Oslo, Noruega, 1933
PLÁTICA EN EL SALÓN DE LA UNIVERSIDAD, OSLO
Amigos: Me han entregado algunas preguntas que contestaré después de mi plática. Dondequiera que uno vaya por el mundo, encuentra sufrimiento. No parece haber límite para el sufrimiento, ni un término para los innumerables problemas que preocupan al hombre, ni una salida para este conflicto continuo del hombre consigo mismo y con sus vecinos. El sufrimiento parece ser siempre nuestro destino común, y el hombre trata de superar ese sufrimiento mediante la búsqueda de bienestar; piensa que buscando consuelo, bienestar, se librará de esta continua batalla, de sus problemas de conflicto y sufrimiento. Se empeña en descubrir qué le dará la satisfacción mayor, qué le dará el mayor consuelo en esta continua batalla del sufrimiento, y va de un consuelo a otro, de una sensación a otra, de una satisfacción a otra. De este modo, mediante el proceso del tiempo, establece gradualmente innumerables seguridades, refugios hacia los cuales escapa cuando experimenta un sufrimiento intenso. Ahora bien, hay muchas clases de seguridades, muchas clases de refugios. Están los que dan una transitoria satisfacción emocional, como las drogas o la bebida; están las diversiones y todo lo que pertenece al placer pasajero. Además, están las innumerables creencias en las que el hombre busca refugiarse de su sufrimiento; se aferra a las creencias o a los ideales, con la esperanza de que moldearán su vida y que así escapará gradualmente del dolor. O busca refugio en sistemas de pensamiento a los que llama filosofías, pero que son meramente teorías transmitidas a través de los siglos, o teorías que pueden haber sido verdaderas para aquéllos que las han desarrollado, pero que no son necesariamente verdaderas para otros. O bien el hombre se vuelve hacia la religión, hacia un sistema de pensamiento que procura moldearlo conforme a un patrón particular, conducirlo hacia un objetivo final; porque la religión, en lugar de dar comprensión al hombre, le proporciona meramente consuelo. No hay tal cosa como, el consuelo en la vida, no hay tal cosa como la seguridad. Pero en su búsqueda de consuelo, el hombre ha elaborado en el curso de los siglos las seguridades de la religión, los ideales, las creencias y la idea de Dios. Para mí, Dios existe, es una realidad viviente, eterna. Pero esta realidad no puede ser descrita; cada uno debe realizarla por sí mismo. Todo aquél que trata de imaginar qué es Dios, qué es la verdad, no hace sino buscar un escape, un refugio para la rutina diaria del conflicto. Cuando el hombre ha establecido una seguridad -la seguridad de la opinión pública, o la de la felicidad que obtiene de las posesiones o de la práctica de la virtud, la cual no es sino un escape-, afronta cada suceso de la existencia, cada una de las innumerables experiencias de la vida, con el trasfondo de esa seguridad; o sea, que jamás afronta la vida como es realmente. Llega a ella con un prejuicio, con un trasfondo ya desarrollado a causa del temor; con esta mente por completo envuelta en las ideas, cargada con ellas, aborda la vida. Para expresarle de una manera diferente: En general, el hombre ve la vida sólo a través de la tradición del tiempo, a la cual lleva en su mente y en su corazón; mientras que para mí la vida es permanentemente fresca, se renueva, se mueve, jamás es estática. La mente y el corazón humanos están agobiados por el no cuestionado deseo de bienestar, el cual debe necesariamente engendrar a la autoridad. El hombre aborda la vida mediante la autoridad y, por esto, es incapaz de comprender el pleno significado de la experiencia; sólo esa comprensión puede liberarlo del sufrimiento. Se consuela con los falsos valores de la vida y se convierte meramente en una máquina, una pieza en la estructura social o en el sistema religioso. Uno no puede descubrir cuál es el valor auténtico en tanto su mente esté buscando consolación; y puesto que nuestras mentes, en su mayoría, buscan consolación, bienestar, seguridad, no pueden descubrir qué es la verdad. Así, muy pocas personas son individuos; son meramente piezas en un sistema. Para mí, un individuo es una persona que, mediante el cuestionamiento, descubre los valores genuinos; y uno puede cuestionar de verdad sólo cuando está sufriendo. ¿Saben?, cuando nuestra mente sufre, se vuelve aguda, activa; entonces no teorizamos, y sólo en ese estado de la mente podemos preguntarnos cuál es el verdadero