OBRAS COMPLETAS -TOMO 1 - CONTINUACIÓN -

 Oslo, Noruega, 1933 

PLÁTICA EN EL SALÓN DE LA UNIVERSIDAD, OSLO 

Amigos: Me han entregado algunas preguntas que contestaré después de mi plática. Dondequiera que uno vaya por el mundo, encuentra sufrimiento. No parece haber límite para el sufrimiento, ni un término para los innumerables problemas que preocupan al hombre, ni una salida para este conflicto continuo del hombre consigo mismo y con sus vecinos. El sufrimiento parece ser siempre nuestro destino común, y el hombre trata de superar ese sufrimiento mediante la búsqueda de bienestar; piensa que buscando consuelo, bienestar, se librará de esta continua batalla, de sus problemas de conflicto y sufrimiento. Se empeña en descubrir qué le dará la satisfacción mayor, qué le dará el mayor consuelo en esta continua batalla del sufrimiento, y va de un consuelo a otro, de una sensación a otra, de una satisfacción a otra. De este modo, mediante el proceso del tiempo, establece gradualmente innumerables seguridades, refugios hacia los cuales escapa cuando experimenta un sufrimiento intenso. Ahora bien, hay muchas clases de seguridades, muchas clases de refugios. Están los que dan una transitoria satisfacción emocional, como las drogas o la bebida; están las diversiones y todo lo que pertenece al placer pasajero. Además, están las innumerables creencias en las que el hombre busca refugiarse de su sufrimiento; se aferra a las creencias o a los ideales, con la esperanza de que moldearán su vida y que así escapará gradualmente del dolor. O busca refugio en sistemas de pensamiento a los que llama filosofías, pero que son meramente teorías transmitidas a través de los siglos, o teorías que pueden haber sido verdaderas para aquéllos que las han desarrollado, pero que no son necesariamente verdaderas para otros. O bien el hombre se vuelve hacia la religión, hacia un sistema de pensamiento que procura moldearlo conforme a un patrón particular, conducirlo hacia un objetivo final; porque la religión, en lugar de dar comprensión al hombre, le proporciona meramente consuelo. No hay tal cosa como, el consuelo en la vida, no hay tal cosa como la seguridad. Pero en su búsqueda de consuelo, el hombre ha elaborado en el curso de los siglos las seguridades de la religión, los ideales, las creencias y la idea de Dios. Para mí, Dios existe, es una realidad viviente, eterna. Pero esta realidad no puede ser descrita; cada uno debe realizarla por sí mismo. Todo aquél que trata de imaginar qué es Dios, qué es la verdad, no hace sino buscar un escape, un refugio para la rutina diaria del conflicto. Cuando el hombre ha establecido una seguridad -la seguridad de la opinión pública, o la de la felicidad que obtiene de las posesiones o de la práctica de la virtud, la cual no es sino un escape-, afronta cada suceso de la existencia, cada una de las innumerables experiencias de la vida, con el trasfondo de esa seguridad; o sea, que jamás afronta la vida como es realmente. Llega a ella con un prejuicio, con un trasfondo ya desarrollado a causa del temor; con esta mente por completo envuelta en las ideas, cargada con ellas, aborda la vida. Para expresarle de una manera diferente: En general, el hombre ve la vida sólo a través de la tradición del tiempo, a la cual lleva en su mente y en su corazón; mientras que para mí la vida es permanentemente fresca, se renueva, se mueve, jamás es estática. La mente y el corazón humanos están agobiados por el no cuestionado deseo de bienestar, el cual debe necesariamente engendrar a la autoridad. El hombre aborda la vida mediante la autoridad y, por esto, es incapaz de comprender el pleno significado de la experiencia; sólo esa comprensión puede liberarlo del sufrimiento. Se consuela con los falsos valores de la vida y se convierte meramente en una máquina, una pieza en la estructura social o en el sistema religioso. Uno no puede descubrir cuál es el valor auténtico en tanto su mente esté buscando consolación; y puesto que nuestras mentes, en su mayoría, buscan consolación, bienestar, seguridad, no pueden descubrir qué es la verdad. Así, muy pocas personas son individuos; son meramente piezas en un sistema. Para mí, un individuo es una persona que, mediante el cuestionamiento, descubre los valores genuinos; y uno puede cuestionar de verdad sólo cuando está sufriendo.  ¿Saben?, cuando nuestra mente sufre, se vuelve aguda, activa; entonces no teorizamos, y sólo en ese estado de la mente podemos preguntarnos cuál es el verdadero valor de los patrones y las normas que la sociedad, la religión y la política han establecido respecto de nosotros. Sólo en ese estado podemos cuestionarlos, y cuando cuestionamos, cuando descubrimos los valores genuinos, entonces somos verdaderos individuos, no antes de eso. Es decir, no somos individuos en tanto permanecemos inconscientes de los valores a los que nos hemos acostumbrado a causa de las seguridades, de las religiones, de la persecución de creencias e ideales. Somos meramente máquinas, esclavos de la opinión pública, esclavos de los innumerables ideales que las religiones han fijado respecto a nosotros, esclavos de los sistemas económicos y políticos que aceptamos. Y ya que todos somos piezas en esta maquinaria, jamás podemos descubrir los valores genuinos, perdurables; sólo en ellos hay felicidad eterna, eterna realización de la verdad. Lo primero a comprender, pues, es que tenemos estas barreras, estos valores que hemos recibido. Para descubrir su significado viviente, tenemos que cuestionar, y podemos cuestionar sólo cuando nuestras mentes y nuestros corazones están ardiendo con un sufrimiento intenso. Y, de hecho, todos sufrimos; el sufrimiento no es el don de unos pocos. Pero cuando sufrimos buscamos alivio inmediato, consuelo; por lo tanto, no hay más cuestionamiento, no hay más duda, sino mera aceptación. En consecuencia, donde hay deseo no puede haber comprensión de los valores genuinos, que son lo único que puede liberar al hombre y darle la oportunidad de existir como un ser humano completo. Y, como decía, cuando afrontamos la vida parcialmente, con todo este trasfondo tradicional de valores no cuestionados y muertos, es natural que haya conflicto en la vida, y este conflicto crea en cada uno de nosotros la idea de la conciencia del ego. O sea, cuando nuestras mentes prejuzgan a base de una idea o de una creencia o de valores no cuestionados, hay limitación, y esa limitación crea la conciencia de uno mismo, la cual, a su vez, da origen al sufrimiento. Lo expondré de otra manera: En tanto la mente y el corazón estén presos en los falsos valores que las religiones y las filosofías han establecido respecto a nosotros, en tanto la mente no haya descubierto por sí misma la verdad, los valores vivientes y genuinos, habrá limitación de la conciencia, de la comprensión, y esta limitación origina la idea del “yo”. Y de esta idea del “yo”, del hecho de que la conciencia conoce la limitación del tiempo como un comienzo y un final, de esto brota el dolor. Una conciencia semejante, una mente y un corazón semejantes, están presos en el miedo a la muerte y, de aquí, la indagación en el más allá. La vida puede ser comprendida sólo cuando comprendemos esa verdad, cuando descubrimos por nosotros mismos, sin ninguna autoridad, sin imitación, el verdadero significado del sufrimiento, el valor viviente de cada acción; entonces la mente se libera de la conciencia egocéntrico. Puesto que casi todos nosotros buscamos inconscientemente un refugio, un lugar seguro en el cual no seremos lastimados, puesto que casi todos buscamos en los falsos valores un modo de escapar del continuo conflicto, yo les digo: Tomen conciencia de que, actualmente, todo el proceso del pensamiento es una constante búsqueda de refugio, de autoridad, de patrones a los cuales poder amoldarse, de sistemas a seguir, de métodos a imitar. Cuando nos damos cuenta de que no hay tal cosa como el consuelo, ni tal cosa como la seguridad, ya sea en la posesión de objetos materiales o de ideas, entonces afrontamos la vida tal como es, no con el trasfondo de un intenso anhelo de bienestar. Entonces nos damos cuenta de las cosas, pero sin la constante lucha por darnos cuenta, una lucha que prosigue en tanto nuestra mente y nuestro corazón están buscando continuamente escapar de la vida por medio de ideales, del amoldamiento, de la imitación, de la autoridad. Cuando nos damos cuenta de eso, renunciamos a seguir buscando escapes; entonces somos capaces de enfrentarnos a la vida completamente, desnudamente, totalmente, y en eso hay comprensión; sólo gracias a esa comprensión podemos conocer el éxtasis de la vida. Para expresarle de otro modo: Puesto que durante siglos nuestras mentes y nuestros corazones han sido mutilados por valores falsos, somos incapaces de afrontar la experiencia de una manera total. Si uno es un cristiano, la afronta de cierta manera dictada por sus prejuicios del cristianismo y su educación religiosa. Si es un conservador o un comunista, cada cual la afronta a su propio modo particular. Si se aferra a una creencia determinada, encara la existencia de ese modo determinado y espera comprender la plena significación de la vida por medio de una mente llena de prejuicios. Sólo cuando uno se da cuenta de que la vida -ese movimiento libre, eterno- no puede ser encarada parcialmente y con prejuicios, sólo entonces está uno libre sin esfuerzo alguno. Entonces está desembarazado de todas las cosas que posee, por tradición heredada o por conocimiento adquirido. Digo conocimiento, no sabiduría, porque la sabiduría no entra aquí. La sabiduría es natural, espontánea, adviene sólo cuando encaramos la vida abiertamente y sin barrera alguna. Para ello, el hombre debe liberarse de todo el conocimiento; no tiene que buscar una explicación del sufrimiento, porque citando busca tal explicación, está atrapado por el temor. Por lo tanto, repito: Hay un modo de vivir sin esfuerzo, sin la constante tensión del logro y de la lucha por el éxito, sin el constante temor del ganar y perder; digo que hay un modo de vivir armonioso que adviene cuando encaramos cada experiencia, cada acción de manera completa, cuando nuestra mente no está dividida contra sí misma, cuando nuestro corazón no está en conflicto con nuestra mente, o sea, cuando hacemos las cosas de manera total, con unidad completa de mente y corazón. Entonces, en esa riqueza, en esa plenitud, está el deleite de la vida; eso es para mí lo perdurable, eso es para mí lo eterno.

Pregunta: Usted dice que sus enseñanzas son para todos, no para unos cuantos elegidos. Si es así, ¿por qué encontramos difícil comprenderlo? 

KRISHNAMURTI: No es cuestión de comprenderme. ¿Por qué debería usted comprenderme? La verdad no es mía, para que usted deba comprenderme. Ustedes encuentran mis palabras difíciles de comprender porque sus mentes están sofocadas por las ideas. Lo que yo digo es muy simple. No es para unos pocos elegidos, es para todos los que traten de entender. Yo digo que si se liberaran de las ideas, de las creencias, de todas las seguridades que los hombres han construido en el curso de los siglos, entonces comprenderían. Sólo pueden liberarse cuestionando, y pueden cuestionar sólo cuando se hallan en estado de rebelión, no cuando están estancados en ideas satisfactorias. Cuando sus mentes están sofocadas por creencias, cuando están cargadas con el conocimiento adquirido de los libros, es imposible que comprendan la vida. Así que no es una cuestión de comprenderme. Por favor, digo sin presunción alguna que he encontrado un modo; no un método que ustedes pueden practicar, no un sistema que se convierte en una jaula, en una prisión. He realizado a Dios, la verdad o el nombre que quieran darle. Digo que existe esa eterna realidad viviente, pero no puede ser realizada mientras la mente y el corazón se hallan cargados, mutilados con la idea del “yo”. En tanto exista esa conciencia de sí mismo, esa limitación, no puede haber realización de lo total, de la totalidad de la vida. El “yo” existe mientras hay valores falsos, valores falsos que hemos heredado o que diligentemente hemos creado en nuestra búsqueda de seguridad, o que hemos establecido como la autoridad en nuestra búsqueda de consuelo. Los valores genuinos, los valores vivientes, pueden ustedes descubrirlos tan sólo cuando sufren, cuando están grandemente descontentos. Los encontrarán si están dispuestos a librarse de correr tras la ganancia. Pero muy pocos de nosotros queremos librarnos de eso; deseamos conservar lo que hemos ganado, ya sea en virtud o en conocimientos o en posesiones; deseamos conservar todas estas cosas. Así cargados tratamos de afrontar la vida, y de aquí la absoluta imposibilidad de comprenderla íntegramente. Por lo tanto, la dificultad radica no en comprenderme, sino en comprender la vida misma; y esa dificultad existirá en tanto nuestras mentes estén cargadas con esta conciencia que llamamos el “yo”. No puedo entregarle los valores genuinos. Si le hablara de ellos, usted haría de eso un sistema y lo imitaría, estableciendo así nada más que otra serie de valores falsos. Pero podrá descubrir los valores genuinos por sí mismo cuando llegue a ser verdaderamente un individuo, cuando deje de ser una máquina. Y uno puede librarse de esta máquina aniquiladora, de esta máquina de los valores falsos, sólo cuando se halla en un intenso estado de rebelión.

Pregunta: Algunos han afirmado que usted es el Cristo que ha venido otra vez. Nos gustaría saber de una manera absolutamente definida qué tiene que decir al respecto. ¿Acepta o rechaza la afirmación?

 KRISHNAMURTI: Ni lo uno ni lo otro. Eso no me interesa. ¿Qué valor tiene, amigos, que me pregunten eso? Dondequiera que voy me formulan esa pregunta. La gente quiere saber si lo soy o no lo soy. Si digo que lo soy, o bien tomarán mis palabras como una autoridad, o se reirán de ellas; si digo que no lo soy, quedarán satisfechos. No lo afirmo ni lo niego. Para mí, esa afirmación tiene muy poca importancia porque siento que lo que tengo que decir es, de sí, intrínsecamente verdadero. No depende de títulos o grados, de revelación o autoridad alguna. Lo que importa es la comprensión de ustedes al respecto, la inteligencia, el deseo que tengan de descubrir, el amor que sientan por la vida, no la afirmación de que soy o de que no soy el Cristo. 

