EL ARTE DE ESCUCHAR - 29 - J.K. -

 SEXTA PLÁTICA EN ADYAR 

Como ésta es mi última plática aquí, primero contestaré las preguntas que me han sido formuladas y después concluiré con una breve charla. Pero antes de que proceda a contestar las preguntas, quisiera agradecer nuevamente a Mr. Warrington, el presidente temporal, por invitarme a hablar en Adyar y por su gran cordialidad. Como dije al principio de mis pláticas, no estoy realmente interesado en atacar a la sociedad de ustedes. Al decir esto no vuelvo a lo que ya he dicho. Pienso que todas las organizaciones espirituales son un obstáculo para el hombre, porque uno no puede encontrar la verdad por medio de ninguna organización. Pregunta: ¿Cuál es el curso de acción más prudente a seguir? ¿Proteger y amparar a los ignorantes aconsejándolos y guiándolos, o dejarlos que descubran, mediante su propia experiencia y su sufrimiento, aun cuando pueda tomarles toda una vida librarse de los efectos de tal experiencia y sufrimientos? KRISHNAMURTI: Yo diría que ni lo uno ni lo otro; diría que el curso de acción apropiado es ayudarlos a ser inteligentes, lo cual es una cosa por completo distinta. Cuando ustedes quieren guiar y proteger a los ignorantes, lo que en realidad les están dando es un refugio que ustedes mismos han creado. Y es igualmente tonto adoptar el punto de vista opuesto, es decir, dejarlos a la deriva de sus experiencias. Pero podemos ayudar al otro por medio de la verdadera educación; no esta enfermedad moderna que llamamos educación, este pasar por exámenes y universidades. Yo no llamo en absoluto educación a eso, es mero embrutecimiento de la mente. Pero ésa es otra cuestión. Si podemos ayudar a otro para que llegue a ser inteligente, eso es todo cuanto necesitamos hacer. Pero es la cosa más difícil en el mundo, porque la inteligencia no ofrece un refugio para las luchas y agitaciones de la vida ni da consuelo; sólo genera comprensión. La inteligencia es libre, ilimitada, está totalmente exenta de temor y superficialidad. Podemos ayudar a otro a que se libre del espíritu adquisitivo, de las muchas ilusiones y obstáculos que lo traban, cuando nosotros mismos comenzamos a liberarnos. 

Pero tenemos esta extraordinaria actitud de querer liberar a las masas mientras nosotros mismos seguimos en la ignorancia, atrapados todavía en la superstición, en la codicia. 

Cuando nosotros mismos comencemos a liberarnos, ayudaremos natural y auténticamente al otro.

 Pregunta: Si bien concuerdo con usted en la necesidad de que el individuo ponga al descubierto las supersticiones e incluso las religiones como tales, ¿no cree que un movimiento organizado en esa dirección es útil y necesario, particularmente cuando en ausencia del mismo, los poderosos intereses creados, o sea, los altos sacerdotes en los principales centros de peregrinación, continuarán explotando a aquéllos que siguen presos en las supersticiones, en los dogmas religiosos y en las creencias? 

Ya que no es usted un individualista, ¿por qué no permanece con nosotros difundiendo su mensaje en vez de ir a otros países y volver a nosotros cuando sus palabras probablemente han sido olvidadas?

 KRISHNAMURTI: 

Su conclusión es, entonces, que las organizaciones son necesarias. 

Explicaré qué entiendo por organizaciones. 

Tiene que haber organizaciones para el bienestar del hombre -el bienestar físico del hombre-, pero no para conducirlo hacia la verdad. 

Porque la verdad no puede ser encontrada por intermedio de ninguna organización, de ningún sendero, de ningún método. 

Ayudar meramente al hombre, mediante una organización, a destruir sus supersticiones, sus creencias, sus dogmas, no le dará comprensión. 

Él sólo creará nuevas creencias en lugar de las viejas que ustedes han destruido. 

Eso es lo que está sucediendo en todo el mundo. 

Ustedes destruyen un conjunto de creencias y el hombre crea otro; le quitan un templo particular y él crea otro. 

Pero si los individuos, desde su comprensión, crean en torno de ellos inteligencia, entonces las organizaciones surgirán naturalmente. 

Ahora empezamos primero con las organizaciones y después decirnos:

 “¿Cómo podemos vivir y ajustarnos a todas las exigencias de estas organizaciones?” 

En otras palabras, ponemos a las organizaciones primero y a los individuos después. 

He visto esto en todas las sociedades: los individuos fracasan, mientras que la organización, esa cosa misteriosa en la que ustedes trabajan, se convierte en una fuerza, en un poder abrumador que los explota. 

Por eso siento que la libertad respecto de la superstición, de las creencias y los dogmas, puede empezar tan sólo con el individuo. 

Si el individuo comprende la verdad, entonces, gracias a esta comprensión y a la acción que de ella emana, creará naturalmente organizaciones que no serán instrumentos de explotación. 

Pero si ponemos a las organizaciones en primer lugar, como lo hace la mayoría de la gente, no estamos destruyendo la superstición, sólo estamos creando sustitutos.

 Tomemos, por ejemplo, el instinto posesivo

La ley los santifica, los bendice en la posesión de su mujer, de sus hijos y sus propiedades; los honra.

Entonces, si llega el comunismo, honra a la persona que nada posee. 

Y bien, para mí ambos sistemas son lo mismo, lo mismo en términos contrarios, en oposición. 

Cuando son obligados a cierta acción, formados, moldeados por las circunstancias, por la sociedad, por una organización, en esa acción no hay comprensión posible. 

Ustedes están meramente cambiando de dueños. 

Las organizaciones serán un resultado natural si hay personas que sienten de verdad y son inteligentes respecto de estas cosas. 

Pero si se interesan meramente en la organización, destruyen ese sentimiento vital, ese pensar inteligente, creativo, porque tienen que considerar la organización y las creencias sobre las que ésta se funda. 

Tienen que considerar todos los compromisos; por lo tanto, ni ustedes ni las organizaciones serán jamás fluidos, despiertos, flexibles. 

Su organización es para ustedes mucho más importante que la libertad. 

Si realmente reflexionan sobre esto, lo verán. 

Unos pocos individuos crean organizaciones a causa de su entusiasmo, de su vivificado interés, y las demás personas encajan en estas organizaciones y se esclavizan a ellas. 

Pero si hubiera inteligencia creativa -la que difícilmente existe en este país, porque ustedes son seguidores, dicen:

 “Díganos qué hacer, qué disciplina, qué método seguir”, como ovejas-, si fueran verdaderamente libres, entonces de esa inteligencia creativa, de esa libertad, surgiría la acción; abordarían el problema de un modo fundamental, o sea, por medio de la educación, de las escuelas, de la literatura, del arte; no por medio de esta perpetua palabrería acerca de las organizaciones. 

Para tener escuelas, para tener la correcta clase de educación, debemos contar con una organización; pero todo eso vendrá naturalmente si los individuos, si unas pocas personas están verdaderamente despiertas, si son de verdad inteligentes. 

“Ya que no es usted un individualista, ¿por qué no permanece con nosotros difundiendo su mensaje, en vez de ir a otros países y volver a nosotros cuando sus palabras probablemente han sido olvidadas?”

 He prometido esta vez ir a otros países, Sudamérica, Australia, los Estados Unidos

Pero cuando regrese tengo la intención de permanecer un largo tiempo en la India

(Aplausos). No se molesten en aplaudir. 

Entonces deseo hacer las cosas de una manera muy diferente. 

Pregunta:

 ¿Qué viene primero, el individuo o la organización? 

KRISHNAMURTI:

 Eso es muy simple. ¿Se interesan ustedes en una labor de remiendos, la cual implica modificar el nacionalismo, la distinción de clases, el orden posesivo, la herencia, pelear sobre quién debe o no debe entrar en los templos, alterar un poquito las cosas aquí y allá?

 ¿O desean un cambio radical, completo? 

Ese cambio implica liberarse de la conciencia egocéntrica, del “yo” limitado que da origen al nacionalismo, al miedo, a las discriminaciones, al espíritu posesivo

Si perciben fundamentalmente la falsedad de estas cosas, entonces surge la acción verdadera. 

Por lo tanto, tienen que comprender, y luego actuar. 

Tal como son, no hacen sino glorificar la conciencia egocéntrica, y yo siento que, básicamente, todas las sociedades religiosas hacen eso, aunque en teoría, en los libros, sus enseñanzas puedan ser diferentes.

 Ustedes saben, muchas veces me han dicho que los Upanishads están de acuerdo con lo que yo expreso. 

La gente me dice:

 “Usted dice exactamente lo que dijo el Buda, lo que dijo Cristo”, o “fundamentalmente, usted enseña lo que postulan los teósofos”. 

Pero eso es todo teoría. 

Ustedes tienen que reflexionar realmente sobre esto, deben ser de verdad honestos, francos. 

Cuando digo “honestos”, “francos”, no quiero decir sinceros, porque un tonto puede ser sincero.

 (Contestando a una interrupción). 

Por favor, sólo siga esto. 

Un lunático que se aferra constantemente a una idea, a una creencia, es sincero. 

La mayoría de las personas es sincera,sólo que tiene innumerables creencias. 

En vez de una, tienen muchas, y tratan de ser sinceras al atenerse a ellas. 

Si uno es realmente franco, honesto, verá que todo su pensamiento y acción se basan en esta labor de remiendos, en esta conciencia limitada, en esta glorificación propia, en este deseo de llegar a ser alguien, ya sea espiritualmente o en el mundo físico. 

Si uno actúa y trabaja con esa actitud, entonces lo que hace debe conducir inevitablemente a la labor de remiendos; pero si actúa con verdad, entonces toda esta estructura se ha desplomado. 

Ustedes desean glorificación para sí mismos, desean seguridad, certidumbre, consuelo; por lo tanto, tienen que decidirse a hacer una cosa o la otra, no pueden hacer ambas. 

Si francamente, honestamente, persiguen la seguridad y el consuelo, entonces descubrirán la vacuidad que implican. 

Si son realmente honestos respecto de la glorificación propia, percibirán su superficialidad. 

Pero, por desgracia, nuestras mentes no son claras. 

Estarnos llenos de prejuicios, de influencias; nos atan la tradición y el hábito. 

Tenemos innumerables compromisos. 

Tenemos organizaciones que mantener. 

Nos hemos comprometido con ciertas ideas, con ciertas creencias. 

Y lo económico juega un gran papel en nuestras vidas. 

Decimos: 

“Si pienso diferente de mis socios, de mis vecinos, puedo perder mi empleo. ¿Cómo podría, entonces, ganarme la vida?” 

Así que seguimos como antes. 

Eso es lo que yo llamo hipocresía, no afrontar directamente los hechos. 

Perciban con exactitud y actúen; la acción sigue a la percepción, son inseparables. 

Descubran lo que desean hacer: labor de remiendos o acción completa. 

Ahora ponen énfasis en el trabajo y, por ende, fundamentalmente en la labor de remiendos. 

Pregunta:

 La reencarnación explica en la vida muchas cosas que, de lo contrario, permanecen llenas de misterio y nos causan perplejidad. 

Muestra, entre otras cosas, que relaciones personales sumamente apreciadas en una encarnación, no necesariamente continúan en la siguiente. 

Así, extraños son alternativamente nuestra relación y viceversa; esto revela el parentesco del alma humana, un hecho que, sí fuera correctamente entendido, contribuiría a la verdadera hermandad. 

Por esto, si la reencarnación es una ley natural y resulta que usted sabe que lo es, o del mismo modo, si resulta que usted sabe que no existe tal ley, ¿por qué no lo dice?

 ¿Por qué prefiere siempre dejar que en sus respuestas, este tema extremadamente importante e interesante quede rodeado con el halo del misterio? 

KRISHNAMURTI:

 No creo que eso sea importante; no creo que, en lo fundamental, resuelva nada. 

No creo que contribuya a que ustedes comprendan esa viviente unidad única, esencial, que no es la unidad de lo uniforme. 

Ustedes dicen:

 “Estuve casado con alguien en la vida anterior, y en esta vida estoy casado con una persona diferente; ¿no genera esto un sentimiento de hermandad, de afecto, de unidad?” 

¡Qué extraordinaria manera de pensar! 

Prefieren la hermandad de un misterio a la hermandad real. 

Serían afectuosos a causa de la relación y no porque el afecto sea natural, espontáneo, puro. 

Quieren creer porque la creencia los conforta. 

Por eso hay tantas distinciones de clase, guerras, y por eso usan constantemente esa absurda palabra tolerancia.

Si no tuvieran divisiones de creencias, si fueran realmente seres humanos completos, entonces habría verdadera hermandad, verdadero afecto, no esta cosa artificial a la que llaman hermandad. 

El problema de la reencarnación lo he tratado tantas veces, que hoy sólo hablaré brevemente de él.

 Pueden no tomar para nada en consideración lo que digo, o pueden examinarlo; hagan lo que gusten.

 Me temo que no lo considerarán -aunque eso no importa- porque están comprometidos con ciertas ideas, con ciertas organizaciones, se hallan limitados por la autoridad, por la tradición. 

Para mí, el ego, esa conciencia limitada, es el resultado del conflicto. 

Intrínsecamente, carece de valor, es una ilusión. 

Surge con la falta de comprensión, la cual, a su vez, crea conflicto, y a causa de ese conflicto se desarrolla la conciencia egocéntrica, limitada. 