valor de los patrones y las normas que la sociedad, la religión y la política han establecido respecto de nosotros. Sólo en ese estado podemos cuestionarlos, y cuando cuestionamos, cuando descubrimos los valores genuinos, entonces somos verdaderos individuos, no antes de eso. Es decir, no somos individuos en tanto permanecemos inconscientes de los valores a los que nos hemos acostumbrado a causa de las seguridades, de las religiones, de la persecución de creencias e ideales. Somos meramente máquinas, esclavos de la opinión pública, esclavos de los innumerables ideales que las religiones han fijado respecto a nosotros, esclavos de los sistemas económicos y políticos que aceptamos. Y ya que todos somos piezas en esta maquinaria, jamás podemos descubrir los valores genuinos, perdurables; sólo en ellos hay felicidad eterna, eterna realización de la verdad. Lo primero a comprender, pues, es que tenemos estas barreras, estos valores que hemos recibido. Para descubrir su significado viviente, tenemos que cuestionar, y podemos cuestionar sólo cuando nuestras mentes y nuestros corazones están ardiendo con un sufrimiento intenso. Y, de hecho, todos sufrimos; el sufrimiento no es el don de unos pocos. Pero cuando sufrimos buscamos alivio inmediato, consuelo; por lo tanto, no hay más cuestionamiento, no hay más duda, sino mera aceptación. En consecuencia, donde hay deseo no puede haber comprensión de los valores genuinos, que son lo único que puede liberar al hombre y darle la oportunidad de existir como un ser humano completo. Y, como decía, cuando afrontamos la vida parcialmente, con todo este trasfondo tradicional de valores no cuestionados y muertos, es natural que haya conflicto en la vida, y este conflicto crea en cada uno de nosotros la idea de la conciencia del ego. O sea, cuando nuestras mentes prejuzgan a base de una idea o de una creencia o de valores no cuestionados, hay limitación, y esa limitación crea la conciencia de uno mismo, la cual, a su vez, da origen al sufrimiento. Lo expondré de otra manera: En tanto la mente y el corazón estén presos en los falsos valores que las religiones y las filosofías han establecido respecto a nosotros, en tanto la mente no haya descubierto por sí misma la verdad, los valores vivientes y genuinos, habrá limitación de la conciencia, de la comprensión, y esta limitación origina la idea del “yo”. Y de esta idea del “yo”, del hecho de que la conciencia conoce la limitación del tiempo como un comienzo y un final, de esto brota el dolor. Una conciencia semejante, una mente y un corazón semejantes, están presos en el miedo a la muerte y, de aquí, la indagación en el más allá. La vida puede ser comprendida sólo cuando comprendemos esa verdad, cuando descubrimos por nosotros mismos, sin ninguna autoridad, sin imitación, el verdadero significado del sufrimiento, el valor viviente de cada acción; entonces la mente se libera de la conciencia egocéntrico. Puesto que casi todos nosotros buscamos inconscientemente un refugio, un lugar seguro en el cual no seremos lastimados, puesto que casi todos buscamos en los falsos valores un modo de escapar del continuo conflicto, yo les digo: Tomen conciencia de que, actualmente, todo el proceso del pensamiento es una constante búsqueda de refugio, de autoridad, de patrones a los cuales poder amoldarse, de sistemas a seguir, de métodos a imitar. Cuando nos damos cuenta de que no hay tal cosa como el consuelo, ni tal cosa como la seguridad, ya sea en la posesión de objetos materiales o de ideas, entonces afrontamos la vida tal como es, no con el trasfondo de un intenso anhelo de bienestar. Entonces nos damos cuenta de las cosas, pero sin la constante lucha por darnos cuenta, una lucha que prosigue en tanto nuestra mente y nuestro corazón están buscando continuamente escapar de la vida por medio de ideales, del amoldamiento, de la imitación, de la autoridad. Cuando nos damos cuenta de eso, renunciamos a seguir buscando escapes; entonces somos capaces de enfrentarnos a la vida completamente, desnudamente, totalmente, y en eso hay comprensión; sólo gracias a esa comprensión podemos conocer el éxtasis de la vida. Para expresarle de otro modo: Puesto que durante siglos nuestras mentes y nuestros corazones han sido mutilados por valores falsos, somos incapaces de afrontar la experiencia de una manera total. Si uno es un cristiano, la afronta de cierta manera dictada por sus prejuicios del cristianismo y su