SEXTA PLÁTICA EN BOMBAY
El problema de la existencia no está en un solo nivel, sino en diferentes niveles de acción, todos relacionados entre sí. El problema psicológico se relaciona con el físico; y, si el problema de alimento, ropa y vivienda tratamos de resolverlo en su propio nivel, encontraremos que no arribamos a una verdadera solución. Ningún problema puede ser resuelto en su propio nivel. El pensar dentro de compartimientos no puede, de ningún modo, resolver el problema de la existencia. Tenemos que considerar nuestra existencia como una totalidad, un proceso total, no como una acción en diferentes niveles no relacionados entre si. Nuestra vida es un movimiento de contradicciones. Hablamos de paz y nuestros actos están dirigidos a la guerra; pensamos en la libertad y nuestra vida se halla regimentada; buscamos la creatividad y nuestra mente es el resultado de la imitación y el hábito; somos pobres y buscamos riquezas; siendo violentos, perseguimos el ideal de no violencia; deseamos ser felices y lo hacemos todo para generar infelicidad.
Ahora bien, optar por una de las contradicciones es eludir la acción; el optar es siempre un proceso evasivo con respecto a la acción. Las opciones no darán origen a la integración; sólo lo hará el recto pensar. No puede haber recto pensar cuando hay contradicción. Ésta llegará a su fin cuando sepamos cómo pensar rectamente. Tendremos que descubrir qué es un pensar genuino y no quedar atrapados en las opciones: opción entre el bien y el mal, entre la paz y la guerra, entre la pobreza y la riqueza, entre la regimentación y la libertad.
Como la contradicción es la naturaleza misma del “yo”, que es el foco del deseo, el mero optar por uno de los deseos no nos lleva a la comprensión. La opción entre lo esencial y lo no esencial sigue siendo el resultado del deseo . La opción es deseo, y el deseo, por su propia naturaleza, es contradictorio. De modo que la opción tan sólo fortalece el sí mismo, el proceso autolimitador del “yo”. La comprensión del deseo es el principio del conocimiento propio. Sin conocimiento propio no hay recto pensar. Si uno no conoce el total proceso de sí mismo — no sólo a través de las respuestas que constituyen sus actividades cotidianas, sino estando consciente de ios distintos niveles psicológicos — , entonces vive en estado de contradicción. El optar por una de las conlradicciones sólo fortalece el proceso de autoencierro; por eso, una acción asi engendra más contradicción. Por consiguiente, la acción entre opuestos no conduce a la felicidad, no trae la paz. Sólo el recto pensar puede originar felicidad, Ésta no es un fin en si misma; es una consecuencia de algo más grande que el resultado de la opción.
El pensamiento correcto y el recto pensar son dos estados diferentes. E! pensamiento correcto es tan sólo ajuste a un patrón, a un sistema. El pensamiento correcto es estático; contiene la constante fricción de las opciones. El recto pensar o pensar verdadero, genuino, debe ser descubierto. No es posible aprenderlo. No puede ser practicado. El recto pensar es un movimiento, de instante en instante, del conocimiento propio, Este movimiento del conocimiento propio existe en la percepción alerta de la relación.
La mente puede ser disciplinada para que se amolde a un patrón de pensamiento correcto; pero la disciplina, que es el movimiento de un patrón, jamás puede dar como resultado el recto pensar. El pensamiento correcto tiene siempre un resultado en vista y, por lo tanto, no puede ir más allá de sí mismo; el recto pensar, en cambio, surge gracias a la percepción alerta con respecto a las actividades del “yo", las que deben ser experimentadas y descubiertas de instante en instante. Asi, pues, el recto pensar no tiene metas ni objetivos en vista. El deseo nunca es estático y, por ende, el “yo” jamás está quieto. Está siempre luchando para obtener y para evitar. El “yo" no es sólo el superior, sino también el inferior. Esta división es arbitraria y, en consecuencia irreal; es ; una forma de escape. Esta división, en la que tantos se complacen, sigue estando dentro del campo de la conciencia y, por eso, dentro del proceso del pensamiento.
