OBRA COMPLETA - TOMO 5 - J.K. - CONTINUACIÓN -

 QUINTA PLÁTICA EN BANGALORE

En las dos últimas pláticas estuvimos considerando la importancia de la acción individual, que no es opuesta a la acción colectiva. El individuo es el mundo; es tanto la causa como el resultado del proceso total, y sin la transformación del individuo no puede haber una transformación radical en el mundo. Por lo tanto, lo importante no es la acción individual como opuesta a la acción colectiva, sino darnos cuenta de que la genuina acción colectiva puede tener lugar únicamente por obra de la regeneración individual. Es indispensable comprender la acción individual, que no se opone a lo colectivo. Porque, después de todo, el individuo — uno mismo y su prójimo — forma parte de un proceso total; el individuo no es un proceso separado, aislado. Ustedes, a fin de cuentas, son el producto de la humanidad total, aunque puedan estar condicionados por el clima, la religión, la sociedad. Son el proceso total del hombre; por consiguiente, cuando uno se comprende a sí mismo como un proceso total — no como un proceso separado opuesto a la masa, a lo colectivo — , gracias a esa comprensión acerca de uno mismo, puede haber una transformación radical. De eso estuvimos hablando las dos últimas veces que nos reunimos.

Ahora bien, ¿qué entendemos por acción? Obviamente, la acción implica el modo como nos conducimos en relación con algo. La acción no existe por sí misma; sólo puede existir en relación con una idea, una persona o una cosa. Y es preciso que comprendamos la acción, porque el mundo actual está clamando por alguna clase de acción. Todos queremos actuar, todos deseamos saber qué debemos hacer, especialmente cuando el mundo se halla en semejante confusión, caos y desdicha, cuando hay guerras que nos amenazan, cuando las ideologías se oponen unas a otras con tanta fuerza destructiva, y las organizaciones religiosas incitan a los hombres a que peleen entre sí. Debemos saber, pues, qué entendemos por acción, y comprendiendo eso, tal vez seamos capaces de actuar rectamente.

Para comprender qué entendemos por acción —la cual es conducta, y la conducta es rectitud— , debemos abordarla desde un punto de vista negativo. Es decir, todo enfoque positivo de un problema debe, por fuerza, estar de acuerdo con un determinado modelo, y la acción conforme a un modelo deja de ser acción; es tan sólo amoldamiento y, por lo tanto, no es acción. A fin de comprender la acción, o sea, la conducta, que es rectitud, debemos descubrir el modo de abordarla. En primer lugar, hemos de comprender que, cualquier enfoque positivo que trate de ajustar la acción a un modelo, a una conclusión previa, a una idea, ya no es más acción; es tan sólo la continuidad del modelo, del molde; por lo tanto, no es acción en absoluto. Para comprender, pues, la acción, debemos aproximarnos a ella negativamente, o sea, debemos comprender la falsedad que implica el proceso de una acción positiva. Porque, cuando conozcamos lo falso como falso y la verdad como verdad, entonces lo falso se irá desprendiendo y sabremos cómo actuar. Es decir, si yo sé qué es una acción falsa, incorrecta, la acción que es tan sólo una continuación del amoldamiento, entonces, al ver la falsedad de esa acción, sabré cómo actuar rectamente.

Es obvio que en nuestra existencia cotidiana, en nuestra estructura social, en nuestra vida política y religiosa, necesitamos una transformación radical de valores, una completa revolución. Sin tratar con minuciosidad el asunto, creo que la necesidad de un cambio es evidente — o, más bien, no de un cambio, que implica una continuidad modificada, sino de una transformación — . Tiene que haber una transformación, una revolución completa en lo político, social y religioso, en nuestras relaciones mutuas, en todas las fases de la vida. Porque las cosas no pueden seguir como están, lo cual es evidente por sí mismo para toda persona reflexiva, alerta, que observa los acontecimientos mundiales.

Ahora bien, ¿cómo ha de producirse esta renovación completa en la acción? Eso es lo que estamos discutiendo. ¿Cómo puede tener lugar la acción que transforme, no con el correr del tiempo, sino ahora? ¿No es, acaso, lo que nos interesa? Porque hay muchísima infelicidad, tanto aquí en Bangalore como en cualquier otra parte del mundo; hay derrumbes económicos, suciedad, pobreza, desempleo, luchas comunales, etc., con la constante amenaza de una guerra en Europa. Debe haber, pues, un cambio completo de valores, ¿no es así? No teóricamente, porque la mera discusión en el nivel verbal es inútil, no tiene sentido. Es como discutir sobre comida frente a un hombre hambriento. Así, pues, no nos limitaremos a discutir verbalmente, y les ruego que no sean como espectadores ante un juego deportivo. Experimentemos, ustedes y yo, aquello de que estamos hablando, porque si existe el experimentar, entonces quizá comprenderemos cómo actuar, y esto afectará nuestras vidas y, por ende, traerá consigo una transformación radical. Así que, por favor, no sean como los espectadores de un partido de fútbol. Ustedes y yo vamos a emprender juntos un viaje en el entendimiento de esta cosa llamada acción, porque eso es lo que nos concierne en nuestra vida cotidiana. Si podemos comprender la acción en el sentido fundamental de la palabra, entonces, esa comprensión fundamental afectará también nuestras actividades superficiales, pero primero debemos comprender la naturaleza fundamental de la acción.