Ustedes no pueden perfeccionar esa conciencia a través del tiempo; el tiempo no libera de esa conciencia a la mente. 

Por favor, no hay duda alguna:

 el tiempo no los liberará de esta conciencia egocéntrica porque el tiempo es un mero aplazamiento de la comprensión. 

Cuanto más aplazan una acción, tanto menos la comprenden. 

Están conscientes sólo cuando hay conflicto; y en el éxtasis, en la verdadera percepción, existe una acción espontánea en la que no hay conflicto. 

Entonces no son conscientes de sí mismos como entidad, como el “yo”. 

Sin embargo, desean proteger esa acumulación de ignorancia que llaman el “yo”, esa acumulación de la que emana esta idea de más y más, ese centro de crecimiento que no es la vida, que no es sino ilusión.

 Por lo tanto, mientras recurran al tiempo para producir perfección, sólo incrementarán la conciencia egocéntrica. 

El tiempo jamás los liberará de esa conciencia egocéntrica y limitada. 

Lo que liberará a la mente es la plenitud de comprensión en la acción misma; o sea, cuando la mente y el corazón están actuando armoniosamente, cuando ya no están influidos, amarrados por una creencia, limitados por un dogma, por el miedo, por valores falsos; entonces hay libertad. 

Y esa libertad es el éxtasis de la percepción. 

¿Saben?, sería realmente de gran interés si uno de ustedes que cree tan fundamentalmente en la reencarnación, discutiera el tema conmigo. 

Lo he discutido con muchos, pero todo cuanto pueden decir es:

 “Creemos en la reencarnación, explica muchísimas cosas”, y eso resuelve la cuestión. 

Uno no puede discutir con personas que se hallan convencidas de sus creencias, que son afirmativas en su conocimiento. 

Cuando un hombre dice que sabe, ¡asunto terminado! 

Y ustedes veneran al hombre que dice “yo sé”, porque su declaración afirmativa, su certidumbre, les proporciona consuelo, refugio. 

Ya sea que crean o no crean en la reencarnación, a mí me parece una cuestión trivial; esa creencia es como un juguete, porque es meramente una postergación. 

Es sólo una explicación, y las explicaciones son como el polvo para el hombre que busca de verdad.

 Pero, desafortunadamente, ustedes están sofocados por el polvo, tienen explicaciones para todo. 

Tienen una explicación lógica, conveniente, para cada sufrimiento. 

Si un hombre es ciego, ustedes acuden a la reencarnación para dar razón de su duro destino en esta vida.

 Por medio de la reencarnación, de la idea de evolución, explican y justifican las desigualdades de la existencia. 

De ese modo, con explicaciones, han resuelto los múltiples problemas que conciernen al hombre, y así han dejado de vivir. 

La plenitud de la vida excluye todas las explicaciones. 

Para el hombre que está sufriendo realmente, las explicaciones son tanto como polvo y cenizas. 

Pero para el hombre que busca consuelo, las explicaciones son necesarias y excelentes. 

No hay tal cosa como el consuelo. 

Sólo comprensión, y la comprensión no está limitada por la creencia o por las certidumbres. 

Ustedes dicen:

“Sé que la reencarnación es verdadera”. 

Bien, ¿y qué hay con eso? 

La reencarnación, es decir, el proceso de acumulación, de crecimiento, de ganancia, es meramente la carga del esfuerzo; y yo digo que hay una manera de vivir espontáneamente, sin esta lucha continua, y eso es posible mediante la comprensión, no como resultado de la acumulación, del crecimiento. 

Esta comprensión, esta percepción, llega a aquél que no está limitado por el miedo, por la conciencia del “yo”. 

Pregunta:

 El hombre que permanece inalterado frente a los peligros y las tribulaciones de la existencia, tales como la oposición de sus semejantes a un curso de acción, es siempre un hombre de voluntad firme y excelente carácter. 

Las escuelas públicas en Inglaterra y en todas partes reconocen la importancia de desarrollar la voluntad y el carácter, que son comúnmente considerados como el mejor bagaje para embarcarse en la vida, porque la voluntad asegura el éxito y el carácter asegura una probidad moral. 

¿Qué tiene usted que decir acerca de la voluntad y el carácter, y cuál es el verdadero valor que tienen para el individuo?

 KRISHNAMURTI:

 La primera parte de esta pregunta sirve como trasfondo a la pregunta misma que es: 

“¿Qué tiene usted que decir acerca de la voluntad y el carácter, y cuál es el verdadero valor que tienen para el individuo?” 

Desde mi punto de vista, ninguno. 

Pero eso no significa que ustedes deban carecer de voluntad, de carácter. 

No piensen en términos de opuestos. 

¿Qué entienden ustedes por voluntad?

 La voluntad es el resultado de la resistencia. 

Si no comprenden una cosa, desean conquistarla. 

Toda conquista no es sino esclavitud y, por lo tanto, resistencia; y de esa resistencia se desarrolla la voluntad, la idea de “yo debo” y “yo no debo”. 

Pero la percepción, la comprensión, libera de la resistencia al corazón y la mente y, por ende, los libera de esta constante batalla del “debo” y “no debo”. 

Lo mismo es aplicable al carácter. 

El carácter es sólo el poder de resistir a las múltiples intromisiones de la sociedad sobre cada uno de nosotros. 

Cuanto más carácter tenemos, mayor es la conciencia egocéntrica, el “yo”, porque el “yo” es el resultado del conflicto, y la voluntad ha nacido de la resistencia que da origen a la conciencia egocéntrica. 

¿Cuándo surge la resistencia? 

Cuando perseguimos la adquisición, la ganancia, cuando deseamos el éxito, cuando estamos persiguiendo la virtud, cuando hay imitación y temor. 

Esto puede sonarles absurdo porque están atrapados en el conflicto de la adquisición y, naturalmente, dirán:

 “Sin voluntad, sin conflicto, sin resistencia, ¿qué puede hacer un hombre?”

Yo digo que ésa es la única manera de vivir, sin resistencia, lo cual no significa no resistencia; no significa no tener voluntad ni propósito, andar a la deriva de aquí para allá. 

La voluntad es un resultado de los valores falsos; y cuando hay comprensión de lo verdadero, el conflicto desaparece y, con él, el desarrollo de la resistencia al que llamamos voluntad. 

La voluntad y el desarrollo del carácter, que son como el cristal coloreado que adultera la luz pura, no podrán liberar al hombre, no podrán darle comprensión. 

Por el contrario, limitarán al hombre. 

Pero una mente que comprende, una mente flexible, alerta -que no es la mente hábil de un abogado ingenioso, un tipo de mente que tanto prevalece en la India y que es muy destructivo-, una mente dúctil, digo, no limitada, no posesiva, una mente así no conoce la resistencia porque comprende; percibe la falsedad de la resistencia, porque esa mente es como el agua. 

El agua asumirá cualquier forma y seguirá siendo agua. 

Pero ustedes desean moldearse conforme a un patrón particular, porque carecen de una comprensión completa. 

Yo digo que, cuando se realicen en plenitud, cuando actúen de manera completa, ya no buscarán un patrón ni ejercerán la voluntad para encajar en ese patrón, porque en la verdadera comprensión hay un movimiento constante que es la vida eterna.

Pregunta: Usted dijo ayer que la memoria, o sea, el residuo de las acciones acumuladas, da origen a la idea del tiempo y, en consecuencia, a la del progreso. 

Por favor, desarrolle más el concepto, con especial referencia a la contribución que el progreso ha hecho a la felicidad humana. 

KRISHNAMURTI:

 Hay progreso en el campo de la ciencia mecánica, progreso en relación con las máquinas, los automóviles, las comodidades modernas y la conquista del espacio. 

Pero no me refiero a esa clase de progreso, porque el progreso en la ciencia debe ser siempre transitorio; en el no puede haber nunca una realización plena para el hombre. 

Debo hablar muy brevemente, porque tengo muchas preguntas para contestar. 

Espero que lo que digo sea claro; si no lo es, proseguiremos en otra ocasión posterior. 

En el progreso mecánico no puede haber realización plena para el hombre. 

Habrá mejores automóviles, mejores aviones, mejores máquinas, pero la plenitud no se realizará mediante este continuo proceso de perfección mecánica. 

(No es que yo esté contra las máquinas). 

Cuando hablamos de progreso aplicándolo a lo que llamamos crecimiento individual, ¿a qué nos referimos? 

Nos referimos a la adquisición de más conocimiento, de una virtud mayor, lo cual no es plenitud de realización. 

Lo que llamamos virtud aquí, puede ser considerado vicio en otra sociedad. 

La sociedad ha desarrollado los conceptos del bien y el mal. 

Intrínsecamente, no hay tal cosa como bien o mal. 

No piensen en términos de opuestos. 

Tienen que pensar de manera fundamental, esencial. 

A mi entender, mediante el progreso no puede haber integridad en la acción, porque el progreso implica tiempo, y el tiempo no conduce a la plenitud de realización. 

Ésta se encuentra sólo en el presente, no en el futuro. 

¿Qué es lo que les impide vivir por completo en el presente? 

Es el pasado, con sus muchos recuerdos y obstáculos. 

Lo expondré de una manera diferente. 

Mientras hay opción, tiene que haber este así llamado progreso en las cosas esenciales y no esenciales; pero en el instante en que poseen lo esencial, esto ya se ha vuelto lo no esencial. 

Y así proseguimos, moviéndonos continuamente de lo no esencial a lo esencial, lo cual, a su vez, se convierte en lo no esencial; y a esta sustitución la llamamos progreso. 

Pero la perfección es realización plena, o sea, la armonía del corazón y la mente en la acción. 

No puede haber tal armonía si nuestra mente se halla atrapada en una creencia, en un recuerdo, en un prejuicio, en un deseo. 

Dado que están atrapados en estas cosas, tienen que liberarse de ellas, y pueden hacerlo sólo cuando, como individuos, han descubierto su verdadero significado. 

Es decir, pueden actuar armoniosamente sólo cuando descubren el verdadero significado de estas cosas cuestionándolas, dudando de sus valores existentes. 

Lo lamento, pero ahora debo dejar de contestar preguntas. 

Muchas me han sido formuladas en relación con la Sociedad Teosófica:

 si aceptaría la presidencia en caso de que me fuera ofrecida y cuál sería mi plan de acción si fuera electo; si la Sociedad Teosófica, que lucha por educar a las masas y promueve una norma ética, debería ser disuelta; qué política apoyaría yo para la comunidad indo-británica, etcétera. 

No me propongo postularme para la presidencia de la Sociedad Teosófica porque no pertenezco a esa sociedad. 

Eso no me interesa -no es que me considere superior- porque no creo en las organizaciones religiosas y también porque no quiero guiar ni a un solo hombre. 

Por favor, señores, créanme cuando digo que no quiero influir en ninguna persona; porque el deseo de guiar muestra, inherentemente, que uno tiene un propósito, una meta hacia la cual piensa que toda la humanidad tiene que llegar como un rebaño de ovejas. 

Eso es lo que implica la guía. 

Ahora bien, yo no deseo impulsar a ningún hombre hacia un objetivo o una meta en particular; lo que quiero es ayudarlo a que sea inteligente, y eso es una cosa completamente distinta. 

Así que no tengo tiempo para contestar estas innumerables preguntas basadas en tales ideas. 

Dado que es bastante tarde, quisiera hacer un resumen de lo que he estado diciendo durante los últimos cinco o seis días y, naturalmente, tengo que ser paradójico. 

La verdad es paradójica. 

Espero que aquéllos de ustedes que han seguido inteligentemente lo que he estado diciendo, comprenderán y actuarán, no harán de mí un modelo para sus acciones. 

Si lo que he dicho no es verdadero para ustedes, lo olvidarán, es natural. 

A menos que de verdad lo hayan profundizado, a menos que hayan reflexionado sobre lo que he dicho, repetirán simplemente mis frases, aprenderán mis palabras de memoria, y eso carece de valor. 

Para comprender, el primer requerimiento es la duda, dudar no sólo en relación con lo que digo, sino, principalmente, en relación con las ideas que ustedes mismos sostienen. 

Pero han hecho un anatema de la duda, un impedimento, un mal que debe ser erradicado, desechado; han hecho de la duda una cosa abominable una enfermedad. 

Pero para mí, la duda no es ninguna de estas cosas; la duda es un ungüento que cura. 

¿Pero de qué dudan ustedes, por lo general? 

Dudan de lo que dice el otro. 

Es muy fácil dudar de algún otro. 

Mucho más difícil es dudar de la cosa misma en la que uno está atrapado, a la que se aferra, dudar de la cosa que uno busca, persigue. 

La verdadera duda no admitirá la sustitución. 

Cuando ustedes dudan de otro, como alguien dijo el otro día durante estas pláticas:

 “Nosotros dudamos de usted”, eso demuestra que dudan de lo que les estoy mostrando, de lo que estoy tratando de explicar. 

Muy bien. 

Pero esa duda no es sino la búsqueda de sustitución. 

Dicen:

 “Tengo esto, pero no estoy satisfecho. 

¿Me satisfará eso, esa otra cosa que usted está ofreciendo? 

Para averiguarlo, tengo que dudar de usted”. 

Pero yo no les estoy ofreciendo nada. 

