OBRA COMPLETA - TOMO 5 -J.K.- CONTINUACIÓN -

 Poona, India , 1948

PRIMERA PLÁTICA EN POONA

Como durante las próximas semanas vamos a tener varias pláticas, creo que es importante comprender la relación entre quien les habla y ustedes. En primer lugar, no estamos tratando con ideas ni con opiniones. No intento convencerlos con respecto a ningún punto de vista en particular, ni trato de comunicar idea alguna, porque no creo que las ideas, las opiniones, puedan producir un cambio fundamental en la acción. Lo que da origen a un cambio radical es la comprensión acerca de lo que es. De modo que no tratamos con opiniones ni con ideas. Las ideas se topan siempre con una resistencia; una idea puede ser siempre combatida por otra idea, y las opiniones pueden generar contradicción. Por lo tanto, es completamente inútil buscar la solución de un problema por medio de una idea. Como digo, las ideas no producen una transformación radical, y hoy en día es esencial que haya una transformación radical, una revolución de valores, tanto en los asuntos del mundo como en nuestras vidas individuales. Un cambio de valores semejante no puede originarse en el mero cambio de ideas o en la sustitución de sistemas. No trato, pues, de persuadirlos ni de disuadirlos respecto de algún particular punto de vista. Ni actúo como gurú para nadie, porque no creo que un gurú sea necesario para el descubrimiento de la verdad. Por el contrario, el gurú es un obstáculo para el descubrimiento de lo real. Tampoco actúo como un líder, creando una opinión, una organización, porque el líder es un factor de deterioro en la sociedad.

Así, pues, tanto ustedes como yo debemos ser muy claros en cuanto a la naturaleza de nuestra relación; antes de que puedan rechazar o aceptar lo que dice quien Ies habla, deben saber cuál es su actitud. Si me permiten sugerirlo, antes de desechar alguna de las cosas que digo, examínenla muy cuidadosamente sin prejuicio alguno. Es muy difícil examinar una cosa sin prejuzgar; pero si hemos de comprender algo, no debe haber ningún prejuicio, y no podemos remitir simplemente a alguna autoridad antigua lo que aquí se está expresando. Eso no sería más que otra forma de escape. Lo que quiero intentar durante estas discusiones y pláticas, es señalar ciertas cosas; y, mientras las señalo, les ruego que no se conviertan en meros espectadores, observadores u oyentes. Porque ustedes y yo vamos a emprender un viaje para ver si podemos descubrir toda la secuencia histórica de la civilización moderna, su esplendor y su catástrofe, en lo cual están involucrados tanto el Oriente como el Occidente. Es un viaje de descubrimiento que vamos a emprender juntos, a fin de ver con gran claridad y de manera directa, lo que está sucediendo. Para eso, no necesitan un líder ni un gurú ni una organización ni opiniones de ninguna clase. Lo que necesitan es claridad de percepción para ver las cosas tal como son realmente, y cuando uno ve las cosas de ese modo, la verdad se manifiesta. Para ver claramente, deben ustedes conceder a todo, no mí atención esporádica, sino una atención directa sin distracción alguna; y ésa va a ser nuestra dificultad.

Tenemos muchísimos problemas, políticos, económicos, sociales y religiosos, todos exigiendo acción, pero antes de que podamos actuar, debemos saber en qué consiste el problema. Sería realmente absurdo limitarse a actuar sin conocer toda la secuencia de un problema; Pero a casi todos nosotros nos interesa la actividad; queremos hacer algo. Hay problemas comunales, nacionales, problemas de guerra, de hambre, de diferencias lingüísticas, e innumerables otros problemas, y cuando nos enfrentamos con ellos, queremos saber cómo actuar. Todo nuestro impulso, lo que nos mueve, no es estudiar la cuestión, el problema, sino “hacer” algo al respecto. Después de todo, un problema como el hambre requiere muchísimo estudio, muchísima comprensión. Cuando comprendemos hay acción. El mero actuar a base de alguna respuesta superficial es completamente inútil y nos conduce a una confusión mayor.

Ahora bien, lo que ustedes y yo vamos a hacer, si quieren, es examinar muy clara, sensata y racionalmente, el problema total de nuestra existencia. No voy a decirles qué deben pensar — eso lo hacen los propagandistas — , sino que, al examinar lo que es, vamos a aprender cómo pensar acerca de un problema, lo cual es mucho más importante que ser aleccionados acerca de qué debemos pensar. El problema del mundo es en la actualidad tan grave, la catástrofe tan inminente, el desastre se está extendiendo con tanta rapidez, que el pensar meramente conforme a una fórmula, de la derecha o de la izquierda, es totalmente inútil. Una fórmula no puede producir una respuesta; sólo puede producir una acción conforme a su propia y limitada norma. Lo esencial, pues, en estas discusiones y pláticas es, ante todo, darnos cuenta de que nos enfrentamos con problemas que requieren un estudio muy detenido, pero no de acuerdo con algún plan premeditado ni con alguna idea preconcebida. No les estoy ofreciendo un plan ni les digo qué deben hacer, sino que ustedes y yo juntos vamos a descubrir en qué consiste el problema. Al comprender el problema, comprenderemos la verdad en relación con el problema; ése es el único modo racional de abordarlo. Si están buscando una fórmula, un sistema, me temo que se sentirán decepcionados, porque no me propongo darles una fórmula. La vida no tiene fórmulas. Los intelectuales son los que tienen una fórmula que desean imponer sobre la vida. Debemos ser muy claros a este respecto. Si han llegado a esta reunión movidos por la curiosidad porque han leído algo acerca de mí supuesta posición, puede ser que salgan satisfechos o insatisfechos; pero, sin una intención seria, jamás comprenderán todo el problema de la existencia. El problema no es tan sólo indio, maharashtra o gujarat, todo lo cual es infantil; el problema es universal. El problema de ustedes es mi problema, es el problema de cada individuo, ya sea en Europa, América o Rusia.

De modo que voy a ayudarlos a pensar rectamente; ustedes y yo vamos a emprender un viaje en los problemas de la presente crisis mundial. Para hacer eso, debo solicitar su cooperación. En este caso, la cooperación consiste en un apropiado escuchar; o sea, a medida que avanzamos juntos, ustedes deben experimentar lo que se dice, y no limitarse a oír la disertación y luego marcharse de aquí con cierta serie de ideas de aceptación o rechazo. Ustedes y yo juntos emprenderemos un viaje y, a fin de emprender el viaje, deben estar preparados para experimentar, observar, vigilar y estar atentos a las implicaciones de ese viaje. Así, pues, si me permiten insistir en ello, para comprender deben no sólo escuchar objetivamente lo que se discute, sino experimentarlo internamente. No estoy siendo dogmático — es estúpido ser dogmático, y las personas dogmáticas son intolerables — . El hombre que dice que sabe, no sabe; es preciso que nos cuidemos de tales personas. Al emprender el viaje, debemos tener bien en claro qué es necesario. El primer requisito esencial es que no debemos estar atados a ninguna experiencia pasada, ya sea personal, nacional o religiosa. Si emprendemos un viaje de verdadera investigación, debemos desechar todas esas servidumbres que nos retienen. Eso es difícil, especialmente para las personas mayores, que están más firmemente arraigadas en la tradición, en la familia, y para las personas con una cuenta bancaria; y los jóvenes se presentarán si hay alguna recompensa, si se les garantiza un placer, una posición, una respuesta inmediata. Así que estamos rodeados de muchas dificultades.

Ahora bien, ¿cuál es nuestro problema? El problema común de la existencia cotidiana es, indudablemente, el del sufrimiento, ¿no es así? El sufrimiento en diferentes formas es lo que nos toca en suerte a todos nosotros, ya sea el sufrimiento causado por lo económico, por lo social, el sufrimiento que trae consigo la muerte, etc. Existe, naturalmente, un deseo de sentirnos seguros en medio de la inseguridad, de la incertidumbre que nos rodea. Queremos seguridad en relación con el alimento, la ropa y la vivienda, seguridad en nuestras relaciones, en nuestras ideas. ¿No es eso, acaso, lo que estamos buscando? queremos estar seguros en nuestras posesiones, ya sea posesiones de cosas, de personas o de ideas; y por nuestras posesiones estamos dispuestos a combatir, mutilar, destruir. A fin de sentirnos seguros en nuestras relaciones, posesiones e ideas, hemos creado fronteras nacionales, creencias, dioses, líderes y demás. Cuando cada uno de nosotros está, de ese modo, buscando la seguridad, es natural que haya oposición, y esta oposición genera conflicto en nuestra vida; la existencia es, entonces, una batalla constante, un conflicto constante. Estando en conflicto, siendo desdichados, anhelamos encontrar la verdad. Expresada así, sucintamente, ésa es nuestra situación, y la examinaremos en detalle a medida que vayamos avanzando. Lo importante en nuestra vida es cómo eliminar el conflicto, cómo no ejercer resistencia alguna; por cierto, ése es nuestro problema, ¿verdad?