 Y bien, la acción ¿se origina en una idea? ¿Tienen ustedes primero una idea y después actúan? ¿O la acción viene primero y entonces, debido a que la acción genera conflicto, uno elabora en torno de ella una idea? Es decir, ¿la acción crea al actor, o el actor viene primero? Esto no es una especulación filosófica, no se basa en los shastras, el Bhagavad Gita o cualquier otro libro. Nada de eso viene al caso. No citemos lo que dicen otras personas, porque, como yo no he leído ninguno de esos libros, ustedes ganarán. Estamos tratando de descubrir directamente si la acción viene primero y después la idea, o si la idea viene primero y la sigue la acción. Es muy importante descubrir qué viene primero. Si la idea viene primero, entonces la acción no hace sino amoldarse a una idea; por lo tanto, eso ya no es acción sino imitación, compulsión conforme a una idea. Es indispensable que nos demos cuenta de esto, porque como nuestra sociedad está mayormente edificada sobre el nivel intelectual o verbal, con todos nosotros sucede que la idea viene primero y le sigue la acción. La acción es, entonces, la sirvienta de una idea, y la mera elaboración de una idea es, evidentemente, perjudicial para la acción. O sea, las ideas engendran más ideas, y cuando no hacemos sino engendrar ideas, hay antagonismo y la sociedad se torna inestable con el proceso intelectual de la ideación. La estructura de nuestra sociedad es muy intelectual; cultivamos el intelecto a expensas de todo otro factor de nuestro ser y, debido a eso, estamos sofocados por las ideas.

Todo esto puede sonar más bien abstracto, académico, profesoral, pero no es así. Personalmente, le tengo horror a la discusión académica, a las especulaciones teóricas, porque no llevan a ninguna parte. Pero es muy importante que descubramos qué entendemos por una idea, porque el mundo se está dividiendo a base de ideas opuestas de la izquierda y de la derecha, las ideas de los comunistas que se oponen a las ideas de los capitalistas; y sin comprender todo el proceso de la ideación, es infantil limitarse a tomar partido, no tiene sentido alguno. Un ser humano maduro no toma partido; trata de resolver directamente los problemas del sufrimiento humano, del hambre, la guerra, etc. Tomamos partido únicamente cuando nos hallamos moldeados por el intelecto, cuya función es fabricar ideas. Es, pues, muy importante, ¿verdad?, descubrir por nosotros mismos, y no proceder conforme a lo que dicen Marx, los shastras, el Bhagavad Gita o cualquiera de ellos. Ustedes y yo tenemos que descubrir, porque el problema es nuestro; es nuestro problema de todos los días descubrir cuál es la solución verdadera para nuestra dolorida civilización.

Ahora bien, ¿pueden las ideas producir acción alguna vez, o tan sólo moldean el pensamiento y, por ende, limitan la acción? Cuando la acción es impuesta por una idea, la acción jamás puede liberar al hombre. Por favor, es extraordinariamente importante para nosotros que comprendamos este punto. Si una idea moldea la acción, entonces la acción jamás podrá producir la solución de nuestras desdichas, porque antes de que la idea pueda ser traducida a la acción, primero debemos descubrir cómo nace la idea. La investigación acerca de la elaboración de ideas, ya sean ideas de los socialistas, comunistas, capitalistas, o de las diversas religiones, es de máxima importancia, especialmente cuando nuestra sociedad se halla al borde de un precipicio, invitando a otra catástrofe, a otra dolorosa escisión; y aquéllos que son realmente serios en su intención de descubrir la solución humana a nuestros múltiples problemas, primero deben comprender este problema de la ideación. Como dije, esto no es académico; es la más práctica manera de abordar la vida humana. No es filosófica ni especulativa, porque eso sería pura pérdida de tiempo. Dejemos que los estudiantes universitarios discutan asuntos teóricos en sus asociaciones o en sus clubes.

Entonces, ¿qué entendemos por idea? ¿Cómo nace una idea? ¿Pueden originarse juntas la idea y la acción? Es decir, yo tengo una idea y deseo llevarla a la práctica, de modo que busco un método para realizar esa idea; y nosotros especulamos, desperdiciamos nuestro tiempo y nuestras energías, disputando sobre la manera en que la idea debería llevarse a cabo. En consecuencia, es realmente muy importe descubrir cómo nacen las ideas y, después de descubrir la verdad al respecto, podremos discutir el problema de la acción. Sin discutir las ideas, no tiene sentido limitarse a averiguar cómo debemos actuar.

Bueno, ¿cómo llegan ustedes a tener una idea? Una idea muy simple no necesita ser filosófica, religiosa o económica. Una idea es un proceso de pensamiento, ¿no es así? Es el resultado de un proceso de pensamiento. Sin un proceso de pensamiento no puede haber una idea. Por lo tanto, tengo que comprender el proceso del pensamiento mismo antes de que pueda comprender su producto, la idea. ¿Qué entendemos por pensamiento? ¿Cuándo piensan ustedes? El pensamiento es, sin duda, el resultado de una respuesta, neurológica o psicológica. Es la respuesta instantánea de los sentidos a una sensación, o es la respuesta psicológica de la memoria acumulada. Están, pues, la respuesta inmediata de los nervios a una sensación y la respuesta psicológica de la memoria acumulada — la influencia de la raza, del grupo, del gurú, de la familia, de la tradición, etc. — , a todo lo cual llamamos pensamiento. De modo que el proceso del pensamiento es la respuesta de la memoria, ¿no es así? Si no tuviéramos memoria no tendríamos pensamientos, y la respuesta de la memoria a cierta experiencia, pone en acción el proceso del pensamiento.