Digo que duden de la cosa misma que está en sus manos, o sea, en su mente y en su corazón; entonces ya no buscarán sustituirla. 

Cuando buscan sustitución hay miedo y, por lo tanto, alimentan el conflicto. 

Cuando temen, buscan el opuesto del miedo, que es el valor, proceden a adquirir valor. 

O, si deciden que son poco amables, proceden a adquirir amabilidad, lo cual es mera sustitución, un volverse hacia lo opuesto. 

Pero si, en vez de buscar una sustitución, comenzaran realmente a investigar la cosa misma en que la mente está atrapada -miedo, falta de amabilidad, afán adquisitivo-, entonces descubrirían la causa. 

Y pueden descubrir la causa sólo dudando continuamente, cuestionando mediante una inteligente y crítica actitud mental, actitud sana pero que ha sido destruida por la sociedad, por la educación, por las religiones que les advierten que deben desterrar la duda. 

La duda es simplemente un inquirir en pos de los valores genuinos, y cuando uno ha descubierto por sí mismo los valores genuinos, la duda cesa. 

Pero para descubrir, uno debe ser crítico, franco, honesto. 

Dado que casi todos buscan la sustitución, aumentan meramente su conflicto. 

Y a este incremento del conflicto con su deseo de evasión, lo llamamos progreso, progreso espiritual, porque para nosotros la sustitución o el escape implican una adquisición ulterior, un logro ulterior. 

Por eso, lo que ustedes llaman búsqueda de la verdad, es meramente el intento de encontrar sustitutos, la persecución de seguridades mayores, de refugios más seguros para huir del conflicto. 

Cuando buscan refugios, están creando explotadores y, habiéndoles creado, quedan presos en esa máquina de explotación que dice: 

“No hagas esto, no hagas aquello, no dudes, no seas crítico. 

Sigue esta enseñanza, porque ésta es verdadera y aquélla es falsa”. 

Así, cuando ustedes hablan de la verdad, lo que realmente desean es sustitución; desean descanso, tranquilidad, paz, escapes asegurados, y en este deseo crean máquinas artificiales y vacías, máquinas intelectuales que provean esa sustitución para satisfacer su deseo. 

¿He aclarado el sentido de lo que quiero decir? 

En primer lugar, se hallan atrapados en el conflicto y, a causa de que no pueden comprender ese conflicto, desean lo opuesto, descanso, paz, lo cual es un concepto intelectual. 

En ese deseo han creado una máquina intelectual, y esa máquina intelectual es la religión. 

Ésta se halla totalmente divorciada de sus sentimientos, de su vida cotidiana; por lo tanto, es meramente una cosa artificial. 

Esa máquina intelectual puede ser también la sociedad, intelectualmente creada, una máquina de la que se han convertido en esclavos y por la cual son despiadadamente pisoteados. 

Han creado estas máquinas porque están en conflicto, porque a causa del temor y la ansiedad son empujados a lo opuesto de ese conflicto, porque están buscando descanso, tranquilidad. 

El deseo por lo opuesto crea temor, y desde ese temor surge la imitación. 

De este modo, inventan conceptos intelectuales como las religiones, con sus creencias y sus preceptos, con su autoridad y sus disciplinas, sus gurús y Maestros, para que los conduzcan hacia lo que anhelan, o sea, hacia el consuelo, la seguridad, la tranquilidad, el escape respecto de este conflicto constante, Han creado esta máquina inmensa que llaman religión, esta máquina intelectual carente de validez, y también han creado la máquina llamada sociedad, porque tanto en su vida social como en su vida religiosa, desean consuelo, amparo. 

En su vida social están sujetos por las tradiciones, los hábitos, los valores incuestionados; la opinión pública actúa para ustedes como la autoridad. 

Y la opinión no cuestionada, el hábito y la tradición conducen finalmente al nacionalismo y a la guerra.

Ustedes hablan de la búsqueda de la verdad, pero su búsqueda es meramente una búsqueda de sustitutos, el deseo de una mayor seguridad, una certidumbre mayor. 

Por lo tanto, su búsqueda destruye aquello que están buscando, que es la paz, no la paz del estancamiento, sino la paz de la comprensión, de la vida, del éxtasis. 

Niegan esa cosa misma porque están buscando algo que los ayude a escapar. 

Por consiguiente, para mi todo el propósito -si puedo usar esa palabra sin que me entiendan mal radica en destruir esta falsa máquina intelectual, destruirla por medio de la inteligencia, es decir, por medio de la verdadera percepción alerta. 

Radica en que puedan comprender, dejar de lado la tradición, la cual ha llegado a ser un obstáculo, en que puedan descartar a los Maestros, las ideas, las creencias. 

Pero no simplemente destruirlas para adoptar otras nuevas, no es eso lo que quiero decir. 

No deben sólo destruir, dejar de lado, sino que deben ser creativos; y pueden ser creativos sólo cuando empiezan a comprender los valores genuinos. 

Por lo tanto, cuestionen el significado de las tradiciones y los hábitos, de la nacionalidad, de la disciplina, de los gurús y los Maestros. 

Pueden comprender sólo si están completamente alerta, alerta con la totalidad del ser. Cuando dicen:

 “Estoy buscando a Dios”, en lo fundamental quieren decir:

 “Deseo fugarme, deseo escapar”. 

Cuando dicen:

 “Busco la verdad y una organización podría ayudarme a encontrarlas, están buscando meramente un refugio. 

No estoy siendo duro; sólo quiero destacar y poner en claro lo que digo. 

Es cosa de ustedes actuar. 

Hemos creado obstáculos artificiales. 

No son obstáculos reales, fundamentales. 

Los hemos creado porque estamos buscando algo: recompensas, seguridad, consuelo, paz. 

Para obtener seguridad, para poder evitar el conflicto, necesitamos tener muchas ayudas, muchos apoyos. 

Y estas ayudas, estos apoyos, son la autodisciplina, los gurús, las creencias. 

He investigado todo esto más o menos a fondo. 

Ahora, cuando hablo acerca de estas cosas, tengan la bondad de no pensar en términos de opuestos, porque entonces no comprenderán. 

Cuando digo que la autodisciplina es un obstáculo, no piensen que, por lo tanto, no deben tener disciplina en absoluto. 

Quiero mostrarles la causa de la autodisciplina. 

Cuando uno comprende eso, no existen ni la disciplina autoimpuesta ni su opuesto, sino que hay inteligencia. 

A fin de realizar lo que deseamos -que es esencialmente falso porque se basa en la idea de lo opuesto como un sustituto- hemos creado medios artificiales como lo son la autodisciplina, el liderazgo, la creencia. 

Sin tal creencia, sin tal autoridad, que son obstáculos, nos sentimos perdidos. 

Así, nos convertimos en esclavos y somos explotados. 

Un hombre que vive a base de creencias, no vive verdaderamente, está limitado en sus acciones. Pero para aquél que, gracias a que comprende, está realmente libre de la creencia y de la carga del conocimiento, para él existe el éxtasis, existe la verdad. 

Cuídense del hombre que dice: “Yo sé”, porque él sólo puede saber acerca de lo estático, de lo limitado, nunca acerca de lo viviente, de lo infinito. 

El hombre sólo puede decir: 

“Existe”, lo cual no tiene nada que ver con el conocimiento. 

La verdad está deviniendo siempre, es inmortal, es vida eterna. 

Tenemos estos obstáculos, obstáculos artificiales basados en la imitación, en el espíritu adquisitivo, que da origen al nacionalismo, en la autodisciplina, en los gurús, Maestros, ideales, en las creencias. 

La mayoría de nosotros está, consciente o inconscientemente, esclavizada a alguna de estas cosas.

 Ahora, por favor, entiendan esto porque, de lo contrario, dirán:

 “Usted meramente destruye y no nos ofrece ninguna clase de ideas constructivas”. 

Nosotros hemos creado estos obstáculos; y podemos librarnos de tales obstáculos sólo tornándonos conscientes de ellos, no mediante el proceso de la disciplina ni apelando a la sustitución, al control, al olvido, ni siguiendo a algún otro, sino sólo dándonos cuenta de que todas estas cosas son venenos.

 Ustedes saben, cuando ven una serpiente venenosa en la habitación, están plenamente conscientes de ella, lo están con todo el ser. 

Pero estas cosas, las disciplinas, las creencias, las sustituciones, ustedes no las consideran venenos. 

Se han vuelto meros hábitos, a veces placenteros y a veces dolorosos, y los toleran en tanto el placer pesa más que el dolor. 

Continúan de esta manera hasta que el dolor los abruma. 

Cuando experimentan un intenso dolor corporal, sólo piensan en librarse de ese dolor. 

No piensan en el pasado o en el futuro, en la salud pasada o en el tiempo en que no van a experimentar más dolor. 

Sólo les interesa desembarazarse del dolor. 

De igual modo, tienen que darse cuenta, plena e intensamente, de todos estos obstáculos, y eso pueden hacerlo sólo cuando se hallan en conflicto, cuando ya no escapan más, cuando no escogen sustitutos.

 Toda opción es meramente sustitución. 

Si perciben plenamente un obstáculo, ya sea éste un gurú, un recuerdo o la conciencia de clase, esa percepción alerta descubrirá al creador de todos los obstáculos, de todas las ilusiones; verá que es la conciencia del “yo”, el ego. 

Cuando la mente se halla inteligentemente despierta a la existencia de ese creador, que es la conciencia egocéntrica, entonces en esa percepción alerta el creador de las ilusiones se disuelve a sí mismo.

 Inténtenlo, y verán qué ocurre. 

No digo esto como una incitación para que ustedes lo intenten. 

No lo intenten con el propósito de llegar a ser felices. 

Lo intentarán sólo si se hallan en conflicto. 

Pero como casi todos ustedes tienen muchos refugios en los que encuentran alivio, han cesado por completo de estar en conflicto. 

Para todos sus conflictos tienen explicaciones -¡tanto polvo y cenizas!- 

Y estas explicaciones han aliviado sus conflictos.

Tal vez haya uno o dos entre ustedes que no se satisfacen con las explicaciones, que no se satisfacen con las cenizas, ya sean las cenizas muertas de ayer o las cenizas futuras de la esperanza, de la creencia. 

Si se hallan realmente atrapados en el conflicto, encontrarán el éxtasis de la vida, pero tiene que haber una inteligente percepción alerta. 

O sea, si yo les digo que la autodisciplina es un obstáculo, no rechacen ni acepten inmediatamente mi afirmación. 

Descubran si la mente de ustedes se encuentra atrapada en la imitación, si su autodisciplina se basa en la memoria, la cual no es sino una forma de escapar del presente. 

Ustedes dicen:

 “No debo hacer esto”, y a causa de esa prohibición que se imponen a sí mismos, se desarrollan la imitación, el temor. 

Donde hay imitación, no puede existir el puro goce de la inteligencia. 

Descubran si son imitativos, experimenten. 

Y sólo pueden experimentar en la acción misma.

 Esto no es sólo un montón de palabras; si reflexionan sobre ello, lo verán. 

No pueden comprender después de que la acción ya ha tenido lugar, lo cual sería autoanálisis, sino sólo en el instante de la acción misma. 

Sólo en medio de la acción pueden estar plenamente alerta. 

No digan: 

“No debo tener conciencia de clase”, sino tórnense plenamente perceptivos y alerta para descubrir si están condicionados a las discriminaciones de clase. 

Ese descubrimiento durante la acción creará conflicto, y ese conflicto mismo liberará a la mente; la liberará de la conciencia de clase, sin que ustedes traten de superar el problema. 

Por consiguiente, la acción misma destruye las ilusiones; no lo hace la disciplina impuesta. 

Quisiera que reflexionaran sobre esto y actuaran; entonces verían lo que significa. 

Abre caminos inmensos para la mente y el corazón, de tal modo que el hombre puede vivir en la plenitud de la realización sin buscar un objetivo, un resultado; puede actuar sin que haya un motivo detrás. 

Pero ustedes podrán vivir de manera completa sólo cuando tengan percepción directa, y la percepción directa no se alcanza por medio de la opción, del esfuerzo nacido de la memoria. 

Se encuentra en la llama de la conciencia alerta, la cual es armonía del corazón y la mente en la acción.

 Cuando nuestra mente se halla libre de religiones, gurús, sistemas, libre del espíritu adquisitivo, sólo entonces puede haber plenitud en la acción, sólo entonces el corazón y la mente pueden seguir los movimientos veloces y cambiantes de la verdad.

 3 de enero de 1934

EL ARTE DE ESCUCHAR - 28 - J.K. -

 QUINTA PLÁTICA EN ADYAR 

Esta mañana quiero explicar algo que requiere un pensar muy delicado; y espero que escuchen o, más bien, que traten de comprender lo que voy a decir, no con un espíritu de oposición sino con un inteligente espíritu crítico

Voy a hablar de un tema que, si lo comprenden, si lo investigan a fondo, les dará una perspectiva enteramente nueva de la vida. 

También quisiera rogarles que no piensen en términos de opuestos. 

Cuando digo que la certidumbre es una barrera, no piensen que, por lo tanto, deben mantenerse en la incertidumbre; cuando hablo de lo inútil que es la seguridad, no piensen, por favor, que deben buscar la inseguridad. 

Cuando realmente lo consideren, percibirán que la mente está buscando todo el tiempo certidumbres, seguridades; busca la certidumbre de una meta, de una conclusión, de un propósito en la vida. 