En todo el mundo hay guerras, hambre, competencia despiadada, conflicto entre los pueblos, entre las familias, dentro y fuera de la familia; hay división entre brahmines y no brahmines, entre indios y europeos, entre japoneses y norteamericanos, etc. Nuestro problema inmediato es el del alimento, la ropa y la vivienda, y la posibilidad de proveer estas necesidades para todos, de manera tal que no haya hambre en el mundo. Cada partido político, cada sistema, ya sea de la izquierda o de la derecha, ofrece una solución opuesta a otra, y del mismo modo seguimos ustedes y yo con nuestras rivalidades en lo político, social y económico. Nuestra vida es una lucha constante por mantener nuestra posición, por acumular dinero y apegarnos a él; y estamos acosados por otros innumerables problemas: el problema de la muerte y qué ocurre después de la muerte, el problema de la existencia de Dios, de la naturaleza de la verdad, etc. ¿Cómo vamos a abordar, ustedes y yo, estos complejos problemas?

Todos los intelectuales del mundo que han investigado estos problemas tratando de mostrarnos el modo de solucionarlos, han fallado en su intento. Esa es la calamidad de la civilización moderna, ¿no es así? Los intelectuales han fracasado, sus fórmulas son impracticables, y nosotros nos enfrentamos directamente con el problema del hambre y de la correcta clase de relación humana. Nuestro interés está, entonces, en la acción, en la relación, en descubrir cómo puede uno abordar de un modo nuevo todos estos problemas. Hemos visto que, el abordarlos de la vieja y rutinaria manera, no ha producido cambios fundamentales, sino que sólo ha aumentado la confusión. Así, pues, ¿cómo podemos ustedes y yo, abordar estos problemas de un modo nuevo? Obviamente, no podemos esperar que algún otro, un gurú o un líder, resuelva nuestras dificultades. Eso es infantil, es un pensar inmaduro. La responsabilidad es de ustedes y mía; puesto que los líderes han fracasado, y no tienen sentido alguno los sistemas y las fórmulas, no podemos sentarnos como espectadores aguardando a que nos digan lo que debemos hacer. Entonces, ¿cómo vamos a actuar en relación con estos problemas?

Antes de que podamos actuar, debemos saber cómo pensar. No actuamos sin pensamiento. La mayoría de nosotros actúa irreflexivamente, y actuar así nos ha conducido a esta confusión. Debemos, pues, descubrir cómo pensar, antes de saber cómo actuar. Ustedes y yo tenemos que descubrir el recto modo de pensar, ¿no es cierto? Si nos limitamos a citar el Bhagavad Gita, la Biblia o el Corán, eso no tiene sentido; carece de valor citar lo que algún otro ha dicho. Repetir una verdad es repetir una mentira. Pensamos que, repitiendo, hemos resuelto el problema. ¡Qué absurdo! La autoridad, ya sea moderna o antigua, no tiene relación alguna con el recto pensar. Sólo cuando ustedes y yo descubramos cómo pensar rectamente, podremos resolver los colosales problemas con que nos enfrentamos. Si esperamos que otros hagan el trabajo, ellos se volverán los líderes, y los líderes nos conducen inevitablemente a la catástrofe.

Ahora bien, ¿cómo empiezan ustedes a pensar rectamente? Para ello, deben conocerse a sí mismos, ¿no es así? Si no se conocen a sí mismos, no tienen base para el recto pensar; por lo tanto, no tiene valor lo que piensan. Ustedes no son diferentes del mundo; el problema del mundo es el problema de ustedes, y el proceso de cada uno de ustedes es el proceso total del mundo. Es decir, ustedes han creado el problema, que es tanto individual como universal, y para originar la recta acción que lo resolverá, deben ser capaces de pensar rectamente; es obvio que, para pensar rectamente, deben conocerse a sí mismos.

Por lo tanto, nuestro principal interés no es la mera salvación personal, sino saber cómo pensar rectamente por obra del conocimiento propio. Los individuos, cada uno de ustedes y yo, damos origen al mundo; en consecuencia, el individuo es de máxima importancia. Ustedes y yo somos responsables por la brutal confusión que reina en el mundo: el patriotismo, los nacionalismos en disputa, las absurdas divisiones de los pueblos. Examinaremos todo esto más tarde. Pero es obvio que ustedes y yo — no alguna fuerza misteriosa— somos responsables por la desdicha mundial. Es nuestra responsabilidad directa, y para generar la recta acción, tiene que haber un recto pensar. Así, pues, ustedes y yo somos sumamente importantes. Como dije, en tanto no sepan ustedes lo que son, carecen de base pare el recto pensar, y por eso es esencial que se conozcan a sí mismos antes de que hagan algo. Las personas listas que están aquí quizá digan: “Nosotros lo conocemos todo acerca del problema del mundo”, Cuando dicen eso, es porque no quieren actuar. Ofrecer una solución para el problema del mundo sin conocernos a nosotros mismos, no es otra cosa que una postergación de lo inevitable, porque el problema del mundo es nuestro propio problema, y el individuo no está separado del mundo.

En la comprensión de sí mismo, uno no se está apartando del mundo. No hay tal cosa como la existencia en aislamiento. Nada vive en aislamiento, y yo no estoy proponiendo ni un escape ni una evitación ni un retiro respecto de la vida. Por el contrario, uno puede comprenderse a sí mismo únicamente en la relación con las cosas, las personas y las ideas, y esa relación está siempre presente en la existencia, jamás está ausente. La relación es un proceso autorrevelador. Uno no puede negar la relación, si la niega, uno mismo cesa de existir. Lo que estoy diciendo, pues, es práctico, no es algo vago. Pero, en primer lugar deben ustedes ver el problema, y después descubrir el modo de encararlo; al encararlo apropiadamente, serán capaces de resolverlo. Por eso son ustedes sumamente importantes.

Durante las próximas seis semanas voy a hablarles sobre la manera de comprendemos a nosotros mismos, a fin de que haya un recto pensar y, por lo tanto, recta acción con respecto a los problemas que debemos afrontar. Existe una diferencia entre recto pensar y recto pensamiento. El recto pensamiento es estático, mientras que el recto pensar es flexible y está en movimiento constante. El recto pensar conduce al descubrimiento, al conocimiento directo, y llega con la observación de uno mismo. El individuo varía constantemente y, por eso, ustedes necesitan una mente rápida en extremo. Ése es el único camino hacia el recto pensar y, en consecuencia, hacia la recta acción, que son el único modo de resolver esta confusión actual.

Me han entregado tres o cuatro preguntas y trataré de contestarlas.

Pregunta: En vísta de la guerra que nos amenaza y de la probable devastación atómica de la humanidad, ¿no es inútil concentrarse en la mera transformación individual?

KRISHNAMURTI: Es una pregunta muy complicada y requiere un estudio muy cuidadoso. Espero que tengan la paciencia de avanzar paso a paso conmigo y no se detengan a mitad de camino. Sabemos cuáles son las causas de la guerra; son bastante obvias, e incluso un escolar puede verlas: codicia, nacionalismo, búsqueda de poder, divisiones geográficas y nacionales, conflictos económicos, Estados soberanos, patriotismo, una ideología, de izquierda o de derecha, tratando de imponerse sobre otra, etc. Estas causas de la guerra se originan en cada uno de ustedes y en mí; la guerra es la expresión espectacular de nuestra existencia diaria, ¿no es así? Nos identificamos con un determinado grupo nacional, religioso o racial, porque nos confiere una sensación de poder, y el poder engendra, inevitablemente, catástrofes. Ustedes y yo somos responsables por la guerra, no Hitler, Stalin o algún otro superlíder. Es una expresión conveniente decir que los responsables de la guerra son los capitalistas o ciertos líderes desequilibrados. En el fondo, cada uno desea ser rico, desea el poder. Éstas son las causas de la guerra, de las cuales cada uno de nosotros es responsable. Creo que es bastante obvio que la guerra es el resultado de nuestra existencia cotidiana, sólo que de manera más espectacular, más sangrienta.

Puesto que todos tratamos de acumular posesiones, de amontonar dinero, es natural que engendremos una sociedad con fronteras, límites, barreras arancelarias; y cuando una nacionalidad aislada entra en conflicto con otra, el resultado inevitable es la guerra; esto es un hecho. No sé si ustedes han reflexionado alguna vez sobre este problema. Nos enfrentamos con la guerra; ¿no deberíamos descubrir quién es responsable por ella? Un hombre sensato verá, sin duda, que él es responsable y dirá: "Yo estoy engendrando esta guerra; por lo tanto, dejaré de ser nacional, me despojaré del patriotismo, de la nacionalidad, no seré hindú, cristiano o musulmán, sino un ser humano”. Eso requiere cierta claridad de pensamiento y de percepción, cosa que la mayoría de nosotros no está dispuesta a afrontar. Si usted personalmente se opone a la guerra — pero no por respeto a un ideal, porque los ideales son un obstáculo para la acción directa — , ¿qué es lo que va a hacer? ¿Qué puede hacer un hombre cuerdo que se opone a la guerra? Ante todo, debe depurar su propia mente, ¿verdad?, y liberarse de las causas de la guerra, causas tales como la codicia. Puesto que ustedes son responsables de que haya guerras, resulta indispensable que se liberen de las causas de la guerra. Eso significa, entre otras cosas, que deben dejar de ser nacionales. ¿Están dispuestos a hacer eso? Obviamente, no, porque les gusta que los llamen hindú, brahmín, o cualquiera que sea el rótulo que tengan. Eso quiere decir que veneran el rótulo y lo prefieren a vivir cuerda y racionalmente; por lo tanto, van a ser destruidos, les guste o no.