Digamos, por ejemplo, que tengo recuerdos acumulados en relación con el nacionalismo, y me considero un hindú. Ese depósito de recuerdos con respecto a respuestas, acciones, implicaciones, tradiciones, costumbres del pasado, es lo que responde al reto de un musulmán, un budista o un cristiano; y la respuesta de la memoria al reto, genera inevitablemente un proceso de pensamiento. Observen el proceso del pensamiento operando en ustedes, y podrán comprobar directamente la verdad de esto. Es así; alguien me ha insultado y eso permanece en mi memoria; forma parte del trasfondo, y cuando me encuentro con esa persona, lo cual constituye el reto, la respuesta es el recuerdo de ese insulto. De ese modo, la respuesta de la memoria, que es el proceso del pensamiento, origina una idea; por consiguiente, la idea está siempre condicionada, y esto es importante que se comprenda. O sea, la idea es el resultado de un proceso de pensamiento, ésta es la respuesta de la memoria, y la memoria está siempre condicionada. La memoria se halla siempre en el pasado, y cobra vida en el presente cuando se enfrenta a un reto; carece de vida propia. Y todo recuerdo, ya sea latente o activo, está condicionado, ¿no es así?

¿Qué es, entonces, la memoria? Si observan su propia memoria y cómo la acumulan, notarán que ella es, o bien factual, técnica — teniendo que ver con la información: ingeniería, matemáticas, física y todo eso — o es el resultado de una experiencia inacabada, incompleta. Observen su propia memoria y lo verán. Cuando terminan una experiencia, cuando la completan, no queda recuerdo de esa experiencia en el sentido de un residuo. El residuo existe sólo cuando una experiencia no es plenamente comprendida, y no hay tal comprensión de la experiencia, debido a que miramos cada experiencia a través de los recuerdos del pasado; por lo tanto, jamás nos enfrentamos a lo nuevo como nuevo, sino que lo hacemos siempre a través de la pantalla de lo viejo. Es evidente, pues, que nuestra respuesta a la experiencia se halla condicionada y es siempre limitada.

Vemos, entonces, que las experiencias no comprendidas por completo, dejan un residuo al que llamamos recuerdo. Ese recuerdo, ante el estímulo de un reto, da como resultado el pensamiento. El pensamiento genera la idea, y la idea da forma a la acción. Por consiguiente, la acción basada en una idea, nunca puede ser libre y, en consecuencia, jamás podemos liberarnos por medio de una idea. Por favor, es muy importante que esto se comprenda. No estoy elaborando un argumento contra las ideas; pinto el cuadro de cómo las ideas jamás pueden dar origen a una revolución. Pueden producir modificaciones o introducir cambios en el estado presente de las cosas, pero eso no es revolución; sólo es una sustitución o una continuidad modificada. En tanto yo sea explotado, poco importa que lo sea por capitalistas privados o por el Estado, pero nosotros consideramos que la explotación por el Estado es mejor que la explotación por unos pocos. ¿Es mejor, acaso? No hablo de los que mandan. ¿Es, en alguna forma, mejor para el hombre explotado? Así, pues, la mera modificación no es revolución; es tan sólo la reacción a un determinado estado de cosas. Es decir, el sistema capitalista puede producir una reacción en la forma de comunismo, pero eso sigue estando en el mismo nivel. Es la continuidad modificada del capitalismo en una forma diferente. No estoy abogando ni por el capitalismo ni por el comunismo. Tratamos de averiguar qué entendemos por cambio, qué entendemos por revolución. Una idea jamás puede producir una revolución en el más profundo sentido de la palabra, en el sentido de una transformación completa. Una idea puede originar una continuidad modificada de lo que es, la cual, evidentemente, no constituye una revolución. Y lo que necesitamos es una revolución; no una sustitución sino una transformación completa.

Para dar origen a esa revolución, a esa transformación completa, primero debo comprender las ideas y cómo surgen. Si comprendo las ideas, si veo lo falso como falso, entonces puedo proceder a investigar qué entendemos por acción. Si el pensamiento crea la idea — o, si el pensamiento mismo, al adoptar la forma verbal, es lo que llamo idea — y si ese pensamiento está siempre condicionado, ya que es la respuesta de la memoria a un reto siempre nuevo, entonces una idea jamás puede producir una revolución, en el más profundo sentido de la palabra. Sin embargo, eso es lo que siempre tratamos de hacer: recurrimos a una idea para generar una transformación. Espero estar expresándome con claridad.

En esto consiste, pues, nuestro problema: Si no puedo acudir a una idea, que es un proceso del pensamiento, entonces, ¿cómo he de actuar? Por favor, antes de que pueda averiguar cómo actuar, debo estar completamente seguro de que la acción basada en una idea es absolutamente falsa; debo ver que las ideas moldean la acción, y que la acción moldeada por las ideas será siempre limitada. Por lo tanto, no hay liberación posible mediante la acción basada en una idea, una ideología o una creencia, porque tal acción es el resultado de un proceso de pensamiento, que no es sino la respuesta de la memoria. Ese proceso de pensamiento debe crear, inevitablemente, una idea que será condicionada, limitada, y una acción que se basa en una limitación semejante, jamás puede liberar al hombre. Si recurro a una acción así como un medio para alcanzar la libertad, es obvio que sólo podré continuar en un estado de condicionamiento. Por lo tanto, no puedo recurrir a una idea como guía para la acción. No obstante, eso es lo que hacemos, porque estamos muy apegados a las ideas, ya sean nuestras propias ideas o las de otras personas.