El recto pensar sólo puede surgir a la existencia cuando percibimos claramente cada pensamiento y sentimiento, percepción que no se limita a un grupo particular de pensamientos y sentimientos, sino que los abarca a todos. Este proceso revelador de nuestro pensar y sentir se termina cuando hay condena, y la condena es opción. Condenar es una forma de inacción, porque el comprender exige acción, no opciones. Aunque ustedes piensen que el optar genera acción, si lo examinan muy atentamente, descubrirán que los conduce de manera invariable a la inacción, al aislamiento. Las opciones jamás pueden dar origen a la comprensión, tal como el condenar sólo erige resistencias, impidiendo comprender; la opción es otra forma de respuesta autoprotcctora. Esta inacción, que exteriormente parece activa, ha llevado al hombre hacia la destrucción y la desdicha; proyectada exteriormente como estructura social, origina desintegración.
Sólo a través del recto pensar puede haber acción creativa. El recto pensar es un constante descubrir el pleno significado de cada pensamiento y sentimiento. El recto pensar surge del estar pasivamente alerta a cada movimiento del pensar y del sentir, a los motivos, a las intenciones ocultas. Sólo el recto pensar, que es el resultado del conocimiento propio, puede resolver los múltiples problemas que debe afrontar cada uno de nosotros.
Pregunta: El anhelo que se expresa en la plegaria, ¿no es un camino hacia Dios ?
KRISHNAMURTI: En esta pregunta hay varias cosas involucradas, no sólo la plegaria, sino la concentración y la meditación. ¿Qué entendemos por plegaria? En la plegaria, ¿no está contenida la petición, la súplica? El estado de receptividad abierta, el estado de sensibilidad, libre del proceso autolimitador de la demanda interna, no es, por cierto, el de la plegaria, sino una de las más altas formas de meditación. Las plegarias son, en su mayor parte, peticiones o búsquedas de una guía espiritual. Este pedido de una guía indica, ¿no es asi?, que estando usted confuso, dolorido, busca claridad y dicha por medio de lo que llama Dios. Nosotros hemos creado la confusión, la desdicha, esta absoluta falta de amor; y entonces usted implora a una entidad superior para que ponga orden en esta confusión, en este conflicto. Pero, puesto que usted ha creado esta fuerza de destrucción y violencia, es usted y no otro el que tiene que poner orden en ella. Cuando rogamos por algo, eso generalmente ocurre. Pero debemos pagar un precio por ello, El precio no es la comprensión; el precio es otra forma de conflicto y desdicha. Lo que uno pide es lo que recibe, y esta dádiva es el resultado de nuestro propio "yo”.
¿Cómo puede Dios responder a nuestros requerimientos personales? ¿Puede lo inconmensurable, lo inexpresable, interesarse en nuestras pequeñas preocupaciones, desgracias, confusiones, en las calamidades nacionales que nosotros mismos hemos creado? Entonces, ¿qué es lo que nos responde? Por cierto, las propias capas ocultas de nuestra conciencia. Ello puede traer una transitoria claridad, cierta gratificación, pero tales respuestas no proceden de lo supremo. En el instante de la plegaria, usted está tenuemente silencioso, en un suave estado de receptividad, por lo que la mente activa se halla relativamente quieta, y entonces lo oculta se proyecta y usted obtiene una respuesta. Son sus propias capas de la conciencia las que responden, no lo que usted llama Dios.
La realidad debe venir a usted, usted no puede ír a ella. Si la invita para que lo ayude a resolver sus problemas, a dirigir su conducta, entonces eso deja de ser lo real. La pequeña voz que se escucha en la plegaria cuando la mente se halla superficialmente quieta, es la insinuación de su propio ser. Esta voz no es, por cierto, la voz de Dios. ¿Cómo puede comprender la realidad una mente confusa, suplicante, ignorante? La realidad puede manifestarse sólo cuando la mente se halla por completo quieta, sin pedir, sin buscar; únicamente cuando cesa el deseo, revela su existencia la realidad.
La concentración es un proceso de exclusión. Se origina en el esfuerzo, en la compulsión, y está dirigida a un fin predeterminado. Por lo tanto, la concentración es un proceso exclusivo. Esta concentración adopta formas diferentes. Usted conoce la concentración que requiere el ganarse la subsistencia. Pero, lo que nos interesa aquí es la concentración requerida en la así llamada meditación. Debido a que la mente divaga cuando usted trata de meditar, intenta fijarla en una pintura o una imagen o una frase. Pero, como la mente insiste en divagar, procura forzarla de nuevo sobre el objeto de su interés. Este constante batallar con nuestros pensamientos es lo que, por lo general, se llama meditación. Uno procura concentrarse en algo que no le interesa, y así hay multiplicidad de pensamientos y de divagación. Entonces, uno emplea su energía en detener este proceso. Si puede concentrarse sobre su deseo u objeto en particular, piensa que al fin ha tenido éxito en su meditación. Pero esto, ciertamente, no es meditación. La meditación no es un proceso exclusivo, un proceso de erigir resistencias. Asi, pues, concentrarse en el sentido de excluir, no es meditar. La concentración se vuelve una forma de escape. Sentarse frente a una pintura de su Maestro, de su gurú, frente a una imagen, o practicar rituales, es también un escape. Porque, sin conocimiento propio, no hay recto pensar; y sin recto pensar, cuanto usted haga no tiene sentido, por nobles que sean sus intenciones. Estos escapes no hacen sino embotar la mente y desgastar el corazón.