¿Qué ha de hacer una persona que desea liberarse de las causas de la guerra? ¿Cómo ha de detener la guerra? ¿Puede ser detenida la guerra que se avecina? El ímpetu de la codicia, el poder del nacionalismo, que cada ser humano ha puesto en movimiento, ¿pueden ser detenidos? Evidentemente, no. La guerra podrá detenerse únicamente cuando Rusia, Norteamérica y todos nosotros nos transformemos de inmediato y digamos que no tendremos más nacionalismo, que no seremos rusos, norteamericanos, hindúes, musulmanes, alemanes o ingleses, sino seres humanos; seremos seres humanos en relación, tratando de vivir dichosamente juntos. Si las causas de la guerra son erradicadas del corazón y de la mente, entonces no habrá guerra. Pero el ímpetu del poder sigue en marcha. Les daré un ejemplo: Si una casa se está incendiando, ¿qué hacemos? Tratamos de salvar de la casa tanto como sea posible, y estudiamos las causas del incendio; después, encontramos la clase apropiada de ladrillos, el material adecuado para resistir el fuego, mejoramos la construcción, etc., y edificamos de nuevo. De igual manera, cuando una civilización se está desmoronando, destruyéndose a sí misma, los hombres cuerdos que ven lo imposible que resulta hacer algo al respecto, construyen una nueva que no se desmorone. Ese es, sin duda, el único modo de actuar, el único método racional, y no el de reformar meramente lo viejo, arreglar con remiendos la casa que se quema.


Ahora bien, si yo reuniera, aquí y en otras partes, a todos los que sienten que están verdaderamente libres de las causas de la guerra, ¿qué ocurriría? Es decir, ¿puede organizarse la paz? Miren lo que esto implica, vean lo que involucra el hecho de organizar la paz. Una de las causas de la guerra es el deseo de poder, poder individual, grupal y nacional. ¿Qué ocurre si formamos una organización para la paz? Nos convertimos en un punto focal de poder, y la búsqueda de poder es una de las causas de la guerra. Hay guerras continuas; no obstante, cuando nos organizamos para la paz, invitamos inevitablemente al poder; y cuando tenemos poder, estamos engendrando nuevamente las causas de la guerra. Entonces, ¿qué he de hacer? Viendo que una de las causas de la guerra es el poder, ¿he de oponerme a la guerra, lo cual implica fomentar el poder? En el proceso mismo de la oposición, ¿no estoy creando poder?

Así, pues, mi problema es por completo diferente. No es un problema de organización. Yo no puedo hablar a un grupo, sino sólo a cada uno de ustedes como individuo, mostrando cuáles son las causas de la guerra. Ustedes y yo, como individuos, debemos meditar sobre ello y no dejar que lo haga algún otro. Ciertamente, al igual que en una familia, cuando hay afecto, compasión, no necesitamos ninguna organización para la paz; lo que necesitamos es comprensión mutua, cooperación mutua. Cuando no hay amor, es inevitable que haya guerra. Para comprender el complejo problema de la guerra, debemos abordarlo muy sencillamente. Abordarlo sencillamente es comprender nuestra propia relación con el mundo. Si en esa relación hay un sentido de poder, de dominación, esa relación crea, por fuera, una sociedad basada en el poder, en la dominación, sociedad que, a su vez, genera guerra. Puedo ver eso con mucha claridad, pero si hablo de ello a diez personas y las organizo, ¿qué he hecho? He creado poder, ¿no es así? Debido a que tengo el apoyo de diez personas que se oponen al atizador de guerras, yo también soy responsable de crear guerra. Ninguna organización es necesaria. La organización es el elemento de poder que da origen a la guerra. Tiene que haber individuos contrarios a la guerra, pero cuando usted los reúne en una organización, o representa con ellos un credo, en el momento mismo en que hace eso, está en la misma posición que el atizador de guerras.

Casi todos nos satisfacemos con palabras, vivimos a base de palabras sin sentido, pero si examinamos el problema a fondo, con gran claridad, el problema mismo entrega la respuesta, uno no tiene que buscarla. Así, cada uno de nosotros debe darse cuenta de cuáles son las causas de la guerra, y cada uno debe liberarse de ellas.

Pregunta: En vez de discutir sutilezas sobre la cuestión del ser y del devenir, ¿por qué no se dedica usted a algunos de los candentes problemas del país y nos muestra una salida? ¿Cuál es su posición, por ejemplo, en las cuestiones de la unidad hindú-musulmana, de la amistad india-paquistaní, de la rivalidad entre brahmines y no brahmines, y en la cuestión de si Bombay debe ser una ciudad libre o formar parte de Maharashtra? Nos haría un gran servicio si pudiera sugerir una solución efectiva a estos difíciles problemas.

KRISHNAMURTI: La cuestión de si Bombay debería ser o no una ciudad libre, o si debería haber unidad entre hindúes y musulmanes, son problemas iguales a los que los seres humanos afrontan en todo el mundo. ¿Son problemas difíciles, o son problemas infantiles, inmaduros? Por cierto, deberíamos haber dejado muy atrás esta infantil clase de cosas; ¿y usted las llama "problemas candentes de hoy”? Cuando ustedes se denominan a sí mismos hindúes y dicen que pertenecen a determinada religión, ¿no están disputando acerca de palabras? ¿Qué entiende usted por hinduismo? Un conjunto de creencias, dogmas, tradiciones y supersticiones. La religión, ¿es un asunto de creencias? La religión es, por cierto, la búsqueda de la verdad, y personas religiosas no son aquéllas que tienen estas estúpidas ideas. Hombre religioso es el que busca la verdad, y él no necesita rótulos tales como hindú, musulmán o cristiano. ¿Por qué nos titulamos así? Porque no somos, en absoluto, personas religiosas. Si tuviéramos amor, compasión en nuestros corazones, no nos importarían un pepino tales nombres; y eso es religión. Debido a que nuestros corazones están-vacíos, se llenan de cosas que son infantiles, ¡y usted las llama “problemas candentes”! No hay duda de que eso es muy inmaduro.

Si Bombay debería ser una ciudad libre, si debe haber brahmines y no brahmines... ¿son éstos los problemas candentes, o son una fachada detrás de la cual ustedes se esconden? Después de todo, ¿quién es un brahmín? Por cierto, no es aquél que trae puesto el hilo sagrado. Un brahmín es una persona que comprende, que no ejerce autoridad social alguna, que es independiente de la sociedad, que no es codiciosa ni busca el poder, que es por completo ajena a todo poder; una persona así es un brahmín. ¿Somos personas así? Obviamente, no. Entonces, ¿por qué nos rotulamos con nombres que no tienen sentido? Lo hacemos porque ese rótulo es provechoso, nos brinda una posición en la sociedad. Un hombre cuerdo no pertenece a ningún grupo, no busca ninguna posición en la sociedad, puesto que esas cosas tan sólo engendran guerra, Si ustedes fueran realmente cuerdos, no les importaría cómo los llaman; no rendirían culto a un rótulo. Pero los rótulos, las palabras se tornan importantes cuando el corazón está vacío. A causa de que el corazón de ustedes está vacío, tienen miedo y están dispuestos a matar a otros. Es realmente un problema absurdo esta cuestión de los hindúes y los musulmanes. Señores, no hay duda de que es infantil, impropio de personas adultas, ¿no es así? Cuando usted ve cómo las personas inmaduras hacen una confusión de las cosas, ¿cuál es su actitud? De nada sirve que las golpee en la cabeza. O bien trata de ayudarlas, o se aparta y las deja en plena libertad de seguir con su confusión. A ellas les gustan sus juguetes, de modo que uno se aparta y construye una nueva cultura, una nueva sociedad.

El nacionalismo es un veneno, el patriotismo es una droga, y los conflictos del mundo son una distracción respecto de la relación directa con la gente. Si usted lo sabe ¿puede seguir complaciéndose en tales cosas? Si ve eso con claridad, no habrá división entre el hindú y el musulmán. Nuestro problema es, entonces, mucho más vasto que la cuestión de si Bombay debería ser una ciudad libre; por lo tanto, no nos extraviaremos en asuntos que son estúpidos frente a los verdaderos problemas de la vida. Señores, los verdaderos, problemas de la vida están cerca, a la mano, en la batalla que tiene lugar entre el marido y la esposa, entre uno mismo y su prójimo, etc. A causa de nuestras vidas personales, hemos creado esta confusión, estas disputas entre el brahmín y el no brahmín, entre el hindú y el musulmán; ustedes y yo hemos contribuido a esta confusión, y somos nosotros, no ciertos líderes, los responsables de ella. Puesto que es nuestra responsabilidad, tenemos que actuar. Para actuar, debemos pensar rectamente, y para pensar rectamente debemos desechar las cosas infantiles, todo lo que consideramos absolutamente falso y carente de sentido. Para que seamos seres humanos maduros, debemos dejar de lado los juguetes absurdos del nacionalismo, de la religión organizada, del seguir a alguien política o religiosamente. Ése es nuestro problema. Si usted es realmente serio acerca de todo esto, se liberará naturalmente de los actos infantiles, de calificarse con determinados rótulos, ya sean nacionales, políticos o religiosos; sólo entonces tendremos un mundo pacífico. Pero si se limitan a escuchar, saldrán de aquí y harán exactamente lo mismo que han hecho antes. (Risas). Se ríen, y ahí es donde radica la tragedia. No están interesados en terminar con la guerra, no les interesa realmente tener paz en el mundo.