Lo que ahora tenemos que hacer, entonces, es descubrir cómo actuar sin el proceso del pensamiento, lo cual suena bastante chiflado, pero ¿lo es? Vean simplemente nuestro problema, es muy interesante. Cuando vivo y actúo sin el proceso del pensamiento, el cual da origen a la idea que, a su vez, plasma la acción, no hay liberación posible. Ahora bien, ¿puedo actuar sin el proceso del pensamiento, que es memoria? Por favor, no nos confundamos; por memoria no entiendo la memoria factual. Sería absurdo hablar de desechar todo el conocimiento, técnico — cómo construir una casa, fabricar una dínamo, un avión a chorro, cómo desintegrar el átomo, y así sucesivamente—; ese conocimiento lo ha adquirido el hombre a lo largo de siglos, generación tras generación. Pero ¿puedo vivir, actuar, relacionarme con otro, sin la respuesta psicológica de la memoria, la cual da como resultado la idea que, a su vez, controla la acción? Para muchos de nosotros esto puede sonar muy raro, ya que estamos acostumbrados a tener una idea primero y después amoldar la acción a la idea. Todas nuestras disciplinas, todas nuestras actividades se basan en esto; la idea primero, y después amoldamiento a la idea; y cuando yo les formulo esta pregunta no tienen respuesta, porque nunca han pensado siguiendo esta dirección. Como dije, a muchos de ustedes puede sonarles absurdo, pero si de veras examinan muy atenta y seriamente el proceso total de la vida — porque desean comprender y no simplemente lanzarse palabras el uno al otro—, entonces es inevitable que surja esta pregunta acerca de qué entendemos por acción.

Ahora bien, ¿la acción se basa realmente en la idea, o la acción viene primero y la idea después? Si observan con más detenimiento aún, verán que siempre viene primero la acción y no la idea. El mono en el árbol siente hambre, y entonces surge el impulso de tomar una fruta o una nuez. La acción viene primero, y luego la idea de que sería mejor guardarla. Dicho en palabras diferentes; ¿qué viene primero, la acción o el actor? Sin la acción, ¿existe un actor? ¿Comprenden? Esto es lo que siempre nos estamos preguntando; ¿ Quién es el que ve? ¿Quién es el observador? ¿Está el pensador separado de sus pensamientos? ¿Existe el observador aparte de lo observado, el experimentador aparte de la experiencia, el actor aparte de la acción? ¿Hay una entidad que esté siempre dominando, examinando, observando la acción, llámese esta entidad parabrahman o como prefieran llamarla? Cuando nombran algo, están meramente atrapados en una idea, y esa idea compele sus pensamientos; por eso dicen que el actor viene primero y después la acción. Pero si examinan realmente el proceso, si lo examinan con cuidado, detenimiento e inteligencia, verán que la acción está siempre primero, y que esa acción con un fin en vista, crea al actor. ¿Entienden?

Si la acción tiene un fin en vista, la obtención de ese fin da origen al actor. Si piensan muy claramente y sin prejuicio, sin conformidad, sin tratar de convencer a nadie, sin un objetivo previo, en ese pensar mismo no hay un pensador; únicamente existe el pensar. Sólo cuando en el pensar uno busca un obje-tivo, es uno el que se vuelve importante, no el pensamiento. Quizás algunos de ustedes han observado esto. Es verdaderamente importante descubrirlo, porque a partir de ahí sabremos cómo actuar. Si el pensador viene primero, entonces el pensador es más importante que el pensamiento; todas las filosofías, costumbres y actividades de la civilización actual se basan en esta suposición. Pero, si el pensamiento viene primero, entonces el pensamiento es más importante que el pensador. Desde luego, están relacionados, no hay pensamiento sin el pensador y no hay pensador sin el pensamiento. Pero no deseo examinar esto ahora, porque nos saldríamos de la cuestión.

Entonces, ¿puede haber acción sin memoria? O sea, ¿puede haber una acción que sea constantemente revolucionaria? La única cosa constantemente revolucionaria es la acción sin la pantalla de la memoria. Una idea no puede generar revolución constante alguna, porque siempre modifica la acción conforme al trasfondo de su condicionamiento. Nos preguntamos, entonces: ¿Es posible la acción sin el proceso del pensamiento, el cual da origen a la idea que, a su vez, controla la acción? Yo digo que es posible, y que puede tener lugar de inmediato cuando ven que la idea no libera sino que obstaculiza la acción. Si veo eso, mi acción no estará basada en ninguna idea; por lo tanto, me encuentro en un estado de revolución completa. En consecuencia, se torna posible una sociedad que nunca sea estática, que jamás necesite ser derribada y vuelta a construir.

Yo digo que podemos vivir con nuestra esposa, nuestro marido, nuestro prójimo, en ese estado de acción que no se ajusta a una idea; y eso es posible únicamente cuando comprendemos el significado de la idea, cómo se origina y cómo moldea la acción. La idea, al moldear la acción, es perjudicial para la acción, y un hombre que acude a una idea como un medio de generar una revolución, ya sea en la masa o en el individuo, acude a ella en vano. La revolución es constante, jamás es estática. Las ideas originan, no una revolución, sino tan sólo una continuidad modificada. Únicamente aquella acción que no se basa en una idea, puede dar origen a una revolución que, siendo constante, se halla en perpetua renovación.