Ustedes preguntan:

 “¿Existe un plan divino, hay una predeterminación, no hay libre albedrío? ¿No podemos nosotros realizar ese plan, tratar de comprenderlo, guiarnos por él?” 

En otras palabras, quieren seguridad, certidumbre, de modo que la mente y el corazón puedan moldearse conforme a eso, ajustarse a ello. 

Y cuando preguntan por el sendero hacia la verdad, lo que en realidad buscan es una garantía, certidumbre, seguridad. 

Cuando hablan de un sendero hacia la verdad, ello implica que la verdad, esta realidad viva, no se encuentra en el presente, sino en alguna parte distante, en alguna parte del futuro. 

Ahora bien, para mí la verdad es realización plena, y para esa realización no puede haber senderos.

 Parece, pues -al menos me lo parece a mí-, que la primera ilusión en la que están atrapados es este deseo de asegurarse, este deseo de certidumbre, este preguntar por un sendero, por un camino, por un modo de vivir mediante el cual puedan alcanzar la meta deseada, o sea, la verdad. 

Esa convicción de que la verdad existe solamente en el futuro distante, implica imitación. 

Cuando preguntan qué es la verdad, en realidad piden que se les indique el sendero que conduce hacia la verdad. 

Después quieren saber qué sistema deben seguir, qué método, qué disciplina, para que los ayude en el camino hacia la verdad. 

Para mí, no hay sendero que conduzca hacia la verdad; la verdad no es para ser comprendida a través de ningún sistema, de ningún sendero. 

Un sendero implica una meta, un objetivo estático y, por lo tanto, un condicionamiento de la mente y del corazón para ese objetivo, lo cual exige, necesariamente, disciplina, control, espíritu adquisitivo.

 Esta disciplina, este control, se vuelven una carga; nos despojan de nuestra libertad y condicionan nuestra acción en la vida diaria, 

Preguntar sobre la verdad implica estar buscando una meta, un objetivo estático. 

Y el hecho de que estamos buscando una meta muestra que vamos a la búsqueda de seguridad, de certidumbre. 

Para alcanzar esta certidumbre, la mente desea un sendero, un sistema, un método que pueda seguir, y pensamos que esta seguridad la encontraremos condicionando el corazón y la mente mediante la autodisciplina, el autocontrol, la represión

Pero la verdad es una realidad que no puede ser comprendida siguiendo ningún sendero. 

La verdad no es un condicionamiento, un moldeado de la mente y del corazón, sino una plenitud constante, una plenitud en la acción. 

El hecho de que pregunten acerca de la verdad, implica que creen en un sendero hacia la verdad, y ésta es la primera ilusión en la que están atrapados. 

En eso hay espíritu imitativo, distorsión. 

Ahora, por favor, no digan: 

“Sin un objetivo, sin un propósito, la vida se vuelve caótica”. 

Quiero explicarles la falsedad de este concepto. 

Digo que cada uno debe descubrir por sí mismo qué es la verdad, pero esto no significa que cada uno debe establecer para sí mismo un sendero, que cada uno debe recorrer un sendero particular. 

No significa eso en absoluto; significa que cada uno debe comprender por sí mismo la verdad. 

Espero que vean la diferencia entre ambas cosas. 

Cuando uno tiene que comprender, descubrir, experimentar con la vida, un sendero se convierte en un obstáculo. 

Pero si uno tiene que abrirse un sendero para sí mismo, entonces hay un punto de vista particular, un punto de vista estrecho, limitado. 

La verdad es el movimiento del devenir eterno; por lo tanto, no es un objetivo, no es estática. 

En consecuencia, la búsqueda de un sendero se origina en la ignorancia, en la ilusión. 

Pero cuando la mente es flexible, cuando se ha liberado de creencias y recuerdos, del condicionamiento de la sociedad, entonces, en esa acción, en esa flexibilidad, está el movimiento infinito de la vida.

Como dije el otro día, un verdadero científico es uno que experimenta continuamente sin un resultado en vista. 

Él no busca resultados, que son meramente los subproductos de su búsqueda. 

Así, cuando uno está buscando, experimentando, su acción se vuelve meramente un subproducto de este movimiento. 

Un científico que busca un resultado no es un auténtico científico, no está buscando verdaderamente.

 Pero si busca sin la idea de ganar, entonces, aunque pueda obtener resultados en su búsqueda, estos resultados son para él de importancia secundaria. 

Ahora ustedes se interesan en los resultados y, por lo tanto, su búsqueda no es vital, dinámica. 

Están buscando un objetivo, un resultado; en consecuencia, su acción se vuelve cada vez más limitada.

 Sólo cuando buscamos sin desear el éxito, el logro, nuestra vida llega a ser continuamente libre, rica.

 Esto no significa que en nuestra búsqueda no tenga que haber acción ni resultados; significa que la acción, los resultados, no habrán de ser nuestro interés fundamental. 

Tal como un río riega los árboles que crecen en sus orillas, así este movimiento de búsqueda nutre nuestras acciones. 

La acción cooperativa, la acción conjunta, es la sociedad. 

Ustedes quieren crear una sociedad perfecta

Pero no puede haber tal sociedad perfecta, porque la perfección no es un objetivo, una culminación. 

La perfección es realización, constantemente en movimiento. 

La sociedad no puede vivir a la altura de un ideal; tampoco puede hacerlo el hombre, porque la sociedad es el hombre. 

Si la sociedad procura moldearse de acuerdo con un ideal, si el hombre trata de vivir conforme a un ideal, ninguno de los dos se realiza auténticamente; ambos se deterioran. 

Pero si el hombre vive plenamente en este movimiento de realización, entonces su acción será armoniosa, completa, no será la mera imitación de un ideal. 

Así que, a mi entender, la civilización no es un logro sino un movimiento constante. 

Las civilizaciones alcanzan cierta altura, existen por un tiempo y después declinan, porque en ellas no hay una realización plena del hombre, sino la permanente imitación de un modelo. 

Hay plenitud, integridad, sólo cuando la mente y el corazón están en este movimiento constante de realización, de búsqueda. 

Ahora no digan: 

“¿Nunca deberá haber un objetivo en la búsqueda?” 

Uno ya no va en busca de una conclusión, de una certidumbre; por lo tanto, el vivir no es una serie de culminaciones, sino un movimiento continuo, una constante realización. 

Si la sociedad está meramente aproximándose a un ideal, pronto se deteriorará. 

Si la civilización es meramente un logro de individuos reunidos como grupo, ya está en proceso de deterioro. 

Pero si la sociedad, si la civilización es la consecuencia de este movimiento constante en la realización, entonces perdurará, será la plenitud del hombre. 

Para mí, la perfección no es el logro de una meta, de un ideal, de un absoluto, a base de esta idea del progreso. 

La perfección es la realización plena del pensar, de la emoción y, por ende, de la acción -realización que puede existir en cualquier momento-. 

Por consiguiente, la perfección está libre del tiempo, no es el resultado del tiempo. 

Bueno, señores, hay muchas preguntas y trataré de contestarlas tan concisamente como pueda.

 Pregunta: 

Si mañana estallara una guerra y, al mismo tiempo, entrara en vigor la ley de conscripción para obligarlo a tomarlas armas, ¿se uniría usted al ejército gritando:

 “¡A las armas, a las armas!” como hicieron en 1914 los líderes teosóficos, o desafiaría usted a la guerra?

KRISHNAMURTI: 

No nos preocupemos por lo que los líderes teosóficos hicieron en 1914. 

Donde hay nacionalismo tiene que haber guerra. 

Donde hay diferentes gobiernos soberanos, tiene que haber guerra. 

Es inevitable. 

Personalmente, no me asociaría a ninguna clase de actividades bélicas, porque no soy nacionalista ni tengo conciencia de clase ni soy posesivo. 

No me uniría al ejército ni prestaría ayuda de ningún tipo. 

No me uniría a ninguna organización que existiera meramente con el propósito de curar a los heridos, para mandarlos de vuelta al campo de batalla a ser heridos otra vez. 

Pero llegaría a un entendimiento con respecto a estas cuestiones, antes de que surgiera la amenaza de la guerra. 

Ahora bien, al menos por el momento, no existe de hecho una guerra. 

Cuando la guerra llega, cuando se hace propaganda para enardecer los ánimos, se dicen mentiras contra el supuesto enemigo; se agitan el patriotismo y el odio, las personas pierden la cabeza en la supuesta devoción a su país. 

“Dios está de nuestro lado”, gritan, “y el diablo está con el enemigo”. 

Y en el curso de los siglos han gritado las mismas palabras. 

Ambos lados pelean en el nombre de Dios; en ambos lados los sacerdotes bendicen -¡maravillosa idea!- los armamentos. 

Ahora bendecirán incluso los planes de bombardeo, tan corroídos están por esa enfermedad que da origen a la guerra: el nacionalismo, la propia clase social o la seguridad individual. 

Por lo tanto, mientras estamos en paz -aunque “paz” es una extraña palabra para describir la mera cesación de las hostilidades armadas-, mientras, de todos modos, no nos matamos de hecho el uno al otro en el campo de batalla, podemos comprender cuáles son las causas de la guerra y desenredarlos de esas causas. 

Y si uno está claro en su comprensión, en su libertad, con todo lo que esa libertad implica -que uno puede ser fusilado por negarse a cumplir con la manía de la guerra-, entonces actuará correctamente cuando llegue el momento, cualquiera que pueda ser esa acción. 

La cuestión no es, entonces, qué harán ustedes cuando llegue la guerra, sino qué están haciendo ahora para impedir la guerra. 

Ustedes, que siempre me gritan por mi actitud negativa, ¿qué están haciendo ahora para eliminar la causa misma de la guerra? 

Hablo de la verdadera causa de todas las guerras, no sólo de la guerra inmediata que nos amenaza inevitablemente mientras cada nación siga amontonando armamentos. 

En tanto exista el espíritu del nacionalismo, el espíritu de las diferencias de clase, del individualismo y del afán posesivo, tendrá que haber guerra. 

Ustedes no pueden impedirla. 

Sí de verdad se enfrentan al problema de la guerra, como deberían hacerlo ahora, tendrán que tomar una acción definida, positiva; y mediante su acción ayudarán al despertar de la inteligencia, que es lo único que puede prevenir la guerra. 

Pero para hacer eso, deben librarse de esta enfermedad de “mi Dios, mi país, mi familia, mi casa”.

 Pregunta:

 ¿Cuál es la causa del miedo, particularmente del miedo a la muerte? ¿Es posible estar alguna vez completamente libre de ese miedo? ¿Por qué el miedo existe universalmente, aun cuando el sentido común hable contra él al considerar que la muerte es inevitable y es un suceso perfectamente natural?

 KRISHNAMURTI:

Para aquél que se realiza plenamente todo el tiempo, no existe el miedo a la muerte. 

Si somos realmente completos en cada instante, en cada día, no conocemos el miedo al mañana.

 Pero nuestras mentes crean insuficiencia en la acción y, de ese modo, generan el miedo al mañana. 

La religión, la sociedad, nos han educado para la insuficiencia, para la postergación, y ésta nos sirve para escapar del miedo, porque tenemos el mañana a fin de completar lo que no podemos realizar plenamente hoy. 

Esperen sólo un momento, por favor. 

Quisiera que no consideraran este problema ni desde el trasfondo de sus tradiciones -antiguas o modernas- ni desde su compromiso con la reencarnación, sino de una manera muy simple. 

Para mí, la idea de la reencarnación es postergación pura. 

Aun cuando puedan creer profundamente en la reencarnación, siguen sintiendo miedo y dolor cuando muere alguien, o temen a la muerte propia. 

Pueden decir:

 “Viviré del otro lado, seré mucho más feliz y haré un trabajo mucho mejor del que puedo hacer aquí”, pero sus palabras son meramente palabras. 

No pueden aquietar el miedo corrosivo que llevan todo el tiempo en el corazón. 

Abordemos, pues, este problema del miedo antes que la cuestión de la reencarnación. 

Cuando hayan comprendido qué es el miedo, verán lo poco importante que es la reencarnación; entonces ni siquiera tendremos necesidad de discutirla. 

No me pregunten qué le ocurre después de la muerte al hombre que está mutilado, o al hombre que es ciego en esta vida. 

Si comprenden la cuestión central, entonces considerarán con inteligencia cuestiones como ésas.

 Ustedes temen a la muerte porque sus días son incompletos, porque jamás hay realización plena en sus acciones. 

¿No es así? 

Cuando nuestra mente se halla atrapada en una creencia, creencia en el pasado o en el futuro, no podemos comprender plenamente la experiencia. 

Cuando nuestra mente tiene prejuicios, no puede haber comprensión completa de la experiencia en la acción. 

Por esto decimos que debemos tener un mañana para completar esa acción, y sentimos temor de que ese mañana no llegue. 

Pero si uno puede comprender su acción en el presente, entonces tiene ante sí el infinito. 

¿Qué es lo que nos impide vivir de manera completa? 

Por favor, no me pregunten cómo completar la acción, porque ése es el modo negativo de considerar la vida. 

Si yo les digo cómo, entonces la acción de ustedes será meramente imitativa, y en eso no hay plenitud, integridad. 

Lo que tienen que hacer es descubrir qué les impide vivir completamente, infinitamente; y encontrarán que es esa ilusión de un objetivo, de una certidumbre, en la cual la mente se encuentra atrapada, esta ilusión de alcanzar una meta. 

