radios, los diarios nos dicen continuamente qué debemos pensar, estimulando falsamente en nosotros el aspecto sensorio. Buscamos el ruido incesante y nos alimentamos de él. Por lo tanto, encontramos un alivio en el sexo, el cual se vuelve un problema que nos tortura.

Gracias a la percepción alerta, el hábito repetitivo del pensamiento que consideramos como el pensar, es introducido en la luz de la comprensión; observándolo, examinándolo con benévola objetividad, suspendiendo todo juicio, comenzaremos a despertar la comprensión creadora. Este es el proceso de liberar de todos sus obstáculos y limitaciones al pensamiento-sentimiento; una vez que tomamos plena conciencia de este proceso, todos nuestros problemas, los triviales y los complejos, pueden ser expuestos ante él y de ello extraemos la comprensión creadora. Resulta, pues, esencial, que captemos esto. Negar o aceptar, juzgar o comparar, todo lo cual implica identificación, impide el pleno florecer del pensamiento-sentimiento. Si ustedes no se identifican, entonces, a medida que el pensamiento-sentimiento fluye, síganlo hasta el final, considérenlo cuidadosamente, investíguenlo tan extensa y profundamente como les sea posible y, de ese modo, tomen clara conciencia de sus amplias y hondas implicaciones. De este modo, la mente estrecha, pequeña, egocéntrica, se abre paso por las limitaciones y los bloqueos que ella misma se ha impuesto. En este proceso íntimo de esclarecimiento, hay un intenso júbilo creador.

De esta misma manera, resuelva usted el problema de la lujuria. Como dije, la mera inhibición o represión no resuelve el problema sino que sólo actúa como un mero factor de excitación, de alteración; no hace sino fortalecer el proceso auto limitador del "yo" y "lo mío". Tome clara conciencia del problema lo más extensa y profundamente que pueda y, de tal modo, descubra su causa. No se identifique con la causa juzgándola, comparándola, condenándola o aceptándola; observe cómo esa causa se expresa de múltiples maneras, sígala hasta el final, considérela cuidadosamente, investigúela con inteligencia, con tolerante imparcialidad. En esta extensa y amplia percepción alerta, el problema queda resuelto y superado.

Hay una diferencia entre triunfar sobre la sensualidad, y el estado de no sensualidad. En este estado, el pensamiento-sentimiento ya no es más un esclavo de los sentidos, pero el mero triunfar sobre la sensualidad implica tener que vencerla una y otra vez. La percepción alerta, que da origen a la comprensión creadora, libera de la lascivia al pensamiento-sentimiento, pero el encontrar sustitutos para la lascivia es seguir siendo lascivo. No hay forma de evadirse del conflicto y del dolor, salvo con el recto pensar. Sin conocimiento propio no hay recto pensar. La percepción alerta nos permite descubrir las modalidades del "yo", y este descubrimiento creativo es lo que nos libera. El amor es casto, pero una mente que maquina ser casta, no es casta.

Pregunta: ¿No cree usted que hay un principio de destrucción en la vida, una voluntad ciega, siempre latente y por completo independiente del hombre, que se halla lista para entrar en acción y que jamás puede ser superada?

KRISHNAMURTI: Sabemos, por cierto, que en nosotros existen estas dos capacidades opuestas; la de destruir y la de crear, la de ser nocivos y a de ser buenos. Ahora bien, ¿son independientes la una de la otra? La voluntad de destruir, ¿está separada de la voluntad de vivir? ¿O la voluntad de vivir, de llegar a ser, es en sí misma un proceso de destrucción? ¿Qué es aquello que nos impulsa a destmir? ¿Qué es lo que nos hace irascibles, ignorantes, brutales? ¿Qué nos impulsa a matar, a buscar venganza, a engañar? ¿Es, acaso, una voluntad ciega, una cosa sobre la que no tenemos control alguno — llamémosla el demonio — , una fuerza maligna independiente, una ignorancia incontrolable? El impulso de destruir, ¿es anodino, o es la respuesta a una exigencia más profunda de vivir, de ser, de devenir? Esta reacción, ¿no podrá ser superada jamás? ¿O su velocidad puede ser aminorada a fin de que nos sea posible examinarla y comprenderla? Retardar una reacción es posible. ¿O se trata de un punto ciego que jamás puede ser examinado, un efecto de la herencia, un resultado innato que ha condicionado de tal modo nuestro pensar, que somos incapaces de investigarlo? Y, por lo tanto, pensamos que hay un poder de destrucción, un poder maligno que no puede ser superado.

Por cierto, cualquier cosa que ha sido creada, compuesta, puede ser entendida por quienes la han creado. Este proceso dualista del bien y del mal está en nosotros para crear y para destruir. Nosotros lo hemos engendrado y, por consiguiente, podemos comprenderlo; pero para comprenderlo debemos tener la facultad de observarnos imparcialmente nosotros mismos, lo cual requiere un estado de percepción alerta y flexible. O bien, podemos decir que en todos nosotros existe en potencia un mal latente, un poder que, en sí mismo, es destructivo. Aunque seamos afectuosos, generosos, compasivos, este poder completamente impersonal — como un terremoto — busca explotar en ocasiones. Y tal como no tenemos control sobre un terremoto y sobre otros actos de la naturaleza, así no tenemos influencia alguna sobre este poder.