Hay muchas preguntas, y contestaré tantas como sea posible.

Pregunta: ¿Qué lugar ocupa el poder en su esquema de las cosas? ¿Piensa usted que los asuntos humanos pueden manejarse sin coacción?

KRISHNAMTJRTI: Bien, ¿qué quiere usted decir con “su esquema de las cosas”? Obviamente, piensa que tengo un molde dentro, del cual pongo la vida. [Risas). Esto es importante, les ruego que no lo tomen a risa. La mayoría de nosotros tiene un esquema, un anteproyecto de cómo la vida debería ser, conforme a Marx, Buda, Cristo o Shankara, o según las Naciones Unidas, y forzamos a la vida dentro de ese molde. Decimos: “Es un esquema maravilloso, encajemos en él”, lo cual es absurdo. Cuídense del hombre que tiene un esquema de la vida; cualquiera que lo siga, irá tras la confusión y el dolor. La vida esmucho más inmensa que cualquier esquema que pueda inventar un ser humano, sea quien fuere. De modo que eso queda descartado.

“¿Qué lugar ocupa el poder? ¿Piensa usted que los asuntos humanos pueden manejarse sin coacción?”. Bien, ¿qué entendemos por poder? Está el poder que otorga la riqueza, el poder que trae consigo el conocimiento, el poder de una idea, el poder del técnico. ¿A qué poder nos referimos? Evidentemente, al poder de controlar, de dominar. Eso es lo que entendemos por poder, ¿no es así? El poder que cada uno desea es el poder que ejercemos en el hogar sobre la esposa o el marido, sólo que ansiamos un poder mayor para controlar, para dominar a otros. También está el poder que ustedes otorgan al líder. Debido a que están confusos, entregan al líder las riendas de la autoridad, y él los guía y los controla; o a ustedes mismos les gustaría ser líderes, etc. Y está el poder del amor, de la comprensión, de la benevolencia, de la compasión; el poder de la realidad. Ahora bien, debemos tener muy en claro a qué poder nos estamos refiriendo. Existe el poder de un ejército, ese enorme poder para destruir, para mutilar, para traer el horror a la humanidad; y existe el poder de un gobierno fuerte, de una fuerte personalidad. Limitarse a ejercer un poder es relativamente fácil. El poder implica dominio, y cuanto más poder tiene uno, más perverso se vuelve, lo cual queda demostrado una y otra vez a lo largo de la historia. El poder de dominar, de moldear, de controlar, de obligar a los demás a que piensen lo que las autoridades quieren que piensen es, sin duda, un poder totalmente maligno, totalmente oscuro y estúpido. Así también es el poder del rico que se jacta de ello en su fábrica, y el poder del ambicioso en asuntos de gobierno. Obviamente, todo eso es el poder en su más estúpida forma, porque domina, controla, moldea y deforma a los seres humanos.

Ahora bien, está el así llamado poder del amor, el poder de la comprensión. El amor, ¿es un poder? ¿Domina, doblega, moldea el corazón humano? Si lo hace, ya no es más amor. El amor, la comprensión, la verdad, tiene su cualidad propia; no compele y, por lo tanto, no se halla en el mismo nivel que el poder. El amor, la verdad o la comprensión, llega cuando han cesado todas estas ideas de compulsión, autoridad y dogmatismo. La humildad no es lo opuesto de la autoridad o el poder. El cultivo de la humildad no es sino el deseo de autoridad, de poder, bajo un aspecto diferente.

¿Qué está ocurriendo, pues, en el mundo? El poder de los gobiernos, de los Estados, el poder de los líderes, de los ingeniosos oradores y escritores, es usado más y más para moldear al hombre, para obligarlo a pensar de una determinada manera, para enseñarle no cómo pensar, sino qué pensar. En eso se ha convertido la función de los gobiernos con su enorme poder de propaganda — que es la incesante repetición de una idea, y toda repetición de una idea, o aun de la verdad, se vuelve una mentira — . Debido a que hay confusión, infelicidad en nuestras mentes y en nuestros corazones, creamos líderes que nos controlan, nos moldean, y eso es lo que hacen nuestros gobiernos. En todo el mundo la gente se somete a los dictados de los militares, el medio social influye sobre nosotros para que nos sometamos; y ¿piensa usted que la comprensión o el amor llega por medio de la coacción? La coacción, ¿hace que tengamos buena voluntad? Si soy el dictador, ¿puedo obligarlos a que tengan buena voluntad? Así, pues, la coacción que se genera cuando ponemos un poder enorme en manos de aquéllos que pueden ejercerlo, no contribuye a unir a los seres humanos.

Como estuve explicando en mi plática, la compulsión es el resultado de una idea. Y el hombre embriagado por una ideología es, sin duda, intolerante; es el que genera la tortura de la coacción sobre los demás. Desde luego, jamás puede haber comprensión, amor, comunión entre los seres humanos, cuando hay coacción,. y ninguna sociedad podrá edificarse a base de coacción. Una sociedad así puede, por un tiempo, tener éxito superficialmente en lo tecnológico, pero internamente, los seres humanos que la componen sufren la angustia de la coacción y, en consecuencia, como en el prisionero que mantienen encerrado entre cuatro paredes, siempre existe en ellos la búsqueda de una liberación, de un escape, de una salida. Así, pues, un gobierno o una sociedad que compele, moldea, fuerza al individuo desde lo externo, terminará siempre por generar desorden, caos y violencia. Es exactamente lo que sucede en el mundo.