Si están recurriendo constantemente al futuro en el que esperan lograr, ganar, triunfar, conquistar, su acción en el presente tiene que ser limitada, incompleta. 

Tiene que serlo cuando están actuando conforme a sus creencias o principios. 

Cuando su acción está basada en la fe, esa acción no es realización plena, es meramente el resultado de la fe. 

Hay, pues, muchos obstáculos en nuestras mentes; está el instinto de posesión cultivado por la sociedad, y el instinto de no posesión, también cultivado por la sociedad. 

Cuando hay conformidad e imitación, cuando la mente está supeditada a la autoridad, no puede haber plenitud de realización, y de esto surge el miedo a la muerte y los otros numerosos miedos que yacen ocultos en el subconsciente. 

¿He aclarado mi respuesta? 

Volveremos a tratar este problema de una manera diferente. 

Pregunta:

 ¿Cómo surge la memoria y cuáles son las diferentes clases de memoria

Usted ha dicho: “En el presente está contenida toda la eternidad”. 

Tenga la bondad de examinar de un modo más completo esta declaración.

 ¿Significa eso que el pasado y el futuro no tienen una realidad subjetiva para el hombre que vive de manera total en el presente? ¿Pueden los errores del pasado, o, como uno podría llamarlos, los vacíos en la comprensión, arreglarse o remediarse en el siempre continuo presente donde no puede tener cabida la idea de un futuro? 

KRISHNAMURTI: Si usted ha entendido la respuesta anterior, comprenderá la causa de la memoria, verá cómo surge la memoria. 

Si no comprendemos un acontecimiento, si no vivimos completamente una experiencia, entonces el recuerdo de ese acontecimiento, de esa experiencia, subsiste en nuestra mente. 

Cuando tenemos una experiencia que no podemos comprender plenamente, cuyo significado no alcanzamos a ver, entonces nuestra mente regresa a esa experiencia. 

Así se crea la memoria. 

En otras palabras, ésta nace de la insuficiencia en la acción. 

Y, dado que tenemos muchas capas de recuerdos surgiendo de acciones incompletas, eso da origen a la conciencia de uno mismo, llamada el ego, la conciencia egocéntrica, la cual no es sino una serie de recuerdos, una ilusión sin realidad alguna, sin sustancia, ya sea aquí o en el más elevado de los planos.

 Hay diversas clases de memoria. 

Por ejemplo, está la memoria del pasado, como cuando uno recuerda una escena hermosa. 

Pero... ¿les interesa esto? 

Veo que muchas personas miran en torno. 

Si no les interesa realmente seguir con esto, discutiremos el nacionalismo y el golf o el tenis. (Risas).

 Ahora bien, está la memoria que se relaciona con el placer de ayer. 

O sea, uno ha disfrutado una escena hermosa, ha admirado la puesta del Sol o la luz de la Luna sobre el agua. 

Entonces, más tarde, digamos cuando uno se encuentra en su oficina, la mente vuelve a esa escena. 

¿Por qué? 

Porque cuando uno se encuentra en un ambiente desagradable y feo, cuando su mente y su corazón se hallan presos en lo que no es placentero, la mente tiende a regresar de una manera automática a la experiencia placentera de ayer. 

Éste es un tipo de memoria. 

En vez de cambiar las condiciones, el ambiente que hay a nuestro alrededor, volvemos sobre los pasos de una experiencia placentera y vivimos en ese recuerdo, soportando y tolerando lo desagradable porque sentimos que no podemos cambiarlo. 

¿He aclarado eso? 

Luego está el recuerdo, agradable o desagradable, que se precipita por sí mismo en la mente aun cuando uno no lo desee. 

Sin invitación alguna, acontecimientos del pasado acuden a nuestra mente porque no sentimos un interés vital por el presente, porque no estamos plenamente despiertos al presente. 

Otra clase de memoria es la que concierne a las creencias, a los principios e ideales. 

Todos los ideales y principios están realmente muertos, son cosas del pasado. 

La memoria de los ideales persiste cuando no podemos afrontar o comprender el movimiento pleno de la vida. 

Queremos una medida para evaluar ese movimiento, un patrón con el cual poder juzgar la experiencia; y, al actuar dentro de la medida de ese patrón, lo llamamos vivir a la altura de un ideal. 

A causa de que no podemos comprender la belleza de la vida, de que no podemos vivirla en su plenitud, en su gloria, anhelamos un ideal, un principio, un patrón imitativo, a fin de dar significación a nuestro vivir. 

Además, está la memoria de la autodisciplina, la cual es voluntad. 

La voluntad no es otra cosa que memoria. 

Después de todo, ustedes comienzan a disciplinarse conforme al patrón de la memoria. 

“Ayer hice esto”, dicen, “y he preparado a mi mente para que no lo haga hoy”. 

Así, en la inmensa mayoría de los casos, el pensamiento y la emoción son enteramente la consecuencia del pasado, se basan en la memoria. 

Por lo tanto, en una acción semejante jamás hay plenitud de realización. 

Esa acción deja siempre una cicatriz en la memoria, y la acumulación de muchas de tales cicatrices se convierte en la conciencia egocéntrica, el “yo”, que siempre impide la comprensión completa. 

Esta conciencia del “yo” es un círculo vicioso. 

Tenemos, pues, innumerables recuerdos, recuerdos de disciplina, y voluntad, de ideales y creencias, de atracciones placenteras y perturbaciones desagradables. 

Por favor, sigan lo que estoy diciendo. 

Que otros no los molesten. 

Si esto no les interesa, si su mente está divagando todo el tiempo, lo mismo da que se vayan. 

Puedo proseguir, pero lo que digo no significará nada para ustedes si no prestan atención. 

Estamos actuando constantemente a través de este velo de recuerdos; por lo tanto, nuestra acción es siempre incompleta. 

Por esto, encontramos consuelo en la idea del progreso; pensamos en una serie de vidas que tienden hacia la perfección. 

Así, jamás tenemos un día, un solo instante de vida rica, plena, completa, porque estos recuerdos están siempre impidiendo, cercenando, limitando, trabando nuestra acción. 

Volvamos a la pregunta: “¿Significa eso que el pasado y el futuro no tienen una realidad subjetiva para el hombre que vive de manera total en el presente?” 

No me pregunten eso. 

Si están interesados, si quieren erradicar el miedo, si de verdad desean vivir ricamente, rindan culto al día en que la mente está libre del pasado y del futuro, y entonces sabrán cómo vivir completamente.

 “¿Pueden los errores del pasado o, como uno podría llamarlos, los vacíos en la comprensión, arreglarse o remediarse en el siempre continuo presente, donde no puede tener cabida la idea de un futuro?” ¿Comprenden la pregunta? 

Como no la he leído previamente, tengo que pensar a medida que avanzo.

Los vacíos que en el pasado se generaron en la comprensión, sólo podemos remediarlos en el presente, al menos ése es mi punto de vista. 

La introspección, el proceso de analizar el pasado, no reditúa comprensión, porque uno no puede obtener comprensión de una cosa muerta. 

Sólo puede comprender en el siempre activo y vital presente. 

Esta cuestión abre un campo muy amplio, pero no quiero examinar eso ahora. 

Sólo en el instante del presente, en el instante de la crisis, en el instante del tremendo y agudo cuestionamiento nacido de la acción plena, pueden remediarse, eliminarse los vacíos en la comprensión cuyo origen se encuentra en el pasado; esto no puede hacerse investigando el pasado, examinando las acciones pasadas. 

Tomemos un ejemplo que, espero, les aclarará la cuestión. 

Supongamos que tienen prejuicios de clase y son inconscientes de esto. 

Pero la educación que han tenido en esa conciencia de clase, la memoria de ella, permanece en lo interno, forma parte de ustedes. 

Ahora bien, para liberar a la mente de esa memoria o educación, no regresen al pasado diciendo:

 “Voy a examinar mi acción para ver si esa acción está limitada por la conciencia de clase”.

 No hagan esto, sino más bien, en sus sentimientos, en sus acciones, estén plenamente alerta, y entonces esta memoria de la conciencia de clase irrumpirá por sí misma en la mente; en este instante de inteligencia despierta, la mente empieza a liberarse de esta esclavitud. 

Por otra parte, si son crueles -y la mayoría es inconsciente de su crueldad-, no examinen sus acciones para descubrir si son crueles o no. 

De ese modo jamás lo descubrirán, jamás comprenderán, porque entonces la mente está constantemente atenta a la crueldad y no a la acción; por lo tanto, destruye la acción. 

Pero si están plenamente alerta en su acción, en el instante de la acción verán que son crueles. 

Así, descubrirán la verdadera causa, la raíz misma de la crueldad, no los meros acontecimientos propios de la crueldad. 

Pero esto pueden hacerlo sólo en la plenitud de la acción, cuando están totalmente alerta en la acción.

 No se puede tender un puente sobre los vacíos de la comprensión, mediante el examen introspectivo o el análisis de un acontecimiento pasado. 

Esto puede hacerse sólo en el instante de la acción misma, instante que debe ser siempre intemporal. 

No sé cuántos de ustedes han comprendido esto. 

El problema es realmente muy simple y trataré de explicarlo más simplemente. 

No uso términos filosóficos o técnicos, porque no conozco ninguno. 

Hablo en el lenguaje de todos los días. 

La mente está acostumbrada a analizar el pasado, a disecar la acción con el fin de comprenderla. 

Pero yo digo que no pueden comprender de este modo, porque un análisis semejante limita siempre la acción.

Ejemplos concretos de tal limitación pueden verse aquí en la India y en otras partes, casos donde la acción casi ha cesado. 

No traten de analizar su acción. 

Antes bien, para descubrir si tienen conciencia de clase, si son hipócritas, nacionalistas, fanáticos, si están sometidos a la autoridad, si son imitadores -si realmente les interesa descubrir estos impedimentos-, estén completamente atentos, vuélvanse totalmente conscientes de lo que están haciendo. 

No sean meros observadores, no consideren su acción de manera puramente objetiva, desde afuera, sino estén plenamente alerta, mental y emocionalmente, con la totalidad del ser, en el instante de la acción.

 Entonces verán que los numerosos recuerdos que los estorban, irrumpen por sí mismos en la mente impidiéndoles actuar de manera completa, plena. 

En esa percepción alerta, en esa llama, la mente será capaz de liberarse, sin esfuerzo alguno, de los obstáculos del pasado. 

No pregunten “cómo”. 

Simplemente inténtenlo. 

Sus mentes están siempre preguntando por un método, preguntando cómo hacer esto o aquello. 

Pero no hay “cómo”. 

Experimenten y descubrirán. 

Pregunta:

 Puesto que el permiso concedido a los harijans para entrar al templo, ayudó a derrumbar una de las muchas formas de división entre hombre y hombre que existen en la India, ¿respalda usted este movimiento que ahora mismo está siendo fervorosamente apoyado en este país? 

KRISHNAMURTI: Ahora comprendan, por favor, que no estoy atacando a ninguna personalidad. 

No digan: “¿Está usted atacando a Gandhiji?” y cosas así. 

No creo que el problema de las discriminaciones de clase en la India o en cualquier otra parte, vaya a ser resuelto permitiendo ingresar a los harijans en los templos

Las discriminaciones de clase cesarán sólo cuando no haya más templos ni iglesias ni mezquitas ni sinagogas; porque la verdad, Dios, no se encuentra en una piedra, en una imagen tallada; no está contenida entre cuatro paredes. 

Esa realidad no se halla en ninguno de estos templos ni en ninguna de las ceremonias que allí se practican. 

¿Por qué preocuparse, entonces, acerca de quién entra o no entra en estos templos? 

Casi todos ustedes sonríen y asienten, pero no perciben estas cosas. 

No perciben que la realidad está en todas partes, en ustedes mismos, en todas las cosas. 

Para ustedes, la realidad está personificada, limitada, confinada en un templo. 

Para ustedes, la realidad es un símbolo, ya sea cristiano o budista, un símbolo relacionado o no con una imagen. 

Pero la realidad no es un símbolo, no tiene símbolos. 

Es.

 No pueden tallarla en una imagen, limitarla por una piedra, una ceremonia o una creencia. 

Cuando estas cosas ya no existan, cesarán las disputas entre los hombres, y cuando el nacionalismo -que ha sido cultivado durante siglos para propósitos de explotación- ya no exista, no habrá más guerras. 

Los templos, con todas sus supersticiones, con sus explotadores, los sacerdotes, han sido creados por ustedes. 

Los sacerdotes no pueden existir por sí mismos. 

El oficio sacerdotal puede que exista como un medio de subsistencia, pero eso desaparecerá pronto cuando se modifiquen las condiciones económicas y los sacerdotes cambien su vocación. 

La causa, la raíz de todas estas cosas -de los templos, del nacionalismo, de la explotación, de la codicia- radica en nuestro deseo de seguridad, de bienestar. 

Desde nuestro propio afán adquisitivo creamos innumerables explotadores, ya sean capitalistas, sacerdotes, maestros o gurús, y nos convertimos en los explotados. 

En tanto exista este espíritu adquisitivo, esta búsqueda de seguridad propia, habrá guerras, habrá distinciones de castas. 

Ustedes no pueden librarse del veneno mediante la mera discusión, hablando, organizando. 