En Poona, tal vez, están ustedes viviendo en paz por el momento, y piensan que sobrevivirán de algún modo. No van a sobrevivir. Se está hablando de guerra entre Hyderabad y la Nueva India, de problemas comunales, etc. Nos hallamos todos al borde de un precipicio. Toda esta civilización en la que el hombre ha creído, puede ser destruida; las cosas que hemos producido y cultivado con esmero, todo eso está en juego. A fin de que el hombre pueda salvarse del precipicio, tiene que haber una verdadera revolución, no una revolución sangrienta, sino una regeneración interna. No puede haber regeneración sin conocimiento propio. Sin conocernos a nosotros mismos, no hay nada que podamos hacer. Tenemos que examinar cada problema de un modo nuevo; y para eso debemos liberarnos del pasado, lo cual implica que debe llegar a su fin el proceso del pensamiento. Nuestro problema es comprender el presente en toda su magnitud, con sus inevitables catástrofes e infortunios; debemos afrontarlo todo de una manera nueva. Esa calidad de lo nuevo es imposible si meramente continuamos con el pasado, si analizamos el presente mediante el proceso del pensamiento. Cuando la mente está silenciosa, quieta, serena, sólo entonces se resuelve el problema. Por consiguiente, es fundamental que nos comprendamos a nosotros mismos. Ustedes y yo tenemos que ser la sal de la Tierra, debemos profesar un nuevo pensamiento, una nueva clase de felicidad.


I de setiembre de 1948



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 SÉPTIMA PLÁTICA EN BANGALORE

Creo que, comprendiendo la relación, podremos comprender qué entendemos por independencia. La vida es un movimiento constante en la relación y, sin comprender la relación, originaremos confusión, lucha y esfuerzo estéril. Es importante, pues, comprender qué entendemos por relación, porque a base de la relación entre unos y otros se construye la sociedad. No puede haber aislamiento, no hay tal cosa como vivir en aislamiento. Lo que está aislado muere pronto.

Así que nuestro problema no es el significado de la independencia, sino qué entendemos por relación. Comprendiendo la relación, que es la conducta entre los seres humanos, ya sea íntimos o extraños, cercanos o muy distantes entre sí, comenzaremos a comprender todo el proceso de la existencia y el conflicto entre independencia y servidumbre. Debemos, pues, examinar muy detenidamente qué entendemos por relación. La relación, ¿no es en la actualidad un proceso de aislamiento y, por ende, un conflicto constante? La relación entre uno mismo y otro, entre uno y su esposa, entre uno y la sociedad, es el producto de este aislamiento. Por aislamiento quiero decir que estamos todo el tiempo buscando seguridad, satisfacción y poder. Al fin y al cabo, cada uno de nosotros, en su relación con otra persona, está buscando satisfacción, y donde hay búsqueda de bienestar, de seguridad — ya sea en una nación o en un individuo — , tiene qué haber aislamiento, y lo que se halla aislado provoca conflicto. Todo lo que ofrece resistencia tiene que producir, por fuerza, conflicto entre sí mismo y aquello a lo que se resiste; y, dado que nuestra relación es, en su mayor parte, una forma de resistencia, creamos una sociedad que, inevitablemente, genera aislamiento y, en consecuencia, conflicto dentro y fuera de ese aislamiento. Así, pues, debemos examinar la relación tal como funciona realmente en nuestras vidas. Después de todo, lo que soy — mis acciones, mis pensamientos, mis sentimientos, mis motivos, mis intenciones— origina la relación entre mí mismo y otro, relación que llamamos sociedad. No hay sociedad sin esta relación entre dos personas, y antes de que podamos hablar de la independencia, agitar la bandera y todo eso, tenemos que comprender la relación, lo cual implica que cada uno debe examinarse en su relación con otro ser humano.

Ahora bien, si examinamos nuestra vida, nuestra relación con otro, veremos que es un proceso de aislamiento. El otro, de hecho, no nos interesa; aunque hablemos muchísimo al respecto, no estamos realmente interesados. Nos relacionamos con alguien en tanto dicha relación nos gratifique, nos brinde un refugio, nos satisfaga. Pero tan pronto algo perturba la relación y nos sentimos incómodos en ella, la descartamos. En otras palabras, la relación existe mientras nos sentimos gratificados por ella. Esto podrá sonar duro, pero si examinan muy detenidamente su propia vida, verán que es un hecho; y eludir ese hecho es vivir en la ignorancia, lo cual jamás puede producir una verdadera relación.

Por consiguiente, si examinamos nuestra vida y observamos la relación, vemos que es un proceso de erigir resistencia contra otro, un muro por encima del cual miramos al otro; pero siempre conservamos el muro y permanecemos detrás de él, ya sea un muro psicológico, un muro material, económico o nacional. En tanto vivamos en aislamiento, detrás de un muro, no hay verdadera relación con el otro, y vivimos encerrados porque es mucho más gratificante, creemos que es mucho más seguro. El mundo es tan desgarrador, hay tanto sufrimiento, tanta pena, guerras, destrucción, desdicha, que deseamos escapar y vivir dentro de los muros de seguridad de nuestro propio ser psicológico. De modo que, para la mayoría de nosotros, la relación es, en realidad, un proceso de aislamiento; es obvio, entonces, que tal relación construye una sociedad que también provoca aislamiento. Es exactamente lo que está sucediendo en todo el mundo: permanecemos aislados y extendemos la mano por encima del muro, llamando a eso nacionalismo, hermandad, o como quieran llamarlo, pero de hecho, los gobiernos soberanos y los ejércitos continúan existiendo. O sea, pensamos que, aferrándonos a nuestras propias limitaciones, podremos dar origen a la unidad, a la paz mundial; y eso es imposible. En tanto tengamos una frontera, ya sea nacional, económica, religiosa o social, es un hecho evidente que no podrá haber paz en el mundo.

Ahora bien, el proceso de aislamiento es un proceso de búsqueda de poder, y si uno está buscando poder, ya sea individualmente o para un grupo racial o nacional, tiene que haber aislamiento, porque el deseo mismo de poder, de posición, es separatismo. A fin de cuentas, eso es lo que cada uno desea, ¿no es así? Desea una posición de poder desde la cual pueda dominar, en el hogar, en la oficina o en un régimen burocrático. Cada uno busca el poder y, al buscar el poder, establecerá una sociedad basada en el poder, militar, industrial, económico, etc., lo cual nuevamente es obvio. El deseo de poder, ¿no es aislador por su propia naturaleza? Pienso que es muy importante comprender esto, porque el hombre que desea un mundo pacífico, un mundo en el que no haya guerras ni destrucción espantosa ni desdicha catastrófica en escala inmensurable, debe comprender esta cuestión fundamental, ¿no es así?

En tanto el individuo busque el poder, por mucho o poco que sea, como primer ministro, gobernador, abogado o simplemente como marido o esposa en el hogar, es decir, mientras deseemos la sensación de dominar, de compeler, de ser poderosos, de ejercer influencia sobre otros, estamos obligados, sin duda, a crear una sociedad que será el resultado de un proceso aislador, porque el poder es inherentemente aislador, separativo. Un hombre afectuoso, bueno, no tiene sentido alguno del poder; por lo tanto, un hombre así no está atado a ninguna nacionalidad, a ninguna bandera. No tiene bandera. Pero el hombre que busca el poder en cualquiera de sus formas, ya sea en una derivada de la burocracia, o de su propia proyección que él llama Dios, sigue atrapado en un proceso aislador. Si examinan muy atentamente el proceso del poder, verán que, por su misma naturaleza, es un proceso de encierro. Cada cual busca su propia posición, su propia seguridad, y en tanto exista ese motivo, la sociedad ha de edificarse sobre un proceso de aislamiento. Donde hay búsqueda de poder, hay un proceso de aislamiento, y lo que está aislado, por fuerza tiene que crear conflicto. Eso es, exactamente, lo que ocurre en todo el mundo: cada grupo está buscando el poder y, debido a eso, se aísla; y éste es el proceso del nacionalismo, del patriotismo que, finalmente, lleva a la guerra y a la destrucción.

Ahora bien, sin relación no hay posibilidad de existir en la vida, y en tanto la relación se base en el poder, en la dominación, tiene que existir el proceso de aislamiento que, inevitablemente, deriva en conflicto. No hay tal cosa como el vivir en aislamiento; no obstante, por buscar el poder en tantas formas diferentes, ustedes engendran aislamiento. El nacionalismo es una calamidad, porque a causa de su mismo espíritu nacionalista, patriótico, está creando un muro de aislamiento. Está tan identificado con su país, que levanta un muro contra otro país. Y ¿qué sucede, señores, cuando ustedes levantan un muro en contra de algo? Ese algo golpea constantemente contra el muro que han levantado. Cuando se resisten a algo, esa resistencia misma indica que están en conflicto con lo otro. Así, pues, el nacionalismo, que es un proceso de aislamiento, que es el resultado de la búsqueda de poder, no puede originar paz en el mundo. El hombre que es nacionalista y habla de hermandad, está mintiendo, vive en un estado de contradicción.