Después, está lo que llamamos disciplina, que consiste en ejercer coacción sobre nosotros mismos a fin de encajar en un molde; eso es represión, y la represión nos confiere cierto poder. Pero, en ninguno de los extremos, en ninguno de los opuestos hay estabilidad, y los seres humanos van de un extremo a otro eludiendo la serena estabilidad de la comprensión. Una mente coaccionada, atrapada en la red del poder, jamás puede conocer el amor, y sin amor no hay solución para nuestros problemas. Ustedes podrán posponer la comprensión, intelectualmente podrán eludirla, con ingenio podrán construir puentes, pero todo eso es transitorio; sin buena voluntad, sin compasión, sin generosidad, sin benevolencia, es inevitable que haya destrucción y desdicha crecientes, porque la coacción no es el adhesivo capaz de unir a los seres humanos. La coacción en cualquiera de sus formas, interna o externa, sólo crea más confusión, más infelicidad. Lo que actualmente necesitamos en los asuntos mundiales, no son más ideas, más proyectos, líderes mejores y más poderosos, sino buena voluntad, afecto, amor, benevolencia. Por lo tanto, necesitamos a la persona que ama, que es bondadosa; y esa persona es cada uno de ustedes. El amor no es la adoración de Dios; ustedes podrán adorar una imagen de piedra o su propia idea de Dios, lo cual constituye una magnífica manera de escapar de un marido brutal o de una esposa regañona, pero eso no resuelve nuestra dificultad. El amor es lo único que la resuelve, y el amor es bondad hacia nuestra esposa, nuestro hijo, nuestro prójimo.

Pregunta: ¿Por qué somos tan insensibles los unos con los otros, a pesarde todo el sufrimiento que ello implica?

KRISHNAMURTI: ¿Por qué yo, o usted, somos insensibles ante el sufrimiento de otro ser humano? ¿Por qué somos indiferentes ante el “coolie” que transporta una pesada carga, ante la mujer que lleva una criatura en brazos? ¿Por qué somos tan insensibles? Para comprender eso, debemos comprender por qué el sufrimiento nos embota. Por cierto, es el sufrimiento el que nos torna insensibles; debido a que no comprendemos el sufrimiento, nos volvemos indiferentes a él. Si comprendo el sufrimiento, entonces me torno sensible al sufrimiento, estoy alerta a todo, no solo a mí mismo, sino a la gente que me rodea, a mi esposa, a mis hijos, a un animal, a un mendigo. Pero nosotros no queremos comprender el sufrimiento y, al escapar de él, nos embotamos; por eso somos insensibles. Señor, el problema es que el sufrimiento, cuando no es comprendido, embota la mente y el corazón; y nosotros no comprendemos el sufrimiento, debido a que queremos escapar de él por medio del gurú, de un salvador, de los mantras, de la reencarnación, de las ideas, de la bebida y de toda otra clase de aficiones; cualquier cosa con tal de escapar de lo que es.

Así, nuestros templos, nuestras iglesias, nuestra política, nuestras reformas sociales, no son sino maneras de eludir el hecho del sufrimiento. No nos interesa el sufrimiento, nos interesa la idea de cómo librarnos del sufrimiento. Estamos interesados en las ideas, no en el sufrimiento; buscamos constantemente una idea mejor y la manera de ponerla en práctica, lo cual es sumamente pueril. Cuando usted tiene hambre, no discute sobre el modo de comer; dice: “Denme comida”; no le preocupa quien la traerá, si es de la izquierda o de la derecha, o cuál ideología es la mejor. Pero cuando quiere eludir la comprensión de lo que es, o sea, del sufrimiento, entonces escapa hacia ideologías; por eso nuestras mentes, aunque en la superficie sean muy ingeniosas, se han vuelto esencialmente torpes, rudas, insensibles, brutales. Comprender el sufrimiento requiere ver la falsedad de todos los escapes, ya sea que se trate de Dios o de la bebida. Todos los escapes son la misma cosa, aunque socialmente cada uno de ellos pueda tener un significado distinto. Cuando escapo del dolor, todos los escapes están en el mismo nivel; no hay un escape “mejor” que otro.

Ahora bien, la comprensión del sufrimiento no reside en averiguar cuál es la causa. Cualquier persona puede conocer la causa del sufrimiento: es nuestra propia irreflexión, estupidez, estrechez mental, brutalidad, etc. Pero si considero el sufrimiento en sí, sin desear una respuesta, ¿qué ocurre? Entonces, como no estoy escapando, empiezo a comprender el sufrimiento; mi mente se halla en estado de atención alerta, es aguda, lo cual implica que me he vuelto sensible y, al ser sensible, percibo el sufrimiento de otras personas. Por lo tanto, soy bondadoso, no sólo con mis amigos; soy bondadoso con todos, porque soy sensible al sufrimiento. Nosotros somos insensibles porque nos hemos vuelto sordos al sufrimiento; los escapes nos han embotado lamente. El escape confiere muchísimo poder, y el poder nos agrada; nos agrada poseer una radio, un automóvil, un avión; nos agrada tener dinero y disfrutar de un poder inmenso. Pero, cuando comprendemos el sufrimiento, no hay poder, no hay escapes por medio del poder. Cuando comprendemos el sufrimiento, hay bondad, hay afecto. El afecto, el amor, exige la más elevada inteligencia, y sin sensibilidad no hay gran inteligencia.