Cuando, como individuos, despierten al absurdo, a la falsedad, a lo horrible de todas estas cosas, cuando realmente sientan dentro de ustedes la vulgar crueldad de todo esto, sólo entonces crearán organizaciones de las que no se convertirán en esclavos. 

Pero si no despiertan, nacerán organizaciones que habrán de esclavizarles. 

Eso es lo que está sucediendo en todo el mundo. 

¡Por Dios, estén despiertos a la percepción de estas cosas! 

Al menos háganlo aquéllos de ustedes que piensan. 

No inventen nuevas ceremonias, no creen nuevos templos, nuevas órdenes secretas, que son meramente otras formas de exclusividad. 

No puede haber comprensión, sabiduría, mientras exista este espíritu de exclusividad, mientras están buscando seguridad, ganancia. 

La sabiduría no es proporcional al progreso; existe en la plenitud de la realización. 

Por lo tanto, aunque a todos ustedes, brahmines y no brahmines, se les permitiera la entrada a los templos, eso no disolvería las distinciones de clase. 

Porque ustedes irían una hora más tarde que los harijans, se lavarían con mayor o menor esmero. 

Ese veneno de la exclusividad, esa llaga gangrenosa en sus corazones, no ha sido extirpada y nadie va a extirparla por ustedes. 

El comunismo y la revolución podrán venir y barrer con todos los templos que hay en este país, pero ese veneno continuará existiendo, sólo que en una forma diferente. 

¿No es así? 

No inclinen sus cabezas en señal de asentimiento, porque al instante siguiente estarán haciendo la misma cosa contra la que estoy hablando. 

No estoy juzgándolos. 

Hay un solo modo de tratar con todos estos problemas, y es haciéndolo de una manera fundamental, no superficialmente, no atacando los síntomas. 

Si abordan los problemas de una manera fundamental, tendrá que haber una revolución tremenda; el padre estará contra el hijo, el hermano contra el hermano. 

Habrá un tiempo de espada y lucha, no de paz, porque hay mucha corrupción y deterioro. 

Pero todos ustedes quieren paz, quieren la tranquilidad a cualquier precio, con todo el veneno gangrenoso en sus corazones y en sus mentes. 

Yo les digo que cuando un hombre busca la verdad está contra todas estas crueldades, barreras y explotaciones, no les ofrece consuelo, no les trae paz. 

Por el contrario, recurre a la espada porque ve las numerosas instituciones falsas, las condiciones corruptas que existen. 

Por eso digo que, si buscan la verdad, tienen que emerger únicos -puede ser contra la sociedad, contra la civilización-. 

Pero, desafortunadamente, muy pocas personas buscan de verdad. 

No los estoy juzgando. 

Digo que sus propias acciones deben revelarles que están erigiendo y no destruyendo estos muros de las distinciones de clase, que están defendiéndolos antes que demoliéndolos, que en vez de derribarlos los alimentan, porque de una forma u otra están buscando continuamente la glorificación propia, la seguridad, el consuelo. 

Pregunta: 

¿No puede uno alcanzar la liberación y la verdad -este cambiante y eterno movimiento de la vida- aun cuando pertenezca a un centenar de sociedades? ¿No puede uno tener libertad interior dejando intactos los vínculos exteriores? 

KRISHNAMURTI: La realización de la verdad no tiene nada que ver con sociedad alguna. 

Por lo tanto, pueden pertenecer o no. 

Pero si usan las sociedades, los grupos sociales o religiosos como medios para comprender la verdad, sólo les quedarán cenizas en la boca.

“¿No puede uno tener libertad interior dejando intactos los vínculos exteriores?” 

Sí, pero a lo largo de ese camino aguardan la decepción, el autoengaño, la astucia, la hipocresía, a menos que seamos supremamente inteligentes y estemos constantemente alerta. 

Uno puede decir: 

“Yo practico todas estas ceremonias, pertenezco a diversas sociedades, porque no quiero romper mi conexión con todo eso. 

Sigo a gurús aunque sé que son absurdos, pero quiero estar en paz con mi familia, vivir armoniosamente con mi vecino y no traer discordia a un mundo ya de sí confuso”. 

Pero hemos vivido durante tanto tiempo en tales engaños, nuestras mentes se han vuelto tan astutas, tan sutilmente hipócritas, que ahora no podemos descubrir o comprender la verdad a menos que rompamos estas ataduras. 

Hemos embotado tanto nuestras mentes y nuestros corazones que, a menos que rompamos los lazos que nos atan y, de tal modo, crean un conflicto, no podremos descubrir si somos verdaderamente libres o no.

 Pero un ser humano de verdadera comprensión -y existen muy pocos- lo descubrirá por sí mismo.

 Entonces no habrá vínculos que desee retener ni romper. 

La sociedad lo despreciará, sus amigos lo abandonarán, sus relaciones no querrán tener nada que ver con él; todos los elementos negativos romperán por sí mismos con él, él no tendrá que romper con ellos.

 Ese camino significa percepción inteligente, significa realización plena en nuestras acciones, no postergación. 

Pero el hombre seguirá postergando en tanto su mente y su corazón estén atrapados en el miedo.

 2 de enero de 1934

 



EL ARTE DE ESCUCHAR - 27 - J.K. -

 CUARTA PLÁTICA EN ADYAR 

(Krishnamurti fue obsequiado con una guirnalda por un miembro del auditorio, quien le deseó un feliz año nuevo). 

KRISHNAMURTI: Gracias. Había olvidado que es un nuevo año. Les deseo también a todos un feliz año nuevo. 

En mi breve plática de esta mañana quiero explicar cómo puede uno descubrir por sí mismo qué es la verdadera satisfacción

La mayoría de las personas en el mundo se halla atrapada en algún tipo de insatisfacción y busca constantemente la satisfacción. 

O sea, que su búsqueda de satisfacción es la búsqueda de un opuesto. 

Ahora bien, la insatisfacción, el descontento, surge del sentimiento de vacuidad, del sentimiento de soledad, de hastío, y cuando uno experimenta esta insatisfacción, busca llenar el hueco, el vacío que hay en su vida. 

Cuando están insatisfechos buscan constantemente algo que reemplace lo que causa insatisfacción, algo que les sirva como sustituto, algo que les proporcione satisfacción. 

Recurren a una serie de logros, de éxitos, para llenar el doloroso vacío que experimentan en la mente y en el corazón. 

Eso es lo que la mayoría de ustedes trata de hacer. 

Si hay miedo, buscan valor, el cual esperan les produzca contentamiento, felicidad

En esta búsqueda de lo opuesto, se destruyen poco a poco los sentimientos profundos. 

Ustedes se vuelven más y más superficiales, más y más vacuos, porque todo su concepto de la satisfacción, de la felicidad, se basa en la sustitución. 

El anhelo, el hambre de la mayoría de la gente, es por lo opuesto. 

En su anhelo por obtenerlo, persigue ideales espirituales o busca que se le confiera títulos mundanos, y ambas cosas vienen a ser exactamente lo mismo. 

Tomemos un ejemplo que tal vez pueda aclarar un poco más el asunto, aunque, en su mayor parte, los ejemplos resultan confusos y desastrosos para la comprensión porque no proporcionan una percepción clara de lo abstracto; sólo a partir de esa percepción puede uno llegar a lo práctico. 

Supongamos que deseo algo y que, gracias a mis esfuerzos, termino por poseerlo. 

Pero esta posesión no me da la satisfacción que había esperado, no me da una felicidad profunda y perdurable. 

Por lo tanto, cambio mi deseo dirigiéndolo hacia alguna otra cosa y poseo esa cosa. 

Pero ni siquiera ésta me da una satisfacción permanente. 

Entonces acudo al afecto, a la amistad; después a las ideas, y finalmente recurro a la búsqueda de la verdad o de Dios. 

Este proceso gradual de cambio en cuanto a los objetos del deseo es llamado evolución, crecimiento hacia la perfección. 

Pero si reflexionan realmente sobre ello, verán que este proceso es nada más que el proceso de satisfacción y, por ende, una vacuidad y superficialidad siempre crecientes. 

Si lo consideran, verán que ésta es la esencia de sus vidas. 

No hay alegría en el trabajo que hacen, en el medio donde viven; tienen miedo, sienten envidia de las posesiones de otros. 

De eso surge la lucha, y de esa lucha emana el descontento. 

Entonces, para superar ese descontento, para encontrar satisfacción, recurren a lo opuesto. 

Del mismo modo, cuando cambian su deseo pasando de lo así llamado transitorio, no esencial, a lo que llaman esencial, permanente, lo que han hecho es cambiar meramente el objeto de su satisfacción, el objeto a ganar. 

Primero fue una cosa concreta y ahora es la verdad. 

Sólo han cambiado el objeto de sus deseos y, con eso, se han vuelto más superficiales, más vanos, más vacuos. 

La vida se ha tornado insatisfactoria, superficial, pasajera. 

No sé si están de acuerdo o en desacuerdo con lo que digo, pero si están dispuestos a reflexionar sobre ello, a discutirlo y cuestionarlo, verán que su hambre por la verdad, como he estado tratando de explicarlo durante estas pláticas, es meramente el deseo de gratificación, de satisfacción, el anhelo de seguridad, de certidumbre. 

Esa hambre jamás contiene en sí lo real. 

Es hambre superficial, pasivo; su resultado es nada más que artificio, vacuidad y creencia incondicional.

 Hay un hambre verdadera, un anhelo verdadero; no es el deseo de un opuesto, sino el deseo de comprender la causa de la cosa misma en la que uno está atrapado. 

Ahora ustedes están buscando constantemente opuestos; cuando tienen miedo, buscan valor como un sustituto para el miedo, pero ese sustituto no los libera realmente del miedo. 

En lo fundamental, siguen atemorizados; ese miedo básico lo han tapado meramente con la idea del valor. 

El hombre que persigue el valor, o cualquier otra virtud, está actuando superficialmente, mientras que si tratara de comprender inteligentemente esta persecución del valor, ello lo conduciría al descubrimiento de la verdadera causa del miedo, descubrimiento que lo liberaría tanto del miedo como de su opuesto. 

Y ése no es un estado negativo; es el único modo dinámico y positivo de vivir.

¿Cuál es, por ejemplo, nuestro interés inmediato cuando experimentamos un dolor físico

Queremos alivio instantáneo, ¿no es así? 

No pensamos en los momentos en que no sentíamos dolor ni en los momentos en que no sentiremos dolor. 

Sólo nos interesa el alivio inmediato de ese dolor. 

Buscamos el opuesto. 

Estarnos tan consumidos por ese dolor que anhelamos librarnos de él. 

La misma actitud existe cuando todo nuestro ser se halla consumido por el miedo. 

Cuando ese miedo surja, no escapen de él. 

Afróntenlo completamente, con todo el ser, no traten de desarrollar valor. 

Sólo entonces comprenderán su causa fundamental y, con eso, liberarán del miedo a la mente y al corazón. 

La civilización moderna ha contribuido a adiestrar nuestra mente y nuestro corazón para que no sientan con intensidad. 

La sociedad, la educación, la religión, nos han alentado a buscar el éxito, a confiar en la ganancia. 

Y en este proceso de éxito y ganancia, en este proceso de logro y crecimiento espiritual, hemos destruido esmerada y diligentemente la inteligencia, la profundidad en el sentir. 

Cuando ustedes sufren realmente, como ocurre cuando muere alguien a quien de verdad amaban, ¿cuál es su reacción? 

Están tan presos en sus emociones, en sus sufrimiento, que momentáneamente se encuentran paralizados por el dolor. 

¿Qué sucede, entonces? 

Anhelan tener de regreso nuevamente al amigo muerto. 

Por lo tanto, persiguen todos los medios y recursos para llegar a esa persona: el estudio del más allá, la creencia en la reencarnación, el uso de un médium... persiguen todas estas cosas a fin de entrar en contacto con el amigo que han perdido. 

¿Qué ha sucedido, pues? 

La agudeza de la mente y del corazón que percibieron en medio de su dolor, se ha embotado, ha muerto.

 Por favor, traten de seguir inteligentemente lo que estoy diciendo. 

Aun cuando puedan creer en el más allá, tengan la bondad de no cerrar la mente y el corazón a lo que he de decir. 

Desean tener al amigo que han perdido, y ese deseo mismo destruye la agudeza, la plenitud de percepción. 

Porque, después de todo, ¿qué es el sufrimiento? 

El sufrimiento es una conmoción para despertarnos, para ayudarnos a comprender la vida. Cuando ustedes experimentan la muerte de alguien, sienten una soledad absoluta, la pérdida de un apoyo; son como el hombre al que han privado de sus muletas. 

Pero si buscan inmediatamente las muletas de nuevo en la forma de consuelo, compañía, seguridad, despojan a la conmoción de su significado. 

Llega otra conmoción y pasan otra vez por el mismo proceso. 

Así, aunque tengan muchas experiencias durante su vida, conmociones de sufrimiento que deberían despertar su inteligencia, su comprensión, ustedes mitigan gradualmente esas conmociones al desear y perseguir el consuelo.

De ese modo, utilizan la idea de la reencarnación, la creencia en el más allá, como una especie de droga o narcótico. 

En esta idea a la que recurren, no hay inteligencia. 

Buscan meramente escapar del sufrimiento, aliviarse del dolor. 

Cuando hablan de la reencarnación, no ayudan a otro a que comprenda verdaderamente la causa del dolor, no lo ayudan a librarse del sufrimiento. 