Por lo tanto, la paz del mundo es esencial; de lo contrario, seremos destruidos. Unos pocos podrán escapar, pero habrá una destrucción mayor que nunca, a menos que resolvamos el problema de la paz. La paz no es un ideal; un ideal, como ya lo discutimos, es ficticio. Lo real debe ser comprendido, y esa comprensión de lo real se ve impedida por la ficción que llamamos el ideal. Lo real es que cada cual está buscando el poder, busca títulos, posiciones de autoridad, etc., todo lo cual se disimula en diversas formas con palabras bien intencionadas. Éste es un problema vital, no es un problema teórico ni uno que pueda posponerse; exige acción ahora, porque es obvio que la catástrofe se aproxima. Si no llega mañana, vendrá el año próximo, o poco después, porque el ímpetu del proceso aislador ya está aquí; y aquél que realmente reflexione al respecto, debe abordar la raíz del problema, que es la búsqueda individual de poder, la cual da origen a la búsqueda del poder grupal, racial y nacional.

Ahora bien, ¿puede uno vivir en el mundo sin sentir deseo alguno de poder, de posición, de autoridad? Obviamente, sí. Lo hace cuando no se identifica con algo más grande. Esta identificación con algo más grande: el partido político, el país, la raza, la religión, Dios, es la búsqueda de poder. Debido a que en sí mismos están vacíos, son torpes, débiles, gustan de identificarse con algo más grande. Este deseo es el deseo de poder. Por eso, el nacionalismo o cualquier tipo de espíritu comunal, son una maldición en el mundo; siguen siendo el deseo de poder. Así, pues, lo importante para comprender la vida y, en consecuencia, la relación, es descubrir el motivo que nos impulse a cada uno de nosotros, porque lo que es ese motivo, es el medio que nos rodea. Según sea ese motivo, hay paz o destrucción en el mundo. Es esencial, pues, que cada uno de nosotros se dé cuenta de que el mundo se encuentra en un estado de desdicha y destrucción, y de que, si buscamos el poder, consciente o inconscientemente, estamos contribuyendo a esa destrucción, por lo que nuestra relación con la sociedad será un constante proceso de conflicto.

Hay múltiples formas de poder, no es solamente la adquisición de posiciones y riquezas. El deseo mismo de ser algo o alguien, es una forma de poder que genera aislamiento y, por ende, conflicto; y, a menos que cada uno comprenda el móvil, la intención de sus actos, muy poco importa la mera legislación gubernamental, porque lo interno se impone siempre sobre lo externo. Externamente, podrán ustedes construir una estructura pacífica, pero los hombres que la dirijan, la modificarán conforme a sus intenciones. Por eso es muy importante que quienes deseen crear una nueva cultura, una nueva sociedad, un Estado nuevo, se comprendan primero a sí mismos. Al tornarnos conscientes de nosotros mismos, de los diversos movimientos y las fluctuaciones internas, comprenderemos los motivos, las intenciones, los peligros ocultos; sólo en esa percepción alerta hay transformación. La regeneración podrá tener lugar únicamente cuando cese esta búsqueda de poder; sólo entonces podremos crear una nueva cultura, una sociedad no basada en el conflicto sino en la comprensión. La relación es un proceso autorrevelador, y sin conocemos a nosotros mismos — los comportamientos de nuestra mente y de nuestro corazón — , tiene muy poco sentido establecer simplemente un orden externo, un sistema, una fórmula ingeniosa. De modo que lo importante es comprenderse uno a sí mismo en su relación con otro ser humano. La relación se vuelve, entonces, no un proceso de aislamiento, sino un movimiento en el que descubrimos nuestros propios motivos, nuestros propios pensamientos, nuestras propias búsquedas; y, ese descubrimiento mismo, es el principio de la liberación, el principio de la transformación. Únicamente esta transformación inmediata puede dar origen a la revolución fundamental, radical, tan indispensable en el mundo. La revolución dentro de los muros del aislamiento no es revolución. La revolución llega sólo cuando se destruyen los muros del aislamiento, y eso puede ocurrir únicamente cuando ya no estamos buscando el poder.

Tengo aquí varias preguntas, y trataré de contestar tantas como me sea posible.

Pregunta: ¿Puedo permanecer siendo un funcionario del gobierno si quiero seguir sus enseñanzas? La misma pregunta podría suscitarse en relación con muchas otras profesiones. ¿Cuál es la solución correcta para el problema de la subsistencia?

KRISHNAMURTI: Señores, ¿qué entendemos por subsistencia? Es ganarse la vida para cubrir las propias necesidades de alimento, ropa y vivienda, ¿no es así? La dificultad de los medios de subsistencia surge cuando utilizamos estas necesidades esenciales como un recurso de agresión psicológica. O sea, cuando uso las necesidades como un medio de exaltación personal, surge el problema de la subsistencia; y nuestra sociedad se basa fundamentalmente no en proveer a las necesidades esenciales, sino en la exaltación psicológica, usando estas necesidades para la autoexpansión. interna de los individuos. Señores, es indispensable que mediten un poco sobre esto. Es obvio que el alimento, la ropa y la vivienda podrían producirse en abundancia, hay suficiente conocimiento científico como para satisfacer la demanda, pero la demanda para la guerra es mayor, no sólo debido a los atizadores de guerras, sino a cada uno de nosotros, porque cada uno de nosotros es violento. Así que el conocimiento científico alcanza para subvenir a todas las necesidades humanas; ello ha sido calculado, y todo lo indispensable podría producirse de modo tal que ningún hombre tuviera que pasar más necesidades. ¿Por qué no ocurre eso? Porque nadie se satisface con el alimento, la ropa y la vivienda; todos quieren algo más; puesto en palabras diferentes, el “más" es poder. Sin embargo, sería grosero satisfacerse con las meras necesidades elementales. Estaremos satisfechos con lo necesario en el verdadero sentido — que es estar libres del deseo de poder — , únicamente cuando hayamos encontrado el tesoro interno que es imperecedero y al que ustedes llaman Dios, verdad, o el nombre que quieran darle. Si pueden encontrar dentro de sí mismos esas riquezas imperecederas, entonces se satisfarán con pocas cosas; esas pocas cosas pueden ser provistas para todos.

Pero, desafortunadamente, nos arrebatan los valores sensorios. Los valores de los sentidos se han vuelto más importantes que los valores de lo real. Al fin y al cabo, toda nuestra estructura social, nuestra actual civilización, se basa esencialmente en los valores sensorios. Los valores sensorios no son tan sólo los valores de los sentidos, sino los valores del pensamiento, porque el pensamiento es también el resultado de los sentidos; y, cuando cultivamos el mecanismo del pensar, o sea, el intelecto, predomina en nosotros el pensamiento, que es también un valor sensorio. Así, en tanto estemos buscando valores sen-sorios — tacto, gusto, olfato, percepción sensoria, pensamiento — , lo externo se toma mucho más importante que lo interno, y la mera negación de lo externo no es el camino hacia lo interno. Uno podrá negar lo externo y retirarse del mundo yendo a la jungla o a una cueva y allí pensar en Dios; pero, esa negación misma de lo externo sigue siendo sensoria, porque el pensamiento es sensorio; y cualquier valor basado en los sentidos, está obligado a generar confusión, que es lo que actualmente ocurre en el mundo. Lo sensorio domina, y en tanto la estructura social se construya sobre eso, los medios de subsistencia se volverán extraordinariamente difíciles.

¿Cuáles son, pues, los rectos medios de vida? Esta pregunta podrá ser respondida sólo cuando haya una revolución completa en los valores, que entonces no se basarán en lo sensorio. Ahora bien, si los que disponen de tiempo libre, como las personas de edad que cobran sus pensiones y que han pasado sus años jóvenes buscando a Dios o, si no, entregadas a diversas formas de destrucción, si realmente dedicaran su tiempo, su energía, a descubrir la solución correcta, actuarían como intermediarios, como instrumentos para dar origen a una verdadera revolución en el mundo. Pero eso no les interesa. Anhelan la seguridad. Han trabajado tantos años para obtener sus pensiones, que ahora quisieran vivir cómodamente por el resto de sus vidas. Disponen de tiempo, pero son indiferentes; sólo se interesan en alguna abstracción que ellos llaman Dios y que no tiene relación alguna con lo real; su abstracción no es Dios, es una forma de escape. Y aquéllos que llenan sus vidas con una actividad incesante, se encuentran atrapados en ella; no disponen de tiempo para hallar las respuestas a los múltiples problemas de la vida. Así, pues, la esperanza radica únicamente en aquéllos que se interesan en estas cosas, en dar origen a una transformación radical en el mundo mediante la comprensión de sí mismos.