Pregunta: ¿No puede usted formar un grupo de seguidores y usarlos apropiadamente? ¿Debe permanecer siendo una voz en el desierto?

KRISHNAMURTI: Bien, ¿qué entiende usted por seguidores, y qué entiende por líder? ¿Por qué siguen ustedes a alguien y por qué crean un líder? Si les interesa, les ruego que consideren esto con mucha atención. ¿Por qué siguen? Siguen a alguien sólo cuando están confusos; cuando son desdichados, cuando se sienten abatidos, desean que alguien — un político, un líder religioso o militar — los ayude, los saque de su desdicha. Cuando tienen claridad, cuando comprenden, no desean ser conducidos, Quieren que se los conduzca sólo cuando ustedes mismos se hallan en estado de confusión, con todo lo que eso implica. ¿Qué ocurre, entonces? Cuando están confusos, ¿cómo pueden ver claramente? Puesto que no pueden, escogerán un líder también confuso. (Risas). No se rían. Esto es lo que está sucediendo en el mundo, y es desastroso. Podrá sonar como una conclusión ingeniosa, pero no lo es. ¿Cómo puede un ciego escoger al que ha de conducirlo? Sólo puede escoger entre quienes lo rodean. De igual manera, un hombre confuso sólo puede escoger un líder que está tan confuso como él. Y ¿qué ocurre? Estando confuso, el líder de ustedes los conduce, como es natural, a más confusión, más desastres, más infelicidad. Eso es lo que está ocurriendo en todas partes del mundo.

¡Por el amor de Dios, señores!, mírenlo, véanlo, es la infelicidad de ustedes. Se los está conduciendo a la matanza, porque se niegan a ver y disipar la causa de su propia confusión. Y, porque rehúsan verla, están creando, desde su propia confusión, a los hábiles y astutos líderes que los explotan. Y eso se debe a que el líder, igual que ustedes, está buscando su propia satisfacción. Por consiguiente, ustedes se convierten en una necesidad para el líder, y el líder se vuelve una necesidad para ustedes; es una explotación mutua.

Entonces, ¿por qué necesitan un líder? Y ¿puede haber alguna vez un liderazgo que sea bueno, recto? Usted y yo podemos ayudarnos a aclarar nuestra propia confusión, lo cual no implica que yo haya de convertirme en su líder y usted en mi seguidor, o que yo sea su gurú y usted mi discípulo. Simplemente, nos ayudamos el uno al otro a comprender la confusión que existe en nuestros corazones y en nuestras mentes. Sólo cuando usted no quiere comprender la confusión, escapa de ella, y entonces acudirá a alguien, a un líder o a un gurú. Pero, si desea comprenderla, tiene que prestar atención a la desdicha general, a los dolores, las preocupaciones, la soledad; y puede hacerlo únicamente cuando no trata de encontrar una respuesta, una salida para la confusión. Está atento a la confusión porque ésta, de por sí, conduce a la desdicha; por eso, quiere comprenderla. Y cuando la comprenda, cuando la esclarezca, estará libre como el aire, amará, no seguirá a nadie, no tendrá líderes; sólo entonces podrá surgir la sociedad verdaderamente igualitaria, sin clases ni castas.

Señores, ustedes no están buscando la verdad, sino que tratan de hallar una salida para alguna de sus dificultades; y ésa es su desgracia. Necesitan líderes que los dirijan, que los arrastren, que los fuercen, que los hagan amoldarse; y eso conduce, inevitablemente, a la destrucción, a mayores sufrimientos. El sufrimiento tiene lugar directamente frente a nosotros; sin embargo, nos negamos a verlo y queremos “buenos” líderes, lo cual es muy inmaduro. Para mí, todo liderazgo indica un deterioro de la sociedad. Un líder es, en la sociedad, un elemento destructivo. {Risas). No lo tomen a risa, no lo pasen por alto; obsérvenlo. Es algo muy serio, especialmente ahora. El mundo se halla al borde de una 'catástrofe, se desintegra rápidamente, y el limitarse a encontrar otro líder, un nuevo Churchill, un Stalin más grande, un Dios diferente, es por completo inútil porque, estando confuso, el hombre puede escoger tan sólo conforme a los dictados de su propia mente, que se debate en la confusión. Por lo tanto, de nada sirve buscar un líder, bueno o malo. No hay líder “bueno”, todos los líderes son malos. Lo que ustedes deben hacer es aclarar su propia confusión. Y la confusión es desechada únicamente cuando se comprenden a sí mismos; con el comienzo del conocimiento propio, llega la claridad. Sin conocimiento propio, es imposible liberarse de la confusión; sin conocimiento propio, la confusión es como una ola que nos alcanza perpetuamente. En consecuencia, aquéllos que de verdad son serios, es esencial que comiencen consigo mismos y no busquen librarse o escapar de la confusión. Tan pronto comprendemos la confusión, estamos libres de ella.

Pregunta: Granos de verdad pueden encontrarse en las religiones, en teorías, ideas y creencias. ¿Cuál es el modo correcto de separarlos?

