OBRA COMPLETA - TOMO 4 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 EL CAMINO DE LA PAZ

Dondequiera que vivamos, cada uno de nosotros se da cuenta de que en el mundo reina una confusión en permanente crecimiento. Esta pérdida de orientación, esta degeneración de los valores no se limita a ninguna clase o nación en particular. En todas parles y cualquiera que sea el nivel social en que nos movemos, advertimos en nuestra relación con el mundo externo y con el mundo interno de las ideas, que el conflicto y la desdicha parecen no terminar jamás.

Se han ofrecido muchas soluciones para esta contusión: soluciones económicas y políticas, sociales y religiosas. Sin embargo, ningún sistema puede traernos la paz. Los sistemas, con sus ideologías y sus modelos de acción, sólo se interesan en cambios y ajustes externos. Son incapaces de originar una transformación radical, porque se esfuerzan por un resultado, una meta, esfuerzo que es la consecuencia de un conocimiento superficial, del cálculo v de la frustración. El conocimiento de ellos no es un conocimiento integrado. Los expertos que ofrecen fórmulas cuidadosamente elaboradas se hallan obsesionados por logros preconcebidos, y son incapaces de comprender las complejidades psicológicas de la mente v el corazón humanos.

Los sistemas, por interesarse enteramente en los resultados y no en los medios, sólo pueden ofrecer modelos de acción y variaciones de ideas. En tanto la paz sea concebida en función de ideologías opuestas, no podrá haber paz. En tanto la paz sea un asunto que dependa de cuál lado gana, el vencedor habrá de enfrentarse invariablemente al desastre, porque para conquistarla tendrá que abandonar poderes que lo esclavizan. El camino de la paz radica en comprender la falacia que contiene la idea de que la paz es el resultado de la lucha, la consecuencia de un conflicto físico o mental entre fuerzas armadas o antago-Los sistemas, por interesarse enteramente en los resultados y no en los medios, sólo pueden ofiecer modelos de acción y variaciones de ideas En tanto la paz sea concebida en función de ideologías opuestas, no podrá haber paz En tanto la paz sea un asunto que dependa de cuál lado gana, el vencedor habrá de enfrentarse invariablemente al desastre, porque para conquistarla tendrá que abandonar poderes que lo esclavizan. El camino de la paz radica en comprender la falacia que contiene la idea de que la paz es el resultado de la lucha, la consecuencia de un conflicto físico o mental entre fuerzas armadas o antago-Los sistemas, por interesarse enteramente en los resultados y no en los medios, sólo pueden ofiecer modelos de acción y variaciones de ideas En tanto la paz sea concebida en función de ideologías opuestas, no podrá haber paz En tanto la paz sea un asunto que dependa de cuál lado gana, el vencedor habrá de enfrentarse invariablemente al desastre, porque para conquistarla tendrá que abandonar poderes que lo esclavizan. El camino de la paz radica en comprender la falacia que contiene la idea de que la paz es el resultado de la lucha, la consecuencia de un conflicto físico o mental entre fuerzas armadas o antagonistas ideológicos. La paz no es el resultado de una lucha, la paz. os aquello que queda cuando todo conflicto se ha disuelto en la llama de la compiensión. La paz no es lo opuesto del conflicto ni es la síntesis de los opuestos.

Los sistemas, filosólicos y económicos, son producidos en gran número por los especialistas, y estos diversos sistemas compiten unos con otros por el poder. Después de todo, los expertos v especialistas sólo pueden ofrecer sus opiniones; no pueden ofrecer la verdadera solución, porque la verdadera solución se halla completamente fuera de todos los sistemas. Un sistema puede ser técnicamente correcto y, no obstante, ser inaplicable salvo mediante la compulsión, y la paz no puede provenir de la compulsión. No puede haber paz si no se eliminan las causas del caos. Y las raíces del dolor deben ser vistas por cada uno antes de que puedan marchitarse. Sin embargo, confiamos en los especialistas, porque ninguno de nosotros quiere examinar a fondo por si mismo los problemas de la paz, sino que prefiere fiarse de los expertos, los políticos, los planificadores económicos. Pero la paz no pertenece, ciertamente, al reino de las ideas. Uno puede ver por si mismo que la paz no es el producto de un proceso de pensamiento. Nuestro pensar está condicionado y, por lo tanto, es limitado. El pensar limitado es, invariablemente, erróneo y es siempre una fuente de conflicto, Fiarse de ios sistemas, por técnicamente perfectos que sean, es eludir la responsabilidad de estar directamente interesado en la paz.