Sólo le ofrecen un medio de escapar. 

Si el otro acepta el consuelo, el escape que ustedes le ofrecen, sus sentimientos se vuelven superficiales, vacuos, porque se refugia en la idea de la reencarnación. 

A causa de esta plácida garantía que ustedes le dan, ya no siente con profundidad la muerte de alguien, porque ha embotado sus sentimientos, ha ahogado sus pensamientos. 

Así, en esta búsqueda de contentamiento, de consuelo, su pensar y su sentir se vuelven superficiales, estériles, triviales, y la vida llega a ser una cáscara vacía. 

Pero si ven el absurdo de la sustitución y perciben la idea del contentamiento con sus logros, entonces hay una gran profundidad en el pensar y el sentir, entonces la acción misma revela el significado de la vida. 

Pregunta: 

Hay muchos sistemas de meditación y autodisciplina adaptados a los distintos temperamentos, y todos esos sistemas tienen el propósito de cultivar y agudizar la mente, las emociones, o ambas a la vez.

 Ahora bien, la utilidad y el valor de un instrumento son grandes o pequeños según el instrumento esté afilado o desafilado; por lo tanto: 1) ¿Piensa que todos estos sistemas son igualmente inútiles y perjudiciales sin excepción? 2) ¿Cómo abordaría usted las diferencias temperamentales de los seres humanos? 3) ¿Qué valor tiene para usted la meditación del corazón? 

KRISHNAMURTI: Diferenciemos entre concentración y meditación. 

Cuando ustedes hablan de meditación, la mayoría entiende por tal el mero aprendizaje de un truco de concentración. 

Pero mediante la concentración no se llega al júbilo de la meditación. 

Consideren lo que ocurre en lo que llaman meditación, la cual es para ustedes nada más que el proceso de adiestrar la mente para que pueda concentrarse sobre un objeto o una idea en particular. 

Excluyen de su mente todos los otros pensamientos o imágenes, excepto aquello que deliberadamente han escogido; tratan de enfocar la mente sobre esa idea, imagen o palabra. 

Ahora bien, eso es mera contracción, limitación del pensamiento. 

Cuando durante este proceso de contracción surgen otros pensamientos, ustedes los desechan, los dejan de lado. 

De ese modo, la mente se vuelve cada vez más estrecha, cada vez menos elástica, menos libre. 

¿Por qué desean concentrarse? 

Porque ven que un atractivo, una recompensa los espera como resultado de la concentración. 

Quieren convertirse en discípulos, quieren encontrar al Maestro, quieren evolucionar espiritualmente, quieren comprender la verdad. 

Por consiguiente, la concentración que practican se vuelve destructivo respecto del pensamiento y las emociones, porque consideran la meditación, la concentración, desde el punto de vista de la ganancia, la utilizan para escapar de la confusión en que viven. 

Sólo reflexionen sobre ello un momento aquéllos de ustedes que han practicado por años la meditación, la concentración. 

Han estado forzando a la mente para que se ajuste a un patrón determinado, para que se amolde a una imagen o idea en particular, para que se conforme a cierta idiosincrasia, a cierto prejuicio. 

Ahora bien, todas las creencias, los ideales, las idiosincrasias dependen de los agrados y desagrados personales. 

La autodisciplina de ustedes, la así llamada meditación, es meramente un proceso mediante el cual tratan de obtener, algo a cambio. 

Y esta garantía de obtener algo a cambio, este buscar una recompensa, también explica el gran número de miembros de las iglesias y sociedades religiosas: estas instituciones prometen un premio, una recompensa a los seguidores que adhieran fielmente a su disciplina. 

Donde hay control, no hay meditación del corazón

Cuando están buscando con miras a ganar, a obtener una recompensa, su búsqueda ya ha terminado.

 Tomen, por ejemplo, el caso de un científico, un gran científico, no un seudocientífico

Un verdadero científico está experimentando continuamente sin buscar resultados. 

En su búsqueda existen lo que llamamos resultados, pero él no está limitado por ellos, porque experimenta constantemente. 

Encuentra alegría en ese movimiento mismo de experimentar. 

Eso es la verdadera meditación. 

La meditación no consiste en la búsqueda de un resultado, de un subproducto. 

Tal resultado es meramente accidental, una expresión externa de esa gran búsqueda que es extática, eterna. 

Entonces, en lugar de desterrar cada pensamiento que surge, como hacen cuando practican la así llamada meditación, traten de comprender y vivir el significado de cada pensamiento a medida que se les presenta; hagan esto no en un período determinado, a una hora o en un momento particular, sino a lo largo del día, continuamente. 

En esa conciencia despierta comprenderán la causa y el significado de cada pensamiento. 

Esa percepción alerta liberará de los opuestos a la mente, la liberará de su pequeñez, de su superficialidad; en esa percepción alerta hay libertad, plenitud del pensamiento. 

Es un movimiento eterno,  sin limitación, y en ese movimiento está el verdadero júbilo de la meditación, hay una paz vital. 

Pero cuando ustedes buscan un resultado, la meditación que practican se vuelve superficial, vacua, como queda demostrado por sus actos. 

Muchos de ustedes han meditado durante años. 

¿En qué los ha beneficiado? 

Han divorciado el pensamiento, de la acción. 

En los templos, en los santuarios, en las capillas de meditación han llenado sus mentes con la supuesta imagen de la verdad, de Dios, pero cuando salen de ahí para entrar al mundo, sus acciones no exhiben ninguna de esas cualidades que tratan de obtener. 

Sus acciones son completamente lo opuesto: son crueles, explotadoras, posesivas, destructivas. 

Por lo tanto, en esta búsqueda de un premio, de una recompensa, han diferenciado entre pensamiento y acción, los han dividido, y la que llaman meditación está vacía, carece de hondura, de profundidad en el sentir o grandeza en el pensar. 

Si están constantemente atentos, plenamente alerta a cada pensamiento y emoción que aparece, en esa llama la acción de ustedes será el armonioso resultado de su pensar y sentir. 

Ése es el júbilo, la paz de la verdadera meditación; no lo es este proceso de autodisciplina, este retorcer la mente adiestrándola para que se amolde a una actitud particular. 

Tal disciplina, tal distorsión, sólo significa deterioro, aburrimiento, rutina, muerte. 

Pregunta:

 Durante la Convención Teosófica de la semana anterior, hablaron algunos líderes y admiradores de la Dra. Besant, rindiendo tributo a sus elevados méritos. 

¿Cuál es su tributo y su opinión respecto de esa gran figura que fue su madre y amiga? 

¿Cuál fue la actitud de ella hacia usted durante los muchos años en que fue tutora suya y de su hermano y también con posterioridad?

 ¿No siente gratitud por la guía, la educación y el cuidado que recibió de ella? 

KRISHNAMURTI: Mr. Warrington me pidió amablemente que hablara acerca de esta cuestión, pero le dije que no deseaba hacerlo. 

Ahora no me condenen usando palabras tales como “tutoría”, “gratitud”, etc. 

Señores, ¿qué puedo decir? 

La Dra. Besant fue nuestra madre, se ocupó de nosotros, nos cuidó. 

Jamás me dijo: “Haz esto”, “no hagas aquello”. 

Me dejó tranquilo. 

Bueno, con estas palabras le he rendido el más grande de los tributos. (Aplausos).

Ustedes saben, los seguidores destruyen a los líderes, y ustedes han destruido a los suyos. 

En su seguimiento de un líder, explotan a ese líder; en el uso constante que hacen del nombre de la Dra. Besant, sólo la están explotando. 

La explotan a ella y a otros maestros. 

El peor servicio que pueden hacer a un líder es seguir a ese líder. 

Veo que inclinan la cabeza a manera de aprobación. 

Pero déjenme citar su nombre y santificar su memoria, y podré explotarlos porque ustedes desean ser explotados; desean ser usados como instrumentos, porque eso es para ustedes más fácil que pensar. 

Son todos piezas, partes de máquinas usadas por los explotadores. 

Las religiones los usan en el nombre de Dios, la sociedad los usa en el nombre de la ley, los políticos y los educadores los usan y los explotan. 

Los así llamados maestros y guías religiosos, los explotan en nombre de las ceremonias, en nombre de los Maestros

Yo meramente los insto a que vean estos hechos. 

Pueden hacer lo que quieran en relación con ellos; eso no me interesa porque no pertenezco a ninguna sociedad y es probable que no regrese aquí nuevamente. 

Comentario: 

Pero nosotros queremos que venga. 

KRISHNAMURTI: Por favor, no se pongan sentimentales acerca de esto. Probablemente algunos de ustedes se alegrarán de que no vuelva otra vez. 

Comentario:

 No.

 KRISHNAMURTI: Esperen un momento, por favor. Yo no quiero que me pidan o que no me pidan que vuelva. Eso no tiene ninguna importancia. 

Señores, estas dos cosas son por completo diferentes: lo que ustedes piensan y hacen y lo que yo hablo y hago. 

Las dos cosas no pueden combinar. 

Todo el sistema de ustedes se basa en la explotación, en el seguimiento de la autoridad, en la creencia en la religión y la fe. 

No sólo su sistema, sino los sistemas de todo el mundo. 

No puedo ayudar a aquéllos de ustedes que están satisfechos con este sistema. 

Deseo ayudar a los que están ansiosos por romper con él, por comprender. 

Naturalmente, ustedes me rechazarán porque me opongo a todo lo que consideran caro, sagrado y meritorio. 

Pero su rechazo no me importará. 

No estoy apegado a éste ni a ningún otro lugar. 

Repito, lo que ustedes están haciendo y lo que yo hago son dos cosas por completo diferentes, no tienen nada en común. 

Pero estaba contestando la pregunta acerca de la Dra. Besant. 

La mente humana es perezosa, apática. 

Ha sido tan embotada por la autoridad, tan moldeada, controlada, condicionada, que no puede sostenerse por sí misma. 

Pero sostenerse por uno mismo es el único modo de comprender la verdad. 

Entonces, ¿están ustedes verdadera y profundamente interesados en comprender la verdad? 

No, la mayoría no lo está. 

Sólo les interesa apoyar el sistema que hoy mantienen, encontrar sustitutos, buscar consuelo y seguridad; y en esa búsqueda explotan a otros y ustedes mismos son explotados. 

En eso no hay felicidad ni riqueza ni plenitud. 

A causa de que siguen este estilo de vida, tienen que escoger. 

Cuando basan su vida ya sea en la autoridad del pasado o en la esperanza del futuro, cuando guían sus acciones por la grandeza pasada o las ideas pasadas de un líder, no están viviendo; meramente imitan, actúan como piezas de una máquina. 

¡Y ay de una persona así! 

Para ella la vida no contiene felicidad ni riqueza, sino sólo superficialidad y vacuidad. 

Esto me parece tan claro, que me sorprende que la pregunta surja una y otra y otra vez.

Pregunta: 

Usted ha hablado en términos claros sobre el tema de la existencia de los Maestros y el valor de las ceremonias. 

¿Puedo formularle una pregunta directa y franca? ¿Nos revela usted su genuino punto de vista sin ninguna reserva mental? ¿O la despiadada manera en que presenta usted su parecer es meramente un modo de poner a prueba nuestra devoción a los Maestros y nuestra lealtad a la Sociedad Teosófica a la que pertenecemos? 

Por favor, formule su respuesta francamente, aun cuando pueda ser lesiva para algunos de nosotros.

 KRISHNAMURTI:

 ¿Qué piensan ustedes que soy?

 No les he dado una reacción momentánea, les he dicho lo que realmente pienso. 

Si desean usarlo como prueba para fortalecerse, para atrincherarse en sus viejas creencias, yo no puedo evitarlo. 

Les he dicho lo que pienso, lo he dicho francamente, directamente, sin disimulo alguno. 

No intento hacerlos actuar de un modo u otro, no trato de atraerlos hacia ninguna sociedad ni a una forma particular de pensamiento, no agito una recompensa delante de ustedes. 

Les he dicho francamente que los Maestros no son esenciales, que la idea de los Maestros es nada más que un juguete para el hombre que busca realmente la verdad. 

No trato de atacar sus creencias, me doy cuenta de que soy un invitado aquí; ésta es meramente mi opinión franca, como lo he declarado tantas y tantas veces. 

Sostengo que donde hay falta de rectitud, hay ceremonias, ya sea en Mylapore, en Roma o aquí. 

Pero, ¿por qué discutir más acerca de esto? 

Ustedes conocen mi punto de vista, ya que lo he expresado repetidamente. 

Les he dado las razones de mi opinión en relación con los Maestros y las ceremonias. 

Pero, a causa de que desean a los Maestros, de que gustan de practicar ceremonias porque tal práctica les da cierta sensación de autoridad, de seguridad, de exclusividad, continúan con sus prácticas. 

Las continúan con fe ciega, con aceptación ciega, sin razonar, sin que haya detrás de sus actos un verdadero pensar o sentir. 

Pero de esa manera jamás comprenderán la verdad, jamás conocerán la terminación del dolor. 

Podrán encontrar olvido al dolor, pero nunca descubrirán la raíz, la causa del dolor ni se liberarán de él.

Pregunta:

 Usted condena con toda justicia una actitud hipócrita de la mente, así como los sentimientos y las acciones que se derivan de ella. 

