CUARTA PLÁTICA EN EL ROBLEDAL
¿Puede cada uno de nosotros, que es responsable por el conflicto y la desdicha en sí mismo y, por ende, en el mundo, admitir que su mente-corazón se vea embotado por filosofías e ideas erróneas? Si ustedes, que han originado esta lucha y este sufrimiento, no cambian fundamentalmente, ¿traerán orden y buena voluntad al mundo los sistemas, las conferencias y los planes? ¿No es imperativo, acaso, que ustedes se transformen, ya que el mundo es lo que son ustedes? Sus conflictos internos se expresan en desastres externos. El problema de ustedes es el problema del mundo, y sólo ustedes pueden resolverlo, no otros; no pueden dejar la solución a otros. El político, el economista, el reformador es, como ustedes, un oportunista, un hábil inventor de planes; pero nuestro problema, o sea, este conflicto humano, esta desdicha, esta existencia vacía que produce tan dolorosos desastres, necesitan más que ingeniosas invenciones, más que reformas superficiales del político y del propagandista. Necesitan un cambio radical de la mente humana, y nadie, salvo ustedes mismos, puede originar esta transformación. Porque lo que son ustedes, su grupo, su sociedad, eso es el líder que tienen. Sin ustedes, el líder no existe; en ustedes está el principio y el fin de todas las cosas, Ningiin grupo, ningún líder puede establecer el valor eterno; sólo ustedes mismos pueden hacerlo.
Las catástrofes y el infortunio llegan cuando los efímeros valores sensorios predominan sobre el valor eterno. El valor inmutable, eterno, no es el resultado de la creencia; la creencia de ustedes en Dios no implica que están experimentando el valor eterno, cuya realidad se revelará solamente por el modo como vivan. La opresión y la explotación, la agresividad y crueldad económico, son la secuela inevitable cuando hemos perdido contacto con la realidad Ustedes lo pierden cuando, mientras profesan su amor a Dios, toleran y justifican el asesinato de un semejante, o el asesinato colectivo en nombre de la paz y la libertad En tanto sigan ustedes dando importancia suprema a los valores sensorios, habrá conflicto, confusión y dolor. Jamás se justifica matar a otro, y cuando los valores sensorios predominan, perdemos la significación inmensa que tiene el ser humano.
Tendremos desdichas y tribulaciones mientras la religión continúe organizándose para formar parte del Estado, para ser la criada del Estado, contribuye a exculpar la fuerza policial organizada del Estado y, de ese modo, alienta la opresión, la ignorancia y la intolerancia, ¿Cómo puede, entonces, la religión aliada con el Estado, cumplir con su única función verdadera, que consiste en revelar y sostener el valor eterno? Cuando perdemos contacto con la realidad y no aspiramos a ella, hay discordia y el hombre combate al hombre. La confusión y la desdicha no pueden ser disipadas mediante el negligente proceso del tiempo o acudiendo a la confortante idea de la evolución, la que sólo engendra pereza, complaciente aceptación y la tendencia continua hacia la catástrofe; no debemos permitir que el curso de nuestras vidas sea dirigido por otros o "por el bien del futuro”. Nosotros somos los responsables de nuestra vida, no otro; somos los responsables de nuestra conducta, ningún otro lo es. No hay nadie que pueda transformarnos. Cada cual debe experimentar y descubrir la realidad; sólo en ese descubrimiento hay júbilo, serenidad y la más elevada sabiduría.