Pregunta: Su realización de la verdad, ¿es permanente y está presente todo el tiempo, o hay períodos oscuros en los que usted se enfrenta con la esclavitud del miedo y del deseo? 

KRISHNAMURTI: La esclavitud del miedo existe mientras se mantiene la limitación de conciencia que ustedes llaman el “yo”. Al volverse uno rico en sí mismo, ya no experimentará deseo. Es en esta continua batalla del deseo, en esta búsqueda de sacar provecho de las circunstancias, que existen el miedo y la oscuridad. Creo que estoy libre de eso. ¿Cómo puede usted saberlo? No puede. Yo podría estar engañándole. Así que no se preocupe al respecto. Pero tengo esto que decir: Uno puede vivir fácilmente de una manera que no puede ser alcanzada mediante el esfuerzo; uno puede vivir sin esta lucha incesante en pos del logro espiritual; puede vivir armoniosamente, íntegramente, en la acción -no en teoría, sino en la vida cotidiana, en el contacto diario con los seres humanos-. Digo que hay un modo de liberar a la mente de todo sufrimiento, un modo de vivir íntegramente, totalmente, eternamente. Pero para eso debemos estar por completo abiertos a la vida; no debemos permitir la subsistencia de refugios o reservas donde la mente pueda residir, hacia los cuales el corazón pueda retirarse en tiempos de conflicto.

Pregunta: Usted dice que la verdad es simple. A nosotros, lo que usted afirma nos parece muy abstracto. ¿Cuál es, según usted, la relación práctica entre la verdad y la vida real? 

KRISHNAMURTI: ¿Qué es lo que llamamos la vida real? Ganar dinero, explotar a otros y ser explotados, casarnos, tener hijos, buscar amigos, experimentar celos, reñir, temer a la muerte, indagar en el más allá, guardar dinero para la vejez... a todas estas cosas las llamamos la vida cotidiana. Ahora bien, para mí, la verdad o el devenir eterno de la vida no pueden ser encontrados aparte de todo esto. En lo transitorio está lo eterno, no aparte de lo transitorio. Por favor, ¿por qué explotamos, ya sea en las cosas físicas o en las espirituales? ¿Por qué somos explotados por las religiones que nosotros mismos hemos establecido? ¿Por qué somos explotados por los sacerdotes de los que esperamos obtener consuelo? Ello ocurre porque hemos considerado a la vida como una serie de logros, no como una acción completa. Cuando miramos a la vida como un medio de adquirir cosas o ideas, cuando la vemos como una escuela en la que debemos aprender, crecer, entonces dependemos de esa conciencia egocéntrico, de esa limitación, creamos al explotador y nos convertimos en los explotados. Pero si llegamos a ser individuos totales, completamente suficientes en nosotros mismos, únicos en nuestra comprensión, entonces no diferenciamos entre el vivir real y la verdad o Dios.

Vea, a causa de que encontramos difícil la vida, de que no comprendemos todas las intrincaciones de la acción cotidiana, de que deseamos escapar de esa confusión, recurrimos a la idea de un principio objetivo; de ese modo, diferenciamos, discriminamos a la verdad como algo no práctico, como algo que no tiene nada que ver con la vida de todos los días. Así, la verdad, o Dios, se convierte es un escape al cual acudimos en días de conflicto y dificultad. Pero si, en nuestra vida cotidiana, descubriéramos por qué actuamos, si nos enfrentáramos de una manera completa a los incidentes, a las experiencias, a los sufrimientos de la vida, entonces no estableceríamos diferencia alguna entre la vida práctica y la verdad no práctica. Debido a que no afrontamos las experiencias, tanto mental como emocionalmente, con la totalidad de nuestro ser, debido a que no somos capaces de hacer eso, separamos la vida diaria y la acción práctica, de la idea que tenemos de la verdad. 

Pregunta: ¿No piensa usted que el apoyo que dan las religiones y los maestros religiosos, es de gran ayuda para el hombre en su esfuerzo por liberarse de todo eso que lo ata? 

KRISHNAMURTI: Ningún maestro puede darnos los valores genuinos. Usted puede leer todos los libros del mundo, pero no puede recoger sabiduría de ellos. Puede seguir todos los sistemas religiosos del mundo y, no obstante, seguir siendo un esclavo de ellos. Únicamente cuando permanece solo puede usted encontrar la sabiduría y ser totalmente libre, ser un hombre liberado. Por soledad no entiendo el vivir apartado de la humanidad. Me refiero a la soledad que surge de la comprensión, no de la separación respecto del mundo. En otras palabras, esa soledad existe cuando uno es enteramente un individuo (no un individualista). Usted sabe, creemos que practicando continuamente el piano bajo la dirección de un maestro, llegaremos a ser grandes pianistas, músicos creativos; del mismo modo, acudimos a la guía de los maestros religiosos. Nos decimos: “Si practico diariamente lo que ellos han prescrito, tendré la llave de la comprensión creadora”. Yo digo que podemos practicar eso indefinidamente y seguiremos sin tener esa llama creativa. Conozco a muchos que practican diariamente ciertos ideales, pero sólo se marchitan más y más en su comprensión, porque están imitando, viven meramente conforme a una norma. Se han liberado de un maestro y han ido a otro; no han hecho sino trasladarse de una jaula a otra. Pero si usted no busca consuelo, si cuestiona continuamente -y puede hacerlo sólo cuando se encuentra en rebelión-, entonces se libera de todos los maestros y de todas las religiones; entonces es supremamente humano, no pertenece a ningún partido, a ninguna religión, a ninguna jaula. 

Pregunta: ¿Quiere usted decir que no hay ayuda para los hombres cuando la vida se vuelve difícil? ¿Están abandonados enteramente a la ayuda que ellos mismos puedan prestarse? 

 KRISHNAMURTI: Creo, si no estoy equivocado -si lo estoy, tenga la bondad de corregirme-, que el interlocutor quiere saber si no existe una fuente, una persona o una idea a la cual uno pueda recurrir en tiempos difíciles, en tiempos de angustia y sufrimiento. Yo digo que no hay una fuente permanente que pueda darnos comprensión. Vea, para mí la gloria del hombre consiste en que nadie puede salvarlo excepto él mismo. Cuando uno observa al hombre en todo el mundo, ve que siempre ha recurrido a otro en busca de ayuda. En la India, acudimos por ayuda a las teorías, a los maestros. Aquí, también ustedes hacen lo mismo. En todas partes del mundo, el hombre recurre a alguien que pueda sacarlo de su propia ignorancia. Yo digo que nadie puede sacarlos de su propia ignorancia. Son ustedes los que la han creado a causa de su miedo, de su imitación, de su búsqueda de seguridad; por esto han establecido las autoridades. Cada uno de ustedes ha creado esta ignorancia que lo sujeta, y nadie puede liberarlos excepto ustedes mismos mediante la propia comprensión. Otros pueden liberarlos momentáneamente, pero en tanto exista la causa fundamental de la ignorancia, ustedes crean meramente otro conjunto de ilusiones. Para mí, la raíz, la causa fundamental de la ignorancia, es la conciencia del “yo”, de la cual surgen el conflicto y el dolor. Mientras existe la conciencia del “yo”, tiene que haber sufrimiento, del cual nadie puede liberarlos. En su devoción a una persona o a una idea, pueden separarse momentáneamente de esa conciencia del “yo”, pero mientras ésta subsiste, es como una herida que siempre está supurando. La mente puede liberarse de esa ignorancia sólo cuando afronta la vida de manera total, cuando experimenta completamente, sin prejuicios, sin ideas preconcebidas, cuando ya no se halla mutilada por una creencia o una idea. Una de las ilusiones que alimentamos, es que algún otro puede salvarnos, que no podemos emerger nosotros mismos de este lodazal del sufrimiento. Durante siglos hemos buscado la ayuda externa, y aun seguimos estando consuelo, si cuestiona continuamente -y puede hacerlo sólo cuando se encuentra en rebelión-, entonces se libera de todos los maestros y de todas las religiones; entonces es supremamente humano, no pertenece a ningún partido, a ninguna religión, a ninguna jaula. 

Pregunta: ¿Quiere usted decir que no hay ayuda para los hombres cuando la vida se vuelve difícil? ¿Están abandonados enteramente a la ayuda que ellos mismos puedan prestarse? 

KRISHNAMURTI: Creo, si no estoy equivocado -si lo estoy, tenga la bondad de corregirme-, que el interlocutor quiere saber si no existe una fuente, una persona o una idea a la cual uno pueda recurrir en tiempos difíciles, en tiempos de angustia y sufrimiento. Yo digo que no hay una fuente permanente que pueda darnos comprensión. Vea, para mí la gloria del hombre consiste en que nadie puede salvarlo excepto él mismo. Cuando uno observa al hombre en todo el mundo, ve que siempre ha recurrido a otro en busca de ayuda. En la India, acudimos por ayuda a las teorías, a los maestros. Aquí, también ustedes hacen lo mismo. En todas partes del mundo, el hombre recurre a alguien que pueda sacarlo de su propia ignorancia. Yo digo que nadie puede sacarlos de su propia ignorancia. Son ustedes los que la han creado a causa de su miedo, de su imitación, de su búsqueda de seguridad; por esto han establecido las autoridades. Cada uno de ustedes ha creado esta ignorancia que lo sujeta, y nadie puede liberarlos excepto ustedes mismos mediante la propia comprensión. Otros pueden liberarlos momentáneamente, pero en tanto exista la causa fundamental de la ignorancia, ustedes crean meramente otro conjunto de ilusiones. Para mí, la raíz, la causa fundamental de la ignorancia, es la conciencia del “yo”, de la cual surgen el conflicto y el dolor. Mientras existe la conciencia del “yo”, tiene que haber sufrimiento, del cual nadie puede liberarlos. En su devoción a una persona o a una idea, pueden separarse momentáneamente de esa conciencia del “yo”, pero mientras ésta subsiste, es como una herida que siempre está supurando. La mente puede liberarse de esa ignorancia sólo cuando afronta la vida de manera total, cuando experimenta completamente, sin prejuicios, sin ideas preconcebidas, cuando ya no se halla mutilada por una creencia o una idea. Una de las ilusiones que alimentamos, es que algún otro puede salvarnos, que no podemos emerger nosotros mismos de este lodazal del sufrimiento. Durante siglos hemos buscado la ayuda externa, y aun seguimos estando. 

Pregunta: ¿Cuál es la verdadera causa del presente caos en el mundo, y cómo puede remediarse este lamentable estado de cosas? 

KRISHNAMURTI: En primer lugar -es mi sentir-, no acudiendo a un sistema como remedio. Vea, durante siglos hemos desarrollado un sistema, el sistema posesivo basado en la seguridad. Nosotros lo hemos desarrollado; cada uno de nosotros es responsable de este sistema donde la adquisición, la ganancia, el poder, la autoridad y la imitación juegan el papel más importante. Hemos elaborado leyes para preservar ese sistema, leyes basadas en nuestro egocentrismo, y nos hemos vuelto esclavos de esas leyes. Ahora queremos introducir un nuevo conjunto de leyes a las cuales otra vez nos esclavizaremos, leyes por las cuales la posesión llega a ser un crimen. Pero si comprendiéramos la verdadera función de la individualidad, podríamos abordar la causa fundamental de todo este caos en el mundo, este caos que existe porque no somos verdaderos individuos. Por favor, comprenda lo que entiendo por ser un individuo; no quiero decir individualista. Durante siglos hemos sido individualistas, buscando la propia seguridad, el propio bienestar. Hemos recurrido a las cosas físicas de la vida en procura de protección interna, felicidad, sosiego espiritual. Hemos estado muertos sin saberlo. Imitando y siguiendo, hemos explotado ciegamente las creencias. Y, estando espiritualmente muertos, es natural que hayamos intentado realizar nuestros poderes creativos, en el mundo de la adquisición; de aquí el caos presente, donde cada hombre busca tan sólo su propio beneficio. Pero si cada uno, individualmente, empieza a liberarse de toda imitación y, de este modo, empieza a realizar esa vida creativa, esa energía creativa que es libre, espiritual, entonces, en mi sentir, ya no buscará ni la posesión ni la no posesión, ya no pondrá énfasis en ninguna de las dos. ¿No es así?

Nuestras vidas son, en su totalidad, un proceso de imitación. La opinión pública dice tal cosa, por lo tanto, eso es lo que debemos hacer. No estoy diciendo, ¡por favor!, que ustedes deben ir contra toda convención, que deben hacer impetuosamente lo que les plazca; eso sería igualmente estúpido. Lo que digo es esto: En vista de que somos meramente máquinas, de que somos despiadadamente individualistas en el mundo de la adquisición, les digo que se liberen de toda imitación, que se conviertan en individuos; que cuestionen todas las normas establecidas, todo cuanto los rodea, no sólo intelectualmente, no cuando se sienten cómodos con la vida que llevan, sino en el instante del sufrimiento, cuando la mente y el corazón están sensibles y despiertos. Entonces, en esa realización que surge del descubrimiento de los valores genuinos, no dividirán la vida en secciones -económica, doméstica, espiritual-, la afrontarán como una unidad completa; abordarán la vida como seres humanos íntegros. Para poner fin al caos en el mundo, a la despiadada agresión y explotación, no pueden recurrir a ningún sistema. Sólo ustedes mismos pueden hacerlo cuando se vuelven responsables, y pueden ser responsables sólo cuando están creando de verdad, cuando ya no imitan. En esa libertad habrá verdadera cooperación, no en el individualismo que hoy existe. 