Es comparativamente fácil concentrarse. Un general que esta planeando la guerra, que planea la matanza del hombre, se halla muy concentrado. Un hombre de negocios que trata de obtener grandes ganancias, está concentrado en lo suyo. Pero la concentración no es meditación, Meditar es comprender. El corazón que medita, comprende ¿Cómo puede haber comprensión si hay exclusión? ¿Cómo puede haber comprensión cuando hay súplica, plegaria? La comprensión adviene cuando hay libertad. Uno se libera de aquello que uno comprende. La comprensión es el sentido, la base de la meditación. La concentración y la plegaria nos llevan a la obstinación, a las fijaciones e ilusiones. La comprensión origina libertad, claridad y júbilo creativo. La comprensión llega cuando captamos el verdadero significado de todas las cosas. Ser ignorante es asignar falsos valores a todo. La estupidez es falta de comprensión acerca de los valores verdaderos.
¿Cómo ha de establecer uno el verdadero valor de las posesiones, de la relación, de las ideas? Para que lo verdadero se revele, uno debe comprender al pensador, ¿no es asi? Si usted no conoce al pensador, que es usted mismo, aquello que escoge no tiene sentido. Si no se conoce a sí mismo, su acción de escoger, de optar, carece de toda base. Así, el conocimiento propio es el principio de la meditación; no el conocimiento que usted recoge de los libros, de las autoridades, de los gurúes, sino ese conocimiento que surge de la percepción pasiva, de la experiencia y el descubrimiento. Sin conocimiento propio no hay meditación. Si usted no comprende las modalidades de sus pensamientos, de sus sentimientos y deseos, los patrones de acción que son las ideas, entonces no hay base genuina para el pensar. El pensador que meramente pide, suplica o excluye sin comprenderse a si mismo, termina inevitablemente en la confusión y en las ilusiones. De modo que el principio de la comprensión es el conocimiento propio, el estar alerta a cada movimiento del pensar v sentir, el percibir claramente todas las capas de la conciencia.
Para conocer las actividades profundas, lo recóndito de sus motivos y de sus reacciones, la mente consciente debe estar quieta para recibir las proyecciones de las capas ocultas. La mente consciente se ocupa de las actividades cotidianas relacionadas con la subsistencia, con la explotación de otros, con la ira y la codicia, con el permanente escapar de los problemas. Esta mente consciente debe comprender sus propias actividades y originar serenidad dentro de sí misma. Esto no puede lograrlo mediante la mera regimentación, la compulsión, la disciplina. Esa serenidad puede generarla tornándose alerta a sus propias actividades, observando en silencio su modo de actuar respecto de sus relaciones, tanto las inmediatas como las otras. De este modo, la mente consciente origina serenidad, quietud en los capas superficiales; sólo entonces está en situación de recibir las sugerencias de las capas ocultas. Únicamente cuando todas estas proyecciones de lo profundo han sido comprendidas y toda la conciencia está libre de la carga del pasado, sólo entonces puede recibir lo eterno. Tal como el estanque se aquieta cuando la brisa ha dejado de soplar, asi la mente está quieta cuando el pensador, el creador del problema, ha cesado de actuar. Únicamente entonces, revela su existencia lo inconmensurable.
Pregunta: ¿Por qué su enseñanza es tan estrictamente psicológica? No hay en ella cosmología ni teología ni ética ni estética ni sociología ni ciencia política, y ni siquiera higiene, ¿Por qué se concentra tan sólo en la mente y su funcionamiento?
KRISHNAMURTI: Si el pensador puede comprenderse a sí mismo, habrá resuelto todos sus problemas,. Sólo entonces hay creación, sólo entonces existe la realidad. Porque entonces, lo que haga no será antisocial. La virtud no es un fin en si misma La virtud trae libertad, y puede haber libertad únicamente cuando cesa el pensador.