KRISHNAMURTI: Lo falso es lo falso, y mediante la búsqueda no puede usted separar lo falso, de la verdad. Tiene que ver lo falso como falso, y sólo entonces lo falso llega a su fin. No puede buscar la verdad en lo falso, pero puede ver lo falso como falso, y entonces hay una liberación respecto de lo falso. Señor, ¿cómo puede lo falso contener la verdad? ¿Cómo puede la ignorancia, la oscuridad, contener la comprensión, la luz? Sé que les agradaría que fuera así; les agradaría pensar que en alguna parte dentro de nosotros, están la eternidad, la luz, la verdad, la piedad, todo ello cubierto por la ignorancia. Donde hay luz no hay oscuridad, donde hay ignorancia, hay siempre ignorancia, nunca comprensión. Por lo tanto, la liberación llega únicamente cuando vemos lo falso como falso, o sea, cuando vemos la verdad respecto de lo falso, lo cual significa no insistir en lo falso. Nuestro prejuicio, nuestro condicionamiento, nos impiden ver lo falso como falso. Comprendido eso, prosigamos.

Ahora bien, el interlocutor pregunta: ¿No hay verdad en las religiones, en teorías, ideales, creencias? Examinémoslo. ¿Qué entendemos por religión? Por cierto, no la religión organizada, no el hinduismo, el budismo, el cristianismo, que son todas creencias organizadas con su propaganda, su conversión, su proselitismo, su compulsión y demás. ¿Hay verdad alguna en la religión organizada? Ésta podrá rodear la verdad, atraparla en su red, pero la religión organizada no es verdadera en sí misma. Por consiguiente, es falsa, separa a los seres humanos. Usted es musulmán, yo soy hindú, otro es cristiano o budista, y reñimos, nos matamos unos a otros. ¿Hay verdad alguna en eso? No estamos discutiendo la religión como búsqueda de la verdad, sino que consideramos si hay verdad alguna en la religión organizada. Estamos tan condicionados por la religión organizada para pensar que ella contiene la verdad, que hemos llegado a creer que si uno se llama hindú, es “alguien”, o que encontrará a Dios. ¡Qué absurdo, señor! Para encontrar a Dios, para dar con la realidad, tiene que haber virtud. La virtud es libertad, y sólo siendo libres podemos descubrir la verdad, no estando atrapados en manos de la religión organizada, con sus creencias. Y ¿hay verdad alguna en las teorías, en los ideales, en las creencias?

¿Por qué tienen ustedes creencias? Obviamente, porque las creencias les brindan seguridad, consuelo, protección, una guía. En sí mismos están atemorizados, quieren que se los proteja, necesitan apoyarse en alguien; por consiguiente, crean el ideal, que les impide comprender lo que es. De tal modo, el ideal se vuelve un obstáculo para la acción. Señor, cuando soy violento, ¿por qué deseo perseguir el ideal de la no violencia? Por la obvia razón de que quiero eludir la violencia, escapar de la violencia. Cultivo el ideal a fin de no tener que hacer frente a la violencia y comprenderla. ¿Por qué necesito, en modo alguno, el ideal? Es un impedimento. Si quiero comprender qué es la violencia, debo tratar de hacerlo directamente, no a través de la pantalla de un ideal. El ideal es falso, ficticio, me impide comprender lo que soy. Obsérvenlo más detenidamente y lo verán. Si soy violento, para comprender la violencia no necesito un ideal; para considerar la violencia, no necesito una guía. Pero me agrada ser violento, me da cierta sensación de poder, y seguiré siendo violento aunque lo disimule con el ideal de la no violencia. De modo que el ideal es ficticio; simplemente, no existe. Existe sólo en la mente; es una idea que debe ser llevada a cabo, y mientras tanto puedo ser violento. Por lo tanto, un ideal, lo mismo que una creencia, es irreal, falso.

Ahora bien, ¿por qué deseo creer? Un hombre que comprende la vida no necesita creencias, es obvio. Un hombre que ama no tiene creencias; ama. El hombre consumido por el intelecto es el que tiene creencias, porque el intelecto busca siempre la seguridad, la protección; está siempre evitando el peligro y, por eso, elabora ideas, creencias, ideales, detrás de los que pueda ampararse. ¿Qué ocurriría si ustedes abordaran la violencia ahora, directamente? Serían un peligro para la sociedad; y, debido a que la mente prevé el peligro, dice: “Dentro de diez años alcanzaré el ideal de no violencia", lo cual es un proceso sumamente falso, ficticio. Así, pues, las teorías — no estamos tratando con teorías matemáticas y todo eso, sino con teorías que surgen en relación con nuestros problemas humanos, psicológicos — , las creencias, los ideales, son falsos porque nos impiden ver las cosas como son.

Comprender lo que es, resulta más importante que crear y seguir ideales, porque los ideales son falsos, y lo que es, es lo real. Comprender lo que es requiere una capacidad enorme, una mente rápida y libre de prejuicios. Debido a que no queremos afrontar y comprender lo que es, inventamos las numerosas vías de escape y les damos hermosos nombres, tales como "ideal”, “creencia”, “Dios”. Por cierto, sólo cuando veo lo falso como falso, mi mente es capaz de percibir lo verdadero. Una mente confundida en lo falso, jamás podrá dar con la verdad. En consecuencia, debo comprender qué es falso en mis relaciones, en mis ideas, en las cosas que me rodean, porque percibir la verdad exige comprender lo falso. Sin eliminar las causas de la ignorancia, no puede haber iluminación, y buscar iluminación cuando la mente está a oscuras, es totalmente vano, carece de sentido. Por lo tanto, debo empezar a ver lo falso en mi relación con las ideas, con las personas, con las cosas. Cuando la mente ve lo que es falso, se revela aquello que es verdadero, y entonces hay éxtasis, hay felicidad.

1° de agosto de 1948


 








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.