5 de septiembre de 1933

OBRAS COMPLETAS - TOMO 1 - CONTINUACIÓN -

 DUODÉCIMA PLÁTICA EN OMMEN 

Esta mañana voy a tratar, como un experimento, de repetir en ideas lo que he dicho; no en ideas consecutivas, sino explicando completamente cada idea. Ustedes saben, estamos acostumbrados a un razonar consecutivo y a ideas consecutivas, reunidas una tras otra a manera de plática, hasta llegar a una culminación. No voy a hacer eso esta mañana. Voy a tomar, idea por idea, aquello de que he estado hablando, y a abordarlas completamente. No esperen, pues, una secuencia. No digan que esto surge de esto y que aquello proviene de aquello. No sé si voy a lograrlo, pero lo intentaré. Ustedes saben que sólo una cosa en plena tensión puede dar una nota correcta, tal como una cuerda de violín realmente afinada a su tono justo dará la nota exacta. Del mismo modo, una mente y un corazón que de verdad se encuentran a la tensión apropiada, pueden responder plenamente a cualquier experiencia. Para comprender el significado pleno de una experiencia, tenemos que prestarle toda nuestra atención indivisa. Ha de haber una aguda sensibilidad. Todo nuestro ser debe estar ahí cuando esa experiencia tiene lugar. Así, ello adviene cuando hay verdadera tensión, una decisión. Ahora bien, algunos de ustedes me han oído hablar una y otra vez, porque no ha existido en absoluto esta tensión. No se han decidido. No con la decisión que surge del optar, sino del comprender. Por ejemplo, he hablado acerca de la seguridad. Hasta que estén dispuestos a abandonar esa seguridad, no hay decisión posible. Cuando escuchan y realmente comprenden lo falso de la seguridad, de esa tensión surge la nota correspondiente, que es la decisión, el “he comprendido”; debido a eso, actúan. O sea, hay una genuina decisión sin esfuerzo, la cual no puede tener lugar si anhelan seguridad y, al mismo tiempo, están intelectualmente de acuerdo conmigo. Así jamás pueden tener una decisión clara, natural, espontánea, porque no hay una tensión plena y simultánea de la mente y el corazón. Ahora tenemos miedo de perder, de perder nuestra vida, nuestras posesiones, nuestras cualidades, nuestras virtudes, porque decimos que hemos acumulado, que hemos sufrido, que la historia nos ha dado, por tantas generaciones, una cultura. He acumulado, mi padre me ha dejado eso, ¿cómo puedo desprenderme de ello, cómo puedo abandonarlo, regalarlo?

Así, hasta que lo pierdan todo, hasta que pierdan la cosa misma por la que han luchado durante siglos, dependerán del tiempo, porque sus mentes están constantemente ocupadas con la ganancia y, por esto, hay sufrimiento. Ustedes dicen: “No perderé nada, sino que acumularé, acumularé experiencias”. Y se dirán a sí mismos: “La inteligencia adviene mediante la acumulación de experiencias”. Para mí, ni el tiempo ni las experiencias pueden darnos inteligencia. Podremos tener docenas de experiencias, pero de ellas no brotará la flor de la comprensión. Uno puede saber eso observando a la gente. Y lo mismo pasa con ustedes, porque tienen la mirada puesta en la acumulación, no en el desposeimiento completo, en la pérdida de todo, de la propia vida. Cuando están dispuestos a hacer eso, entonces hay una verdadera decisión. Hemos acumulado tanto (veo que esto se está volviendo una plática corriente de ideas consecutivas. Lo siento, ¡pero no importa!), hemos hecho tan grandes esfuerzos para acumular, que éstos se han convertido en nuestros impedimentos. Ante todo, está la idea de la opción. Eso es lo que hemos aprendido, decimos: “Por medio de la opción puedo aprender; por lo tanto, tengo que optar”. Así, comenzamos a diferenciar nuestra acción, optamos entre lo esencial y lo no esencial. Ustedes eligen esto como opuesto a aquello y, en consecuencia, la cosa misma que han escogido confiere vitalidad a aquello que han dejado. Reflexionen sobre ello. Ustedes dicen: “Esto es el mal, me moveré hacia el bien”. Han escogido el bien, y así han dado vitalidad al mal del que han escapado. Pero si comprendieran la cosa misma de la que están huyendo, estarían libres de ambas; son como el hombre que, persiguiendo el valor, da vitalidad al miedo.

Para expresarle de una manera diferente: donde hay opción y de ésta emana una decisión, tal decisión tiene que crear otro opuesto. Y esto existirá mientras nuestra mente se ocupe de la acumulación, ya sea de cosas o de virtudes. No digan: “Estoy contra las virtudes”, que es lo opuesto. Yo digo: Un hombre que persigue la virtud no es virtuoso, porque no sabe qué es la virtud. Ahora decimos de alguien que es un hombre de carácter, como opuesto al que no tiene carácter; un hombre es bueno como opuesto al malo. Así estamos presos en los opuestos, canjeando opuestos y dando vitalidad a lo que dejamos. Pero si un hombre estuviera, gracias a la comprensión, libre de aquello que lo atrapa, sea lo que fuere, estaría libre de todos los opuestos. Un hombre así no es bueno ni malo. Es algo más exquisito, algo mucho más vital y dinámico, libre como el viento. Por lo tanto, donde la acción ha nacido de la opción, tiene que haber un impedimento y la vida no puede fluir naturalmente, espontáneamente. Lo cual no quiere decir que uno deba hacer lo contrario. Lamento estar recalcando permanentemente esto, pero es lo que han entendido las personas que necesitan depender del tiempo. La misma cosa es en relación con el conocimiento. Luego está el otro impedimento de la consecuencia con un principio o una idea. Nuestras mentes están adiestradas para la consecuencia. Voy a explicar lo que quiero decir, lo cual, y otra vez les pido que lo recuerden, no significa que no deban ser consecuentes. La consecuencia es memoria. O sea, que cuando hemos comprendido parcialmente una cosa, eso nos ha dejado un principio o una idea respecto de la cual somos consecuentes. Por ejemplo, tenemos una idea de lo que es la conducta correcta, hemos aprendido eso, y a lo largo de toda nuestra vida somos consecuentes con esa idea particular. Nuestra memoria nos lleva hacia atrás, hacia un principio que hemos establecido y respecto del cual nos comportamos consecuentemente. Para mí, eso es un impedimento porque involucro al tiempo, mientras que si, cada vez que nos enfrentamos a esa experiencia o a ese incidente o a esa persona, lo hacemos de una manera completa, no seremos más consecuentes, consecuentes con un principio. En esta consecuencia tiene su origen la autodisciplina que deforma el “ahora”, el presente. Ése es todo el proceso de lo que llamamos autodisciplina. Queremos retorcer el “ahora”, el presente, dentro de cierta fórmula que hemos aprendido mediante la experiencia, y a ese proceso de retorcimiento lo llamamos autodisciplina. A partir de un suceso, de una experiencia, establecemos una idea, la cual se ha convertido en un recuerdo con el que tratamos de ser consecuentes, y cada vez que afrontamos el presente, lo retorcemos conforme a esa consecuencia con el recuerdo. Esto es lo que ustedes llaman disciplina, seguir un sistema, encontrar un método.  Tienen una imagen mental, una idea o un método inventado por otro, a causa de que desean obtener provecho, encontrar una recompensa por su acción nacida del temor. Son consecuentes con ese recuerdo, no para comprender. En la comprensión jamás hay consecuencia; hay flexibilidad, lo cual no implica lo opuesto. Luego está el impedimento de la seguridad. Por favor, sigan lo que digo. Estoy aproximándome gradualmente a algo, esto no es una conferencia. Quiero mostrarles la percepción alerta sin esfuerzo. Nosotros buscamos la seguridad porque en las cosas, en el dinero, en la posesión, en tierras, en casas, en virtudes, en esta idea de estar a salvo, en resumen, en la seguridad, esperamos obtener la felicidad; queremos derivar fuerza de esa seguridad porque nos sentimos inseguros en nosotros mismos. Estamos vacíos, por eso decimos: “Si tengo dinero”, o “si tengo tierras”, o “si tengo poder, hay un respaldo, así que debo acumular”. Se ocupan meramente de adquirir poder, virtud, posesiones, bienestar, a fin de que eso les provea de vitalidad para luchar con la vida. Siendo conscientes de la propia insignificancia, de la propia vacía superficialidad, acumulan estas cosas en torno de ustedes con la esperanza de sofocar, de secar esa poco profunda corriente de la soledad. Para mí, esto es falso. Cuanto más y más se ocupan ustedes de la seguridad, tanto mayor se vuelve ese vacío. Cuanto más acumulan riqueza, poder, posesiones, tierras, virtudes, tanto más superficiales son sus pensamientos y sus emociones. Así que todos estos obstáculos, el amoldamiento, la autoridad -que está incluida en la seguridaddan vitalidad a esa conciencia que ustedes llaman la conciencia del “yo”. Estos diversos manojos de obstáculos son los que crean al “yo” y, habiendo creado ese “yo”, pensamos que expandirlo más y más implica progreso. Entonces vienen ustedes a escucharme y oyen algo que se opone totalmente a eso, por lo que dicen: “Me he esforzado en acumular”, que es lo que han hecho. Han buscado y escogido virtudes, patrones de conducta, métodos; han buscado y desarrollado esmeradamente la opción, la cual no es más que astucia, han procurado reunir posesiones, ya sean mundanas o supermundanas, tales como las virtudes. Así que han hecho esfuerzos tremendos para acumular, y cuando yo digo que estas cosas son obstáculos, ustedes empiezan a usar el mismo esfuerzo para librarse de ellos. ¿Qué es, entonces, lo que han hecho? Están meramente vitalizando esas cosas de las que creen que deben librarse: la seguridad, el amoldamiento, la consecuencia y demás. Por favor, entiendan esto. Tratando de librarse de eso, han dado vitalidad a la cosa misma de la que intentan librarse. Es decir, están actuando a base de la opción. Dicen: “He acumulado por medio del esfuerzo; por medio del esfuerzo tengo que librarme de ello”. Como el hombre que, evitando el mal y tratando de ser bueno, sólo incrementa el mal. Por lo tanto, el hombre que dice: “Éstos son obstáculos, así que lucharé con ellos, me libraré de ellos”, lo único que hace es aumentar los mismos obstáculos, sólo que les da nombres diferentes que suenan mejor, pero en realidad son la misma cosa que aquello de lo que está tratando de escapar. Ahora bien, hay una decisión que está exenta de opciones. Durante siglos, hemos hecho un esfuerzo tremendo. Yo siento que para mí no hay en esto esfuerzo alguno, y quiero ayudarles a que descubran por sí mismos cómo vivir sin esfuerzo. Para comprender eso, tienen que haber seguido todo lo que he dicho. Ustedes han acumulado durante siglos, almacenando en los graneros de la mente y del corazón toda clase de cosas que para mí son desperdicios. Ahora no se vayan a lo opuesto, no digan: “Son desperdicios, voy a librarme de ellos”. Es lo que están haciendo. Se esfuerzan por librarse de esos desperdicios y, en consecuencia, la acción de ustedes queda instantáneamente atrapada en la opción y el esfuerzo. Por lo tanto, no es una decisión exenta de opciones. Cuando yo hablo acerca de la seguridad, si realmente aceptan con la mente y el corazón lo que digo, no hay opción al respecto; la decisión está tomada. Pero la opción, que es conflicto, existe cuando aceptan con el intelecto pero no con sus emociones, o sea, cuando la mente y el corazón ya no se hallan, por decirlo así, a la tensión correcta. La mayoría de ustedes, casi todos, se encuentran en esa situación. Concuerdan en que no puede haber seguridad con todas sus implicaciones. Están conmigo intelectualmente, pero emocionalmente se oponen por completo. No digan: “No sé cómo podré vivir sin dinero”. Lo descubrirán. Ésa es la cuestión: si ustedes se hallan a la tensión adecuada, ésta tiene que haberles dado la respuesta correcta acerca de la idea de seguridad o de lo falso de la seguridad y de su propósito.

Por lo tanto, cuando están decididos y en esa decisión hay una intensa percepción alerta, una vez que deciden totalmente la falsedad del amoldamiento, sus acciones se vuelven plenamente activas revelándoles si se están amoldando a un patrón. ¿Entienden lo que quiero decir? Una vez que han decidido con todo el ser la inutilidad de ser consecuentes -porque lo comprenden, no porque lo han oído de mí, sino porque ustedes mismos comprenden qué significa eso-, cuando lo han decidido, su siguiente acción mostrará si se están amoldando; y en esa llama de la percepción alerta no hay esfuerzo alguno. De modo que la acción puede estar libre de sus limitaciones sólo gracias a la individualidad. Ahora consideramos que la acción se libera, o sea, que la mente y el corazón se liberan por medio de algo, por medio de una virtud, por medio de la seguridad, del conocimiento, de una idea. La acción, para ser completa, sólo puede existir cuando uno, como individuo, es capaz de descubrir los verdaderos valores. No sé si captan todas las implicaciones. Tenemos valores falsos y actuamos a partir de ellos; actuamos desde los falsos valores que hemos acumulado y esperamos, por medio de esa acción, liberar a la mente de esos valores falsos. Yo digo que puede haber libertad de la mente y del corazón, o sea, de la acción, sólo cuando uno actúa como un verdadero individuo, cuando se yergue completamente solo a base de valores genuinos. Eso significa que uno tiene que cuestionar todos los patrones que tiene, no hacer lo opuesto. Hasta que uno no es un verdadero individuo, lo cual implica haber descubierto los valores genuinos que son eternos, sólo puede hacer eso -que no es una idea, ni autodisciplina ni opción ni tiempo-. Uno puede descubrir los valores auténticos sólo cuando existe una decisión absoluta, cuando lo afrontamos todo de manera total. Entonces hay en nosotros una decisión correspondiente, la cual no es un esfuerzo. Vean, yo mismo he hecho esto, por eso hablo al respecto. He oído a personas hablar, de maneras diferentes, de la seguridad. Las he oído hablar de la virtud. Dicen: “Ya que ustedes han sufrido, ya que están atormentados, ya que hay tanto sufrimiento en el mundo, escojan lo esencial y ello los liberará”. He experimentado por mí mismo. He conocido, como cualquier otra persona, lo que es el sufrimiento. Hay muchísimo sufrimiento y, a causa de que lo siento y lo conozco, he descubierto, me he liberado sin esfuerzo de ese sufrimiento. Y quiero decirles cómo hacerlo, sin que eso sea un método. Ya que me he liberado de ese sufrimiento por el que todos pasan, sé que hay una manera de actuar sin esfuerzo. Esto es lo que quiero decir. Nosotros hacemos un esfuerzo para ganar y, después de haber ganado, hacemos un esfuerzo para no perder. Así, estamos atrapados en esta rueda del esfuerzo, la lucha, el conflicto, la angustia, el sufrimiento.