educación religiosa. Si es un conservador o un comunista, cada cual la afronta a su propio modo particular. Si se aferra a una creencia determinada, encara la existencia de ese modo determinado y espera comprender la plena significación de la vida por medio de una mente llena de prejuicios. Sólo cuando uno se da cuenta de que la vida -ese movimiento libre, eterno- no puede ser encarada parcialmente y con prejuicios, sólo entonces está uno libre sin esfuerzo alguno. Entonces está desembarazado de todas las cosas que posee, por tradición heredada o por conocimiento adquirido. Digo conocimiento, no sabiduría, porque la sabiduría no entra aquí. La sabiduría es natural, espontánea, adviene sólo cuando encaramos la vida abiertamente y sin barrera alguna. Para ello, el hombre debe liberarse de todo el conocimiento; no tiene que buscar una explicación del sufrimiento, porque citando busca tal explicación, está atrapado por el temor. Por lo tanto, repito: Hay un modo de vivir sin esfuerzo, sin la constante tensión del logro y de la lucha por el éxito, sin el constante temor del ganar y perder; digo que hay un modo de vivir armonioso que adviene cuando encaramos cada experiencia, cada acción de manera completa, cuando nuestra mente no está dividida contra sí misma, cuando nuestro corazón no está en conflicto con nuestra mente, o sea, cuando hacemos las cosas de manera total, con unidad completa de mente y corazón. Entonces, en esa riqueza, en esa plenitud, está el deleite de la vida; eso es para mí lo perdurable, eso es para mí lo eterno.
Pregunta: Usted dice que sus enseñanzas son para todos, no para unos cuantos elegidos. Si es así, ¿por qué encontramos difícil comprenderlo?
KRISHNAMURTI: No es cuestión de comprenderme. ¿Por qué debería usted comprenderme? La verdad no es mía, para que usted deba comprenderme. Ustedes encuentran mis palabras difíciles de comprender porque sus mentes están sofocadas por las ideas. Lo que yo digo es muy simple. No es para unos pocos elegidos, es para todos los que traten de entender. Yo digo que si se liberaran de las ideas, de las creencias, de todas las seguridades que los hombres han construido en el curso de los siglos, entonces comprenderían. Sólo pueden liberarse cuestionando, y pueden cuestionar sólo cuando se hallan en estado de rebelión, no cuando están estancados en ideas satisfactorias. Cuando sus mentes están sofocadas por creencias, cuando están cargadas con el conocimiento adquirido de los libros, es imposible que comprendan la vida. Así que no es una cuestión de comprenderme. Por favor, digo sin presunción alguna que he encontrado un modo; no un método que ustedes pueden practicar, no un sistema que se convierte en una jaula, en una prisión. He realizado a Dios, la verdad o el nombre que quieran darle. Digo que existe esa eterna realidad viviente, pero no puede ser realizada mientras la mente y el corazón se hallan cargados, mutilados con la idea del “yo”. En tanto exista esa conciencia de sí mismo, esa limitación, no puede haber realización de lo total, de la totalidad de la vida. El “yo” existe mientras hay valores falsos, valores falsos que hemos heredado o que diligentemente hemos creado en nuestra búsqueda de seguridad, o que hemos establecido como la autoridad en nuestra búsqueda de consuelo. Los valores genuinos, los valores vivientes, pueden ustedes descubrirlos tan sólo cuando sufren, cuando están grandemente descontentos. Los encontrarán si están dispuestos a librarse de correr tras la ganancia. Pero muy pocos de nosotros queremos librarnos de eso; deseamos conservar lo que hemos ganado, ya sea en virtud o en conocimientos o en posesiones; deseamos conservar todas estas cosas. Así cargados tratamos de afrontar la vida, y de aquí la absoluta imposibilidad de comprenderla íntegramente. Por lo tanto, la dificultad radica no en comprenderme, sino en comprender la vida misma; y esa dificultad existirá en tanto nuestras mentes estén cargadas con esta conciencia que llamamos el “yo”. No puedo entregarle los valores genuinos. Si le hablara de ellos, usted haría de eso un sistema y lo imitaría, estableciendo así nada más que otra serie de valores falsos. Pero podrá descubrir los valores genuinos por sí mismo cuando llegue a ser verdaderamente un individuo, cuando deje de ser una máquina. Y uno puede librarse de esta máquina aniquiladora, de esta máquina de los valores falsos, sólo cuando se halla en un intenso estado de rebelión.