Señores, no hay duda de que podemos ver qué es una mala profesión. Las de militar, policía, abogado son, obviamente, malas profesiones, porque prosperan gracias al conflicto, a la disensión; y el gran hombre de negocios, el capitalista, medra con la explotación. El gran negociante puede ser un individuo o puede ser el Estado; si el Estado se hace cargo de los grandes negocios, no deja de explotarnos a ustedes y a mí. Y, como la sociedad está basada en el ejército, la policía, la ley, en el gran hombre de negocios — o sea, en el principio de disensión, explotación y violencia — , ¿cómo podemos sobrevivir ustedes y yo, que queremos una profesión recta, decente?

Hay creciente desocupación, ejércitos más grandes, mayores fuerzas policiales con sus servicios secretos; y el gran comercio se vuelve más y más grande., formando enormes corporaciones que, a la larga, son asumidas por el Estado, ya que en ciertos países, el Estado se ha convertido en una gran corporación. Dada esta situación de explotación característica de una sociedad edificada sobre la discordia, ¿cómo han de encontrar ustedes un recto medio de vida? Es casi imposible, ¿verdad? O bien tienen que marcharse y formar, con unas cuantas personas, una comunidad — una comunidad cooperativa, autosuficiente — , o deben sucumbir a la enorme maquinaria social. Pero ya lo ven, la mayoría de nosotros no se interesa en encontrar de veras el recto medio de vida. Casi todos se interesan en obtener un empleo y aferrarse a él en la esperanza de progresar con más y mejor remuneración. Debido a que cada uno de nosotros desea estar a salvo, seguro, tener una posición permanente, no ocurre una revolución radical. No son los autosatisfechos, los contentos de sí mismos, sino sólo los audaces, los temerarios, los que quieren experimentar con sus vidas, con su existencia, quienes descubren las cosas reales, una nueva  manera de vivir.

Por lo tanto, antes de que pueda haber un recto medio de vida, deben ser vistos primeramente los falsos medios de subsistencia: el ejército, la ley, la policía, las grandes corporaciones empresarias que están absorbiendo dentro de ellas a la gente y la explotan, ya sea en nombre del Estado, del capital o de la religión. Cuando uno ve lo falso y erradica lo falso, hay transformación, hay revolución; sólo esa revolución puede dar origen a una nueva sociedad.

Buscar, como individuo, un recto medio de vida, es excelente, pero eso no resuelve la vastedad del problema. El problema se resuelve en su vastedad, sólo cuando ustedes y yo no buscamos la seguridad. Cuando ustedes buscan la seguridad, ¿qué sucede? ¿Qué está sucediendo actualmente en el mundo? Toda Europa anhela la seguridad, clama por ella; y ¿qué.sucede? Ellos quieren seguridad a través de su nacionalismo. Después de todo, ustedes son nacionalistas porque desean la seguridad, y creen que van a tener seguridad gracias al nacionalismo. Se ha demostrado una y otra vez que no pueden tener seguridad por medio del nacionalismo, porque el nacionalismo es un proceso de aislamiento, genera guerras, infortunios y destrucción. Así, pues, los rectos medios de vida en vasta escala deben comenzar con aquéllos que comprenden qué es lo falso. Cuando ustedes combaten lo falso, crean los rectos medios de vida. Cuando luchan contra toda la estructura de discordia, de explotación, ya sea ejercida  por la izquierda o por la derecha, o contra la autoridad de la religión y de los sacerdotes, ésa es la recta profesión en la actualidad, porque creará una sociedad nueva, una nueva cultura. Pero, para luchar así, primero deben ver, muy clara y definidamente, qué es falso, de modo tal que lo falso se desprenda. Para descubrir qué es falso, deben darse cuenta de ello; deben observar todo lo que hacen, piensan y sienten, gracias a lo cual no sólo descubrirán qué es falso, sino que de ello surgirá una nueva vitalidad, una energía nueva, y esa energía les dictará qué clase de trabajo han de hacer o no hacer.

Pregunta: ¿Puede usted exponer brevemente los principios básicos sobre los cuales debería construirse una nueva sociedad?

KRISHNAMURTI: Yo puedo exponer los principios, eso es muy simple, pero carecería de valor. Lo que tiene valor es que ustedes y yo descubramos juntos los principios básicos sobre los cuales puede construirse una nueva sociedad, porque tan pronto descubramos juntos cuáles son esos principios, habrá una nueva base de relación entre nosotros. ¿Comprenden? Entonces ya no soy más el maestro ni ustedes los discípulos, o ustedes el auditorio y yo el disertante; partimos de una base por completo diferente. Significa ausencia de autoridad, ¿no es así? Somos partícipes en el descubrimiento y, por lo tanto, estamos cooperando; ni ustedes me dominan o influyen sobre mí, ni yo sobre ustedes. Ambos estamos descubriendo y cuando tanto de parte de ustedes como de la mía existe la intención de descubrir cuáles son los principios básicos de una nueva cultura, es obvio que no puede haber un espíritu autoritario, ¿verdad? Por lo tanto, ya hemos establecido un principio nuevo, ¿no es así? En tanto haya autoridad en la relación, hay coacción. Un gobierno que coacciona, un maestro que coacciona, un entorno que coacciona, no origina relación alguna, sino tan sólo un estado de esclavitud. Hemos descubierto, pues, algo juntos, porque sabemos que ambos deseamos crear una sociedad nueva en la cual no pueda existir la autoridad; y eso tiene una significación enorme, porque la estructura de nuestro presente orden social se basa en la autoridad. El especialista en educación, el especialista en medicina, el especialista militar, el especialista en leyes, el burócrata... todos ellos nos dominan: "Los shastras lo dicen, por lo tanto, tiene que ser verdadero; el gurú dice tal cosa; por lo tanto, debe ser correcta, voy a seguirla. En otras palabras, en una sociedad donde exista la búsqueda de lo real, la búsqueda de comprensión, donde sus integrantes procuren establecer una verdadera relación entre dos seres humanos, no puede haber autoridad”. En el momento mismo en que descartamos la autoridad, estamos asociados con los demás seres humanos; por consiguiente, hay cooperación, afecto, lo contrario de la presente estructura social.

En la actualidad, ustedes confían sus hijos al educador, mientras que el educador mismo necesita educarse. En lo religioso, son simplemente imitadores, máquinas de copiar. En todo sentido, están dominados, influidos, coaccionados, forzados; y ¿cómo puede haber relación alguna entre el explotador y el explotado, entre los que están en el poder y los que se hallan sometidos al poder, a menos que ástos deseen la misma clase de poder? En tal caso, están en relación con ese poder. Pero si ven que cualquier deseo de poder es, de sí, destructivo, entonces no hay relación con los que buscan el poder.

Así, comenzamos a descubrir los principios básicos sobre los cuales puede construirse una nueva sociedad. Obviamente, una relación basada en el dominio de uno sobre otro, ya no es más una relación. Donde no hay dominio ni autoridad ni coacción, ¿qué es lo que eso implica? Implica que hay afecto, ternura, amor, comprensión. Para que eso ocurra, el domino debe desaparecer. Podemos discutir esto enseguida, si es que quieren escucharme. Parecen irritados... quizás estoy trastornando un poco sus planes, pero se irán de aquí y harán exactamente lo mismo que han hecho antes, porque no les interesa realmente encontrar un nuevo orden fundamental. Desean sentirse seguros, desean obtener posiciones o conservar las posiciones que tienen, y utilizarlas para sus propios fines, que califican de nobles; pero eso sigue siendo una forma de autoexpansión, de explotación.

Nuestra dificultad en estas discusiones y pláticas es que no somos muy serios acerca de todo esto. Quisiéramos que las cosas cambiaran, pero poco a poco, de manera gradual y a nuestra conveniencia. No queremos que se nos perturbe demasiado, de modo que no estamos fundamentalmente interesados en una nueva cultura. El hombre que sí se interesa, ve como falsas las cosas evidentemente nocivas tales como la autoridad, la creencia, el nacionalismo, todo el espíritu jerárquico. Cuando usted descarta todo eso, ¿qué ocurre? Es simplemente un ciudadano, un ser humano carente de toda autoridad; y, cuando no tenga autoridad que ejercer, entonces quizá tenga amor y, por ende, comprensión. Eso es lo que se requiere: un grupo de personas que comprendan, que tengan afecto, cuyos corazones no estén llenos de palabras y frases vacías, de cosas de lá mente. Ellas — no el mero hilar de palabras — son las que darán origen a una nueva cultura. Por lo tanto, es esencial que cada uno de nosotros se vea en el espejo de la relación, porque sólo a partir de allí es posible que surja una cultura nueva.

Pregunta: ¿Qué debemos hacer para tener un gobierno realmente bueno, y no tan sólo un gobierno propio?

KRISHNAMURTI: Señores, para tener un gobierno bueno, primero deben comprender qué entienden por "gobierno”. No usemos palabras que no aluden a algo factual, palabras sin sentido, sin algo detrás de ellas. La palabra reloj se refiere a algo factual, pero no así las palabras gobierno bueno. Para encontrar a qué se refieren, tendremos que discutir qué entendemos por gobierno y qué entendemos por bueno; limitarse a decir “gobierno bueno”, no tiene sentido.