Dense cuenta de que el esfuerzo de cualquier clase sólo es destructivo, como afilar un lápiz para sacarle punta; cuanto más lo afilan, tanto menos lápiz tienen para escribir. Eso es lo que hemos hecho por generaciones con la mente y el corazón, aguzándolos hasta encontrar que nada tenemos. Decimos que, después de no tener nada, debemos acumular, así que comenzamos nuevamente. El esfuerzo vuelve a demostrar que hay anhelo, porque deseamos acumular, poseer. Ustedes me escuchan hablar de esto y dicen: “Debo librarme del esfuerzo, debo librarme de la posesión”, y para eso hacen un esfuerzo. Por consiguiente, todo el proceso es erróneo. Tienen que pensar de una manera nueva y actuar intuitivamente, espontáneamente, de manera completa y armoniosa, con la totalidad del ser, con la mente y el corazón. Hay una existencia libre de esfuerzo, tal como vive la flor. Hay algo eterno que no puede ser encontrado ni revelado por el esfuerzo. Pero no digan: “No debo hacer un esfuerzo”, lo cual viene a ser lo opuesto. Comprendan la causa del esfuerzo y todos los opuestos desaparecerán. Algunos de ustedes han escuchado y algunos han entendido. Algunos han escuchado con atención y, por lo tanto, han decidido; en consecuencia, sus acciones revelarán por sí mismas si hay impedimentos o si fluyen espontáneamente. Sus propias acciones revelarán la profundidad de comprensión que ustedes han alcanzado, comprensión no nacida del esfuerzo, de la opción y demás. Y ello ocurre porque hay una tremenda tensión de alerta y, a causa de esa tensión, hay una respuesta correspondiente en el actuar. Ésa es la verdadera percepción alerta. Después de la decisión está la acción, plena de significado, de inteligencia, en la cual se revelan todos nuestros obstáculos. Ustedes saben, cuando vemos delante de nosotros un obstáculo, por ejemplo, alambre de púas, no luchamos contra él, lo rodeamos. Cuando vemos un obstáculo físico corriente, pasamos por el lado porque entendemos que es un obstáculo. Ahora bien, ustedes no entienden que es un obstáculo este anhelo, este deseo de poseer poder; no es algo obvio, no lo comprenden. Por lo tanto, anhelan, y de aquí toda la gama del sufrimiento. Yo digo que hay una manera de salir de esto; puesto que he pasado por todo ello, les digo cómo hacerlo. O sea: afróntenlo todo plenamente, afronten a las personas, todas las experiencias, de una manera nueva. En ese movimiento de la acción despertarán a todos los obstáculos del pasado, con lo cual estarán libres de ellos, y entonces sabrán qué es la inmortalidad. Entonces existe ese devenir eterno, que es la vida misma.

Pregunta: ¿Es usted inmortal? ¿En qué sentido? ¿Como un ítem en la memoria de la humanidad, o en sí mismo, como ser perfecto, inmortal? Usted habla de la inmortalidad como de una existencia intemporal; no obstante, dentro de la ilusión del tiempo, las ilusiones de la muerte y la reencarnación continúan. ¿Cuál es la actitud verdadera y vital hacia ellas, ya que uno debe habérselos con ambas, aun cuando sean esencialmente ilusiones? 

KRISHNAMURTI: Como estuve tratando de explicarlo el otro día, en tanto la mente está ocupada con la idea de la continuidad y la no continuidad, no puede comprender este devenir intemporal, el cual es, para mí, la inmortalidad. Ahora nuestras mentes están ocupadas con el tiempo, que es el ayer, hoy y mañana, y queremos saber si continuaremos como individuos. Ése es nuestro principal interés cuando hablamos de la inmortalidad. La cuestión misma, si uno continuará como individuo, proviene de este sentido de la dualidad. Cuando usted dice: “¿Continuaré?”, implica una discriminación y, por ende, una resistencia. Entonces me pregunta: “¿Hay aniquilación total?” Yo digo que no es ninguna de estas cosas y que usted jamás entenderá qué es la inmortalidad en tanto su mente esté ocupada con la dualidad: ¿Continúa el individuo o es aniquilado? ¿Desaparece totalmente? Yo digo que surge a la existencia un elemento nuevo que usted no puede comprender si su, acción está dividida en ayer, hoy y mañana. Y como nuestra acción está, en su mayor parte, dividida de esta manera, se suscitan las preguntas: “¿Seré inmortal? ¿Es usted inmortal? ¿Es usted un incidente en la historia o, como individuo, continúa por la eternidad?” Para mí, todas estas preguntas no pueden ser contestadas, porque si las contesto usted no comprenderá. Puedo contestarlas, pero la respuesta no tendría valor alguno. Para mí, la inmortalidad es un devenir infinito, no un crecer. Lo que crece es conciencia autolimitada; por lo tanto, carece inherentemente de perdurabilidad. Pero esa vida eterna e intemporal, ese devenir, es inmortal y, para realizar eso, no puede haber este sentido de dualidad en la acción. Ahora veamos el problema de la reencarnación. Como he tratado de explicarlo, el “yo” es el resultado del esfuerzo, el conflicto y la opción, y ese “yo” carece de un valor intrínseco, no tiene una existencia permanente. Por lo tanto, para mí no viene al caso si vive en el tiempo, a través de la reencarnación o durante un período establecido. La cuestión no es si una ilusión puede ser transportada en el tiempo. Cuando ustedes preguntan: “¿Existe la reencarnación?”, eso es lo que quieren decir, al menos es lo que yo entiendo.

Para ustedes, la reencarnación tiene un significado muy definido: que uno, como individuo, proseguirá en el curso del tiempo. Para mí, eso no es reencarnación, es la ilusión del “yo”. Y usted quiere saber si esa ilusión será transportada a través del tiempo hasta que llegue a ser perfecta creciendo, expandiéndose, acumulando. La cuestión misma de si uno puede transportar al “yo” a través del tiempo, indica una dualidad y, en consecuencia, su pensamiento, al considerar eso es, en sí, una ilusión. No digo que la reencarnación sea verdadera o no. No estamos interesados en eso. No estoy esquivando o tratando de evitar la pregunta. Uno no puede contestar categóricamente “sí” o “no”, porque tales respuestas carecen de valor. A usted le interesa saber si el “yo” habrá de continuar. Le digo que ese “yo” mismo del que está consciente, es una ilusión. Queremos transportar esa ilusión a través del tiempo, el cual es oportunidad, experiencia, y pensamos que entendiendo eso comprenderemos todo el proceso de la injusticia en el mundo, la enfermedad, la falta de oportunidad y demás. Yo digo: No comprenderán la injusticia, la falta de oportunidad y todas las otras cosas, entendiendo una ilusión. Así pues, cuando ustedes preguntan si la reencarnación existe, están ocupando su mente con el tiempo, mientras que yo digo que, si liberan a la mente respecto del tiempo, conocerán la inmortalidad. Usted no encontrará la inmortalidad por medio del tiempo o de la reencarnación, sino que la conocerá en la percepción de la inmortalidad. Espero que vea la diferencia. Una cosa pone énfasis en el tiempo, y la otra es la comprensión absoluta de esa intemporalidad.

Ahora le relataré brevemente una historia. En tiempos antiguos, un hindú, un brahmín, estaba regalando cosas en sacrificio a los sacerdotes y a los dioses. Su hijo venía a menudo y le preguntaba a quién estaba regalando estas cosas. Poco más tarde, el hijo preguntó: “¿A quién vas a regalarme?” Y el padre, disgustado porque el muchacho lo había estado fastidiando, le dijo que iba a enviarlo a la Muerte. Ahora bien, en tiempos antiguos, un brahmín tenía que cumplir lo que había dicho, aun cuando lo dijera en medio de la ira. Así que envió a su hijo a la casa de la Muerte y, mientras lo enviaba, le pidió que visitara muchos santuarios, que viera a muchos maestros. Por último, el muchacho llega a la casa de la Muerte, pero la Muerte se halla ausente. Así que espera hasta que, finalmente, se presenta la Muerte y se disculpa por mantener esperando a un brahmín, porque era la costumbre que, cuando el anfitrión se hallaba ausente, el invitado no podía comer. Así que el hijo no comió durante los tres días que duró la ausencia del anfitrión. Entonces la Muerte se disculpa y dice que, a cambio de su descortesía, el hijo puede aceptar tres obsequios. Así que el hijo escoge, en primer lugar, regresar a la casa de su padre y que su padre no se enfurezca con él; en segundo lugar, elige cierto fuero ritual de poca importancia. Y por último dice: “He escuchado a muchos hombres sabios. Algunos dicen que hay continuación después de la muerte y algunos dicen que hay aniquilación total. ¿Qué dices tú, Muerte, que debes saberlo?” Y la Muerte contesta: “¡No me formules esa pregunta! Te daré poder, palacios, riquezas, diversiones, sensaciones, cualquier cosa que desees, ¡pero no me preguntes eso!” Pero el muchacho insiste, y entonces la Muerte dice: “Quisiera que todos los discípulos que vienen a mí fueran como tú”. Y la Muerte le enseña qué es la inmortalidad, sin contestarle nunca, ni una sola vez, si hay continuidad o aniquilación. Ahora usted se interesa en esa cuestión, si seguirá existiendo o no después de la muerte. De aquí todo el conflicto del tiempo y toda la preocupación con el reparto de la oportunidad, de la experiencia. Usted no descubrirá la inmortalidad por medio del tiempo, el cual es experiencia, ni la descubrirá por medio de la multiplicación de experiencias. Hay inmortalidad sólo cuando, en la acción misma, comprendemos la cesación del tiempo.

Pregunta: ¿Cuál es, realmente, la causa original de nuestra simpatía, piedad, compasión por el sufrimiento y la pena y el dolor de la vida en todos sus formas? ¿Es esto normal y contribuye a que uno se libere de la ilusión del ego? 

KRISHNAMURTI: Traté de explicar esto ayer. Dije: “Donde hay compasión, no hay sufrimiento”. No me pregunte si, al ver a un perro o a un caballo herido, debe usted experimentar sufrimiento o dolor. Hay dos formas de considerarlo. Una, usted sufre porque desea eso o lo posee; dos, por tratarse de una cosa bella, de la vida misma, usted no sufre, sino que está despierto a la crueldad. Cuando ve una cosa bella estropeada, no sufre, se siente conmovido. Esa criatura creada es una cosa natural de la vida misma, y cuando es estropeada, sus simpatías naturales se despiertan instantáneamente, espontáneamente. En eso no hay conciencia egocéntrico, al menos no desde mi punto de vista. Pero cuando poseemos y en ese objeto que poseemos hay dolor, nosotros también sufrimos. O sea, si mi amigo está enfermo, o mi esposa o mi hijo, yo sufro porque en mí hay un vacío. Por consiguiente, dependemos de otro, y en eso siempre hay sufrimiento y confundimos eso con la compasión. Para mí, eso no es compasión. Nosotros tenemos una idea peculiar de la compasión. Pensamos que Dios, que es supremamente compasivo, nos salvará de nuestro sufrimiento.

Pregunta: ¿Cuál es, realmente, la causa original de nuestra simpatía, piedad, compasión por el sufrimiento y la pena y el dolor de la vida en todos sus formas? ¿Es esto normal y contribuye a que uno se libere de la ilusión del ego? 

KRISHNAMURTI: Traté de explicar esto ayer. Dije: “Donde hay compasión, no hay sufrimiento”. No me pregunte si, al ver a un perro o a un caballo herido, debe usted experimentar sufrimiento o dolor. Hay dos formas de considerarlo. Una, usted sufre porque desea eso o lo posee; dos, por tratarse de una cosa bella, de la vida misma, usted no sufre, sino que está despierto a la crueldad. Cuando ve una cosa bella estropeada, no sufre, se siente conmovido. Esa criatura creada es una cosa natural de la vida misma, y cuando es estropeada, sus simpatías naturales se despiertan instantáneamente, espontáneamente. En eso no hay conciencia egocéntrico, al menos no desde mi punto de vista. Pero cuando poseemos y en ese objeto que poseemos hay dolor, nosotros también sufrimos. O sea, si mi amigo está enfermo, o mi esposa o mi hijo, yo sufro porque en mí hay un vacío. Por consiguiente, dependemos de otro, y en eso siempre hay sufrimiento y confundimos eso con la compasión. Para mí, eso no es compasión. Nosotros tenemos una idea peculiar de la compasión. Pensamos que Dios, que es supremamente compasivo, nos salvará de nuestro sufrimiento.

Muere alguien y usted sufre, quiere que esa persona regrese. Debido a eso, recurre a la idea de la reencarnación, a las sesiones espiritistas. ¿Qué ha sucedido? Sólo está embotando a la mente que ha tornado conciencia de la soledad, en la cual hay dolor; escapa meramente de ese dolor. Pero si investiga cuál es la causa del sufrimiento, dará con ella cuando examine realmente y esté alerta a todos los regalos que le ofrecen y, por ende, discierna su verdadero valor. Entonces descubrirá la verdadera causa, que es la soledad. Donde hay deseo, hay soledad. El deseo crea la soledad, el deseo es la causa. Pero para usted no es la causa, se trata tan sólo de una teoría intelectual. Descubrirá la causa y, en consecuencia, estará libre de este miedo a la muerte, cuando en el instante de sufrimiento agudo se vuelva por completo consciente de todo lo que le ofrecen como consolación. Entonces sabrá si está escapando, si está buscando consuelo o bienestar, y así, ante el ofrecimiento mismo de ese regalo, conocerá su plena significación, y entonces su mente se verá obligada a enfrentarse con naturalidad a la causa. 

Pregunta: En su plática del 11 de agosto, usted dijo que la plenitud del éxtasis de la vida se descubre “no por medio de la acción, sino en la acción misma, cualquiera que sea: nuestra acción de ganar dinero, nuestras ceremonias, nuestros problemas sexuales”. Como esto ha generado mucha confusión en las mentes de los que asistimos a la reunión de discusiones, ¿tendría la bondad de clarificar más su declaración? ¿Qué entiende usted por el descubrimiento del éxtasis de la vida en la acción sexual o en la ceremonia misma? 