Entonces, ¿cómo podemos arribar a esta experiencia? ¿Mediante el cambio de las circunstancias externas, o merced a la transformación proveniente de lo interno? El cambio externo implica controlar el entorno por medio de la legislación, de las reformas sociales y económicas, del conocimiento acerca de los hechos y de las fluctuantes mejoras, ya sean violentas o graduales. Pero la modificación de las circunstancias externas, ¿traerá alguna vez una fundamental transformación interna? ¿Acaso no es necesaria, en primer lugar, la transformación interna, para dar origen a un resultado externo? Ustedes pueden, mediante leyes, prohibir la ambición, por ser la ambición causa de crueldad, agresividad, competencia y conflicto, pero ¿puede la ambición ser erradicada desde afuera? Al ser reprimida de un modo, ¿no se afirmará de otro? ¿No es el motivo interno, el pensamiento-sentimiento personal, lo que determina siempre lo externo? Para originar una pacifica transformación externa, ¿no debe tener lugar, ante todo, un profundo cambio psicológico? ¿Puede lo externo, por grato que sea, producir un perdurable contentamiento interno?
El anhelo interno modifica siempre lo externo. Psicológicamente, lo que son ustedes es la sociedad, el Estado, la religión que tienen; si son lascivos, envidiosos, ignorantes, entonces el entorno es lo que son ustedes. Nosotros creamos el mundo en que vivimos. Para producir un cambio radical y pacífico, tiene que haber una voluntaria e inteligente transformación interna; este cambio psicológico no puede, por cierto, ser generado a través de la compulsión, y si lo es, habrá tal confusión y tal conflicto interno, que la sociedad volverá a precipitarse en el desastre. La regeneración interna debe ser voluntaria, inteligente, no forzada. Primero debemos buscar la realidad, y sólo entonces podremos estar rodeados de paz y de orden.
Cuando ustedes abordan desde afuera el problema de la existencia, se pone en marcha instantáneamente el proceso dual; en la dualidad hay conflicto interminable, y ese conflicto, lo único que hace es embotar la mente-corazón. Cuando uno aborda desde su propia interioridad el problema de la existencia, no hay división entre lo interno y lo externo; la división cesa a causa de que lo interno es lo externo, de que el pensador y sus pensamientos son un solo hecho inseparable. Pero nosotros separamos falsamente pensamiento y pensador; de ese modo, sólo tratamos con la parte, esperando con eso transformar el todo. La parte se divide cada vez más y, por lo tanto, hay más y más conflicto Debemos, pues, ocuparnos internamente del pensador y no interesarnos en la modificación de la parte, su pensamiento..
Pero, desafortunadamente, la mayoría de nosotros está atrapada en la incertidumbre de lo externo y la incertidumbre de lo interno .Esta incertidumbre es la que debe ser comprendida. La incertidumbre acerca del valor es lo que genera conflicto, confusión y sufrimiento, impidiéndonos seguir un curso claro de acción, tanto en lo externo como en lo interno. Si siguiéramos lo externo con plena percepción alerta, percibiendo su total significación, un curso así conduciría, inevitablemente, a lo interno; por desgracia, nos extraviamos en lo externo, porque no somos suficientemente flexibles en la investigación de nosotros mismos. Cuando examinen los valores sensorios que ejercen dominio sobre nuestros pensamientos-sentimientos, y se den cuenta de ellos sin opción alguna, percibirán que lo interno adquiere claridad. Este descubrimiento traerá consigo libertad y júbilo creador Pero no hay nadie que pueda realizar para nosotros este descubrimiento y esta experiencia ¿Puede el hambre de uno satisfacerse mirando comer a otro? Mediante nuestra propia percepción alerta debemos cobrar conciencia de los valores falsos y así descubrir el valor eterno* Puede haber un cambio fundamental interna y externamente, sólo cuando el pensamiento-sentimiento se desenreda de esos valores sensorios que causan conflicto y dolor.
Pregunta: En las auténticamente grandes obras de arte, poesía, música, se expresa y comunica algo indescriptible, en lo que parece reflejarse la realidad, la verdad, Dios . Sin embargo, es un hecho que muy pocas de las personas que han creado tales obras, han conseguido en sus vidas privadas liberarse del círculo vicioso del conflicto . ¿Cómo puede explicarse que un individuo que no se ha liberado, sea capaz de crear algo que trasciende el conflicto de los opuestos? O, invirtiendo la pregunta, ¿no tiene uno que llegara la conclusión de que la creatividad nace del conflicto?