La guerra, esta tragedia siempre creciente es, al fin y al cabo, la mera expresión espectacular y sangrienta de nuestra vida cotidiana. No es el resultado accidental de una sociedad irresponsable. Esta desgracia, esta violencia, este caos espantoso en el mundo, es el resultado de nuestras acciones diarias en relación con las cosas, las personas y las ideas En tanto esta relación no sea plena y profundamente comprendida, no podrá haber paz en el mundo. La paz y la felicidad no se generan por si mismas o por casualidad. Para ser feliz y pacífico, uno tiene que pagar el precio. Este precio puede parecer enorme, pero en realidad no es muy grande; el único precio a pagar es la clara intención ele tener paz en nosotros mismos y asi vivir en paz con nuestros semejantes. Esta intención es esencial. El precio de la paz es la libertad con respecto a las causas que tienen como secuela la lucha y la violencia, el antagonismo y la envidia. La paz es un modo de vida, no el resultado de la estrategia por parte del individuo o de un grupo. Es un estilo de vida en el que la violencia no es reprimida por el ideal de no violencia, sino que en él la violencia, en sus causas y efectos, es profundamente comprendida y, por consiguiente, trascendida.

Para comprender la violencia, tiene que haber una clara percepción de ésta en sus diversas expresiones. Las causas de la violencia son múltiples y complejas: el nacionalismo, el antagonismo de clases, el afán adquisitivo, la avidez de poder, las innumerables creencias que ocasionan sufrimiento a nuestras mentes, todo eso origina violencia. El espíritu adquisitivo, que es la base : de nuestra presente civilización, ha dividido y opuesto entre si a los seres humanos. En nuestro deseo de poseer, de dominar los pensamientos, sentimientos y actos de las personas, nos hemos dividido en clases, gobiernos de clase, luchas de clases, guerras de clases, y también nos hemos dividido en hindúes y musulmanes, norteamericanos y rusos, obreros y campesinos, etc. El poder sobre las cosas fabricadas por la mano es lo menos desastroso; la esclavitud mental, psicológica del hombre respecto del hombre, es la que tanto lo está embruteciendo y desintegrando. Las verdaderas causas de la guerra están ocultas en nuestra renuencia a mantenernos interna, psicológicamente libres. El problema de la violencia habrá de continuar en tanto no estemos dispuestos a abandonar nuestras creencias, nuestros dogmas, nuestras ideologías, y los sistemas de pensamiento, los patrones de conducta y las múltiples compulsiones que, en ausencia de comprensión, son meramente trabas provistas por la sociedad con el fin de controlarnos. Estas cadenas que nos sujetan generarán, inevitablemente, caos y desdicha en lodos los esquemas para la transformación social o política, económica o religiosa.

Y, no obstante, podríamos vivir de maneta extremadamente simple, sabia y, por ende, pacifica, si nuestras mentes y nuestros corazones no estuvieran agobiados por el afán de poseer cosas, cosas producto de la mano o de la mente. Lo que necesitamos en cuanto a alimento, ropa y vivienda vendrá a nosotros fácil y sensatamente cuando nuestras vidas estén libres de violencia Esta libertad respecto de la violencia es amor. El experto, económico o religioso, político o social, nos está llevando al desastre. Cada uno de nosotros debe interesarse en la creación do una nueva sociedad, de una cultura nueva, libres de las causas que están destruyendo y desintegrando el mundo en que vivimos, Así, pues, le corresponde a cada uno de ustedes, el individuo, realizar esto mediante su propia transformación, pagando libremente el precio por la paz, abandonando gustosamente el nacionalismo, la seguridad que brindan la clase social, las ideologías y las religiones organizadas; de ese modo, podrán traer paz al mundo. La transformación de uno mismo es de importancia suprema, porque uno mismo es la causa de esta confusión que reina en el mundo donde vive; el estilo de vida de cada uno de nosotros, o bien transformará inmediatamente el mundo que nos rodea, o hará que continúen con mayor intensidad el caos y el dolor.

Lo que tiene máxima significación, no son las afirmaciones de los expertos, sino lo que uno mismo es. Nuestra conducta cotidiana es decisiva en la acción de originar paz en el mundo; los movimientos de masas impulsados por compulsiones físicas y psicológicas, no pueden generar paz y felicidad para el hombre, A menos que cada uno de ustedes deje de ceder a las presiones físicas, mentales, religiosas o políticas, continuará siendo el creador y ¡a víctima de esta espantosa desdicha. Por lo tanto, ustedes, los individuos, son el problema del mundo. Son el único problema, porque todos los demás problemas se originan en la renuencia que tienen para habérselas consigo mismos y, de ese modo, comprenderse plena y profundamente.

Los problemas del mundo son sus propios problemas, sólo que magnificados y multiplicados. No son, de ninguna manera, extraños para ustedes; son los mismos problemas de alimentación y vivienda, de libertad y afecto, de paz y felicidad. Cada uno de ustedes es parte y expresión del mundo, y el mundo se refleja, de manera plena y completa, en ustedes. No pueden separarse del mundo, porque el mundo los afecta y ustedes afectan al mundo, les guste o no. Todos los intentos (que hagan por separarse del mundo, conducirán de modo inevitable al deterioro, al agotamiento de la mente y del corazón. Ustedes han hecho este mundo y ustedes tienen que transformarlo. Mediante su conducta, su modo de vivir, regenerándose fundamentalmente a si mismos, pueden crear un mundo nuevo libre de privaciones y luchas, de guerras y de explotación. Esta regeneración fundamental, esta completa transformación, llegará si están alerta a sus pensamientos, sentimientos y acciones. Estén atentos a cómo se comportan en su vida diaria, dense cuenta de cuán condicionados están por el pasado y por el medio que los rodea. Vean cómo actúan desde la memoria, desde la codicia, la imitación y la obediencia. No condenen la vida que viven. Sean compasivos con ustedes mismos, pero no se justifiquen a sí mismos. Sin condena ni justificación alguna, véanse tal como son, obsérvense cuando piensan, sienten y actúan, hasta que empiecen a comprenderse a si mismos. Esta llama de la comprensión los libera de sus enredos psicológicos, lo cual contribuye a la verdadera simplicidad. Esta simplicidad, esta sencillez del corazón y de la mente, originará la transformación del individuo e inmediatamente transformará el mundo en que viven.