KRISHNAMURTI: Miren, amigos, aquéllos de ustedes que desean practicar ceremonias, ¿por qué las discuten? Una persona que desea tocar el piano no discute al respecto. Sólo la mente hipócrita busca, en lo que yo digo, un pretexto para justificar sus acciones. Plantea constantemente esta pregunta. Por favor, no mire en torno a sus amigos amantes de las ceremonias; todos hacemos eso internamente en distintas formas. Quizá no en relación con las ceremonias, puede ser respecto del ganar dinero, o del sexo, o del acumular cosas que nos den poder. He expresado muy claramente lo que entiendo en relación con las ceremonias. Pienso que son una ilusión, que intrínsecamente carecen de todo valor. Pero para descubrirlo por sí mismo, no discuta al respecto. Averigüe si, en aquello que hace, la razón y el corazón se encuentran realmente en armonía. A fin de descubrir si están en armonía, mente y corazón deben hallarse preparados para ello. Ésa es la dificultad. Para poder descubrir si ambos están en armonía, no se aferre a las cosas. Si practica ceremonias, abandónelas por un día o una semana o un año. No le estoy pidiendo que lo haga, pero a fin de descubrir y experimentar si mente y corazón están actuando verdaderamente en armonía, abandone las ceremonias; al final del año, vea si las necesita realmente. Pero no diga: “Otras personas las necesitan y, por el bien de ellas, debo practicarlas”. Eso revela una mente hipócrita. Lo que es veneno para uno, es también veneno para el otro; lo que carece de valor para uno, carece de valor para el otro. ¿Por qué entregar a otro lo que es inútil para usted? Hacemos eso porque nos da seguridad, poder, porque satisface nuestra vanidad, como una persona que tiene condecoraciones del gobierno. Les aseguro que no hay ninguna diferencia entre estas ceremonias y las ceremonias de las cortes y de los reyes. Lo lamento terriblemente, pero ésta es mi opinión. Donde abunda la falta de virtud, existen todas estas cosas. Por favor, he expresado por última vez mi opinión con respecto a las ceremonias. Repetimos esto una y otra y otra vez cada año, y no voy a responder más a ello. Puedo responderlo a aquéllos que lo escuchan por primera vez, pero no al oído acostumbrado, al hombre que ya ha arreglado su mente para hacer lo que él quiere hacer y sólo necesita mi confirmación. ¿Por qué me pregunta? Si quiere hacer algo y piensa que es correcto, ¡hágalo! Entonces descubrirá. Pero para descubrir, sea abierto al respecto, sea franco, no hipócrita. No base sus acciones en la autoridad. No practique ceremonias porque alguien haya dicho: “Hay poder en las ceremonias”, o porque usted mismo obtiene cierto estímulo y piensa que eso es algo espiritual, divino. Para mí, no existe un poder espiritual externo, ni esa cosa subjetiva que llamamos el “yo” o el yo superior del cual derivamos poder. Ambos son sensación. Y cuando la mente está libre tanto del objeto como del sujeto, usted conocerá lo que es; entonces experimentará ese éxtasis del vivir en el cual no existe el temor. 

13 de agosto de 1933

OBRAS COMPLETAS - TOMO 1 - CONTINUACIÓN -

 UNDÉCIMA PLÁTICA EN OMMEN PREGUNTAS Y RESPUESTAS 

Pregunta: Según usted, la memoria da vitalidad al creador de la ilusión, al ego, a la conciencia del “yo” al manojo de los obstáculos. Por lo tanto, la acción pura jamás puede surgir de esa memoria. La evocación espontánea de los sucesos del pasado, ¿es un obstáculo, aun cuando no permitamos que nuestras acciones emanen de esa evocación? Si nos libramos de esta memoria, ¿cómo podemos ajustar normalmente nuestras relaciones individuales? ¿No es eso casi imposible en la vida?

 KRISHNAMURTI: ¿Han entendido la pregunta? He explicado lo que entiendo por memoria; es decir, una experiencia mal digerida o un suceso que uno no ha afrontado completamente, totalmente, deja un rasguño en la mente, al cual llamamos un recuerdo. Ahora bien, con ese recuerdo tratamos de encarar la vida, y ese recuerdo da vitalidad, porque crea obstáculos. Si tengo el recuerdo de una experiencia, la cual es una experiencia que no he comprendido completamente, ese recuerdo crea un obstáculo ulterior, porque me impide encarar la experiencia en plenitud. Casi todos tenemos tales recuerdos -muchos de esos recuerdos a los que llamamos evocación y con los cuales tratamos de afrontar las experiencias. Naturalmente, cuando encaramos con esa evocación, con el recuerdo, a una persona, un suceso o una experiencia, no los encaramos plenamente; por lo tanto, incrementamos más la carga. Ahora bien, si uno encara a cada persona, cada experiencia, de una manera nueva, con una mente libre, plena, despierta, lo hará con adaptabilidad, no con una fijación mental. La memoria nos ocasiona rigidez, de modo que, cuando tenemos muchos recuerdos, esa rigidez se vuelve tan fuerte que cuando encaramos a una persona o una experiencia, no las comprendemos plenamente. Por lo tanto, ese recuerdo nos estorba; mientras que si uno encara a cada persona o cada experiencia, libre de esa rigidez que es memoria, entonces en eso hay flexibilidad, hay un ajuste, no el ingenio de una mente que trata de ser más que la persona o la experiencia que afronta.

er más que la persona o la experiencia que afronta. Digamos que alguien me ha engañado hace dos años. Eso ha dejado un recuerdo, y hoy me encuentro nuevamente con esa persona. Me enfrento a él o a ella con ese recuerdo que sigue estando en mi mente; por lo tanto, me las ingenio mucho para que no vuelvan a engañarme. A causa de que soy receloso y no quiero ser engañado, mi mente vigila empleando toda su agudeza y su habilidad. Ahora bien, si no tengo nada que dar o nada que recibir, si no estoy esperando nada de esa persona, jamás puedo ser engañado. Por favor, estoy yendo a la raíz, no al detalle. Usted puede aplicar el detalle para sí mismo cuando reflexiona al respecto. Si una persona lo engaña y usted se siente lastimado por ese engaño, esa herida es un recuerdo, y ese recuerdo reacciona más tarde cuando vuelve a encontrarse con esa persona. Por lo tanto, su mente se ha vuelto más hábil, más astuta; no más adaptable, no más comprensiva. Sólo se ha vuelto más lista, más sagaz, a fin de no ser atrapada nuevamente en la misma situación, con lo cual pensamos que hemos comprendido. Pensamos que nuestra mente es más ingeniosa y que sabemos cómo evitar que nos engañen la próxima vez, creemos que la experiencia nos ha enseñado eso. Usted le ha prestado cierta cantidad de dinero a alguien que no se la ha devuelto. La próxima vez que esa persona viene a verlo, usted piensa que ha aprendido; su mente se ha vuelto más lista y usted se dice: “¿Debo entregarle el dinero o no?” Yo siento que éste es un enfoque erróneo, una manera equivocada de hacer las cosas. O se lo entrega usted y olvida el asunto, sin esta rigidez mental o este prejuicio, o, cuando vuelve a encontrarse con él, le dice: “Lo siento, si pudiera dárselo se lo daría, pero no puedo”. Sea totalmente abierto. No tenga una mente recelosa, astuta, una mente rígida; sea franco. Una mente franca es adaptable y, por lo tanto, capaz de afrontarlo todo de nuevo, con frescura. Su mente es, entonces, tan dúctil, tan flexible, que cuando usted se encuentra otra vez con esa persona hay algo nuevo, no se manifiesta el mismo viejo recelo. Pero en tanto no nos enfrentamos a las personas o a las experiencias de la vida completamente, con la totalidad de nuestra mente y nuestro corazón, tiene que haber conflicto, y ese conflicto origina la memoria. Es realmente muy simple. Cuando no tenemos conflicto en nuestra mente, no hay memoria. Uno puede recordar un acontecimiento, no hablo de eso, pero no hay apego a ese recuerdo, el cual nos perseguirá en el curso del tiempo hasta que hayamos completado ese acontecimiento o esa experiencia. Vivimos constantemente en este conflicto. El conflicto crea la memoria, y la mente está llena de esa memoria y se identifica con ella; y así, en esa identificación, está la conciencia del “Yo”, la cual es conflicto. Existe una diferencia inmensa entre el hombre primitivo y el hombre liberado. El hombre primitivo no tiene memoria porque actúa inmediatamente, sin pensamiento; mientras que el hombre liberado se enfrenta a todo completamente porque actúa con comprensión. En él hay riqueza, plenitud; por lo tanto, es capaz de afrontarlo todo por medio de la inteligencia. Espero haber respondido a esa pregunta. 

Pregunta: ¿Hay amoldamiento cada vez que existe un anhelo? Por favor, explíquelo a fondo.

 KRISHNAMURTI: Hay un anhelo respecto de una cosa determinada, y un anhelo respecto de algo indefinido. Tomemos, por ejemplo, cuando usted desea o ansía o anhela la felicidad, la verdad, la riqueza, la seguridad y otras cosas por el estilo. En eso hay amoldamiento a un patrón, porque usted ya se ha representado en su mente aquello que desea y va tras eso; sabe cuál es el objetivo y lo anhela, y su objetivo no es sino un opuesto en el que está preso nuevamente. Por lo tanto, sólo se está amoldando, ajustando a una imagen mental que usted mismo ha creado. En eso hay imitación. En cierto sentido, pues, donde hay anhelo tiene que haber amoldamiento.

Pero está el otro tipo de anhelo, el cual es más nebuloso. Uno no sabe qué es lo que anhela, pero hay algo que a uno se le escapa, algo indefinible, impalpable, que está creando un vacío. Ahora bien, cuando uno busca llenar, tapar ese vacío o escapar de él, también existe una imitación. En primer lugar, ¿por qué imitamos? Por favor, comprenda lo que entiendo por imitación. Hay imitación en el arte, en la poesía, en la cultura, pero no me estoy refiriendo a eso. Para mí, sólo puede haber acción verdadera, completa, cuando uno es enteramente individual, cuando, como individuo, ha realizado la total y madura soledad. Cuando uso así la palabra soledad, entiendo por ella una soledad que no es un huir hacia el bosque, sino una soledad interior que adviene cuando uno descubre los valores genuinos. Cuando usted descubre qué es la verdad, está solo, o sea, que sólo existe esa cosa, ese valor genuino, y de él proviene la acción. Para conocer esa acción, esa acción plena, usted no puede imitar, no puede tener ninguna clase de valores falsos. Donde hay un valor falso tiene que haber imitación, porque el valor falso origina el anhelo. Y, con la comprensión de los valores genuinos, uno se libera del anhelo; no descarta ni destruye el anhelo, lo cual es imposible. Uno jamás puede destruir el deseo, porque eso crea verdaderos estragos; es lo que trata de hacer la mayoría de las personas así llamadas espirituales. Mientras que, si descubren los valores genuinos, actuarán desde esa madura soledad interior, y en eso no hay imitación. Usted puede descubrir los valores genuinos sólo gracias a una acción completa. Donde hay un valor falso, tiene que haber anhelo, porque ese valor crea un impedimento y, por lo tanto, un anhelo; hay insuficiencia y, debido a eso, un deseo intenso de suficiencia, de plenitud, lo cual también constituye otro anhelo. Donde hay un valor falso, tiene que haber conflicto y ese conflicto crea un deseo de escapar o de resolver ese conflicto particular; y donde hay un deseo de resolver algo o de escapar, tiene que haber autoridad e imitación.

Pregunta: Desde el punto de vista mental, estoy plenamente convencido de la absoluta trivialidad de algo que anhelo. Pero conmigo pasa tal como usted lo señaló la semana anterior: mis emociones no alcanzan todavía el mismo nivel. ¿Tendría usted la bondad de decirme una vez más cómo es posible tener en completo equilibrio y armonía la mente y el corazón? 

KRISHNAMURTI: ¿Por qué anhela eso? ¿Por qué quiere que yo se lo diga? Usted desea traer sus emociones al nivel de su mente. Anhela que sus emociones crezcan, que se vuelvan más refinadas, más desapegadas, y quiere que yo lo ayude a crecer. Ahora bien, como lo expliqué el otro día, una cosa que está creciendo no es perdurable. Si su deseo no creara en usted un conflicto tan grande en relación con algo que anhela, no habría jamás equilibrio suficiente para producir armonía. Si su anhelo no generara estragos en usted, un gran descontento, no podría traer artificialmente al mismo nivel a su mente y a su corazón, equilibrarlos. Ninguna cantidad de discusiones o de estimulaciones artificiales produciría jamás esa armonía. Pero si su deseo es tan fuerte que crea descontento, falta de armonía, de esa falta de armonía surge el éxtasis de la armonía. Usted le teme a la falta de armonía. Me ha oído hablar acerca de lo falso de la seguridad. Si ha prestado atención, como espero que lo haya hecho para su propio deleite, ello debe haber infundido en usted una profunda comprensión. Desde ella hay, de su parte, una decisión, la cual implica una acción y, a causa de esa acción, usted descubrirá si están o no en armonía su mente y su corazón.