KRISHNAMURTI: ¿Es necesario el conflicto para la creatividad? ¿Qué entendemos por conflicto? Ansiamos ser algo, positiva o negativamente Este anhelo constante engendra conflicto. Consideramos que este conflicto es inevitable, casi virtuoso; pensamos que es esencial para el desarrollo humano.
¿Qué ocurre cuando usted está en conflicto? A causa del conflicto, la mente se fatiga, se embota, se insensibiliza. El conflicto fortalece las capacidades a utopi oledoras, es la sustancia a base de la cual prospera el "yo”. Por su naturaleza misma, el “yo” es la causa de todo conflicto, y donde está el “yo” no hay creación posible.
¿Es necesario el conflicto para el estado creativo del ser? ¿Cuándo siente uno ese éxtasis creativo, irresistible? Sólo cuando ha cesado todo conflicto, cuando el "yo” está ausente, cuando hay completa serenidad. Esta quietud no puede tener lugar cuando la mente-corazón se halla agitada, en conflicto; esto no hace sino fortalecer el proceso de autoencierro. Como casi todos vivimos en estado de constante lucha interna, raramente tenemos tales instantes de alta sensibilidad o quietud, y cuando alguna vez ocurren son accidentales. Entonces, tratamos de recapturar esos instantes accidentales, y sólo volvemos a cargar nuestra mente-corazón, con el pasado muerto.
¿Acaso el poeta, el artista, no pasa por el mismo proceso que nosotros? Tal vez sea más sensible, más alerta y, por ende, más vulnerable, más abierto, pero seguramente él también experimenta la creación en instantes de completa quietud, Esta experiencia trata de expresarla en la palabra o en la música; pero el conflicto surge cuando intenta expresar la experiencia, perfeccionar la palabra, ¿no es así? No surge en el instante de la experiencia misma. La creación puede tener lugar sólo cuando la mente-corazón está en calma y no presa en la red del devenir. El estado de pasividad abierta a lo real, no es el resultado del anhelo con su voluntad y su conflicto.
Igual que nosotros, el artista tiene momentos de quietud mental en los que experimenta el estado de creación; entonces degrada ese estado expresándolo en la pintura, en la música, en la forma. Su expresión asume para él gran valor, porque ésa es su obra La ambición, la fama, se tornan importantes y queda atrapado en una lucha interminable y estúpida. De este modo, contribuye a la desgracia del mundo, a la envidia, al derramamiento de sangre, a las pasiones y a la mala voluntad, Se extravía en esta lucha, y cuanto más se extravía, más se contrae su sensibilidad, menos vulnerable se vuelve con respecto a la verdad. Sus conflictos mundanos opacan la gozosa claridad del estado creativo, aun cuando su capacidad técnica le ayude a continuar con sus vacuas e insensibilizadoras fantasías
Pero nosotros no somos grandes artistas, músicos o poetas; no tenemos talentos especiales; no podemos liberamos a través del mármol, la pintura o mediante la guirnalda de las palabras. Vivimos en el conflicto y el dolor, pero también nosotros tenemos instantes ocasionales en que se nos revela la inmensidad de lo verdadero. Entonces nos olvidamos momentáneamente de nosotros mismos, pero pronto regresamos a nuestro torbellino diario, embotando y endureciendo nuestra mente-corazón. Ésta jamás se halla quieta: si lo está, eso es el silencio de la fatiga, pero un estado asi no es el silencio de la comprensión, de la sabiduría. Este vacio creativo, expectante, no es generado por la voluntad o el deseo; se manifiesta cuando cesa el conflicto del "yo".
El conflicto llega a su fin sólo cuando hay una revolución completa en el valor, no una mera sustitución. Únicamente mediante el conocimiento propio puede la mente-corazón liberarse de todos los valores; este trascender todos los valores no es fácil, no llega con la práctica, sino con la profundización de la percepción alerta, No es un don ni un talento de unos pocos, sino que todos los que son tenaces y apasionados pueden experimentar la realidad creativa
Pregunta. El presente es un horror trágico y absoluto. ¿ Por qué insiste usted en que el presente contiene lo eterno?