Es importante conocer el proceso de la mente, el haz de recuerdos que ésta crea, el "yo” y “lo mío”. Debido a que el pensador está confuso, sus acciones son confusas. A causa de esta confusión, busca orden y paz. Porque es ignorante, busca el conocimiento. Porque vive en contradicción, busca la autoridad para que le indique cuál debe ser su conducta, la cual constituye lo ético . Porque está confundido y manejado por sus deseos, es antisocial. Porque no se comprende a sí mismo, no puede comprender la realidad. En consecuencia, si el pensador, la mente, puede comprenderse a sí misma, todo el problema está resuelto; entonces no habrá acciones antisociales, entonces uno no explotará a otro, ni explotará cosas como recursos de autoexpansión, causando con eso conflicto entre los seres humanos; entonces no habrá casta ni nacionalidad ni división de creencias; entonces habrá amor. Por lo tanto, la importancia no está en la cosmología ni en la teología ni en la higiene, si bien la higiene es necesaria y la teología y cosmología son innecesarias; lo importante es comprender los comportamientos de la mente, del sí mismo, del "yo".
¿Es el pensador diferente de sus pensamientos? Si el pensamiento cesa, ¿hay un pensador? Cuando eliminamos las cualidades del pensador, ¿dónde está el pensador? Sin sus cualidades, ¿existe el “yo”? Por lo tanto, los pensamientos mismos son el pensador. Sólo existen los pensamientos y no el pensador. El pensador se ha separado de sus pensamientos a fin de protegerse y darse permanencia. Así siempre puede modificar sus pensamientos según las circunstancias y, no obstante, él permanece. Cuando comienza a modificarse a sí mismo, a transformarse, el pensador deja de existir. Debido a que teme dejar de existir, el pensador se ocupa en la modificación del pensamiento. El pensador no existe si no existe el pensamiento. La mera modificación del pensamiento no elimina al pensador. Por eso, una de las astutas acciones de la mente consiste en separar al pensador, separarlo de sus pensamientos e interesarse mucho en éstos. Así, el "yo" se otorga permanencia a sí mismo; pero no es permanente, ya sea que se trate del “yo” superior o del "yo" inferior, porque sigue estando dentro del campo de la memoria, dentro de la red del tiempo.
La razón de que uno ponga tanto énfasis en la transformación psicológica es que la mente, el “yo", es la causa de la lucha y la infelicidad, de nuestra confusión y nuestro antagonismo. Sí no se comprende esto, el limitarse a reformar, a ordenar las acciones superficiales, muy poco significa. Durante generaciones hemos cercenado nuestros pensamientos y hemos originado tal confusión de locura y desdicha. Ahora, debemos ir hasta la raíz misma del problema de la existencia, de la conciencia, que es el “yo" y “lo mío”. Sin comprender al pensador y sus actividades, las meras reformas superficiales tienen muy poca importancia, al menos para una persona seria. Es, entonces, indispensable que cada uno descubra por si mismo en qué debe poner el acento: si en lo superficial, lo externo, o en lo fundamental. Si ustedes son persuadidos por mi de que deben poner el acento en la naturaleza interna del hombre, entonces serán meramente imitativos, y del mismo modo serán persuadidos por otro para que pongan el acento en lo externo. Por lo tanto, deben examinar este problema a fondo, muy seriamente, y no esperar a que alguien les diga en qué deben poner el acento. ¿Qué valor fundamental hay en ordenar superficialmente las influencias y condiciones ambientales? Cuando el hombre está internamente enfermo y confuso, los poderes políticos y las religiones organizadas, las ideologías y los sistemas no pueden curar esta abrasadora enfermedad. La ayuda llega únicamente cuando la causa de la enfermedad es erradicada: la enfermedad que es uno mismo. Un hombre serio se interesa en comprender y erradicar la enfermedad. Habrá orden y paz externos cuando haya orden y paz internos, porque lo interno se impone siempre sobre lo externo. Un hombre feliz y pacifico no está en conflicto con su prójimo. Sólo el hombre ignorante se halla en conflicto, y sus acciones son antisociales . Aquél que se comprende a sí mismo está en paz; por consiguiente, sus acciones son pacificas,
Pregunta : Usted ha dicho que todo ser existe sólo en el amor, y que lo que llamamos progreso no es sino un proceso de desintegración. ¡El caos está siempre con nosotros, y en el caos no hay progreso ni retroceso!