Pregunta: Algunos han afirmado que usted es el Cristo que ha venido otra vez. Nos gustaría saber de una manera absolutamente definida qué tiene que decir al respecto. ¿Acepta o rechaza la afirmación?
KRISHNAMURTI: Ni lo uno ni lo otro. Eso no me interesa. ¿Qué valor tiene, amigos, que me pregunten eso? Dondequiera que voy me formulan esa pregunta. La gente quiere saber si lo soy o no lo soy. Si digo que lo soy, o bien tomarán mis palabras como una autoridad, o se reirán de ellas; si digo que no lo soy, quedarán satisfechos. No lo afirmo ni lo niego. Para mí, esa afirmación tiene muy poca importancia porque siento que lo que tengo que decir es, de sí, intrínsecamente verdadero. No depende de títulos o grados, de revelación o autoridad alguna. Lo que importa es la comprensión de ustedes al respecto, la inteligencia, el deseo que tengan de descubrir, el amor que sientan por la vida, no la afirmación de que soy o de que no soy el Cristo.
Pregunta: Su realización de la verdad, ¿es permanente y está presente todo el tiempo, o hay períodos oscuros en los que usted se enfrenta con la esclavitud del miedo y del deseo?
KRISHNAMURTI: La esclavitud del miedo existe mientras se mantiene la limitación de conciencia que ustedes llaman el “yo”. Al volverse uno rico en sí mismo, ya no experimentará deseo. Es en esta continua batalla del deseo, en esta búsqueda de sacar provecho de las circunstancias, que existen el miedo y la oscuridad. Creo que estoy libre de eso. ¿Cómo puede usted saberlo? No puede. Yo podría estar engañándole. Así que no se preocupe al respecto. Pero tengo esto que decir: Uno puede vivir fácilmente de una manera que no puede ser alcanzada mediante el esfuerzo; uno puede vivir sin esta lucha incesante en pos del logro espiritual; puede vivir armoniosamente, íntegramente, en la acción -no en teoría, sino en la vida cotidiana, en el contacto diario con los seres humanos-. Digo que hay un modo de liberar a la mente de todo sufrimiento, un modo de vivir íntegramente, totalmente, eternamente. Pero para eso debemos estar por completo abiertos a la vida; no debemos permitir la subsistencia de refugios o reservas donde la mente pueda residir, hacia los cuales el corazón pueda retirarse en tiempos de conflicto.
Pregunta: Usted dice que la verdad es simple. A nosotros, lo que usted afirma nos parece muy abstracto. ¿Cuál es, según usted, la relación práctica entre la verdad y la vida real?