KRISHNAMURTI: El presente es conflicto y dolor, con ocasionales destellos de efímera felicidad. El presente teje hacia atrás y .adelante penetrando en el pasado y en el futuro; por lo tanto, en el presente no hay quietud. El presente es la consecuencia del pasado, el cual constituye la base de nuestro ser. ¿Cómo puede usted comprender el pasado, salvo a través de su consecuencia, el presente? No puede indagar en el pasado mediante ningún otro instrumento que el que tiene, o sea, el presente. El presente es el portal de entrada al pasado y, si lo desea, al futuro .Usted es la consecuencia del pasado, del ayer, y para comprender el ayer debe empezar con el hoy. Para comprenderse a sí mismo debe empezar consigo mismo tal como usted es hoy.
Sin comprender el presente, cuyas raíces están en el pasado, no hay entendimiento posible. La presente desdicha del hombre se comprende cuando, a través de la puerta del presente, uno es capaz de percibir las causas que han producido esa desdicha. Usted no puede ignorar el presente tratando de comprender el pasado; sólo mediante la percepción alerta del presente, el pasado comienza a revelarse El presente es trágico y sangriento; no es, por cierto, negándolo o justificándolo que lo comprenderemos. Tenemos que afrontarlo tal como es y descubrir las causas que han dado origen al presente. El modo como considera usted el presente, el modo como su mente se halla condicionada a él, revelará el proceso del pasado; si usted tiene prejuicios, si es nacionalista, si odia, lo que usted es ahora falseará su comprensión del pasado; sus pasiones, su mala voluntad y su ignorancia — lo que usted es ahora — corromperán su comprensión de las causas que nos han llevado a este presente, En la comprensión de uno mismo, tal como uno es ahora, se despliega el registro del pasado.
El presente es de suprema importancia; el presente, por trágico y doloroso que sea. es la única puerta hacia la realidad El futuro es la continuación del pasado a través del presente; comprendiendo el presente, se transforma el futuro. El presente es el único tiempo de la comprensión, porque se extiende hacia el ayer y hacia el mañana. El presente es la totalidad del tiempo; en la semilla del presente están el pasado y el futuro; el pasado es el presente y el futuro es el presente. El presente es lo eterno, lo intemporal. Pero nosotros consideramos al presente, al ahora, como un pasaje hacia el pasado o hacia el futuro; en el proceso del devenir, el presente es un medio hacia un fin; por lo tanto, pierde su inmensa significación. El devenir crea continuidad, un sentido de duración perpetua, pero no es lo intemporal, lo eterno. El anhelo de devenir teje la trama del tiempo, ¿No ha experimentado usted, en instantes de gran éxtasis, la cesación del tiempo? No hay pasado ni futuro, sino una percepción intensa, un presente intemporal.. Habiendo experimentado un estado así, la codicia comienza sus actividades y recrea el tiempo, recordando, reviviendo, recurriendo al futuro en procura de nuevas experiencias, reordenando el patrón del tiempo para capturar lo intemporal, De este modo, la codicia, el devenir, mantienen al pensamiento-sentimiento esclavizado al tiempo.
Esté, pues, atento al presente, por doloroso o grato que sea; entonces, el presente se expondrá a sí mismo como un proceso del tiempo y, si el pensamiento-sentimiento puede seguir sus sutiles y tortuosos modos de obrar y es capaz de trascenderlos, esa misma percepción alerta y extensiva, es el presente intemporal. Sólo preste atención al presente, no al pasado ni al futuro, porque el amor es el presente, es lo intemporal.
Pregunta: Usted desaprueba la guerra: sin embargo, ¿no la está sosteniendo?