Ahora bien, ¿es así? ¿No podemos, comprendiéndonos a nosotros mismos, comprender las causas que operan en nosotros para destruir y crear? Si podemos primero clarificar la confusión que existe en la capa superficial de nuestra mente consciente, entonces, por hallarse ésta libre y despejada, se proyectarán en ella las capas más profundas de la conciencia, con todos sus contenidos. Esta clarificación de la capa superficial llega cuando el pensamiento-sentimiento, al no identificarse con nada, tiene la capacidad de observar imparcialmente, sin comparar ni juzgar. Sólo entonces puede la mente consciente descubrir aquello que es verdadero. De este modo, podrá comprobar por sí mismo si dentro de usted existe un elemento que está absolutamente fuera de su control, un elemento destructivo. Podrá descubrir, entonces, si éste es el resultado del condicionamiento, si se trata de la ignorancia, si es un punto ciego o una incontrolable fuerza maligna. Sólo así podrá usted averiguar si es o no es capaz de superar ese factor de destrucción.

Cuanto más se comprenda usted a sí mismo y, de esta manera, dé origen al recto pensar, tanto menos encontrará dentro de sí tendencia, ignorancia o fuerza alguna que no pueda ser superada. Y, a causa de esto, descubrirá un éxtasis que adviene con la comprensión, con la sabiduría. No es la fe ni la esperanza de los tontos. Al comprendernos íntegramente a nosotros mismos, creando así la facultad de penetrar en lo más hondo de nuestro ser, encontraremos que no hay nada que no pueda ser examinado o comprendido. Desde este conocimiento propio surge la comprensión creadora; pero, debido a que no nos comprendemos, hay ignorancia. Lo que el pensamiento ha creado, el pensamiento puede trascenderlo.

Pregunta: ¿Por qué hay en el mundo tantas personas dementes, desequilibradas?

KRISHNAMURTI: ¿Qué es esta civilización que hemos construido? Ella es el resultado del anhelo, el factor dominante de gratificación sensoria. Y, habiendo producido un mundo en el que los valores sensuales dominan, es natural que las sensibilidades creativas se vean destruidas, falseadas o bloqueadas. Mediante el valor de los sentidos no hay liberación posible; por eso, los individuos recurren, consciente o inconscientemente, a la fabricación de ilusiones, las cuales, a la larga, los aíslan. A menos que los valores sensorios cedan ante el valor eterno, seguiremos generando ilusiones, luchas, confusión y guerras. Para dar origen a un cambio radical de valores, deben ustedes volverse reflexivos y descartar, por medio de la constante percepción alerta y el conocimiento propio, aquellos valores que son propios del "yo", del anhelo.

Pregunta: Yo me siento intensamente solo. No parece que pueda superar esta desdicha. ¿Qué debo hacer?

KRISHNAMURTI: Éste no es solamente un problema individual; todo el pensamiento humano se siente solo. Si esto pudiéramos considerarlo a fondo, investigarlo profundamente, seríamos capaces de superarlo. Como he explicado, a causa del anhelo creamos en nosotros este proceso dual y, por eso, surgen el "yo", "lo mío", "mi" trabajo, "mis': logros, etc., así como el "no yó". Habiendo creado, a causa del anhelo, este proceso conflictivo del "yo" y el "no yo", su resultado natural es el aislamiento, la soledad más completa. Si en la relación, en la acción, hay cualquier clase de pensamiento-sentimiento egocéntrico, por fuerza tiene que crear muros aisladores que causan un sentimiento intenso de soledad.

El anhelo engendra temor, el temor alimenta la dependencia: dependencia respecto de las cosas, de las personas o de las ideas. Cuanto mayor es la dependencia, mayor es la pobreza interna, Al darnos cuenta de esta pobreza, de esta soledad, tratamos de enriquecerla, de llenarla con conocimientos o actividades, con diversiones o misterios. Cuanto más tratamos de llenarla, de disimularla, más profundamente queda sepultada la verdadera causa de la soledad. El "yo" es insaciable y no hay modo de satisfacerlo. Es como una vasija rota, un pozo sin fondo que jamás puede ser llenado.

Cuando percibimos claramente que el pensamiento-sentimiento crea su propia esclavitud y dependencia, y de este modo origina aislamiento; cuando nos damos cuenta de que cultivamos los valores sensuales y que éstos generan, inevitablemente, pobreza interna, esta percepción alerta misma, esta amplia comprensión meditativa, da origen al descubrimiento del tesoro imperecedero. De esta constante conciencia despierta, si es correctamente desarrollada, cada vez con mayor profundidad y amplitud, surgen a la existencia la serenidad y el júbilo de la suprema sabiduría.

25 de junio de 1944



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