Ahora dice: “Intelectualmente, no deseo la seguridad, pero emocionalmente sí la deseo. ¿Cómo puedo unir una cosa con otra?” Yo digo que ambas son falsas. Usted desea seguridad. No diga: “Comprendo intelectualmente lo falso de la seguridad, pero emocionalmente la deseo”. Eso demuestra que desea la seguridad tanto mental como emocionalmente, porque, cuando de verdad comprende una cosa, no la comprende sólo intelectualmente, la comprende de igual modo con el corazón. Así que cuando dice: “Comprendo intelectualmente, mentalmente”, lo que quiere decir es que está de acuerdo con lo que digo, pero en ese acuerdo no hay comprensión. Usted ve lo conveniente, lo bueno que es estar libre de ese tormento, pero no va a hacer nada al respecto. Cuando hace algo al respecto, en esa perturbación sabrá cómo hacerlo naturalmente. Usted no ve realmente lo falso de la seguridad, por eso dice: “He oído a Krishnamurti y creo que puede estar en lo cierto. Por lo tanto, trataré de librarme de la seguridad”. Eso quiere decir que no comprende lo que significa estar libre de la seguridad, la seguridad del dinero, la seguridad de los amigos, de las ideas, de la autoridad y de la imitación. En esa libertad hay infinitas posibilidades, un éxtasis infinito. No ve eso y, no obstante, concuerda vagamente en que debe hacerlo en beneficio de la sociedad, por benevolencia, por evitar la explotación y cosas así. Pero ello no ha despertado una verdadera determinación, y nadie puede despertar esa determinación en usted excepto su propio y continuo interés despierto en la vida, o si está enteramente descontento, inteligentemente descontento.

Por lo tanto, no trate de reunir la mente y el corazón, como si eso fuera sólo otra disciplina. Vea lo sutil que es la mente, cómo regresa una y otra vez a las viejas formas de pensamiento. Usted dice: “No debemos tener disciplina”, porque me ha oído hablar al respecto, pero trata de hacer exactamente lo contrario cuando aspira a producir equilibrio entre, la mente y el corazón. ¡No haga una cosa tan artificial! Con ello sólo crea una discriminación ulterior, fortalece a ese observador que está todo el tiempo disecando y analizando la acción. ¡Primero vea si está de acuerdo porque de verdad comprende profundamente! Si piensa realmente que uno debe hallarse libre de todos los conflictos y sus implicaciones, si realmente reflexiona y siente así al respecto y está de acuerdo con ello, entonces todo su ser responde instantáneamente y hay discernimiento. Ahora bien, a causa de que no está de acuerdo, de que no siente la inmensa necesidad de ello, hace esta distinción artificial de mente y corazón. Para mí, tal distinción no existe. Si alguien me habla acerca de la estupidez de la imitación y estoy de acuerdo, hay una intensa percepción alerta en mi acción para ver si tal acción es imitativa. Entonces sabré si mi mente y mi corazón están en equilibrio. En el pleno reconocimiento, no en la repetición o en la aquiescencia, sino en la plena comprensión de la idea del consuelo, o de lo que implica estar libre de la autoridad, cuando usted concuerda profundamente, de esa concordancia surge la acción y en esa acción sabrá si hay o no hay en usted equilibrio de mente y corazón. Si su acción es de verdad armoniosa, entonces su mente y su corazón se hallan en unión perfecta. Así que no busque producir un equilibrio; vea más bien si comprende realmente lo falso de la autoridad, de la seguridad o de cualquiera de estas ideas. Sólo agitando el fondo fangoso de un estanque, sabrá qué hay en ese fondo. Ahora bien, nosotros sólo rozamos la superficie del agua porque tememos perturbar esa tranquilidad superficial. Y usted sólo puede agitar el estanque -que es realmente de agua estancada- mediante la acción, y tal acción sólo puede nacer de un acuerdo pleno. Si no está de acuerdo, siga como está. Si piensa que necesita consuelo, siga así, pero esté plenamente consciente de que necesita consuelo, dedique a ello por completo su mente y su corazón, y en esa plenitud del deseo de consuelo, descubrirá la futilidad del mismo.

Pregunta: ¿Cómo puede un hombre superar el dolor que siente cuando ve sufrir a alguien y no puede ayudarlo? ¿Es la compasión un error, o es algo necesario en la vida social? KRISHNAMURTI: Cuando usted tiene compasión no sufre. La compasión es como el perfume de una flor. Sufrimos porque ansiamos un resultado; es así cuando usted dice: “Siento compasión por la persona que está sufriendo; quisiera que mejorara”. En otras palabras, usted desea un resultado para su compasión. No es que yo no quiera que la persona mejore; personalmente hago cuanto puedo por ayudarla a que esté mejor, pero en eso no hay sufrimiento. Usted sufre cuando hay un instinto posesivo. Los muchos que hoy me escuchan, si mañana me enfermara, no sufrirían, porque no me poseen. Pero si yo fuera el marido o la esposa de ustedes, entonces habría sufrimiento, porque les pertenecería. La compasión está libre de dolor porque no es posesiva. Usted pregunta: “¿Es la compasión un error o es algo necesario en la vida social?” ¿Por qué piensa que ciertas cosas son necesarias en la vida social? Si uno es un ser humano, desaparece la necesidad de comportarse de cierta manera. Ahora decimos: “Estas cosas son necesarias para una conducta correcta en la sociedad”. Si mis acciones, como he estado intentando explicarlo, son completas, si soy realmente un ser humano en el verdadero sentido, no hay exigencias o mandatos que la sociedad pueda imponerse, porque no estoy combatiendo a la sociedad, porque comprendo los valores sociales en toda su falsedad y verdad. Soy plenamente consciente de todo. Tal como yo lo veo, si usted es verdaderamente completo en su acción -lo cual no es una imposibilidad, no diga que es sólo para el liberado, para los pocos-, si sus acciones son completas, entonces no crea una sociedad opuesta a usted. No está en conflicto con la sociedad. Eso no significa que no quiera producir un cambio y demás, pero la sociedad con todos sus falsos valores no se impone sobre usted. Su pregunta dice: “¿Es la compasión un error o es algo necesario en la vida social?” Objeto la palabra necesario. Muestra que uno es meramente un diente en los engranajes de la estructura social. Eso es lo que trato de decir. He terminado con lo de la compasión, porque hay muy poco que decir al respecto. Uno no puede hablar de esas cosas. Estoy hablando ahora acerca de esta idea de que ciertas acciones son necesarias para el sostenimiento de la estructura social. Cuando usted usa la palabra necesario, está afirmando meramente ese miedo instintivo a no encajar en la sociedad; por lo tanto, no es verdaderamente individual, lo cual no quiere decir que deba hacer lo contrario. He dicho que dará con la verdadera individualidad sólo cuando haya descubierto los verdaderos valores del patrón social. Hasta entonces no pueden ustedes ser auténticos individuos. Así, cuando usted descubra los verdaderos valores de los patrones sociales o de cualquier otra clase de patrones -religiosos, éticos o políticos, todos los patrones que los seres humanos han creado-, cuando realmente los comprenda, no preguntará: “¿Son necesarias ciertas acciones para el sostenimiento de la sociedad?”

Pregunta: Usted sostiene que el autoanálisis es muerte. Yo entiendo que quiere decir que la disección y el examen intelectual son destructivos. Sin embargo, si el análisis pudiera ser un proceso por medio del cual la energía absorbida hasta ahora por el conflicto, se liberara emocionalmente y, hasta cierto punto, intelectualmente, sin un logro final en vista, ¿no se acercaría un proceso así a una comprensión de la percepción alerta? 

KRISHNAMURTI: Usted quiere liberar esa energía que ahora está atrapada en el conflicto. Yo digo que no puede liberar esa energía vital por medio del autoanálisis, sino que puede liberarla únicamente en el movimiento de la acción. Para mí, el autoanálisis implica, no ese movimiento, sino más bien un quedarse atrás y examinar para comprender, implica abstenerse de ese movimiento con el fin de examinar y, a mi entender, eso no libera la comprensión. Mientras que si usted está completamente despierto en la acción, entonces de ello surge la percepción inteligente de los numerosos obstáculos. Por favor, esto es muy simple. Usamos la mente para analizar nuestras acciones, nuestras emociones. Siempre está el observador, el controlador, el guía que vigila. Esa mente es ahora nada más que un instrumento para advertirnos sobre los temores venideros, las esperanzas venideras, siempre alerta a eso, siempre sagaz. Así, nuestras acciones quedan invalidadas. Mientras que si usted afrontara el próximo pensamiento, la próxima emoción o acción con todo su ser, sabría cuáles son los obstáculos que le impiden liberar esa energía creativa. En otras palabras, no trate de resolver el problema, sino afronte plenamente el próximo pensamiento o la próxima emoción o la próxima acción -todo es una sola cosa-, y entonces conocerá la causa del problema en que está atrapado.

Pregunta: Su insinuación de que la nueva estructura social no debe basarse en el egoísmo, no es posible en la vida práctica. El deseo está atrayendo a los hombres cada vez más hacia el egoísmo, tanto en relación consigo mismos como con sus familias. El interés propio en el trabajo obliga a la gente a un esfuerzo mayor para desarrollar las facultades. ¿No puede usted contribuir a un discernimiento más profundo en las posibilidades prácticas de construcción social? Después de todo y por encima de todas las cosas, uno tiene que cooperar en la creación de mejores circunstancias materiales y mejores posibilidades de trabajo. 

KRISHNAMURTI: En primer lugar, nunca “insinúo”, porque lo que digo es completamente obvio; no es una insinuación. Me temo que lo que dije al respecto fue un mazazo, pero si gusta, tómelo como una insinuación. Ahora bien, si eso no es práctico, ¿por qué le preocupa? ¿Lo ha probado para averiguar si es práctico? Lo que usted llama “práctico”, es un sistema completo, un molde completo en el cual pueda encajar sin la más mínima dificultad para seguir siendo como es sin cambio alguno, sin reflexión, sin profundizar en el proceso de la vida. Entonces, puesto que no ha experimentado con ello, ¿cómo puede decir que es práctico? Usted no experimenta porque está atemorizado. Vea, si algunos de ustedes sintieran realmente lo inútil que es acumular y experimentaran con esto -no haciendo propaganda ni tratando de convertir al prójimo-, si de verdad percibieran esto y lo probaran y actuaran a partir de esa percepción, verían lo práctico que es y lo sencilla que se vuelve la vida.

Tememos por nuestra seguridad, por lo que sucederá. “Soy viejo”, se dice usted a sí mismo, “¿qué puedo hacer cuando soy viejo?”, o “como soy viejo, no puedo renunciar a la seguridad”. Eso es muy cierto. Yo no le pido que renuncie, sino que se libere de la idea de seguridad. Esto necesita una reflexión muy cuidadosa y franca, de lo contrario, usted dirá: “Estoy libre de la seguridad, pero puedo tener un buen saldo en el Banco”. No le digo que no deba tener dinero; de lo que se trata es de la idea de seguridad. De modo que, amigos, primero que nada, para hacer práctica cualquier cosa tienen que experimentar con ella, y no creo que usted la haya experimentado como para decir que no es práctica. No siente intensamente al respecto, de aquí la falta de sentido práctico, la vaguedad de todo ello. En cuanto a la cooperación, que también está implicada en la pregunta, pienso que no puede haber cooperación hasta que no existe una verdadera individualidad. Por favor, comprendan lo que entiendo por verdadera individualidad; no la acción individualista, que es una acción limitada. Ahora estamos todos dispuestos a cooperar con un jefe, con una autoridad superior que nos dice exactamente lo que debemos hacer espiritual, social y económicamente. En todos nuestros actos estamos muy dispuestos a ser guiados, a que se nos diga lo que debemos hacer. Sentimos que si tan sólo hubiera un buen líder, el mundo estaría perfectamente bien. Así, prestamos atención a los líderes y a la verdadera función de la individualidad. Cuando procuran comprender la verdadera individualidad, es inevitable que cooperen, porque eso forma parte de la comprensión. En ella no existe la individualidad como algo contrario a la cooperación. Ahora ustedes colocan a la cooperación como opuesta a la individualidad, y eso, en mi sentir, ocasiona el completo caos que reina en este mundo. Tenemos organizaciones cada vez mayores para controlar políticamente a los hombres, una enorme legislación para moldearlos más y más, y yo pienso que habrá un caos cada vez más grande. Por medio de una legislación pueden convertirlos a todos en esclavos de una idea particular, y pocos años después, también mediante la legislación, en otros esclavos de otra idea. Por lo tanto, somos nada más que piezas de diferentes máquinas, de diferentes sistemas, movidas de prisión en prisión. Yo no llamo cooperación a eso. Es ceguera. En eso no hay vida, no existe la espontaneidad de la plenitud. Mientras que hay, habrá y tiene que haber cooperación cuando uno, como ser humano, comprende la verdadera función de la individualidad, que es la de descubrir los valores auténticos. Ningún sistema, ningún filósofo, nadie en la Tierra va a decirle cuáles son los valores auténticos. Hay valores auténticos eternos. Usted los descubrirá.

Yo puedo hablarle de ellos, pero eso nada significa, porque usted los adoptará en lugar de los viejos. O sea, que será esclavo de una nueva clase de orden. Éste podrá estar bien arreglado superficialmente, pero adentro habrá un núcleo corrupto. Si no cooperamos, no podemos hacer nada en la vida. Tiene que haber cooperación. Todo cuanto hacemos tiene que ser hecho por dos, tres, cuatro o por un millón. Para producir una verdadera cooperación, tiene que haber una correcta comprensión de la individualidad, y si esta comprensión no existe, no hay cooperación. Ésta es meramente el ejercicio de una autoridad brutal, espiritualmente, políticamente o del modo que prefiera. 

Pregunta: En la vida tanto de los individuos como de los grupos, hay acciones que no sólo están condicionadas individualmente, sino que también están condicionadas por factores históricos que apelan a nosotros desde el pasado: su efecto inminente e imposible de evadir -no sólo en lo intelectual- choca conmigo en todas partes, aunque yo personalmente me he liberado por completo de las tradiciones, de las ceremonias, etc. Un ser humano, al ignorar esto que constituye la fuente misma de su existencia, es como un árbol que tratara de impedir el crecimiento en la profundidad de sus propias raíces. Me pregunto por qué no habla usted de este aspecto de la vida, a pesar de que no es, por cierto, menos esencial que todo cuanto un ser humano puede ser y hacer respecto de sí mismo. 