KRISHNAMURTI: ¿No estamos todos sosteniendo este terrible asesinato en masa? Cada uno de nosotros es responsable de la guerra. La guerra es un resultado final de nuestra vida cotidiana; la generamos mediante la acción diaria de nuestro pensar y sentir. Proyectamos lo que somos, en nuestras rela ciones ocupacionales, sociales y xeligiosas; el mundo es lo que somos nosotros.
A menos que comprendamos las cuestiones principales y secundarias implicadas en nuestra responsabilidad respecto de la guerra, estaremos confundidos y seremos incapaces de librarnos de sus desastres. Debernos saber dónde hay que poner el acento; sólo entonces comprenderemos el problema El propósito inevitable de esta sociedad es la guerra; está pertrechada para la guerra, su industrialización nos conduce a la guerra, sus valores promueven la guerra. Cualquier cosa que hagamos dentro de sus fronteras contribuye a la guerra. Cuando compramos algo, el impuesto va para la guerra; los sellos postales ayudan a sostener la guerra Vayamos donde vayamos, especialmente ahora y tal como está organizada la sociedad para la guerra total, no podemos escapar de la guerra. El más simple e inofensivo de los trabajos contribuye a la guerra, de un modo u otro. Nos guste o no, mediante nuestra existencia misma estamos ayudando a sostener la guerra. Entonces, ¿qué hemos de hacer: No podemos retirarnos a una isla o a una comunidad primitiva, porque la presente cultura se halla en todas partes ¿Qué podemos hacer, pues? ¿Nos negaremos a sostener la guerra no pagando impuestos, no comprando sellos postales? ¿Es ése el problema principal? Si no lo es, si sólo es una cuestión secundaria, no nos dejemos distraer por ella.
La cuestión primordial, ¿no es mucho más profunda? ¿No es, acaso, la causa de la guerra en si? Si podemos comprender la causa de la guerra, entonces el problema secundario podrá ser abordado desde un punto de vista por completo diferente; si no la comprendemos, nos extraviaremos en lo secundario Si podemos liberarnos de las causas de la guerra, tal vez el problema secundario no surja en absoluto.
De modo que el énfasis debe ser puesto en el descubrimiento, dentro de nosotros mismos, de la causa de la guerra; este descubrimiento debe ser hecho por cada uno y no por un grupo organizado, porque las actividades grupales contribuyen a la irreflexión, a la mera propaganda y a las consignas, todo lo cual sólo engendra más lucha e intolerancia. La causa debe ser descubierta por uno mismo, y asi cada uno se liberará de ella gracias a la experiencia directa.
Si lo consideramos a fondo, estamos bien conscientes de las causas de la guerra: la ira, la mala voluntad y la ignorancia; la sensualidad, el espíritu mundano y el anhelo de fama y continuidad personal; la codicia, la envidia y la ambición; el nacionalismo con sus soberanías separadas, las fronteras económicas, las divisiones sociales, los prejuicios de raza y las religiones organizadas, ¿No puede, cada uno, darse cuenta de su codicia, de su mala voluntad, de su ignorancia, y así liberarse de ellas? Nos adherimos al nacionalismo porque es una salida para nuestros instintos crueles, criminales; en el nombre de nuestro país o de una ideología, podemos asesinar o liquidar con impunidad, convertirnos en héroes, y cuantos más son los semejantes nuestros que matamos, mayor es el honor que recibimos de nuestro país.
Entonces, el problema primordial, ¿no es, acaso, liberarnos de la causa del conflicto y del dolor? Si no ponemos el acento en esto, ¿cómo podrá, la solución de los problemas secundarios, detener la guerra'!’ Si no erradicamos en nosotros mismos las causas de la guerra, ¿de qué vale entretenerse con los resultados exteriores de nuestro estado interno? Cada uno debe investigar a fondo y disipar la codicia, la mala voluntad y la ignorancia; debemos abandonar por completo el nacionalismo, el racismo y esas causas que engendran enemistad. Tenemos que interesarnos totalmente en aquello que es de importancia primordial y no confundirnos con cuestiones secundarias.