Así, pues, averigüemos primero qué entendemos por bueno. No estoy hilando demasiado fino, no quiero hacer de esto una discusión como las que se generan en un centro estudiantil, sino que es muy importante descubrir de qué estamos hablando, y no limitarnos a usar palabras sin mucho sentido. Sé que nos alimentan a base de palabras; ello hace que nos impresione hablar de que tenemos gobierno propio y agitar la bandera; ya conocen ustedes todo ese asunto de hechizarnos con palabras cuando nuestras mentes y nuestros corazones están vacíos. Averigüemos, pues, qué significa para nosotros lo de gobierno bueno.

¿Qué entendemos por bueno ? Es obvio que la palabra bueno se refiere a algo basado en el placer y el dolor. Bueno es lo que nos da placer; malo es lo que nos provoca dolor, ya sea interna o externamente, por dentro o fuera de la piel. Eso es un hecho, ¿verdad? Estamos considerando el hecho, lo que es, no lo que nos gustaría que fuese. El hecho es que, mientras busquemos placer en diversas formas, tales como la seguridad, la comodidad, el poder, el dinero, ese placer es lo que llamamos bueno; y cualquier cosa que perturbe el estado de placer, la consideramos no buena. No discuto esto desde el punto de vista filosófico, sino en relación con lo factual. Lo que deseamos es placer; es obvio, pues, que llamamos bueno a lo que nos brinda seguridad, bienestar, posición, poder, protección. ¿Me siguen? O sea, gobierno bueno es ese cuerpo institucional-capaz de suministrarles lo que desean; y si el gobierno no les da lo que desean, dicen: “¡Fuera con él!” — a menos, claro, que se trate de un gobierno totalitario — . Aun los gobiernos totalitarios pueden ser derrocados si la gente dice: “No queremos esto”. Pero hoy en día resulta casi imposible producir una revolución física, debido a que los aviones y otras máquinas de guerra sin las cuales no puede haber una revolución moderna, se hallan en manos de los gobiernos. Así, pues, bueno es aquello que ustedes desean, ¿verdad, señores? No nos engañemos hilando un montón de palabras acerca del bien abstracto y del mal abstracto. El hecho es que, en nuestra vida cotidiana, a aquéllos que nos dan lo que queremos, los llamamos con diversos nombres, tales como buenos, nobles, eficientes, etc. Lo que deseamos es satisfacción en diferentes formas, y a lo que puede proporcionárnosla lo llamamos beneficioso.

El gobierno es, por lo tanto, el cuerpo que creamos desde nuestro propio deseo, ¿no es así? Es decir, el gobierno somos nosotros. Lo que somos, eso es el gobierno, lo cual es un hecho muy obvio en el mundo. Ustedes odian a un determinado país, y eligen a aquellas personas que habrán de apoyar ese odio. Tienen inclinaciones hacia la organización comunal, o sea, hacia la descentralización del poder, y crean un gobierno que sostenga ese punto de vista, lo cual también es un hecho obvio que no necesitamos explicar en detalle. Puesto que el gobierno que tienen es lo que son ustedes, ¿cómo pueden tener un gobierno bueno ? Podrán tenerlo únicamente cuando se hayan transformado a sí mismos. De lo contrario, el gobierno no es sino un despacho oficial, un grupo de personas elegido por ustedes con el fin de que les suministre lo que desean. Dicen que no quieren la guerra, pero fomentan todas las causas que generan guerra, tales como el nacionalismo, la organización comunal y demás. Siendo ésa su condición crean un gobierno, así como crean una sociedad, a su propia imagen y semejanza; y, habiendo creado ese gobierno, el gobierno a su vez los explota. De modo que se trata de un círculo vicioso. Podrá haber un gobierno bueno — no lo llamaré “bueno” — , podrá haber un gobierno cuerdo, sólo cuando ustedes mismos sean cuerdos. Señores, no se sonrían. Eso es un hecho: no somos seres humanos cuerdos, racionales, puros. Estamos desequilibrados: en consecuencia, nuestros gobiernos están desequilibrados. ¿Dirían ustedes, señores, que, viendo cómo todo el mundo sé halla atrapado en la espantosa catástrofe de la guerra y en la producción de maquinarias bélicas, un ser humano cuerdo no deseará acabar con eso? Por consiguiente, él descubrirá cuáles son las causas de la guerra y no dirá: “Bueno, es mi país, debo protegerlo” lo cual es demasiado tonto e inmaduro.

Ahora bien, una de las causas de la guerra es la codicia — la avidez que uno tiene de ser algo más grande — , la cual hace que se identifiquen con el país. Dicen: “Soy hindú”, “soy budista”, “soy cristiano”, “soy ruso”, lo que fuere. Ésa es una de las causas de la guerra. Pero un hombre que es cuerdo dice: “Voy a librarme de esa imitación insana que finalmente produce destrucción”. Por lo tanto, primero debemos crear cordura, no un plan para un nuevo gobierno o para un así llamado gobierno bueno; y, para estar cuerdos, debemos saber lo que somos, debemos ser conscientes de nosotros mismos. Pero ya lo ven, eso no les interesa. Se interesan en agitar banderas, en escuchar discursos carentes de sentido, en cosas que los estimulen. Todo esto indica falta de cordura. Y, ¿cómo pueden esperar que un gobierno sea cuerdo, cuando los ciudadanos no están plenamente despiertos, cuando están alerta a medias y se hallan desequilibrados?

Señores, cuando ustedes mismos están confusos, el líder que crean está confuso, y la voz que escucharán es la del que está confuso. Si ustedes no están confusos, si están claros, serenos, no tendrán ningún líder; si en ustedes hay claridad, no esperarán a que el gobierno les diga lo que tienen que hacer. ¿Por qué necesita, un hombre que haya un gobierno? Algunos de ustedes sonríen y desecharán lo que digo. Debido a que no saben cómo amar racionalmente, humanamente, quieren que alguien les diga lo que deben hacer; por eso, las leyes se multiplican, hay cada vez más y más leyes que les dicen lo que deben y lo que no deben hacer. Así que es culpa de ustedes, señores. Ustedes son responsables por el gobierno que tienen o que van a tener, porque, a menos que se transformen radicalmente a sí mismos, su gobierno será lo que son ustedes. Si son propensos a la organización comunal, crearán un gobierno igual a ustedes, Y ¿qué significa eso? Más perturbaciones, más destrucción.

En consecuencia, podrá haber una sociedad cuerda, un mundo cuerdo, únicamente cuando ustedes, como parte de la sociedad actual, del mundo actual, rompan con él, o sea, se vuelven cuerdos; y podrá haber cordura sólo cuando rechacen drásticamente a la autoridad, cuando no estén atrapados en el espíritu nacionalista, patriótico, cuando traten a los seres humanos como seres humanos, no como brahmines o pertenecientes a alguna otra casta o nación. Y es imposible tratar a los seres humanos como seres humanos, si les ponemos rótulos, si los calificamos, si les damos el nombre de hindúes, rusos, o lo que fuere. Es mucho más fácil rotular a las personas, porque entonces pueden pasar junto a ellas y patearlas, o arrojar una bomba sobre la India o sobre Japón. En cambio, si uno no tiene rótulos, si trata a las personas simplemente como seres humanos, ¿qué ocurre? que debe estar muy alerta, que debe ser muy prudente en su relación con el otro. Pero como ustedes no quieren hacer eso, crean el gobierno que les conviene.

Pregunta: ¿Qué es eterno, el amor o la muerte? ¿Qué ocurre con el amor cuando la muerte le corta el hilo? ¿Qué ocurre con la muerte cuando el amor reclama sus derechos?


KRISHNAMURTI: Una vez más, debemos averiguar qué entendemos por muerte y que entendemos por amor. Lo siento, algunos de ustedes se aburren con todo esto. ¿Están cansados?

Comentario: No, señor.

KRISHNAMURTI: Me sorprende, porque hemos abordado cosas muy serias. La vida es seria, sumamente seria. Sólo las personas de cabeza hueca y las de corazón torpe son triviales, y si ustedes se aburren con las cosas serias de la vida, ello indica lo inmaduros que son. Ésta es una pregunta que concierne a todos, al totalitario, al político o a ustedes, porque, nos guste o no, la muerte nos aguarda a cada uno de nosotros. Uno podrá ser un alto funcionario del gobierno, con títulos, riqueza, posición y un trato preferente, pero al final de ello se encuentra esta cosa inevitable. Entonces, ¿qué entendemos por muerte? Entendemos, es obvio, el poner fin a la continuidad, ¿no es así? Existe una muerte física, y estamos un poco ansiosos respecto de ella, pero esa muerte no importa si podemos superarla continuando en alguna otra forma. Así, cuando preguntamos acerca de la muerte, lo que nos interesa es si hay continuidad o no. Y ¿qué es la cosa que continúa? Evidentemente, nuestro cuerpo no, porque todos los días vemos que entierran o creman a la gente que muere. Por lo tanto, nos referimos, ¿no es así?, a una continuidad suprasensorial, una continuidad psicológica, una continuidad del pensamiento, del carácter, a la que ustedes llaman alma o el nombre que quieran darle.