KRISHNAMURTI: Yo siento que lo esencial es descubrir en la acción todos los valores verdaderos, mientras que usted saca a colación todo el pasado, ya sea el de ayer o el de un siglo atrás. Me tocó ser un hindú, un brahmin, empapado en una tradición más vieja y más rígida que cualquiera de las de ustedes. No me siento a examinar la tradición histórica que me ha atado a la herencia de los siglos, a las diversas tradiciones pequeñas que me sujetan como hindú, sino que al moverme, en el movimiento mismo, tomo conciencia de todas esas anclas, históricas, religiosas, nacionales, familiares, de los prejuicios personales. Y en ese movimiento del pensar realmente creativo, hay inteligencia. Ése es un verdadero pensar, no esta mera reacción de acá para allá de un trasfondo establecido desde el cual ustedes piensan. A eso lo llamamos “pensar” y, debido a eso, el “pensar” nos deja cada vez más vacíos, cada vez más superficiales.

Pregunta: ¿Cuál es, desde su punto de vista, el lugar normal del sexo en la vida del individuo?

  KRISHNAMURTI: Hay regulaciones y legislaciones sexuales para un hombre que es esclavo del sexo. Existe la energía creativa y, a causa de que hemos perdido la verdadera comprensión de esa energía creativa, estamos atrapados en los problemas sexuales; no se trata de que el sexo no sea también creativo o que sea algo para ser tenido a menos, para ser despreciado o para deleitarse en él -es lo mismo deleitarse en los problemas sexuales que despreciarlos-. Ustedes podrán decir: “Hemos perdido el verdadero poder creativo”. En tanto no realicen ese poder creativo, serán esclavos de sus pasiones y tendrá que haber leyes para controlar a las personas demasiado apasionadas, porque las personas demasiado apasionadas son promiscuas; carecen del sentido de la proporción y, por esto, para ellas tiene que haber una legislación. La cuestión es, entonces, cómo realizar ese poder creativo. Forma parte de nuestro ser; no está ahí para inquietarnos ni para que lo despreciemos ni para que nos deleitemos en él. Para realizar esa cosa creativa que es la vida misma, para realizar esa divinidad, ese devenir infinito, libere a su mente de todos los amoldamientos, de este proceso de pensar al cual se ha adaptado, de su acción que es tan limitada. Si de verdad libera de la imitación al corazón y a la mente, si su mente se libera de la certidumbre, en eso hay un éxtasis creativo que es la vida misma. Entonces no hay problema sexual ni moral ni intelectual. Entonces usted no distingue el sexo de los otros actos, entonces es usted  un ser humano completo, porque un ser humano semejante es auténticamente creativo y, en consecuencia, espontáneo. 

12 de agosto de 1933

OBRAS COMPLETAS - TOMO 1 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 DÉCIMA PLÁTICA EN OMMEN 

No uso la palabra acción en ningún sentido filosófico; la uso en su significado corriente. Para la mayoría de las personas, cuando uno habla de la acción, ésta implica un movimiento físico. Para mí es integridad en el pensar, sentir y actuar. Todo eso constituye una acción, no el mover meramente una cosa de aquí para allá o realizar un acto físico. Aun eso requiere pensamiento y sentimiento que subyacen tras ese acto. Así que cuando uso la palabra acción, ésta implica para mí la totalidad del pensar, sentir y actuar. Cuando esa acción es armoniosa, cuando de esa plenitud nace un pensamiento o hay una emoción y, de aquí, la acción, entonces ese acto surgido del pensar, sentir y actuar armoniosamente, es infinito, y considero que una acción semejante es completa; en ella no hay obstáculos, no hay discriminación ni resistencia alguna entre pensamiento, emoción y acción. Para mí, pensar es actuar, o sentir es actuar; ustedes no pueden separar el pensar, el sentir y el actuar como tres cosas diferentes, es todo uno. Yo no separo. La acción es, entonces, total. Es el resultado de una unidad completa de la mente, el corazón y la acción. Ahora bien, para comprender la acción que es infinita, que no es una finalidad ni un logro ni una meta ni un objetivo, para comprender una acción semejante, ustedes tienen que comprender qué es lo que entienden por acción, qué es lo que cada uno de ustedes entiende por acción. Trataré de explicar lo que pienso que uno entiende generalmente por acción. La acción implica conformidad con la mayoría, imitación o lucha para alcanzas un objetivo, un resultado. La acción significa, pues, por lo general, conservación propia. Puede que ustedes no la entiendan así en su sentido vulgar, pero la hemos refinado, espiritualizado tanto, que la conservación propia ha llegado a ser bastante espiritual. Lo que ustedes entienden por acción es amoldamiento, y voy a probar y a explicar que la acción de ustedes es amoldamiento, que no es espontánea, que no es natural, plena, completa. Está siempre amoldándose.

Ustedes ponen una acción delante de otra por orden de importancia. Tomemos al hombre que dice que, teniendo asegurado el pan en primer lugar, la vida será comprendida en su totalidad. Es decir, resolvamos las dificultades económicas y las otras cosas vendrán después. O el hombre que dice: “Primero comprendamos la vida espiritual y entonces se resolverán las dificultades de la subsistencia”. Hemos dividido nuestra acción como física -o sea, económica-, social y religiosa. Ésos son nuestros actos, y pensamos que los actos económicos no tienen nada que ver con los actos sociales y que éstos, a su vez, nada tienen que ver con nuestros actos religiosos, Ahora bien, si ustedes piensan acerca de su actuar económico, verán que se basa enteramente en la conservación propia; en los negocios, en la adquisición de propiedades, de poder. Ahí están actuando a base de una idea particular y, por lo tanto, esa acción está siempre amoldándose. Económicamente, la idea de ustedes es explotar y ser explotados, o sea, acumular para sí mismos en el futuro cierta cantidad de dinero de modo que puedan tener seguridad. Donde hay seguridad, tiene que haber autoridad y, por consiguiente, poder, herencia, etc. Así pues, han establecido cuál es el objetivo y actúan conforme a esa idea, a la que llaman ocupación, negocio, pero que es conservación propia. De este modo, nuestra acción no es natural -uso la palabra natural con el que para mí es el significado correcto de la palabra-, o sea, que esa acción no es completa, no es armoniosa.

Ustedes dicen: “Tengo que ganar dinero, de lo contrario, la sociedad me destruirá. Tengo que guardar para el futuro, de otro modo, ¿quién me cuidará en mi vejez? Tiene que existir la herencia, porque de lo contrario no puedo transmitir a mi hijo lo que he ganado”. Todo esto se basa en la idea de la conservación propia, de transmitir nuestro nombre, las cosas que hemos acumulado, etcétera. Así pues, nuestra acción, siendo siempre limitada, es independiente de lo que pensamos y sentimos, como el hombre que dice: “Primero el pan”. Así dicen ustedes: “Déjenme actuar de modo que tenga seguridad, poder, y entonces actuaré de manera diferente, en lo social, en lo espiritual”. Entonces, ¿qué es lo que han establecido? Han establecido que en lo que piensan es en la finalidad de una meta económica, y trabajan para eso todo el tiempo; por consiguiente, la acción de ustedes es todo el tiempo una imitación, un amoldamiento. En consecuencia, desde mi punto de vista, no están actuando. O sea, que en sus negocios no son seres humanos completos. Luego, socialmente, tratamos de encajar en un patrón y, por lo tanto, nuestra acción no es sino un ajuste; o tenemos ciertas ideas de diferencias de clase y actuamos conforme a esas diferencias. Es decir, que socialmente nos convertimos, mediante nuestras acciones, en perfectas máquinas, piezas que encajarán sin el más mínimo conflicto en el mecanismo social. Así, nuestra acción carece de armonía. Unos y otros podemos pensar de manera diferente, pero estamos tratando todo el tiempo de disimular estas diferencias y de encajar socialmente en el mecanismo. Así, otra vez nuestra acción carece de armonía y, para mí, una acción semejante no es una verdadera acción. Por otra parte, estamos todo el tiempo atemorizados en lo religioso, en lo espiritual y en lo ético. Nuestras acciones, o sea, nuestro pensar y nuestro sentir, se originan en el temor. Todas nuestras ceremonias religiosas, nuestras ofrendas a los dioses y nuestra autoridad espiritual, todo eso es inmolación propia, la cual pensamos que producirá un equilibrio correcto: “A causa de que he sido cruel, ahora voy a ser cruel conmigo mismo”. Esperamos que eso producirá un justo equilibrio en nuestro pensamiento. O, teniendo una idea de lo que es Dios, de lo que es la verdad, actuamos conforme a esa idea. Entonces, si observamos nuestra acción en los negocios, nuestra acción social y nuestras acciones religiosas, veremos que no tienen nada que ver con tal idea. Esas acciones indican, en un sentido muy sutil, que queremos preservarnos a nosotros mismos como entidad.

Intelectualmente, hemos dicho que la conservación propia es muy egoísta, de manera que, aunque seguimos corriendo tras del dinero, explotando y siendo explotados, estamos todo el tiempo disimulando eso, y espiritualmente escapamos hacia la verdad. Por lo tanto, nuestras acciones no son armoniosas, y ustedes comprenderán esa acción que es completa y, en consecuencia, infinita, sólo cuando desarrollen sus negocios, sus actividades sociales y sus ideas religiosas, como algo único y total. Entonces serán seres humanos completos. Eso significa que uno tiene que pensar y sentir de una manera por completo diferente de como está habituado a hacerlo. Dirán inmediatamente: “¿Qué pasará si no atesoro dinero?” Ya lo verán. Ustedes atienden a la seguridad y, por lo tanto, sus acciones están siempre limitadas por el temor; no obstante, tratan de no sentirse atemorizados. Así, sus acciones son contradictorias. No son completas en el presente, porque están mirando hacia el futuro cuando atesoran y se preguntan qué va a sucederles cuando tengan sesenta años. Además, cuando desean encajar en la sociedad, en la maquinaria social, debido a que ese sentimiento es tan fuerte, tienen miedo de oponerse a él, de ser ustedes mismos. Religiosamente, es la misma cosa. Nuestras acciones no nacen de una integridad del pensar y el sentir, porque jamás afrontamos estas cosas juntas y al mismo tiempo. Tratamos de resolver las dificultades económicas por medio de condiciones económicas, modificando el sistema económico. Decimos que modificamos cuidadosamente eso y que, de esa manera, seremos perfectos; lo mismo decimos socialmente y espiritualmente. No reunimos todo eso y actuamos de manera completa, como seres humanos. De este modo, nuestras acciones están fragmentadas, divididas y, en consecuencia, están amoldándose todo el tiempo y somos inconscientes de ello. Por lo tanto, para comprender esa totalidad, esa plenitud de vida, no traten de hacer perfecto el sistema económico independientemente de su vida social y religiosa; y no hagan perfecta su vida espiritual aparte de su vida social y económica. Esto es realmente muy sencillo. Pueden verlo por sí mismos cuando están actuando. Tienen un patrón espiritual, un patrón social, un patrón en los negocios, y actúan conforme a estos patrones y a eso lo llaman acción. Una acción así es, a mi entender, puramente imitativa. No es acción en absoluto, es mera copia. En ella no existe un pensar, un verdadero pensar individual, un cuestionar.

Dije ayer que ustedes tratan de abordar la totalidad por medio de la parte. Dicen: “Haré perfecta la condición económica, o la condición social, o la condición espiritual, y así alcanzará lo total”. No pueden. Lo total deben abordarlo completamente y sus acciones tienen que ser completas. Eso significa que pensar es actuar -no pueden separarlos-, sentir es actuar. No es posible dividirlos y decir: “Sentiré una cosa y haré otra”, o “pensaré una cosa y sentiré otra”. En una acción así hay siempre una finalidad y, en consecuencia, hay miedo a la muerte, a las oportunidades no realizadas; por lo tanto, hay un permanente mirar hacia el futuro. Pero cuando uno actúa completamente, esa acción es infinita, y ustedes no comprenderán qué es esa acción hasta que sus vidas en los negocios, en lo social y en lo religioso estén completamente armonizadas. Tal vez no teman a lo que pueda haber en el más allá, o a la autoridad espiritual (puede que hayan abandonado todas sus religiones y sus ceremonias), pero tienen miedo de lo que pueda pasar cuando envejezcan; por lo tanto, dicen: “Tengo que guardar para el futuro”. O temen inconscientemente a lo que otro pueda decir. Vean, cuando abordan el temor como algo total, éste desaparece. No lo dividan en temor espiritual, social y económico. Es temor. Así, cuando aborden el temor y traten de comprenderlo, sus acciones no serán separativas. 

Pregunta: En el acto mismo de pensar y tratar de resolver lo que usted ha dicho, hacemos un esfuerzo para librarnos de los impedimentos. ¿No estamos creando, entonces, otra barrera al pensar sólo sobre eso? Si no, ¿en qué sentido usamos la palabra “esfuerzo”? 

KRISHNAMURTI: Cuando hablamos acerca del pensar, ¿qué es lo que queremos decir? Nuestro pensar no es sino una reacción, como recién he tratado de demostrar. Usted piensa desde un trasfondo que ha establecido, y así está meramente reaccionando. Yo no llamo pensar a eso. El interlocutor quiere saber si, al pensar en lo que he dicho y tratar de resolverlo, no está haciendo un esfuerzo para librarse de los impedimentos. Vea, uso la palabra esfuerzo para implicar un intento de llegar a algo, de ejercitarse y fatigarse para alcanzar un objetivo, procurando conquistar, obtener, cambiar, moldear, imitar; eso es lo que entiendo por esfuerzo: el aspirar a algo luchando por ello, tratando de conseguirlo, Ahora bien, toda nuestra mente se compone de eso, toda nuestra actitud hacia la vida es ésa. ¿No es así? Anhelamos la verdad, anhelamos librarnos de los obstáculos, anhelamos la conservación propia, debemos tener dinero atesorado para el futuro, estamos atemorizados y, por lo tanto, tenemos que librarnos del temor. Así, nuestro pensar es en términos de logro, de realización. Nos devanamos los sesos para llegar a una conclusión, a un objetivo, como en un problema de palabras cruzadas. Queremos alcanzar un objetivo y, por eso, hacemos un esfuerzo.