Pregunta: Usted es muy desalentador. Yo busco inspiración para continuar; usted no nos anima con palabras de valor y esperanza. ¿Es malo buscar inspiración?
KRÍSHNAMURTI: ¿Por qué desea usted que lo inspiren? ¿No es porque en sí mismo es vacuo, falto de creatividad, solitario? Quiere llenar este sentimiento de soledad, este vacio doloroso; debe haber intentado distintos medios de llenarlo, y espera nuevamente escapar de ello viniendo aquí. Este proceso de encubrir la árida soledad, es llamado inspiración La inspiración se convierte, entonces, en mero estímulo y, como ocurre con todos los estímulos, pronto trae su propio aburrimiento, su propia insensibilidad. Así vamos de un estímulo a otro, de una inspiración a otra, cada uno de ellos generando su propia desilusión y fatiga; de ese modo, la mente-corazón pierde su flexibilidad, su sensibilidad; la capacidad interna de tensión dinámica se pierde por obra de este constante proceso de tirantez y aflojamiento La tensión es necesaria para poder descubrir, pero una tensión que exige aflojamiento o estímulo, pronto pierde su capacidad de renovarse a sí misma, de ser flexible, alerta. Esta flexibilidad alerta no puede ser inducida desde afuera; llega cuando no depende de estímulos ni de inspiraciones.
¿No es todo estímulo similar en sus efectos? Ya sea que tome usted un trago o sea estimulado por un cuadro o una idea, que asista a un concierto o a una ceremonia religiosa, o se estimule mediante una acción, ya sea noble o innoble ¿no embota todo esto la mente-corazón? Una ira justa — lo cual es un absurdo — , por estimulante e inspiradora que pueda ser, contribuye a la insensibilidad; y para experimentar la realidad, ¿no se requiere, acaso, la más elevada forma de sensibilidad, receptividad e inteligencia? El estímulo engendra dependencia y la dependencia, digna o indigna, origina temor.. Carece relativamente de importancia cómo uno se estimule o inspire, ya sea por medio de la iglesia organizada o la política o el entretenimiento, porque el resultado será el mismo: insensibilidad causada por el miedo y la dependencia.
Los entretenimientos se convierten en estímulos. Nuestra sociedad fomenta principalmente el entretenimiento, entretenimiento en todas las formas posibles Nuestro pensar-sentir mismo ha llegado a ser un proceso de desviarnos de la realidad Es extremadamente difícil alejamos de todas las distracciones y entretenimientos, porque nos hemos vuelto casi incapaces de estar atentos, sin opciones, a lo que es. Surge, pues, el conflicto, el cual distrae más aún nuestro pensamiento-sentimiento; sólo mediante la constante percepción alerta, nuestro pensamiento-sentimiento puede liberarse de la red de las distracciones.
Además, ¿quién puede darle a usted ánimo, valor y esperanza? Si dependemos de otro, por grande o noble que sea. estamos totalmente perdidos porque la dependencia engendra afán posesivo, el cual resulta en lucha y dolor interminables. El buen ánimo y la felicidad no son fines en sí mismos; son, como el valor y la esperanza, incidentes en la búsqueda de algo que es un fin en sí mismo. Este fin es al que debemos aspirar con paciencia y diligentemente; sólo con su descubrimiento cesarán nuestra confusión y nuestro dolor. El viaje hacia ese descubrimiento es a través de uno mismo; todo otro viaje es una distracción que nos lleva a la ignorancia y a las ilusiones. El viaje por el interior de uno mismo debe ser emprendido no para buscar un resultado, no para resolver el conflicto y el dolor; porque la búsqueda es, en sí misma, devoción, inspiración. Entonces, el viajar es, de si, un proceso revelador, una experiencia constantemente liberadora y creativa. ¿No ha notado usted que la inspiración llega cuando uno no la está buscando? Llega cuando ha cesado toda expectativa, cuando la mente-corazón está en calma. Lo que se trata de adquirir es autocreado y, por lo tanto, no es lo real.