KRISHNAMURTI: Hay progreso tecnológico, de lo contrario nos desintegraríamos rápidamente. A este progreso tecnológico se le rinde culto Pero ¿hay progreso en nuestra mente y en nuestro corazón? La energía transformadora llega a nosotros por obra del amor, y está donde hay claridad. Todo progreso tecnológico sin amor conduce a la destrucción y la desintegración. De la carreta al jet, hay progreso. Pero usted, su ser psicológico, ¿evoluciona en modo alguno? ¿Qué es lo que evoluciona, y en qué sentido? La ignorancia jamás puede evolucionar hacia la sabiduría. La codicia no puede convertirse nunca en no codicia.La codicia será siempre codicia, aunque progrese. La ignorancia jamás puede, por medio del tiempo, convertirse en sabiduría. La ignorancia debe cesar para que haya sabiduría, la codicia debe cesar para que exista la no codicia. Cuando nos complacemos en hablar de evolución o progreso, nos referimos al devenir, al llegar a ser. Uno es esto y llegará a ser aquello; es un oficinista y llegará a ser el gerente; es un sacerdote común y llegará a obispo; uno es malo y a la larga llegará a ser bueno. A este devenir lo llaman ustedes evolución. Esta evolución, este devenir es meramente una continuidad de lo que es, aunque en una forma modificada; por lo tanto, el devenir jamás puede originar una transformación. En el devenir, en la continuidad, nunca hay un renacimiento. Sólo en la terminación existe el ser. Donde hay amor, no hay compulsión. Cuando uno ama, cesan el "yo" y "lo mío”. El “yo" es el que está siempre a la búsqueda de continuidad, el que siempre procura crecer. Lo que crece conoce el deterioro, y lo que continúa conoce la muerte.
Pregunta: Sabemos que el pensamiento destruye el sentimiento. ¿Cómo sentir sin pensar ?
KRISHNAMURTI; Sabemos que la racionalización, el cálculo, el regateo, destruyen el amor. El amor es peligroso, porque el amor podría conducirnos a una acción impremeditada. Lo controlamos racionalizándolo, con lo cual hacemos de él una cosa del mercado. Donde hay proceso del pensamiento, que consiste en nombrar o calificar, el amor se destruye. Usted tiene un sentimiento de dolor o placer. Al calificarlo, al darle un nombre — o sea, al pensar en él — lo ha modificado y, por consiguiente, lo ha reducido. Cuando se siente generoso y abierto, interviene su mente y empieza a racionalizar su generosidad; entonces se vuelve usted caritativo por medio de organizaciones y elude la acción directa. Como el amor es peligroso, comienza a pensar sobre él; entonces lo minimiza y, poco a poco, lo destruye. ¿Es posible amar sin pensar? ¿Qué entiende usted por pensar? El pensar es una respuesta a recuerdos de dolor o placer. No hay pensar sin el residuo que deja la experiencia incompleta. El amor es diferente de la enroción y el sentimiento. El amor, a diferencia del sentimiento y la emoción, no puede ser introducido en el campo del pensar. El amor es una llama sin humo, siempre fresca, creativa, jubilosa .Tal amor os peligroso para la sociedad, para la relación. Por eso, el pensamiento se introduce, lo modifica, lo guia, lo legaliza, le quita su condición peligrosa; entonces, uno puede vivir con él ¿No sabe usted que cuando ama a alguien, ama a toda la humanidad? ¿No sabe cuán peligroso es amar al ser humano? Entonces, no hay barrera ni nacionalidad, no hay ansia de poder y posición, y las cosas asumen sus verdaderos valores. Un hombre así es un peligro para la sociedad.
Para que exista el amor, tiene que llegar a su fin el proceso de la memoria. La memoria se forma sólo cuando la experiencia no es comprendida de manera plena, completa. La memoria no es sino el residuo do la experiencia: es el resultado de un reto que no ha sido abarcado en su plena significación .La vida es un proceso de reto y respuesta .El reto es siempre nuevo, pero la respuesta es siempre vieja. Esta respuesta, que es el condicionamiento, que es el producto del pasado, debe ser comprendida y no disciplinada o censurada. Significa vivir cada día de manera nueva, completa y plena. Este vivir completo es posible sólo cuando hay amor, cuando el corazón está lleno, no con palabras ni con cosas producidas por la mente. Sólo donde hay amor cesa la memoria; entonces, cada movimiento es un renacer.
22 de febrero ele 1948
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