KRISHNAMURTI: ¿Qué es lo que llamamos la vida real? Ganar dinero, explotar a otros y ser explotados, casarnos, tener hijos, buscar amigos, experimentar celos, reñir, temer a la muerte, indagar en el más allá, guardar dinero para la vejez... a todas estas cosas las llamamos la vida cotidiana. Ahora bien, para mí, la verdad o el devenir eterno de la vida no pueden ser encontrados aparte de todo esto. En lo transitorio está lo eterno, no aparte de lo transitorio. Por favor, ¿por qué explotamos, ya sea en las cosas físicas o en las espirituales? ¿Por qué somos explotados por las religiones que nosotros mismos hemos establecido? ¿Por qué somos explotados por los sacerdotes de los que esperamos obtener consuelo? Ello ocurre porque hemos considerado a la vida como una serie de logros, no como una acción completa. Cuando miramos a la vida como un medio de adquirir cosas o ideas, cuando la vemos como una escuela en la que debemos aprender, crecer, entonces dependemos de esa conciencia egocéntrico, de esa limitación, creamos al explotador y nos convertimos en los explotados. Pero si llegamos a ser individuos totales, completamente suficientes en nosotros mismos, únicos en nuestra comprensión, entonces no diferenciamos entre el vivir real y la verdad o Dios.
Vea, a causa de que encontramos difícil la vida, de que no comprendemos todas las intrincaciones de la acción cotidiana, de que deseamos escapar de esa confusión, recurrimos a la idea de un principio objetivo; de ese modo, diferenciamos, discriminamos a la verdad como algo no práctico, como algo que no tiene nada que ver con la vida de todos los días. Así, la verdad, o Dios, se convierte es un escape al cual acudimos en días de conflicto y dificultad. Pero si, en nuestra vida cotidiana, descubriéramos por qué actuamos, si nos enfrentáramos de una manera completa a los incidentes, a las experiencias, a los sufrimientos de la vida, entonces no estableceríamos diferencia alguna entre la vida práctica y la verdad no práctica. Debido a que no afrontamos las experiencias, tanto mental como emocionalmente, con la totalidad de nuestro ser, debido a que no somos capaces de hacer eso, separamos la vida diaria y la acción práctica, de la idea que tenemos de la verdad.
Pregunta: ¿No piensa usted que el apoyo que dan las religiones y los maestros religiosos, es de gran ayuda para el hombre en su esfuerzo por liberarse de todo eso que lo ata?
KRISHNAMURTI: Ningún maestro puede darnos los valores genuinos. Usted puede leer todos los libros del mundo, pero no puede recoger sabiduría de ellos. Puede seguir todos los sistemas religiosos del mundo y, no obstante, seguir siendo un esclavo de ellos. Únicamente cuando permanece solo puede usted encontrar la sabiduría y ser totalmente libre, ser un hombre liberado. Por soledad no entiendo el vivir apartado de la humanidad. Me refiero a la soledad que surge de la comprensión, no de la separación respecto del mundo. En otras palabras, esa soledad existe cuando uno es enteramente un individuo (no un individualista). Usted sabe, creemos que practicando continuamente el piano bajo la dirección de un maestro, llegaremos a ser grandes pianistas, músicos creativos; del mismo modo, acudimos a la guía de los maestros religiosos. Nos decimos: “Si practico diariamente lo que ellos han prescrito, tendré la llave de la comprensión creadora”. Yo digo que podemos practicar eso indefinidamente y seguiremos sin tener esa llama creativa. Conozco a muchos que practican diariamente ciertos ideales, pero sólo se marchitan más y más en su comprensión, porque están imitando, viven meramente conforme a una norma. Se han liberado de un maestro y han ido a otro; no han hecho sino trasladarse de una jaula a otra. Pero si usted no busca consuelo, si cuestiona continuamente -y puede hacerlo sólo cuando se encuentra en rebelión-, entonces se libera de todos los maestros y de todas las religiones; entonces es supremamente humano, no pertenece a ningún partido, a ninguna religión, a ninguna jaula.
Pregunta: ¿Quiere usted decir que no hay ayuda para los hombres cuando la vida se vuelve difícil? ¿Están abandonados enteramente a la ayuda que ellos mismos puedan prestarse?