Pregunta: Usted dice que la vida y ¡a muerte son una y la misma cosa Por favor, explique en detalle esta sorprendente declaración.
KRISHNAMURTI: Nosotros conocemos el nacimiento y la muerte, la existencia y la no existencia; estamos conscientes de este conflicto entre los opuestos, el deseo de vivir, de continuar, y el miedo a la muerte, a la no continuación. Nuestra vida está sustentada en el patrón del devenir y el no devenir Podemos tener teorías, creencias y, conforme a ellas, experimentar, pero estas experiencias siguen estando dentro del campo de la dualidad, del nacimiento y la muerte.
Pensamos y sentimos en términos de tiempo, de vivir, de devenir, o de no devenir, en términos de muerte, o de extender este devenir más allá de la muerte. El patrón de nuestro pensamiento-sentimiento se mueve de lo conocido a lo conocido, del pasado al presente y al futuro; si hay miedo al futuro, el pensamiento-sentimiento se aferra al pasado o al presente. Estamos retenidos en el tiempo; ¿cómo podemos nosotros, que pensamos y sentimos en función del tiempo, experimentar la realidad de lo intemporal, en la cual vida y muerte son una sola cosa?
¿Ha experimentado usted, en instantes de gran intensidad, la cesación del tiempo? Una cesación semejante es, por lo general, forzada sobre uno; es accidental, pero según el placer que derivemos de ello, deseamos repetir nuevamente la experiencia. De modo que nos volvemos, una vez más, prisioneros del tiempo. ¿No es posible que la mente-corazón deje de idear, que esté completamente quieta y no forzada a la quietud por un acto de voluntad ? La voluntad y la determinación siguen siendo continuación propia; por lo tanto, se encuentran en el campo del tiempo. La determinación de ser, la voluntad de devenir, ¿no implican, acaso, crecimiento personal, tiempo, el cual contribuye a crear el miedo a la muerte?
Tal como el tocón de un árbol muerto acumula, en medio de la corriente, los restos flotantes, así acumulamos y nos adherimos a nuestra acumulación; por eso, nosotros y la imperecedera corriente de la vida estamos separados. Nos posamos sobre el tocón muerto de nuestra acumulación y. desde allí, consideramos la vida y la muerte; no nos desprendemos del perpetuo proceso acumulativo para así pertenecer a las aguas de la vida, Liberarnos de la acumulación implica, necesariamente, un profundo conocimiento propio, no el conocimiento superficial de unas pocas capas de nuestra conciencia El descubrimiento y la experiencia de la totalidad de dichas capas es el principio de la verdadera meditación. En la serena quietud de la mente-corazón están la sabiduría y la realidad.
La realidad es para experimentarse, no para especular sobre ella. Esta experiencia sólo puede existir cuando la mente-corazón deja de acumular. Ella no cesa de acumular por obra de la negación o de la determinación, sino sólo gracias al conocimiento propio; a través del conocimiento de nosotros mismos se descubre la causa de la acumulación. Esto se experimenta sólo cuando el conflicto de los opuestos llega a su fin. Únicamente el recto pensar, que adviene con el conocimiento propio, y la recta meditación, pueden originar la unidad ele la vida y la muerte. Sólo muriendo cada día puede haber renovación eterna.
Es difícil morir asi si uno se encuentra en el proceso del devenir, si está acumulando, posado sobre el tocón de las acumulaciones muertas. Uno debe abandonarlas, sumergirse en las siempre vivientes aguas; debe morir cotidianamente para la acumulación del día, morir tanto para lo agradable como para lo desagradable Nosotros nos aferramos a lo agradable y nos desprendemos de lo desagradable; asi nos fortalecemos en la gratificación y conocemos la muerte Sin buscar recompensa alguna, abandonemos nuestras acumulaciones; sólo entonces puede existir lo inmortal. Entonces, la vida no se opone a la muerte ni la muerte es un ensombredmiento de la vida.
17 de junio de 1945
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