Pero, ya que dice que no nos juzga, sino que, por alguna razón, parece considerar como hipócrita la actitud de algunos de nosotros, ¿podrá decirnos qué es lo que le da tal impresión? 

KRISHNAMURTI: 

Muy simple. 

Ustedes hablan de hermandad y, no obstante, son nacionalistas

Yo llamo hipocresía a eso, porque el nacionalismo y la hermandad no pueden existir juntos. 

Además, hablan acerca de la unidad del hombre, hablan de ella teóricamente; sin embargo, tienen sus religiones particulares, sus prejuicios particulares, sus diferencias de clase.

A eso lo llamo hipocresía. 

Por otra parte, recurren a la autoglorificación, una autoglorificación sutil en lugar de la que consideran autoglorificación grosera, propia de los hombres de mundo que buscan distinciones, concesiones y honores del gobierno. 

Ustedes también son hombres de mundo y su glorificación es exactamente la misma, sólo que un poco más sutil. 

Ustedes, con sus distinciones, sus reuniones secretas, su exclusividad, también están tratando de llegar a ser nobles, de obtener honores y grados, pero en un mundo diferente. 

A eso lo llamo hipocresía. 

Es hipocresía porque pretenden ser abiertos, hablan de la hermandad y unidad del hombre, mientras que, al mismo tiempo, sus actos son completamente opuestos a sus palabras. 

Que esto lo hagan consciente o inconscientemente, carece de importancia. 

El hecho es que lo hacen. 

Sí lo hacen conscientemente, con interés totalmente despierto, entonces, al menos lo hacen sin hipocresía. 

Entonces saben lo que están haciendo. 

Si dicen: 

“Quiero glorificarme a mí mismo pero, dado que no puedo obtener distinciones y honores en este mundo, trataré de adquirirlos en otro; me convertiré en discípulo, seré llamado esto y aquello, seré honrado como un hombre de calidad, de virtud”, entonces, al menos, son perfectamente honestos.

 Entonces hay alguna esperanza de que descubran que este proceso no lleva a ninguna parte. 

Pero ahora están tratando de hacer simultáneamente dos cosas incompatibles. 

Son posesivos y, al mismo tiempo, hablan de estar libres de la posesión. 

Hablan de tolerancia y, no obstante, se están volviendo más y más exclusivos con el fin de “ayudar al mundo”. 

Palabras, palabras sin profundidad alguna. 

Eso es lo que yo llamo hipocresía. 

En un momento hablan de amor por el Maestro, de reverencia a un ideal, a una creencia, a Dios; sin embargo, al momento siguiente actúan con terrible crueldad. 

Sus actos son actos de explotación, afán posesivo, nacionalismo, maltrato de mujeres y niños, crueldad con los animales. 

Son insensibles a todo esto y, no obstante, hablan de afecto. 

¿No es hipocresía eso? 

Dicen: “No advertimos estas condiciones”. 

Sí, es justamente por eso que existen.

Entonces, ¿por qué hablan de amor? 

Así que, para mí, sus sociedades, sus reuniones en las que hablan de sus creencias, de sus ideales, son reuniones de la hipocresía. 

¿No es así?

 No estoy hablando con dureza, todo lo contrario; ustedes saben lo que siento con respecto al estado del mundo. 

No obstante, ustedes que pueden ayudar, que dicen que desean ayudar, ustedes que tratan de ayudar, se están volviendo cada vez más estrechos, más fanáticos, más sectarios. 

Han dejado de gritar, de llorar, de sonreír. 

La emoción nada significa para ustedes. 

Sólo se interesan en la ganancia incesante, en ganar conocimiento que los sofoca, que es meramente teórico, que es ciega vacuidad. 

El conocimiento no tiene nada que ver con la sabiduría. 

La sabiduría no puede comprarse; es natural, espontánea, libre. 

No es una mercadería que puedan comprar, al precio de la disciplina, a un gurú, a un maestro. 

La sabiduría, digo, no tiene nada que ver con el conocimiento. 

Aun así, ustedes buscan el conocimiento, y en esa búsqueda de conocimiento, de ganancia, están perdiendo el amor, todo sentimiento por la belleza, toda sensibilidad respecto de la crueldad. 

Se están volviendo cada vez menos impresionables. 

Eso nos trae a otra cuestión que tal vez discutiremos más adelante, la cuestión de las impresiones y las reacciones. 

Están poniendo el énfasis en la conciencia egocéntrica, en la limitación. 

Cuando dicen:

 “Hago esto porque me gusta, porque me da satisfacción, placer”, estoy enteramente con ustedes, porque entonces comprenderán. 

Pero si dicen: 

“Estoy buscando la verdad, trato de ayudar a la humanidad”, y al mismo tiempo incrementan su conciencia egocéntrica, su autoalabanza, entonces a esa actitud y a esa vida de ustedes la llamo hipocresía, porque están buscando poder mediante la explotación de otros. 

Pregunta:

 El verdadero espíritu crítico, según usted, excluye la mera oposición, lo cual viene a ser lo mismo que decir que excluye toda censura, toda crítica mezquina o destructiva. 

El espíritu crítico, en el sentido en que usted lo expresa, ¿no es lo mismo que el pensamiento puro dirigido a aquello que está bajo consideración? 

Si es así, ¿cómo puede despertarse o desarrollarse la capacidad de un verdadero espíritu crítico o de un pensar puro? 

KRISHNAMURTI:

 Para despertar ese verdadero espíritu crítico exento de oposición, uno debe saber primero que no es auténticamente crítico, que no está pensando con claridad. 

Eso es lo primero que hay que considerar. 

Para despertar el claro pensar, primero debo saber que no pienso claramente. 

En otras palabras, tengo que darme cuenta de lo que estoy pensando y sintiendo. 

Sólo entonces puedo saber si pienso correctamente o falsamente. 

¿No es así? 

Cuando ustedes dicen que son críticos, sólo se están oponiendo a causa del prejuicio, del agrado y desagrado personal, de las reacciones emocionales. 

En ese estado dicen que piensan claramente, que son críticos. 

Pero yo digo que para ser inteligentemente críticos, debemos estar libres de esa predisposición y oposición personal, debemos darnos cuenta primeramente de que nuestro pensar es estrecho, fanático, personal, que está sometido a influencias, aunque no hayamos sido conscientes de esta esclavitud. 

Lo primero, pues, es tomar clara conciencia de esto. 

Vean cómo la tensión del auditorio ha disminuido. 

O bien están ustedes cansados, o este tema no les interesa tanto como las ceremonias y los Maestros. 

No ven la importancia del espíritu crítico porque sus capacidades de dudar, de cuestionar, han sido destruidas por la educación, por la religión, por las condiciones sociales. 

Temen que la duda y el juicio crítico puedan demoler la estructura de la creencia que tan esmeradamente han edificado. 

Saben que las olas de la duda socavarán los cimientos de la casa que han construido sobre la arena de la fe. 

Tienen miedo de dudar y de cuestionar. 

Por eso su interés, su tensión, han descendido. 

Pero la tensión es necesaria para actuar; sin tal tensión ustedes no podrán hacer nada, ni en el mundo físico ni en el mundo del pensamiento y el sentimiento, que son todos una sola cosa. 

Así que, primero que nada, tienen que darse cuenta de que están pensando de una manera muy personal, de que ese pensamiento está dominado por los agrados y los desagrados, por las reacciones de placer y dolor. 

Ahora se dicen a sí mismos: “Me agrada su apariencia; por lo tanto, seguiré lo que usted enseña”. 

O, de otro, dicen: 

“No me agradan sus creencias; por lo tanto, no lo escucharé. 

Ni siquiera trataré de averiguar si lo que dice tiene algún valor intrínseco, simplemente me opondré a él”. 

O bien:

 “Él es un maestro con autoridad, por consiguiente, tengo que obedecerlo”. 

A causa de un pensar semejante, de tales actitudes, destruimos gradualmente pero con certeza, todo sentido de verdadera inteligencia, todo pensar creativo. 

Nos estamos convirtiendo en máquinas cuya única actividad es la rutina, cuyo único final es el hastío y el deterioro. 

Aun así, nos preguntamos por qué sufrimos y buscamos una disciplina por medio de la cual podamos escapar de ese sufrimiento. 

Pregunta:

 ¿Cuáles son las normas y principios de su vida? 

Ya que, presumiblemente, se basan en su propia concepción del amor, de la belleza, de la verdad, de Dios, ¿cuál es esa concepción?

 KRISHNAMURTI:

 ¿Cuáles son mis normas y principios de vida? 

No tengo. 

Por favor, entiendan crítica e inteligentemente lo que digo. 

No objeten:

 “¿Acaso no debemos tener normas? De lo contrario, nuestra vida sería un caos”. 

No piensen en términos de opuestos. 

Piensen intrínsecamente en relación con lo que estoy diciendo.

¿Por qué quieren normas y principios? ¿Por qué los quieren, ustedes que tienen tantos principios por los que moldean, controlan, dirigen sus vidas? ¿Por qué quieren normas? “Porque”, contestan, “no podemos vivir sin ellas. 

Sin normas y principios, haríamos exactamente las cosas que nos placen; podríamos comer en exceso o ser demasiado indulgentes con el sexo, podríamos desear poseer más de lo que debemos. 

Necesitamos principios y normas que guíen nuestras vidas”. 

En otras palabras, para restringirse sin comprensión, ustedes deben tener estos principios, estas normas.

 Esta es toda la estructura artificial de sus vidas -restricción, control, represión-, porque detrás de esta estructura está la idea de ganancia, de seguridad, de consuelo, la cual da origen al temor. 

Pero el hombre que no persigue la adquisición, que no está atrapado en la promesa de recompensa o en la amenaza del castigo, no requiere normas; el hombre que trata de vivir y de comprender por completo cada experiencia, no necesita de principios y normas, porque son sólo las creencias que nos condicionan las que exigen que nos amoldemos. 

Cuando el pensar es libre, incondicionado, entonces se reconocerá como eterno. 

Ustedes tratan de controlar el pensamiento, de moldearlo y dirigirlo, porque han establecido una meta, una conclusión hacia la cual anhelan dirigirse, y ese objetivo es siempre lo que ustedes quieren que sea, aunque puedan llamarlo Dios, perfección, realidad 

Ustedes me preguntan acerca de mi concepción de Dios, de la verdad, de la belleza, del amor. 

Pero yo digo que, si alguien describe la verdad, si alguien les habla de la naturaleza de la verdad, ¡cuídense de esa persona! 

Porque la verdad no puede ser descrita, no puede ser medida por las palabras. 

Ustedes inclinan sus cabezas en señal de asentimiento, pero mañana tratarán nuevamente de medir la verdad, de encontrar una descripción de ella. 

La actitud que tienen hacia la vida se basa en el principio de crear un molde y, entonces, encajarse a sí mismos dentro de ese molde. 

El cristianismo les ofrece un molde, el hinduismo otro, el mahometanismo, el budismo, la teosofía, les ofrecen los suyos. 

¿Pero para qué quieren ustedes un molde? ¿Por qué sienten estima por las ideas preconcebidas? 

Todo lo que pueden conocer es la pena, el sufrimiento y algunas alegrías efímeras. 

Pero quieren escapar de la pena sin conocer su causa, quieren escapar del sufrimiento sin conocer su profundidad. 

Antes bien, recurren a lo opuesto en busca de consuelo. 

En medio de su dolor, dicen que Dios es amor, que Dios es justo, misericordioso. 

Mental y emocionalmente acuden a este ideal de amor, de justicia, y se moldean a sí mismos conforme a ese patrón. 

Pero el amor podrán comprenderlo sólo cuando ya no sean posesivos; todo el dolor surge de ese afán de poseer. 

Sin embargo, todo su sistema de pensamiento y emoción se basa en ese instinto posesivo; ¿cómo pueden, entonces, saber del amor? 

Así que nuestro primer interés es liberar del instinto posesivo a la mente y al corazón, y eso podemos hacerlo sólo cuando tal instinto posesivo se vuelve un veneno para nosotros, cuando sentimos el sufrimiento, la angustia que ese veneno ocasiona. 

Ahora ustedes tratan de escapar de ese sufrimiento. 

Quieren que yo les diga cuál es mi ideal del amor, de la belleza, de modo que puedan convertirlo en otro patrón, en otra norma, o comparar mi ideal con el de ustedes, esperando con eso comprender. 

La comprensión no adviene comparando. 

Yo no tengo ningún ideal, ningún patrón de conducta. 

La belleza no está divorciada de la acción. 

La verdadera acción es la armonía misma de todo el ser. 

¿Qué significa eso para ustedes? 

Significa nada más que palabras vacías, porque sus acciones carecen de armonía, porque piensan una cosa y hacen otra. 

Uno puede encontrar la libertad duradera, la verdad, la belleza, el amor -que son una y la misma cosa-, cuando ya no busca nada de eso. 

Por favor, traten de comprender lo que estoy diciendo. 

El significado que le asigno es sutil sólo en el sentido de que ello puede ser realizado infinitamente.

 Digo que la búsqueda misma de ustedes está destruyendo el amor, destruyendo su sentido de la belleza, de la verdad, porque esa búsqueda no es sino un escapar, un evadirse del conflicto. 

Y la belleza, el amor, la verdad, esa esencia divina de la comprensión, no puede hallarse escapando del conflicto; se encuentra en el conflicto mismo. 

1º de enero de 1934