KRISHNAMURTI: Creo, si no estoy equivocado -si lo estoy, tenga la bondad de corregirme-, que el interlocutor quiere saber si no existe una fuente, una persona o una idea a la cual uno pueda recurrir en tiempos difíciles, en tiempos de angustia y sufrimiento. Yo digo que no hay una fuente permanente que pueda darnos comprensión. Vea, para mí la gloria del hombre consiste en que nadie puede salvarlo excepto él mismo. Cuando uno observa al hombre en todo el mundo, ve que siempre ha recurrido a otro en busca de ayuda. En la India, acudimos por ayuda a las teorías, a los maestros. Aquí, también ustedes hacen lo mismo. En todas partes del mundo, el hombre recurre a alguien que pueda sacarlo de su propia ignorancia. Yo digo que nadie puede sacarlos de su propia ignorancia. Son ustedes los que la han creado a causa de su miedo, de su imitación, de su búsqueda de seguridad; por esto han establecido las autoridades. Cada uno de ustedes ha creado esta ignorancia que lo sujeta, y nadie puede liberarlos excepto ustedes mismos mediante la propia comprensión. Otros pueden liberarlos momentáneamente, pero en tanto exista la causa fundamental de la ignorancia, ustedes crean meramente otro conjunto de ilusiones. Para mí, la raíz, la causa fundamental de la ignorancia, es la conciencia del “yo”, de la cual surgen el conflicto y el dolor. Mientras existe la conciencia del “yo”, tiene que haber sufrimiento, del cual nadie puede liberarlos. En su devoción a una persona o a una idea, pueden separarse momentáneamente de esa conciencia del “yo”, pero mientras ésta subsiste, es como una herida que siempre está supurando. La mente puede liberarse de esa ignorancia sólo cuando afronta la vida de manera total, cuando experimenta completamente, sin prejuicios, sin ideas preconcebidas, cuando ya no se halla mutilada por una creencia o una idea. Una de las ilusiones que alimentamos, es que algún otro puede salvarnos, que no podemos emerger nosotros mismos de este lodazal del sufrimiento. Durante siglos hemos buscado la ayuda externa, y aun seguimos estando consuelo, si cuestiona continuamente -y puede hacerlo sólo cuando se encuentra en rebelión-, entonces se libera de todos los maestros y de todas las religiones; entonces es supremamente humano, no pertenece a ningún partido, a ninguna religión, a ninguna jaula.
Pregunta: ¿Quiere usted decir que no hay ayuda para los hombres cuando la vida se vuelve difícil? ¿Están abandonados enteramente a la ayuda que ellos mismos puedan prestarse?
KRISHNAMURTI: Creo, si no estoy equivocado -si lo estoy, tenga la bondad de corregirme-, que el interlocutor quiere saber si no existe una fuente, una persona o una idea a la cual uno pueda recurrir en tiempos difíciles, en tiempos de angustia y sufrimiento. Yo digo que no hay una fuente permanente que pueda darnos comprensión. Vea, para mí la gloria del hombre consiste en que nadie puede salvarlo excepto él mismo. Cuando uno observa al hombre en todo el mundo, ve que siempre ha recurrido a otro en busca de ayuda. En la India, acudimos por ayuda a las teorías, a los maestros. Aquí, también ustedes hacen lo mismo. En todas partes del mundo, el hombre recurre a alguien que pueda sacarlo de su propia ignorancia. Yo digo que nadie puede sacarlos de su propia ignorancia. Son ustedes los que la han creado a causa de su miedo, de su imitación, de su búsqueda de seguridad; por esto han establecido las autoridades. Cada uno de ustedes ha creado esta ignorancia que lo sujeta, y nadie puede liberarlos excepto ustedes mismos mediante la propia comprensión. Otros pueden liberarlos momentáneamente, pero en tanto exista la causa fundamental de la ignorancia, ustedes crean meramente otro conjunto de ilusiones. Para mí, la raíz, la causa fundamental de la ignorancia, es la conciencia del “yo”, de la cual surgen el conflicto y el dolor. Mientras existe la conciencia del “yo”, tiene que haber sufrimiento, del cual nadie puede liberarlos. En su devoción a una persona o a una idea, pueden separarse momentáneamente de esa conciencia del “yo”, pero mientras ésta subsiste, es como una herida que siempre está supurando. La mente puede liberarse de esa ignorancia sólo cuando afronta la vida de manera total, cuando experimenta completamente, sin prejuicios, sin ideas preconcebidas, cuando ya no se halla mutilada por una creencia o una idea. Una de las ilusiones que alimentamos, es que algún otro puede salvarnos, que no podemos emerger nosotros mismos de este lodazal del sufrimiento. Durante siglos hemos buscado la ayuda externa, y aun seguimos estando.