Se tornarán conscientes de la violencia en su vida cotidiana. Si la condenan, crearán el opuesto, el ideal de no violencia, el cual sólo perpetúa la violencia y lo envuelve a uno en un conflicto inacabable con la violencia, Permanecer en un estado de conflicto es, en si mismo, violencia. Cultivar un ideal de no violencia mientras todo el tiempo vivimos en medio de ia violencia, es hipocresía — una traición con respecto a la verdad de lo que es — y, por lo tanto, es la más grande forma de violencia. Un ideal es siempre algo que no y existe, este opuesto llamado ideal es una ficción imaginaria. El hecho es lo y único que existe. Siendo ficticio, el ideal carece de efectividad y, por consiguiente, alimenta la violencia en una u otra forma. Pero, en la plena y flexible percepción de la violencia con sus diversas implicaciones, nos liberamos de ella y no la sustituimos por otra forma de violencia.

Sólo el amor puede transformar el mundo, Ningún sistema, ni de derecha ni de izquierda, por hábil y convincentemente que se lo haya planeado, puede y: traer paz y felicidad al mundo. El amor no es un ideal, sino que surge cuando y hay respeto y piedad, cosas que todos nosotros estamos en condiciones de sentir. Este respeto y esta piedad debemos mostrarlos hacia todo, Entonces, ése es nuestro modo de ser, el cual adviene con la riqueza de la comprensión. Donde hay codicia y envidia, donde existen la creencia y el dogma, no puede haber amor. Donde hay nacionalismo o apego a los valores sensorios, no puede haber amor. Sin embargo, sólo el amor es capaz de resolver todas nuestras y dificultades humanas. Sin amor, la vida es vulgar, cruel y vacía, Pero, para poder ver la verdad del amor, cada uno debe estar líbre de aquellos procesos que nos encierran en nosotros mismos, que destruyen al individuo y están desintegrando el mundo. La paz y la felicidad llegan cuando la mente y el corazón no están agobiados por esos modos de vida que nos aíslan constantemente.

El amor y la verdad no pueden encontrarse en ningún libro, en ninguna iglesia, en ningún templo Surgen a la existencia cuando hay conocimiento propio. El conocimiento propio es un proceso arduo pero no difícil; se vuelve difícil sólo cuando estamos tratando de lograr un resultardo. Pero el percibir con exactitud, de instante en instante, las modalidades de nuestros pensamientos, sentimientos y actos, sin condenarlos ni justificarlos, trae consigo una libertad, una liberación que es el único estado donde puede existir la bienaventuranza de la verdad. Esta verdad traerá paz al mundo. Esta verdad hará de cada uno de nosotros una bendición en nuestras relaciones, una fuente de felicidad.

Esta guerra, que parece tan catastróficamente inminente, no puede ser evitada mediante ningún esfuerzo espasmódico de la diplomacia o mediante el juego de las conferencias. Los pactos y los tratados no detendrán la guerra. Lo que podrá poner fin a estas guerras reiteradas es la buena voluntad. Las ideologías, por su propia naturaleza, causan conflicto, antagonismo y confusión, y asi es como se destruye la buena voluntad.

Las ideologías se tornan sumamente importantes cuando son negados el individuo y su felicidad interna. Entonces ustedes y yo nos volvemos meros peones en el juego de los buscadores de poder, y donde hay hambre de poder, ya sea individual o colectivo, tiene que haber derramamiento de sangre y dolor.

El camino de la paz es simple. Es el camino de la verdad y del amor. Comienza con el individuo mismo. Donde el individuo acepta su responsabilidad por la violencia y la guerra, allí encuentra firme apoyo la paz. Para ir lejos, uno debe empezar cerca, y dentro de uno están las primeras acciones. Las fuentes de la paz no se hallan fuera de nosotros, y el corazón del hombre está a su propio cuidado Para tener paz debemos ser pacíficos. Para poner fin a la violencia, cada uno debe liberarse voluntariamente de las causas de la violencia. Diligentemente, uno debe emprender la tarea de la autotransformación. Nuestras mentes y nuestros corazones deben ser simples, han de hallarse creativamente vacíos y en estado de observación alerta. Sólo entonces puede manifestarse el amor. Únicamente el amor puede traer paz al mundo, y sólo entonces el mundo conocerá la bienaventuranza de lo real.

Plática radiodifundida y publicada por gentileza de la All-India Radio, Bombay,

3 DE FEBRERO DE 1948

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