Queremos saber si el pensamiento continúa. Es decir, he meditado, he practicado muchísimas cosas, no he terminado de escribir mi libro, no he completado mi profesión, estoy débil y necesito tiempo para fortalecerme, quiero continuar con mi placer, etc.; y tengo miedo de que la muerte ponga fin a todo eso. De modo que la muerte es una forma de frustración, ¿verdad? Estoy haciendo algo y no quiero que se termine; necesito la continuidad para realizarme plenamente. Ahora bien, ¿hay realización plena por obra de la continuidad? Obviamente, la continuidad permite cierta clase de realización. Si estoy escribiendo un libro, no quiero morir hasta que lo haya terminado; deseo tiempo para desarrollar cierto carácter, etc. Por lo tanto, hay miedo a la muerte sólo cuando existe el deseo de realizarnos, porque para realizarnos tiene que haber tiempo, longevidad, continuidad. Pero si uno puede realizarse plenamente de instante en instante, no teme a la muerte.

Y bien, nuestro problema es como tener continuidad a pesar de la muerte, ¿no es así? Y ustedes quieren una seguridad de mi parte; o, si no les doy una garantía al respecto, acuden a algún otro, a sus gurúes, a sus libros, o a varias otras formas de distracción y escape. Así, pues, escuchándome ustedes y hablándoles yo, vamos a descubrir juntos qué entendemos realmente por continuidad, qué es lo que continúa y qué queremos que continúe. Lo que continúa es, obviamente, un anhelo, un deseo, ¿verdad? No soy poderoso pero me gustaría serlo; no he edificado mi casa pero quisiera edificarla; no tengo ese título pero quisiera obtenerlo; no he amasado bastante dinero, pero lo haré pronto; quisiera encontrar a Dios en esta vida... y así sucesivamente. De modo que la continuidad es el proceso del deseo. Cuando esta continuidad llega a su fin, llaman a eso muerte, ¿no es así? Quieren que el deseo continúe como un medio para lograr algo, como un proceso mediante el cual puedan realizarse personalmente. Esto es bastante simple, sin duda.

Ahora bien, es obvio que el pensamiento continúa a pesar de nuestra muerte física. Esto ha sido comprobado. El pensamiento es una continuidad porque, después de todo, ¿qué son ustedes? No son sino pensamiento, ¿verdad? Son el pensamiento de un nombre, de una posición, el pensamiento del dinero; son nada más que una idea. Eliminen la idea, eliminen el pensamiento y, ¿dónde está uno? Somos, pues, una personificación del pensamiento en lo que llamamos el “yo”. Ahora bien, uno dice que el pensamiento debe continuar, porque el pensamiento hará posible que me realice y que finalmente encuentre lo real, ¿No es así? Por eso quieren ustedes que el pensamiento continúe; quieren que continúe porque creen que el pensamiento va a dar con lo real, con eso que ustedes llaman felicidad, Dios, o el nombre que prefieran darle.

Ahora bien, ¿encuentran lo real mediante la continuidad del pensamiento? Para expresarlo de un modo diferente: el proceso del pensamiento ¿descubre lo real? ¿Comprenden lo que quiero decir? Deseo la felicidad y la busco por diversos medios: propiedad, posición, riqueza, mujeres, hombres, lo que fuere. Todo eso exige un pensamiento que anda en pos de la felicidad, ¿no? Y bien, ¿puede el pensamiento hallar la felicidad? Si puede hacerlo, entonces el pensamiento debe tener una continuidad. Pero ¿qué es el pensamiento? El pensamiento no es sino la respuesta de la memoria, ¿verdad? Si ustedes no tuvieran memoria, no habría pensamiento. Estarían en un estado de amnesia, tendrían la mente en blanco (tal como la mayoría de la gente desea estar). El pensar se hipnotiza a sí mismo y permanece en cierto estado, que es un estado de mente en blanco. Pero no estamos tratando de discutir el estado de amnesia; queremos descubrir qué es el pensamiento. El pensamiento, si lo consideran con un poco de atención, es la respuesta de la memoria, y la memoria es el resultado de una experiencia incompleta. Piensan, pues, que por medio de una experiencia incompleta van a encontrar lo completo, lo total, lo real. ¿Cómo puede hacerse eso? ¿Entienden lo que quiero decir? Señores, probablemente no están considerando esto a fondo. Quieren saber si hay o no hay continuidad, eso es todo; desean una garantía. Cuando buscan una garantía, están buscando la autoridad, buscan satisfacción; no desean conocer lo real. Sólo lo real los liberará, no una garantía o que yo les dé esa seguridad. Estamos intentando descubrir qué es verdadero en todo esto.

Puesto que el pensamiento es el resultado de una experiencia incompleta — -ya que uno no recuerda, en el sentido psicológico, una experiencia completa — , ¿cómo puede el pensamiento, mediante su propio estado condicionado, incompleto, encontrar aquello que es completo? ¿Me siguen? Así que nos preguntamos: ¿Puede haber, acaso, una renovación, una regeneración, un estado en que todo sea fresco, nuevo, gracias a la continuidad del proceso de pensamiento? Al fin y al cabo, si hay renovación, entonces no nos atemoriza la muerte. Si para uno hay renovación de instante en instante, no hay muerte. Pero hay muerte y existe el miedo a la muerte si uno exige una continuidad del proceso de pensamiento. Evidentemente, lo que puede continuar es tan sólo el pensamiento, una idea acerca de uno mismo. Esa idea es el producto del pensamiento, el producto de una mente condicionada, porque el pensamiento es producto del pasado, su base se halla en el pasado. Y, a través del tiempo, de la continuación del pasado, ¿encontrará uno lo intemporal?

Acudimos, pues, a la continuidad como un medio de renovación, como un medio para dar origen a un estado nuevo. De lo contrario, no deseamos la continuidad, ¿no es cierto? Es decir, deseo la continuidad sólo si promete el nuevo estado, de otro modo, no la deseo, porque mi estado actual es desdichado. Si mediante la continuidad puedo encontrar la dicha, entonces deseo la continuidad. Pero, ¿puedo encontrar la dicha por medio de la continuidad? Sólo existe la continuidad del pensamiento; el pensamiento es la respuesta de la memoria, y la memoria es siempre condicionada, se halla siempre en el pasado. La memoria permanece muerta todo el tiempo; cobra vida sólo a través del presente. Por lo tanto, el pensamiento como continuidad no puede ser el medio de renovación. El pensamiento que continúa, es tan sólo el pasado que prosigue en una forma modificada; en consecuencia, eso no es una renovación. A través de ese pasaje no hay esperanza alguna. Hay esperanza únicamente cuando veo la verdad de que en la continuidad no hay renovación. Y cuando veo eso, ¿qué ocurre? Entonces, sólo me intereso en terminar, de instante en instante, con el proceso del pensamiento — ¡lo cual no es una locura! — . El proceso del pensamiento llega a su fin sólo cuando comprendo su falsedad como medio de alcanzar un objetivo deseable o de evitar uno doloroso. Cuando veo lo falso como falso, lo falso se desprende y desaparece. ¿Cuál es, entonces, el estado de la mente? Entonces la mente se halla en un estado de alta sensibilidad y receptividad, de gran quietud, porque no hay en ella miedo alguno. ¿Qué ocurre cuando no hay miedo? Hay amor, ¿verdad? Sólo en el estado negativo puede haber amor, no en el estado positivo. El estado positivo es la continuidad del pensamiento hacia un fin deseado, y en tanto exista eso, no puede haber amor.

El interlocutor también desea saber qué pasa con el amor cuando la muerte le corta el hilo. El amor no es una continuidad. Si usted se observa, si observa su propio amor, verá que éste es de instante en instante, usted no piensa que el amor tiene que continuar. Lo que continúa es un obstáculo para el amor. Sólo el pensamiento puede continuar, no el amor. Uno puede pensar acerca del amor, y ese pensamiento puede continuar, pero el pensamiento acerca del amor no es amor — y allí radica nuestra dificultad — . Usted piensa acerca del amor y desea que el pensamiento continúe; por lo tanto, pregunta: “¿Qué ocurre con el amor cuando llega la muerte?”. Pero usted no se interesa en el amor, se interesa en el pensamiento acerca del amor, el cual no es amor. Cuando uno ama, no hay continuidad. Sólo el pensamiento desea que el amor continúe, pero el pensamiento no es amor. Señores, esto es muy importante. Cuando amamos, cuando de veras amamos a alguien, no estamos pensando, no hay cálculo; todo nuestro corazón, todo nuestro ser está abierto. Pero cuando solamente pensamos acerca del amor, o acerca de la persona a la que amamos,-nuestro corazón está seco; por consiguiente, ya estamos muertos. El miedo a la muerte no es sino el miedo a no continuar, y cuando hay amor, no hay sentido de continuidad.

El interlocutor pregunta también: "¿Qué ocurre con la muerte cuando el amor reclama sus derechos?”. Señores, el amor no tiene derechos que reclamar, y ésa es la belleza del amor. Aquello que es el más alto estado de negación, nada reclama, nada exige; es un estado de ser. Y cuando hay amor, no hay muerte; la muerte existe sólo cuando surge el proceso del pensamiento. Cuando hay amor no hay muerte, porque no hay miedo; y el amor no es un estado continuo, ; el cual, como vimos, es el proceso del pensamiento. El amor es, simplemente, ser de instante en instante. Por lo tanto, el amor es su propia eternidad.'

15 de agosto de 1948