¿Acaso no buscamos sigilosamente el poder, llamando a eso conservación propia, o llamándolo un ideal, o la verdad? Queremos estar bien afirmados; deseamos saber que existiremos; así que nos ocupamos de nosotros mismos, atesoramos nuestro dinero para que cuando lleguemos a la vejez podamos estar a salvo, seguros. Toda nuestra acción se basa, pues, en eso y, naturalmente, tenemos miedo de que la seguridad sea destruida. Por lo tanto, hacemos un constante esfuerzo para mantener esa seguridad, económica, social y espiritualmente. No hablo del esfuerzo que tenemos que hacer para librarnos de un dolor físico, o, si estamos sordos, para tratar de encontrar una manera de curarnos. No hablo de algo así. Si usted comprende esta cosa fundamental, comprenderá dónde el esfuerzo ha de ser utilizado para cosas corrientes.

Donde hay un deseo de logro, tiene que haber esfuerzo. Donde hay comprensión no hay esfuerzo. La comprensión nace de un acto completo. Cuanto usted quiere comprender una cosa o cuando hay un problema que tiene que resolver, sobre el cual tiene que decidir, no trata de superarlo, de evadirlo. Cuando es realmente vital, lo aborda con todo su ser, ¿no es así? Cuando algo es urgente, uno tiene que decidirlo con todo su ser. En eso no hace un esfuerzo, porque no trata de llegar al fin de ese problema; trata de descubrir. Tome una flor. Crece naturalmente. No diga: “¿Acaso el propio crecimiento no es un esfuerzo?” No aplico esa palabra esfuerzo al crecimiento natural. Debido a que uno no es normal, a que no es natural, piensa que, haciendo un esfuerzo tremendo, alcanzará la normalidad; pensamos que llegaremos a la normalidad pasando por este esfuerzo, por el análisis, por la continua vigilancia. Yo digo que no es así. Digo que, si usted está atento a lo que crea la anormalidad -podrá averiguarlo cuando la anormalidad llegue a ser una crisis en su vida-, y no está tratando de escapar de ella o de resolverla, entonces descubrirá, sin esfuerzo alguno, cómo ser natural. Cuando tiene que decidir algo esencial, uno siembra la semilla tanto en su mente como en su corazón, dejando que crezca de manera apropiada, y entonces se despliega naturalmente. Uno hace eso todo el tiempo cuando se interesa en algo de manera vital; deja que sus emociones y sus pensamientos maduren juntos al calor de la acción, en el movimiento de la acción.

Donde hay un deseo de logro, tiene que haber esfuerzo. Donde hay comprensión no hay esfuerzo. La comprensión nace de un acto completo. Cuanto usted quiere comprender una cosa o cuando hay un problema que tiene que resolver, sobre el cual tiene que decidir, no trata de superarlo, de evadirlo. Cuando es realmente vital, lo aborda con todo su ser, ¿no es así? Cuando algo es urgente, uno tiene que decidirlo con todo su ser. En eso no hace un esfuerzo, porque no trata de llegar al fin de ese problema; trata de descubrir. Tome una flor. Crece naturalmente. No diga: “¿Acaso el propio crecimiento no es un esfuerzo?” No aplico esa palabra esfuerzo al crecimiento natural. Debido a que uno no es normal, a que no es natural, piensa que, haciendo un esfuerzo tremendo, alcanzará la normalidad; pensamos que llegaremos a la normalidad pasando por este esfuerzo, por el análisis, por la continua vigilancia. Yo digo que no es así. Digo que, si usted está atento a lo que crea la anormalidad -podrá averiguarlo cuando la anormalidad llegue a ser una crisis en su vida-, y no está tratando de escapar de ella o de resolverla, entonces descubrirá, sin esfuerzo alguno, cómo ser natural. Cuando tiene que decidir algo esencial, uno siembra la semilla tanto en su mente como en su corazón, dejando que crezca de manera apropiada, y entonces se despliega naturalmente. Uno hace eso todo el tiempo cuando se interesa en algo de manera vital; deja que sus emociones y sus pensamientos maduren juntos al calor de la acción, en el movimiento de la acción.

No digo nada que sea muy complicado. Cuando la acción de ustedes es imitativa, no es acción en absoluto. Lo que piensan no es sino una reacción. En eso no hay espontaneidad, porque ese pensar se origina en valores falsos que jamás han cuestionado. Jamás han cuestionado su trasfondo, jamás han roto con él ni han dudado de él. Lo que quieren es amoldarse, y aquello de que hablo no tiene nada que ver con el amoldamiento, con la acción imitativa. Ustedes buscan un método. El método implica un objetivo, el objetivo de realizarse espiritualmente. Así que con todo esto obstruyendo la mente, tratan de comprender lo que digo. Naturalmente, ambas cosas no pueden encajar. No trate de comprenderme a mí, sino trate de comprenderse a sí mismo, no aquello de que hablo. Ahora está haciendo un esfuerzo para comprender aquello de que hablo. No lo haga. Tome conciencia de su propio pensar y sentir -eso es todo-, no de aquello que digo. Entonces, cuando esté consciente de su acción, descubrirá que lo que digo es verdadero. Entonces no necesitará hacer un esfuerzo. Ahora, a una mente pesada, embotada, agotada, triste, sin valor, trata de imponerle y agregarle encima todo lo que yo digo, e intenta ver a través de esa acumulación de desperdicios. Por favor, no hablo desde un sentimiento de dureza, sino porque la vida es demasiado corta. No podemos seguir así año tras año. O desea usted vivir armoniosamente o no lo desea. Si no lo desea, no venga aquí a echar a perder su diversión y la de otros. ¿No ve que tiene que pensar de una manera nueva, diferente, no de la vieja manera habitual, la cual no es sino reacción, no un verdadero pensar?

Puesto que ha acumulado tantos valores falsos y actúa desde ellos, cuestione esos valores, no les agregue más. Cuestione lo que ha acumulado. Y eso sólo puede cuestionarlo en el movimiento de la acción, no intelectualmente. Por cierto, es algo muy sencillo, no requiere un esfuerzo. Usted se esfuerza cuando no está interesado, cuando trata de ser lo que se llama una persona espiritual. Pero si está interesado, o sea, cuando sufre realmente o cuando hay un problema tremendo que tiene que decidir, entonces, en ese movimiento, descubrirá cuáles son las trabas que lo sujetan. ¿Acaso no ven ustedes que sus propias vidas son tan desdichadas? ¿De qué les sirve ocuparse de mi éxtasis? ¡Sus propias vidas son tan pobres, tan superficiales! Por eso les digo que tomen conciencia de su superficialidad, que la comprendan, que comiencen de nuevo. Entonces descubrirán. Al saber que son superficiales, descubrirán riquezas. Al saber que son incapaces de pensar libremente, de sentir naturalmente, sabiendo eso, sintiéndolo de verdad, actuarán de manera diferente. Ahora tratan de ser ambas cosas, lo cual es una componenda.

Cuando hay amoldamiento, autoridad, esfuerzo, no puede haber un vivir rico. Ahora no tomen eso agregándolo a su cesto para papeles, sino cuestionen las cosas que ya han acumulado, que les llenan de tal modo la mente y el corazón. Y para cuestionarlas, no escudriñen en ellas, no analicen el pasado, sino comiencen a actuar armoniosamente con la totalidad del ser; entonces todos los impedimentos que han acumulado entrarán en actividad, y en esa actividad habrán de disolverse; no lo harán de ningún otro modo. Uno no puede aprender de una cosa muerta, sólo puede aprender de una cosa viva. Todo lo que han acumulado son cosas muertas. Vean, podría llorar por esto. Puedo hablar al respecto, y ustedes sacuden la cabeza pero no ven la necesidad de pensar de un modo totalmente nuevo. Sin embargo, el dolor los espera a la vuelta de cada esquina; con cada experiencia, aunque obtengan alegría de ella, hay dolor, porque no saben cómo afrontarla. Y seguimos así hasta que morimos. Entonces anhelamos una nueva vida para empezarlo todo otra vez, y a eso lo llamamos esperanza. 

Pregunta: ¿Puede aclarar más la diferencia entre la solución de un problema -la cual, según usted, no nos conducirá hacia la verdad- y la comprensión de una experiencia en el movimiento de la acción, la cual dice usted que nos conducirá a la verdad?

KRISHNAMURTI: En primer lugar, ninguna acción lo conducirá a la verdad. La verdad es la acción misma. Vea, a causa de que ustedes buscan obtener algo de la acción, la acción carece de significado. Dicen: “Yo soy virtuoso, llegaré al cielo”; por lo tanto, lo importante es el cielo. O desean un título y, por eso, se comportan correctamente de acuerdo con los mandatos de la sociedad. Ninguna acción va a conducirlo jamás a la verdad. Si tiene ese objetivo en vista, no es verdadera ni es una acción. Por cierto, esto está claro. Si usted me ama porque piensa que voy a darle la verdad, ¿de qué vale su amor? Y me temo que eso es lo que ocurre. Usted desea algo y, en consecuencia, actúa. Su deseo no es real ni su acción tiene verdadero valor. Ninguna acción, de ninguna clase -amor, servicio, obra, acumulación de virtudes- le traerá ese éxtasis de eternidad. 

Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre la solución de un problema y la comprensión de una experiencia en el movimiento de la acción? 

KRISHNAMURTI: ¿Qué hace usted cuando trata de resolver un problema? Está buscando un resultado, trata de superar ese problema, de vencer esa dificultad. Cuando dice: “Tengo un problema, por favor, dígame la manera de salir de él”, usted no se interesa en la causa del problema, quiere saber cuál es la salida. Lo mismo ocurre con el problema económico. Decimos: “¿Cuál es la salida de todo esto?”, no “¿qué es lo que causa el problema?” Por lo tanto, cuando trato de resolver ese problema, cada vez que uso la palabra resolver ésta significa que trato de escapar, de reemplazarlo por alguna otra cosa, por alguna otra acción, otro pensamiento o sentimiento, de modo que inmediatamente creo otro problema. Tomemos el problema del sexo, o el problema de las ceremonias. (Ahora todos se enderezarán en sus asientos, hay una tensión. ¡Qué mundo tan extraño!) ¿Por qué son un problema para ustedes y por qué tratan de superarlo, diciendo: “El sexo es un problema tremendo”, o “La ceremonia es un problema. ¿Qué debo hacer? Dígame el modo. ¿Puedo realizar prácticas ocultas como para transmutar mis sentimientos en alguna otra cosa?”

El problema existe porque ustedes carecen de potencial interno, no son ricos en sí mismos y, por eso, lo menos se convierte en lo más. Así, al tratar de resolver su problema de sexo o cualquier otro problema, no se enriquecen internamente, no hay tal riqueza. Mientras que, cuando hay plenitud en la acción, en ustedes mismos, todos estos problemas desaparecen. Al procurar resolver un problema del modo como lo hacen, no llegan a la riqueza de la vida, porque sólo tratan con la parte e intentan resolver la parte, no procuran comprender lo total. Si una experiencia es comprendida, conocerá usted la riqueza, esa rica plenitud de la vida. Cuando tiene una experiencia, si la afronta no como lo hace ahora, en parte mentalmente y en parte emocionalmente, sino de manera completa con la mente y el corazón, entonces surgen a la existencia todos los obstáculos del pasado. En un solo movimiento de la vida, cualquiera sea ese movimiento, conoce usted toda la causa de su vacuidad. Eso significa que tiene que estar despierto, no ser perezoso, no hallarse agotado. No tener la mente y el corazón debilitados por el temor. Si están mutilados por el temor, por la imitación, la irreflexión, los valores falsos, usted sólo puede encontrar en el movimiento de la experiencia lo que hay en el presente. ¿Alcanza a verlo? Bien, ¡de eso se trata!

Hay una diferencia, una diferencia inmensa entre ambas cosas. Usted no puede juntarlas. Una de ellas revela al creador de las ilusiones. Una experiencia revela al creador de las ilusiones, y al volverse uno consciente de la ilusión, ésta se disuelve; o sea, cuando en su propia comprensión, el creador de las ilusiones se torna consciente de sí mismo, la ilusión se disuelve. Del modo como ustedes tratan de resolver problema tras problema, económico, social, religioso, sexual y demás, uno por uno, es decir, procurando resolver una parte y esperando comprender lo total, jamás lo lograrán, porque no harán sino crear más ilusiones, porque no se enfrentan al creador de las ilusiones, el cual es el propio deseo de ustedes. El eterno anhelo es la causa. Descubrirán la causa, que es el anhelo, cuando afronten una experiencia apropiadamente, o sea, totalmente, sin división alguna. En ese movimiento indiviso de la acción se les revelarán todos los valores falsos que han acumulado durante generaciones y, en el momento de plena percepción alerta, descubrirán que, como bajo un soplo de aire fresco que destruye el aire viciado en un instante, todos los valores falsos han desaparecido. No pueden experimentarlo porque la experimentación implica acción y ustedes temen a la acción. Temen salirse de las viejas rutinas, en los negocios, en lo espiritual, en lo social. Quieren seguir del mismo modo y repiten lo que dicen otras personas. Así, naturalmente, se confunden más y más. Pero si cuestionan la rutina por la que se mueven y descubren ese valor pleno, si lo afrontan todo de manera completa, entonces lo que digo no les resultará confuso, será tan simple que se asombrarán de no haberlo visto antes por sí mismos. Por lo tanto, amigos, la verdad no es una cosa que pueda ser encontrada, obtenida o realizada. Puedo haber utilizado esas palabras en el pasado -y las he utilizado-, pero no implicaban que la verdad fuera un objetivo que debía lograrse, tal como ustedes las interpretaron. No estaba en mi mente o en mi corazón darles el significado de que es una meta a ser alcanzada. Además, mi deseo es que ustedes desechen todo el pasado y empiecen de nuevo. Esa plenitud de la vida tampoco puede ser descubierta por medio de una acción, sino que ese perfume, esa riqueza, ese éxtasis, sólo puede ser descubierto en la plenitud de la acción; no por medio de la acción, sino en la acción misma, cualquiera que sea esa acción -sus ganancias monetarias, sus ceremonias, sus problemas sexuales-. Es en la acción misma donde radica toda la gloria de la vida. No a través de la acción. La gloria se encuentra intrínsecamente en la acción misma, cuando ustedes la encaran, con plena percepción alerta, en el movimiento de la experiencia.

 11 de agosto de 1933