Pregunta: ¿Cuál es la verdadera causa del presente caos en el mundo, y cómo puede remediarse este lamentable estado de cosas?
KRISHNAMURTI: En primer lugar -es mi sentir-, no acudiendo a un sistema como remedio. Vea, durante siglos hemos desarrollado un sistema, el sistema posesivo basado en la seguridad. Nosotros lo hemos desarrollado; cada uno de nosotros es responsable de este sistema donde la adquisición, la ganancia, el poder, la autoridad y la imitación juegan el papel más importante. Hemos elaborado leyes para preservar ese sistema, leyes basadas en nuestro egocentrismo, y nos hemos vuelto esclavos de esas leyes. Ahora queremos introducir un nuevo conjunto de leyes a las cuales otra vez nos esclavizaremos, leyes por las cuales la posesión llega a ser un crimen. Pero si comprendiéramos la verdadera función de la individualidad, podríamos abordar la causa fundamental de todo este caos en el mundo, este caos que existe porque no somos verdaderos individuos. Por favor, comprenda lo que entiendo por ser un individuo; no quiero decir individualista. Durante siglos hemos sido individualistas, buscando la propia seguridad, el propio bienestar. Hemos recurrido a las cosas físicas de la vida en procura de protección interna, felicidad, sosiego espiritual. Hemos estado muertos sin saberlo. Imitando y siguiendo, hemos explotado ciegamente las creencias. Y, estando espiritualmente muertos, es natural que hayamos intentado realizar nuestros poderes creativos, en el mundo de la adquisición; de aquí el caos presente, donde cada hombre busca tan sólo su propio beneficio. Pero si cada uno, individualmente, empieza a liberarse de toda imitación y, de este modo, empieza a realizar esa vida creativa, esa energía creativa que es libre, espiritual, entonces, en mi sentir, ya no buscará ni la posesión ni la no posesión, ya no pondrá énfasis en ninguna de las dos. ¿No es así?
Nuestras vidas son, en su totalidad, un proceso de imitación. La opinión pública dice tal cosa, por lo tanto, eso es lo que debemos hacer. No estoy diciendo, ¡por favor!, que ustedes deben ir contra toda convención, que deben hacer impetuosamente lo que les plazca; eso sería igualmente estúpido. Lo que digo es esto: En vista de que somos meramente máquinas, de que somos despiadadamente individualistas en el mundo de la adquisición, les digo que se liberen de toda imitación, que se conviertan en individuos; que cuestionen todas las normas establecidas, todo cuanto los rodea, no sólo intelectualmente, no cuando se sienten cómodos con la vida que llevan, sino en el instante del sufrimiento, cuando la mente y el corazón están sensibles y despiertos. Entonces, en esa realización que surge del descubrimiento de los valores genuinos, no dividirán la vida en secciones -económica, doméstica, espiritual-, la afrontarán como una unidad completa; abordarán la vida como seres humanos íntegros. Para poner fin al caos en el mundo, a la despiadada agresión y explotación, no pueden recurrir a ningún sistema. Sólo ustedes mismos pueden hacerlo cuando se vuelven responsables, y pueden ser responsables sólo cuando están creando de verdad, cuando ya no imitan. En esa libertad habrá verdadera cooperación, no en el individualismo que hoy existe.
5 de septiembre de 1933